Читать книгу De las negras a las rojas manos - Hugo Ernesto Lencinas - Страница 6
ОглавлениеCAPITULO II
Son las cuatro de la tarde de un día soleado y caluroso, cuando la bocina del tren se adueña de la siesta, tocando incesablemente y dejando en vilo a toda la población. La maquina se detuvo delante de una señal, que no le da entrada al sector urbano ya que desde el paso a nivel a la estación hay aproximadamente 600 metros y parece ser que el jefe de la estación no dio la orden de bajar la señal. Doña Valentina, una vecina lindante con las vías del ferrocarril observa que el maquinista se baja y comienza a caminar hacia la estación, pero en sentido contrario viene un cambista y se encuentran a la altura de la casa de doña Valentina que abre los oídos a tan esperada conversación: maquinista: ¿Qué ha ocurrido que no bajan la señal? Cambista: hace media hora que recibí la orden de bajarla y la baje ¿Qué ocurrió? Pregunta el maquinista. Cambista: por lo que puedo observar alguien corto el cable, quizás para robar la línea o simplemente para hacer daño. Pero el maquinista no entra hasta que el jefe de estación en persona lo autoriza, por lo cual pasaron 20 minutos más. Doña Valentina conversa lo obtenido en esa siesta con vecinos del lugar, donde todo esto llega a oídos de Clara, la tía de Lautaro que con poco asombro recibe la noticia. A la noche llega Lautaro, muy misterioso y callado, pero con algo mas sorprendente todavía, tenia vendadas las manos y cuando su tía Clara lo ve le pregunta: ¿dime porque tan tarde y las manos vendadas? ¿acaso te has lastimado trabajando? Lautaro: no, me cascotearon otros chicos y me fui a la sala médica. Clara no le creyó y dejo que el tiempo desnude la situación, si es que hay algo grave. Al otro día en las vías del ferrocarril, se encuentran el jefe de la estación, el comisario y el cambista, donde observan un yunque de piedra donde se produjo el corte de la rienda de la señal, con bastante mancha de sangre que aparentemente perdió la persona al romper la rienda. El comisario resuelve ir a la sala medica para evaluar si alguien entro en horas de la noche con heridas. Efectivamente era el niño Lautaro, por lo cual el comisario mando una orden de citación a la tía del niño para tomarle declaración al día siguiente.
Se hace presente Clara con su sobrino por la mañana. Inmediatamente el comisario toma declaraciones a ambos llegando a la conclusión que el niño carece de ayuda y deduce que este tipo de hechos Lautaro los volvería a repetir. Lautaro nunca negó sus cargos, siempre asumió la realidad de sus daños, dejando en claro su satisfacción por los actos cometidos. Tampoco negó su participación en el susto que le dio al caballo aquel día, donde un anciano tuvo heridas. Doña Clara lleva una pesada cruz con su sobrino, donde alguna vez estuvo internado en un patronato de menores y se fugó. Alguna vez el padre Juan se ofreció a ayudarla, pero Clara no disponía de decisión para tanta responsabilidad.
Y en casa de Carmen, hay un extraño clima de paz y emoción, ella se muestra muy voluntaria y alegre, parece que aquel cordial acompañante le estaba allanando su mente por momentos, salía a la vereda para ver si aparecía el carro del joven.
Dos días después- Carmen sale de compras al almacén, cuando llega encuentra el carro parado frente al comisionado. Ella rápidamente hace las compras observando desde un ventanal, si aparece Sixto por algún lado, termina de comprar y cuando sale todavía no se lo ve y decide esperarlo. ¡Pero! Ocurrente, toma la decisión de subir al carro y dejar el bolso de mercadería donde se sienta Sixto, para regresar y esconderse en un jardín. A los 5 minutos sale del comisionado, aquel joven elegante de traje y cuando se sube, encuentra la bolsa de mercaderías, en segundos sale una dulce voz de las ligustrinas: ¿Hola fletero como esta? Cuando Sixto ve a Carmen se le nubla la mañana, como si se hubiere tragado todo el sol en un segundo, estaba tan pálido que parecía una hoja bíblica, de labios temblorosos y con su voz frágil: ¡Carmen que alegría encontrarte por aquí! Carmen sonriente: ¡bueno, ahora tengo quien me lleve!. Sixto: ¡Que emoción verte Carmen! ¡¡A tus ordenes !! Sixto extiende su mano y Carmen sube y se sienta, se saludan con un beso cordial y se pone en marcha el carro. Sixto: ¿tu padre trabaja en este pueblo? No en el campo, ese es su lugar de trabajo, viene solo los fines de semana. Sixto exclama: pensaba en la conversación del otro día. Carmen: ¡caray! ¿ que pensabas?.. Sixto: que me agrada estar contigo y algo mas. Carmen: si, es que no me animo a otra cosa mas que la amistad, aunque…….Sixto: aunque? Carmen descarga una frágil sonrisa... Sixto recibe una grata orden de su mente y desvía el carro hacia las afuera del poblado. Carmen: ¡heee….heee!!.. ¿Qué pasa donde vamos? Sixto: es que me distraje y los caballos toman para cualquier parte. Carmen: mmm!!.. pongámosle que es así. Sixto detiene su carro y expresa: ¡quizás no nos veamos por cuatro días o más! ¿me das un beso? Carmen temblorosa mira hacia todos lados, accediendo finalmente el pedido de Sixto. Era un beso de amor tenue de diez segundos, una eternidad para dos corazones nuevos y en un intervalo de 5 segundos que de tanto silencio se oía el vuelo de las mariposas, acompañado por el canto de los pájaros, se abrigan dos bocas sedientas por otros diez segundos. Sixto y Carmen no tenían retorno, estaban enamorados y a partir de ahora comenzaba una vida muy diferente, todo era muy dulce, muy maravilloso, pero debían atravesar la barrera de los padres de Carmen- Llévame inmediatamente a casa Sixto, mi madre se va a enfadar que no llego con los alimentos, ya llevo media hora demás. Sixto: si niña vamos, el la deja a media cuadra de su casa.
Martina impaciente y colérica: ¿Qué pasa que llegas a esta hora? Carmen: el almacén estaba con mucha gente y se me hizo tarde. Suerte que no esta tu padre hija, sino estaríamos en problemas, ayúdame a hacer el almuerzo. Carmen: si claro. Martina observa un cambio de conducta con el correr de los días, Carmen vivía obsesionada en el espejo de la cómoda, se peinaba muy seguido y cometía errores en el proceder de sus actos gastronómicos. A todo esto, Martina continua con su observación, ya que era su única hija y no tenia otra inquietud que indagar. Martina: ¡hay Carmencita Carmencita! ¿De dónde la tortilla lleva vinagre? Carmen: uuy madre me equivoque. ¿Qué pasa que la ensalada no tiene sal? Antes nunca te pasaba esto. Carmen: bueno madre, es hoy nada más, a veces tenemos los días buenos, a veces no tanto. Carmen y su madre se disponen a almorzar.
A la tarde golpean las manos y Carmen abre la puerta: ¡doña Alba como esta! ¡niña linda que alegría verte! ¿tu madre? Carmen ahí viene. Martina: ¡Hola doña Alba! ¿Cómo esta usted? Muy bien Martina, vengo a pedirle un favor, el mismo que el año pasado jaja…Martina: si, ¿que le cuidemos la casa por unos días verdad? Alba: correcto Martina, nos vamos por una semana a Córdoba a visitar a mis suegros, habría que cuidar los animalitos y los mas delicados son las palomas mensajeras que son muy especiales. Martina: si claro, de eso seguramente se encargara Carmen, no hay problemas Alba estamos para eso. Después se saludan y Alba se marcha. Martina: bueno hija, debemos cumplir con los vecinos una vez más. Carmen: ¿si madre, y el padre que dirá? Martina: nada hija, tu padre esta agradecido con doña Alba porque de vez en cuando le cura el empacho. Carmen: claro que sí, es verdad. Madre voy a casa de Raquel, de acuerdo hija no vengas tarde, Carmen llega a casa de Raquel, recordemos que dicha casa linda con un matadero regional donde el padre de Raquel es el encargado. Raquel recibe a Carmen y comienza un dialogo sostenido, donde Carmen tiene su carta escondida para tirársela donde se presente la ocasión. Carmen deseaba dos cosas: que todo el pueblo sepa que ella tenia un novio y que su propio padre no. Raquel: te veo muy alegre amiga eso me alegra a mi también. Carmen: si, me siento bien ¿y como andan las cosas con tu novio? Raquel comprimiendo sus labios: ahí estamos, mi padre no quiere saber nada, pero trato de no hablar del tema. Carmen: ¡yo me estoy por casar! Raquel en una extendida sonrisa: .. amiga, que bien me hace disfrutar de tus chistes ocurrentes. Carmen: ¿qué dirías si tengo novio? Raquel: me alegraría mucho porque te hace sentir bien y cuando hay en quien pensar es maravilloso, pero tu amiga recién tienes 15 años los chicos todavía no te miran. Carmen: ¡mentiras! Si que te miran y mucho. Raquel: ¿acaso tienes algún pretendiente amiga? Carmen empuñando su léxico con toda claridad y energía: ¡TENGO NOVIO RAQUEL! Raquel se queda paralizada y dentro de ella transita una mezcla de sentimientos y pensamientos extraordinarios, de corte competitivo, ya que su amiga estaba rompiendo esa barrera que a ella misma le costo muchísimo, pero trata de ser positiva y decide ayudarla dándose cuenta que entre las dos podrían sobrellevar sus noviazgos a escondidas. ¡Que bien amiga! ¿Cuánto hace que lo conoces? Carmen: hacen 6 días, mañana viene mi padre y voy a ver como hago para que no me vea rara, mi madre sospecha algo porque cometí errores en la cocina por distraída. Raquel: ¿Cómo se llama? – Sixto responde Carmen, con sus ojos iluminados, pero no es de acá, sino de Dalmacio Vélez Sarsfield son unas 7 leguas. Bueno amiga, tendremos que ayudarnos porque en mi caso mi madre sabe, mi padre no. Carmen: si claro, creo que las madres son mas comprensivas, los padres mas celosos, yo quiero lograr que se entere mi madre, pero en casa hay mucha soga colgada y rebenques de mi padre y están a mano jajaja. Raquel: algún día le vamos a decir juntas. Carmen: uuy estaría bueno, pero más adelante. Raquel: es muy difícil sobrellevar una relación, sin que nadie te vea y mas aun en un pueblo pequeño como este. Carmen: a mi lo que me favorece, es que a mi padre lo tengo únicamente los fines de semana, los demás días estamos solas con mi madre. Raquel: eso ahora amiga, porque recién se conocen, pero tu novio va a querer salir contigo los fines de semana y allí está el asunto.
Carmen queda un poco traumada con su futuro sentimental y exclama: ¡aquel que le diga a mi padre me las va a pagar! Raquel: bueno amiga no te enfades todo está bien. Carmen: bueno amiga me voy a casa seguramente algo tengo que hacer. Raquel: bueno amiga gracias por tu visita cuando pueda voy a tu casa. Carmen con un beso a su amiga regresa.
Mientras tanto en el campo cae la noche y Francisco saborea un guiso de arroz con Ceferino. Francisco: mañana otra vez al pueblo a ver como anda la familia. Ceferino pregunta sin ningún tipo de restricción: ¿y como anda la quinceañera? Francisco: ahí esta parece que contenta, le ayuda siempre a su madre, aunque es muy mañosa. Ceferino: ¡mañosa! jeje.. eso hasta que conozca un muchacho y se case como mi hija que se caso a los 18 años. Francisco: eso no va a ocurrir en casa, tiene que ayudar a su madre y hasta después de los 20 ni novio. Ceferino: no lo quiero desilusionar amigo, a la larga uno afloja porque surgen conflictos y es muy feo vivir asi. Francisco dobla la vista como descalificando los dichos de Ceferino y se dispone a cambiar de tema. Hace tiempo que no como avestruz. Ceferino: si claro, ocurre que para cazar hay que dedicarse a eso y en nuestro caso si no es un fin de semana es muy difícil, pero a veces cae algún generoso y suele traer algúna picana.
Al dia siguiente Francisco parte para el poblado para descansar dos días. Ya en su casa saluda como de costumbre y se dispone a guardar el caballo en el corral y procede a higienizarse. La mesa esta vez esta servida y el almuerzo como siempre comienza en silencio. Carmen observa de reojo a su padre y piensa lo que no le puede decir, imaginando imposibilidades y se pone tensa, bajando su mirada al plato, sin probar bocado algúno y permitiendo lo siguiente: ¿Niña que le anda pasando que no come? ¡esta muy rico este puchero! Carmen: me duele la cabeza padre seguramente pasara. Francisco: seguramente a estado con su madre escuchando novelas en la radio y eso debe ser. Martina: No Francisco la niña durmió poco anoche y se levanto así. Al rato de probar el puchero, Carmen se levanta de la mesa y se va a su dormitorio. Francisco: ¿me queres decir vieja que le ocurre a esta nena? No se Francisco, hace unos días la noto rara y no dice nada. Francisco recordó aquella conversación con Ceferino en el campo, pero fortalecido en su orgullo y convencimiento no le dio trascendencia a la situación. Pero como el miedo no es sonso se atino a preguntar: ¿sale la niña por la tarde? – ¡Viejo!..Sabe ir a casa de Raquel o Hilda sus amigas. Francisco: no quiero que venga después de las 7 de la tarde. Martina: ¡Pero hombre estamos en diciembre y a esa hora el sol esta muy alto todavía! Francisco furioso y prepotente: ¡te digo que no!. En su dormitorio Carmen oye la conversación de sus padres y tiembla como un pajarito. Francisco se expresa con rigor exclamando: ¡Carmen a juntar la mesa y a lavar los platos! Carmen rápidamente cumple con el requerimiento de su padre, aunque esa tarea era rutinaria. Martina elevando el tono de su voz: ¡LA NIÑA SABE MUY BIEN LO QUE TIENE QUE HACER FRANCISCO! ¿ahora que te pasa a vos? Carmen con lagrimas en sus ojos: ¡usted padre viene mal del trabajo y se las agarra con nosotras! Francisco: ¡CALLATE CALLATE MOCOSA! Francisco va a su siesta, mientras las tareas se desarrollan normalmente. Carmen: madre me parece que……..shist…shist….shist.. no hables mas deja las cosas como están. Carmen nota que el travesaño que debe saltar es muy alto, pero cuando se decide a contrarrestar escalones, al menos se ve la cúspide de lo difícil. Aunque el rigor de su padre la obliga a permanecer en la incertidumbre, consumiéndose en ilusiones e impotencia, mientras no puede tener a su madre de compinche, porque tampoco conoce la realidad como tal.
El fin de semana se fue y Francisco fríamente se despide de su pequeña familia. Al día siguiente, Carmen esta alerta con la llegada de Sixto al pueblo, ya que no tiene ninguna posibilidad momentánea de comunicarse. Esta vez las cosas se le complicaron a Carmen, cuando expresa: ¡Madre voy al almacén que hace falta! Martina: si niña, anoto las cosas y vamos las dos. Carmen: ¡Madre no tengo problemas en ir sola! Martina: ocurre que la vez pasada te vendieron unas papas muy feas y por eso debo ir yo. No se que estabas mirando ¿no vistes las papas que trajiste el otro día? Carmen hace silencio y tiene un hormiguero que le corre por todo su cuerpo, no halla la manera de convencer a su madre y las dos van al almacén. Cuando llegan, Carmen mira hacia el comisionado y no ve nada que se parezca a Sixto. Salen del almacén y Martina se acuerda que tenia que pasar por el correo a retirar una encomienda, cuando llegan, Carmen no puede creer lo que ve, estaba Sixto dentro de la oficina. Pero afuera no estaba el carro que sabia utilizar. Cuando Sixto ve a Carmen se alegra, pero al ver a su madre ciñe su frente expresando una clara preocupación. El empleado del correo le pregunta a Martina: ¿Qué necesita señora? Y Martina le solicita la encomienda, cuando el empleado se va al depósito, Sixto va detrás y como son muy conocidos le expresa: ¿oye me harías un favor? El empleado: si Sixto, ¿podrías demorar un rato a esta señora? Quiero dialogar con su hija afuera. El empleado: ¿Cuánto? Sixto: unos 15 minutos, cuando se la entregues dile que no la encontrabas. Sixto guiña un ojo a Carmen y sale para afuera, Carmen observa a su madre y cuando esta se descuida sale y se reúne con Sixto. Sixto: vamos Carmen ando en auto porque el carro se rompió. Carmen: un ratito porque mi madre se va a enfadar. A las afuera del pueblo, con todo el respeto y cordialidad, Sixto y Carmen disfrutan del deleite amoroso, mientras Martina mira hacia delante y hacia atrás, ni Carmen ni encomienda y ya estaba por explotar. Al rato Carmen decide ir a casa de doña Alba su vecina del fondo de su casa, que estaban de viaje. Carmen extrae dos palomas mensajeras y en una caja se las entrega a Sixto, mientras acuerdan que la próxima vez Sixto le traerá dos palomas de un amigo, para poder comunicarse. Luego regresan al correo, Sixto la deja a una cuadra y se marcha a colonia San Jorge.
Martina sale del correo con la encomienda y la bolsa de mercadería mas la carga de la bronca, cuando detrás le gritan: ¡Madre madre acá estoy! Martina: ¿hija, pero donde diablos estabas? Carmen no sabia que responder y complicando la situación le dice a su madre: ¡yo estaba en la esquina porque sabias que te ibas a demorar! Martina: ¿Cómo sabias no entiendo? No madre, estuve con una compañera del año pasado, cuando estudiaba corte y confección. Esto fue muy poco convincente para Martina y le sugiere explicaciones claras y rápidas. Martina: ¿ya mismo me decís que estuviste haciendo en esta media hora? Carmen no tiene otra explicación que decirle la verdad a su madre, las simples excusas no le cierran y no tiene tiempo para inventar una cuartada. ¿Qué dirías madre si tengo novio? ¿o que harías? Martina: por ahora nada porque tengo el bolso en una mano y la encomienda en la otra. Carmen: jaja.. y después quieres que diga la verdad. A una cuadra y media del correo Martina y su hija detienen su marcha y frente a frente aclaran la situación. Madre, conocí a un muchacho guapo de 19 años se llama Sixto, trabaja en una distribución de una imprenta, viene los días de semana y es de Dalmacio Vélez Sarsfield. Martina, agitada y nerviosa: ¡quiero hablar con ese muchacho lo mas pronto posible! Carmen: ¿Por qué madre? Porque quiero ponerle en claro que mi hija no es cualquier cosa, aparte sos muy pequeña para novios y si se entera tu padre ni hablar hija mía, ni hablar. Carmen: pero madre, si Sixto no tiene malas atenciones, para conmigo, me trata con respeto.
Bueno sigamos porque no vamos a llegar mas a casa y hay que cocinar. La próxima vez que venga ese muchacho que vaya a casa, así conversamos ¡estamos! Carmen: si claro, pero quiero que sea una charla pacifica no violenta, él es bueno. Yo no soy como tu padre arrebatado, se conversar, quiero dejarle en claro que las cosas deben ser serias y no sea todo esto una aventura, el también es joven todavía.
Carmen sentía una paz enorme de haber logrado el acercamiento de su relación a su madre y que seguramente a partir de ahora al menos los días de semana, podía salir sin demasiadas complicaciones. Carmen muy entusiasmada: bueno madre cuando venga Sixto la próxima vez, lo invitare a casa así hablamos y preparare unas tortas fritas. Martina: Recuerda que, por ser la primera vez, va a ser un encuentro muy serio, no de tanta liviandad. ¡Está bien madre! .
Sixto debe regresar en dos días y Carmen tenía una única preocupación, si a su madre le iba a caer bien su novio, pero ya estaba muy conforme de la charla con su madre y era una conquista que le permitía tener mayor fortaleza, para luchar contra la adversidad de su padre, que no es seguramente fácil de convencer. A todo esto, Sixto no sabia absolutamente nada y no había manera de que Carmen le podía adelantar la situación, para no tomarlo por sorpresa.
Al día siguiente suenan las manos y sale Martina a atender: ¡hola como estas Raquel! Doña Martina ¿cómo anda? Mejor que te lo diga Carmen. ¿Cómo esta amiga? Carmen muy inquietante: bien, acá ando ¿y vos? Le tuve que decir a mi madre de nuestra relación con Sixto. Raquel: y bueno, así es mejor, al menos sabiendo ella, tienes un respaldo para que te ayude a contener la reacción de tu padre, que seguramente la tendrá. Carmen: si, cada vez que pienso me atormento. Raquel: por ahora trata de hacer lo que hice yo, consensuarlo con mi madre y tal vez algún día todo deberá salir a la luz. Martina: ¡Sera posible que no pueden hablar de otra cosa que sea de novios! Bueno doña Martina no es para menos, lo de su hija es muy reciente y es necesario que la ayudemos. Martina: esta bien Raquel, pero el jovencito ese no se me va a escapar porque le voy a aclarar bien los tantos. Carmen: ya se madre, basta con ese asunto.
Al otro día Carmen le da de comer a las aves de la vecina, que se fue de viajes y observa a una de las palomas con un rollito en su pata, Carmen la toma y lee con tranquilidad, Sixto le avisa que al día siguiente llegará al pueblo a eso de las diez de la mañana y estará en el comisionado. Pero Carmen no tiene como avisarle que su madre lo requiere para charlar en su casa. Sixto tiene una visión muy diferente a Carmen, a el le parece que será todo más fácil porque lo analiza desde otro punto de vista. Sixto se independizo de sus padres y tiene un buen trabajo, pero su compañera está en una situación dependiente y recién entrando a la adolescencia.
Al otro día, Carmen intercepta a Sixto antes de llegar al comisionado, le avisa que se prepare para hablar con su madre. Después de efectuar la distribución del material, Sixto se dirige al domicilio de Carmen, golpea la puerta y la joven sale a recibir a su novio con un beso y abrazo, mientras Martina se arrima a la puerta, Carmen: ¡Madre te presento a Sixto! Sixto: ¡Hola doña como esta! Martina: bien, pase ¿Qué anda haciendo por estos pagos? Sixto: bueno, vengo a este pueblo a traer formularios impresos para el comisionado y el correo a veces a la comisaria también. Martina: ¡Que bien! ¿Cómo conoció a mi hija? - Saludándola en la calle, porque un día venia con bolsones pesados y trate de ayudarla. Martina: ella es fuerte, otras veces a traído cosas mas pesadas. Carmen: bueno madre fue una atención. Martina: ¡tú te callas! Estoy hablando yo. ¿Qué pretensiones tiene usted Sixto con mi hija?- Nada mas que conocerla y veremos que sucede el día de mañana. Martina, muy seria y terminante: escúcheme Sixto, Carmen es nuestra única hija y no queremos que nadie la utilice ni se burle de ella, solo tendrá media hora para estar con ella, porque yo no se si mi marido aparece de sorpresa y se acaba todo. Esta bien doña Martina ¿y los fines de semana? Martina: no para nada, los fines de semana esta mi esposo y no quiero problemas. Sixto: bueno señora esta bien, Carmen acompaña a Sixto, charlan en la vereda unos 3 minutos, Sixto le entrega a Carmen una caja con una paloma mensajeras de un amigo suyo, para que la joven pueda comunicarse y luego se marcha sin saludar a Martina. Carmen: ¡Fuiste muy dura con Sixto! Martina: acá las condiciones las pongo yo y gracias que puede venir a casa hija.
Carmen: esta bien madre. Esta vez Sixto se fue confundido, por un lado, había conocido a su madre protectora y por otro lado imaginaba el frente de tormenta de su padre, que quizás le traiga conflictos. A la mañana siguiente Carmen escribe una carta, un tanto aliviadora para Sixto, de algúna manera pidiéndole perdón por el encuentro desafortunado con su madre. Luego Carmen se dispone a salir de compras y por supuesto esta vez su madre no la acompaña, pero en el trayecto hacia el almacén la intercepta un chico con una mirada hostil, como pidiendo explicaciones. Carmen: ¡Lautaro que casualidad encontrarnos por aquí! Lautaro: ¡estoy enfadado! Carmen: ¿con quién? Contigo. Yo te aprecio mucho y me duele verte con un muchacho que no es de estos pagos. Carmen: es una amistad que no te debe importar. Lautaro: ¡mientes! ¡mientes! Es tu novio. Carmen: Si fuera así ¿Qué te importa? Lautaro: gruñe despacio y se marcha.
Lo que le estaba ocurriendo a Lautaro era un gran celo, por su amistad con ella y si bien era de un perfil conflictivo, Lautaro también tenía su sensibilidad.
Se asoma la noche del viernes y Francisco se encuentra ya en su casa, totalmente olvidado de la discusión de la semana anterior. A la tarde del día siguiente Francisco deja el carro preparado para ir al bar y encontrarse con su gente del pueblo conocida y ponerse al día con los chismes y anécdotas. En esos instantes Lautaro pasa por el frente de la casa de Carmen y cuando ve al carro lo confunde con el de Sixto y no hace mas que observar y tramar algo. Al rato se produce un revuelo en los vecinos, todos gritan y los caballos saltan como langostas, el carro estaba en llamas y nadie sabía por qué. En esos instantes sale Francisco y como no podía desatar los caballos saca un cuchillo y corta las riendas librándolos del fuego. Francisco no se equivocaba en el autor del hecho, pero si en que la jugada era para él. Francisco estaba convencido que el mensaje era para el y así lo asumió, aunque no podía hacer nada sin mas que la denuncia policial. Al otro día el comisario inspecciona el carro y descubre que para arder tan rápido debió utilizarse algún combustible. Al investigar un niño había comprado combustible 15 minutos antes, fiado a nombre de una tal Clara. Nuevamente el comisario don Miranda cita a esta mujer para declarar con su sobrino.
Y en la comisaria, don Miranda elabora un extenso informe poniéndole en conocimiento a Clara que lo elevara a la autoridad zonal, para estudiar el caso y no descartaba que Lautaro sea internado nuevamente en una institución competente. Clara y Lautaro regresan a la casa y se instala otra vez el gran silencio. Solo Clara pregunta con mesura: ¿Qué ocurrió Lautaro porque has hecho semejante cosa? Lautaro con sus ojos fijos: porque pensé que era el carro de un forastero desgraciado que le anda arrastrando el ala a Carmen. Yo la aprecio y sufro porque se quiere aprovechar de ella. A todo esto, Clara asumiendo la confesion de su sobrino, quiere dejar en claro a la familia de Carmen que su sobrino no tuvo la intención de hacerle daño al señor de esa casa (Don Francisco) sino que hay otra persona a quien Lautaro desprecia, simplemente por celos de amistad. Pero esto Clara no lo deja pasar por alto y toma la decisión de dialogar con Francisco. Al otro día va al domicilio y golpea las manos, atiende doña Martina, ¡Buenas tardes señora! ¿Qué necesita? Clara: Vengo a hablar con su esposo, se trata de un tema importante Martina: ¡Francisco te busca una señora! Al rato sale don Francisco ¡Buenas tardes señora usted dirá! Clara: Señor Francisco, vengo en nombre de mi sobrino a pedirle una gran disculpa por el daño que le ha causado, sobre todo por ser un bien de traslado. Francisco con impotencia: que le parece mujer, ahora debo ir al campo a mi trabajo, solo en caballo y sin tener en que llevar mis cosas. Clara: ¡entiendo! Pero quería dejarle en claro que no tuvo para nada la intención de hacerle daño a usted, sino a un foráneo que según mi sobrino le anda arrastrando el ala a su hija Carmen, de hecho, los ha visto juntos varias veces, el mozo no es de estos pagos, viene a dejar papeles al comisionado los martes y viernes, así me conto. Yo pienso que el tiene un gran celo de amistad para nada pasional. Francisco se queda tieso y pálido, pero sabe que nada puede hacer, porque Ceferino lo esta esperando en el campo para trabajar y duro. A todo esto, responde: yo me voy a encargar de todo esto señora, eso significa que también anda en un carro igual al mío ¡ya vera ese sotreta! Bueno señora gracias por su información. Clara: gracias a usted por atenderme y entenderme. Clara se retira del lugar. Francisco con gran enojo ironiza: ¡Que diablos pasa acá! ¿Dónde está Carmen? Para todo esto Carmen al escuchar “el informe” de Clara dispara y se refugia en casa de doña Alba la familia del fondo que esta de paseo y que Carmen tenia la llave de la casa. ¡A mi me van a explicar todo Martina, acá hay algo raro! Martina: ¡cálmate Francisco! Todo tiene solución, la nena tiene derecho a tener amistades. Francisco: ¡No seas ingenua la señora hablo de novio! Y yo a esto lo voy a arreglar a mi manera. Francisco sin saludar monta su caballo y parte para el campo. A la hora llega Carmen cabizbaja y asustada. Martina: por tu culpa debo aguantar las sonseras de tu padre y no se en que va a terminar todo esto. Carmen: ¡uff. Que mal!
Martina y su hija deliberan la situación y no pueden saber que reacción agresiva puede tomar Francisco en un futuro inmediato, para colmo Carmen no tiene como avisarle a Sixto, si bien tiene una paloma, Sixto no esta avisado para recibirla. En el camino Francisco tiene la cabeza llena de palabras, una gran confusión y algo para cortar definitivamente con todo.
Llega al campo y al otro día se dispone a trabajar a la par de su patrón, estaban construyendo un aljibe y había que terminar el trabajo. En la breve cena, Francisco le pide un favor a Ceferino: Mañana por la mañana debo ir al correo, me enviaban una documentación día martes. Ceferino: al pelo Francisco, de paso le encargo un paquete de tabaco y papel para aguantar la semana. ¡Como no patroncito! A eso de las 8 salgo para el poblao. Francisco estaba informado que ese joven forastero debería llegar al comisionado con su carro, estaba enceguecido y furioso.
Al día siguiente sale temprano, después de unos amargos, que no eran los mismos, de los días de paz. Llega al pueblo y va directamente al correo y se sienta en un poste horizontal, ata su caballo y espera. A los 20 minutos, un carro de las mismas características del que tenia Francisco, se aproxima lentamente. Francisco se arrima y con un grito intimidatorio asombra al joven: ¡ASÍ QUE VOS LE ARRASTRAS EL ALA A MI HIJA! Sixto muy sorprendido: ¿Qué ocurre señor? ¡ESTO! Francisco saca el látigo y se lo adorna por el lomo. Sixto se encoge, se tira del carro, saca un cuchillo para darle una puñalada, pero sin éxito, cortándole la mano que sangra como una canilla. Cuando nuevamente Sixto lo encara para enfundarlo, alguien lo toma del brazo y todo termina en la comisaria y en la sala médica. Este hecho sorprendió al pueblo, ya que nunca ocurrían incidentes de esta naturaleza y a partir de ahora surgían dos enemigos sin mediar palabra algúna. En casa de Carmen todo era llanto y desolación porque el rigor de Francisco continuaba y de Sixto se sabía poco y nada.
Sixto se daba cuenta que estaba perdiendo el tiempo y para colmo de males recibió una llamada de atención de su jefe. Y antes de peligrar su trabajo, se alejo de Carmen por un tiempo indeterminado. Carmen constituyo una rogativa, llorando y pidiéndole de mantener la relación, pero a Sixto no se lo vio más por el pueblo. Lo ultimo que supo Carmen es que fue relevado por otro empleado y a partir de ahora, Sixto distribuía material en colonia San Jorge, a pocas leguas de Las Perdices. Llego navidad y año nuevo, como si el tiempo hubiera desaparecido, cuando en esos días era común la alegría y la diversión. Entramos al año 1.931 la casa de Carmen parecía un infierno, donde reinaba la desconfianza, el odio, la tristeza, la discusión y no había manera de normalizar la situación. Francisco estaba cada vez mas furioso y solo el tiempo podría cambiar ese calvario. Carmen estaba muy triste por el alejamiento de Sixto y también estaba pensando como hacer para calmar su gran bronca que le ocasionaban los curiosos, chismosos, que a cada instante se oían comentarios en tono peyorativo. Esto traumo mucho a la joven, que la llevo a tener una extraña conducta de rebeldía, alejándose un poco de sus amigas. Dentro de Carmen había un volcán que comenzaba a erupcionar y que era capaz de alertar a un pueblo.
Francisco continuo en el campo, un poco mas tranquilo, pero cuando recordaba la situación se alteraba mucho, porque tampoco le salió barata la jugada, ya que perdió una semana de trabajo, por la herida de su mano.
Sixto por otro lado, estaba muy triste y algo resentido, porque por culpa de ese viejo maldito, perdió su amor preferido. Pero no estaba resignado, tarde o temprano esto no iba a quedar así.
Lautaro enterado de la situación, se puso muy contento y una vez se cruzo con Carmen y le exclamo: ¡por fin se fue ese sotreta que pretendía molestarte! Y Carmen le respondió: ¡sos un ladino Lautaro, un arrastrado, el era mi novio y yo lo amaba mucho, ahora estoy muy triste por el y a ti te odio y no quiero que me hables más! Lautaro se conmovió y sin hablar se fue muy decepcionado. Algo que lo llevo a alegrarse por su celo amistoso, se había transformado en tristeza, ya que Carmen, lo desprecio y la cuestión es Sixto y nada más. Pero como Lautaro es travieso y algo mercenario, puede que en el futuro se disponga a ayudar a Carmen a restablecer su relación. Claro…….para esto se necesita tiempo, por entonces la situación es incandescente.