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Prefacio

Hay muchas razones para estar insatisfechos y aun por momentos desesperados con respecto a las habilidades para leer y escribir que presentan los de por sí pocos mexicanos que acceden a la educación media superior y superior, por no decir los poquísimos que se gradúan e incluso emprenden estudios de posgrado. Con mucha frecuencia escuchamos los lamentos acerca de la falta de comprensión de textos leídos, así como de los errores de ortografía, puntuación y en general redacción de los textos escritos por ellos. Con todo, una de las fallas más profundas y de mayores consecuencias, pero a la vez de las menos claramente percibidas

y conceptualizadas, es la de la capacidad de razonar y argumentar.

Suele distinguirse entre tres grandes tipos de texto: narrativos, descriptivos y argumentativos. Aunque la distinción es gruesa, es una buena distinción. Partiendo de ella, habría que decir que es sin duda importante que los jóvenes estén en posición de comprender y construir textos narrativos y descriptivos; pero lo que con frecuencia olvidamos es que desde el punto de vista de una educación académica seria los textos narrativos y descriptivos son instrumentos necesarios, pero no suficientes, para las argumentaciones. No basta que nuestros jóvenes cuenten historias y describan situaciones; tales narraciones y descripciones son en parte el material para hacer argumentaciones, y en parte requieren de argumentación para construirse bien. Cuando decimos que una narrativa tiene “agujeros” o que una descripción es caótica, lo que queremos decir es que les subyace una argumentación defectuosa.

Argumentar es la operación mental y comunicativa que más se necesita en todas las ocupaciones y profesiones. Lo que queremos de nuestros médicos, abogados, ingenieros, historiadores, matemáticos, economistas, filósofos, arquitectos, psicólogos, administradores, etcétera, es que razonen, que piensen por sí mismos, que piensen productivamente, es decir que, no importa cuál sea el problema que se presente y que les toque resolver, estén en posición de plantear premisas y a partir de ellas sacar conclusiones de acuerdo con reglas sólidas y robustas que excluyan en la medida posible falsedades, fraudes y falacias. Queremos que argumenten, que argumenten mucho y bien. Queremos también que entiendan las argumentaciones que se les presenten, y sepan distinguir cuándo son válidas y cuándo no.

La argumentación, el razonamiento, el pensamiento productivo son el corazón de la actividad de cualquier profesionista. Sin embargo, basta plantear la pregunta de si ocupa en nuestros programas y currícula el lugar que le corresponde para responderla y responderla negativamente. El sistema educativo construido penosamente en la cultura occidental por Carlomagno sobre la base de la tradición grecolatina preveía la enseñanza sistemática de la gramática, la lógica y la retórica como la base de la educación.

La gramática era concebida como el arte de leer y escribir correctamente y con conocimiento de causa sobre las estructuras del lenguaje; la lógica era concebida como el arte de utilizar la lectura y la escritura para comprender y construir argumentos válidos así como reconocer, evitar y rechazar los argumentos inválidos; la retórica era concebida como el arte de utilizar gramática y lógica a fin de construir argumentaciones y unirlas a narrativas y descripciones de manera de convencer y persuadir a otros. Eran las tres concebidas como una jerarquía progresiva que tenía que ser aprendida a lo largo de muchos años con innumerables ejercicios, dedicación y disciplina. Al igual que hoy, eran pocos los que accedían a este largo aprendizaje y aun menos los que lo terminaban con éxito. Hoy día siguen siendo pocos los que entran y menos los que terminan; la diferencia estriba en que es posible pasar por las aulas y graduarse sin tener ningún dominio serio de esas artes.

La retórica desapareció de nuestros programas de estudio hace mucho tiempo; la extinción de la gramática es de cuño más reciente, pero ya se notan los estragos que ha producido; en cuanto a la lógica, su lugar en la educación media superior —de suyo monopolizado muchas veces por el aprendizaje mecánico de símbolos y fórmulas sin atención al análisis de argumentos reales— ya ha sido puesto en la mira por nuestros burócratas de la educación, empeñados a lo que parece en destruir también este último bastión de cordura y racionalidad. Tal pareciera que nos hemos propuesto acabar con las bases mismas del sistema educativo sin el cual los enormes logros culturales de Occidente son inimaginables. Somos como los herederos de una inmensa fortuna que hemos dilapidado completamente, sin saber muy bien cómo ocurrió el desastre.

El cuerpo académico “Retórica, lógica y teoría de la argumentación” fue creado en la Universidad de Guadalajara hace poco más de un año con el propósito firme de contribuir a cambiar este deplorable estado de cosas. Nuestro compromiso es organizar eventos, realizar investigaciones y promover publicaciones en torno a las diversas áreas de estudio anunciadas en su título. Este libro representa nuestro primer esfuerzo. Bajo el nombre ‘teoría de la argumentación’ (argumentation theory) se unen una gran variedad de disciplinas —de la filosofía al derecho, de la lógica a las comunicaciones, de la retórica a la inteligencia artificial, de la lingüística a la ciencia política— con el propósito de comprender cómo argumentamos los seres humanos, cómo están estructurados los textos argumentales que construimos, cómo podemos mejorar nuestras prácticas argumentativas. Es un campo prácticamente desconocido en nuestro medio, y la idea de este libro es informar a docentes, investigadores y estudiantes de educación media superior y superior sobre su existencia y variedad.

Algunos capítulos son versiones en español de textos publicados en inglés. El capítulo 1, “Breve historia de la teoría de la argumentación” es una traducción realizada por Fernando Leal Carretero del primer capítulo del libro de Michael Gilbert Coalescent argumentation (Mahwah, Nueva Jersey, Lawrence Erlbaum, 1997, pp. 3-27). Dicho capítulo lleva el título “La historia reciente de la teoría de la argumentación” y va acompañado en el libro mencionado por una nota que reza: “Aunque este capítulo puede ser de interés para todos los lectores, su intención es prestar asistencia a quienes no tienen una familiaridad completa con la teoría de la argumentación contemporánea.”

El capítulo 3 “¿Qué es un argumento emocional?, o ¿por qué los teóricos de la argumentación disputan con sus parejas?” fue publicado originalmente como “Emotional Argumentation, or, Why Do Argumentation Theorists Argue with their Mates?” en F. H. van Eemeren, R. Grootendorst, J. A. Blair y C. A. Willard (coords.), Analysis and Evaluation: Proceedings of the Third ISSA Conference on Argumentation, vol. II, Ámsterdam: Sic Sat, 1995. Su traducción fue realizada por Federico Marulanda y Natalia Luna.

El capítulo 4, “Argumentación multimodal”, fue publicado originalmente como artículo bajo el título “Multimodal argumentation” en la revista Philosophy of the Social Sciences 24 (2), junio 1994, pp. 159-177. La traducción fue hecha por Fernando Leal Carretero. Se omitió el abstract que precede al artículo original.

El capítulo 5, “Enseñar a pensar críticamente. Algunas lecciones de la ciencia cognitiva”, fue publicado originalmente como “Teaching critical thinking: some lessons from cognitive science” en College Teaching, vol. 53, núm. 1, pp. 41-46. La traducción es de Fernando Leal Carretero.

Una versión preliminar del texto del capítulo 6, “Cómo aumentar nuestra comprensión de los argumentos complejos”, fue presentado el 24 de mayo de 2004 por Paul Monk como conferencia plenaria en el Congreso Fenner 2004 sobre el Medio Ambiente de la Academia Australiana de la Ciencia, celebrado en Canberra. El texto fue traducido por Fernando Leal Carretero sobre una versión actualizada por los autores en septiembre de 2009, la cual está en la página http://austhinkconsulting.com/resourcen.

Los capítulos 2 y 7 fueron escritos especialmente para este volumen.

Para terminar quisiéramos insistir en que este libro es sólo un primer esfuerzo. Queda muchísimo por hacer. Nosotros al menos estamos comprometidos a continuar con la labor que inicia aquí. Pero un libro no es nada sin quienes lo usan. Ojalá que este producto primerizo resulte útil a todos aquellos estudiantes y docentes que están conscientes de que algo anda mal y ya han comenzado a comprender en dónde está el problema. Sin querer restarle importancia a la preocupación tantas veces expresada por las dificultades de ortografía y redacción, el problema de fondo es otro. Que nuestros estudiantes lean tan mal en voz alta es triste, pero el asunto de fondo es distinto. Que no comprendan lo que leen es un diagnóstico que se aproxima más al problema, pero no lo atrapa todavía con precisión. El quid de la cuestión, estamos convencidos, reside en el desconocimiento y la falta de cultivo del arte de argumentar.

Los coordinadores

Introducción a la teoría de la argumentación

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