Читать книгу Bodas de sangre - Федерико Гарсиа Лорка - Страница 6

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Acto primero - CUADRO SEGUNDO

Habitación pintada de rosa con cobres y ramos de flores populares. En el centro, una mesa con mantel. Es la mañana. Suegra de Leonardo con un niño en brazos. Lo mece. La mujer, en la otra esquina, hace punto de media.

Suegra:

Nana, niño, nana

del caballo grande

que no quiso el agua.

El agua era negra

dentro de las ramas.

Cuando llega el puente

se detiene y canta.

¿Quién dirá, mi niño,

lo que tiene el agua

con su larga cola

por su verde sala?

Mujer: (Bajo)

Duérmete, clavel,

que el caballo no quiere beber.

Suegra:

Duérmete, rosal,

que el caballo se pone a llorar.

Las patas heridas,

las crines heladas,

dentro de los ojos

un puñal de plata.

Bajaban al río.

¡Ay, cómo bajaban!

La sangre corría

más fuerte que el agua.

Mujer:

Duérmete, clavel,

que el caballo no quiere beber.

Suegra:

Duérmete, rosal,

que el caballo se pone a llorar.

Mujer:

No quiso tocar

la orilla mojada,

su belfo caliente

con moscas de plata.

A los montes duros

solo relinchaba

con el río muerto

sobre la garganta.

¡Ay caballo grande

que no quiso el agua!

¡Ay dolor de nieve,

caballo del alba!

Suegra:

¡No vengas! Detente,

cierra la ventana

con rama de sueños

y sueño de ramas.

Mujer:

Mi niño se duerme.

Suegra:

Mi niño se calla.

Mujer:

Caballo, mi niño

tiene una almohada.

Suegra:

Su cuna de acero.

Mujer:

Su colcha de holanda.

Suegra:

Nana, niño, nana.

Mujer:

¡Ay caballo grande

que no quiso el agua!

Suegra:

¡No vengas, no entres!

Vete a la montaña.

Por los valles grises

donde está la jaca.

Mujer: (Mirando)

Mi niño se duerme.

Suegra:

Mi niño descansa.

Mujer: (Bajito)

Duérmete, clavel,

que el caballo no quiere beber.

Mujer: (Levantándose, y muy bajito)

Duérmete, rosal.

que el caballo se pone a llorar.

(Entran al niño. Entra Leonardo) Leonardo: ¿Y el niño? Mujer: Se durmió. Leonardo: Ayer no estuvo bien. Lloró por la noche. Mujer: (Alegre)Hoy está como una dalia. ¿Y tú? ¿Fuiste a casa del herrador? Leonardo: De allí vengo. ¿Querrás creer? Llevo más de dos meses poniendo herraduras nuevas al caballo y siempre se le caen. Por lo visto se las arranca con las piedras. Mujer: ¿Y no será que lo usas mucho? Leonardo: No. Casi no lo utilizo. Mujer: Ayer me dijeron las vecinas que te habían visto al límite de los llanos. Leonardo: ¿Quién lo dijo? Mujer: Las mujeres que cogen las alcaparras. Por cierto que me sorprendió. ¿Eras tú? Leonardo: No. ¿Qué iba a hacer yo allí en aquel secano? Mujer: Eso dije. Pero el caballo estaba reventando de sudor. Leonardo: ¿Lo viste tú? Mujer: No. Mi madre. Leonardo: ¿Está con el niño? Mujer: Sí. ¿Quieres un refresco de limón? Leonardo: Con el agua bien fría. Mujer: ¡Cómo no viniste a comer!... Leonardo: Estuve con los medidores del trigo. Siempre entretienen. Mujer: (Haciendo el refresco y muy tierna) ¿Y lo pagan a buen precio? Leonardo: El justo. Mujer: Me hace falta un vestido y al niño una gorra con lazos. Leonardo: (Levantándose)Voy a verlo. Mujer: Ten cuidado, que está dormido. Suegra: (Saliendo)Pero ¿quién da esas carreras al caballo? Está abajo, tendido, con los ojos desorbitados, como si llegara del fin del mundo. Leonardo: (Agrio) Yo. Suegra: Perdona; tuyo es. Mujer: (Tímida) Estuvo con los medidores del trigo. Suegra: Por mí, que reviente.(Se sienta.) (Pausa) Mujer: El refresco. ¿Está frío? Leonardo: Sí. Mujer: ¿Sabes que piden a mi prima? Leonardo: ¿Cuándo? Mujer: Mañana. La boda será dentro de un mes. Espero que vendrán a invitarnos. Leonardo: (Serio)No sé. Suegra: La madre de él creo que no estaba muy satisfecha con el casamiento. Leonardo: Y quizá tenga razón. Ella es de cuidado. Mujer: No me gusta que penséis mal de una buena muchacha. Suegra: Pero cuando dice eso es porque la conoce. ¿No ves que fue tres años novia suya?(Con intención.) Leonardo: Pero la dejé. (A su mujer.) ¿Vas a llorar ahora? ¡Quita! (La aparta bruscamente las manos de la cara.) Vamos a ver al niño. (Entran abrazados.) (Aparece la muchacha, alegre. Entra corriendo) Muchacha: Señora. Suegra: ¿Qué pasa? Muchacha: Llegó el novio a la tienda y ha comprado todo lo mejor que había. Suegra: ¿Vino solo? Muchacha: No, con su madre. Seria, alta. (La imita) Pero ¡qué lujo! Suegra: Ellos tienen dinero. Muchacha: ¡Y compraron unas medias caladas!... ¡Ay, qué medias! ¡El sueño de las mujeres en medias! Mire usted: una golondrina aquí (Señala el tobillo.), un barco aquí (Señala la pantorrilla.) y aquí una rosa. (Señala el muslo.) Suegra: ¡Niña! Muchacha: ¡Una rosa con las semillas y el tallo! ¡Ay! ¡Todo en seda! Suegra: Se van a juntar dos buenos capitales. (Aparecen Leonardo y su mujer) Muchacha: Vengo a deciros lo que están comprando. Leonardo: (Fuerte)No nos importa. Mujer: Déjala. Suegra: Leonardo, no es para tanto. Muchacha: Usted dispense. (Se va llorando.) Suegra: ¿Qué necesidad tienes de ponerte a mal con las gentes? Leonardo: No le he preguntado su opinión. (Se sienta) Suegra: Está bien. (Pausa) Mujer: (A Leonardo)¿Qué te pasa? ¿Qué idea te bulle por dentro de cabeza? No me dejes así, sin saber nada... Leonardo: Quita. Mujer: No. Quiero que me mires y me lo digas. Leonardo: Déjame. (Se levanta.) Mujer: ¿Adónde vas, hijo? Leonardo: (Agrio) ¿Te puedes callar? Suegra: (Enérgica, a su hija) ¡Cállate! (Sale Leonardo) ¡El niño! (Entra y vuelve a salir con él en brazos.) (La mujer ha permanecido de pie, inmóvil)

Las patas heridas,

las crines heladas,

dentro de los ojos

un puñal de plata.

Bajaban al río.

La sangre corría

más fuerte que el agua.

Mujer: (Volviéndose lentamente y como soñando)

Duérmete, clavel,

que el caballo se pone a beber.

Suegra:

Duérmete, rosal,

que el caballo se pone a llorar.

Mujer:

Nana, niño, nana.

Suegra:

Ay, caballo grande,

que no quiso el agua!

Mujer: (Dramática)

¡No vengas, no entres!

¡Vete a la montaña!

¡Ay dolor de nieve,

caballo del alba!

Suegra: (Llorando)

Mi niño se duerme...

Mujer: (Llorando y acercándose lentamente)

Mi niño descansa...

Suegra:

Duérmete, clavel,

que el caballo no quiere beber.

Mujer: (Llorando y apoyándose sobre la mesa.)

Duérmete, rosal,

que el caballo se pone a llorar.

Telón

Bodas de sangre

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