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ОглавлениеREVOLUCIÓN DE LA TERNURA Y REFORMA DE LA IGLESIA
Carlos María GALLI
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios nos visitará el Sol que nace de lo alto.
Lc 1,78
El Hijo de Dios, en su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura.
EG 88
En mi exhortación Evangelii gaudium escribí a los miembros de la Iglesia en orden a movilizar un proceso de reforma misionera todavía pendiente.
LS 3
Francisco está comunicando a la Iglesia una teología, una espiritualidad y una pastoral centradas en la revolución de la ternura de Dios, Padre rico en misericordia, manifestada en el rostro de su Hijo Jesucristo, muerto y resucitado, y comunicada en el don del Espíritu Santo. Este acontecimiento mueve a vivir y pensar el primado teologal del amor a través de la lógica de la misericordia pastoral que acompaña, discierne e integra. La revolución evangélica y evangelizadora de la ternura tiene una fuerza inclusiva e incluyente. Su símbolo es la celebración del Año de la Misericordia y su consigna exhorta a construir puentes y derribar muros. Está sintetizada en el contenido y el estilo de los documentos Misericordiae vultus y Misericordia e misera. La misericordia es el criterio hermenéutico para leer la Palabra de Dios en favor de los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
La Misericordia es el principio hermenéutico del pontificado de Francisco. Por esta razón es un tema transversal a su enseñanza26. Procuraré pensar la ternura de Dios y su vínculo fundante con la reforma de la Iglesia a partir del Evangelio actualizado por el Concilio Vaticano II y trasmitido por el magisterio kerigmático de Francisco27. Conectaré el tema con otras líneas de su pensamiento, evitando —si resulta posible— repetir lo escrito en otros estudios míos28, aunque es notoria, por ejemplo, la correlación entre la teología de la misericordia y la mariología del Papa argentino29.
Este discurso teológico seguirá un itinerario con siete pasos. En el inicio analizaré el Vaticano II como un Concilio de renovación (1) y me referiré a este pontificado como una nueva fase de la reforma conciliar (2). Sobre estas bases desarrollaré la reforma de la Iglesia desde cuatro perspectivas vinculadas entre sí: la novedad y la alegría de Jesucristo, Evangelio de Dios (3); la revolución de la ternura que surge del amor misericordioso del Padre (4); la renovación de la eclesiología conciliar centrada en la noción del Pueblo de Dios misionero y sinodal (5); la reforma animada por el paradigma de la salida de la Iglesia en conversión misionera (6). Al fin contemplaré a la Iglesia que vive la revolución de la ternura como Ecclesia reformata et semper reformanda (7).
I. EL VATICANO II: CONCILIO DE REFORMA DE LA IGLESIA
1. El Concilio Vaticano II se inserta en la tradición de los concilios que han reformado la Iglesia. Desde su prólogo la exhortación Dei Verbum se remonta al Concilio de Trento (DV 1). Antes de aquel, el Concilio de Constanza (1414–1418) había consagrado la fórmula ecclesia sit reformata in fide et moribus, in capite et in membris. Esta fue repetida por el V Concilio de Letrán (1512–1517) en el año en el que sonó el grito reformador de Martín Lutero. En ese siglo XVI el Concilio de Trento (1545–1563) ofreció un camino de renovación que tuvo frutos duraderos por la sabia articulación de los decretos de doctrina y reforma, o sea, por la conexión entre teología y pastoral.
La articulación de los decretos dogmáticos y disciplinarios (de reformatione) fue la clave de la duración del éxito de Concilio de Trento… La gran ventaja de esta solución radicaba en que el derecho de la Iglesia no se aislaba de su fundamento teológico… En principio se puso el acento sobre el dogma y, después, en el curso del tercer período, se insistió más en una reforma general… La Iglesia romana, con la Reforma del siglo XVI, vuelve a hacerse creíble y, durante siglos, vivirá en una suerte de equilibrio. La andadura del Concilio tridentino ha unido sólidamente la doctrina con la disciplina ha logrado la conjunción de la teología y la pastoral, la contemplación y la acción…30.
2. San Juan XXIII anunció el evento conciliar como un nuevo Pentecostés. En el radiomensaje enviado un mes antes de la apertura del Concilio, se preguntó: «¿Qué viene a ser un Concilio Ecuménico sino el renovarse de este encuentro del rostro de Jesús resucitado?».
Al abrir la segunda sesión el beato Pablo VI dijo que el Concilio buscaba una nueva reforma.
Sí, el Concilio tiende a una nueva reforma… No es… un cambio radical de la vida presente de la Iglesia, o bien una ruptura con la tradición en lo que esta tiene de esencial y digno de veneración, sino que más bien en esta reforma rinde homenaje a esta tradición al querer despojarla de toda caduca y defectuosa manifestación para hacerla genuina y fecunda… A Cristo vivo debe responder una Iglesia viva. Si la fe y la caridad son los principios de su vida… un estudio más asiduo y un culto más devoto de la Palabra de Dios serán el fundamento de esta primera reforma. La formación de la caridad tendrá en adelante el puesto de honor: deberíamos ansiar la Iglesia de la caridad si queremos que esté en disposición de renovarse profundamente y de renovar el mundo a su alrededor.
En su encíclica Ecclesiam suam (1964) el papa Montini insistió sobre la reforma (ES 39, 46, 55). Expresó que «de la conciencia (de la Iglesia) brota una necesidad generosa y casi impaciente de reforma (riforma), o sea, de enmienda de los defectos que esa conciencia denuncia y rechaza, a modo de un examen interior ante el espejo (speculum) que Cristo nos dejó de Sí mismo» (ES 1)31.
3. El acontecimiento conciliar fue una providencial experiencia de comunión en la vida de la Iglesia y el episcopado, centrada en los misterios de Cristo, la Iglesia y el ser humano, y situada en las circunstancias históricas de la modernidad a mitad del siglo XX32. La comunión con Cristo al servicio de la salvación del ser humano fue la doble raíz de la renovación eclesial. La primera se nutre de la vuelta a las fuentes, la segunda de la puesta al día, ambas en una ecclesia semper reformanda33.
El Vaticano II promovió la reforma o renovación del Pueblo de Dios en el mundo (LG 9, 13, 17). El Espíritu Santo y santificador renueva y rejuvenece la figura histórica de la Iglesia peregrina (UR 4; AG 5) en su camino hacia la plenitud del reino de Dios (LG 48, GS 45). Los padres conciliares expresaron la voluntad de ser fiel al Evangelio de Cristo, servir pastoralmente al mundo contemporáneo y avanzar en la unidad de los cristianos. El decreto sobre el ecumenismo expuso la necesidad de una «reforma perennis» (UR 6) o una «reformatio et renovatio» (UR 4)34.
Puesto que toda renovación de la Iglesia (omnis renovatio Ecclesiae) consiste esencialmente en el aumento de la fidelidad a su vocación (in aucta fidelitate erga vocationem eius consistat), por eso, sin duda, hay un movimiento que tiende hacia la unidad. La Iglesia peregrina es llamada por Cristo a esta perenne reforma (ad hanc perennem reformationem) de la que la Iglesia misma, como institución humana y terrena, tiene siempre necesidad (UR 6).
4. El Vaticano II no usó la expresión Ecclesia semper reformanda, desarrollada en el ambiente teológico protestante para proponer una revisión permanente de la Reforma realizada en el siglo XVI. La Constitución Lumen gentium prefirió la frase Ecclesia semper purificanda, si bien inmediatamente agregó que esta avanza constantemente por la senda de la renovación (renovationem).
Pero mientras Cristo, «santo, inocente, inmaculado» (Heb 7,26), no conoció el pecado (cf. 2 Cor 5,21), sino que vino únicamente a expiar los pecados del pueblo (cf. Heb 2,17), la Iglesia encierra en su propio seno a pecadores y, siendo al mismo tiempo santa y siempre en proceso de purificación (sancta simul et semper purificanda), avanza continuamente por la senda de la penitencia (poenitentiam) y de la renovación (renovationem) (LG 8; cf. GS 21).
5. El Concilio se nutrió tanto de la vuelta a las fuentes (ad fontes) como de las oportunas puestas al día (opportuni aggiornamenti) para abrir el acceso a la fuente viva del Evangelio35. Su pastoralidad surge de la primacía de la presencia de Cristo, celebrada en la Eucaristía y simbolizada en el rito diario de entronización del libro de los Evangelios, siempre abierto en el prólogo de San Juan. Cristo, Palabra divina encarnada, figurado en el Libro, preside desde su trono porque toda luz viene de Él. Cristo, Evangelio de Dios, es el centro de la Iglesia y del Concilio. Este cristocentrismo pastoral ilumina a la Iglesia y sostiene la renovación de su vida y su misión en el mundo.
6. El Vaticano II ha sido el Concilio de la Misericordia36. Francisco comparte la religión de la caridad y la espiritualidad del samaritano que Pablo VI expuso en el discurso final del Concilio. Allí el Papa bresciano sintetizó la actitud dialogal y servicial de la Iglesia, que es «la sirvienta de la humanidad». Manifestó la intención de reconciliar la religión del Dios que se hizo ser humano con la búsqueda del ser humano que quiere hacerse Dios. Sintetizó el espíritu conciliar en la espiritualidad compasiva del Buen Samaritano que, como Cristo, se inclina ante la humanidad herida.
7. El 8 de diciembre de 2015 Francisco abrió la Puerta Santa del Jubileo de la Misericordia en el Cincuentenario del Vaticano II, que fue la puerta que la Iglesia abrió al mundo contemporáneo. Entonces expresó: «Que al cruzar hoy la Puerta Santa nos comprometamos a hacer nuestra la misericordia del Buen Samaritano»37. Así resumió el Evangelio e interpretó el Concilio según la clave de la misericordia, viga maestra que sostiene la vida, la misión y la reforma de la Iglesia. En esta enseñanza se perciben varios puntos de contacto con la teología del Cardenal Walter Kasper, quien ha comunicado el misterio de la misericordia divina con la reflexión y el testimonio38.
II. FRANCISCO: UNA NUEVA FASE DEL ACONTECIMIENTO CONCILIAR
1. El Concilio fue un punto de llegada y un punto de partida. Con su notable lucidez, a pocos días de concluir el Vaticano II, Karl Rahner afirmaba que ese era solo el inicio del inicio de la reforma.
Es evidente que la Iglesia debe permanecer fiel a su propia esencia y —entendiéndolo bien— también a su pasado. No todo va a cambiar y mejorar desde mañana. La santa Iglesia será también en el futuro la Iglesia de los pobres pecadores, como somos todos. La Ecclesia semper reformanda in capite et in membris. Todavía pasará mucho tiempo hasta que la Iglesia, agraciada por Dios con un Concilio Vaticano II, sea la Iglesia del Concilio Vaticano II. Análogamente, pasaron algunas generaciones después del Concilio de Trento hasta que la Iglesia fue la Iglesia de la reforma tridentina. Pero esto no quita nada de la enorme y tremenda responsabilidad que con este Concilio nos hemos impuesto todos los que constituimos la Iglesia… Para ello, el Concilio solo ha podido poner el inicio del inicio (Anfang des Anfangs). Es incalculable el significado de esta realidad. Pero pesaría una rigurosa sentencia sobre pastores y grey, sobre todos nosotros, si confundiéramos palabras y hechos, comienzo y fin…39.
En 1965 el teólogo jesuita consideraba que pasaría mucho tiempo hasta que la Iglesia fuera efectivamente la Iglesia del Concilio Vaticano II. La historia confirma su previsión.
2. Con Francisco la Iglesia de América Latina completa su ingreso en la historia mundial. Este acontecimiento es un significativo eslabón de la larga cadena histórica eclesial latinoamericana, que ha recorrido un fecundo camino de sinodalidad pastoral desde 195540. El Espíritu Santo, que «sopla donde quiere» (Jn 3,8), ha soplado como «una fuerte ráfaga de viento» (Hch 2,2) desde el sur del Sur. Con la frase Sopla el Viento del Sur sigo expresando el proceso eclesial en curso41. Desde 2013 nuestra América vive un kairós singular porque un hijo de la Iglesia sureña, latinoamericana y argentina fue elegido sucesor del apóstol San Pedro. Francisco significa la llegada del sur al corazón de la Iglesia y también la voz del sur global en el mundo.
3. La Iglesia latinoamericana y caribeña es la única comunidad de iglesias a escala continental que hizo una recepción regional, pastoral, sinodal y colegial del Vaticano II. Este proceso comenzó con la II Conferencia episcopal de Medellín (1968), que está cumpliendo medio siglo; siguió con la III asamblea de Puebla, vivida a la luz de la exhortación Evangelii nuntiandi de Pablo VI (1979); prosiguió con la IV de Santo Domingo (1992) en el marco de una nueva evangelización propuesta por san Juan Pablo II. Francisco encarna esta recepción situada y creativa del Concilio en y desde la periferia sureña latinoamericana, que produce un verdadero «terremoto» eclesial.
Francisco es el primer pontífice que procede del hemisferio Sur o, como él mismo dijo, del otro extremo del mundo. El encuentro de la recepción conciliar del Sur con la de Occidente ocasionó, al igual que ocurre con los desplazamientos subterráneos de placas tectónicas, un terremoto. Algunas cosas que estaban mal construidas se derrumbaron casi de la noche a la mañana. Los cimientos sólidos resistieron; sobre estos se puede acometer una nueva edificación42.
4. La V Conferencia general del episcopado latinoamericano y caribeño, celebrada en el santuario mariano de Aparecida en Brasil, en mayo de 2007, impulsó un movimiento misionero continental y permanente. El cardenal Jorge Mario Bergoglio sj presidió la Comisión de Redacción del Documento Conclusivo. Luego, en 2013, como Papa, cita veinte veces este documento en su exhortación programática Evangelii gaudium. Hoy Francisco encarna el «rostro latinoamericano y caribeño de nuestra Iglesia» (A 100). Con él la nueva dinámica de conversión misionera impulsada desde la periferia latinoamericana hace un aporte a la reforma de la Iglesia entera.
5. El Obispo de Roma continúa, actualiza e impulsa la reforma conciliar desde «la frescura original del Evangelio» (EG 11). Afirma que «el Concilio Vaticano II presentó la conversión eclesial como la apertura a una permanente reforma de sí por fidelidad a Jesucristo» (EG 26; UR 6).
El Vaticano II supuso una relectura del Evangelio a la luz de la cultura contemporánea. Produjo un movimiento de renovación que viene sencillamente del mismo Evangelio. Los frutos son enormes. Basta recordar la liturgia. El trabajo de reforma litúrgica hizo un servicio al pueblo, releyendo el Evangelio a partir de una situación histórica concreta. Sí, hay líneas de hermenéutica de continuidad y de discontinuidad, pero una cosa es clara: la dinámica de lectura del Evangelio actualizada para hoy, propia del Concilio, es absolutamente irreversible43.
Para el Papa, el Vaticano II ha impulsado y sigue impusando un proceso de relectura del Evangeio y de renovación de la Iglesia en la cultura contemporánea. Él quiere seguir ese proceso de renovación, que considera irreversible, desde su su raíz evangélica, que es la Novedad de Cristo. Aquí reaparece la doble dimensión de la reforma de la Iglesia, que es tanto ressourcement por la vuelta a las fuentes (ad fontes, ad radices) como aggiornamento por la puesta al día (a giorno).
6. El estilo pastoral del Concilio está representado por la Constitución Gaudium et spes, la puerta de acceso de la Iglesia al mundo de este tiempo. El camino abierto por el primer Concilio plenamente pastoral convirtió a la evangelización en «la cuestión fundamental» (EN 4) y «el tema de fondo» (TMA 21) del postconcilio. En la Bula Misericordiae vultus (MV) Francisco confesó que quiso inaugurar el Jubileo de la Misericordia en el Cincuentenario de la clausura del Vaticano II.
He escogido la fecha del 8 de diciembre por su gran significado en la historia reciente de la Iglesia. Abriré la Puerta Santa en el quincuagésimo aniversario de la conclusión del Concilio Ecuménico Vaticano II. La Iglesia siente la necesidad de mantener vivo este evento. Para ella iniciaba un nuevo período de su historia. Los Padres reunidos en el Concilio habían percibido intensamente, como un verdadero soplo del Espíritu, la exigencia de hablar de Dios a los hombres de su tiempo en un modo más comprensible. Derrumbadas las murallas que por mucho tiempo habían recluido la Iglesia en una ciudadela privilegiada, había llegado el tiempo de anunciar el Evangelio de un modo nuevo. Una nueva etapa en la evangelización de siempre (MV 4).
7. Si el Vaticano II fue el comienzo de una nueva etapa, el pontificado de Francisco es un nuevo comienzo de aquel inicio de reforma promovido por el Concilio. Con este Papa la recepción del Concilio y la reforma de la Iglesia —no solo de la Curia romana— han ingresado en una nueva y decisiva fase. Al actual Obispo de Roma le interesa la continuidad de la reforma conciliar. En la encíclica Laudato si’ expresó la voluntad de completar el proceso de reforma misionera pendiente.
En mi exhortación Evngelii gaudium escribí a los miembros de la Iglesia en orden a movilizar un proceso de reforma misionera todavía pendiente (LS 3).
Francisco es «un actualizador del espíritu y la propuesta conciliar»44. Por esta razón su pontificado puede ser visto como una nueva fase de recepción y de realización del acontecimiento conciliar.
Tal es el cuadro general en el cual hay que situar el acontecimiento Francisco, que es, en sí mismo, un desarrollo del acontecimiento del Concilio Vaticano II: el pasaje a una inteligencia y una práctica renovadas del Evangelio45.
III. LA BUENA NOTICIA DE DIOS: LA ALEGRÍA DE JESUCRISTO
1. Jesucristo es el Evangelio de Dios (Rom 1,3). Él forma y reforma a su Iglesia porque la quiere «resplandeciente, sin mancha ni arruga y sin ningún defecto, sino santa e inmaculada» (Ef 5,27). Ella está llamada a realizar la forma Christi conformándose con Él y dejando de lado toda deformidad. San Agustín expresó con elocuencia que el Formador es el Reformador.
Existe un hermoso… y aunque es Hijo del hombre, existe entre los hijos de los hombres. A la Iglesia habla el salmo. ¿Quieres agradarle? No podrás mientras permanezcas deforme. ¿Qué harás para ser hermosa? Haz que te desagrade tu deformidad y merecerás conseguir la hermosura de parte de Aquel a quien hermosa quieras agradar. Pues será tu reformador el mismo que fue tu formador (Ipse enim erit reformator tuus, qui fuit formatur tuus)46.
2. Francisco proclama la Novedad absoluta del Evangelio de Jesús. Ella debe vivir sine glossa «el corazón del mensaje de Jesucristo» (EG 34), «el contenido esencial del Evangelio» (EG 265). La Buena Nueva irradia alegría. En su discurso a la Congregación general de la Compañía de Jesús Francisco destacó esta clave de su pontificado: «En las dos Exhortaciones Apostólicas —Evangelii gaudium y Amoris laetitia —, y en la Encíclica Laudato si’, he querido insistir en la alegría»47. La alegría del Evangelio es una fuente de renovación eclesial. «En esta exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años» (EG 1).
3. El mismo título Evangelii gaudium expresa la alegría que provoca la Buena Noticia, que es «Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios» (Mc 1,1). Francisco señala la llegada de «un tiempo de alegría» paralelo al «tiempo de la misericordia». Este período está marcado por el llamado a la alegría del Evangelio. En cierto modo ha comenzado con el discurso inaugural de Juan XXIII en el Concilio: Gaudet Mater Ecclesiae; sigue con la constitución Gaudium et spes del Vaticano II; se continúa con la exhortación Gaudete in Domino de Pablo VI en el Año Santo 1975; llega a la Evangelii gaudium. Francisco siente devoción por Pablo VI, a quien beatificó en 2014. En su exhortación cita quince veces Evangelii nuntiandi. En la entrevista dada al Diario El País de España en 2017 afirmó que Evangelii gaudium es una síntesis actualizada de Evangelii nuntiandi y Aparecida.
4. En su testamento pastoral Pablo VI llamó a conservar «la dulce y confortadora alegría de evangelizar» (EN 80). Bergoglio meditó mucho sobre esta alegría48. Como colaborador de la Comisión de Redacción del Documento de Aparecida (A) soy testigo de que incluyó esa frase en la Conclusión (A 552). Luego la citó tres veces en su intervención previa al Cónclave. Francisco proclama «la dulce y confortadora alegría de evangelizar» (EG 14-18). En 1975 Pablo VI enseñó:
Conservemos la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas. Sea esta la mayor alegría de nuestras vidas entregadas… (EN 80).
5. Francisco habla de alegría evangelizadora porque «la alegría del Evangelio que llena la vida de la comunidad de los discípulos es una alegría misionera» (EG 21). En un reportaje Benedicto XVI reconoce el clima de alegría y frescura que trajo su sucesor.
—Tras el tiempo de pontificado que lleva el papa Francisco, ¿está usted contento? —Sí. En la Iglesia se respira una nueva frescura, una nueva alegría, un nuevo carisma que llega a las personas; todo eso es algo hermoso49.
6. La reciente Constitución Apostólica Veritaris gaudium acerca de las universidades y facultades eclesiásticas actualiza las orientaciones de la Sapientia christiana promulgada por Juan Pablo II en 1979. Ya el título sitúa el nuevo documento en el estilo de los anteriores textos de Francisco que convocan a la alegría, la luz, la alabanza, el gozo. El Papa recrea el tema de la alegría para expresar el gusto por la verdad evangélica y la renovación de los estudios teológicos.
Es un momento oportuno para impulsar con ponderada y profética determinación, a todos los niveles, un relanzamiento de los estudios eclesiásticos en el contexto de la nueva etapa de la misión de la Iglesia, caracterizada por el testimonio de la alegría que brota del encuentro con Jesús y del anuncio de su Evangelio, como propuse programáticamente a todo el Pueblo de Dios en la Evangelii gaudium… Un segundo criterio inspirador, que está íntimamente relacionado con el anterior y es fruto de ese, es el diálogo a todos los niveles, no como una mera actitud táctica, sino como una exigencia intrínseca para experimentar comunitariamente la alegría de la Verdad y profundizar su significado y sus implicaciones prácticas50.
IV. LA REVOLUCIÓN DE LA TERNURA: LA MISERICORDIA DE DIOS-AMOR
1. La fe cristiana se puede sintetizar en textos neotetamentarios acerca de Dios y el hombre revelados en Cristo y centrados en el amor. El primero, de San Juan, anuncia: «Dios es amor» (1 Jn 4,8). El segundo, de San Pablo, enseña: «lo más importante es el amor» (1 Cor 13,13). El Dios «rico en misericordia» (Ex 34,6; Ef 2,4) se refleja en el rostro de Cristo. Dios siempre sorprende con la iniciativa gratuita de su amor. Desde su juventud Bergoglio ha experimentado la mirada misericordiosa de Dios que ama y perdona. Eligió como lema episcopal la frase de san Beda el Venerable: «miserando atque eligendo». Ahora, como sucesor del apóstol Pedro invita a la Iglesia a confiarse a la misericordia infinita de Dios, para vivir la propuesta de Jesús: «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso» (Lc 6,26). La Iglesia «vive un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre» (EG 24).
2. Dios tiene muchos atributos y nombres. Los papas recuerdan que Dios es Amor y Misericordia. Juan Pablo II dedicó su segunda encíclica a Dios Dives in misericordia. Benedicto XVI habló de Dios-Amor en su encíclica programática Deus caritas est. Francisco dice que «el nombre de Dios es misericordia»51. De esta forma asume la antigua cuestión de los nombres divinos. Dios es Amor misericordioso, como muestran —con la doctrina de sus vidas y en contextos distintos— santa Teresita del Niño Jesús y santa Teresa de Calcuta. Dios es Amor en exceso, excessus amoris. En la Carta Misericordia e misera (MM) Francisco afirma que «la misericordia se excede, siempre va más allá» (MM 19). El Amor misericordioso de Dios se despliega hacia todos los «míseros» que sufren las tremendas miserias del mal, el pecado, el dolor y la muerte. La reforma de la Iglesia busca comunicar con más transparencia ese amor reflejado en el rostro del Cristo pascual52.
3. Dios es Ternura. Hoy Francisco proclama «la revolución de la ternura de Dios» iniciada con la Encarnación del Verbo. Esa expresión tiene fundamentos trinitarios, cristológicos y mariológicos. En sus mensajes navideños como arzobispo de Buenos Aires Bergoglio afirmaba, contemplando la imagen del Niño Jesús, que Dios es ternura. El sucesor de Pedro proclama la ternura de Dios que se aproxima a tocar y curar las heridas de la carne doliente de la humanidad (EG 3, 44).
La verdadera fe en el Hijo de Dios hecho carne es inseparable del don de sí, de la pertenencia a la comunidad, del servicio, de la reconciliación con la carne de los otros. El Hijo de Dios, en su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura (EG 88).
La revolucionaria «lógica de la Encarnación» (EG 262) nos comunica la tierna Bondad de Dios en la carne y nos mueve a reconocer a Cristo en sus hermanos más pequeños (EG 179).
4. La revolución de la ternura es una sentencia con contenido mariológico. En los años ochenta el Padre Jorge gestó esa expresión contemplando la imagen de La Piedad. Entonces recordaba que en el siglo XV la Piedad se representaba con la figura de la Madre con muchas hijos e hijas y en el XVI se comenzó a representar con la de la Madre compasiva con el Hijo muerto sobre sus rodillas, pero con el rostro sereno por la esperanza de la resurrección. «La Piedad es una expresión cualificada de la revolución de la ternura con que Dios quiso salvar al hombre»53. Francisco tiene devoción a La Virgen de la Ternura y guarda un icono ruso en el cual María abraza al Niño Jesús y el Hijo tiene su rostro junto al de su Madre54. Exhorta a dejarse abrazar por las caricias de Dios y no tener miedo al dulce poder de la ternura. En la Virgen María, invocada como Madre de la Misericordia, brilla de un modo único la ternura maternal de toda la Iglesia55.
5. Francisco comparte algunos carismas de sus predecesores: el espíritu profético de Juan XXIII; el discernimiento prudente de Pablo VI; la fresca sonrisa de Juan Pablo I; el ardor misionero de Juan Pablo II; la serena reflexividad de Benedicto XVI. Cada papa ha reflejado, en su momento y con su fisonomía singular, la tierna humanidad de nuestro Dios, porque «Dios es amor» (1 Jn 4,8.16). Así la manifiestan la dulce y tierna bondad de Roncalli; la cordialidad paciente y prudente de Montini; la teología, la espiritualidad y la liturgia del Dios rico en misericordia en Wojtyla, el primado del amor en Ratzinger, como muestra Deus caritas est. Con Juan XXIII Francisco simboliza «la Iglesia de la Caridad», que se hace dulzura en la caricia, el abrazo y el beso56.
6. Francisco integra toda verdad y toda virtud en un orden armónico centrado en el Evangelio de la caridad (EG 34-40). «En este núcleo fundamental lo que resplandece es la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado» (EG 36). El kerigma proclama ese núcleo evangélico desde el cual cada componente de la vida halla «una adecuada proporción» (EG 38). La praxis cristiana, la enseñanza moral y la espiritualidad pastoral surgen de la vitalidad del Espíritu que orienta las iglesias (Ap 3,6) y de la conversión al Evangelio sin glosa para vivir, con la gracia del Espíritu, la libertad para el amor (Gal 6,5). El sucesor de Pedro enseña:
Santo Tomás de Aquino destacaba que los preceptos dados por Cristo y los Apóstoles al Pueblo de Dios «son poquísimos». Citando a San Agustín, advertía que los preceptos añadidos por la Iglesia posteriormente deben exigirse con moderación «para no hacer pesada la vida a los fieles» y convertir nuestra religión en una esclavitud, cuando «la misericordia de Dios quiso que fuera libre». Esta advertencia, hecha varios siglos atrás, tiene una tremenda actualidad. Debería ser uno de los criterios a considerar a la hora de pensar una reforma de la Iglesia y de su predicación que permita realmente llegar a todos (EG 43).
Así el Papa vincula explícitamente la primacía de la misericordia y la reforma de la Iglesia.
7. Una fuente de la teología pontificia de la misericordia es la Summa Theologiae de Tomás de Aquino, muy citada en sus documentos. Esta inspiración tomista de su doctrina es un rasgo de la teología argentina que busca vincular la tradición clásica con la reflexión contemporánea.
Santo Tomás de Aquino… explica que, en cuanto al obrar exterior, la misericordia es la mayor de todas las virtudes: «En sí misma la misericordia es la más grande de las virtudes, ya que a ella pertenece volcarse en otros y, más aún, socorrer sus deficiencias. Esto es peculiar del superior, y por eso se tiene como propio de Dios tener misericordia, en la cual resplandece su omnipotencia de modo máximo (ST II-II, 30, 4 y ad 1um) (EG 37)57.
Los principios morales tomistas guían la enseñanza de Amoris laetitia (AL 102, 134, 301, 304).
8. Esa exhotación sobre el amor en la familia anima a vivir la lógica de la misericordia pastoral para acompañar, discernir e integrar la fragilidad de muchos cristianos que sufren situaciones muy difíciles en la vida familiar (AL 307-312). La «lógica del Evangelio» (AL 297) es «la lógica de la integración» (AL 299) y «la lógica de la compasión» (AL 308). La revolución de la ternura ayuda a avanzar por el camino de una fidelidad creativa capaz de compadecerse, acompañar e incluir a los otros con sus diferencias. En la introducción a su exhortación sobre la alegría del amor el Papa explica que estas cuestiones deben ser profundizadas por «la reflexión de los pastores y los teólogos» en la medida en que aquella sea «fiel a la Iglesia, honesta, realista y creativa» (AL 2). Luego señala que, a partir de una unidad doctrinal y pastoral fundamental, «en cada país o región se pueden buscar soluciones más inculturadas, atentas a las tradiciones y a los desafíos locales» (AL 3).
9. La misericordia divina se expresa, de modo singular, en el perdón de los pecados. Francisco predica la misericordia del Dios que nos ama y perdona. En la entrevista «El nombre de Dios es misericordia» recuerda que Pablo VI, en sus notas escritas para un testamento, conocidas como «Meditación ante la muerte», reveló que el fundamento de su vida espiritual estaba en la síntesis propuesta por San Agustín: «Miseria y misericordia; miseria mía y misericordia de Dios». Cuenta que en la documentación del proceso de su beatificación leyó que un secretario de Pablo VI dijo, comentando aquel axioma agustiniano, que el papa Montini confesaba que él consideraba un gran misterio el hecho de que, siendo mísero, viviera ante la misericordia de Dios58.
10. La ternura de Jesús alivia nuestra frágil humanidad y llama a tocar «la carne sufriente de los demás» (EG 270). Inspirada en sus palabras acerca del amor a sus hermanos más pequeños (Mt 25,31-46) la religión cristiana fomenta una cultura de la misericordia, que es la forma histórica del amor que se compadece y remedia los sufrimientos ajenos. Los gestos de Francisco encarnan la Iglesia samaritana, compasiva y solidaria, que se acerca a las víctimas de la explotación, el descarte, el tráfico y la trata de seres humanos. Para una Iglesia servidora de la justicia y el amor la misericordia también es una fuerza para cambiar los procesos históricos y sociales59.
V. LA PIRÁMIDE INVERTIDA: SINODALIDAD DEL PUEBLO DE DIOS EVANGELIZADOR
1. En conformidad con el Concilio Vaticano II, Francisco privilegia la noción ‘Pueblo de Dios’. Desde 1974, Jorge Bergoglio expresa que la Iglesia es el santo Pueblo fiel de Dios (EG 119).
La imagen de la Iglesia que más me gusta es la del santo Pueblo fiel de Dios. Es la definición que uso más y está tomada del número 12 de la Lumen gentium. La pertenencia a un pueblo tiene un fuerte valor teológico. Dios, en la historia de la salvación, ha salvado un pueblo. No existe una identidad plena sin pertenencia a un pueblo… El pueblo es sujeto. La Iglesia es el Pueblo de Dios en camino a través de la historia, con alegrías y dolores60.
2. Esta eclesiología se asocia a una línea de reflexión gestada en la comunidad teológica argentina61. La llamada «teología del pueblo» es un aporte original, aunque no agota nuestra teología. Ese nombre sintético es sugerente, pero puede ser simplificador si solo se emplea la palabra «pueblo» en sentido civil. Nuestra reflexión comprende dos sentidos análogos del término pueblo, uno eclesial y otro civil, con una desemejanza tan fuerte como su semejanza. Prefiero decir que Francisco asume, enriquece y universaliza la teología argentina del Pueblo de Dios, el/los pueblo/s y la pastoral popular, porque incluye una eclesiología del Pueblo de Dios, una teología de la sociedad, la cultura y la historia, y una teología pastoral, que considera la misión de la Iglesia a los pueblos y une la piedad popular con la opción por los pobres62. Sus grandes exponentes fueron Lucio Gera (1924-2012)63, y Rafael Tello (1917-2002), hoy estudiados en relación a Francisco64.
3. La gran novedad del pontificado de Francisco incluye la pequeña novedad de un primer conocimiento de esta teología. Con el Papa argentino la teología del Pueblo de Dios recupera el lugar central que le dio el Vaticano II y se desdibujó desde 1985 en documentos del magisterio. Francisco tiene una eclesiología del Pueblo de Dios y una teología del pueblo en los dos sentidos mencionados. Ambos aspectos están presentes en la exhortación Evangelii gaudium. El capítulo III se refiere a la Iglesia como el Pueblo de Dios peregrino en la historia y encarnado en las culturas (EG 115). El capítulo IV desarrolla principios que ayudan a construir la vida de los pueblos como comunidades históricas y configuran una cultura del encuentro (EG 217-237). En el Centenario de la Facultad de Teología de Buenos Aires él llamó a los teólogos a ser «hijos de su pueblo»65.
4. En 2015, en el Discurso en la Conmemoración del 50 Aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos, Francisco se refirió a la sinodalidad como una «dimensión constitutiva de la Iglesia». La Iglesia sigue a Jesús, «el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14,6). Es la comunidad «del Camino del Señor» (Hch 9,2; 18,25). Este caminar juntos alcanza algunos momentos culminantes cuando ellos se reúnen juntos para discernir la marcha evangelizadora bajo el impulso del Espíritu y la guía de los pastores. Las asambleas son tiempos y espacios privilegiados de comunión para descubrir el paso de Dios auscultando los nuevos signos de los tiempos. La reunión de Jerusalén (Hch 15,4-29) que resolvió la crisis judaizante se expresó con la fórmula: «El Espíritu Santo, y nosotros mismos, hemos decidido…» (Hch 15,28). En ella participaron, de forma diversa, «los apóstoles, los ancianos y la Iglesia entera» (Hch 15,22). Ella es el paradigma del discernimiento espiritual, comunitario y apostólico en la historia de la Iglesia. El Papa jesuita, en la escuela ignaciana, invita a discernir juntos la voluntad de Dios para seguir caminando.
5. Francisco propone una Iglesia sinodal empleando la imagen de una pirámide invertida.
La sinodalidad, como dimensión constitutiva de la Iglesia, nos ofrece el marco interpretativo más adecuado para comprender el mismo ministerio jerárquico… Jesús ha constituido la Iglesia poniendo en su cumbre al Colegio apostólico, en el que el apóstol Pedro es la «roca» (cf. Mt 16,18), aquel que debe «confirmar» a los hermanos en la fe (cf. Lc 22,32). Pero en esta Iglesia, como en una pirámide invertida, la cima se encuentra por debajo de la base66.
La pirámide invertida de la sinodalidad señala una forma de sentir, pensar y obrar en la Iglesia.
6. Esta inversión surge de la «revolución copernicana» producida por la constitución Lumen gentium. Al poner el capítulo segundo De Popolo Dei entre el primero, dedicado al misterio de la Iglesia, y el tercero, dedicado a su constitución jerárquica, introdujo una novedad doctrinal en la historia del magisterio y la teología. «Pueblo de Dios» designa el conjunto de los fieles cristianos, la Iglesia en la totalidad de sus miembros, el primado de la antropología cristiana. Afirma la igualdad bautismal fundamental de todos los miembros del Pueblo de Dios —previa a toda diversidad— por la inserción en el misterio de Cristo y la participación en su misión salvífica.
7. Francisco asume y repiensa el orden paradojal de la sinodalidad, según el cual la base del Pueblo de Dios es situada arriba, en la cúspide de la nueva figura piramidal, y el vértice petrino del ministerio apostólico se coloca abajo, dando un nuevo punto de apoyo. Este orden invertido mira el ministerio jerárquico —colegial y primacial— como servicio a la comunión del Pueblo de Dios. Ghislain Lafont hace una aguda observación sobre esta teología desarrollada por Francisco que vincula el primado del Amor de Dios y la primacía del Pueblo de Dios: «El orden sinodal es una manera de expresar el primado del Amor-Misericordia (de Dios) en el nivel de la Iglesia»67. Esta teo-lógica se expresa en las respectivas figuras del poliedro y la pirámide invertida.
8. Para el Papa una Iglesia sinodal implica renovar las instituciones que canalizan actitudes de escucha, diálogo, aprendizaje, iniciativa, recepción, intercambio, cooperación y participación. La doctrina del sensus fidei del Pueblo de Dios (LG 12), expresa el carácter de sujeto activo de los bautizados en el Espíritu de Cristo. La sinodalidad se expresa a nivel diocesano e interdiocesano en consejos, asambleas, sínodos, conferencias. A nivel de los procesos sinodales de la Iglesia entera procura integrar las voces del Pueblo de Dios, el Colegio Episcopal y el sucesor de Pedro.
Lo que el Señor nos pide, en cierto sentido, ya está todo contenido en la palabra «Sínodo». Caminar juntos —laicos, pastores, Obispo de Roma— es un concepto fácil de expresar con palabras, pero no es tan fácil ponerlo en práctica… Una Iglesia sinodal es una Iglesia de la escucha, con la conciencia de que escuchar «es más que oír» (EG 171). Es una escucha recíproca en la cual cada uno tiene algo que aprender. Pueblo fiel, colegio episcopal, Obispo de Roma: uno en escucha de los otros; y todos en escucha del Espíritu Santo, el «Espíritu de verdad» (Jn 14,17), para conocer lo que él «dice a las Iglesias» (Ap 2,7)68.
En esta dirección, en el presente año 2018 se conoce un nuevo documento de la Comisión Teológica Internacional dedicado a «La sinodalidad en la vida y la misión de la Iglesia».
VI. EL PARADIGMA: UNA REFORMA GUIADA POR LA CONVERSIÓN MISIONERA
1. Una reforma es un cambio hacia un estado mejor. Enseña Santo Tomás que las reformas buscan alcanzar una situación mejor: «in melius reformantur» (ST I, 45, 1, ad 1um). «Los cambios se especifican y dignifican no por su término ‘a quo’ sino por su término ‘ad quem’» (ad 2um).
2. Para Francisco la reforma es un proceso de conversión misionera —personal, comunitaria, pastoral, institucional— de todo el Pueblo de Dios y todos en el Pueblo de Dios. «La reforma de la Iglesia en salida misionera» (EG 17) se orienta a ser más plenamente «una Iglesia en salida» (EG 20-24). Las fórmulas «pastoral en conversión» (EG 25-33) o «conversión misionera» (EG 30) sintetizan la propuesta de Aparecida sobre conversión pastoral y renovación misionera (A 365-372).
3. La novedad del pontificado de Francisco está relacionada con la novedad de Aparecida. Ayer Bergoglio contribuyó con Aparecida; hoy Aparecida contribuye con Francisco. Él la asume con fidelidad creativa y pone la conversión misionera en el corazón de su programa reformador.
No obstante, destaco que lo que trataré de expresar aquí tiene un sentido programático y consecuencias importantes. Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de la conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están (EG 25).
El espíritu de Aparecida se puede resumir en las frases nuevo Pentecostés y conversión pastoral. La V Conferencia significa un paso del Espíritu para intensificar nueva evangelización misionera (A 13) y permanente (A 551). Propone «una actitud de permanente conversión pastoral» (A 366) de todas las comunidades de los discípulos misioneros (A 368). «Esta firme decisión misionera debe impregnar todas las estructuras eclesiales y todos los planes pastorales» (A 365).
4. La Ecclesia semper reformanda es una Ecclesia in statu conversionis y una Ecclesia in statu missionis. La conversión misionera es la clave y la meta de una reforma de la Iglesia. Para Francisco «la salida misionera es el paradigma de toda la Iglesia» (EG 15). El Papa aplica su distinción entre la misión paradigmática y la misión programática69. Este programa convoca a reformar todas las estructuras eclesiales «para que se vuelvan más misioneras» (E 27), lo que incluye la conversión del papado y las estructuras del gobierno central de la Iglesia (EG 32).
5. Francisco plantea la conversión misionera de la Iglesia desde las periferias del Sur. Este proceso verifica de un modo nuevo lo afirmado en 1950 por Yves Congar. Varias reformas fueron inspiradas en un retorno a la pobreza evangélica y generaron un nuevo compromiso con los pobres. Este pontificado vuelve a reconocer el protagonismo de las periferias y los periféricos70.
Las iniciativas vienen sobre todo de la periferia. Con razón se ha dicho que la historia progresa desde las márgenes. Las márgenes están más cerca de la periferia que el centro. Además este, por su vocación propia de guardián de la estructura, prefiere lo definido a lo que busca y aspira a ser definido… La historia enseña también que las reformas emprendidas tan solo desde arriba, sin amplia participación de los elementos de la base, periféricos y populares, tienen poca eficacia… Pero si la mayoría de las iniciativas provienen de la periferia, si las reformas no tienen posibilidad de lograr más que si se apoyan sobre amplias corrientes apostólicas, unas y otras solo pueden realizar una reforma de la Iglesia, una reforma en la Iglesia, y no una ruptura, si son asumidas por la Iglesia, incorporadas en su unidad: eso se hace, concretamente, mediante la declaración y la aprobación de las autoridades, la consagración conferida al profetismo por la apostolicidad… En nuestra obediencia al Espíritu se halla inserta una especie de tensión, es decir, una relación entre dos polos igualmente necesarios. Y esta obediencia solo es plenamente verdadera si alcanza estos dos polos y llena el espacio que los separa. Los dos polos son la iniciativa periférica y su consagración por el centro…71.
6. Francisco promueve una reforma de la Iglesia y una transformación del mundo desde las periferias de los pobres y a la luz de la fe en Cristo: «El corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres, tanto que hasta Él mismo “se hizo pobre” (2 Cor 8,9)» (EG 197). Por eso él desea una Iglesia pobre y de los pobres. La opción preferencial por los pobres es el vínculo profundo entre todas las corrientes de la teología latinoamericana de la liberación, incluyendo la teología argentina del pueblo. Francisco ofrece una notable reflexión bíblico-teológica sobre «los pobres en el corazón de Dios y de la Iglesia» (EG 186-216). Conociendo la tradición me animo a decir que ese texto tiene la mejor exposición del magisterio pontificio sobre Cristo, la Iglesia y los pobres72.
7. La misericordia de Dios en Cristo mueve a construir puentes entre las personas y los pueblos.
Todos los muros caen. Todos. No nos dejemos engañar. Sigamos trabajando para construir puentes entre los pueblos, puentes que nos permitan derribar los muros de la exclusión y la explotación… Las «3-T», ese grito de ustedes que hago mío, tiene algo de esa inteligencia humilde, pero a la vez fuerte y sanadora. Un proyecto–puente de los pueblos frente al proyecto–muro del dinero. Un proyecto que apunta al desarrollo humano integral73.
VII. LA REVOLUCIÓN DE UNA ECCLESIA REFORMATA ET SEMPER REFORMANDA
1. La reforma no es solo reforma de la curia sino de toda la Iglesia y de todos en la Iglesia. Las reformas se realizan a través de procesos sinodales animados por el don del reino de Dios inaugurado en la Pascua de Cristo, lo que requiere caminar marcando un agudo sentido del tiempo. La peregrinación en el tiempo reclama la virtud teologal de la esperanza; las virtudes del área de la fortaleza: perseverancia, paciencia, magnanimidad, audacia; mucha prudencia y más misericordia (EG 44). Una reforma sinodal de la Iglesia implica animar procesos renovadores participativos irreversibles, como el que se dio en el proceso sinodal en torno al matrimonio y la familia. En esa línea el Papa anima a «ocuparse de iniciar procesos más que de poseer espacios» (EG 223).
La reforma sinodal del Pueblo de Dios en la cabeza y en los miembros requiere abordar muchas cuestiones pendientes. Aquí basta nombrar una sola: la necesidad de institucionalizar mejor los vínculos fraternos de los ministros ordenados con todos los fieles porque «los laicos son, simplemente, la inmensa mayoría del Pueblo de Dios. A su servicio está la minoría de los ministros ordenados» (EG 102). Este proceso implica superar tantas formas de clericalismo y de centralismo propias de la imagen piramidal de la Iglesia. En esa línea se orientan la preocupación por delinear la figura del obispo y el presbítero como un pastor que va delante, al lado y detrás del pueblo que se le confía (EG 31)74, y la promulgación de la nueva Ratio para la formación presbiteral75.
2. Solo los papas pueden reformar el papado. Francisco se inscribe entre los papas reformadores. Esta conciencia de recibir una misión reformadora está expresada en el nombre elegido por el Papa argentino. La reforma de la Curia, fijada por el decreto Christus dominus, ha comprometido a tres papas. Pablo VI tenía conciencia y voluntad de llevar adelante la renovación conciliar en todos los planos, sobre todo en las reformas de la liturgia y el gobierno. Instituyó el Sínodo de los obispos, reformó el Colegio de los cardenales, e inició el reordenamiento de la curia con la constitución Regimini Ecclesiae universae, luego modificada por la constitución Pastor bonus de Juan Pablo II76. Benedicto XVI ha reconocido que Francisco tiene el carisma de ser «el hombre de la reforma práctica»77. En su discurso a los miembros de la curia romana en 2017 el Papa se refirió a su ministerio como primado diaconal, remitiendo al título Servus servorum Dei, que expresa la vocación de unirse a Cristo en su forma de siervo (Flp 2,7). Y pidió a quienes trabajan en la curia ejercer una diaconía ministerial y curial para el bien y el servicio de las Iglesias.
3. La reforma profunda de la Iglesia —no meramente disciplinar— es una obra del Espíritu Santo que la renueva (LG 4). Exige una gran docilidad para ser un conductor conducido por el Espíritu.
La reforma de la Iglesia —y la Iglesia es semper reformanda— es ajena al pelagianismo. Ella no se agota en el enésimo proyecto para cambiar las estructuras. Significa, en cambio, injertarse y radicarse en Cristo, dejándose conducir por el Espíritu Santo. Entonces todo será posible con ingenio y creatividad78 .
Francisco insiste en que las reformas profundas nacen de los corazones y arraigan en las actitudes. Un proceso de reforma implica dar pasos en el camino de la conversión personal y comunitaria hacia la santidad, que es la plena comunión con Cristo en el amor. Para Bergoglio, «en la historia de la Iglesia católica los verdaderos renovadores son los santos. Ellos son los verdaderos reformadores, los que cambian, transforman, llevan adelante y resucitan el camino espiritual»79. La santidad de vida es el corazón de una Ecclesia reformata et semper reformanda.
4. Se articulan la revolución del cristianismo y la reforma de la Iglesia, más allá del debate acerca del sentido y la pertinencia de las palabras. Ya en Buenos Aires Bergoglio afirmaba que la fe es revolucionaria y que Jesucristo inició la revolución de la ternura80. Esta última frase tiene un sentido similar a la expresión empleada en Alemania por Benedicto XVI: la revolución del amor81. No hay temor para que aquella sostenga una hermenéutica de la reforma en fidelidad creativa82.
5. La doble dimensión mística e histórica de esta realidad, superior a su idea, requiere una teología que piense el primado de la ternura de Dios en la renovación de la Iglesia y la transformación de la sociedad. En 2015 celebramos el centenario de la Facultad de Teología de Buenos Aires. En ese jubileo el Papa, Gran Canciller de la Facultad de 1998 a 2013, envió una carta a su sucesor por la cual invitó a la comunidad académica a buscar «una unión entre la teología, la espiritualidad y la pastoral a la luz de la misericordia y en la senda del Vaticano II»83. Esta tarea está siendo realizada por muchos pensadores cristianos en distintos idiomas y continentes. En esa línea hay una rica refexión teológica —dogmática, moral y pastoral— y filosófica acerca de la misericodia84.
6. La fe reconoce una misteriosa continuidad entre la experiencia mariana y la experiencia maternal de la Iglesia85. La maternidad pastoral expresa que toda la Iglesia es mariana y María es icono de su misterio. La misericordia de Dios nos llega a través de la ternura maternal de María y de la Iglesia. Nuestros pueblos «encuentran la ternura y el amor de Dios en el rostro de María» (A 265).
7. En 2016, en el discurso a los obispos de México, Francisco se refirió al intercambio de miradas entre La Virgen de Guadalupe y el pueblo. Confesó que había reflexionado sobre el misterio de esa mirada y que deseaba mirar a María y ser alcanzado por la ternura de sus ojos.
Como hizo San Juan Diego y lo hicieron las sucesivas generaciones de los hijos de la Guadalupana, también el Papa cultivaba desde hace tiempo el deseo de mirarla. Más aún, quería yo mismo ser alcanzado por su mirada materna. He reflexionado mucho sobre el misterio de esta mirada y les ruego que acojan o que brota de mi corazón de Pastor en este momento. Ante todo, la «Virgen Morenita» nos enseña que la única fuerza capaz de conquistar el corazón de los hombres es la ternura de Dios. Aquello que encanta y atrae, aquello que doblega y vence, aquello que abre y desencadena no es la fuerza de los instrumentos o la dureza de la ley, sino la debilidad omnipotente del amor divino, que es la fuerza irresistible de su dulzura y la promesa irreversible de su misericordia86.
8. María, «vida, dulzura y esperanza nuestra», es el signo transparente de la revolución de la ternura de Dios y la renovación misionera de la Iglesia. Ella muestra que la ternura es revolucionaria.
Hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia. Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño… Esta dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los demás, es lo que hace de ella un modelo eclesial para la evangelización (EG 288).