Оглавление
Franz Kafka. El desaparecido
Índice
PRÓLOGO
LA ESCRITURA Y EL ESTORBO DEL YO
IMÁGENES
UN CUERPO QUE VE
FORZADA METAMORFOSIS
LA FALLA DEL SIGLO XX
ACERCA DE ESTA EDICIÓN
CAPÍTULO I. EL FOGONERO
CAPÍTULO II. EL TÍO
CAPÍTULO III. UNA CASA DE CAMPO CERCA DE NUEVA YORK
CAPÍTULO IV. LA MARCHA A RAMSES
CAPÍTULO V. EN EL HOTEL OCCIDENTAL
CAPÍTULO VI. EL CASO ROBINSON
(I)22 PARTIDA DE BRUNELDA
II [EL TEATRO AL AIRE LIBRE DE OKLAHOMA]23
Отрывок из книги
Franz Kafka
EL DESAPARECIDO
.....
–Escuchemos de una vez al hombre. Schubal se ha vuelto demasiado independiente con el tiempo, con lo que no pretendo haber dicho nada en su favor.
Esto último aludía al fogonero, resultaba natural que no pudiera ponerse de inmediato de su lado, pero todo parecía estar encaminado. El fogonero empezó con sus explicaciones y se esforzó desde el principio por tratar a Schubal de “señor”. Qué alegría sintió Karl junto al escritorio vacío del jefe de caja, donde de puro contento se puso a apretar una y otra vez una balanza para cartas. El señor Schubal era injusto. El señor Schubal favorecía a los extranjeros. El señor Schubal había expulsado al fogonero de la sala de máquinas y le había hecho limpiar los retretes, cosa que sin duda no era tarea para un fogonero. En un momento hasta se puso en duda la capacidad del señor Schubal, capacidad que al parecer era más aparente que real. Karl clavó los ojos en el capitán, con confianza, como si fuera su colega, solo para que este no se dejara influenciar en desmedro del fogonero por su forma un poco torpe de expresarse. De todos modos no sacaron nada en limpio de las muchas palabras y, aunque el capitán seguía con la mirada perdida, teniendo en vista solo la decisión de por esta vez escuchar al fogonero hasta el final, los otros señores empezaron a perder la paciencia y al poco tiempo la voz del fogonero ya no reinaba sola en la habitación, lo que despertaba ciertos temores. El caballero de civil fue el primero en poner en movimiento su bastón de bambú para golpear, aunque despacio, sobre el parqué. Los otros caballeros seguían alzando la vista de vez en cuando, pero los señores de la administración portuaria, con evidente prisa, volvieron a tomar las actas y empezaron a revisarlas, aunque algo distraídos aún, el oficial de navío se acercó otra vez a la mesa y el jefe de caja, creyendo haber ganado la partida, lanzó un suspiro cargado de ironía. Solo el criado parecía a resguardo de la incipiente distracción generalizada, por participar en parte de las penurias del pobre hombre puesto allí entre esos grandes señores, y asentía con seriedad en dirección a Karl, como queriendo explicarle con eso alguna cosa.
.....