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La formación de los psicólogos, una cuestión de rigor científico, responsabilidad social y atención al contexto *

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https://doi.org/10.17230/9789587206937ch3

José María Peiró conversa con Juan Pablo Gamboa Navarro**

Universidad de Valencia, Instituto Valenciano de Investigaciones Econónimcas, Orkestra-Fundación Deusto y Deusto Business School, Universidad de Deusto

El profesor José María Peiró es catedrático de Psicología del Trabajo y de las Organizaciones de la Universidad de Valencia (España) y director del Instituto de Investigación en Psicología de los Recursos Humanos, del Desarrollo Organizacional y de la Calidad de Vida Laboral (IDOCAL) de la misma universidad, donde además coordina el Máster Erasmus Mundus en Psicología del Trabajo, de las Organizaciones y de los Recursos Humanos (WOP-P) y el programa de doctorado interuniversitario en Psicología de los Recursos Humanos. Es presidente de la European Network of Organizational Psychology Professors, presidente en el pasado de la International Association of Applied Psychology (IAAP) y también de la European Association of Work and Organizational Psychology (EAWOP). Es doctor honoris causa de la Universidad Miguel Hernández de Elche (2017) y de la Universidade Metodista de São Paulo (2010). Ha recibido diversos reconocimientos como el premio Aristóteles concedido por la European Federation of Psychologists’ Associations (EFPA) y el Advanced International Research and Service Award concedido por el International Council of Psychologists (ICP), entre otros. Ha publicado más de doscientos artículos científicos y capítulos de libro, además de numerosos libros y monografías. Actualmente, sus investigaciones se centran en el estrés y bienestar laboral a nivel individual y colectivo, el clima y la cultura organizacional y de equipo, los procesos de socialización laboral, así como la inserción laboral de los jóvenes, el desempleo, la empleabilidad y la sobrecualificación.

Juan Pablo: ¿Cómo y por qué escogiste formarte en psicología?

José María: Desde siempre me han atraído los temas relacionados con las ciencias humanas y las ciencias sociales y desde los estudios del bachillerato me fui orientando hacia esos temas. En especial me atraía entender el comportamiento y poder aportar mi conocimiento científico y profesional a las personas y grupos sociales, lo cual se podía hacer de forma especial estudiando psicología y esa fue una de las opciones que hice, sin embargo, eso iba influido por un contexto. Cuando yo tenía que estudiar la carrera, en España solo se ofertaban los estudios de psicología en Madrid y en Barcelona, se estaba trabajando y había grupos que estaban intentando que esta disciplina tuviera mayor presencia en el mundo académico, pero cuando entré en la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de la Universidad de Valencia allí no se enseñaba la carrera de Psicología. Afortunadamente, aunque no se ofertaba esa titulación, sí que se ofrecía bastante formación psicológica porque se acababa de introducir un plan de estudios de filosofía que permitía a los estudiantes elegir bastantes asignaturas de psicología, y esa fue la forma en la que yo pude estudiarla, aunque en realidad mis estudios eran de filosofía. Cuando terminé estos estudios ya había cursado más de quince asignaturas de temas psicológicos y con profesores de esta área, eso me animó a ampliar dichos estudios y obtener el título de psicólogo en la Universidad Complutense de Madrid. Entonces, durante un año más, realicé los estudios que me faltaban y que se requerían para completar el currículo que daban acceso al título de Licenciado en Filosofía sección Psicología, el cual permitía trabajar como profesional psicólogo formado en la universidad. Además, había un título de posgrado que se estudiaba en la Escuela de Psicología Aplicada y que solo se podía cursar si ya eras licenciado en alguna otra disciplina. Así fue como decidí formarme en psicología.

Tenía una gran atracción por la psicología aplicada, pero también me resultaba apasionante todo lo que fuera comprender de manera científica y rigurosa el comportamiento de las personas y de los grupos sociales. La verdad es que el entorno en que me formé me proporcionó un buen caldo de cultivo con grandes oportunidades y con magníficos maestros.

Juan Pablo: ¿Puedes mencionar algunos de esos maestros?

José María: Sí, entre los maestros en la Universidad de Valencia estaba el profesor Helio Carpintero, que ha sido mi mentor a lo largo de toda esta trayectoria académica, y del cual sigo aprendiendo muchísimo. También había reconocidos profesores como José Bernia, Francisco Secadas y Julio Seoane. Una de las personas de las que también he aprendido mucho ha sido el profesor Vicente Pelechano, del cual leí sus libros durante mis estudios y después vino a Valencia cuando yo era un profesor en formación y estaba iniciando mi carrera docente e investigadora. Él introdujo en nuestra facultad estímulos, oportunidades y retos que fueron interesantes y valiosos. En un marco más general, profesores como Pinillos, Yela, Siguán y Fernández-Trespalacios, entre otros, también han contribuido a mi formación a través de la lectura de sus obras y posteriormente en el trato con ellos en el ámbito académico. De ellos he recibido el testigo del interés y de las contribuciones rigurosas, científicas y valiosas para la psicología en el contexto español. En el ámbito internacional me gustaría mencionar a los profesores Robert Roe y Bernhard Wilpert, los dos ya desaparecidos, pero muy vivos en mi memoria y en mi práctica científica y profesional. También al profesor Peter Warr que me acogió en el Instituto de Psicología Aplicada de Sheffield en mi primera visita académica a una institución extranjera en 1985.

Juan Pablo: ¿Qué nos puedes comentar sobre tu formación y trayectoria académica y científica?

José María: Yo siempre he defendido que en el mundo académico lo mejor que puedes hacer es aprender de quien te puede enseñar y hacerlo de forma rigurosa, cuidadosa y responsable, allí donde encuentres más oportunidades. Como ya he dicho, mi interés fundamental en función de mis preferencias personales y de mis propios valores era la psicología aplicada. Sin embargo, pronto me di cuenta de que uno de los ámbitos en los que podía aprender más como investigador y como psicólogo era precisamente en el ámbito de la historia de la psicología, porque mi maestro era un especialista, una persona de primera línea en esos campos y además tenía una trayectoria y una conexión con una importante tradición filosófica muy relevante para las cuestiones centrales de la psicología y de su historia. Me refiero a la obra de Julián Marías, Ortega y Gasset y Xavier Zuribi, representantes de una trayectoria filosófica que en aquella época en España era realmente importante. Por tanto, empecé mi trayectoria académica de posgrado y de doctorado investigando en historia de la psicología, de hecho, mi tesis doctoral es sobre la psicología de James Mark Baldwin,1 quien me puso en contacto directo con la psicología funcionalista norteamericana, el preconductismo y con todo lo que después supuso el desarrollo de la psicología genética de Piaget, además de una serie de cuestiones importantes en el ámbito social y del desarrollo del self en su matriz social.

Durante mi trayectoria de investigación, en el grupo en el que estaba, pude hacer compatibles diversas actividades de I+D y práctica profesional en ámbitos aplicados. Realicé actividades en el ámbito de la psicología comunitaria, dirigiendo el Instituto Pro-Desarrollo Comunitario de Torrent.2 Además, hicimos algunas aportaciones en el ámbito de la psicología ambiental bajo la dirección del profesor Carpintero gracias al encargo de una empresa de construcción, el cual nos permitió analizar los aspectos psicológicos y psicosociales que incidían en un mejor diseño de las residencias de tercera edad de modo que resultaran más adecuadas para las personas que vivían en ellas. Por otra parte, pusimos en marcha, en una localidad próxima a Valencia con fuertes tasas de inmigración, un gabinete de psicología aplicada en el ámbito de la educación el cual fue dirigido por María Victoria del Barrio, una excelente psicóloga y profesora de universidad, en psicopatología infantil y juvenil. Allí mi papel fue el de organizar y dirigir una cooperativa de psicólogos que desarrolló un acuerdo de servicios con el ayuntamiento de la ciudad; la contribución que hice en ese ámbito estaba en buena medida relacionada con los aspectos organizativos de los servicios.

Por lo tanto, mi periodo de formación como investigador y profesor en los primeros años estuvo marcado por una combinación entre, por un lado, lo que podría ser investigación fundamental y básica para comprender lo que es la psicología –en especial desde la vertiente de su desarrollo histórico–; y por otro, la investigación e intervención aplicadas en contextos reales en varios ámbitos de la disciplina, evaluando sus resultados e implicaciones. Recuerdo que teníamos mucha ilusión por mostrar y demostrar a la sociedad y a los destinatarios de nuestras actuaciones la utilidad de la psicología en la sociedad ante las demandas reales.

En el ámbito académico, las plazas a las que por mi perfil yo podía concursar públicamente (en oposición)3 para alcanzar la estabilidad (“tenure”) en la carrera de profesor universitario, eran las de psicología general, dado que no había por aquel entonces ese tipo de plazas con el perfil de historia de la psicología, lo cual supuso un esfuerzo importante para preparar todo el temario y la memoria que había que presentar sobre esa disciplina. Fue también una excelente oportunidad que aproveché con esfuerzo y empeño para estudiar y comprender los procesos psicológicos, analizarlos en profundidad y hacer una revisión actualizada de la literatura sobre los desarrollos recientes de la investigación en esos ámbitos. Esa preparación la pude ampliar después impartiendo durante varios años asignaturas básicas como psicología de la motivación, psicología del aprendizaje y psicología general. En esa época me interesé por la psicología de las organizaciones porque me parecía un ámbito de investigación y práctica profesional de gran riqueza, muy poco desarrollado en España y que suponía una magnífica oportunidad para integrar conocimientos disciplinares de la psicología general, social y diferencial. Decidí pues a comienzos de los ochenta iniciar mi propia línea de investigación en ese ámbito en la temática del estrés de rol laboral.

Poco después, llegó la invitación del profesor Fernández-Trespalacios para escribir el libro Psicología de la Organización de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED)4 y esa fue una gran oportunidad para revisar sistemáticamente los grandes temas de la psicología organizacional. Comentaré que el encargo requería escribir un amplio manual de esa disciplina que necesariamente debía tener treinta y seis capítulos, por lo que durante dos años, capítulo a capítulo, revisé de forma sistemática todos los temas centrales que aparecen reflejados en la obra, lo cual me permitió una formación sólida en ese campo.

Juan Pablo: ¿Es ahí donde empieza tu interés y tu desarrollo en la Psicología de las Organizaciones?

José María: Sí, ahí empieza. Desde comienzos de los ochenta empiezo a formar un pequeño grupo de investigación en el que jugó un papel primordial el ahora profesor José Luis Meliá y al que pronto se añadirían los ahora también profesores Rosario Zurriaga, Oto Luque, Vicente González-Romá y Fernando Prieto. La primera temática que abordamos, como he mencionado, fue la influencia social de los roles en las organizaciones y también el estrés de rol y sus competencias. Esta temática se mostró muy enriquecedora para un análisis multinivel (individual y organizacional) y con un enfoque que permitía atender a la persona y al rol que desempeñara en la organización así como a su entorno y matriz social (el conjunto de rol). También permitía analizar las implicaciones que el desempeño del rol y otros procesos relacionados tenían para el estrés y, en forma más general, la salud, el bienestar y también el desempeño laboral. Como se puede ver fue todo un acierto empezar por esta temática que ha resultado una primera declaración programática de buena parte de mi investigación posterior.

Juan Pablo: ¿Qué reflexión haces de tu propia formación como psicólogo?

José María: La formación inicial, y sobre todo la continua o permanente como psicólogo y como profesor de psicología, ha sido muy importante y una constante en mi carrera. Lo que resaltaría aquí es que es muy importante y muy interesante, pero si no va acompañada de una formación continua, tiene fecha de caducidad y además se degrada y deteriora. Es pues fundamental que los profesionales y los investigadores estemos permanentemente haciendo esfuerzos para ampliar nuestros aprendizajes con empeño y abordando las distintas temáticas, técnicas, tecnologías y metodologías que van apareciendo, gracias a la investigación en nuestro campo que es terriblemente dinámico e innovador. Si no actualizamos constantemente nuestra formación, un profesional (y también un investigador) no puede mantener el diálogo con los avances de la propia disciplina, tan relevantes para el propio trabajo investigador y profesional; irremisiblemente sus conocimientos quedan entonces obsoletos. Por lo tanto, yo diría que mi formación fue muy positiva, muy retadora, pero también muy provechosa, y su efecto más importante ha sido seguir alimentando las ganas, el empeño y el interés por seguir formándome como psicólogo y como investigador en psicología.

Juan Pablo: Pasemos a la segunda parte de la entrevista, referida al estado actual de la formación en psicología. Dado tu conocimiento universal de la formación, me gustaría que nos aportaras una visión de ella a nivel global, pero también del contraste que encontrarías entre los niveles europeo y latinoamericano.

José María: Creo que la formación universitaria contemporánea en psicología, desde una perspectiva histórica, ha hecho importantes progresos desde los inicios hasta la actualidad. Por otra parte, esos desarrollos han sido posibles por el crecimiento y la diversificación de la propia psicología en sus distintos ámbitos y subdisciplinas, y en su diálogo con otras ciencias como la economía, la biología, las neurociencias y la sociología; también con la filosofía y la antropología. Todo ello ha hecho que haya una mayor diversidad en la formación del psicólogo y mayor conciencia de que es necesario combinar una formación científica y profesional. Es muy importante que haya prácticas y estrategias de intervención y una mayor conciencia del contexto en el que se aplica la disciplina y que no se enfoque la formación de manera abstracta in vacuo o in vitro, sino que tenga en cuenta el contexto.

La demanda de formación en psicología en muchas partes del mundo ha sido apabullante e impresionante y eso también tiene una cara menos positiva, porque ese exceso de demanda ha hecho que no siempre la oferta que se ha proporcionado sea de suficiente calidad ni que los resultados que se obtienen sean los que se necesitan para cumplir adecuadamente sus diferentes funciones. Hay gente que estudia psicología por mera curiosidad intelectual y por entender la realidad, son titulados, pero no pretenden ser psicólogos, si entendemos como tales a los titulados que desempeñan ese rol profesional.

En cualquier caso, la formación de los psicólogos es, en muchos casos, muy positiva; hay metodologías, herramientas y materiales magníficos, y también un progreso y un avance en las formas de enseñar que son cada vez más eficaces. Cuando esa formación va dirigida a la preparación para el ejercicio profesional, no puede consistir únicamente en transmisión de conocimientos; ha de formar también en habilidades, destrezas, actitudes y, sobre todo, en competencias. Además, cada vez más se está tomando mayor conciencia de la importancia de los componentes éticos de esa formación, de la responsabilidad profesional, del poder como expertos que tienen los psicólogos y cómo se ha de utilizar de manera adecuada con respeto al destinatario y al usuario, y con el rigor y la responsabilidad social que requiere. Entiendo que en todos estos aspectos ha habido progresos, pero junto a ellos veo zonas de sombra, porque no siempre la calidad de la formación es la que debiera ser, y no siempre lo que hay detrás del papel que refleja que esa persona es titulada en psicología y le autoriza para el ejercicio profesional en ese ámbito, garantiza una preparación y cualificación científica y profesional adecuada.

Además, hay retos fundamentales, entre ellos, lograr una identidad de la psicología como ciencia, como disciplina y como profesión que sea reconocible y reconocida en distintas partes del mundo, y hacer que esa identidad se concrete, y que se adopten las formas adecuadas para orientar la demanda, garantizando que se preste un buen servicio a la sociedad y a las personas en sus distintos contextos. En esa concreción y en esos esfuerzos, lógicamente hay que tomar en cuenta la realidad histórica, el contexto social, cultural, sociopolítico y geográfico, y otros muchos elementos que resultan fundamentales para intervenir como psicólogos de forma eficaz, ayudando a las personas en su mundo. Encontrar esa unidad en la diversidad, esa combinación del pluralismo en un enfoque que haga reconocible la identidad de la disciplina a nivel mundial es fundamental, y más en el proceso de globalización que estamos viviendo. Ahora bien, dicha globalización se ha de completar con aspectos de la “localización”, porque la psicología siempre se ejerce en un determinado contexto y el contexto concreto y local (envuelto a su vez en el marco global) tiene un peso importante. Por eso, el planteamiento más pertinente para reflejar esa doble perspectiva que se ha de tomar en consideración es el de un enfoque “glo-cal” que combine lo global y lo local. Sobre estas cuestiones tuve la oportunidad de reflexionar en alguna de mis publicaciones durante el tiempo en que fui presidente de la International Association of Applied Psychology (IAAP)5 y también en la experiencia que durante más de diez años venimos realizando en el marco del programa Erasmus Mundus sobre Psicología del Trabajo y las Organizaciones que se imparte por un consorcio de universidades de distintos países.6

En relación con las semejanzas y diferencias de los psicólogos en España y en Latinoamérica, yo diría que, por una parte, hay amplias semejanzas por la gran ventaja de tener una lengua en común, de leer los mismos textos y por tener acceso a lo que se hace allí y aquí. El hecho de que muchos españoles hayan ido a países iberoamericanos –por ejemplo, Ignacio Martín-Baró–, se hayan involucrado y arraigado en esa realidad, y también, por otra parte, que con creciente frecuencia estudiantes de posgrado y doctorandos vengan aquí y aporten sus puntos de vista, sus planteamientos, sus preguntas de investigación a los planteamientos de investigación que se hacen en los distintos departamentos,7 todo eso hace que haya una parte de componentes comunes.

Junto a eso, lógicamente, las realidades son parcialmente diferentes entre España y Latinoamérica, además hay importantes diferencias en la psicología en las diversas partes de Latinoamérica; incluso, veo que hay una gran diversidad en planteamientos paradigmáticos. Creo que esa diversidad es enriquecedora y, en la medida en que haya diálogo y se esté abierto a considerar con rigor las aportaciones de las distintas partes, es un elemento de innovación. Considero un reto importante, como en casi todas las partes del mundo, hacer compatible el rigor y la responsabilidad de científicos con la respuesta a las demandas y necesidades sociales, con la forma de tematizar los problemas, de analizarlos y de investigarlos. Así pues, uno de los desafíos en los que habría que ahondar para avanzar sería, quizás, que se importen menos conocimientos y tecnologías de forma acrítica y que se investigue más localmente, desarrollando tecnologías adecuadas para cada contexto; por ello es importante que lo que se importe se haga de manera crítica y rigurosa y, por tanto, con las adaptaciones oportunas. Ese mayor desarrollo e investigación, creo que se ha de hacer desde el diálogo con la comunidad internacional y con las estrategias y metodologías rigurosas, que permitan fundamentar la actuación profesional. Cuando digo “rigurosas” no necesariamente identifico ese término con metodologías cuantitativas, en muchas situaciones es fundamental una aproximación de corte cualitativo, de reflexión crítica; reconociendo las fortalezas y debilidades que cada una de esas aproximaciones tiene, su utilidad y su alcance, así como su aportación a la evidencia científica, ambas tienen que inspirar la intervención psicológica de los profesionales, la cual ha de basarse tanto en la evidencia científica, como en la experiencia profesional valiosa.

Juan Pablo: Centrándonos en la formación en psicología, ¿cuáles serían los aspectos y procesos nucleares de dicha formación?

José María: En eso me tengo que remitir a lo que he venido trabajado durante los últimos veinte años, desde 1997, siendo consciente de que en lo que ahora voy a comentar, el énfasis y el foco es europeo. En ese año acepté ser miembro de un equipo de psicólogos de diversas partes de Europa que estaba configurando la profesora Ingrid Lunt para desarrollar un proyecto de investigación sobre la formación y certificación de la psicología en Europa. Ese equipo, con ampliaciones y cambios, ha venido trabajando todos estos años liderado por la profesora Lunt y ha jugado un papel fundamental en el desarrollo de la disciplina en Europa y en el mundo, pero principalmente en Europa. Junto con los profesores Bernhard Wilpert y Robert Roe y una docena más de investigadores y profesores de distintas universidades europeas hicimos una reflexión profunda y fundamentada sobre la diversidad de modelos de formación en el continente; analizamos las diferentes aproximaciones, las distintas trayectorias y los diversos enfoques, y desarrollamos una serie de propuestas sobre las que pedíamos aportaciones de varios grupos de interés en diferentes países. Así, se escucharon las contribuciones de las conferencias de decanos de facultades de psicología, las asociaciones profesionales y científicas, las organizaciones de estudiantes de psicología y otros grupos de interés relevantes. También se presentaron los trabajos y sus avances en los simposios de diferentes congresos, jornadas y seminarios que se realizaban en diferentes países europeos sobre el tema. Poco a poco fuimos configurando lo que podría ser un modelo nuclear o fundamental que fuese una guía, por supuesto con mucha flexibilidad en cuanto a la concreción definitiva de los componentes que se debían considerar para la formación de los psicólogos.

El modelo propuesto se estructuró en dos ciclos, aunque había flexibilidad también en su duración. Tres años de grado, dos años de posgrado y un año de práctica supervisada hacían un modelo de formación para el ejercicio profesional de la psicología en Europa. En ese modelo, y como se puede ver en el libro EuroPsy,8 señalamos que es importante entender los fenómenos psicológicos desde una perspectiva individual, los procesos psicológicos básicos, los componentes del desarrollo evolutivo, los componentes de las patologías, los aspectos diferenciales y de la diversidad, los fundamentos y bases biológicas, además de la necesidad de una mirada social y grupal e incluso societal, institucional y organizacional. En el “modelo EuroPsy” se resalta la importancia de tres vías (individual, grupal y societal) y también se presta atención a las tres salidas básicas e iniciales (clínica y salud, trabajo y organizaciones, y educación). Igualmente se pone énfasis en la formación en metodologías cualitativas y cuantitativas y también en el diálogo con otras disciplinas y en algunos aspectos de esas disciplinas. Esto lo proponíamos en unos niveles de la aproximación de grado9 y posteriormente en el posgrado. Se planteaban como viables diversas posibilidades con distintos grados de especialización, porque queríamos ser respetuosos con diversas opciones formativas con tradición en Europa y valiosas en determinados entornos y ámbitos. Por eso tratábamos de no ser excesivamente prescriptivos, pero sí señalar los componentes que harían que esa formación fuese fundamentalmente idónea para que no se desdibujara la identidad de la disciplina y de la profesión en el continente.

En el posgrado (segundo ciclo), se permitían opciones de una formación que profundizara en los procesos básicos o que atendiera a procesos formativos aplicados y profesionales generalistas, que introdujeran a los estudiantes en varias salidas profesionales. También se consideró una formación profesional más centrada en alguno de los campos clásicos de intervención de los psicólogos. En este sentido, establecimos cuatro campos: el primero, clínica y salud; el segundo, educación y desarrollo; el tercero, psicología organizacional y del trabajo; y el cuarto se dejó abierto para que cada país incluyera aquel ámbito de práctica más consolidado y desarrollado; que tuviera clara imagen social como servicio profesional de los psicólogos. Según los países, se atendían ámbitos como intervención psicosocial, psicología forense, o de tráfico y seguridad vial, entre otros.

Juan Pablo: Veo que el modelo es muy global, y aunque se recogieron diversas realidades europeas tiene una aplicabilidad general.

José María: Sí, había un programa impulsado por la Unión Europea, el programa Tuning Europa,10 en el que se hacía un esfuerzo por definir las guías y características básicas comunes que debiera considerar el diseño de los programas educativos universitarios en distintos campos de la enseñanza superior. Se buscaba que un amplio grupo de profesores universitarios, asociaciones y profesionales participasen en configurar lo que debería ser el tronco común de la formación en Europa en distintas disciplinas. En nuestro caso se nos invitó a que, a partir del EuroPsy, hiciésemos una propuesta que finalmente fue aceptada e incorporada. Lo más interesante es que junto al Tuning Europa, se desarrolló también el Tuning Latinoamérica, en cuyo marco se desarrollaron unas propuestas de formación. En el análisis de ambas se puede constatar que no hay una gran diferencia entre lo que puede ser un núcleo común, aunque luego en las plasmaciones y concreciones se ven, lógicamente, aspectos específicos de cada contexto.

Es importante que este tipo de análisis y esfuerzos se realicen para diferentes regiones del mundo porque ello permite una reflexión global de la formación en psicología al tiempo que hacen posible identificar los aspectos y concreciones específicas para cada contexto. Por ejemplo, recuerdo que en un determinado país había tal flexibilidad en el diseño de programas formativos que se podía plantear e impartir una licenciatura11 o un grado solo de Psicología Organizacional. Cuando ibas a ver ese currículo, ya desde el primer curso había déficits importantes en la formación de un psicólogo, como la falta de formación en los aspectos biológicos y psicobiológicos, en los aspectos culturales o en los procesos básicos en detalle, etc; por tanto, ese programa en concreto no se ajustaba al marco de contenidos mínimos planteados en el modelo EuroPsy. Es pues importante que existan estos marcos generales que, sin determinar la totalidad de contenidos de un programa, señalen los contenidos fundamentales de los mismos.

Juan Pablo: Hablando en términos del proceso, ¿qué nos puedes contar de la relación profesor-alumno?

José María: La relación profesor-alumno es fundamental en el proceso formativo, pero hay que contextualizarla en el diseño y desarrollo del mismo, de una forma más amplia y comprehensiva. Es importante diseñar y elaborar el proceso formativo en sí, el cual no puede basarse solo en la relación profesor-alumno porque hay muchos más elementos implicados, desde los aspectos organizativos, los del diseño curricular, las metodologías docentes, la composición del grupo de alumnos y la composición del claustro de profesores. Hay, pues, muchos elementos de proceso como la garantía de calidad, el estímulo del aprendizaje, los mecanismos de revisión de los propios programas y la evaluación de los resultados y los procesos de aprendizaje. Al definir y diseñar el proceso ya no se trata únicamente de determinar lo que se enseña sino de establecer los mecanismos básicos de la enseñanza y el aprendizaje. Este es un elemento fundamental en los procesos de acreditación, junto a la demanda de profesionales en el mercado laboral, la adecuación del perfil en el que se está formando a los profesionales a esa demanda y otros aspectos como la internacionalización del programa.

En cualquier caso, en la relación profesor-alumno es importante la clarificación, desde el principio, de qué se va a enseñar y también de qué buscan aprender los alumnos, es decir, cuáles son los objetivos y qué se persigue con esta formación. Hay que clarificar si los alumnos en su mayoría buscan formarse para el ejercicio profesional, o como investigadores, o para cultivar la curiosidad del conocer y saber cómo se está desarrollando nuestra disciplina. Todos esos objetivos son legítimos y se pueden atender. Bien es verdad que dependiendo de los énfasis habría que enfocar la formación de una u otra manera. Por ejemplo, existen países en los que, desde la acreditación de los estudios, se diferencia entre títulos de psicología que preparan para el ejercicio profesional y otros que ponen el énfasis en objetivos formativos como el conocimiento de la disciplina. Se puede formar en el conocimiento de la disciplina para la investigación u otras finalidades.

De todos modos, no podemos olvidar que, en la sociedad actual, al menos en las sociedades avanzadas, muchos jóvenes estudian en la universidad con la aspiración de prepararse para el ejercicio profesional y mejorar sus oportunidades de carrera. Esa parece ser la aspiración predominante hoy de los alumnos y no se puede perder de vista. Ante este hecho existen diversos riesgos: el primero es que parte de los formadores deberían ser profesionales con muy buena base en investigación y buen conocimiento de los avances de la evidencia científica, por tanto no puede tenerse una plantilla docente únicamente compuesta por investigadores, porque podría quedar comprometida la parte profesional de esa formación. Un segundo riesgo es que se plantee la formación como una mera adquisición de conocimientos cuando al final lo que necesitará la persona que va a trabajar profesionalmente son competencias; esto no significa que los conocimientos no importen, sino que esa adquisición ha de completarse con la formación de competencias y es fundamental crear las condiciones para que se adquieran; para ello, el mecanismo fundamental es aprender haciendo bajo supervisión y retroalimentación experta. Tenemos pues, el reto de crear un espacio de aprendizaje que además de la adquisición de conocimientos, potencie la reflexión crítica sobre los mismos y facilite su articulación con las habilidades y actitudes que se requieren en el ejercicio profesional basado en competencias.

Aquí es fundamental hacer referencia a otra cuestión puesto que podría dar la impresión de que estoy contraponiendo las competencias y la práctica profesional a la investigación científica, y no es así. La práctica profesional, en la medida en que se basa en una disciplina científica, y esta es una característica esencial de la misma, tiene que sostenerse en el rigor y en los conocimientos científicos; esto es lo que avala el poder experto del profesional. Con base en su conocimiento y preparación científica puede recomendar, plantear y, en ocasiones, prescribir lo que hay que hacer y cómo hacerlo. Estas recomendaciones y planteamientos han de basarse en un conocimiento riguroso y científico cuya adquisición requiere enfoques y metodologías complejas y, en ocasiones, diversas.

La formación que se proporciona por parte de los profesores debe tener tres elementos fundamentales: el primero es que la relevancia, el conocimiento y las competencias que se transmiten deben ser sobre fenómenos pertinentes que respondan a las necesidades de la sociedad; el segundo es el rigor que se basa en la investigación científica; y el tercero, pero no por ello menos importante, es la ética profesional. Además, el profesional ha de ser capaz de adaptar y concretar sus conocimientos y competencias al contexto en el que opera. Por esto junto a la investigación básica es importante la realización de investigación aplicada y el desarrollo de metodologías y tecnologías que faciliten y contribuyan a esa contextualización. Todos estos son aspectos a resaltar y en todos ellos, la relación fructífera y positiva entre profesor y alumno es fundamental. Esa relación estimula, anima y apoya al alumno a desarrollarse, trabajar, buscar sus propias preguntas y respuestas, y elaborar estrategias para un aprendizaje integral que le permitan la práctica profesional.

El alumno en este momento tiene muchas oportunidades de aprender. Recuerdo un estudiante que, cuando le pregunté en qué universidad había estudiado, me dijo: “Yo hice una parte de mis estudios en la universidad en que me han dado el título. Ahora bien, también he estudiado en otras universidades”. Y me mencionó varias universidades importantes añadiendo: “En YouTube encuentro grabaciones de lecciones, clases y conferencias de profesores de esas otras universidades y he aprendido mucho. Así pues, me considero alumno en ellas porque he estado siguiendo su formación en los programas que tienen”. Hay que ser conscientes de esta realidad, y hay que estimular a los estudiantes a aprovechar esos recursos en Internet y otras fuentes.

Juan Pablo: Creo que esto lo podemos enlazar con la siguiente pregunta sobre las implicaciones subjetivas para los estudiantes y para los docentes, que hemos entendido como implicaciones más personales: la disposición al aprendizaje constante, a formarse con las nuevas tecnologías, etc.

José María: Yo recomendaría a docentes y a estudiantes que su desarrollo y aprendizaje se enmarque en una reflexión más fundamental en torno a su propósito y su misión en la vida. Se trata de una cuestión fundamental que tiene que ver con la propia realización personal; y esa realización no es una realidad vital estática sino el desarrollo de la propia biografía. Nuestro desarrollo no es solo biológico y el reto que tenemos es ir haciendo nuestra vida personal y construyéndonos como personas con otros. Me resultan muy interesantes los cuatro pilares de la educación que señaló Delors:12 el primero, tiene que ver con aprender a conocer, desarrollarse como persona es ser capaz de entender con mayor riqueza y con mayor adecuación el mundo en que vivimos, eso es aprender a conocer, a interpretar y a entender la realidad en la que vivimos. Además, hemos de aprender a convivir, a vivir con otros y a entender que esa convivencia nos ayuda o ha de ayudarnos a realizarnos como personas. El tercer aspecto es aprender a hacer y a construir nuestro mundo, juntos. Vivimos en un entorno físico ambiental que está ahí, pero nuestro medio no es solo físico y natural, como lo puede ser el de un animal; nuestro entorno es un mundo que hemos creado y que podemos transformar, reorganizar, reconstruir o incluso destrozar. Por eso, como diría Zubiri, el animal está “enclasado” en su medio, pero las personas vivimos en un mundo que es en buena medida construido por las personas en sociedad y que podemos modificar deteriorándolo o, por el contrario, contribuir a su mejora. Todos esos procesos de aprendizaje (aprender a conocer, a convivir y a trabajar) nos permiten ir haciéndonos como personas y ello hace referencia al aprendizaje más fundamental: el aprender a ser. Ir respondiendo a las preguntas ¿quién soy yo?, ¿quién quiero ser?, ¿cómo me estoy realizando como persona?, y ¿cómo lo hago con otros?, es un aspecto fundamental de la propia vida. Para mí, esa es la subjetividad, y el gran reto que tenemos los profesores, los alumnos y cualquier persona en general: desarrollar una vida que no sea meramente biológica, sino biográfica. En el vivir, la persona puede atravesar etapas difíciles, quizás de desorientación, pero es importante tener un proyecto, un horizonte, un propósito hacia el futuro. Un presente sin que veamos un futuro como situación habitual en la vida, tiene poco sentido, por no decir ninguno.

Juan Pablo: Ahora pasamos al tema del currículo oculto, que entendemos, en el contexto de esta entrevista, se trata de un plan de estudios de carácter más “informal” que oculto...

José María: Sí, sin embargo, podemos darle la vuelta en otra dirección. Yo les digo a mis estudiantes, “nosotros os hacemos una propuesta durante los dos años de máster13 de lo que hay que estudiar, pero después vais a tener que organizaros vosotros el currículum”. Por lo tanto, ese currículo es abierto en el qué y en el cómo; desde luego hay unos mínimos de lo que hay que estudiar, aunque prefiero decir aprender, apropiárselos y tratar de mostrar que uno ha mejorado y ha cambiado en esos aspectos que necesita mejorar personal y profesionalmente. Al final, una persona entra en el máster sin ser un profesional o científico, y en gran medida el objetivo de la formación es que, al finalizar, la persona sea más profesional, más científica, aparte de que sea mejor persona, viviendo en sociedad y en convivencia. Se trata de cambiar, o mejor, de transformarse a sí mismo.

Para mí, el currículo que caracterizas como “oculto” –y que yo creo que ha de hacerse visible– es el que cada uno se plantea conseguir con sus estudios. Por ejemplo, en mi caso, en un determinado momento quería estudiar psicología y el psicodiagnóstico lo vi como una asignatura fundamental, pero lo que yo pude estudiar en Psicodiagnóstico de manera oficial fueron algunos pocos temas, porque ese año fue el año en que murió Franco14 y las circunstancias sociopolíticas hicieron que estuviéramos de huelga el ochenta por ciento del curso académico. Así, mi currículo oculto al participar en dicha huelga y asumir sus contingencias supuso que tenía que prepararme en aquello que no había estudiado en la formación académica formal de ese año. De esta manera tuve que organizar mi propio currículo porque era inadecuado salir al mundo profesional sin tener una formación y cualificación adecuada en psicodiagnóstico. Para ello, me estudié varios manuales, entre ellos el de Vicente Pelechano de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED),15 tratando de entender los distintos temas e incluso intenté hacer, mal que bien, algunas prácticas. Afortunadamente, me ayudaron y me asesoraron algunos profesores, entre ellos el de la asignatura, que también estaba de huelga; y eso lo hice, en parte, durante ese año y me quedó tarea pendiente en ese campo después de aprobarla.

Ese currículo que cada uno “se hace”, y que está vinculado a lo que uno quiere y a su proyecto, es para mí el que denominas como “oculto”. Si uno se cree que la nota de una asignatura y, de forma más amplia, el documento del título que dice que uno está preparado en una determinada materia o disciplina, pero en realidad nada de eso refleja la realidad de lo que sabe, entonces no vamos bien. Por lo tanto, hay que dar fundamento y realidad a lo que certifica el título (nuestra preparación y cualificación), de lo contrario, nuestra preparación está desvinculada de la realidad formal que quiere reflejar ese título.

Juan Pablo: En términos de obstáculos y apalancadores del proceso formativo en psicología, ¿qué nos podrías comentar a partir de tu experiencia?

José María: Creo que habría que analizarlo en distintos contextos, porque los obstáculos y las palancas pueden ser diferentes en unos contextos y en otros; mi experiencia puede estar influida por aspectos concretos y específicos de nuestra cultura. Entre los obstáculos que yo veo, se encuentran todas aquellas situaciones que pueden llevar a que estudiantes y profesores pasen de una convicción de que lo que hacen es importante, a plantearse que lo que hay que hacer es un mero cumplimiento de unos requisitos y tareas establecidos; creo que la pérdida de ilusión, de sentido, de empeño y de implicación en lo que hacemos es el obstáculo más importante. Considero que en este momento hay muchos recursos; en mi experiencia, comparando mis años de estudiante con la realidad actual, nunca ha sido tan fácil como ahora tener recursos útiles para formarte; sin embargo, a veces parece que eso desestimula, desincentiva el empeño y las ganas de buscar esa formación. Por lo tanto, si los recursos acaban siendo un obstáculo, estos se convierten en un peligro.

En cuanto a las palancas, veo muchas. Creo que es impresionante y retador tratar de comprender y entender los fenómenos psíquicos y psicológicos de las personas, comprender y conocer lo que se sabe de esta disciplina para ayudar a las personas en su bienestar y su convivencia –con justicia– en los diferentes ámbitos de sus vidas. En especial, comprender mejor las organizaciones y los grupos sociales en una mejor organización que los haga más eficaces y humanos, ayudando a que las personas construyamos mejor nuestro propio proyecto de vida y en convivencia con otros. Para mí esto es una palanca importante para los que quieren trabajar como psicólogos de las organizaciones.

Hay palancas más concretas, mencionaré aquí algunas, aunque es importante que cada uno analice cuáles son relevantes para él o para ella, con el fin de entender mejor qué puede hacer para aprovecharlas y utilizarlas en la superación de las dificultades y obstáculos, y en el desarrollo y progreso personal y social. Por ejemplo, en el curso de orientación del Máster, una de las cosas que hacemos con los estudiantes es un análisis identificando las debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades (DAFO) de la profesión en cada uno de sus países. En nuestro Máster tenemos estudiantes de muchos países y ellos hacen ese análisis para entender cuáles son las oportunidades y cuáles pueden ser las barreras. Esto nos permite un conocimiento amplio y, en nuestro caso, al haber estudiantes de varios países, nos ofrece una perspectiva internacional.

De hecho, una palanca interesante es la internacionalización de la formación, creo que ello abre muchas perspectivas y ayuda a entender mejor la realidad al tiempo que relativiza lo que uno cree que es esa “realidad” estimulando el diálogo. El diálogo es un aspecto importante en la formación, en la convivencia y en el trabajo. Para comprender el sentido más genuino de esta actividad humana creo que conviene acudir a su etimología que combina dos vocablos griegos dia y logos. Este último, en griego, significa la manera de entender y razonar que cada uno tenemos y que puede ser más o menos rigurosa o elaborada, mientras que dia significa “a través”. Así pues, “dia-logar” es considerar diversos logos, siendo capaz de comprender el logos de otros y su manera de entender la realidad. Es también poder comprender nuestra propia forma de captar esa realidad y a partir de ahí ver cómo es posible la revisión y enriquecimiento de nuestro logos, el respeto del otro, y el intercambio de puntos de vista y formas de entender la realidad para enriquecer la nuestra y las del grupo. Este es el sentido, a mi comprender, y el valor del diálogo.

La experiencia que todos los años realizamos en el Máster Erasmus Mundus, en este orden de ideas, es magnífica. Por lo general, tenemos un grupo de alumnos que proceden de los cinco continentes; cada uno viene con su logos, con su manera de entender, que en parte es común porque vivimos en un mundo en cierta medida globalizado, además todos han estudiado psicología, al menos en el grado. Ahora bien, es también en parte diferente porque la han estudiado en contextos muy diferentes. Por eso es importante tomarse en serio el dia-logos, atravesar y pasar a estudiar los distintos fenómenos, y hacerse cargo de los diferentes logos con que pueden ser abordados. Por ejemplo, es interesante preguntarse cómo se hace la selección de personal en diferentes regiones y países del mundo y por qué se hace de manera diferente: ¿cuál es la lógica? Creemos que desde Europa podemos compartir planteamientos y estrategias de actuación que pueden ser interesantes para otros países. Ahora bien, al compartirlas nosotros mismos las reconsideramos desde esas diferentes perspectivas y contextos y ello nos ayuda a entenderlas mejor y a acotarlas en su alcance, identificando mejor sus límites y posibilidades. Entonces ese dia-logos se convierte en un proceso fundamental para hacer progresar nuestra propia formación y preparación como profesores, y la de los estudiantes, en un contexto de internacionalización que nos prepara mejor para un trabajo transnacional y transcultural, necesario pese a que no nos movamos de nuestro propio entorno y cultura, porque también este es cada vez más internacional. Estas experiencias nos ayudan también en la mejora de la propia investigación científica, porque también en ella es importante contemplar los componentes culturales y contextuales en los cuales la ciencia se identifica, se produce y en los que se utiliza.

Juan Pablo: Nos queda el último bloque de la entrevista, el cual está referido a cómo ves el porvenir de la psicología como ciencia y como profesión…

José María: La psicología emergió hace casi siglo y medio por hibridación de dos ciencias, la fisiología y la filosofía, y así se planteó buena parte de la investigación que se hizo en el laboratorio de Wundt, aunque de forma interesante fue también el propio Wundt quien estudió la psicología de los pueblos y de las culturas. No sé cómo será el futuro de la psicología. Podría ocurrir que, igual que emergió por la hibridación de dos disciplinas académicas, también evolucione integrándose en diversas disciplinas nuevas junto con otras ciencias (por ejemplo, la neurociencia, la economía comportamental, etc.); de hecho, cabe constatar fuerzas centrifugas que dispersan los conocimientos psicológicos integrándolos en un buen número de ámbitos multidisciplinares. En estos momentos vemos cómo la investigación psicológica en combinación con la investigación en economía está produciendo avances importantes reconocidos por premios tan prestigiosos como el Nobel de Economía; también vemos el fuerte progreso de las neurociencias en el cual la psicología juega un papel muy significativo; y podríamos seguir analizando cómo diferentes ramas de esta disciplina se integran en nuevos ámbitos interdisciplinares de la investigación. Por tanto, cabe constatar que hay una serie de tendencias que son muy valiosas, que suponen un enriquecimiento importante para nuestra disciplina en sus diferentes ámbitos, pero que pueden tener riesgos, siendo el más importante la desaparición de la identidad mínima y básica para que la psicología como tal se reconozca como una ciencia. Esta es una cuestión crítica y un gran reto que tenemos encima de la mesa, y creo que lo tenemos en un entorno y en unos planteamientos globales, o si queremos “glo-cales”, puesto que la globalización está planteando nuevas cuestiones y demandas a este respecto.

De hecho, la cuestión de la identidad de la psicología cobra mayor transcendencia cuando se plantea en el nivel global: ¿cuál es la visión que de la psicología se tiene a nivel global?, ¿en qué se coincide al definir la psicología en África, Latinoamérica, Asia, Europa, Norteamérica y en Oceanía?, ¿qué integra y cuáles son los rasgos fundamentales de lo que pudiéramos caracterizar como la identidad mínima de lo que es un psicólogo? Es importante constatar que se han realizado esfuerzos en diversos ámbitos, y desde luego la IAAP y la International Union of Psychological Science (IUPsyS) han realizado contribuciones importantes. Ahora bien, la demanda y la necesidad es de tal magnitud que queda mucho camino por hacer. Creo que también las grandes empresas editoriales juegan un papel, puesto que a su vez venden identidad de la psicología en sus publicaciones. Ahí hay un reto importante.

Rainer Silbereisen, en su periodo como presidente de la IUPSyS, editó un libro16 en el que se publicó una encuesta sobre la enseñanza de la psicología en distintos países del mundo, en más de ochenta o cien países. Ahí se reflejan algunos aspectos comunes, pero también la importancia de seguir avanzando en la clarificación de cuáles han de ser esos aspectos. Ha habido otros esfuerzos importantes como la “Declaración universal de los principios éticos de los psicólogos” y la “Declaración universal del modelo de competencias de los psicólogos” que, basándose en parte en planteamientos regionales como el modelo europeo Europsy, el norteamericano o el de Latinoamérica, y con inputs de países asiáticos, han planteado una declaración sobre las competencias nucleares en la formación y en la práctica profesional de los psicólogos en el ámbito universal. Se trata de mostrar los componentes comunes y fundamentales de lo que es un psicólogo y de lo que puede hacer, de forma que sea visible y comprensible en el nivel global. Lógicamente, eso se ha de enriquecer para que tome concreción en los diferentes contextos, con una aproximación “glo-cal”. Sin embargo, los localismos sin más, tampoco contribuyen en gran medida al desarrollo de la psicología y al reto que tenemos en un entorno global.

Si hay algo que completar en estas reflexiones, habría que decir que hay instituciones y entornos de carácter global en que se integran los diferentes países; organizaciones como las Naciones Unidas, International Labor Organization o la World Health Organization, entre otras, que tienen un ámbito global y donde la psicología tiene que estar y debe jugar un papel relevante de promoción y defensa de sus contribuciones y su potencial para el abordaje y mejora de cuestiones fundamentales a las que se enfrenta la humanidad y las sociedades; cabe mencionar la convivencia, la calidad de vida, el bienestar y la justicia en el mundo y de la sostenibilidad. El reto es inmenso, porque la tentación que tenemos es la de focalizar los esfuerzos de los psicólogos, incluso los de los líderes de la psicología, en nuestro propio país o como mucho en nuestra región. Sin embargo, es importante promover las actuaciones a nivel mundial y global, tanto mediante la federación de las organizaciones internacionales, como en la promoción de las relaciones y cooperación internacional de los psicólogos, en especial las de los líderes, para que en el marco de organizaciones internacionales contribuyan a la construcción y desarrollo de la función internacional de la psicología.

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