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CXCIII
ОглавлениеEn la campiña de los asirios llueve poco, y únicamente lo que basta para que el trigo nazca y se arraigue. Las tierras se riegan con el agua del río, pero no con inundaciones periódicas como en Egipto, sino a fuerza de brazos y de norias. Porque toda la región de Babilonia, del mismo modo que la del Egipto, está cortada con varias acequias, siendo navegable la mayor; la cual se dirige hacia el Solsticio de invierno, y tomada del Eufrates, llega al río Tigris, en cuyas orillas está Nino. Esta es la mejor tierra del mundo que nosotros conocemos para la producción de granos; bien es verdad que no puede disputar la preferencia en cuanto a los árboles, como la higuera, la vid y el olivo. Pero en los frutos de Céres es tan abundante y feraz, que da siempre doscientos por uno; y en las cosechas extraordinarias suele llegar a trescientos. Allí las hojas de trigo y de la cebada tienen de ancho, sin disputa alguna, hasta cuatro dedos; y aunque tengo bien averiguado lo que pudiera decir sobre la altura del maíz y de la alegría, que se parece a la de los árboles, me abstendré hablar de ello, pues estoy persuadido de que parecerá increíble a los que no hayan visitado la comarca de Babilonia cuanto dijere tocante a los frutos de aquel país. No hacen uso alguno del aceite del olivo, sirviéndose del que sacan de las alegrías. Están llenos los campos de palmas, que en todas partes nacen, y con el fruto que las más de ellas producen se proporcionan pan, vino y miel. El modo de cultivarlas es el que se usa con las higueras; porque tomando el fruto de las palmas que los griegos llaman machos, lo atan a las hembras, que son las que dan los dátiles, con la mira de que cierto gusanillo se meta dentro de los dátiles, el cual les ayude a madurar y haga que no se caiga el fruto de la palma, pues que la palma macho cría en su fruto un gusanillo semejante al del cabrahigo.