Читать книгу Adriático - Gina Saraceni - Страница 8

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La luz de nuestro litoral está hecha de una intensa blancura calina que nos contrae las pupilas como en pocas latitudes de la tierra. Los viajeros venidos de países lejanos, sobre todo los que provienen de regiones septentrionales, pronto advierten que aquí el hombre está obligado a mirar de manera distinta, y acaso no poco del atractivo que el trópico les proporciona arraiga en esa nueva sensación de la mirada a que naturalmente han de someterse. Las cosas no se perciben tanto por la precisión de sus contornos o por las aristas de sus volúmenes; se nos vienen encima, querámoslo o no, casi disueltas en bultos de flotantes esfuminos. En los ardientes mediodías, aun bajo el ala del sombrero, los párpados se pliegan hasta casi cerrarse, defendiéndose de la abrasiva claridad. Muchos hombres de nuestras costas guardan el hábito de verlo todo, aunque haya caído la noche, por una breve hendija que no deja adivinarles el color de los ojos. Ven como si durmieran.

EUGENIO MONTEJO

Adriático

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