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MAMOTRETO VIII.

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Cómo torna la Lozana, y pregunta.

Loz. Señoras, ¿en qué hablais, por mi vida?

Ter. En que para mañana querriamos hacer unos hormigos torcidos.

Loz. ¿Y teneis culantro verde? Pues dexá hacer á quien de un puño de buena harina y tanto aceite, si lo teneis bueno, os hará una almofia llena, que no lo olvideis aunque murais.

Beat. Prima, ansí goceis, que no son de perder; toda cosa es bueno probar, cuanto más, pues que es de tan buena maestra, que, como dicen, la que las sabe las tañe (por tu vida, que es de nostris). Señora, sentaos, y decínos vuestra fortuna cómo os ha corrido por allá por Levante.

Loz. Bien, señoras, si el fin fuera como el principio; mas no quiso mi desdicha que podia yo parecer delantre á otra que fuera en todo el mundo de belleza y bien quista delante á cuantos grandes señores me conocian, querida de mis esclavas, de los de mi casa toda, que á la maravilla me querian ver cuantos de acá iban; pues oirme hablar, no digo nada; que ahora este duelo de la cara me afea, y por maravilla venian á ver mis dientes, que creo que mujer nacida tales los tuvo, porque es cosa que podeis ver. Bien que me veis ansí muy cubierta de vergüenza, que pienso que todos me conocen; y cuando sabréis como ha pasado la cosa, os maravillaréis, que no me faltaba nada; y agora no es por mi culpa, sino por mi desventura. Su padre de un mi amante, que me tenía tan honrada, vino á Marsella, donde me tenía para enviarme á Barcelona, á que lo esperase allí en tanto que él iba á dar la cuenta á su padre; y por mis duelos grandes vino el padre primero, y á él echó en prision y á mí me tomó y me desnudó fin á la camisa, y me quitó los anillos, salvo uno, que yo me metí en la boca, y mandóme echar en la mar á un marinero, el cual me salvó la vida viéndome mujer, y posóme en tierra; y así venieron unos de una nao, y me vistieron y me traxeron á Liorna.

Cam. ¡Y mala entrada le éntre al padre dese vuestro amigo! ¿y si mató vuestros hijos tambien que le habíades enviado?

Loz. Señora, no, que los quiere muncho; mas porque le queria casar á este su hijo, á mí me mandó de aquella manera.

Beat. ¡Ay lóbrega de vos, amiga mia! ¿y todo eso habeis pasado?

Loz. Pues no es la mitad de lo que os diré; que tomé tanta malenconía, que daba con mi cabeza por tierra, y porrazos me he dado en esta cara, que me maravillo que esta alxaqueca no me ha cegado.

Cam. ¡Ay! ¡ay! ¡guayosa de vos, cómo no sois muerta!

Loz. No quiero deciros más, porque el llorar me mata, pues que soy venida á tierra que no faltará de que vivir; que ya es vendido el anillo en nueve ducados, y di dos al arriero, y con estotros me remediaré si supiese hacer melcochas ó mantequillas.

Retrato de la Lozana Andaluza

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