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ОглавлениеPRÓLOGO* LA MOVILIDAD IMPORTA: EL TRANSPORTE COLECTIVO COMO FOCO DE LUCHAS SOCIALES EN EL PASADO Y EL PRESENTE
A cualquier observador que deambule por las calles de las ciudades contemporáneas le resultará imposible negar la importancia que el transporte tiene para ellas. Influye directamente sobre las desigualdades territoriales, la calidad de vida, la salud pública, las oportunidades económicas, y lo más esencial, sobre la dignidad de las personas en su día a día. Los editores de este libro señalan acertadamente cómo ha quedado patente la importancia que el transporte urbano tiene en la vida de las personas y el poder que este tuvo como detonante de otros malestares durante el estallido social en Chile que comenzara en octubre de 2019. Ha quedado también de manifiesto el desigual impacto que la pandemia del Covid-19 ha tenido para aquellos que tienen el privilegio de poder permanecer en casa respecto de quienes deben atravesar la ciudad para ir a trabajar y que no tienen el lujo de moverse en auto. Dicho esto, queda claro que el transporte y la movilidad urbana sí importan.
También es significativo saber cómo se ha llegado hasta aquí. Las complejas redes de movilidad y transporte y las desigualdades socioespaciales que en las ciudades se crean, no aparecen ex nihilo o evolucionan de manera independiente, sino que son el producto de procesos y protagonistas históricos específicos, que incluyen desde empresarios, ingenieros y funcionarios estatales hasta obreros, pasajeros y todo tipo de ciudadanos. Solo rastreando el origen de los conflictos urbanos contemporáneos y los patrones de movilidad y transporte podemos esperar comprender aquello que tenemos frente a nuestras narices e imaginar un futuro más equitativo.
Este libro es un estudio indispensable para lectoras y lectores interesados en la historia del transporte y movilidad urbana en la ciudad de Santiago de Chile. En este sentido explica varios temas cruciales para su comprensión, como por ejemplo el mal afamado sistema tranviario de principios del siglo XX y la fundación de la primera compañía microbusera urbana. A lo largo de sus capítulos se puede comprobar que el descontento con el transporte urbano no es un asunto nuevo en Santiago. De hecho, la frustración con los carros de sangre y los excrementos animales que dejaban en la vía pública fue lo que creó el ambiente propicio para el advenimiento del sistema de tranvías eléctricos. Pero pronto esta nueva compañía de propiedad y administración extranjera dio pábulo a la protesta de los pasajeros y a que sus obreros convocaran la huelga, mientras al mismo tiempo la municipalidad intentaba regular el sistema. A su vez estas condiciones ayudaron a pavimentar el camino para la aparición de las primeras empresas microbuseras en Santiago, las que se vanagloriaban de su patriotismo y carácter nacional para distanciarse de la compañía tranviaria. A mediados del siglo XX la congestión provocada por los vehículos a motor y los problemas crónicos con el sector microbusero, no obstante el auge del intervencionismo estatal de los años 40 y 50, ayudaron a allanar el camino para el desarrollo del metropolitano. Estos procesos no se diferencian tanto de las contundentes críticas al sector microbusero en los años 90 y que a su vez sentaran las bases para la transformación del sistema de transporte en 2007 a través del Transantiago.
La gran importancia de estos aspectos queda de manifiesto en el análisis que se les da en el libro. Sin embargo, los capítulos no apuntan únicamente a explicar la mera transición de un tipo de transporte a otro, sino que analizan el papel que jugó el capital (nacional y transnacional) en la construcción y administración de la infraestructura del transporte público, tal y como lo demuestran los capítulos escritos por SottorffNeculhueuque y Prudant al tratar el tema de la construcción de la Estación Central de Santiago en el siglo XIX, o el poder mostrado por la empresa de tranvías eléctricos de capital alemán e inglés. También se analiza cómo los diferentes modelos podían coexistir al mismo tiempo. En este sentido Zacarías demuestra que los carros de sangre fueron gradualmente empujados a la periferia semirrural de la ciudad mientras que los tranvías eléctricos ofrecían su servicio a los barrios pudientes ubicados más al centro. Esto representa un importante ejemplo de la disparidad en el transporte público urbano y la desigual distribución de sus servicios e instalaciones.
También se hace hincapié en la historia sociocultural de la movilidad urbana. Zacarías analiza el sentir ambivalente de la población urbana hacia los tranvías dada su contradicción respecto a su eficacia acortando los tiempos en el transporte pero a su vez incrementando el riesgo a sufrir accidentes. Vila por su parte desentierra el origen del sector privado de los microbuseros en Santiago –un tema escasamente investigado pero de gran importancia dado el rápido auge y preeminencia que este sector consiguió–para demostrar como los primeros gremios de microbuseros cuidadosamente realzaron su imagen pública a través de la filantropía, no muy diferente a los métodos corporativos contemporáneos. Los gremios de los microbuseros también se aprovecharon de la mala reputación de la compañía tranviaria de propiedad extranjera para ensalzar su propio patriotismo y espíritu nacional. La importancia social del transporte representa el foco en el capítulo de Seiwerth quien trata la historia de los primeros trabajadores tranviarios y su papel en algunas de las primeras huelgas en Santiago. Este autor argumenta que el compromiso político de estos trabajadores los hacía consciente de su “posición estratégica” dentro de la economía urbana como proveedores de un servicio público esencial. Esto les dio una ventaja considerable a la hora de luchar en pos de mejores condiciones laborales y salariales, una lucha que también se vio respaldada por el descontento generalizado hacia la compañía tranviaria. Finalmente apreciamos a través de la lectura de los capítulos la importancia que tuvo la acción gubernamental. En el caso de la empresa estatal de ferrocarriles y las primeras propuestas para un sistema de ferrocarril subterráneo, el Estado se posicionó como un importante protagonista al promocionar estas iniciativas. La Municipalidad de Santiago jugó un rol crucial al intentar regular y lograr un cierto nivel de estándar para el transporte público urbano. La aparición como objeto de estudio y trabajo de la planificación urbana modificó los tópicos acerca del transporte urbano y su relación con los patrones económicos y sociales más generales de la ciudad, como lo analiza González Martínez en su capítulo acerca de los orígenes del metropolitano en Santiago. De este modo el capital, el Estado y las relaciones socioculturales influyeron decisivamente en el desarrollo de la movilidad y el transporte urbano en Santiago.
Este libro es una valiosa contribución ya que reúne nuevas e innovadoras investigaciones sobre estos temas, enfocándose en la ciudad de Santiago. Durante la última década sus editores han publicado y colaborado en un gran número de trabajos centrados en la historia de la movilidad urbana en Chile. Sus primeros dos volúmenes, en coautoría con Waldo Vila, presentan una historia visual del transporte urbano en Santiago y Valparaíso. Posteriormente publicaron un profundo análisis histórico del servicio estatal de transporte en Chile, la Empresa de Transportes Colectivos del Estado, y, no hace mucho, editaron una colección de ensayos sobre urbanismo y transporte público en América Latina. Con ello se puede asegurar que no existen mejores guías que traten la historia urbana santiaguina, sus espacios, la movilidad y el transporte público que los editores de este volumen.
Aun cuando Chile sea el ejemplo reciente más destacado de cómo el descontento con el transporte público puede canalizar una especie de ajuste de cuentas más amplio relacionado con la injusticia y desigualdad social, existen otros ejemplos en contextos diferentes que atienden el mismo problema. En 2013 las protestas en contra del incremento del pasaje del transporte público urbano en São Paulo, lideradas en un comienzo por el Movimento Passe Livre, rápidamente llevaron a multitudinarias manifestaciones callejeras en contra de la corrupción política y los deficientes servicios públicos. Aquellos que al principio lideraran las movilizaciones pronto fueron coaptados por grupos apolíticos y nacionalistas lo que significó que las esperanzas de alcanzar un futuro más igualitario no se concretarse y que el movimiento fuese reemplazado por una corriente conservadora y nacionalista. Durante las masivas protestas en Hong Kong que comenzaran en 2019 debido a una controvertida ley de extradición, los manifestantes cargaron contra el sistema de metro de la ciudad. A principios de 2020 estalló una protesta en el metro de la ciudad de Nueva York a raíz del incremento de la vigilancia, la violencia policial en contra de pasajeros no blancos, y el aumento de las tarifas. A pesar de los diferentes contextos y resultados, estos ejemplos nos demuestran cuan íntimamente ligado se encuentra el transporte público con la vida de las personas y como esto se puede traducir en un descontento más generalizado en contra del Gobierno, la injusticia social y las indignidades cotidianas. Es por ello que el entendimiento de la historia de la movilidad urbana en Chile y su relación con los procesos sociales posee un gran valor informativo para los lectores que se interesen de manera más amplia por estas cuestiones.
Estos aspectos interrelacionados no están destinados a desaparecer. Incluso ahora que la pandemia del coronavirus ha vaciado el transporte público, ha reducido la movilidad y forzado a que muchos permanezcan en casa, el transporte público sigue siendo una necesidad básica para la población urbana. De hecho, el mismo sistema político y económico subyacente tras las desigualdades económicas, el racismo y la falta de responsabilidad gubernamental que han dado forma al descontento aún sigue en pie. Al escribir estas líneas los chilenos y chilenas decidirán en un plebiscito si desean reescribir la constitución de la era dictatorial. A pesar de que los movimientos sociales y el malestar popular sigan acumulándose, la corporación de Metro de Santiago continúa proyectando confianza a sus inversores con el propósito de construir una nueva línea. Esto a pesar de las numerosas estaciones de metro destruidas entre 2019-2020, el acusado descenso en el número de pasajeros durante la pandemia y la dependencia tarifaria de la empresa como medio de financiar sus operaciones. Aun cuando no se pueda predecir el futuro, es muy probable que el transporte público continúe siendo el foco de un descontento social más generalizado. Para entender el presente y organizarse para un futuro más justo, todos por igual –los habitantes urbanos, los pasajeros y los académicos– deben comprender la complejidad del pasado que ha llevado hasta aquí. Sin duda que con este libro lectoras y lectores tendrán las herramientas necesarias para lograr este propósito.
ANDRA B. CHASTAIN
Washington State University Vancouver
Octubre 2020
* Traducción de Pablo Larach.