Читать книгу Hecatombes - Indira Córdoba Alberca - Страница 8

El 10

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La parada del colectivo está a diez minutos de su casa. Se levantó temprano para prepararse y almorzar; es casi la hora de salir y no puede hacerlo. Una y otra vez repasa los apuntes en papel reciclado que sacó de la basura. Por enésima vez el reloj de la cocina le dice que ya es tarde. El primer colectivo ya pasó y perderá el último si ella no viene ya. Siente un incontrolable ardor en el estómago, la manzana de adán le revienta la garganta, saltan las lágrimas y bajan por sus mejillas encendidas. La transpiración corre por su espalda y moja su limpísima camisa recién planchada.

–¿Qué pasa que no llega? ¿Estudiamos tanto y no se va a presentar?

–En la parada no lo encontré. ¡Qué raro! Siempre llega media hora antes para comparar apuntes y despejar las últimas dudas.

–Que no quedan despejadas y nunca son las últimas.

Cinco veces a la semana soportó dolor en los dedos de los pies. Dos cuatrimestres en la facultad. A mitad de cada clase el calambre lo obligaba a aflojarse con disimulo las zapatillas y, con el talón afuera, concentrarse en la explicación del profesor. Con las falanges entumecidas estudió mes y medio para cada parcial.

“Ya está, no me presenté, quizá en la próxima fecha, con más suerte…” El golpe de la reja impacta en su corazón. Corre a la salida, “¡Mamá!” alcanza a balbucear. En el vano de la puerta, ella tira el bolso al piso, sin desatarse los cordones, se descalza a golpe de talón. Él se pone las zapatillas aún calientes y corre calle abajo para alcanzar el autobús. Más de una hora dura el viaje. Llegó un minuto antes del examen. Con ese diez promocionó.

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