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ОглавлениеEsa fe que el primer cristianismo exigió y no raras veces alcanzó, en medio de un mundo de escépticos y librepgnsados meridionales que tenía detrás de sí y dentro de sí una lucha secular de escuelas filosóficas, a lo que hay que añadir la educación para la tolerancia que daba el Imperium Romam [Imperio Romano], - esa fe no es aquella cándida y ceñuda fe de súbditos con la cual se apegaron a su Dios y a su cristianismo, por ejemplo, un Lutero o un Cromwell o cual otro nórdico bárbaro del espíritu; antes bien, era ya aquella fe de Pascal, que se parece de manera horrible a un continuo suicidio de la razón, - de una razón tenaz, longe- va, parecida a un gusano, que no se deja matar de una sola vez y con un solo golpe. La fe cristiana es, des- de el principio, sacrificio: sacrificio de toda libertad, de todo orgullo, de toda autocerteza del espíritu; a la vez, sometimiento y escarnio de sí mismo, mutilación de sí mismo. Hay crueldad y hay fenicismo 45 reli- gioso en esa fe, exigida a una conciencia reblandecida, compleja y muy mimada: su presupuesto es que la sumisión del espíritu causa un dolor indescriptible, que el pasado entero y los hábitos todos de semejante espíritu se oponen a ese absurdissimum [cosa totalmente absurda] que se le presenta como «fe». Los hom- bres modernos, con su embotamiento para toda la nomenclatura cristiana, no sienten ya la horrorosa super- latividad que había para un gusto antiguo en la paradoja de la fórmula «Dios en la cruz». Nunca ni en nin- gún lugar había existido hasta ese momento una audacia igual en invertir las cosas, nunca ni en ningún lu- gar se había dado algo tan terrible, interrogativo y problemático como esa fórmula: ella prometía una trans- valoración de todos los valores antiguos. - El Oriente, el Oriente profundo, el esclavo oriental fueron los que de esa manera se vengaron de Roma y de su aristocrática y frívola tolerancia, del «catolicismo» 46 ro- mano de la fe: - y no fue nunca la fe, sino la libertad frente a la fe, aquella semiestoica y sonriente despre- ocupación frente a la seriedad de la fe lo que sublevaba a los esclavos en sus señores, contra sus señores. La «ilustración» subleva: en efecto, el esclavo quiere lo incondicional, comprende sólo lo tiránico, también en la moral, ama igual que odia, sin nuance [matiz], a fondo, hasta el dolor, hasta la enfermedad, - su mucho y escondido sufrimiento se subleva contra el gusto aristocrático, que parece negar el sufrimiento. El escepti- cismo con respecto al sufrimiento, que en el fondo es tan sólo un rasgo afectado de la moral aristocrática, ha contribuido no poco a la génesis de la última gran rebelión de esclavos, comenzada con la Revolución francesa.