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ACTO PRIMERO
ESCENA III

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DOÑA IRENE, DOÑA FRANCISCA, D. DIEGO

D.ª Fca

¿Nos vamos adentro, mamá, ó nos quedamos aquí?

D.ª Ire

Ahora, niña, que quiero descansar un rato.

D. Die

Hoy se ha dejado sentir el calor en forma.

D.ª Ire

Y ¡qué fresco tienen aquel locutorio! Vaya, está hecho un cielo.

D.ª Fca

Pues con todo, (Sentándose junto á Doña Irene.) aquella monja tan gorda, que se llama la Madre Angustias, bien sudaba… ¡Ay, como sudaba la pobre mujer!

D.ª Ire

Mi hermana es la que está bastante delicadita… Ha padecido mucho este invierno… Pero, vaya, no sabia que hacerse con su sobrina la buena señora.... Está muy contenta de nuestra eleccion.

D. Die

Yo celebro que sea tan á gusto de aquellas personas, á quienes debe usted particulares obligaciones.

D.ª Ire

Sí, Trinidad está muy contenta, y en cuanto á Circuncision, ya lo ha visto usted. La ha costado mucho despegarse de ella; pero ha conocido que siendo para su bien estar, es necesario pasar por todo… Ya se acuerda usted de lo espresiva que estuvo y…

D. Die

Es verdad. Solo falta que la parte interesada tenga la misma satisfaccion que manifiestan cuantos la quieren bien.

D.ª Ire

Es hija obediente, y no se apartará jamás de lo que determine su madre.

D. Die

Todo eso es cierto; pero…

D.ª Ire

Es de buena sangre, y ha de pensar bien, y ha de proceder con el honor que la corresponde.

D. Die

Sí, ya estoy; pero ¿no pudiera, sin faltar á su honor ni á su sangre?…

D.ª Fca

¿Me voy, mamá?

(Se levanta y vuelve á sentarse.)

D.ª Ire

No pudiera, no, señor. Una niña bien educada, hija de buenos padres, no puede menos de conducirse en todas ocasiones como es conveniente y debido. Un vivo retrato es la chica, ahí donde usted la ve, de su abuela, que Dios perdone, Doña Gerónima de Peralta… En casa tengo el cuadro, ya le habrá usted visto. Y le hicieron, segun me contaba su merced, para enviársele á su tio carnal el padre fray Serapion de S. Juan Crisóstomo, electo obispo de Mechoacan.

D. Die

Ya.

D.ª Ire

Y murió en el mar, el buen religioso: que fué un quebranto para toda la familia… Hoy es, y todavía estamos sintiendo su muerte: particularmente mi primo D. Cucufate, regidor perpétuo de Zamora, no puede oir hablar de su Ilustrísima sin deshacerse en lágrimas.

D.ª Fca

¡Válgate Dios! que moscas tan…

D.ª Ire

Pues murió en olor de santidad.

D. Die

Eso bueno es.

D.ª Ire

Sí, señor; pero como la familia ha venido tan á menos.... ¿Qué quiere usted? Donde no hay facultades… Bien que, por lo que puede tronar, ya se le está escribiendo la vida; y quien sabe que el dia de mañana no se imprima, con el favor de Dios.

D. Die

Sí, pues ya se ve. Todo se imprime.

D.ª Ire

Lo cierto es que el autor, que es sobrino de mi hermano político, el canónigo de Castrojeriz, no la deja de la mano, y á la hora de esta lleva ya escritos nueve tomos en fólio, que comprenden los nueve años primeros de la vida del santo obispo.

D. Die

¿Con que para cada año un tomo?

D.ª Ire

Sí, señor, ese plan se ha propuesto.

D. Die

Y ¿de qué edad murió el venerable?

D.ª Ire

De ochenta y dos años, tres meses y catorce dias.

D.ª Fca

¿Me voy mamá?

D.ª Ire

Anda vete. ¡Válgate Dios, que prisa tienes!

D.ª Fca

¿Quiere usted (Se levanta, y despues de hacer una graciosa cortesía á D. Diego, da un beso á Doña Irene y se va al cuarto de esta.) que le haga una cortesía á la francesa, señor Don Diego?

D. Die

Sí, hija mia. A ver.

D.ª Fca

Mire usted, así.

D. Die

¡Graciosa niña! Viva la Paquita, viva.

D.ª Fca

Para usted una cortesía, y para mi mamá, un beso.

El sí de las niñas

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