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FISIOLOGÍA DEL ESTRÉS
ОглавлениеEs conveniente que analicemos ahora, aunque sea someramente, la fisiología del estrés para comprender mejor su vinculación con la longevidad.
• 1º. Señal a la amígdala. Cuando el cerebro se sobresalta, envía automáticamente una señal a la amígdala, centro del miedo. Ésta se activa y remite, a su vez, una alerta a otras estructuras cerebrales. El resultado es la respuesta clásica: sudoración en las manos, latido cardiaco acelerado, aumento de la presión sanguínea y subida de adrenalina. Esta primera reacción sucede antes de tener plena conciencia del peligro.
• 2º. El consciente actúa. La información sensorial se detiene en el tálamo, para procesar estas señales, y luego en la corteza cerebral, donde se analiza la información en bruto y se decide si se requiere una respuesta ante el miedo. Si es así, se envía una señal a la amígdala y el organismo se pone en estado de alerta.
• 3º. El cuerpo responde. La amígdala produce cambios hormonales y químicos que sumen al cuerpo en estado de ansiedad:
– Se activa la hormona del estrés. Las glándulas suprarrenales, siguiendo órdenes del hipotálamo y la pituitaria, liberan grandes cantidades de cortisol, la hormona del estrés. Si se reciben dosis demasiado altas de esta hormona, la memoria queda afectada.
– Aceleración del latido cardiaco. El sistema nervioso simpático, responsable del mantenimiento del ritmo cardiaco y respiratorio, se muestra hiperactivo. El pulso y la tensión arterial aumentan y los pulmones se hiperventilan. Se incrementa la sudoración. Se produce la piel de gallina.
– Luchar o huir. Los sentidos se hiperactivan, buscando cualquier estímulo que permita identificar el peligro. Los músculos reciben «disparos» de adrenalina, preparando el cuerpo para una posible reacción, de lucha o huida.
– Inhibición de la digestión. Los recursos del organismo se centran en identificar el peligro y prepararse para la acción. Para ello, se reducen otras funciones no imprescindibles, ahorrando recursos que, en ocasiones, provocan defecación involuntaria, escapes de orina o vómitos.
Evidentemente el grado de miedo, como consecuencia de la experiencia vivida (que puede ser real o ilusoria), varía ampliamente de un caso a otro, pero la bioquímica implicada es siempre la misma. Cuando pasa la experiencia traumática pero continúa el miedo y la angustia, aunque sea de forma menos aguda, se está abonando el terreno para que se instale la ansiedad.