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LA MELATONINA

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Probablemente sea ésta, de las tres hormonas que estamos analizando, la que más ríos de tinta ha hecho correr, y también sobre la que cuento, personalmente, con mayor experiencia.

METABOLISMO DE LA MELATONINA

La melatonina es una neurohormona que se sintetiza en la glándula pineal (epífisis). Ésta pesa en los seres humanos alrededor de 150 mg y ocupa la depresión existente entre el colículo superior y la parte posterior del cuerpo calloso. Aunque hay conexiones entre la glándula pineal y el cerebro, aquélla se encuentra fuera de la barrera hematoencefálica y está inervada principalmente por los nervios simpáticos procedentes de los ganglios cervicales superiores. Durante décadas se creyó que era una innecesaria reliquia del proceso evolutivo. En la actualidad, y gracias a numerosas investigaciones, en especial las de los doctores Walter Pierpaoli y William Regelson, se puede afirmar que la glándula pineal es el auténtico centro de control de los sistemas endocrino e inmunológico, e interviene en los principales procesos vinculados al envejecimiento. La melatonina es sintetizada a partir de la serotonina. La epífisis contiene todas las enzimas necesarias para sintetizar esta última hormona desde el triptófano, así como dos enzimas requeridas para convertir la serotonina en melatonina.


Una característica única de la glándula pineal es que la síntesis y la secreción de melatonina está profundamente influida por el ciclo día-noche. La luz del día hace disminuir la secreción de melatonina debido a que se reduce el impulso de los nervios simpáticos que inervan la glándula pineal. Al comienzo de la noche, se produce la activación de estos nervios, mientras que el incremento en la liberación de noradrenalina desde éstos activa los b-adrenoceptores de la glándula pineal para aumentar la formación de AMPc; con la activación de los a1-adrenoceptores se amplifica más la respuesta. Este segundo mensajero provoca la activación de la serotonina N-acetiltransferasa, que contribuye a incrementar la síntesis de melatonina. Por lo tanto, la glándula pineal funciona como un transductor neuroendocrino. En los mamíferos, la información fotosensorial que entra por la retina influye en la actividad de sus proyecciones neuronales, que sirve finalmente para inhibir o estimular la secreción de serotonina. En animales aislados en la oscuridad continúa el ritmo circadiano de secreción de melatonina. Esto lleva a pensar que la síntesis de melatonina se realiza desde un reloj endógeno, situado probablemente dentro del núcleo supraquiasmático del hipotálamo, que ha sido entrenado normalmente en el ciclo día-noche.


LA HORMONA ANTIENVEJECIMIENTO POR EXCELENCIA

Si la DHEA y los secretagogos naturales que incrementan la secreción de IGF-1 pueden ser interesantes en algunos casos, aunque hay que obrar con prudencia en su uso, la melatonina es, de las tres hormonas, la que cuenta desde mi punto de vista, con más razones de peso para ser recomendada. No sólo carece de efectos secundarios y puede ser utilizada con comodidad y con escaso riesgo, sino que es la que cuenta con mayor número de investigaciones relevantes y contrastadas. En este sentido, es recomendable la lectura de El milagro de la melatonina, de los doctores Walter Pierpaoli y William Regelson, obra que incluye cientos de referencias bibliográficas y ensayos clínicos que avalan el uso de este complemento dietético. Por desgracia, en España no está permitida su venta, y ya que indudablemente no puede ser por motivos de riesgo para la salud del consumidor, habrá que pensar en otras razones vinculadas a la presión de la industria farmacéutica. La glándula pineal regula algo más que los ritmos de vigilia y sueño: los propios ritmos de la vida. Entre los animales, es la responsable de que en primavera sepan que se han de aparear, de que muchas aves conozcan que con la llegada del otoño deben emigrar, de que cuando llega el invierno (menos horas de luz) sepan que es el momento de refugiarse o invernar. En el caso de los humanos, su actuación es mucho más sofisticada: la glándula pineal es la directora de orquesta de las demás glándulas y, como consecuencia, todas nuestras células reciben su influencia.

La glándula pineal segrega la melatonina, una hormona que, desde que somos bebés, desempeña funciones vitales y que aumenta al máximo sus niveles durante la infancia. En la adolescencia desciende ligeramente su producción, dando paso a otras hormonas que condicionan la pubertad. Con el transcurso de los años descienden sus niveles, hasta caer en picado a partir de los 50 años. A los 70 años de edad se produce la mitad de la que se producía a los 20. Los investigadores creen que esta caída se debe a que la glándula pineal se deteriora.

Uno de los primeros estudios realizados por los doctores Pierpaoli y Regelson fue trasplantar glándulas pineales de animales jóvenes a animales viejos, tras los cuales comprobaron que éstos rejuvenecían y actuaban como aquéllos. Luego trasplantaron a animales jóvenes glándulas pineales de animales viejos, que comenzaron a envejecer rápidamente y murieron prematuramente. Después de treinta años de investigación, ambos científicos llegaron a la conclusión, como otros contemporáneos, de que la melatonina es una llave para mejorar y aumentar la longevidad.

Investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Tulane, en Nueva Orleáns, han demostrado que la melatonina puede inhibir la proliferación de las células cancerosas de las mamas. Paralelamente, oncólogos de Milán, en Italia, han utilizado la melatonina para tratar a enfermas de cáncer, junto con las tradicionales quimio e inmunoterapia, y han referenciado que las tratadas con melatonina experimentaron una regresión de los tumores y vivieron más tiempo, sin presentar efectos secundarios, que las que no la recibieron.

Son numerosas las investigaciones independientes entre sí que demuestran los importantes beneficios de la utilización de la melatonina como una de las mejores terapias de prevención del envejecimiento. ¿Cómo es posible entonces que los grandes medios de comunicación no muestren más interés en divulgar este fabuloso descubrimiento? La respuesta es tan sencilla como cruda: la melatonina, como la vitamina C, se produce de manera natural, por lo que no se puede patentar. Esto se traduce en que no ofrece ningún incentivo para que las grandes multinacionales farmacéuticas gasten cientos de millones de dólares en cumplimentar los protocolos de investigación que los organismos públicos exigen para permitir comercializarla. Y en este caso, como en otros, los grandes medios de comunicación se muestran condicionados por las mastodónticas firmas farmacéuticas. Los gobiernos podrían emprender investigaciones objetivas e imparciales de muchas «alternativas» o productos no patentables, ya que la industria farmacéutica no lo hace, pero esto es hoy por hoy impensable. De hecho, sucede todo lo contrario: muchas administraciones ponen coto a la accesibilidad del ciudadano a estas fuentes de salud con la hipócrita e ignorante explicación de que velan por la salud del consumidor, «ya que no hay investigaciones serias que respalden los supuestos beneficios de estos productos». Si con la expresión de «investigaciones serias» se refieren a las llevadas a cabo por la industria farmacéutica, no se realizarán nunca, ya que a aquéllas no les interesa porque no dan dinero.

Espero que el lector me disculpe por haberme apartado de la línea argumental de este apartado, pero he creído que era preciso puntualizar la razón por la que la melatonina no está fácilmente al alcance del ciudadano en España. Desde luego, no es porque sea un fármaco peligroso o porque se pueda demostrar que ha perjudicado a un solo paciente; como hemos visto, los motivos son bien distintos…

Ningún investigador o clínico que se precie desconoce la relación existente entre los sistemas endocrino e inmunológico, y la manera en que interactúan dentro de la fisiología del estrés. Si esto es así, y la melatonina es una hormona que favorece la funcionalidad del sistema endocrino, se desprende que debe poseer propiedades beneficiosas para el sistema inmune y, por extensión, para todo el organismo humano.

La melatonina no es, por lo tanto, un suplemento para tratar síntomas, sino, más bien, un regulador global de los procesos relacionados con el envejecimiento. Al estimular el sistema inmune, reducir los niveles altos de colesterol en sangre, proteger de los efectos destructivos del estrés o defendernos del cáncer y las enfermedades cardiovasculares, está, en realidad, actuando sobre los cimientos de la salud, las causas subyacentes de muchas de las afecciones que se sufren en la denominada tercera edad. No obstante, como he repetido insistentemente, no creo que exista un producto milagro, razón por la cual la melatonina debe ser incorporada dentro de un plan global de acción antienvejecimiento, tal como ya he indicado al hablar de la DHEA. Igualmente, no tiene sentido comenzar a tomar este suplemento antes de los 35 o 40 años, que es cuando los niveles de melatonina comienzan a decrecer. Más adelante, explicaré cuál es la manera correcta de tomarla, bajo la supervisión de un profesional cualificado. Ahora creo que es conveniente que profundicemos en la relación existente entre el envejecimiento, el sistema inmune y la melatonina. Intentaré plantearlo de la manera menos árida posible.

ENVEJECIMIENTO, SISTEMA INMUNE Y MELATONINA

Hoy día, casi cualquier persona sabe que la fortaleza frente a la enfermedad está directamente vinculada con el sistema inmunológico, verdadero «guardaespaldas» de nuestra salud. Mediante un complejo entramado de células, nuestro sistema inmune busca y destruye virus, bacterias, células precancerosas y cualquier otro antígeno o sustancia extraña. Por otro lado, nuestro SI también debe saber cuándo no ha de actuar contra nuestros propios tejidos y órganos; si esto no sucede, nos enfrentamos a una enfermedad autoinmune.

Cuando envejecemos también envejece nuestro sistema inmune, que pierde su eficacia en diferentes ámbitos. Ésta es una razón aplastante, por la cual las personas mayores son, generalmente, más vulnerables a la enfermedad. Ciertas células especializadas comienzan a manifestar fallos en la identificación, no distinguiendo claramente las células propias de las extrañas. Esto supone, por un lado, mayores probabilidades de agredir células propias y, por otro, un aumento de las células parasitadas y mutadas.

Las células principales del sistema inmunológico son los linfocitos (glóbulos blancos). Una pequeña glándula situada detrás del esternón, el timo, es la encargada de almacenar, controlar y activar los linfocitos T, imprescindibles en la lucha contra el cáncer, ciertos tipos de bacterias y virus. Auténticos «soldados» de nuestro sistema de defensa, cuando el organismo envejece, pierden eficacia. Para ilustrar su importancia, cabe mencionar que dos tipos de linfocitos T (TCD4 y TCD8) se utilizan como marcadores de riesgo en casos de VIH. Podemos clasificar los linfocitos en tres familias principales:

Linfocitos B

Son fabricados por la médula ósea y no presentan periodo de estancia en el timo. Llegan a la sangre y después a los órganos linfoides periféricos, constituyendo el 18% de los linfocitos de la sangre. Pueden diferenciarse en plasmocitos, que son células que producen grandes cantidades de anticuerpos o inmunoglobulinas (Ig). Cuando se introduce en el cuerpo una sustancia extraña (antígeno), reaccionan fabricando anticuerpos, que atacan a los invasores.

Linfocitos T

Se producen en la médula ósea y pasan algunos días en el timo (T = timo). Después llegan a la sangre y a los órganos linfoides periféricos. Constituyen el 80% de los linfocitos de la sangre. Los linfocitos T se dividen en dos poblaciones principales:

• Los T con marcador CD-4, que son clásicamente los T auxiliares (TA) o T amplificadores de la respuesta inmunitaria (o T helper en los países anglosajones).

• Los T con marcador CD-8, que son clásicamente los T asesinos o citotóxicos (TC).

Sin embargo, algunos T –unos CD-4 y otros CD-8– pueden frenar la respuesta inmunitaria y se comportan como T supresores (TS). Son los responsables de impedir que los auxiliares destruyan tejidos del propio cuerpo. Con el envejecimiento los TS dejan de funcionar óptimamente, como he mencionado anteriormente, lo que favorece la presencia de enfermedades autoinmunes, como la artritis reumatoidea, el síndrome de Sjögren (sequedad de la boca y los ojos) y las enfermedades tiroideas.

Células NK

NK es la abreviatura de natural killer (asesinas naturales). Se trata de linfocitos de grandes granulaciones. Forman el 2% de los linfocitos de la sangre, y son mucho más abundantes a nivel de las regiones en contacto con el exterior, como la epidermis y la mucosa intestinal.

Además de combatir las infecciones, el sistema también debe estar en inmunovigilancia (F. M. Burneo, 1970) frente a células cancerosas y destruirlas antes de que lleguen a causar daño. Teniendo en cuenta que este proceso es continuo, muchos investigadores consideran que el cáncer es, en realidad, una enfermedad provocada por el mal funcionamiento del sistema inmune.

Pierpaoli y Regelson creen que un factor clave del envejecimiento es el deterioro del timo, y su consecuente efecto sobre la activación de las células de defensa. Creo que esta pequeña glándula, que pesa unos 30 g durante la pubertad, es despreciada en la clínica convencional, especialmente porque se considera un fenómeno natural su reducción de tamaño y su merma funcional asociada a la edad. Las investigaciones de Pierpaoli y Regelson han demostrado que la melatonina:

• Aumenta el peso del timo.

• Incrementa la actividad de los linfocitos T, las células del timo.

• Restablece la sensibilidad de la piel frente a los alérgenos conocidos, indicio de que los linfocitos T han recuperado «memoria» para identificar a los potenciales enemigos.

Por otro lado, los estudios que estamos comentando demostraron también el efecto favorable de la toma de melatonina sobre la tiroides, el hipotálamo y las glándulas suprarrenales. Pierpaoli, no obstante, observó que los resultados dependían de la hora del día en que se realizaba el tratamiento. Más adelante, indicaré cuál es el horario más adecuado.

MELATONINA Y CÁNCER

Existen tres razones principales que llevan a pensar que la melatonina puede tener un efecto positivo en la prevención del cáncer. Son las siguientes:

• En los años cuarenta del siglo pasado salieron a la luz ciertas investigaciones que mostraban que «algo» producido por la glándula pineal podía detener el crecimiento de tumores cancerígenos y que, si se extirpaba aquélla, crecían con mayor rapidez. Al mismo tiempo, se observó algo absolutamente sorprendente: las mujeres invidentes mostraban una incidencia de cáncer de mama mucho menor que las videntes. Esta evidencia parecía señalar hacia la melatonina. Efectivamente, la luz diurna no desactiva la glándula pineal de las personas ciegas, lo que supone que su producción de melatonina es sensiblemente mayor. En la última década, diversos estudios han confirmado que la melatonina retrasa el crecimiento de células cancerígenas in vitro y en ratas. Uno de estos estudios confirmó su efecto positivo al retrasar la aparición del melanoma y su propagación.

• Ya he explicado que el sistema inmune es fundamental para mantener la vigilancia frente a las células cancerosas y poner en marcha los mecanismos necesarios para la destrucción de éstas y la regulación del sistema endocrino, también crucial en este tipo de procesos. En otras palabras, la melatonina contribuye al mantenimiento de un sistema inmune fuerte y, como consecuencia, proporciona una mayor protección del «terreno biológico» frente a células parasitadas o mutadas.

• La melatonina es un antioxidante muy efectivo. No sólo está presente en casi todas las células del organismo, sino que, además, es liposoluble, lo que le permite atravesar fácilmente las paredes celulares y posicionarse cerca del núcleo, donde se comporta como un auténtico «escudero» en la defensa contra los radicales hidrófilos, que, como explicaré en el próximo capítulo, es uno de los radicales libres más nocivos para la vida celular. Por otra parte, la melatonina, a diferencia de otros antioxidantes, no se degrada una vez que neutraliza los radicales libres, sino que permanece estable. Si tenemos en cuenta que esta hormona protege el núcleo y las membranas celulares frente a la agresión de los radicales vinculados a la génesis del cáncer, se hace evidente su interés en la terapia de prevención.

LA MELATONINA COMO SUPLEMENTO

Aunque, como he indicado, la melatonina es un complemento prácticamente inocuo, esto no significa que se pueda utilizar sin ningún tipo de control.

No es necesario tomar más de 1-3 mg al día, generalmente por la noche, una o dos horas antes de acostarse. Después de los 50 años la dosis se puede aumentar a 3 mg y, cumplidos los 65, llegar a los 5 mg. No son convenientes tomas más elevadas, pues no son necesarias y, al tratarse de una hormona liposoluble, puede acumularse en los adipocitos (células grasas). La bibliografía y mi propia experiencia indican que, en algunos casos, es preferible ser precavidos y consultar con un profesional cualificado:

• Si se están tomando medicamentos que actúan sobre los mismos sistemas que la melatonina. Por ejemplo, potenciadores del sistema inmune o de producción de serotonina, así como antihipertensores. Esto no quiere decir que, en tales casos, no se pueda tomar, sino que es imprescindible que lo valore un médico.

• Si se padece cáncer o se sufren trastornos hormonales graves. Aunque la melatonina puede ser una excelente ayuda para prevenir este tipo de males, cuando se han presentado, sobre todo en sus formas más graves, es preferible no tomar suplementos de esta hormona, ante la posibilidad de que cree una mayor «confusión» homeostásica y endocrina.

• Los niños, los jóvenes y las embarazadas no deben tomarla, ya que no la necesitan y su exceso, como he indicado, puede acumularse.

En resumen, se puede decir que la melatonina es, de las tres hormonas analizadas, la que presenta un uso más seguro y un espectro de acción más amplio, aunque debe ser tomada siempre después de los 40 años (salvo situaciones fisiológicas excepcionales) y bajo el control de un profesional cualificado.

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