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DISCURSO PRELIMINAR AL VIAGE A SALINAS

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Las pampas de Buenos Aires tuvieron en otros tiempos sus caravanas y romerias: no para visitar mosqueas, ni para hacer expiaciones, sino para empresas lucrativas, que llenaban las arcas del erario y suplian las necesidades públicas. Su objeto era proveer de sal á la poblacion, extrayéndola de una gran laguna que yace al sud, en un parage que estaba entonces en poder de los indios. Los vireyes, que dirigian estas operaciones, tenian que solicitar de los caciques el permiso de introducirse en su territorio, ofreciéndoles algun regalo para amansarlos.

Estas negociaciones, que se renovaban cada año, eran una de las tareas mas ingratas del gobierno de Buenos Aires; cuya autoridad desconocian y ajaban esos indómitos moradores del desierto. Pero el Cabildo, que contaba entre sus recursos el producto de la venta exclusiva de la sal, se empeñaba en que no se desistiese de esta faena, à lo que condescendia el gobierno por la oportunidad que le procuraba de observar à los indios y de explorar su territorio.

Cuando se acercaba la época de estos viages, que solian emprenderse al principiar el verano, se avisaba por bando el dia de la salida y el punto de reunion para los que querian acompañarla. Este anuncio ponia en movimiento à la campaña, cuyos habitantes concurrian gustosos con sus carros y peones, no solo por su utilidad sino para procurarse una diversion. Estas expediciones ofrecian un espectàculo imponente, por el òrden con que un numeroso convoy de carruages y ginetes desfilaba en aquellas vastas soledades, que se animaban con su presencia.

La que se efectuò en 1778, en tiempo del virey Vertiz, constaba de 600 carretas, aperadas con 12,000 bueyes y 2,600 caballos, y asistidas por cerca de 1,000 hombres, bajo la escolta de 400 soldados al mando de un Maestre de Campo. Este aparato de fuerza era el mejor arbitrio para contener á los indios, naturalmente inclinados à los acometimientos y al robo: y la falta de medios de represion expuso al autor del presente diario à grandes peligros, de que solo pudo librarle su entereza.

La perplexidad que debia inspirarle lo azaroso de su posicion, y la especie de sitio en que lo tenian los indios, no le impidieron de someter à una diligente investigacion sus costumbres salvages, y el hermoso pais que habitaban: de todo habla con acierto, y estos detalles amenizan la narracion y hacen sumamente interesante su lectura. Las mas pequeñas incidentes de la ruta, todos los pormenores de sus entrevistas con los caciques, estàn relatados con un noble y apreciable candor. La exageracion y la mentira, que comunmente forman el principal caudal de un viagero, no han manchado sus páginas, que à falta de otro mérito, se recomendarian por la verdad con que estàn escritas.

Por estos arbitrios ha llegado el autor á dar á su diario una importancia que nunca tuvieron los de sus predecesores, ceñidos à llevar la cuenta material de los dias que gastaban y de las leguas que recorrian, en un terreno mas ò menos cubierto de bosques ó lagunas.

Al desempeño de esta comision agregò el gobierno otra de mayor interes para la provincia, y cuyo plan se halla trazado en el primer oficio de la Junta Gubernativa que hemos publicado. Se trataba de formar una estadística de los pueblos de la campaña, y de proyectar una nueva línea de frontera para garantir los vecinos y asegurar sus propiedades. Causa ciertamente sorpresa el que, en el corto intérvalo de 17 meses, en que se complicaron los trabajos de la expedicion à Salinas, pudiese el Coronel Garcia adquirir tantos datos para contestar las preguntas del gobierno, y desenvolver en muy pocos renglones todas sus ideas: – ideas originales, realzadas por un estilo fluido y brillante, en que se exhala una alma jóven, una imaginacion ardiente, un fondo de esperanzas, que es muy raro que domìnen à una razon madura en una edad provecta.

Esta memoria, fruto de ímprobos trabajos y de largas meditaciones, quedó envuelta en el caos de los proyectos que en distintas épocas habian sido enviados à los gobernadores y vireyes, mucho mas solícitos en pedirlos que en realizarlos. Sobre el mismo tema escribieron Pavon, Euia, Ruiz, Villarino, Baygorri, Sá y Farias, los dos Viedma y el mismo Azara; sin que se hubiese dictado una sola medida para poner, cuando menos, à los pueblos de la campaña al cubierto de las incursiones de los bárbaros. Este cargo es injustificable, porque mantuvo al paìs en la vergonzosa dependencia de los indios, cuando pudo haberlos anonadado.

No hà mucho que plantaban sus tolderias en las orillas del Salado, de donde amagaban hasta la misma capital. ¡Cuan distinta es su suerte actual! Rechazados por todas partes, tienen que dispersarse en el desierto, ò buscar un abrigo en las fragosidades de la Cordillera, abandonando para siempre esos campos que no podian transitarse sin peligro, y donde las poblaciones se establecen ahora à la sombra del pavellon argentino que flamea triunfante en las márgenes del Rio Negro y del Colorado.

Buenos Aires, Noviembre de 1836.

PEDRO DE ANGELIS

Diario de un viage a Salinas Grandes, en los campos del sud de Buenos Aires

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