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1 El turismo de hoy y el futuro del turismo

El título de la obra explicita un interrogante, ¿fin de época?, que obliga a analizar los rasgos característicos del turismo en España y los factores del cambio y plantear los posibles escenarios futuros. El desarrollo de dicho análisis se formaliza en los distintos capítulos en los que se abordan los temas clave, pero, dada la complejidad de los objetivos, se ha optado, además, por un primer capítulo que constituya un hilo conductor a modo de planteamiento holístico sobre el conjunto.

1. De los récords de visitantes al final del turismo: ¿qué está pasando?

En el imaginario social sobre la historia reciente de España figuran de manera clara los resultados del turismo español, que, durante décadas, año tras año, conseguía alcanzar nuevos récords de visitantes extranjeros, lo cual se percibía como un gran éxito. Cabe señalar que esta evolución, pese a los altibajos que se han dado a lo largo de más de sesenta años, también se ha observado recientemente y, en particular, en la última década. En las primeras fases de su desarrollo, el turismo era percibido como algo coyuntural, un sector informal, «inseguro» y muy dependiente de circunstancias externas. Con el crecimiento y la consolidación del fenómeno, el turismo ha adquirido carácter estructural y, hoy día, es uno de los sectores clave del país. En las últimas fases de su desarrollo, de manera paralela al incremento de su significatividad y como consecuencia del modelo turístico seguido, han aparecido las disfunciones y los efectos no deseados, y, con ello, también las miradas críticas que rompen la anterior visión casi monolítica sobre el turismo. Esta situación más compleja explica la emergencia (antes de la irrupción de la COVID-19) del debate académico y profesional sobre la necesidad de reconducir el modelo turístico, idea de la que también participaban los actores del sector con el objetivo de ser más competitivos y mantener o ampliar los beneficios.

La mirada crítica y las propias reflexiones desde el sector se han visto fortalecidas por factores generales o externos (cambio climático, transición energética, desigualdad social, etc.) que inducen a cambios en el sistema. En este contexto aparecieron diversas interpretaciones sobre los cambios necesarios e inevitables del turismo, e incluso discursos que pronosticaban el «fin del turismo» (tal como se conoce hoy) o «el turismo después del turismo» (Donaire, 2019). La irrupción de la pandemia en 2020 ha supuesto una sacudida sobre la realidad conocida y la entrada en un escenario de incertidumbre que también comprende el futuro del turismo y las preguntas sobre el «turismo futuro».

España es un país turístico, ¿por qué?

El enunciado anterior es una afirmación: España es un país turístico. Una afirmación que puede parecer una obviedad por cuanto esta condición forma parte del imaginario social del propio país y –como mínimo– de medio mundo. Más allá de esta primera consideración, se pueden aportar evidencias de distinta naturaleza que corroboran esta caracterización.

El turismo está presente, día a día y por una razón u otra (información, conflictos, debate, reflexión, etc.), en los medios de comunicación, en los temas de conversación cotidianos de la sociedad española (turistificada), en la agenda política del poder-administración –local, regional, estatal (central)–, en la literatura, en el cine o en la investigación que se realiza en las universidades, entre otros muchos ámbitos. Y ello es debido a que, tras su desarrollo durante décadas, el turismo en España ha adquirido un carácter estructural en todas sus dimensiones (territorial, económica, social, política, etc.). De hecho, el análisis de las variables y los indicadores habituales de análisis y la caracterización de las estructuras y los componentes del país delatan el hecho turístico, su significado, su importancia. Y en relación con la percepción desde el exterior, el turismo forma parte de la imagen del país y de la «marca España».

España en un país turístico por el desarrollo que han alcanzado las actividades turísticas en términos absolutos y relativos (en relación con la dimensión de otras actividades de su sistema productivo), y también si lo comparamos con otros países. Si se considera la dimensión de turismo internacional, España es una potencia turística (según el argot habitual). En la última década siempre ha sido uno de los primeros países receptores de turistas internacionales (segundo o tercero, según los años y según se contabilice el número de visitantes o el valor de los ingresos, entre otros indicadores) y, además, durante la última década, cada año ha batido récords de visitantes. Las cifras del ranking de turismo internacional de 2019 son las siguientes: 1. Francia (89,4 millones de llegadas de turistas internacionales), 2. España (83,5), 3. Estados Unidos (79,3), 4. China (65,7) y 5. Italia (64,6 millones) (figura 1.1 y tabla 1.1).

Del 22 al 26 de enero de 2020 se celebró en Madrid la Feria Internacional de Turismo (FITUR), en su vigesimocuarta edición, una verdadera efeméride. Cada año por esas fechas y en este evento, relevante escaparate del turismo, los responsables del ministerio presentan el balance turístico del año anterior. En esta ocasión, la ministra Reyes Maroto informó de que la llegada de turistas internacionales a España había alcanzado un nuevo récord en 2019, por séptimo año consecutivo, al registrar 83,5 millones de viajeros, un 1,2 % más que en 2018, y de que, a pesar de este récord, el turismo español aún «no ha tocado techo». En 2019 no solo aumentó la cifra de turistas llegados a España, sino que también estos habían aumentado su gasto, en concreto un 2,9 % más que en 2018, con lo que se habían alcanzado los 92.337 millones de euros. Además del balance, avanzó algunas iniciativas que iban a ser prioridad de su ministerio, como el apoyo a la iniciativa de la Organización Mundial del Turismo (OMT) de convertir a España en sede de la Cumbre Mundial del Turismo y el impulso a la elaboración de la Estrategia de Turismo Sostenible de España 2030. En enero de 2020 no era imaginable la crisis sanitaria y socioeconómica general y mundial que provocó la COVID-19 a partir de febrero y que aún perdura. Crisis general y crisis del turismo en particular que, en el caso de España, provocan que la lectura de las cifras expuestas cuando se difundió el balance tenga que contextualizarse.


Figura 1.1 Principales destinos del turismo mundial (2017).

Fuente: Cinco Días (2018).

Los datos de los párrafos anteriores constituyen evidencias parciales que corroboran que España es un país turístico. Cabe preguntarse ahora: ¿por qué España es un país turístico? Para responder a esta cuestión hay que recurrir a la historia del turismo en España y a la identificación de los factores (internos y externos) que hicieron posible su desarrollo turístico hasta conseguir ser uno de los primeros destinos del turismo internacional, visitado cada año por millones de turistas. En las siguientes páginas se abordarán con detalle los distintos procesos que conformaron el desarrollo del turismo en España.

Significado e importancia del turismo

Desde el inicio del turismo en España y, en particular, desde los años sesenta del siglo XX, ha existido interés por informar sobre el desarrollo de este fenómeno y destacar su significado e importancia. Los discursos y los datos se han centrado desde siempre en su dimensión económica, en la aportación a la economía nacional (el valor económico del turismo), mientras que otras dimensiones (la territorial, la social, la urbanística, etc.) prácticamente se ignoraban en los balances de temporada. El turismo en España es hoy día un componente estructural de su economía, pero también de su territorio (el turismo como factor de urbanización y estructuración del territorio), de su praxis política, del modo de vida de sus habitantes. Estas realidades son abordadas en buena medida en las decenas de páginas de esta obra. Para ilustrar inicialmente la relevancia del turismo en España se indican a continuación algunos datos significativos, seleccionados entre la diversidad de fuentes de información que se dispone sobre estos temas.

A final de 2020 diversas instituciones y asociaciones empresariales se interesaron, en medio de la pandemia y ante la situación de bloqueo y espera, por informar y difundir lo importante que es el turismo para España. Un ejemplo es EXCELTUR, que hizo público un estudio en el que afirmaba que las cifras del turismo en España han sido espectaculares en las últimas décadas. Entre los datos de dicho análisis cabe seleccionar algunos para ilustrar el significado del turismo en sus dimensiones económica y social (EXCELTUR, 2020a):

– Importancia de su aportación al PIB, que, según el Instituto Nacional de Estadística, en 2018 llegó a ser del 12,3 %.

– El sector turístico es el principal empleador directo de la sociedad española, con 2,6 millones de personas (un 12,7 % del total).

– Por cada 100 empleos en actividades en contacto directo con el turista se generan 67 empleos adicionales en otros sectores.

– Por cada 100 euros de valor añadido, se aportan 62,1 euros a otros sectores.

– El turismo es clave para la dinamización de entornos rurales y la «España vaciada»: la red de casas rurales llega a más de 4.700 municipios (más del 50 % de los existentes en España).

– El turismo facilita la emprendeduría: hay más de 400.000 pymes en el sector.

– El sector apuesta como pocos por la formación: el 65,5 % de las compañías hoteleras impartieron formación a sus trabajadores.

– El turismo facilita la integración y la diversidad intergeneracional: un 21,9 % de sus trabajadores son menores de 30 años (en el conjunto de la economía solo suponen un 13,7 %).

– El turismo favorece la diversidad multicultural: un 21,3 % de los trabajadores del sector son nacidos fuera de España (la media nacional es del 13 %).

Estos datos sintetizan, entre otras variables, los aspectos positivos de la relación empleo-turismo. Conviene considerar, así mismo, los aspectos negativos y mejorables del mercado de trabajo turístico, y para ello se remite al apartado 5.3.

Consolidación reciente de una visión crítica: nuevas realidades, masificación, límites del turismo y nuevos discursos

Durante décadas, a lo largo de las primeras fases del desarrollo de las actividades turísticas en España en la segunda mitad del siglo XX, el turismo tenía «buena fama», «buena imagen», y en general predominaba el discurso de que constituía un fenómeno que creaba riqueza, modernización y progreso. Y esta percepción era hegemónica, en buena parte, por el hecho de considerar y valorar, sobre todo, los impactos positivos de su dimensión económica (creación de empresas y empleos, efecto multiplicador, actividad sustitutoria de otras en crisis, etc.).

Sin embargo, en las últimas tres décadas, las disfunciones del sistema turístico y las imperfecciones del mercado han dado paso a impactos negativos en su dimensión económica (la competencia ha inducido una disminución de beneficios; bajos salarios, precariedad y temporalidad son estructurales en el mercado de trabajo, etc.), excesos del modelo imperante y sus disfunciones territoriales y sociales y, finalmente, una diversificación productiva de empresas y territorios (riesgos de excesiva especialización productiva, dependencia, monocultivo, etc.). A esta realidad, que empieza a percibirse como negativa, se suma una progresiva valoración crítica debido a los efectos negativos del turismo en el medio ambiente, en el territorio y en la sociedad, generados por las nuevas manifestaciones del turismo (masificación, macroproyectos, nuevos modelos de negocio low cost que afectan a la calidad, etc.), que dan lugar a una amplia gama de conflictos sociales, territoriales y medioambientales (en el capítulo 5 se abordan más profundamente estos aspectos). La valoración crítica también tiene su origen en el lado de la demanda, en las motivaciones del viaje y en las necesidades de viajar creadas por el mercado (figura 1.2).

Sistematizando las ideas de los párrafos anteriores, se puede afirmar que en la historia del turismo se detectan, de manera esquemática, dos percepciones sobre este fenómeno, dos actitudes que hoy coexisten. Por un lado, en una primera época predominaba una idea positiva o muy positiva, que puede considerarse de turismofilia, mientras que, en una segunda época, la actual, se constata la emergencia de una visión crítica, de turismofobia, en parte amplificada por los medios (Huete y Mantecón, 2018) y que se suma a la anterior. Estas visiones del turismo en España han alimentado, sin duda, la opinión generalizada sobre la necesidad de mejorar la realidad turística. Hoy se cuestiona el modelo turístico y se manifiesta la necesidad de su transformación, sobre la que ya existía un cierto consenso antes de la pandemia por diversos motivos e intereses. La situación crítica actual de pandemia y las previsiones de lo que será el escenario pos COVID-19, tanto el deseable como el posible, han inducido otra mirada sobre el turismo que, a grandes rasgos, da relevancia al «valor» del turismo como realidad socioeconómica de la que viven y dependen millones de personas y como práctica social –individual y colectiva– que permite expresiones de la voluntad-libertad de las personas en sus motivaciones y decisiones vitales (movilidad, viajar, relaciones sociales, conocer, etc.).


Figura 1.2 El turismo en viñetas.

Fuente: viñeta de El Roto en El País (12 de julio de 2020).

La crisis del turismo durante la etapa de pandemia de la COVID-19 (el turismo en stand-by, el turismo parado) indirectamente ha motivado una ampliación de la percepción habitual de lo que es el «turismo», de su relevancia (percepción acotada inicialmente en el imaginario colectivo a las actividades de desplazamiento y alojamiento). La situación actual de crisis ha mostrado su alcance real: la variedad de actividades que integra (comerciales, culturales, deportivas, etc.), la diversidad de empresas y, también, la interrelación y el grado de dependencia territorial y corporativa de todo el tejido empresarial a partir de la cadena de consumo de los viajeros, los turistas. Turismo es mucho más que turismo.

La irrupción de la penúltima pandemia: afectación a los viajes y reinvención del turismo

La irrupción de la pandemia de la COVID-19 a principios de 2020 supuso, además de una crisis sanitaria, el inicio de una crisis socioeconómica hasta ahora nunca conocida, con el cierre de la economía y, en concreto, con la interrupción de las actividades turísticas. Y ello ocurría, por primera vez, sin que obedeciera a razones internas de las empresas o de funcionamiento de la propia economía y, en mayor o menor grado, a escala internacional.

En España se pasa de hablar de récord de visitantes a una situación de stand-by, de bloqueo del turismo. Sin duda, este giro brusco es resultado de la pandemia, pero no hay que ignorar que, antes de esta, el modelo económico general y el modelo turístico en particular estaban en cuestión y sujetos a revisión. En cuanto al turismo, son muy recientes por ejemplo los debates sobre los efectos no deseados de la masificación o sobre la obsesión por los récords, pese a los planteamientos coyunturales en los momentos de las crisis cíclicas en los que, como acto de «contrición», todos los actores (públicos y privados) abogaban por un cambio de modelo y por apostar por lo cualitativo frente a lo cuantitativo. Una vez pasada cada crisis cíclica, se volvía a los objetivos de crecimiento de los beneficios y de maximización de las cifras, olvidando en buena medida las posibilidades y oportunidades del cambio de modelo.

¿Esta crisis será como las crisis cíclicas superadas a lo largo de las últimas décadas? Su génesis y sus manifestaciones apuntan claramente a que es diferente de las anteriores. Ya no se trata de crisis en determinados sectores de la demanda o de la necesidad de reconversión de la oferta. Ahora la afectación se manifiesta en los propios factores que fundamentan el fenómeno turístico. El turismo futuro ¿será la expresión de la reinvención del turismo, tal como abogan diversos analistas, o, como opinan otros, no habrá reinvención, a pesar de la COVID-19, puesto que no parece vislumbrarse realmente un cambio del modelo turístico?

2. El turismo, ¡qué gran invento!, ¿o no?: notas sobre la formación de España como destino turístico

España es un país turístico y el turismo es un fenómeno contemporáneo; más concretamente, su carácter masivo se inició hace sesenta años. En algo más de medio siglo, el turismo en España se ha convertido en un componente estructural de la sociedad, de la economía y del territorio, y se ha situado entre los tres países del mundo que reciben más turismo internacional, tal como se ha mencionado. No es extraño, pues, que se hable del milagro turístico o de que el turismo es un gran invento. Interesa indagar, de manera sintética, en las claves que explican la formación de España como destino turístico.

El turismo, ¡qué gran invento! Más allá de la película

El título de este enunciado evoca una mítica película española. ¿Cuál es su contexto y su significado? En las hemerotecas y en las enciclopedias de la red se puede leer que El turismo es un gran invento es una comedia española rodada en 1968 por el director Pedro Lazaga y producida por Pedro Masó. El protagonista principal es Paco Martínez Soria y en ella también intervienen José Luis López Vázquez y Antonio Ozores, entre otros. La película se rodó en las playas de Marbella (Málaga) y las escenas del pueblo se rodaron en su totalidad en Torrelaguna y alrededores. Para favorecer el desarrollo de Valdemorillo del Moncayo, un pequeño pueblo de Aragón, su alcalde (Paco Martínez Soria) pretende convertir el lugar en un gran centro turístico, a la altura de otras ciudades turísticas españolas, para conseguir que la aldea se desarrolle y así evitar que los jóvenes tengan que emigrar a otros puntos del país. Para ello decide marchar a la Costa del Sol para documentarse y ver qué es lo que han hecho en esos pueblos para desarrollarse y atraer turismo. Esta película es un ejemplo de la propaganda buenista que toleraba la dictadura. Situada en un marco costumbrista, mostraba los principios de una industria internacional que en España inicia su lanzamiento desde el Ministerio de Información y Turismo con aquellas campañas de «España es diferente». De todo ello, ya ha pasado más de medio siglo. ¿El turismo es un gran invento?

Se ha percibido siempre que el turismo es un fenómeno nuevo y beneficioso («un gran invento»). Hasta 2020 (año de la COVID-19), el turismo era una actividad que crecía a un ritmo del 4-5 % anual, lo que situaba este negocio como uno de los motores de la economía global. Y este mensaje forma parte del discurso recurrente de la OMT sobre el significado del turismo y su papel en el conjunto de las actividades productivas y como factor generador de riqueza. ¡Qué gran invento! ¿Quién creó este fenómeno tan beneficioso?

Si se focaliza el análisis en España, el discurso hegemónico (y durante algunos periodos, el único) ha sido considerarlo como una actividad «buena», «positiva». Estos calificativos avalan que se percibiera como un «invento» (algo que no existía) con efectos beneficiosos, es decir, un buen y un gran invento. Esta es la acepción de dicha expresión que se ha extendido en todos los ámbitos, y se ha utilizado con el mismo significado o con términos equivalentes en el cine, cuya expresión máxima es el título y el contenido de la película de Paco Martínez Soria en una época determinada de la sociedad española.

La acepción del turismo como «invento», como algo nuevo, se asocia además a la consideración del desarrollo del turismo en España como milagro, el milagro turístico español, como proceso específico o como parte del milagro económico español, del que en la literatura generalista se encuentran abundantes referencias (por ejemplo, Palomino, 1972). Y, también, en la literatura científica aparece el planteamiento sobre los impactos positivos y negativos del turismo (por ejemplo, Vallejo, 2015a). ¿Bendición del cielo o plaga?, se pregunta Vallejo (2015a) sobre los efectos del desarrollo del turismo en España durante el franquismo. La respuesta del autor es que en el saldo final del turismo en esta etapa hay, no obstante, luces y sombras, ganancias y costes sociales que obligan a huir del triunfalismo y hacen aconsejable una valoración ponderada de sus presumibles beneficios netos; el turismo tuvo en la España franquista su dosis de plaga.

El turismo, como fenómeno social de estructura compleja y naturaleza diversa, es un fenómeno contemporáneo (por tanto, relativamente nuevo), dinámico y cambiante. Más allá del uso de la expresión «milagro» o «invento» como recurso semántico, el turismo, como todo fenómeno social, es resultado de un proceso (o conjunto de procesos específicos) desarrollado en las dimensiones temporal y espacial fruto de la interrelación de numerosos factores que, a su vez, pueden variar con el paso del tiempo. Esta caracterización es válida en términos generales y se puede aplicar al caso de la génesis y el desarrollo geohistórico del turismo en España, del que se aportan unas notas en los apartados que siguen.

El desarrollo geohistórico del turismo como fenómeno contemporáneo y la conversión de España en país turístico

El análisis de la aparición y despliegue del turismo en España obliga a considerar, en primer término, los factores del desarrollo de este fenómeno. En otra ocasión ya se han explicado las características del proceso de desarrollo del turismo en España (López Palomeque y Vera Rebollo, 2001: 545 y ss.), cuyo contenido ampliado se incorpora en este apartado. La configuración de España como destino turístico de primer orden, particularmente de sus zonas litorales, es el resultado de un proceso geohistórico iniciado hace más de seis décadas, y que se enmarca en una evolución compleja que tiene su fundamento en el propio nacimiento del turismo de masas como fenómeno contemporáneo, tras la sucesión de diversas manifestaciones de turismo minoritario o preturismo a partir del siglo XIX. La disponibilidad de tiempo de ocio y la demanda de actividades turísticas aparecen por la convergencia de diversos factores y como resultado de una serie de cambios que se produjeron en los países más avanzados desde los años cincuenta y sesenta del siglo XX. Las circunstancias que rodean el fenómeno turístico han evolucionado y hoy se asiste, como resultado de esta evolución, a un mayor grado de complejidad del propio fenómeno, que se traduce, entre otras cosas, en la demanda de un turismo más activo y una mayor diversidad de manifestaciones turísticas, frente a la inicial hegemonía del modelo basado en la valoración sol-playa y del turismo pasivo, propio de las primeras décadas del turismo de masas. En el segundo capítulo se profundiza en este análisis y se amplía su contenido.

El desarrollo del turismo en España obedece, pues, a una serie de complejas circunstancias. Se ha señalado en numerosas ocasiones que dichas circunstancias son tanto de naturaleza exógena como de naturaleza endógena. Entre los factores externos más importantes que impulsaron el despegue del turismo, se puede indicar los siguientes:

a) el crecimiento de las economías de los países más desarrollados de Europa occidental, con el consiguiente incremento del nivel de rentas y de la capacidad de consumo y el estímulo al consumo privado de bienes materiales y servicios;

b) la generalización de las vacaciones pagadas entre las clases trabajadoras;

c) la mejora de los medios de transporte y el abaratamiento del transporte aéreo; y

d) la relativa estabilidad política y social de las democracias europeas.

Después del despegue (fase inicial y fase de crecimiento) aparecen otros factores y un conjunto de circunstancias en el marco europeo y mundial. Así, después del periodo 1950-1980, el modelo de producción fordista entró en crisis y se inició la etapa actual de capitalismo global y revolución tecnológica, destacando como novedad la internacionalización a escala global de los flujos vinculados al turismo, no solo de usuarios, sino también de capitales, información y grupos empresariales.

La diversidad de factores internos es notable y algunos han constituido las ventajas comparativas en las que se ha sustentado el modelo turístico español. Los factores más destacados que se identifican son:

1. la «renta de situación» de España en relación con los países europeos, principales emisores del flujo turístico (proximidad, accesibilidad y, también, continuidad «continental» del territorio);

2. la disponibilidad de unos recursos y ambientes naturales que se concretan en unos espacios litorales (clima templado y ambiente soleado, con abundancia de playas «cálidas», etc.) cuyos atributos son objeto de alta valoración social y presentan condiciones cualitativamente óptimas para las actividades turísticas y para el proceso de implantación turística;

3. la disponibilidad de unos atractivos culturales, no exentos de exotismo para el mercado, que permitieron afianzar un producto adecuado a las motivaciones del sistema turístico;

4. el coste barato de las vacaciones por el «juego» de precios relativos (tasa de cambio favorable), fundamentado en un menor nivel de vida de España y unos bajos costes de producción (destacando los bajos salarios), que favorecía al consumidor foráneo; y

5. la propaganda del régimen político y los objetivos de difusión exterior de una «imagen de normalidad» del país.

Al considerar los factores internos ha de señalarse como hecho estructural que el desarrollo del turismo debe entenderse en el contexto de la propia evolución del sistema territorial, socioeconómico y político de España, del cual el turismo forma parte.

Después de varias décadas de desarrollo del sistema turístico español y de haber alcanzado un estadio de madurez –e incluso la fase de saturación en algunas zonas geoturísticas–, algunos de los factores citados ya no tienen la vigencia de antaño. En cambio, han aparecido otros con destacado protagonismo y que han de fundamentar las ventajas competitivas del modelo turístico español en un escenario internacional donde las ventajas comparativas han perdido especificidad o ya no son suficientes. Entre estos factores destacan:

a) la aparición y consolidación de una demanda interna importante («de la industria de los forasteros al turismo interior»);

b) la dimensión y la operatividad de la infraestructura construida, particularmente la magnitud y funcionalidad de la oferta de alojamiento, que constituye una ventaja competitiva frente a otros destinos;

c) la mejora de las infraestructuras de transporte en el país;

d) la dimensión inmobiliaria del turismo y las oportunidades que ello le confiere;

e) la política de planificación y promoción del Gobierno central y los gobiernos autonómicos;

f) la disponibilidad de recursos humanos cualificados y capacitados para hacer frente a los retos del turismo y del negocio turístico;

g) la conexión de la nueva demanda y sus motivaciones con la oferta turística española;

h) la influencia del paradigma de la sostenibilidad sobre el conjunto de las actividades turísticas;

i) la adaptación al paradigma de las nuevas tecnologías, tanto de los actores públicos como de los privados; y

j) el destacado papel del sector público en el desarrollo del turismo.

El protagonismo de la Administración pública en el sector turístico ha constituido un destacado factor del desarrollo y del despliegue territorial del turismo en España. La intervención del Estado, por encima de lo que ocurre en otras actividades económicas, ha obedecido en este caso al carácter estratégico del turismo en diversos ámbitos, hecho que se ha mantenido e incrementado si cabe con el nuevo «Estado de las autonomías» tras la Constitución de 1978.

La política turística y la intervención pública han ido cambiando de contenido desde el inicio del turismo de masas. Como conclusión, se identifican de manera esquemática dos orientaciones en dicha intervención:

a) La formulación de estrategias para la promoción y el desarrollo del turismo, como corresponde a cualquier otro sector del tejido productivo del país, y para la competitividad y eficiencia del sistema turístico español, que presenta claras asimetrías en su dimensión espacial. Un ejemplo paradigmático de la promoción lo constituye el logotipo y la campaña «España, todo bajo el sol» (figura 1.3).

b) La instrumentalización del valor estratégico del turismo, tanto en los ámbitos económico y territorial (el turismo en los planes y programas de desarrollo regional) como en el político (significado simbólico y mediático, capitalización de los éxitos, relación con el exterior, etc.), el cual se manifiesta con mayor o menor intensidad a distintas escalas.


Figura 1.3 España, todo bajo el sol.

Fuente: Instituto de Estudios Turísticos-Tourspain.

La política turística se fundamentó, en una primera etapa, en acciones de intervención y promoción, mientras que en la última etapa se persigue la cooperación y la coordinación (distintos niveles de la Administración, sector privado y público), si bien el protagonismo del Estado en el sector turístico no está exento de contradicciones. El punto de partida es la Constitución de 1978, que comportó el paso de un Estado centralista a un Estado autonómico, lo que provocó cambios, pero también permanencias, en el protagonismo de la Administración pública en el turismo. La primera afirmación que se debe hacer es que dicho protagonismo, que se puede calificar como importante, lo es más si cabe en el Estado de las autonomías. Se ha producido un cambio de escala, y con ello una mayor proximidad entre Administración y lugares turísticos; se han multiplicado, y «formalizado» en el ámbito político-administrativo (CC. AA.), los destinos turísticos y la competencia entre ellos. Finalmente, hay que destacar que todas las administraciones autonómicas han asumido el papel estratégico del turismo en el desarrollo de sus respectivos territorios, lo cual se ha concretado en una diversidad de políticas turísticas «regionales». Esta «política» de la Administración regional se suma a la política de la Administración central y a la de la Administración local. Sin duda, a la singularidad de la política turística, dada su naturaleza, se añade ahora un alto grado de complejidad al ampliarse el número de niveles de la Administración pública y la capacidad de decisión en ámbitos territoriales específicos. En el capítulo 6 se profundiza en estos temas.

España en el mapa mundial del turismo: una imagen consolidada y uno de los países líderes

España tiene un buen cartel turístico. Es una de las mayores potencias turísticas del mundo, compitiendo con Estados Unidos, Francia, Italia y China, tanto si se considera el volumen de llegadas del turismo internacional como los ingresos aportados por dichos viajes (figura 1.4 y tabla 1.1). El país se encuentra en la zona mediterránea de Europa, es decir, en la confluencia de las dos regiones turísticas más importantes del mundo: la Unión Europea y la cuenca Mediterránea. Se beneficia de su amplio perímetro litoral e insular, que en buena parte es de fachada mediterránea; y la cuenca Mediterránea, como se sabe, es la primera de las tres «cuencas marítimas» turísticas más destacadas del mundo, por delante del Caribe y del Sudeste Asiático. Por otra parte, el protagonismo de España también se manifiesta en otros ámbitos, tales como el conocimiento, situándose en vanguardia en materia de know how y exportando experiencias y proyectos, o la presencia de empresas y cadenas turísticas por las regiones geoturísticas más importantes del mundo. También el hecho de albergar, desde 1975, en Madrid, la sede de la OMT ha de considerarse como un argumento del peso de España en el concierto turístico mundial (López Palomeque y Vera Rebollo, 2001: 547-548).


Figura 1.4 Mapa de distribución del turismo internacional en el mundo (2018).

Fuente: unwto-europapress.es.

En 1950, España ocupaba el decimoprimer lugar en el ranking de países según el volumen de ingresos por turismo internacional (con una cuota del 0,9 % del total) y en 1970 se situó en segundo lugar (con una cuota del 9,4 %), después de Estados Unidos. Desde entonces siempre ha ocupado uno de los primeros lugares, hasta llegar a ser potencia turística, si bien su participación sobre el total de ingresos por turismo internacional se sitúa en torno al 7 %. Un comportamiento parecido se observa si se considera la evolución de las llegadas del turismo internacional por países. En este sentido, cabe señalar que, en 1950, España ocupaba el octavo lugar, con 784.000 visitantes, el 3,1 % sobre los 25 millones del total mundial. En 1970, el país se situó en cuarto lugar (13,2 millones, que representaba el 8,3 % del total mundial). En el 2000 superó los 75 millones de visitantes (el 7,2 % de cuota del total) y en 2019 la cifra fue de 83,5 millones, en segundo lugar, lo que suponía casi el 6 % del movimiento turístico internacional (tabla 1.1 y figura 1.4). En 2010 perdió posiciones (se situó en cuarto lugar) debido a que el país se vio más afectado que otros destinos por la crisis económica iniciada en 2008. Por otra parte, el análisis a escala regional permite constatar, así mismo, el papel destacado de las comunidades autónomas españolas más turísticas (Canarias, Islas Baleares, Cataluña, Andalucía y Comunidad Valenciana) en el contexto de los destinos regionales de Europa (tabla 1.2).

TABLA 1.1

Evolución del ranking de los diez primeros países según turismo internacional (llegadas de turistas internacionales)


Fuente: elaboración a partir de datos aportados por UNWTO (World Tourism Organization).

TABLA 1.2

Principales regiones por volumen de pernoctaciones turísticas en la Unión Europea (nuts 2)


Fuente: elaboración propia a partir de EUROSTAT.

La secuencia temporal de los ingresos y las llegadas de turismo internacional permite afirmar que fue fundamentalmente en los años sesenta cuando España tuvo el crecimiento de su sistema turístico, el salto cuantitativo que permitió avanzar posiciones y convertir al país en un destino turístico destacado en el concierto mundial. En los últimos tres decenios, el crecimiento cuantitativo y la mejora cualitativa han permitido mantener la posición alcanzada y su buen cartel turístico. España destaca en el concierto turístico mundial por su condición de destino turístico o país receptor, más que por su condición de país emisor. De hecho, las cifras de salidas de turistas españoles y del gasto realizado son modestas en comparación con los principales países emisores europeos.

3. Estructura geográfica del turismo: una primera visión

La simplificación del lenguaje conduce a que se hable del turismo en España como un todo y se asocie el término a una condición de homogeneidad, que es justificable en un determinado nivel de comunicación y de intencionalidad de los mensajes. Pero nada más lejos de la realidad. El turismo en España es sinónimo de heterogeneidad. La variada geografía del territorio español posibilita una gran diversidad y abundancia de recursos y productos turísticos. Se puede observar la desigual distribución espacial de la oferta y de la demanda, así como el carácter estacional del turismo. Existe un desigual grado de desarrollo territorial de las actividades turísticas debido a los contrastes en la potencialidad turística de los lugares. Se puede observar, en definitiva, un mapa turístico asimétrico formado por espacios turísticos de intensidad diferenciada e incluso por espacios con escasa actividad turística. En el contexto de este capítulo introductorio se aportan los datos de una primera visión de esta realidad, y será en el capítulo 2 donde se aborden estas cuestiones, entre otras, con más profundidad.

Heterogeneidad geográfica y diversidad de productos y de espacios turísticos

En España existe una gran variedad de espacios turísticos (identificables a distintas escalas), con desarrollos diferentes, incluso hay espacios no turísticos; y existe una gran multiplicidad de productos turísticos derivada de la abundancia y riqueza de recursos. Estos rasgos se fundamentan, sin duda, en la heterogeneidad geográfica del país, tanto en lo que respecta a sus atributos naturales como a sus atributos culturales, que conforman un verdadero mosaico. El capítulo «Turismo», coordinado por Diego López Olivares (2018), de la obra España en mapas. Una síntesis geográfica (Atlas Nacional de España), constituye la aportación más reciente y exhaustiva sobre este tema; se trata de un conjunto de mapas que permiten visualizar la heterogeneidad y el carácter asimétrico de la distribución espacial del turismo en España.

El espacio geográfico, cualitativamente diferenciado, constituye el soporte físico de los procesos sociales, pero también actúa como factor, ya que su diversidad conduce a actuaciones diferenciadas. La magnitud del espacio y sus atributos de carácter cualitativo tienen un valor intrínseco (ya sea natural o cultural) y, a la vez, el derivado de la valoración que le otorga la sociedad, hecho que induce su concepción y adecuación como producto turístico, en cada caso. Se pueda afirmar que España presenta una gran diversidad y un gran número de recursos turísticos, pero, en cambio, de acuerdo con sus posibilidades, aún existe margen para aumentar los productos turísticos; y en esta potencialidad se fundamentan precisamente los cambios y las nuevas ofertas turísticas del país, además del proceso de cualificación y potenciación de los recursos ya explotados. El carácter predominante del turismo de sol y playa ha alimentado una imagen turística del país que, de manera simplificada, se asocia e identifica casi exclusivamente con el modelo turístico litoral, y como tal así se percibe. Sin embargo, fundamentados en la diversidad geográfica del territorio español, que comprende un rico patrimonio natural y cultural, han existido y existen otros tipos de turismo que avalan el eslogan «mucho más que sol y playa». Con estas mismas o parecidas palabras han proliferado los mensajes de promoción en muchos destinos de ámbito local o regional, y también se ha aplicado al conjunto del país, rompiendo la imagen «casi única» del sol y playa (véase capítulo 2).

Concentración espacial del turismo y procesos

de turistificación territorial. ¿Un país turístico

o un agregado de regiones turísticas?

La estructura espacial de las actividades turísticas en España muestra claros contrastes y marcadas asimetrías que se deben básicamente a dos factores que, además, influyen de manera interrelacionada: la variada condición geográfica del territorio español y el carácter hegemónico del atractivo sol y playa en el conjunto de las motivaciones del turismo masivo, hecho que ha primado el desarrollo turístico de las islas y de las zonas litorales de clima templado-cálido. La distribución espacial de estos componentes naturales, junto con la renta de situación de diversas áreas, han dibujado los trazos básicos del mapa turístico asimétrico de España, que muestra como resultado una clara litoralización del turismo, a pesar del fuerte crecimiento, en las dos últimas décadas, del turismo urbano y del turismo rural.

En la localización de la oferta de alojamiento turístico, y también de las infraestructuras y servicios complementarios, destacan unas zonas claramente diferenciadas y jerarquizadas (López Palomeque, 1988; López Palomeque y Vera Rebollo, 2001; Cánoves et al., 2017a). Según los datos de 2019, a escala regional, las Islas Baleares concentran el 24 % de las plazas hoteleras; Cataluña, el 19,8 %; Andalucía, el 14,3 %; Canarias, el 9,8 %, y la Comunidad Valenciana, el 7,3 %. Téngase en cuenta, como referencia temporal, que las Islas Baleares, en 1955 –antes del desarrollo del turismo de masas– solo concentraba el 6,5 % de la oferta hotelera española, en 1985 alcanzó el 28,9 %, en 1995 el porcentaje era del 24 % y actualmente se sitúa en torno al 24 % del total. Por otra parte, en la distribución espacial de la oferta de campings se observa que «desaparecen» las provincias insulares, Cataluña concentra más de un tercio de la oferta y, además del resto del litoral mediterráneo, sobresale también la zona del Atlántico norte y el Cantábrico, sin entrar a valorar el significativo crecimiento de las áreas de servicios y aparcamientos para autocaravanas. Los contrastes espaciales se refuerzan si se considera la oferta de apartamentos y de «pisos turísticos», por otra parte, difícil de cuantificar con precisión, ya que las estimaciones realizadas sobre su dimensión y su distribución geográfica destacan aún más el eje mediterráneo, que se coloca como principal región turística, además de las provincias insulares y también determinadas grandes ciudades. En una primera escala de análisis, esta realidad diversa permite hablar de España como país turístico y, a otra escala, de las regiones turísticas de España y de las regiones no turísticas. Una lectura más detallada del mapa permite constatar la existencia de unas provincias que son turísticas, a diferencia de la mayor parte de provincias, que presentan una menor intensidad turística, y de otras que pueden considerarse no turísticas (figuras 2.2 y 2.3).

En las últimas tres décadas se observa una difusión espacial del crecimiento turístico que tiene su origen en la saturación de las zonas turísticas tradicionales y en la explotación de nuevos recursos en zonas del interior o en espacios litorales no explotados. Este proceso ha hecho disminuir el índice de concentración espacial de la oferta turística, tal como corresponde a las pautas conocidas de los modelos de evolución de las «regiones turísticas». No obstante, las variaciones son poco importantes en el contexto de la asimetría existente y, por otra parte, estos resultados no anulan la jerarquía espacial del fenómeno, dado el carácter estructural de los factores ya señalados.

Las consideraciones que hemos señalado en los párrafos anteriores son argumentos para afirmar que el mapa turístico de España es dinámico y que sus cambios se explican a partir de las pautas espacio-temporales que se contemplan en los modelos evolutivos tradicionales de los destinos turísticos. En el periodo mencionado, esta afirmación se fundamenta, además, en la aparición e intensificación del fenómeno de generalización o «turistificación» del territorio español, que obedece a tres focos genéticos específicos: la intensificación del fenómeno de ocio-turismo de proximidad, la concepción e instrumentalización del turismo como estrategia de desarrollo y la necesidad de reestructurar los espacios litorales tradicionales (López Palomeque, 1999a y 2012). A estos procesos específicos se suma el gran aumento de la movilidad de los turistas en sus prácticas diarias y experiencias vitales turísticas. Se observa, como fenómeno general, que, al margen del lugar de pernoctación del turista, este se desplaza durante el día por otros lugares distintos más o menos próximos –a escala local y regional–, con lo que todo el territorio del área de influencia se convierte en escenario turístico, en espacio turístico. El mapa turístico se ensancha más allá de las localizaciones específicas de la oferta de alojamiento.

El carácter estacional del turismo: el determinismo del clima y de la organización del trabajo

La estacionalidad turística, por definición, hace referencia al hecho por el cual la afluencia de turistas a una zona o área se produce solo dentro de unas fechas señaladas, épocas concretas del año como son el verano, la Semana Santa o las Navidades, y que se da de forma periódica año tras año. La concentración de la afluencia en el tiempo obedece a dos factores estructurales: la estacionalidad de la demanda –particularmente, la que corresponde al modelo turístico español– y la estacionalidad de la oferta, entendiendo como tal la disponibilidad temporal de las condiciones ambientales, sujeta a la variación estacional del clima, si bien hay que contar también con las situaciones específicas del litoral más meridional y de las islas Canarias. Por lo tanto, las causas principales de que la demanda turística se produzca siempre en unas mismas fechas en unos destinos particulares son:

– Los periodos vacacionales. Las fechas vacacionales del turismo han tendido a confluir en unas fechas muy marcadas, como el verano, puentes destacados, etc.

– El clima. Juega un papel importante, como por ejemplo las temperaturas, los fenómenos climáticos específicos de esas zonas.

– Factores propios del destino. Las fiestas marcadas y populares de interés cultural, por ejemplo, o las fechas de celebración de grandes eventos.

Considerando el conjunto de España, el verano es la estación de mayor frecuentación turística. Según el balance turístico de 2019, los meses de julio y agosto concentran el 23,93 % del total de las entradas de turistas en frontera y el 26,32 % de las pernoctaciones hoteleras, y en sentido contrario enero y febrero solo concentran el 10,26 % de las entradas de turistas y el 9,36 % de las pernoctaciones (figura 1.5). No obstante, si se consideran los datos de destinos específicos (por ejemplo, Canarias, Baleares, Madrid o Cantabria), los datos son distintos respecto al conjunto de España y en términos comparados entre regiones, zonas geoturísticas de litoral o ciudades turísticas. En este último caso, el turismo urbano es el que presenta menor estacionalidad.


Figura 1.5 Estacionalidad de la demanda turística internacional en España (2019).

Fuente: elaboración propia a partir de Turespaña.

Desde hace décadas se han llevado a cabo diversas iniciativas para paliar las consecuencias negativas de la excesiva estacionalidad. El resultado de las estrategias implementadas para luchar contra la excesiva concentración espacial y temporal ha sido desigual, y como balance cabe constatar, por una parte, la reducción de la estacionalidad que se ha conseguido en algunos destinos y, por otra, que estas estrategias tienen un límite intrínseco en la propia naturaleza y origen de este fenómeno. En este proceso se ha comprobado que la orientación comercial de la oferta de alojamiento, frente a las segundas residencias, favorece el desarrollo de productos con carácter desestacionalizador.

El turismo, factor de desarrollo económico y de modernización de la sociedad: mitos y realidades

Para valorar el papel del turismo como factor de desarrollo económico y de modernización de la sociedad hay que considerar la perspectiva temporal, su origen y su evolución hasta hoy día, así como la escala de observación de los efectos de las actividades turísticas.

En la amplia bibliografía sobre historia económica de España aparecen de manera recurrente, entre otras, dos referencias clave para ilustrar esta argumentación: a) el turismo es considerado como uno de los motores del desarrollo económico español en los años sesenta y setenta del siglo XX gracias a las aportaciones de las divisas que generaba (gasto del turismo internacional), que constituyeron una de las fuentes de capitalización para hacer posible el proceso de desarrollo e industrialización; b) los ingresos por turismo internacional han permitido a lo largo de décadas equilibrar el déficit del comercio exterior, incluso su valor monetario ha sido superior al de las importaciones de petróleo (dependencia energética de España). Sin duda, la modernización del sistema económico español posibilitó, a su vez, la modernización de la sociedad en términos de disponibilidad de rentas y mayor capacidad de consumo, pero también en comportamientos sociales, en nuevos hábitos que tenían en los extranjeros (turistas) uno de los espejos donde mirarse y de contraste con lo tradicional. En la tabla 1.3 se recogen datos significativos a nivel macro sobre la dimensión de la actividad turística como actividad productiva y su significado en el conjunto de la economía española.

TABLA 1.3

Composición del PIB de España: aportación de los principales sectores (2018)


Fuente: C. Molina (2019): «El turismo ya aporta al PIB español tres veces más que la automoción», Cinco días / El País, 30 de agosto de 2019.

A lo largo de las últimas décadas, la incorporación del turismo ha supuesto en muchos lugares la creación de riqueza, con la puesta en valor de recursos y la creación de empresas y empleos, la posibilidad de modernización y de desarrollo socioeconómico. En algunos casos, estos lugares (ciudades, comarcas, regiones, etc.) cuentan hoy con actividades turísticas en sus estructuras productivas diversificadas (lugares con turismo), mientras que en otros casos constituyen destinos turísticos donde la actividad turística ha adquirido un carácter estructural y su economía presenta una alta especialización (lugares turísticos, destinos turísticos). La realidad, las realidades, también muestran otras manifestaciones: la articulación del turismo en las estructuras preexistentes y su desarrollo con impactos medioambientales, con desarticulación de economías y sociedades locales, con conflictos territoriales y sociales.

Sobre el turismo español se pueden identificar numerosos mitos, pero en un primer nivel aparece la propia idea de la bondad del turismo. Se fundamenta en la hegemonía y casi exclusividad del discurso basado en los impactos positivos de las actividades turísticas y en la sinergia del turismo en su dialéctica con el territorio. Este discurso es alimentado, sobre todo, a través de datos macro de carácter económico: el valor económico del turismo medido principalmente a escala estatal y regional, y también a escala local y regional a partir de su papel como factor de desarrollo socioeconómico y territorial. La articulación del turismo en las estructuras territoriales y socioeconómicas preexistentes puede manifestarse en términos de indiferencia, de sinergias y de conflicto. El proceso histórico del desarrollo del turismo español comprende, obviamente, situaciones diversas que ilustran las distintas expresiones de la dialéctica turismo-territorio, máxime si la observación y la valoración se hacen a distintas escalas. La evolución del turismo en las dos últimas décadas –principalmente–, con un notable incremento de las situaciones de conflicto, ha propiciado la aparición y consolidación de una mirada crítica que, en parte, rompe con la idea hasta ahora hegemónica que solo contemplaba los aspectos positivos del turismo. No es siempre una percepción contra el turismo, sino una visión crítica sobre un determinado modelo turístico o sobre determinadas formas de turismo, tal como se ha indicado anteriormente y que se ha acentuado en tiempos de pandemia al manifestarse los efectos inducidos por la dependencia del turismo.

4. Factores de cambio y nuevo escenario: incertidumbres y certezas

La evolución del turismo muestra los cambios de este fenómeno social a lo largo de la historia contemporánea y, en particular, en el último medio siglo. En distintos momentos históricos se han identificado crisis del turismo y, en clara relación causa-efecto, se ha hablado de «nuevo turismo» y de «nuevo turista». Sin duda, este proceso no es más que un reflejo de la evolución de la economía, de la sociedad y de los modos de vida. La crisis actual ¿es una crisis cíclica del sistema o es de carácter estructural? ¿Cuáles son los factores del cambio y su alcance? ¿Qué futuro se vislumbra?

Globalización, cambio y crisis: identificación de los componentes y procesos relevantes del cambio y cómo afectan al turismo

El turismo es un fenómeno social contemporáneo, de estructura compleja y de naturaleza diversa, tal como se ha señalado. Su origen aparece asociado al proceso de industrialización que surge de la Revolución Industrial (revoluciones industriales). También, a su vez, asociado al propio surgimiento del capitalismo como sistema económico (y sus sucesivas fases), hasta llegar al siglo XXI en un escenario de globalización como máxima expresión del sistema y de sus contradicciones. El término globalización se utiliza de forma reiterada en diferentes ámbitos, tanto de tipo económico como político y cultural. En esta ocasión se incorpora como referencia a los cambios estructurales en la forma en que la economía global está organizada e integrada. Estos cambios, con el advenimiento de la cuarta revolución industrial –Industria 4.0–, consisten en esencia en la intensificación de la internacionalización de las actividades económicas y de la movilidad geográfica de mercancías, personas y capitales, hasta el punto de que no solo supone un cambio cuantitativo, sino también cualitativo respecto a la situación anterior.

Las sucesivas fases del capitalismo han conllevado crisis del modelo en cada momento histórico, y la superación de dichas crisis han dado paso a una nueva fase en cada caso. Cabe destacar el paso del fordismo al posfordismo como nuevo modelo de organización de la producción, que se caracteriza por un nuevo régimen de acumulación, denominado de acumulación flexible. En las dos últimas décadas se han intensificado las evidencias y contradicciones del sistema, y entre las causas estructurales figuran el cambio climático, la emergencia energética y las desigualdades sociales, que aparecen a su vez como retos para el propio sistema, así como las disfunciones de la propia globalización o la afectación de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación a los procesos de producción-consumo y a las relaciones sociales. Este conjunto de procesos específicos constituye, en un primer nivel, los factores inductores del cambio en el siglo XXI (sociedad acelerada) en relación con las lógicas preexistentes.

Si bien el turismo ha sido una pieza clave de la economía mundial durante más de un siglo, en las últimas décadas se ha convertido particularmente en un componente central de un proceso mundial de neoliberalización. La neoliberalización describe un programa político-económico de «libre comercio» que integra de manera interrelacionada los mecanismos de desregulación, descentralización, privatización y mercantilización. Siendo una de las industrias más grandes del mundo, el desarrollo del turismo ha sido uno de los componentes clave de los programas de ajuste estructural incorporados en la planificación del desarrollo internacional, teniendo así un papel relevante en la consolidación de una sola economía integrada a nivel mundial. En el proceso, el desarrollo turístico ha desempeñado un papel crucial para ayudar a estabilizar una economía capitalista neoliberal plagada de contradicciones fundamentales y sometida a crisis periódicas (Fletcher, 2019: 37).

La pandemia de 2020 ha irrumpido en estos procesos y se ha incorporado como otro factor-componente que explica la evolución de la economía y del turismo en ese año y marcará su evolución en el futuro próximo. Se afirma que la pandemia ha acelerado los tics proteccionistas, que la globalización se ha visto afectada y que el mundo se ha hecho más pequeño, hasta plantearse la hipótesis del fin de la globalización (de la globalización a la desglobalización) debido a que la economía ha entrado en los últimos años en un retroceso de flujos internacionales de mercancías, servicios, capitales y personas, acentuado con la pandemia. Sin embargo, las nuevas estrategias de adaptación al escenario de pandemia y las que se prevén para la nueva realidad contemplan unas condiciones de economías abiertas y de conexiones e interrelaciones internacionales que, de una manera u otra, fundamentan el paradigma de la globalización, no sin contradicciones y distopías cuyo grado de reversibilidad dibujarán los turismos del mañana (Marchena, 2020).

Además, en esta nueva fase del capitalismo (nuevo capitalismo, capitalismo inclusivo, capitalismo reformado, etc.) se consolidará un proceso ya iniciado que comportará la continuidad del turismo. Se trata del proceso de mercantilización turística del «tiempo de no trabajo» (del tiempo libre), que es entendido como materia prima que se empaqueta (se le dota de contenido) y se «compra-vende». El tiempo como gran reserva de materia prima del capitalismo en el siglo XXI y factor-fundamento del turismo futuro. El sistema crea y ofrece productos (actividades de ocio y turismo) para ocupar este tiempo libre que motivan y seducen a los ciudadanos. Transforma y convierte el tiempo de no trabajo en mercancía (una nueva materia prima que adquiere importancia ante el agotamiento de otras convencionales), que empaqueta y capsula, para que el ciudadano compre y amplíe e intensifique su rol como consumidor.

En el contexto general señalado, en relación con los factores de cambio del turismo cabe señalar dos tipos de procesos relevantes: a) sectoriales (modo de vida y patrones de consumo turístico, destinos y producción turística, masificación turística, etc.) y b) transversales (movilidad espacial; revolución tecnológica y transformación digital; gobernanza, cambio climático, transición energética, paradigma de la sostenibilidad, etc.).

En este contexto, la reflexión sobre el futuro del turismo y sobre la evolución de España como destino turístico conduce a considerar, implícitamente, los cuatro factores estructurales que han fundamentado el desarrollo geohistórico del turismo (Vera et al., 2013) y plantearse su vigencia en la etapa pos-COVID-19 para, en definitiva, valorar sus manifestaciones, que condicionarán el futuro del turismo y sus formas. Los factores son los siguientes:

1. La conquista del tiempo para dedicarlo a actividades de ocio y turismo. Sin disponibilidad de tiempo para dedicar a los viajes no habrá turismo. ¿Las condiciones del escenario pos-COVID-19 podrán asegurar la disponibilidad de este tipo de tiempo?

2. La conquista del espacio: explosión de la movilidad espacial y del acceso a la información. Sin la posibilidad de moverse, de desplazarse para ir de un sitio (origen) a otro (destino), sin una movilidad espacial como la conocida hasta ahora (o sustitutoria) y sin acceso a la información no habrá turismo. ¿Podrán las condiciones del escenario pos-COVID-19 asegurar la posibilidad de movernos, la movilidad espacial?

3. La disponibilidad de rentas y capacidad de consumo turístico (incremento de rentas familiares y del nivel de vida de la población). Sin esto no habrá turismo. ¿Las condiciones del escenario pos-COVID-19 podrán asegurar la disponibilidad de rentas y la capacidad de consumo turístico?

4. La conversión de las vacaciones y del viaje turístico en necesidad básica de los ciudadanos. Sin la continuidad y vigencia de este factor como componente estructural del modo de vida (de amplios grupos sociales, de la clase media, etc.) no habrá turismo. ¿Las condiciones del escenario pos-COVID-19 podrán asegurar la concepción del viaje turístico como necesidad básica en el modo de vida?

La «penúltima» pandemia ha puesto en un primer nivel de preocupación una condición de los viajes y, en particular, de los viajes masivos: la seguridad, de nuevo, como factor limitador. ¿Ello supone un nuevo modo de vida y el jaque al turismo de masas? Surgen fronteras sanitarias, se apela a la seguridad y se materializa en la limitación de los viajes. ¿Desaparición del turismo de masas? En este contexto de crisis y en la proyección del escenario poscrisis se identifican (además de la seguridad) otras condiciones y principios imprescindibles para el proceso de construcción y de caracterización del nuevo turismo, del turismo futuro. En conjunto, son las denominadas tres «eses»: smart, sostenibilidad y seguridad.

Smart: inteligencia que incluye la innovación, la sociedad de las plataformas y la digitalización de comunidades con relaciones cada vez más intensas entre los productores de los servicios –y toda la cadena de valor– y los viajeros.

– Sostenibilidad: búsqueda-necesidad de un nuevo modeloparadigma sostenible; el mundo verde, digital, diversificado en lo económico y lo multisectorial; territorios no dependientes (del turismo), destinos «slow» (menos agresivos y menos depredadores del medio ambiente) y «small» (de espacios y construcciones más pequeños y menos intensivos); turismo de experiencias menos multitudinarias y más íntimas. Conjunto de prácticas que dibujan un escenario previsiblemente con menos viajes.

– Seguridad: sanitaria y de movilidad; mejora de la calidad de los residentes y de los turistas en todos los ámbitos para lograr confianza. Actitud ante los viajes: perder el miedo.

En el marco de la reflexión y el debate sobre estas cuestiones, NECSTouR (https://necstour.eu/) ofrece una estrategia de cooperación interregional centrada en cinco enfoques estratégicos clave conocidos como las «5S del turismo sostenible del mañana»: smart destinations, sociocultural balance, skills and talent, safety and resilience y statistics and measurability. En realidad, se observa cierta coincidencia y complementariedad con los «principios» identificados en los párrafos anteriores. Los enfoques de NECSTouR tienen que ver con la sostenibilidad de los procesos, mientras que de los tres principios contemplados (smart, sostenibilidad y seguridad) uno de ellos es la sostenibilidad, por lo que los enfoques estratégicos de NECSTouR aparecen integrados en los principios identificados. Cabe recordar, en este contexto, que la referencia a las «S» del turismo no es nueva, como lo demuestra la identificación de las «5S» para señalar las motivaciones principales del turismo masivo: sea, sun, sand, sangria/sprits y sex. En esta ocasión, las «S» a las que se hace mención en el párrafo anterior sintetizan principios y enfoques estratégicos para el desarrollo del turismo, mientras que sea, sun, sand, sangria/spirits y sex son atractores y satisfactores de la demanda, en buena medida vigentes hoy día para determinadas modalidades turísticas.

Nuevas realidades del pasado cercano y del presente siembran dudas sobre la plena vigencia de los cuatro factores señalados (e identificados numéricamente en los párrafos anteriores relativos al desarrollo del turismo), y también sobre su proyección futura. Algunas de estas dudas se focalizan en los siguientes aspectos:

– Se debate sobre la nueva organización del trabajo, la imprecisa diferenciación entre trabajo y ocio, la desregulación del trabajo, el fin del trabajo…, y cómo afecta al tiempo de ocio.

– Se constata la movilidad espacial de personas como clave del modelo/sistema económico, territorial, y se duda sobre un escenario con movilidad o sin movilidad. Y todo ello ¿cómo afecta al turismo? El tema de la movilidad espacial (limitada, condicionada…, por el cambio climático, la transición energética, etc.) ya era uno de los factores estructurales de cambio del sistema en el escenario pre-COVID-19, que podría conducir a su colapso y que hacía necesario e inevitable un cambio o reinvención del sistema o la reinvención de la movilidad.

– Se comprueba que no hay ni habrá pleno empleo, que determinados grupos de población no tendrán ingresos. Se debate sobre una renta mínima, una renta garantizada, una renta básica, un ingreso vital mínimo… Antes del coronavirus ya existían el problema, la reflexión y el debate. Durante la pandemia y después de esta continuará el problema y se tendrán que arbitrar soluciones. Ante la imperfección del mercado (sistema) y la previsible falta de trabajo, surge el reto de mantener el orden social, asegurar tanto unos mínimos ingresos como una mínima capacidad de consumo-compra que refuercen el mantenimiento de la actividad económica.

– Se afirma que viajar es una cuestión de confianza. Esta pandemia (y otras que vendrán) merma la confianza de las personas para viajar y provoca que se tenga más prudencia en viajar o que no se viaje tanto. Y ello al margen de si se implantan o no las fronteras político-administrativas o se limitan los movimientos.

El turismo (el viaje) se manifiesta a distintas escalas, pero en las últimas décadas emerge la escala mundial: globalización, interdependencia en un mundo hiperconectado, interdependiente y de hipermovilidad espacial, etc.; y con todo ello la aparición de riesgos relacionados con la seguridad, las condiciones sanitarias, el cambio climático y la transición energética, principalmente. Y, pese a los interrogantes de la nueva lógica de la globalización y sus contradicciones, también la previsión de un nuevo escenario ¡con viajes! Esto se fundamenta en dos hechos: a) por la propia naturaleza del fenómeno (viaje internacional) y b) por la hiperconectividad física (movilidad) y de comunicaciones (TIC, internet, redes, sociedad en red, sociedad acelerada, etc.). Esta nueva realidad ha de entenderse como manifestaciones actuales de los factores estructurales del desarrollo geohistórico del turismo ya expuestos anteriormente.

El alcance de la penúltima pandemia y la limitación de los viajes

El análisis y la valoración del impacto de la pandemia en el mundo de los viajes ha de contemplar necesariamente la situación en tres etapas distintas: la pre-COVID-19, la COVID-19 y la pos-COVID-19. Después de las explicaciones de contexto de los apartados anteriores interesa sistematizar brevemente lo referente a las dos últimas etapas.

La etapa COVID-19 se define como un escenario complejo, con persistencia de la crisis sanitaria y de la crisis económica y social; crisis que afectan a la economía y a la movilidad de las personas, que provocan una parada del turismo (figura 1.6). El turismo en stand-by (‘en espera’) y sucesivos periodos («olas») con el turismo bajo mínimos y con la adaptación de estrategias para mantener la actividad, aunque sea mínima. Ante esta situación, se han dado respuestas por parte de los diversos actores a las crisis (sanitaria, económica, del sector turístico, etc.) y, sin duda, se ha constatado el protagonismo de las administraciones públicas. Y, paralelamente, la persistencia de discursos sobre el impacto de la pandemia en la economía y cómo afecta al turismo; discursos sobre el futuro del turismo y el turismo (futuro) en la etapa pos-COVID-19.


Figura 1.6 Hotel cerrado en tiempos de pandemia (Barcelona).

Fuente: elaboración propia (2020).

La pandemia ha parado la economía, ha parado el turismo, ha hecho «desaparecer» la actividad turística. Se constata que la etapa de pandemia se va alargando, que la crisis sanitaria todavía seguirá vigente durante meses (o años). Las estimaciones sobre el comportamiento y la evolución de los procesos económicos no se cumplen; están en constante revisión. Todavía no se ha respondido a muchos interrogantes y permanecen vigentes las incertidumbres.

La etapa pos-COVID-19 alude a la realidad del futuro, la nueva realidad, escenarios imaginados, etc. En 2020 se han difundido numerosas y diversas aportaciones de articulistas, intelectuales, comunidad científica… (Castells, Innerarity, Naïr, Harari, Sassen, etc.), que han dado paso a la creación de discursos y estados de opinión sobre el tema. Paralelamente, en muchos casos se trata de información abundante y continuada de opinadores, preferentemente en los medios de comunicación («sobreinformación», opinión), sobre la evolución del turismo en el escenario COVID-19 y pos-COVID-19.

Se escribe sobre la recuperación de la realidad anterior (el modelo conocido) y se habla de la nueva realidad, que surgirá a partir de los factores vigentes una vez superada la crisis sanitaria. Se debate sobre el cambio de paradigmas, los límites del turismo, el decrecimiento del turismo, el adiós a la globalización o la desglobalización, el final del trabajo, el proteccionismo, el turismo de proximidad, etc. Se reflexiona sobre el mundo que viene, sobre el fin de un mundo, el mundo después de la COVID-19, un nuevo mundo, un mundo distinto… Se plantea cómo recuperar el turismo, cómo repensar el modelo turístico, cómo transformar el turismo y cómo será el nuevo turismo.

Antes de la pandemia ya se daba el discurso sobre la necesidad de transformar el turismo, incluida la perspectiva del final del turismo (tal como se conoce). Y en este contexto destaca el énfasis sobre la necesidad de un turismo sostenible, muy presente en las instituciones y los organismos internacionales (figura 1.7). Para profundizar en la respuesta habrá que identificar los factores determinantes y las tendencias que dibujará el nuevo paradigma del turismo (como componente de un nuevo paradigma social y económico) en un escenario de crisis económica y social que durará años.


Figura 1.7 Día Mundial del Turismo, dedicado a la sostenibilidad en 2017.

Fuente: Organización Mundial del Turismo.

¿Cómo se está imaginando hoy el turismo futuro? Se pueden apuntar algunas tendencias de acuerdo con el debate abierto. El fenómeno (sector) está inmerso en una profunda transformación que la crisis de la COVID-19 acelerará aún más. Ya antes de la pandemia estaba sujeto a discursos críticos que aportaban propuestas de cambio: cambios en el mundo del trabajo y cómo afectan al turismo (ruptura de la frontera entre trabajo y ocio) y cambios en la forma de los viajes y en los lugares preferidos por los turistas. Valls (2020) valoraba cambios en dos escenarios: a) a corto plazo, muchos van a seguir con el modelo tradicional, como los alemanes que han empezado a regresar a Mallorca: buscan lo mismo que siempre y están contentos, y b) a medio y largo plazo, frente a lo masivo o a lo más renombrado, los viajeros no solo van a exigir espacios y establecimientos libres de bacterias, sino destinos y empresas que generen satisfacciones más particulares, más íntimas, más cercanas, menos intensivas medioambientalmente. Urbanistas, agentes inmobiliarios, hoteleros, restauradores, sociólogos, comercializadores y demás profesiones van a tener que cambiar de enfoque.

En los discursos se analiza el crecimiento de la «economía de compartir» (no propiedad, sí disfrutar de los bienes, sí al nuevo low cost, etc.) y el hecho de que los costes económicos serán más altos (viajar será más caro en términos comparados con la situación preexistente), lo que constituirá un factor discriminador y hará reducir el movimiento turístico: turismo menos masivo. Previsiblemente viajarán menos personas porque muchas seguirán con miedo a salir de casa durante un tiempo y porque otras habrán perdido capacidad de consumo. Por lo tanto, menos viajeros y más gastos de producción significa que la actividad será más cara.

Desde hace una década se observan cambios en el modelo de producción tradicional, cambios que son identificados en gran parte como «economía colaborativa» y que son posibles gracias a las innovaciones tecnológicas de las últimas décadas (internet, teléfonos inteligentes, redes sociales digitales, aplicaciones y plataformas, páginas web, etc.). El nuevo modelo se conceptualiza como prosumidor, que hace referencia a las emergentes formas de producción, intercambio y consumo que surgen de las innovaciones tecnológicas. Dichas innovaciones han generado procesos que hacen que la división entre productores y consumidores se diluya, surgiendo el sujeto prosumidor como aquel que realiza funciones de producción y consumo de forma simultánea. Bien es cierto que la división social de la población entre «productores» y «consumidores» no es perfecta, y es cada vez más complicado clasificar ciertos procesos como de «producción» o de «consumo». En la sociedad prosumidora resulta imposible hablar de producción y consumo como dos esferas separadas y dos polos opuestos. Los procesos de prosumición se configuran por medio de un continuum en el que fluyen distintas formas y grados de producción y consumo, lo que hace que la producción se redefina como «prosumición-como-producción» y el consumo como «prosumición-como-consumo» (Ritzer, 2015).

Además de la consolidación del modelo prosumidor en los debates sobre los cambios en el modelo de producción tradicional y de la denominada economía colaborativa, se han incorporado otros modelos que han irrumpido en los últimos tiempos como alternativas a lo preexistente. Cabe citar, en particular, la denominada «economía circular» que, junto a la economía colaborativa, contempla procesos de producción-consumo claves para el turismo del presente y del futuro.

Escenarios de cambio y España como país turístico

España como destino turístico es el resultado de procesos y contextos externos e internos. La transformación del marco general (el mundo en crisis y la construcción de un nuevo escenario) afecta obviamente a la dinámica de su turismo y también a todo el país, y, por otra parte, la propia realidad de España (en sus dimensiones económicas y sociales, territoriales, políticas…) ha marcado y marcará su perfil y su dinámica turística.

¿Cómo era España en la etapa prepandemia? La producción científica y las hemerotecas aportan evidencias de sus puntos fuertes y débiles. En cualquier caso, en la literatura especializada son recurrentes las referencias a un modelo político con síntomas de agotamiento y necesidad de revisión (posible reforma del Estado, nuevo reparto de poder territorial, nuevos actores, nueva gobernanza, etc.); a un modelo económico con disfunciones, vulnerable, dependiente, insostenible; a un modelo territorial con desequilibrios y desigualdades (la «España vaciada», problemas ambientales y recursos limitados, factor limitante de la viabilidad a largo plazo de la actividad turística, etc.); a un modelo social complejo y con desigualdades (población envejecida, baja natalidad y pocos nacimientos, disparidades de renta, aumento de la pobreza, etc.), y, también, a un modelo turístico necesitado de revisión y reformas. Este modelo presenta situaciones paradójicas según diversos indicadores: por ejemplo, mientras se consiguen récords en el número de visitantes, el turismo presenta problemas o los crea (conflicto social, dificultades de gestión, efectos no deseados…), en buena medida derivados de la masificación y de las disfunciones subsectoriales del propio sistema turístico. El turismo en España ha de entenderse en este contexto y su futuro estará determinado por el contexto internacional y, también, obviamente, por el dinamismo y funcionamiento del propio país.

Si se observa la situación del turismo en España, se podría afirmar que la pandemia cuestiona la historia, el origen, el desarrollo y la consolidación de este fenómeno social contemporáneo que en España ha adquirido carácter estructural en su economía y en su modelo territorial. La situación de pandemia está condicionando comportamientos que hasta ahora parecían plenamente consolidados, en particular en la actividad turística. El turismo afronta en 2020 una crisis coyuntural como consecuencia de la COVID-19, pero además se prevé que tenga que ser reformulado a corto y medio plazo, como componente de la nueva realidad, del nuevo paradigma económico y social que se prevé surja una vez superada la etapa de pandemia.

La pandemia ha puesto al turismo español en una situación crítica, después de medio siglo de desarrollo y de conseguir en la última década récords de visitantes extranjeros año tras año. El sector está viviendo una crisis de dimensiones desconocidas hasta ahora, pero se tiene conciencia de la necesidad de superación de la crisis y de volver a remontar. Se espera que cuando se recupere la movilidad habitual se viajará de nuevo: las personas siempre van a querer viajar y el viaje continuará siendo una necesidad básica; en este sentido, se afirma que forma parte del ADN de las personas.

En cuanto a la situación coyuntural actual, los síntomas de recuperación no parecen claros. Así, la industria del turismo apunta a 2022 como año de actividad continua y a 2024 –si el antídoto llega ampliamente a los viajeros– como el año en que podría volver a posicionarse en los niveles alcanzados en 2019, cuando visitaron España más de 83 millones de viajeros internacionales. Por otra parte, a finales de abril de 2021, los medios de comunicación se hacían eco de diversas noticias que apuntaban a una cierta recuperación de la actividad turística en los meses de verano. Así, por ejemplo, la ministra Reyes Maroto declaraba el día 24 de abril que los españoles ya podrían comenzar a planificar sus vacaciones para el verano de 2021, tras asegurar que cuando finalizara el estado de alarma (9 de mayo) se normalizaría la movilidad, al menos dentro del país. Por otra parte, la UE prevé disponer, a partir de junio de 2021, de un certificado verde digital de vacunación e inmunidad, que será fundamental para viajar y también para poder llevar a cabo otras actividades de proximidad personal. Y otras dos noticias, entre otras muchas sobre el tema, recogidas por los medios es que en el verano de 2021 se reactivarán los cruceros (solo para los viajeros vacunados) y que los turistas de EE. UU. vacunados podrán viajar a Europa. La rápida desactualización de estas noticias, por superación de las crisis (sanitaria, económica, etc.), supondrá sin duda alcanzar la mejor de las expectativas deseadas.

En cuanto a la repercusión de la crisis en la economía española, los datos señalan que en 2020 se contrajo más que la de otros países europeos por la importancia de los servicios –y del turismo en particular–. Y la economía se contrajo más en las comunidades autónomas con mayor dependencia del turismo: Baleares, Valencia, Cataluña y Canarias registraron caídas del PIB superiores al 20 % en el segundo trimestre del año. Cabe señalar el esfuerzo de los actores del sistema para implementar estrategias e iniciativas de reinvención del turismo en tiempo de coronavirus (marcado por viajes de proximidad y uso de transporte individual). Algunas de las estrategias continuarán en la etapa pos-COVID-19, en un proceso hacia otra realidad turística. En el séptimo capítulo se contextualiza la argumentación que avala las afirmaciones anteriores.

El turismo, ¿fin de época?

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