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La naturaleza, como inspiración vital

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PRESENTACIÓN

He escrito este libro en primera persona. Todos los fotógrafos tenemos algo de egocéntricos, nos gusta hablar de nosotros y recibir reconocimiento por nuestro trabajo. Estas páginas no pretenden ser un manual de fotografía; he intentado, más bien, mostrar mi manera de ver y fotografiar la naturaleza, lo que siento al hacerlo, mis recursos técnicos y visuales. Para mi la técnica no es la finalidad de la fotografía, sino únicamente el instrumento para conseguir imágenes que comuniquen: por eso escribir sobre técnica fotográfica ha presentado un reto personal. No es que no conozca la técnica, porque después de 25 años trabajando en situaciones límites con multitud de equipos fotográficos, los protocolos, mecanismos y controles de la cámara se interiorizan de tal manera que se utilizan sin apenas pensar. La cámara es casi una prolongación de mis manos, de mis dedos, de mi ojo y, a veces, de mis pensamientos.

Siempre me ha preocupado e interesado mucho más el qué, que el cómo. Me apasiona invertir mis energías en descubrir historias y narrarlas al espectador a través de mis imágenes. La técnica es sólo el vehículo para contar cómo veo la realidad natural, pero ni mucho menos la finalidad última.

Debo agradecerle a Javier de Juan, el editor de este libro, que un día decidiera descolgar el teléfono y me propusiera lanzarme a esta aventura, a este nuevo reto. ¿Qué sería de la vida sin desafíos? Escribir sobre técnica, pero también acerca de los sujetos fotografiados y de cómo los percibo es un nuevo ejercicio de comunicación, y la travesía ha sido emocionante. He tratado modestamente de escoger y desmenuzar 50 imágenes variadas, representativas de mi trabajo y en las que aparecieran situaciones fotográficas muy diversas y temas de todo tipo. En estas páginas escribo sobre esas 50 fotografías, lo que muestran y qué técnicas utilicé para su realización.

Siempre he pensado que soy afortunado por poder dedicar mi vida a fotografiar el patrimonio natural del planeta, aunque la suerte no tiene nada que ver en ello. En mi trabajo apenas hay suerte; todo se basa en el esfuerzo, la entrega y una pasión sin medida.

A ti que me lees, espero que este libro cumpla tus mejores expectativas.


Fotografiando bajo la lluvia en el Pirineo.

LA FOTOGRAFÍA, HOY

En sus inicios la fotografía tenía una función documental sin la renuncia a sus aspectos estéticos, por supuesto. De algún modo la fotografía fue la evolución lógica de la pintura realista en su afán por mostrar paisajes y otros motivos con la máxima fidelidad posible. Muchas décadas más tarde, a finales del siglo XX, con los equipos fotográficos analógicos ya muy sofisticados, había una gran distancia entre la fotografía profesional —o, más concretamente, la fotografía consciente como proceso creativo— y la fotografía familiar o de usuario —aquella realizada con la única intención de preservar recuerdos sin mayor intencionalidad técnica o creativa—. Dicho de otro modo: las fotografías realizadas por fotógrafos o aficionados eran infinitamente mejor técnica y estéticamente que las fotografías cotidianas realizadas por la mayoría de usuarios con cámaras sencillas. Con el nuevo siglo, sin embargo, y a una velocidad vertiginosa, dos inventos revolucionarios han convulsionado —y lo siguen haciendo— el mundo de la fotografía y el de la comunicación en general: internet y la fotografía digital.

Más allá de las evoluciones tecnológicas que han llegado con la fotografía digital, como el hecho de poder trabajar a sensibilidades terriblemente superiores a las de la fotografía analógica y, por lo tanto, captar escenas impensables hace apenas 20 años, la esencia de la fotografía digital radica en su inmediatez. Ver los resultados en tiempo real permite mejorar el aprendizaje, experimentar, y que los esfuerzos creativos y de comprensión técnica tengan un retorno inmediato y una evolución instantánea por parte del fotógrafo. Eso ha animado a miles y miles de personas a aficionarse y profundizar en el aprendizaje y la maduración técnica y creativa. La fotografía, antes mucho más limitada a una tipología concreta de público y dispuesto a invertir dinero y tiempo sin un retorno en forma de satisfacción tan inmediato, se ha democratizado y, ahora, muchos aficionados se atreven con técnicas complejas y resultados increíblemente buenos.

Por su parte, internet ha provocado —para bien y para mal— un flujo de miles de millones de fotografías que son accesibles a un número de espectadores exponencialmente superior al de la era analógica. Parece que me esté refiriendo a la prehistoria, pero recuerdo que mi primera cámara digital profesional la compré en el año 2006 e internet se popularizó en la década de los 90 (Google por ejemplo nació en 1998). ¿Alguien se puede imaginar cómo mostraba sus imágenes un fotógrafo profesional hace apenas veinte años? Publicar en revistas o libros, organizar alguna exposición o realizar charlas con proyectores de diapositivas eran las únicas maneras y, en el mejor de los casos, las imágenes llegaban a unos cuantos miles de personas en el intervalo de varios años.

Actualmente, ese flujo masivo de imágenes hace que la repercusión y el alcance de una fotografía sea potencialmente infinito pero, al mismo tiempo, el exceso de estímulos visuales desvirtúan una escena y provocan desinformación. Es mucho más difícil destacar entre millones de imágenes y, a menudo, es imposible discriminar las buenas fotografías, que ahora están perdidas en un torrente desbordado de escenas visuales que nada tienen que ver con la fotografía.

FOTOGRAFÍA DE NATURALEZA

Cuando la fotografía se vive de un modo lúdico, como una afición a desarrollar —tanto desde el punto de vista técnico o tecnológico como desde los aspectos más creativos y estéticos— , algunas especialidades fotográficas son más atractivas que otras. El retrato, la fotografía deportiva, el paisaje y la naturaleza son algunos de los campos fotográficos que más adeptos atraen. No hay muchos usuarios que por afición, sin embargo, se dediquen a fotografiar ruedas de prensa o interiorismo, por ejemplo.

La fotografía de naturaleza permite combinar dos aspectos que ya por sí solos son atractivos, como la técnica fotográfica y las actividades al aire libre, como el excursionismo o la observación de aves. De hecho, hay aficionados que llegan a la naturaleza desde la fotografía —al descubrir la fotografía de paisaje, por ejemplo— y otros que recorren el camino inverso. Muchos fotógrafos de esta especialidad fueron antes excursionistas y naturalistas, y la necesidad de capturar las escenas que observaban fue el camino más lógico para comenzar a utilizar la cámara y convertirse en fotógrafos. No en vano la naturaleza ha sido desde siempre una de las mayores fuentes de inspiración para artistas de diferentes disciplinas. Pintores, fotógrafos y poetas han encontrado en los paisajes naturales motivos clásicos de expresión.


Oleaje en la costa de Menorca, Islas Baleares.

Fotografiar la naturaleza no es fácil ya que, a menudo, precisa de una gran inversión en tiempo y conocimiento, no solo de la técnica fotográfica sino también de los sujetos a fotografiar. En el caso de la fauna suele ser habitual tardar días, semanas o incluso años en conseguir una instantánea, y para ello hay que adquirir un profundo conocimiento de la especie en cuestión a base de observación y muchas frustraciones. En otras ocasiones hay que pasar frío, caminar durante horas cargado con kilos y kilos de material a la espalda y, a menudo, los resultados son nulos.

Por ese motivo la fotografía de naturaleza suele ser casi siempre vocacional. En un mundo tan inmediato como el actual, si no hay una recompensa con resultados de forma temprana, el esfuerzo no suele compensar a la mayoría. Así que, frecuentemente, la recompensa no es sólo la fotografía conseguida, sino también el camino recorrido. Disfrutar de las excursiones, de la sensación de frío o de la emoción de la espera, aún cuando los resultados no lleguen, serán una buena manera de vencer frustraciones. A menudo, la fotografía es solo la excusa.

UN UNIVERSO DE MOTIVOS

El concepto naturaleza es muy amplio y genéricamente se refiere a todo aquello que no ha sido creado por el hombre. La variedad de ambientes que conforman el planeta Tierra es extraordinaria y, por lo tanto, también lo son sus paisajes. La vida ha evolucionado y se ha diversificado en millones de seres vivos con formas y colores inimaginables y tamaños que van desde los pocos milímetros de algunos peces australianos o de los mares de Indonesia —si nos referimos sólo a animales vertebrados— hasta los treinta metros de longitud y más de cien toneladas de peso de la imponente ballena azul.

Los fotógrafos utilizan diferentes técnicas y materiales para adaptarse a motivos tan dispares. Hablar de fotografía de naturaleza de manera tan genérica es algo ambiguo, ya que no es lo mismo un fotógrafo submarino que un paisajista.

Yo siempre he trabajado la fotografía de naturaleza de manera transversal, adaptándome a las diferentes situaciones y motivos para mostrar prismas muy diversos de un mismo lugar; me considero un fotógrafo generalista y algo todo terreno. Hay otro perfil de fotógrafo de la naturaleza que trabaja de forma mucho más especializada y, por lo cual, puede profundizar más en su temática correspondiente: fotógrafos submarinos, especializados en paisaje, macrofotografía o, incluso, fotografía aérea, son algunos ejemplos.

El paisaje

La fotografía de paisaje tiene mucho de contemplativa y nos asegura la obtención de imágenes técnicamente correctas. A diferencia de otros sujetos como los animales, con los que la consecución de una fotografía no está ni mucho menos asegurada, con los paisajes tenemos tiempo de corregir y perfeccionar los parámetros técnicos, incluyendo los compositivos durante la toma. Por ese motivo mucha gente que comienza se acerca al paisajismo y este es su primer contacto con la fotografía de naturaleza. Explorar, pasear y presenciar preciosas escenas con la mejor luz posible son algunos de los recursos que un fotógrafo de paisaje debe utilizar, disfrutando no sólo de la escena final, sino también de todo el proceso.

La fauna

La fotografía de fauna requiere de una intencionalidad mucho más explícita y profunda. Es cierto que dando un paseo por algún espacio natural podemos conseguir alguna fotografía de un animal sin casi buscarla si tenemos paciencia, somos silenciosos y disponemos de las ópticas adecuadas, pero no es lo habitual. Lo más normal es que, para conseguir una imagen de una especie concreta, debamos invertir mucho tiempo en adquirir los conocimientos acerca del animal en cuestión y sus costumbres y en esperar a que se sitúe al alcance de nuestra cámara.


Escondite para fotografiar avutarda.



Lechuza común fotografiada con una barrera de infrarrojos.

Hay muchas técnicas distintas para fotografiar animales dependiendo de la especie en cuestión, sus hábitos y el tipo de imagen que queramos conseguir. Las tres técnicas más habituales son la del rececho, los escondites y las trampas fotográficas.

El rececho consiste en acercarse prudentemente a un animal sobre el terreno hasta obtener una buena imagen y manteniendo siempre la distancia de confort del propio animal. Tradicionalmente se ha conocido esta técnica como caza fotográfica, pero en este texto prefiero evitar esa expresión. Gran parte de las fotografías de fauna se realizan desde escondites. Existen muchos tipos distintos de escondites o hides, pero todos consisten en poder pasar inadvertidos durante horas o días hasta lograr que el animal se aproxime lo suficiente. Habitualmente, los escondites se instalan en algún lugar al que sabemos que el animal acudirá: una charca con agua o un posadero son buenos ejemplos de ello. Cuando el animal es excesivamente receloso, nocturno o rápido se utilizan trampas fotográficas. Existen trampas de muchos tipos, pero básicamente consiste en colocar algún sensor que detecte la presencia del animal y dispare la cámara sin la presencia física del fotógrafo. Son montajes complejos y muy técnicos que, a menudo, precisan de varios elementos como flashes o barreras de infrarrojos. Los resultados con éxito son escasos, pero espectaculares.

Macrofotografía

La macrofotografía nos permite descubrir un universo de pequeños motivos en apenas un metro cuadrado. Se trata de acercarse a sujetos de pequeño tamaño, y no tanto en la utilización de potentes objetivos para fotografiarlos de lejos. Es una fotografía muy técnica, que requiere de accesorios y métodos específicos. Una de las grandes virtudes de esta especialidad es que la podemos practicar en cualquier jardín o en las afueras de nuestra aldea o ciudad donde, con paciencia, encontraremos sujetos espectaculares sin tener que desplazarnos muy lejos o invertir demasiado tiempo ni dinero.


La macrofotografía nos permite acercarnos a un mundo diminuto y muy rico en imágenes.


Fotografía subacuática

Si la macrofotografía es una especialidad técnicamente compleja, la fotografía subacuática no se queda atrás. A las dificultades técnicas implícitas en trabajar con la cámara en una caja estanca con sus correspondientes frontales y cúpulas, hay que añadir el hecho de que nos movemos en un entorno completamente hostil y peligroso. Sin querer ser alarmista y dado que practico el buceo desde hace años, hay que tener presente que bajo el agua cualquier accidente suele ser fatal. En este medio, más que en cualquier otro, hay que priorizar la técnica, el confort y la seguridad antes de comenzar a tomar fotografías. Si no dominamos bien las técnicas de buceo —control del aire, flotabilidad o profundidad, por ejemplo— no disfrutaremos de una buena sesión fotográfica. Bajo el agua hay un universo de vida y de imágenes inacabable. Esta es, tal vez, la técnica fotográfica que requiere de mayor especialización por parte del fotógrafo.



Fotografiar bajo el agua requiere de una buena formación y mucha práctica para conseguir escenas espectaculares de forma segura y confortable.

Fotografía aérea

Esta especialidad puede sonar inaccesible para el fotógrafo novel. Sin embargo, sin precisar de técnicas ni de cámaras distintas a las empleadas en situaciones más normales, fotografiar desde el aire puede proporcionarnos una visión completamente distinta y fresca de un mismo lugar.

Siempre que puedo intento completar mis proyectos con imágenes aéreas. A menudo no es sencillo, porque volar en determinados lugares y con condiciones apropiadas puede ser muy caro y requerir de autorizaciones complejas. Avionetas y helicópteros son los mejores sistemas, pero pueden suponer precios desorbitados. Volar con un globo aerostático, sin embargo, es una forma muy sencilla y económica de probar la fotografía aérea y experimentar nuevos puntos de vista.


Hay varias maneras de fotografiar desde el aire. La avioneta es tal vez la más razonable en cuanto a posibilidades y precio.

Fotografía astronómica, nocturna y pintar con luz

La evolución tecnológica de las cámaras fotográficas permite, desde hace unos pocos años, la realización de fotografías con sensibilidades (ISO) impensables hace una década. Esa es la clave para la toma de imágenes nocturnas, captando tantas estrellas en el cielo como jamás se había hecho antes con cámaras convencionales, por citar solo un ejemplo. Las técnicas de iluminar con luces artificiales, ya sean focos, flashes u otros sistemas, permiten una dosis extra de creatividad al modelar espacios oscuros —como cuevas o grutas— o paisajes nocturnos, con la única limitación de la imaginación del fotógrafo.


Mientras que las técnicas que consisten en pintar con luz se han utilizado desde siempre, las cámaras actuales permiten captar escenas sorprendentes, como los cielos estrellados, gracias a los sensores de alta sensibilidad.

MI EQUIPO FOTOGRÁFICO

Es imposible comenzar con un equipo fotográfico completo y equilibrado desde el primer día. Los precios elevados de los materiales de gama alta y la falta de criterio por parte del fotógrafo no iniciado, hacen que lo habitual suele ser realizar la compra de una cámara réflex con algún objetivo sencillo para, posteriormente, ir ampliando ese equipo.

También es habitual que más tarde se acabe sustituyendo aquel primer objetivo e incluso la cámara por otro modelo superior, pero hay un tópico que todos los fotógrafos conocemos y es el de que una cámara de gama alta no te asegura buenas fotografías. El equipo debe ir creciendo en objetivos, accesorios y calidad en función de nuestras necesidades reales y no sobre expectativas infundadas. La mayoría de cámaras fotográficas avanzadas —podemos considerar las cámaras réflex y las cámaras sin espejo o mirrorless dentro de esta tipología— poseen la calidad y las opciones suficientes para comenzar una gran aventura sin limitaciones técnicas. Sólo es necesario cambiar de cámara cuando realmente necesitemos dar un paso más porque la propia cámara nos está limitando en el aprendizaje o en la obtención de fotografías algo más complejas.

Mi caso es un claro ejemplo de un equipo que ha ido evolucionando con los años. He adquirido objetivos para realizar trabajos por encargo, una cámara nueva porque la anterior se inundó en el mar o un equipo de iluminación más moderno para poder realizar una fotografía imposible. He tardado unos 20 años en tener un equipo compensado y completo, que es con el que trabajo en la actualidad. Eso no significa que sea el equipo definitivo, porque el material —y más trabajando en la naturaleza— se estropea, se rompe o se pierde, o incluso se queda obsoleto. Pero no me obsesiona adquirir el último modelo de cámara si las que tengo no me limitan realmente.

Cámaras

Mi primera cámara réflex fue una Minolta X300 que adquirí a los 13 años. Era una cámara sencilla, sin funciones automáticas a excepción de un fotómetro. Me acompañó durante años en exploraciones subterráneas, cuando me dedicaba a fotografiar cuevas y simas e inventaba mis propios sistemas de iluminación. Le saqué un inmenso partido.

En una segunda etapa, cuando comencé a interesarme por la fauna y a publicar en revistas de naturaleza de un modo más continuado, di el salto a las réflex electrónicas de la mano de Nikon. Una F801 primero, seguida por una F4 y posteriormente una F5 fueron mis compañeras. A este equipo se le sumó otro de medio formato o 6 x 4’5, una Bronica ETRSi. Tanto el cuerpo de cámara como los objetivos eran bastante más aparatosos que las réflex de formato universal, pero la calidad de sus negativos o diapositivas enamoraba a cualquier editor de revista. Durante años viajé con ambos sistemas: utilizaba el medio formato, de mayor calidad pero mucho más lento, para los paisajes y mi equipo Nikon para la fauna y los motivos que requerían de mayor rapidez de respuesta.

En la nueva era digital han pasado por mis manos cámaras como la Nikon D2x, la Nikon D70 —que acabó siendo devorada por un oso polar en el ártico canadiense— la Nikon D700 y la extraordinaria Nikon D3.


Trabajando en situaciones límite es habitual perder material por diversas causas, como caídas, inundaciones u otros incidentes. En esta fotografía, tomada con una cámara sencilla, se ve un oso polar mordiendo mi Nikon durante una expedición al ártico canadiense.

Actualmente, trabajo con equipos full frame o de sensor completo (la D2x y la D70 no lo eran) y toda la combinación de objetivos que he conseguido durante este tiempo responde a este formato. Durante los últimos años mis cámaras han tenido una resolución de entre 13 y 18 megapíxeles, tamaño suficiente como para cubrir las necesidades de un fotógrafo profesional en situaciones habituales. En alguna ocasión, incluso, he realizado ampliaciones para exposiciones de más de 2 metros a partir de un archivo de 13 megapíxeles con un excelente resultado. El número de megapíxeles no es algo de lo que debamos preocuparnos en exceso. Las dos cámaras con las que trabajo en estos momentos son la Nikon D4, de 16,2 megapíxeles y una D800, de 36’3 megapíxeles. La primera es una cámara rápida, robusta y muy fiable. La segunda es capaz de competir con las cámaras de medio formato, extraordinaria para fotografía estática como la de paisaje, aunque algo lenta y con un exceso evidente de megapíxeles para mis necesidades.

Objetivos

La lista de ópticas que han pasado por mis manos es muy larga, sobre todo teniendo en cuenta que he combinado varios formatos fotográficos. Además, el hecho de trabajar en casi todas las especialidades fotográficas en la naturaleza, me obliga a disponer de objetivos muy distintos y variados. Cuando salgo al campo escojo la combinación que más se adapta al trabajo que voy a realizar aunque, en algún caso, cuando viajo por períodos largos de tiempo o realizo expediciones en las que puedo tratar casi cualquier motivo fotográfico, el equipaje compuesto por cámaras, ópticas y complementos puede llegar a pesar más de 60 kilos.

Mi objetivo más polivalente, el que llevo montado en una de mis cámaras por defecto, es el 24-70 mm f/2.8. Es versátil, lo suficientemente angular como para fotografiar paisajes y lo bastante tele como para realizar algún retrato o fotografiar algún detalle. Cuando necesito una óptica más abierta recurro a mi 14-24 mm f/2.8; este ultra gran angular es excelente para fotografía de interiores y para paisajes más amplios, aunque su lente frontal esférica complica enormemente la utilización de filtros. Ya existen hoy día filtros y portafiltros para este tipo de ópticas, pero cualquier fotógrafo que base su trabajo en viajar a lugares tan remotos y hostiles como yo sabrá que su uso y transporte es incómodo y que el riesgo de rotura es demasiado alto. Este zoom ultra gran angular es muy adecuado en fotografía nocturna y del firmamento.

Capítulo aparte se merece una óptica de gama paralela a las anteriores que durante muchos años utilicé para fotografiar paisaje, pero que ahora uso bajo el agua, en mi carcasa subacuática, debido a su versatilidad: el 17-35 mm f/2.8.

En ocasiones, pero de manera esporádica, echo mano de mi ojo de pez, un 15 mm f/2.8. En realidad hay que ser muy comedido en el empleo de esta óptica y donde más la utilizo es bajo el mar, para fotografiar grandes animales como tortugas, delfines o ballenas, pero de vez en cuando me permito su utilización en fotografía de paisaje.

Aunque no soy un especialista en retratos, cuando viajo a lugares remotos durante largas temporadas y puedo relacionarme con poblaciones locales me siento lo suficientemente cómodo como para afrontar la fotografía de personas y sujetos en su entorno. En esas situaciones me gusta hacer uso del 50 mm f/1’4. Este objetivo tiene un bokeh o desenfoque delicioso debido a su gran apertura de diafragma y, aunque su focal es corta, resulta muy adecuado para retratos.


Fotografié estos sarrios acercándome a ellos con respeto y muy lentamente, con un superteleobjetivo y un monopie.

En cuanto a focales algo más largas, un teleobjetivo corto, versátil y que complementa a la perfección al 24-70 mm es el 70-200 mm. Utilizo este zoom tanto a pulso para fotografiar fauna o realizar retratos como montado en el trípode para fotografiar paisajes.

Para fotografiar fauna necesito emplear potentes ópticas que se conocen como superteleobjetivos. En este grupo trabajé durante años con un 300 mm f/2.8, de una calidad óptica extraordinaria, pero muy poco versátil para fotografía de acción: cuando estaba con un sujeto móvil —como un lémur en las selvas de Madagascar— que se me acercaba y alejaba constantemente moviéndose por los árboles, este teleobjetivo se me quedaba corto o largo con mucha frecuencia. Fue un acierto cambiarlo por el excelente 200-400 mm f/4, menos luminoso —algo que compenso subiendo un punto el ISO— pero tremendamente superior en cuanto a versatilidad. Completo mis ópticas largas con el 600 mm f/4, un potentísimo teleobjetivo de más de 4 kilos de peso imposible de utilizar a pulso. Aunque este teleobjetivo es muy adecuado para fotografía desde escondite, donde no hay que transportarlo ni sostenerlo, confieso que en una ocasión lo llevé conmigo durante una travesía de varios días por los Pirineos. Fue un lastre terrible —más todavía si consideramos que llevaba en mi mochila otras ópticas, agua, saco de dormir, tienda de campaña y equipo de acampada— pero me permitió conseguir la fotografía de sarrios que necesitaba para uno de mis últimos libros.



Un fotógrafo que cubre tantas temáticas naturales, acaba necesitando material fotográfico muy diverso.

Con estas dos últimas ópticas suelo combinar dos multiplicadores, el x 1’4 y el x 2 (o duplicador). Estas lentes se colocan entre la óptica principal y el cuerpo de la cámara y, como su propio nombre indica, multiplican la distancia focal de aquella. El primero de los dos, el x 1,4, tiene una calidad extraordinaria y lo utilizo muy a menudo, aunque me hace perder un punto de luz. El segundo, el duplicador, ya conlleva una pérdida de calidad más considerable y dos puntos de luz, así que sólo lo uso en casos realmente extremos.

Para fotografía macro empleo el extraordinario Micro Nikkor 105 mm f/2.8, capaz de proporcionar por sí solo un ratio de ampliación de 1 o tamaño real. También, en ocasiones, combino este objetivo con el multiplicador x 1’4 o con otros elementos como los tubos de extensión.

Elementos de soporte

Actualmente trabajo con un par de trípodes, uno más grande, robusto y de fibra de carbono y otro más pequeño y portátil para viajes rápidos. Tan o más importante para mí es la rótula: he probado infinidad de ellas, pero para fotografía de paisaje ninguna sustituye a una rótula micrométrica de 3 ejes, que me permite encuadrar y realizar pequeñas correcciones con una precisión extrema. Para fauna en movimiento y combinándola con los teleobjetivos mencionados, sin embargo, la rótula perfecta es la del tipo gimbal, que permite movimientos rápidos y suaves en todas direcciones.


La rótula de tres ejes es ideal para fotografiar paisajes.

Soy un gran defensor de los monopies. Para fauna en acción o fotografía rápida, un monopie sencillo con una rótula basculante me permite evitar trepidaciones y fotografías movidas sin tener que recurrir a mi trípode, que en ocasiones es demasiado lento de montar.

Cuando fotografío desde un vehículo —en África es muy habitual— utilizo un sencillo saco de tela relleno de arroz, alubias o arena que me posibilita apoyar la cámara y el teleobjetivo en el filo de la ventanilla. A veces también uso un soporte casero que consiste en una pequeña plataforma apoyada en el vehículo en la que enrosco la rótula gimbal.


Las rótulas del tipo gimbal son ideales para fotografía de fauna y acción.

A mi equipo de soporte hay que sumar un gran número de utensilios con los que puedo sujetar una cámara o un flash en la rama de un árbol, en una cañería o en la ventanilla de mi coche, como pinzas, brazos articulados o flexos.


Aunque las imágenes obtenidas con una cámara de fototrampeo sean de mala calidad, pueden aportar mucha información acerca de la fauna que nos rodea.

Iluminación

Aunque cada vez utilizo menos la luz artificial y más la natural hay situaciones en las que uno o varios flashes electrónicos pueden marcar la diferencia. Siempre he usado flashes Nikon o Metz, pero en los últimos años, y viendo cuánto sufrían estos dispositivos al trabajar en la intemperie durante horas, he optado por otras marcas. Actualmente casi todos los flashes ya vienen de serie con muchas funciones avanzadas, como la comunicación por radio, lectura de la luz a través del objetivo (TTL) y todo lo necesario para poder sacar el máximo partido de cualquier situación.


Cámara de fototrampeo, capaz de obtener imágenes fijas y vídeos durante días mediante un sensor de movimiento.

Empleo los flashes como luz de relleno a pleno día, para iluminar motivos en fotografía nocturna y, más habitualmente, como luz principal en trampas fotográficas. En este último caso suelo utilizar hasta 5 flashes simultáneos. Junto con los flashes manejo difusores y reflectores cuando es necesario.

Accesorios fotográficos

Especialmente durante mis viajes —y menos durante las salidas de un día o fin de semana— llevo en mi equipaje un sinfín de accesorios que pueden marcar la diferencia o solucionar algún problema en un momento dado. Muchos de estos elementos no son estrictamente fotográficos, pero me ayudan a mejorar o documentar mis escenas o a solventar contratiempos.

ACCESORIOS VARIOS
Cable disparador
Visor en ángulo recto para macrofotografía
Cargadores de baterías y baterías de recambio
Pilas recargables
Material de limpieza
Tarjetas de memoria
Herramientas básicas para reparaciones de emergencia
Libreta y bolígrafo
Tapas de recambio
Cámara de fototrampeo
Pequeña cámara de vídeo de acción
Ordenador portátil
Disco duro para copias de seguridad

Capítulo aparte es el material de fotografía submarina. La pesada y aparatosa carcasa lleva asociada distintas cúpulas de cristal para diferentes objetivos. Además, dos brazos articulados sirven de sujeción a dos flashes electrónicos especiales, imprescindibles cuando se fotografía a profundidades superiores a los 5 o 10 metros. Todo ello, en su correspondiente maleta rígida, puede pesar casi 20 kilos.

Vivir en un medio rural me permite tomar el pulso natural de mi entorno día a día. Por eso también tengo incorporadas a mi equipo algunas cámaras de fototrampeo, que utilizo para detectar la presencia de animales en los alrededores de la aldea en la que vivo. Son cámaras que se disparan solas al detectar movimiento, que pueden estar varios días operativas y que funcionan tanto de día como de noche.

Material de viaje

Estar siempre viajando y explorando entornos naturales y a menudo hostiles, obliga a primar la seguridad y el confort por encima de los resultados fotográficos. Travesías en zonas de alta montaña, desiertos con temperaturas extremas o selvas con animales peligrosos hacen que, además de las técnicas fotográficas, sea del todo imprescindible un buen conocimiento del ámbito natural, de sus peligros y de como afrontarlos sin riesgos. Un buen equipo y unas técnicas adecuadas son las que nos permitirán disfrutar mucho más de la experiencia fotográfica en la naturaleza.

En mi equipo llevo siempre, además del equipo puramente fotográfico, el material técnico adecuado para mis días en el campo. Paraguas, frontal de iluminación, barritas energéticas, manta térmica para accidentes, calzado y vestimenta adecuada son solo algunos ejemplos de accesorios que pueden ayudarnos a evitar experiencias desagradables.


Aplicaciones como Photopills permiten planificar fotografías paisajísticas con posibilidades extraordinarias, aunque deben ser solo un complemento al trabajo de exploración sobre el terreno.

LA TECNOLOGÍA ACTUAL EN LA FOTOGRAFÍA DE NATURALEZA

No podemos dar la espalda a los extraordinarios avances tecnológicos que se desarrollan en nuestros días. Los teléfonos móviles inteligentes permiten el desarrollo y uso de aplicaciones inverosímiles, con utilidades extraordinarias.

Planificar el comportamiento del sol en tiempo real o en una fecha futura y en una ubicación concreta de la Tierra, el movimiento de la Vía Láctea o la posición de la luna son sólo algunas de estas funciones. Mediante la realidad virtual es posible conocer en qué lugar de un paisaje concreto se situará, por dónde saldrá o se pondrá el sol y se puede medir la profundidad de campo o calcular largas exposiciones con variables que añadimos nosotros, como el diafragma, la distancia focal o la intensidad de nuestros filtros de densidad neutra. Las aplicaciones que más se han popularizado durante los últimos tiempos son TPE (The Photographer’s Ephemeris) y la extraordinaria Photopills, desarrollada por un equipo de jóvenes innovadores de las Islas Baleares.

Las posibilidades de estas aplicaciones son infinitas y las utilizo como ayuda para planificar algunas de mis fotografías. No deben considerarse como un sustitutivo de nuestro conocimiento de la técnica y de nuestro equipo. No sirve de nada instalarse la aplicación si no entendemos el concepto de profundidad de campo, los valores de exposición o los distintos parámetros que la forman, por ejemplo.

Recorrer y explorar un paisaje siempre es lo más gratificante para mí, y el descubrir nuevos rincones y plasmarlos en una fotografía con una visión personal es algo que estas aplicaciones no pueden hacer. La fotografía no es algo matemático ni analítico sino emocional. Así que estas APP deben considerarse como herramientas para conseguir mejorar la técnica, pero no para sustituir nuestra visión fotográfica.

EL FOTOPERIODISMO

Hay muchas maneras de acercarse a la fotografía, en este caso de naturaleza. Hay gente que la practica como una actividad lúdica, algo en lo que invertir tiempo aprendiendo y disfrutando de un proceso creativo en el que sentirse bien; a veces el resultado final es una recompensa y en otras ocasiones, lo que importa es el proceso de creación en sí mismo. A algunos fotógrafos aficionados no les importa excesivamente las fotografías conseguidas, sino la experiencia vivida y el proceso de creación durante la toma de la imagen.

Considero que la fotografía es un canal perfecto para contar historias y expresar ideas. Al inicio de mi carrera profesional priorizaba por completo los aspectos estéticos de la fotografía. Ahora, sin embargo, trato de dar importancia al mensaje, sin que eso signifique renunciar a la belleza visual. La técnica es solo un vehículo, una herramienta para construir un mensaje, pero no es el objetivo final. Desde mi punto de vista la fotografía no consiste en la realización de fotografías perfectas, sino en comunicar mensajes coherentes, influyentes y emotivos.


La paciencia y el conocimiento de lo que fotografiamos aumentan las probabilidades de conseguir buenas instantáneas.

Por ese motivo, mi lenguaje visual tiene que ser fiel con la realidad. Casi siempre renuncio a procesos creativos y artísticos que podrían generar fotografías impactantes pero desviadas de la realidad. Puedo decir que en mi trabajo es mucho más importante el qué que el cómo. Doy más importancia al significado del mensaje que a su envoltorio.

Estas premisas, muy ligadas a la corriente fotoperiodística, hacen que determinadas técnicas o prácticas no sean lícitas en el tipo de fotografía que hago. La manipulación o el retoque digital —sin que la palabra manipulación quiera tener connotaciones despectivas— o la fotografía de fauna en cautividad, desvirtúan por completo el mensaje y provocan una pérdida de credibilidad entre el público y hacia el fotógrafo, pero también hacia su mensaje. Estas discusiones no son nuevas y llevan varias décadas en tela de juicio por parte de los círculos implicados, desde los mismos fotógrafos hasta los espectadores, que en ocasiones se han sentido engañados.

La fotografía como método artístico de expresión no tiene esos límites, ya que su principal objetivo no es el de narrar una historia coherente o mostrar un sujeto. La fotografía más artística —que se contrapone a la periodística— admite cualquier técnica o recurso que permita enfatizar la expresividad del fotógrafo y de su obra sin necesidad de narrar ni describir algo real.

LOS LÍMITES DEL PROCESADO

Al hilo de lo escrito hasta ahora, se hace necesario —aunque casi imposible— definir unas líneas rojas que no conviene cruzar si queremos que nuestro trabajo sea periodístico y que conserve intacta toda su credibilidad. Estos límites suelen ser difusos y dependen del criterio de cada fotógrafo y de cada espectador.


Cerezos en el Valle del Jerte.

La misma imagen en crudo y sin procesar (arriba), cambia por completo de aspecto cuando durante el revelado se ajustan parámetros como el contraste o la saturación (abajo).


Una vez revelada (derecha), esta fotografía muestra los espléndidos colores de esta pareja de abejarucos. La fotografía sin procesar (izquierda) es plana, sin contraste y sin sus colores reales.

Ya en el momento de fotografiar, durante el manejo de la cámara, tomamos decisiones que pueden comprometer nuestras imágenes por hacer que no sean del todo reales. En este momento de la reflexión se presenta una gran contradicción, ya que mientras parece que durante el procesado con el ordenador todo sea ilícito, en la cámara todo sea permisible. Bajo mi punto de vista, el criterio para diferenciar entre lo que es lícito y lo que no lo es, no debería ser si determinadas decisiones se toman durante la captura o en el procesado de la fotografía, porque al fin y al cabo, esa es la diferencia entre utilizar un filtro de cristal o un filtro digital durante el procesado (por poner un ejemplo): ambas técnicas alteran —para bien o para mal— la imagen de igual manera, y solamente se diferencian en que mientras los primeros se usan en la cámara, los segundos se añaden durante el procesado.

Hay imágenes típicas que no se cuestionan y que, sin embargo, no expresan la realidad del mismo modo que el ojo humano la ve: el agua con un tiempo de exposición muy lento o la Vía Láctea fotografiada con ISOS muy altos son ejemplos de escenas plasmadas en una fotografía que el ojo humano es incapaz de ver. Sin embargo, la Vía Láctea está ahí, aunque no la veamos a simple vista. Sin querer caer en discusiones filosóficas, me viene a la mente una pregunta crucial: ¿debemos fotografiar lo que existe o sólo lo que vemos?

Sea como fuere, conviene mucho diferenciar entre procesado o revelado y manipulación o retoque; la agencia fotográfica con la que trabajo desde hace años, Nature Picture Library da libertad a sus fotógrafos en la elección de las técnicas utilizadas durante la edición mientras la imagen final siga representando la esencia de la escena original. Es una sentencia muy relativa, pero resume muy bien todo lo que he escrito.

En este libro he querido seguir un criterio unificado y coherente con lo expuesto en cuanto a lo que se refiere al procesado de las fotografías. Todas las imágenes que lo ilustran han sido reveladas con un editor RAW, el Adobe Lightroom, pero ninguna de ellas ha sido sometida a otros procesos con programas externos, como pudiera ser el Adobe Photoshop, renunciando a trabajar por capas o con máscaras de luminosidad —que nunca suelo utilizar—. Mis imágenes pretenden mostrar mi visión personal de la realidad que contienen.

FOTOGRAFÍA Y CONSERVACIÓN

Hace un par de décadas nació una corriente dentro del fotoperiodismo de naturaleza con la que me siento plenamente identificado y realizado como fotógrafo. La fotografía conservacionista tiene como finalidad contribuir a la conservación de los espacios naturales y las especies en peligro de extinción mediante la comunicación visual, en este caso las fotografías.

La fotografía conservacionista tiene como objetivo final despertar la reacción de los espectadores para cambiar la realidad del mundo en el que vivimos. Ya sea mediante la seducción con imágenes positivas o la denuncia con imágenes negativas, los fotoperiodistas de la naturaleza tenemos la responsabilidad de dar a conocer historias y realidades que ponen en peligro la salud y la biodiversidad del planeta y, en la medida de lo posible, cambiarlas. Por supuesto es una tarea titánica en la que solo somos un granito de arena, pero es una responsabilidad que debemos asumir.


Primates enjaulados para su venta ilegal en un mercado de Indonesia.

Habitualmente los fotógrafos conservacionistas trabajamos en simbiosis con científicos y con la connivencia de organizaciones dedicadas al cuidado de la naturaleza, lo que da a nuestro mensaje más profundidad y fuerza, a la vez que nuestras fotografías tienen una utilidad más allá de la visual.


La fotografía conservacionista no es solo un estilo fotográfico. Es un compromiso vital que implica al fotógrafo mucho más allá de la belleza fotográfica, en la lucha por conservar nuestro patrimonio natural.

Fotografía de naturaleza

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