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INTRODUCCIÓN

EL AUTOR

La tradición adjudica una obra que lleva por título Alegorías de Homero a un tal Heráclito, del que nada sabemos y a quien algunos filólogos prefieren llamar Pseudo-Heráclito, para no confundirlo con el filósofo de Éfeso. F. Buffière lo distingue como Heráclito el rétor 1 . En realidad, el nombre de Heráclito nos lo ha transmitido el códice Mediolanensis Ambrosianus B-99 sup. (M), del siglo XIII, que es el manuscrito más antiguo y más autorizado de cuantos contienen las Alegorías ; pero, como muy bien apostilla otro códice, el Londinensis Bibliothecae regiae (G) 2 , no se trata de «Heráclito el oscuro», esto es, el de Éfeso, sino de otro distinto. Así, la edición aldina 3 lo llama «Heraclides Ponticus», al igual que una adición debida a una mano posterior al códice Vaticanus gr. 951 (B), del siglo XIV, bajo cuyo nombre deformado por los avatares de la transmisión no cabe sino entender Heráclito, a quien se confunde con Heraclides del Ponto, discípulo de Aristóteles 4 .

Con el nombre de Heráclito también se nos ha conservado una obra de carácter mitográfico intitulada Perí apíston 5 , de índole semejante a la del mismo título de Paléfato. Éste es el Heráclito que conoce Eustacio 6 , que no parece distinguir entre el autor de las Alegorías y el de los Ápista; confusión explicada con no pocas dificultades por F. Oelmann en los Prolegomena a su edición 7 . Ahora bien, como ya ha puesto de relieve Buffière 8 , el nombre de Heráclito era lo suficientemente común como para no tener que suponer una identidad de personas entre los autores de los dos opúsculos; razón a la que se añade el aspecto notablemente diverso de ambas obras. No hay, por tanto, motivos suficientes, para unir el destino de los dos Heráclitos.

En cuanto a la cronología, sólo podemos establecer con seguridad el terminus post quem: el autor más tardío citado por él es Alejandro de Éfeso, que, con el sobrenombre de Licno, compuso poemas didácticos sobre astronomía y geografía y al cual ubican en el siglo I a. C., entre otros 9 , A. Meineke 10 , C. Reinhardt 11 y A. Lesky 12 ; le siguen Apolodoro de Atenas (cap. 7, 1), Crates de Malos (cap. 27, 2), ambos del siglo II a. C., y un discípulo de éste, Heródico de Babilonia (cap. 11, 2), a quien conocemos sobre todo por Ateneo 13 y a quien se supone la fuente de Heráclito para sus ataques contra Platón. A partir de estos datos es tradicional situarlo en el siglo I de nuestra era, en tiempos de Augusto o de Nerón 14 . Por su parte, F. Oelmann lo estima contemporáneo de Diodoro, Onasandro, que escribió en el reinado de Claudio, Hierocles el estoico y el autor de Sobre lo Sublime 15 . Retrasar un siglo la existencia de Heráclito introduciría una seria dificultad, y es la aparición de la exégesis mística presente a partir de Plutarco. Es evidente que Heráclito, de haberla conocido, la hubiese utilizado, como medio eficaz para defender a Homero, junto a los otros tipos de exégesis. Además, según P. Wendland 16 , hay una estrecha conexión con la enseñanza gramatical de Alejandría y Pérgamo, de donde quizá procede la polémica antiplatónica, lo cual también nos remite al siglo I d. C.; la discusión sobre Platón y Homero también estuvo de moda en la época de Adriano.

LA OBRA

a) El título

Alegorías de Homero no es, sin duda, el título original de la obra, tal y como H. Schrader lo había supuesto 17 y como demostró F. Oelmann a través del estudio de los manuscritos de la tradición heraclitea 18 . El título está muy condicionado por la edición aldina. En 1542 y 1544 el erudito suizo Conrad Gesner publicó la obra bajo el título de Allegoriae in Homeri fabulas de diis 19 . Dicho título, según el post scriptum del códice M que, como ha quedado visto, es el más antiguo, es: Problemas homéricos de Heráclito que en torno a los dioses explicó alegóricamente Homero. Otros manuscritos dan títulos más largos e imaginativos, y, sin duda, recientes: así, por ejemplo, el códice G o el B. El mismo Oelmann ha señalado 20 que las expresiones homerikà problḗmata o homeriká dsetḗmata eran frecuentes, en la antigüedad, para designar a las obras relativas a la crítica de los poemas homéricos. Podemos añadir que, antes del siglo XI, no se descubrieron huellas de esta obra; las primeras, en los escolios de Homero del códice Venetus B, y después, en Eustacio y Tzetzes.

b) El planteamiento

El objetivo principal del autor es el de defender a Homero de sus detractores, y ve en la interpretación alegórica la mejor estrategia defensiva, que ya había tenido sus precursores en el siglo vi a. C. con Teágenes de Regio y Metrodoro de Lámpsaco. Frente a los ataques de quienes ven en Homero al autor de una serie de mitos sacrílegos e impíos, se impone como defensa el considerarlos alegorías, y, en consecuencia, no cabe sino aplicar una interpretación alegórica. Ésta es, en síntesis, la base del método alegórico. Heráclito es el heredero de una tradición exegética de cinco siglos, y el eslabón de la cadena más próximo es el de los estoicos 21 .

Heráclito considera válido este método para conciliar el fervor a Homero con el buen sentido 22 . Con Heráclito la explicación alegórica de origen estoico alcanza su esplendor; a partir de él, sólo hay dos autores de cierta relevancia que hayan continuado por esta senda abierta, como hemos dicho, siglos antes: Pseudo-Plutarco, con su obra Sobre la vida y la poesía de Homero 23 , y Porfirio, con sus Cuestiones homéricas y La gruta de las ninfas 24 . Paralelo, cronológicamente hablando, a la obra de Heráclito debió de ser el Resumen de teología griega de Cornuto. Este autor, de influencia estoica, vivió en el siglo I d. C., fue maestro de Persio y conoció el exilio por mandato de Nerón en el 66 o 68, según el testimonio de Dión Casio (62, 29). En su obra pasa revista al panteón griego para explicar el simbolismo físico o moral de cada una de sus divinidades 25 .

Se sabe que, hacia finales del siglo VI a. C., se produjo una reacción contra la teología homérica, bajo la acusación de que mostraba inmoralmente a los dioses. Así, Diógenes Laercio 26 da cuenta de una narración de Jerónimo de Rodas 27 , según la cual Pitágoras, en el curso de una visita a los infiernos, fue testigo de las duras penas infligidas a Homero y Hesíodo por el trato injurioso que ambos habían dado a los dioses en sus respectivas obras. Testimonios similares tenemos en Jenófanes 28 y en el otro Heráclito, el de Éfeso 29 , cuando afirmaba que «Homero es digno de ser expulsado de las competiciones y azotado».

Sin entrar ahora en detalles de su desarrollo, esta reacción antihomérica dispuso la vía para una contestación a través de la interpretación alegórica, con figuras como Teágenes de Regio, Estesímbroto de Tasos, Antímaco de Colofón, etc. Habitualmente se veía en Homero a un filósofo; no chocará, por tanto, que se haga una interpretación alegórica de su obra. Toda la literatura griega está plagada de filias y de fobias en lo tocante a la figura de Homero. En Platón, por ejemplo, hay ataques enconadísimos contra los poemas homéricos; es el caso del libro X de la República, en donde afirma que Homero fue un ignorante y un mero imitador de imágenes «sin tener nunca acceso a la verdad» 30 . Con posterioridad, fue la crítica epicúrea la que denostó las obras de Homero, especialmente con su desprecio hacia la poesía. La oposición de Epicuro hacia la exégesis estoica 31 , que había surgido como defensa de los valores morales de Homero frente a los ataques platónicos, queda reflejada en las tres Cartas que conservamos 32 , así como en un opúsculo, Sobre la piedad, de un discípulo suyo, Filodemo 33 , que fue descubierto a finales del siglo XIX en uno de los riquísimos papiros de Herculano; pero, sobre todo, en la síntesis que de estas ideas ofrece Cicerón en el libro I de su tratado De natura deorum. En este ambiente hay que encuadrar las Alegorías de Homero con que Heráclito pretende justificar la utilidad y piedad de la poesía homérica; sin la interpretación alegórica, los poemas de Homero no serían otra cosa que impiedad 34 .

c) La alegoría

La palabra allegoría es relativamente reciente en la lengua griega 35 y viene a traducir una idea ya antigua que, en un principio, se expresaba con el término hypónoia. Hay un pasaje de Plutarco en su obrita Cómo debe el joven escuchar la poesía que conviene leer atentamente:

En Homero tal clase de enseñanza se silencia, pero tiene una consideración útil a propósito de los mitos especialmente desacreditados, a los que algunos fuerzan y retuercen con los llamados antes significados profundos y ahora alegorías, diciendo, por ejemplo, que el Sol denuncia el adulterio de Afrodita con Ares 36 , porque el astro de Ares al unirse con el de Afrodita lleva a término nacimientos adulterinos, que no pasan desapercibidos cuando el Sol retorna y los sorprende 37 .

En él se puede observar la transición de hypónoia a allegoría. Pero todavía hay más: Plutarco, en su tratado Sobre Isis y Osiris 38 , dice que «los griegos ven en Crono una designación alegórica (allegoroûsi) del tiempo». De hecho, el término allegoría es de uso corriente durante toda la época helenística; así Filón lo usa repetidamente, aunque conserva todavía hypónoia 39 , y también otros autores como Filóstrato, Sinesio, Proclo, etc.

Hay cierta unanimidad entre los autores a la hora de definir esta figura retórica como «decir una cosa para hacer comprender otra» 40 . H. Lausberg la define como «la metáfora continuada como tropo de pensamiento y consiste en la sustitución del pensamiento indicado por otro que está en relación de semejanza con aquél» 41 ; «allegorían facit continua metaphorá», dirá Quintiliano 42 . Pero es el mismo Heráclito quien cree necesario definir la alegoría como «la figura (trópos) que dice una cosa, pero significa otra distinta de la que menciona 43 . En el vocabulario de la retórica, el término «alegoría» se encuentra en Filodemo de Gádara 44 .

Sobre su relación con otra figura, la metáfora, procedente de la retórica, ya hemos visto lo dicho por Quintiliano 45 ; ahora bien, con un matiz: cuando la alegoría comporta una cierta oscuridad se convierte en aínigma (aenigma ) 46 . «Aenigma est obscura allegoria», matizará san Agustín 47 , que la considera casi sinónima de la parábola 48 . Dicho de otra manera: todo enigma es alegoría, pero no toda alegoría es enigma 49 .

d) El contenido

El trabajo de Heráclito consiste en la recopilación de un extenso corpus de alegorías, de gran importancia para la historia de exégesis homérica. Dedica más espacio a la Ilíada, unos cincuenta capítulos, mientras que a la Odisea tan sólo quince; si bien hay que tener en cuenta que, para la Odisea, los manuscritos han transmitido una importante laguna, difícil de valorar, que nos priva del comentario al contenido de los cantos que van del XI al XIX 50 . Justo antes de la laguna hay una explicación alegórica (cap. 74) plena de poesía: los ríos infernales no son sino las doloridas lágrimas de aquellos que lloran a los muertos; simbolismo magníficamente recogido por Macrobio en su Comentario al Sueño de Escipión 51 .

El contenido comprende, por una parte, un comentario alegórico de la Ilíada y de la Odisea y, por otra, una defensa del autor de ambos poemas frente a Platón y Epicuro, fundamentalmente; para Heráclito, Homero es un theôn hierophántes (cap. 76, 1). Después de la introducción (caps. 1-4), define técnicamente la alegoría (cap. 5), pareciendo remitir a algún manual sobre los tropos y conservando fragmentos de Arquíloco, Alceo y Anacreonte. A continuación comienza a interpretar, según el método estoico, los mitos de los dioses alegóricamente, persiguiendo su sabiduría en el orden de rapsodias en que se nos ha conservado la obra homérica. Las interpretaciones de Heráclito se basan, repetimos, en las estoicas y en las procedentes de la escuela de Pérgamo, interpretaciones muy difundidas a lo largo y ancho de la literatura y que presentan escasas variaciones; su última refundición estuvo a cargo de una enigmática mujer-filósofo llamada Demo 52 .

El orden rapsódico del trabajo conlleva una no sistematización de los distintos tipos de exégesis: física, moral e histórica. Este planteamiento origina una serie de repeticiones necesarias para poder entender las argumentaciones que expone en determinados lugares y que serían ininteligibles, si se esperase a su explicación dentro del orden natural de las rapsodias 53 , así como a excursus como los cuatro capítulos (8-11) que dedica a demostrar que la acción de la Ilíada transcurre en verano. En cualquier caso, aunque siga el orden tradicional de los poemas, su comentario rebosa un logicismo más que riguroso.

La exégesis física evidencia que, para Homero, los dioses representan elementos o fuerzas de la naturaleza, frente a la exégesis moral que los propone como conceptos abstractos de vicios o virtudes 54 . Esta diferenciación ya fue reseñada por Teágenes de Regio al explicar la Teomaquia, como se puede comprobar en un escolio de Porfirio a Ilíada XX 67 recogiendo los ataques de los filósofos, en especial Platón 55 , al combate de los dioses en la citada rapsodia.

Por lo tanto, la exégesis física nos permite identificar elementos: Apolo es el sol (caps. 6-16), Zeus el éter (cap. 36), Posidón el mar (cap. 38), etc.; o, incluso, mitos cosmogónicos: la fabricación del escudo de Aquiles (caps. 43-51), la historia de Proteo e Idotea (caps. 64-67), la concordia y la discordia (Ares y Afrodita) (cap. 69), etc., en donde Heráclito refleja ideas de orden estoico. La eclosión de la primavera es, para nuestro autor, la consecuencia de los amores de Zeus y de Hera en el monte Ida (cap. 39), puesto que son el éter y el aire. Contra este tipo de exégesis reaccionó Plutarco, que prefiere una interpretación de tipo moral 56 .

Por otra parte, la exégesis moral brinda a los dioses como paradigmas de vicios o virtudes; así, es sabido que Atenea es la personificación de la sabiduría. Por notable, hay que resaltar el hecho de que Heráclito recoge el pensamiento platónico en cuanto a la división del alma, identificando las partes con divinidades: Atenea es noûs, Ares es thymós y Afrodita, en buena parte, epithymía. Hay otras alegorías de carácter moral menos importantes como, por ejemplo, Iris, la palabra (cap. 28), Hebe, la juventud (cap. 29), Hades, los misterios del más allá (cap. 34), etc. Una importante alegoría moral es la referente a Ulises, a quien cínicos y estoicos admiraban por su espíritu sagaz, y que es aprovechada para combatir a Epicuro, llamado irónicamente «feacio» 57 e «ignorante» (cap. 79). Incluso A. Grilli 58 ha querido ver en el naufragio de Ulises, narrado en el cap. 79, 5, una alusión maliciosa al naufragio que sufrió Epicuro en cierta ocasión. La partenaire del rey de Ítaca, Circe, es presentada como la imagen del placer (cap. 72). Esta interpretación alegórico-moral fue utilizada, incluso, por autores cristianos; en este sentido, H. Rahner 59 y V. Buchheit 60 han estudiado un pasaje de Metodio en el que pone en parangón la situación de Ulises asediado por el canto de las Sirenas 61 , con la del hombre tentado por las vanidades del mundo; imagen que también se encuentra en San Jerónimo 62 .

Hay un tercer tipo de exégesis: la de tipo histórico; llamada así a partir de Eustacio y consistente en buscar una explicación racional de los mitos, es decir, supone que en el origen del mito subyace un hecho real. Paléfato, discípulo de Aristóteles, consagró una obra a este tipo de explicaciones, Perì apíston, y fue, junto a Diodoro de Sicilia, el gran continuador de la interpretación realista e histórica iniciada por Evémero 63 , que, a su vez, partía de ciertos postulados de la teología estoica. Posteriormente también entre los historiadores se dio esa inclinación, como es el caso de Polibio o de Estrabón, para quienes obras como la Odisea han distorsionado la realidad histórica y geográfica 64 . De hecho, ya en Platón 65 hay una interpretación racional del míto de Bóreas y Oritía. En el caso que nos ocupa hay ejemplos en la historia de Dioniso perseguido por Licurgo: la vendimia (cap. 35); en la de Jasión amado por Deméter: el agricultor beneficiado por la tierra (cap. 68); en la relativa a la visión de Teoclimeno: un eclipse de sol (cap. 75), etc.; hechos naturales mal observados o mal interpretados y expuestos a través de un mito.

F. Buffière ha puesto de relieve 66 el hecho de que en Heráclito no existe una exégesis mística, tal y como anunciamos antes, cuyo objetivo fundamental era explicar la suerte que corrían las almas en el más allá. La razón es que este tipo de exégesis no aparece en la literatura hasta finales del siglo I a. C. y no alcanza su floruit hasta los siglos II y III con Numenio, sobre todo, y con Porfirio. Así, la Odisea pasa a ser interpretada como el poema de la nostalgia 67 , y Ulises busca entre afanes y sufrimientos su Ítaca, como el alma en su peregrinaje hacia una patria eterna.

e) Las fuentes

Ya hemos visto que Heráclito se enmarca dentro de una línea interpretativa alegórica que hunde sus raíces en el siglo VI a. C. 68 . Así pues, tenemos como probables fuentes a Glaucón de Regio, o de Teos, autor de Sobre los antiguos poetas y músicos, alegorista citado por Platón 69 y por Aristóteles 70 ; a Estesímbroto de Tasos, citado también por Platón 71 y que, con anterioridad a Crates, había tratado el tema de la división del mundo 72 , y a Teágenes de Regio, contemporáneo de Cambises, del que sabemos que llevó a cabo una exégesis física y moral de la «Teomaquia», según un escolio de Porfirio a Ilíada XX 67 73 . En esta línea se inserta la labor realizada por los estoicos posteriormente 74 .

El relevo lo toma Crates de Malos, citado por Heráclito (cap. 27, 2), que debió de influir decisivamente en nuestro autor 75 en lo relativo a los conocimientos científicos que la escuela de Pérgamo le atribuía a Homero. Se detecta un afán por explicar la concepción homérica del mundo desde la forma esférica del cosmos estoico 76 . Para Heráclito, Homero ha conocido la armonía de las esferas (cap. 12) 77 , la fecha de los eclipses (cap. 75) 78 la clasificación de los seísmos (cap. 38) 79 , etc. También los escolios del Cod. Parisinus 2679 y 268I a Ilítada X 394 atribuyen a Crates el conocimiento de la exégesis conocida como de la «noche puntiaguda» 80 , según la cual las sombras de la tierra tenían forma cónica. En esta línea figura como fuente, tal y como ya hemos dicho, Heródico de Babilonia, discípulo de Crates, a quien Heráclito cita una sola vez (cap. 11, 2), aunque, probablemente, lo utilizó para bastantes más pasajes 81 .

Otra fuente es Apolodoro de Atenas 82 , discípulo del estoico Diógenes de Seleucia y de los gramáticos de Pérgamo, autor de un tratado perdido Sobre los dioses 83 , al que, según R. Münzel 84 , se remontan varios pasajes de los alegoristas Heráclito y Cornuto y de los neoplatónicos Macrobio y Porfirio. Trabajó en la biblioteca de Alejandría y allí debió de coincidir con Aristarco y su escuela de exégesis fundamentalmente homérica; hecho que forzosamente ocurrió antes del 146 a. C., fecha en la que, según Ateneo 85 , Aristarco se tuvo que exiliar a Chipre; con posterioridad reaparece en Pérgamo en el 144 a. C. 86 . El cap. 7 de Heráclito es una buena muestra del tipo de etimologías que realizaba Apolodoro, a propósito de los diversos nombres con que se conocía a Apolo 87 .

f) El estilo

Para F. Buffière, Heráclito no es un estoico stricto sensu, sino, más bien, «un rétor de buena voluntad preocupado por el triunfo de Homero sobre todas las escuelas» 88 , de ahí que utilice los recursos que le ofrece la retórica; es decir, pone la retórica al servicio de Homero. Heráclito se convierte de esta manera en un apologista de la poesía homérica como fuente indefectible de todas las dóxai, aunque para ello tenga que caer en algunas contradicciones. Presenta un estilo ampuloso y grandilocuente en el que abundan las metáforas y las reminiscencias poéticas, poniendo gran interés en evitar el hiato 89 . Lógicamente, su vocabulario se halla más cerca de Plutarco que de Platón 90 , utilizando frecuentemente términos como theología, philosophía, physiología, etc., y giros un tanto rebuscados para obtener un lenguaje cuidado y pulido.

Tal vez por todo esto su obra ha corrido mejor suerte que otras del mismo género, ganándose las preferencias de los eruditos bizantinos y convirtiéndose en el punto de encuentro en el que confluyen las diversas y centenarias corrientes de las exégesis homérica.

g) La transmisión del texto

De dos diferentes maneras se nos ha transmitido la obra de Heráclito: por una parte, a través de los códices que forman la tradición manuscrita de las Alegorías como tales, y, por otra, en los fragmentos que aparecen en los escolios a la Ilíada y a la Odisea, en la tradición propia de estas obras 91 .

Ya hemos dicho que el códice más antiguo es el Mediolanensis Ambrosianus B-99-sup. (M) del siglo XIII y que, curiosamente, sólo transmite el final de la obra (cap. 79, 9-final), ya que la parte que contenía el resto de las

Alegorías fue arrancada. Esta lamentable pérdida se puede subsanar, en parte, por el testimonio de los códices Vaticanus gr. 871 (A) y Vaticanus gr. 951 (B), así como el manuscrito que sirvió de modelo al Londinensis Bibliothecae regiae 16 C (G) y a la edición aldina (a), hoy desaparecido. Estos testigos de la tradición (A, B, G y modelo de a) han sido copias de M, y gracias a ellos se puede fijar el texto que contenían los folios arrancados.

El códice A, del siglo xv, termina justo donde empieza M: cap. 79, 8, y fue editado por Matranga en sus Anecdota graeca 92 . Por su parte, el códice B, del siglo XIV, tan sólo transmite la primera parte de la obra: hasta el cap. 15, 7. Ya nos hemos referido, al comienzo de esta Introducción 93 , al códice G, que está incompleto (hasta el cap. 71, 11) y sobre el cual fue copiado el Florentinus Riccardianus 41, del siglo XVI. En cuanto a la edición aldina, ya hemos dicho que el manuscrito que sirvió de base se ha perdido. Llega hasta el cap. 71, 11 y se corta en la misma palabra que G, lo cual es un indicio que nos remonta a un patrón común. De la edición aldina depende, a su vez, un manuscrito hispano: el Escorialensis Σ-I-20.

Aparte de estos manuscritos, ligados por la tradición, existen otros dos que no dependen de M. Son el Vaticanus gr. 305 (D), de principios del siglo XIV, que transmite desde el cap. 41, 5 hasta el final y parece próximo a M, y el Oxoniensis bib. Collegii Novi, 298 (O), también de comienzos del siglo XIV y que, al contrario que el anterior, contiene desde el inicio hasta el cap. 28, 6 94 .


1 F. B UFFIÈRE, Les mythes d’Homère et la pensée grecque, París, 1956, págs. 67 y sig.

2 Se trata del manuscrito inglés de la edición de T HOMAS G ALE, conservado en el British Museum (siglo xv), según la collatio llevada a cabo por F. O ELMANN para su Heracliti Quaestiones homericae (Leipzig, 1910). La edición de G ALE se publicó en 1688 en Amsterdam, en los Opuscula mythologica physica et ethica (págs. 405-495), en su segunda edición (en la de 1671 no aparecen las Quaestiones homericae).

3 Publicada en Venecia, en 1505, en un volumen en el que le preceden las Fábulas de Esopo y de Babrio, el tratado Sobre los dioses de Cornuto y los Ápista de Paléfato. Consta como título: De allegoriis apud Homerum.

4 D IÓGENES L AERCIO, V 87.

5 Recogida en los Scriptores poeticae Historiae graeci de A. W ESTERMANN (Brunswick, 1843). Sobre el autor y la obra, puede verse F. B UFFIÈRE, Les mythes..., pág. 231.

6 1504, 55. Eustacio, arzobispo de Tesalónica († ca. 1198), es una fuente fundamental para la exégesis alegórica.

7 Heracliti..., pág. XLV; un resumen crítico en F. B UFFIÈRE, Héraclite. Allégories d’Homère, París, 1962, pág. IX.

8 Ibidem.

9 B UFFIÈRE, en su edición, prefiere situarlo en el siglo III a. C. (pág. 16 n. 1).

10 Analecta alexandrina, Berlín, 1843, pág. 371.

11 P AULY-W ISSOWA, R. E., art. Herakleitos, col. 508.

12 Geschichte der griechischen Literatur. (= Historia de la literatura griega [trad. J OSÉ M .a D ÍAZ R EGAÑÓN y B EATRIZ R OMERO]), Madrid, 1976, pág. 783, n. 289.

13 V 215b, 219c; VI 234d; VIII 340e; XIII 586a. Cf. I. D ÜRING, Herodicus, Estocolmo, 1941.

14 R EINHARDT, art. Herakleitos, col. 508.

15 Heracliti..., pág. XXXV.

16 Kultur des Hellenismus, pág. 66 (cit. en R EINHARDT, art. Herakleitos, col. 508).

17 Blätter für das bayr. Gymnasialwesen, 1886, págs. 546 y sigs.

18 Heracliti ..., pág. XXXVI.

19 P. F ORD, «Conrad Gesner et le fabuleux manteau», Bibl. d’Hum. et Ren., XL VII (1985), 305-320.

20 Heracliti ..., pág. XXXVII.

21 Una sucinta pero diáfana historia del problema puede verse en el apartado dedicado a la alegoría por M. F ERNÁNDEZ-G ALIANO en el vol. col. Introducción a Homero, Madrid, 1963, págs. 99-101.

22 Cf. J. P ÉPIN, Mythe et Allégorie. Les origines grecques et les contestations judéo-chrétiennes, París, 1976, pág. 160.

23 Cf. A. L UDWICH, «Plutarch über Homer», Rhein. Mus. LXVII (1917-1918), 537-593, y B UFFIÈRE, Les mythes..., págs. 72-77.

24 Cf. B UFFIÈRE, ibid., págs. 419-459 y 521-540; una Introducción general, en M. P ERIAGO, Porfirio. Sobre la abstinencia, Madrid, 1984, en esta misma colección. Para el tema que nos ocupa: J. P ÉPIN, «Porphyre, exégète d’Homère», en Entretiens sur l’Antiquité Classique, vol. XII, Ginebra, 1965, págs. 231-272.

25 Cf. P ÉPIN, Mythe et Allégorie..., págs. 93 y sig.

26 Vidas de los filósofos VIII 1, 21.

27 Peripatético del siglo III a. C.

28 Fr. 11 D IELS-K RANZ.

29 Fr. 42 D IELS-K RANZ; también frs. 40 y 57.

30 660e.

31 Cf. C ICERÓN, De natura deorum 11.

32 Puede verse el estudio de C. G ARCÍA G UAL, Epicuro, Madrid, 1981.

33 Ibid., el capítulo final: «La posteridad y el epicureísmo». págs. 240 y sigs.

34 Cf. Sobre lo Sublime IX 7, 2.

35 Una historia del término puede verse en P. D ECHARME, La critique des traditions religieuses chez les Grecs dès origines au temps de Plutarque, París, 1904, págs. 270 y sigs.

36 Od. VIII 267 ss.

37 4, 19E. Traducción de C. M ORALES y J. G ARCÍA L ÓPEZ, Plutarco. Obras morales y de costumbres, I, Madrid, 1985 (en esta misma colección).

38 32, 363D.

39 Cf. F. C UMONT, Recherches sur le symbolisme funéraire des Romains, París, 1942, pág. 5 n. 4, y É . B RÉHIER, Les idées philosophiques et religieuses de Philon d’Alexandrie, París, 1950.

40 P ÉPIN, Mythe et Allégorie..., pág. 88.

41 Elemente der Literarischen Rhetorik. (= Elementos de retórica literaria [trad. M. M ARÍN C ASERO], Madrid, 1983, pág. 212). Es interesante el estudio de R. H OLLANDER, Allegory in Dante’s Commedia, Princeton, 1969.

42 IX 2, 46. Es importante el trabajo de J. P ERRET, «Allégorie, hyponoiai, inspiration. Sur les exégèses anciennes d’Homère», en Mélanges Gareau, Cah. Étud. Anc. XIV (Ottawa, 1982), 65-73.

43 5, 1-2.

44 Ver P HILOD., Volumina rhetor., I (ed. S UDHAUS, Teubner, 1892), pág. 164, 22; 181, 25 s.; 174, 24.

45 Cf. A RISTÓTELES, Retórica III 4, 1, y C ICERÓN, Orator XXVII 92 y 94.

46 Q UINTILIANO, Instit. or. VIII 6, 52.

47 De Trinitate XV 9, 15.

48 Cf. P ÉPIN, Mythe Allégorie..., pág. 90.

49 Para todas estas definiciones conviene leer a C ICERÓN, Orat. III 41, 166. Cf. P ÉPIN, op. cit., pág. 90 y B UFFIÈRE, Les mythes ..., págs. 48 y sigs. En la Antología Palatina (libro XIV) hay una colección de enigmas.

50 Cf. O ELMANN, Heracliti..., pág. XLI.

51 I 10, 11.

52 Cf. C. R EINHARDT, De Graecorum Theologia, Berlin, 1910, págs. 36 y sigs. Una completa visión de todo el problema da la reciente monografía de R . L AMBERTON, Homer the Theologian: Neoplatonist Allegorical Reading and the Growth of the Epic Tradition, Berkeley, 1986.

53 Así, Atenea-phronḗsis en los caps. 19, 28, 30, 54, 61 ss., 75.

54 B UFFIÈRE, Heraclite..., pág. XXI y sigs.

55 Rep. 378-e.

56 Cómo debe el joven escuchar la poesía 4, 19E-20B.

57 Es llamado así porque había adoptado las costumbres voluptuosas de los feacios.

58 «II naufragio di Epicuro», Riv. Crit. Stor. Filos. XXXIII (1978), 116-118.

59 Griechische Mythen in christlicher Deutung, Zurich, 1945, págs. 355-492.

60 «Homer bei Methodios von Olympos», Rhein. Mus. XCIX (1956), 17-36.

61 Od. XII 178-200.

62 Cf. P. A NTIN, «Les Sirènes et Ulysse dans l’oeuvre de Saint Jérôme», Rev. Étud. Lat. XXXIX (1961), 232-241.

63 Autor siciliano del siglo a. C. Cf. J. W. S CHIPPERS, De Ontwikkeling der Euhemeristische Godencritiek in de Christelijke Latijnse Literatuur, tes. doct., Utrecht, Groninga, 1952.

64 Cf. B UFFIÈRE, Les mythes..., págs. 228 y sigs.

65 Fedro 229c-e. Cf. H ERÓDOTO, VII 189. Aunque antiguo, sigue siendo fundamental el artículo de J. T ATE, «Plato and Allegorical Interpretation», Class. Quart. XXIII (1929), 142-154.

66 B UFFIÈRE, Les mythes..., págs. 587 y sigs. y Héraclite..., págs. XXVI y sig.

67 P. G UILLON, «La nostalgie d’Homère», Cahiers du Sud. 325 (1954), 331 y sigs.

68 C. L. T HOMPSON, Stoic allegory of Homer. A critical analysis of Heraclitus’ Homeric allegories, tes. doct., Yale Univ. New Haven, 1973. Cf. J. T ATE, «On the History of Allegorism», Class. Quart. XXVIII (1934), 105-114.

69 Ión 530d.

70 Retórica 1403b26, y Poética 1461b1.

71 Ión 530d.

72 Cf. B UFFIÈRE, Les mythes..., pág. 134.

73 Cf. F. W EHRLI, Zur Geschichte der allegorischen Deutung Homers im Altertum, tes. doct., Basilea, Borna-Leipzig, 1928, págs. 89-91.

74 B UFFIÈRE, Les mythes..., págs. 137 y sigs.

75 E. M AASS, Aratea, Berlín, 1892, págs. 172-189.

76 Cf. ibid., págs. 173 y sigs.

77 Cf. A RISTÓTELES, Sobre el cielo 290b12.

78 P LUTARCO, Sobre la cara de la luna 931DF.

79 Cf. D IÓG. L AERC., VII 154.

80 Cf. C. W ACHSMUTH, De Cratete Mallota, Leipzig, 1860, fr. 4.

81 Cf. B UFFIÈRE, Heraclite..., págs. XXXV y sig.

82 Nacido en el 180 a. C. Cf. C. R EINHARDT, De Graecorum..., págs. 107-121.

83 W. S CHMIDT-O. S TÄHLIN, Geschichte der griechischen Literatur, II 1, Munich, 1934, págs. 394 y sigs.

84 De Apollodori ‘Perì theôn’ libris, tes. doct., Bonn, 1883.

85 184c.

86 Cf. R. M ÜNZEL, Quaestiones mythographae, Berlin, 1883, pág. 1.

87 Cf. M ÜNZEL, De Apollodori..., pág. 7. Tesis confirmada por J. P ANZER, De mythographo homerico restituendo, tes. doct., Greifswald, 1892, pág. 62.

88 Les mythes..., pág. 70. Véase R. H AHN, Die Allegorie in der antiken Rhetorik, Tubinga, 1967.

89 O ELMANN, Heracliti..., pág. XXXIX.

90 Cf. B UFFIÈRE, Héraclite ..., pág. XLI.

91 Una descripción detallada de los manuscritos se encuentra en O ELMANN, Heracliti..., págs. X-XXVIII. Cf. B UFFIÈRE, Heraclite..., págs. XLV-LIX.

92 Roma, 1850, I, págs. 296-361.

93 Véase n. 2.

94 Una valoración, en B UFFIÈRE, Héraclite..., págs. LV y sigs.


Alegorías de Homero. Metamorfosis.

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