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NADITACIÓN 14

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Al escribir no bebo, ni me estupefaciento, ni me inspiro. A lo sumo estoy algo aburrido, o no timbró el teléfono para escuchar su voz de jazz que tanto me gusta, o estoy harto de medir la extensión tornasolada de Junín, recibiendo el homenaje indignado de los energúmenos.

el nadaísta opina

—No hay que estar orgulloso de ser hombre, ni de pensar. ¿Ves ese par de moscas que se aman? (Señala los bichos con el bolígrafo). Ese par de moscas son felices si supieran qué cosa es la felicidad.

refuta el humanista

—Pero, el hombre es el que ha inventado la palabra “mosca” y la palabra “felicidad”. En eso radica su horrible superioridad sobre los otros animales. A través del lenguaje nombra las cosas como un reclutamiento a la existencia: las convoca de la Nada al Ser.

el nadaísta cierra la discusión

—¿Qué necesidad hay de decir “mosca” si ella Es? Esas moscas hacen el amor sin saber qué es el amor. Para ellas la vida es su lenguaje. En cambio el lenguaje del hombre es un lenguaje para asesinar la vida, un lenguaje de enterradores, un lenguaje de muertos.

Declaro que no escribo mi poesía bajo ninguna influencia mágica, ni turbado por desarreglos psíquicos, ni bajo padecimientos metafísicos, ni buscando fuentes creadoras en la soledad, el platonismo o los éxtasis purificadores. A lo sumo cuento con una porción racional y equilibrada de mi locura, que es la condición insustituible del genio. Sobre mi genio no admito discusiones. Es un dogma.

No sufro éxtasis gloriosos. El misticismo siempre me pareció una enfermedad nerviosa a cuyo trance se llega mediante el ascetismo, las renuncias del placer y las flagelaciones sádicas de la carne. El misticismo es un contrabando; un comercio ilícito del Espíritu con el reino de la Nada donde habitan las esencias puras que no existen.

Maravillosamente yo no me privo de nada, no soy un renunciador; más bien soy un hedonista desenfrenado, un glotón de los sentidos, una especie de bandido de la cultura que ejerce con absoluta libertad sus oscuras y lúcidas inclinaciones al Capitalismo Erótico, o si prefieren, un técnico en la ejecución de los once pecados capitales. ¿Por qué once? Los P. C. (no se lea partido comunista) son siete y el último ha salvado a la Humanidad: la pereza.

En su novedosa aportación a la corrupción de las costumbres, el Nadaísmo ha fundado cuatro nuevos P. C. Son ellos: El Vómito, La Concupiscencia del Estiércol, La Infamia de la Belleza y La Exaltación de la Iniquidad Humana.

—Mamá, ¿qué has hecho para yo nacer?

—Nada, hijo mío, tú eres un fruto del azar.

—¿Por qué no has hecho de tu pobre hijo un Monje Pasionario o un cacharrero edificante?

—Hijo, se nace poeta como se nace con ombligo.

—Yo no soy poeta. Yo soy el Profeta de la Oscuridad Nueva.

En el Hotel. 1 de la mañana.

Acabo de perfumar la planta del pie con sándalo y esencia de tungsteno, como en las bacanales fabulosas de los sibaritas de algún imperio antiguo. Luego piso una cucaracha que es elevada por miles de hormigas atómicas sobre la gravedad terrestre hacia una bacanal zoológica.

¿Qué pasa? Mi antena de la belleza se pone a vibrar como una onda hertziana y me pone alerta porque allí está la Poesía.

Un pelito rubio que tengo en el ombligo –un pelito anglosajón pero no utilitario–, es en mí la antena de la belleza que me guía con certidumbre y adivinación en los misterios del Arte.

Cuando este pelito diminuto, sedoso, cargado de vibraciones eléctricas: conductoras y receptivas, no produce los resultados sensibles por una especie de atrofia o hiperestesia, entonces lo afeito y se produce la catástrofe: el horizonte del arte colombiano se nubla, la poesía se enlutece, Minerva toma Mejoral, se pone histérica, le regresa la mensualidad o las fiebres de la menopausia y termina en el consultorio del psiquiatra o en una clínica de maternidad.

SU PROBLEMA: los poetas nadaístas preñaron a las rosas con electrones de propulsión a chorro.

DIAGNÓSTICO: Padecimiento de complejos ultrarrománticos.

SOLUCIÓN ÚNICA: la marihuana o el suicidio.

¡Yo no tengo la culpa! Aviso a nuestros

críticos de arte que una cuchilla Gillette

azul es la causa desastrosa de nuestra crisis poética.

La poesía nace, en fin, de la Nada de mis pensamientos. De-de-ti-zo el cerebro y dejo que el agujero cerebral se inunde de una eclosión de ruidos disgustantes, olores pútridos, visiones repulsivas, audiciones maquinales, pulsaciones escabrosas, gustos escatológicos, percepciones gelatinosas, y un cierto presentimiento mágico que anuncia desde alguna lejanía que la Oscuridad Nueva se levanta dentro de la boca acerada y mugrienta de un cañón, único seno de un tanque blindado con destellos de hollín, sangre coagulada, olor a pólvora y asesinato.

(Ustedes, los que habitan el reino puro de la normalidad, ignoran los placeres inefables de un tanque blindado que procede de las batallas con licencia de amante).

—¿Cuándo te piensas morir?

—Nunca. Yo soy el Profeta de la Oscuridad Nueva.

No me hago ilusiones sobre la Eternidad. Mi Eternidad es social. Cuando incumpla la cita de amor o no se escuchen mis aplausos en el estadio; estaré difunto cuando yo no sea el motor móvil de las carambolas y del Universo. Entonces yo seré el primero en enterarme: estoy muerto. Mi aniquilamiento también será decretado cuando todas las mujeres que amo caigan como frutos podridos en los brazos de otros al día siguiente de mis funerales. Ya no será mi cielo, ni mi tierra, ni mis novias de ayer, y ellas hablarán entre sí de nuestro amor como un recuerdo sin memoria. Para ese día me doblaré sobre mí mismo como una pestaña o como una flor de aburrimiento. Y algo en mí se asqueará y tendrá horror de saludar lo desconocido.

—Camarero: tráigame un helado de fresas y los Cantos de Maldoror.

—O. Kay.

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