Читать книгу Genera cambios y construye tu éxito - Fernando Hernández Avilés - Страница 21
ОглавлениеEL
ORIGEN
DEL
MIEDO
A partir del valor y del juicio que les damos a nuestras experiencias pasadas y expectativas futuras, decidimos si nos arriesgamos al cambio o si nos quedamos tal como estamos.
Entonces nos cuestionamos: “¿Cómo dejar una relación de pareja en la que he invertido muchos años?” “¿Cómo cambio de carrera universitaria, si la gente que me rodea está esperando que sea médico?” “¿Para qué anotarme en nuevos cursos de capacitación, si la práctica lo enseña todo?” “¿Para qué asumir más responsabilidades laborales, si con lo que gano hoy es suficiente?”, “si toda la vida he sido así, ¿por qué tendría que cambiar ahora?”.
Preguntas como las anteriores empiezan a formar parte de nuestro discurso y le dan forma a nuestra resistencia al cambio, ya sea por el valor y el esfuerzo depositado en nuestras metas logradas, por el mal sabor de boca después de algunos intentos, o porque no queremos abandonar nuestra zona de confort. Incluso, el costo del cambio puede parecer demasiado alto y nos puede hacer pensar que no podremos con ello. Entonces empezamos a normalizar nuestra resistencia, a no querer experimentar situaciones nuevas para mantenernos seguros, cómodos o estables.
De esta manera, reforzamos la idea de que el cambio realmente puede resultar contrario a nuestro desarrollo. Imaginamos que puede ser una mala jugada y así comenzamos a tenerle miedo, perdiendo de vista el natural proceso evolutivo de aprendizaje que, desde niños, desarrolla mos a partir de los cambios permanentes.
Como mecanismo de defensa, nuestro miedo nos ayuda a que busquemos las formas más seguras de llegar a nuestros anhelos, para que podamos responder adecuadamente ante lo que está sucediendo. También busca mantenernos a salvo y, por tal razón, en un primer momento nos impulsa a huir o a evitar situaciones desagradables o que nos puedan hacer daño, nos dejen expuestos o nos puedan lastimar emocionalmente.
Podemos decir que el miedo toma fuerza ante la falta de información o certeza, ya que nos sentimos más seguros, tranquilos y conscientes cuando sabemos cómo funcionan los procesos y qué impacto pueden tener en nosotros. Por eso, lo que no conocemos y no controlamos activa nuestras defensas. Pero tenemos que darle su justo lugar y dimensión a nuestros temores.
Recordemos que no estamos hechos para resistir los cambios sino para reinventarnos ante la oportunidad y rehacernos ante el desafío.
EL
FACTOR
SORPRESA
Lo más importante respecto al cambio es cómo hacerlo parte de nosotros. Aun cuando las transformaciones sucedan de pronto, sin que lo deseáramos o quisiéramos, debemos entrenarnos para asimilar, aceptar y adoptar el cambio en nuestra vida.
En muchas circunstancias es muy probable que nos encontremos, de repente y sin aviso previo, en medio de cambios, ajustes, pérdidas o situaciones que no esperábamos. El cambio nos toma por sorpresa y, de un momento a otro, tenemos que afrontar una nueva situación.
Ya sea la pérdida de un ser querido, un padecimiento de salud, un gasto inesperado y no presupuestado o incluso terminar una relación laboral que se mostraba sólida y en buenos términos y que, de pronto, nos lleva a la oportunidad de iniciar la búsqueda de un nuevo empleo. Los cambios que nos toman por sorpresa, contrario a lo que pensamos, son constantes y se presentan en el momento menos esperado, situándonos en una nueva etapa de vida que, aunque la conociéramos, no imaginábamos que nos pasaría a nosotros. Pregúntate, entonces, ¿qué cambios te han tomado por sorpresa a lo largo de tu vida?
Acercarse a esta nueva realidad, aceptar que las condiciones son diferentes y adaptar nuestros recursos, experiencias e historia lo mejor que se pueda para poder seguir desarrollándonos y creciendo, nos hará más conscientes de quienes somos, de lo que necesitamos hacer y de cómo hacerlo.
Cuando el cambio nos toma por sorpresa, nos exige responder de forma rápida con acciones que, de otro modo, difícilmente hubiéramos pensado hacer pero que quizá, si las hiciéramos con mayor frecuencia, disminuiría el impacto de ese cambio. Por ejemplo: llevar una mejor administración financiera, tener un historial crediticio lo más sano posible, comunicarnos y mantener una relación cercana con nuestras redes de apoyo, cultivar cierto tiempo de conocimientos o entrenar algunas habilidades.
Es necesario abordar de forma realista la situación a la que nos estamos enfrentando, siendo conscientes de lo que está sucediendo y de lo que podría pasar si no hacemos algo al respecto. Lo mejor que podemos hacer cuando se presentan estos cambios inesperados es aceptarlos e identificar inmediatamente qué beneficios tomar de ellos para sacarles provecho. También podemos aplicar nuestra experiencia en situaciones similares pasadas, siempre con tranquilidad y objetividad con respecto a lo que está sucediendo, sin exagerar o minimizar los hechos.
Cuando reconocemos que estamos cambiando todo el tiempo es más fácil aceptar que los cambios también se dan de forma ajena a nuestro control e, incluso, esto nos ayuda a entender que la gente a nuestro alrededor también cambia; que todo lo que nos rodea está en permanente transformación.
Todas las situaciones que nos pasan en la vida son experiencias de aprendizaje. Nos enseñan diferentes formas de acercarnos a lo que deseamos, independientemente de una lectura moral, social, personal, emocional o funcional. Las experiencias nos cambian y aportan algo a nuestro desarrollo, sin importar cuándo nos demos cuenta de eso.
APOSTAR
AL
CAMBIO
Los primeros pasos para acercarnos al cambio, más aún cuando somos del tipo de personas que tenemos alta resistencia a las transformaciones, tendrán que ser concretos y sencillos. Para esto es importante darle su justo lugar y dimensión al hecho y no verlo solo desde la emoción del momento. Por ejemplo, una pérdida de empleo representa el cierre de un ciclo y la oportunidad de ubicarnos en otro escenario, el cual requerirá que estemos atentos a nuestros recursos y quizá tengamos que desempolvarlos para utilizarlos.
Debemos disciplinarnos para hacernos siempre de toda la información posible, disipar las dudas y abordar la situación con más razón que emoción. Si concentramos toda nuestra atención en entender y asimilar lo que está pasando, en hacer una lectura completa de los pros y contras que de momento se presenten, estaremos ascendiendo los primeros escalones para evolucionar con ese cambio.
Necesitamos entrenarnos para aprender a leer entre líneas, para escuchar y atender con sabiduría los comentarios de la gente que nos rodea, y poder decidir y tomar de lo que realmente aporta valor y sentido a nuestras metas y objetivos. Determinar si estamos siendo muy lentos y perezosos para cambiar o, tal vez, muy rápidos, tomando decisiones apresuradas, es algo que podremos decidir a partir de autoanalizar objetivamente lo que está pasando y estamos haciendo en nuestra vida. Quizá, ante ciertas circunstancias, la última respuesta que deberemos dar es el cambio. Primero podemos darnos el tiempo para analizar y reunir todo lo que sea necesario para hacerlo mejor y gradualmente.
No perdamos de vista que, para lograr cambios en nuestra vida, tenemos que prepararnos emocionalmente para enfrentar los nuevos desafíos. Debemos asumirnos conscientes de que en el camino habrá pérdidas, algunas derrotas, ocasionalmente confusión y duda pero, sobre todo ello, una oportunidad de ver, aprender y ubicarnos siempre en un nuevo escenario para seguir creciendo. En especial, tenemos que asumir el coraje para dar el primer paso que nos ponga del otro lado, para poder empezar a trabajar los siguientes desde allí. Si nos concentramos en un paso a la vez, será más fácil desarrollar las habilidades y recursos necesarios para ir avanzando por etapas y podremos manejar con mayor claridad las emociones, relaciones y consecuencias que se vayan presentando. Si abordamos el cambio como un gran todo, se nos hará muy difícil saber por dónde comenzar y cómo hacerlo.
No existe mejor estrategia y remedio ante la resistencia, los cambios, desafíos y adversidades que estar a la vanguardia de lo que puede suceder. Eso nos brinda la ligera ventaja de tener el control y libertad de siempre poder decidir adonde queremos movernos, en caso de que sea necesario. Siempre será más fácil navegar delante de la tormenta que dentro de ella.