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Úrsula. Aunque publicó nada más Sacri concerti di moteti para voces y cuerdas cuando era adolescente, su nombre fi gura entre los principales de las monjas compositoras del siglo XVII y algunas obras como Solvite, Solvite y Regina Coeli, están recogidas en la grabación “Compositoras Barrocas del siglo XVII”.

Hay una autora de principios de ese mismo siglo, Alessandra Caterina, de la que solamente se conoce Se Viver non Posso, para voz, violín y teclado. Parece haber muerto siendo casi niña, y para redondear el misterio sus datos biográfi cos la confunden con una monja adulta de la misma época.

Rosa Giacinta Badalla (1660-1715) no tenía más de veinte años cuando dio muestras de su buen ofi cio, publicando en el monasterio benedictino Santa Radegonda de Milán su único libro de motetes

“a voce sola” (1684). Después afi rmó su prestigio con dos cantatas seculares. Hay edición actual de Pane Angelico y Vuo Cercando.

Blanca Maria Meda, nacida hacia 1665

y muerta después de 1700, fue benedictina en San Martino del Leano, monasterio de Pavía. Gozó fama como autora fecunda de motetes con aliento espiritual. Se conservan colecciones donde los hay de una, dos, tres y cuatro voces. Está editado Cari musici.

Hubo una cantidad mucho mayor de mujeres que dentro del claustro quisieron alabar al Señor con bellos sonidos de su propia cosecha. El nombre de la mayoría no pasó de las paredes conventuales; su producción fue a veces mínima, y el perfi l de su talento 35

exige buena voluntad para tomarlas en cuenta. Pero se trata de una legión que no puede ser ignorada. El nombre y prestigio legendarios de su comandante indiscutible, Sor Hildegard, inspiraron la creación de una compañía editora que imprime y divulga buena parte del repertorio mundial femenino.

A partir del siglo XVIII el contingente monacal disminuye, y para el XIX existen más compositoras en los palacios que en los claustros.

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