Читать книгу Sexo, violencia y castigo - Juan Marco Vaggione, Isabel Cristina Jaramillo Sierra - Страница 11

1.1. Moralidad

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El abuso de niños es un tema intrínsecamente moral. Maltratar a un niño ha llegado a parecernos el peor de los crímenes. Hay una larga tradición en la filosofía empirista inglesa de distinguir el “ser” del “deber ser”, para usar la frase de Hume. Una mera descripción, se dice, no implica nunca una evaluación. Pero no es posible, en nuestros tiempos, describir a alguien como un maltratador sin condenarlo moralmente. El poder evaluativo de la etiqueta proviene en parte de la forma como hemos agrupado distintos tipos de daños. Anteriormente sentíamos diferentes tipos de aversión moral frente al padre que voluntariamente descuida a su hijo; contra una persona que salvajemente golpea a un inocente; frente a un extraño que abusa sexualmente a un niño; y contra el incesto. Pero cuando todo esto funciona conjuntamente como abuso de niños, cuando el vicio sexual es lo que frecuentemente se invoca con la frase “abuso de niños”, y cuando la víctima es un niño, un inocente, no debería sorprendernos que nuestras sensibilidades morales más primitivas y profundas se desplieguen completamente. Todo nuestro sistema de valores se ha visto afectado por la trayectoria de la categoría del abuso de niños en los últimos treinta años; se ha producido una nueva constelación de lo que es la maldad moral absoluta: el abuso de niños. Los relativistas podrían argumentar que algunas de las cosas a las que se les llama abuso de niños solo son vistas de tal forma en una cultura como la nuestra. Pero nadie ha sugerido que nuestra aversión frente al abuso de niños sea “meramente relativa a nuestra cultura”. No obstante, hay tanta moralidad, tanta superioridad moral aquí que uno puede empezar a sospechar que una pseudomoralidad está infiltrándose.

Sexo, violencia y castigo

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