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Agradecimientos

Cuando este libro era todavía un sueño, Federico Romani tuvo la generosa voluntad de leer los comentarios originales tomándose, además, el trabajo de volver a ver el film correspondiente antes de cada lectura. Además de su tiempo, puso a mi disposición sus extensos conocimientos sobre cine y literatura, y en las conversaciones con él surgió la idea de cómo introducir cada una de las películas; cómo dirigir al lector lo que originalmente estaba dirigido al espectador. A mi deuda de gratitud con él quiero sumar el entusiasmo que demostró hacia este proyecto, contraponiendo siempre, a cada una de mis dudas, su convicción sobre el valor del libro.

Con Horacio Corniglio hemos pasado largas noches revisando la redacción de las primeras versiones del manuscrito, tratando de superar la dificultad que se me presentaba al tener que contar el film al mismo tiempo que lo iba interpretando. Independientemente de la claridad que yo haya sabido alcanzar en la versión final, me consta que sus opiniones y sugerencias han mejorado este libro. No se me escapa el hecho de que todas esas horas robadas al sueño y al necesario descanso que impone su actividad laboral fueron obsequiadas, además, en un momento particularmente difícil de su vida; por esto mi deuda con él es todavía mayor. Hoy, en el momento de concluir esta sección del libro que empecé hace muchos meses, las circunstancias de la vida nos han alejado. Si bien en la vida sucede muchas veces que lo que ocurre “después” resignifica con un nuevo valor todo lo sucedido “antes”, no me sentiría honesto, intelectual y afectivamente, si no reconociera con gratitud lo que en su momento fue — y así lo creo— una colaboración nacida de una amistad sincera.

Liana Pardo manifestó, sin que yo se lo pidiera, su deseo de colaborar conmigo y soportó el pesado encargo de revisar por su cuenta el manuscrito final en busca de errores, inexactitudes y posibles mejoras. Sebastián Faya me ofreció su tiempo y sus conocimientos para mejorar las fotos del libro, a partir del pobre material disponible. Deseo expresar aquí mi agradecimiento hacia ellos por su generosidad desinteresada.

He debido superar muchos obstáculos, sobre todo personales, para concretar la materialización de este, mi primer libro; Juan Repetto, Enrique Obstfeld, Catalina Nagy, Mirta y Eduardo Dayen y Silvana Aizenberg han sido de mucha ayuda en este sentido, y les agradezco la infinita paciencia que han tenido conmigo.

Todos aquellos amigos y colegas en quienes he buscado apoyo y estímulo, en distintas etapas de la preparación de este libro, me lo han dado generosamente, y el permanente interés de todos ellos por que Un psicoanalista en el cine viera la luz ha sido para mí el estímulo más valioso. Quiero expresar mi agradecimiento para todos y cada uno de ellos.

Existen también otras personas —personas que tienen mucho peso en mi vida— a quienes, por distintos y complejos motivos, no he querido o sabido recurrir; no dudo de que, de haberlo hecho, me hubiesen dado todo su apoyo. También ellos, aunque quizás no lo sepan, han estado presentes en mí durante la realización de este libro y han sido un estímulo significativo.

Quisiera agregar también un agradecimiento muy especial a mi padre, que, a pedido mío, ha escrito el prólogo del libro. La relación que nos une es tan rica, tan extensa, tan profunda y tan compleja que separar de ese inmenso conjunto lo que corresponde a mi gratitud por este libro me resulta una tarea imposible.

Con mi esposa Andrea, desde hace más de trece años, compartimos vida y proyectos, por lo que mi gratitud hacia ella incluye aspectos mucho más importantes que este libro; pero acotándome a esta ocasión, quisiera expresarle mi gratitud porque este libro haya sido también un proyecto “nuestro”.

Dado que esta sección del libro es seguramente la más personal, destinada a las personas más íntimamente relacionas con el libro y el autor, me permitiré expresar aquí algo que podría considerarse, en el mejor de los casos, una justificación o sino, más lisa y llanamente, una pobre excusa. A la hora de dedicar este libro, recordé una anécdota que me contara mi padre sobre cuán inútilmente, a su parecer, había hecho sufrir a su madre al omitir incluirla en la dedicatoria de su primer libro. Qué historia tan trágica y, a la vez, tan patética. ¿Por qué será que damos tanta importancia a la prioridad con que los otros nos consideran, cuando nos resulta tan artificial e innecesario establecer prioridades en nuestros afectos hacia los seres queridos? Enfrentado con tan pesada responsabilidad, acudieron a mí muchos afectos distintos disputádose la dedicatoria del libro. Pensé en mis hijos, Nicolás y Natalia, en mi esposa, en mis padres… También pensé evadir la responsabilidad y aprovechar la oportunidad para un fin, quizás, más trascendente: dedicar el libro al pequeño grupo de colegas que, en Buenos Aires y en Perugia trabajan en el arduo compromiso de mantener viva una manera de entender y hacer el psicoanálisis, muy afín con este libro. En un sentido análogo, aunque más espiritual, pensé también que la dedicatoria podría expresar el deseo de que este libro sea un modesto homenaje al Cine, que nos permite ver los sueños de los otros, y al Psicoanálisis, que nos permite comprenderlos en toda su riqueza. Finalmente opté por postergar estas metas tan elevadas. Espero tener otras oportunidades de enmendar, con otros libros, el sufrimiento involuntario que la dedicatoria elegida pudiera causar a quienes me quieren bien; sólo quiero agregar que la elección recayó en una deuda de gratitud que llevaré en el corazón para siempre.

Un psicoanalista en el cine

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