Читать книгу Vampi Vamp y el señor Zombi - Jacqueline Balcells - Страница 6
ОглавлениеCAPÍTULO 1
UN LUGAR LLAMADO TRAPANVANIA
En algún lugar del mundo ubicado al norte del sur, cerca del oeste y más cerca aún del este, se sitúa Trapanvania. Si se mira desde lo alto tiene la forma de un sombrero de copa verde, rodeado de un halo cristalino. Lo verde son los árboles y el cristal es el agua del río Esferondo, que da vueltas y vueltas alrededor de la tierra en eterna búsqueda del mar.
El pueblo tiene la estructura de casi todos los pueblos: la plaza al centro, las casas distribuidas en avenidas, un centro comercial, un cine, una cancha de fútbol. Y si desde la plaza se mira hacia el sur, levantando mucho la cabeza, se alcanza a ver la torre del castillo Lila, en cuya cima ondea una bandera con los colores morado y blanco del escudo real.
En Trapanvania conviven en paz y armonía vivos, muertos, brujas, reyes, hombres lobos, vampiros, espantapájaros, sapos que son príncipes, príncipes que deberían ser sapos y todo tipo de especímenes que hacen del día un canto y de la noche un ronquido.
El rey del palacio Lila gobierna a medias, por una parte porque es muy flojo y por otra, los años le van pesando en el cuerpo y en la cabeza. Se le olvida lo que ordenó y se enoja porque no cumplieron órdenes que no ha dado. Al día de hoy, su única ocupación es ofrecer a los habitantes la oportunidad de admirarlo en la plaza pública en cada festividad. Es un anciano de barba blanca que toca el suelo, barrigón y malas pulgas. Pero su paso lento y solemne, permite que el trapanvaniense que lo desee, pueda tener el privilegio de palpar su barba.
Su hija, la princesa Caprichos, con cara de aburrida y ojos entornados, a veces lo acompaña, pero no permite que le toquen ni la huella de su sandalia. Como su nombre lo indica, es caprichosa, vanidosa y mimada, lo que no es extraño porque es hija única y su madre murió al darle a luz. A pesar de sus sueños de grandeza y de un matrimonio con algún apuesto príncipe de tierras lejanas, se enamoró del hombre lobo. Pero eso jamás lo confesaría en voz alta.
Como todo pueblo bien constituido, tiene una alcaldía. Está situada al centro mismo de la plaza, y es orgullo de los ciudadanos por ser la única plaza del mundo donde una caca de pájaro jamás ensuciará una cabeza o un escaño, y en el que jamás una laucha, un ratón o un pericote osarán mostrar sus ojillos.
Esto se debe a su alcalde Espanta Pájaros, un ser de imponente presencia que cuando alza su brazo tallado en noble madera se hace el silencio; y cuando de su boca sale ese silbido que ahuyenta a los cuervos, los oídos de los habitantes se afinan para no perder palabra. A su lado, su fiel esposa Ahuyenta Lauchas, siempre joven gracias a buenos cirujanos y de hermosa sonrisa gracias a buenos dentistas, no pierde detalle de lo que él dice, ni quita la vista del fotógrafo que la inmortalizará en el periódico del día siguiente.
Entre todos los habitantes de Trapanvania, la más querida y popular es Vampi Vamp, una linda vampirita. Tan inteligente es, que superó con soltura el hecho de que de vampiro solo tiene los incisivos largos: Vampi Vamp es alérgica a la sangre. Su madre lo supo desde que era una cría y se enronchaba entera cada vez que le daban a beber su rico biberón de sangre fresca. Goza de una gran simpatía y siempre está preocupada por los demás y dispuesta a colaborar en la resolución de algún problema o un misterio. Así, por ejemplo, cuando el sobrino del hombre lobo despertó una mañana sin sus colmillos de leche, ella demostró que no se le habían caído en forma natural sino que él mismo se los había arrancado para que el ratón Pérez le dejara monedas bajo su almohada. Y cuando la bruja Malespina perdió su escoba, Vampi descubrió en una hora quién había sido el ladrón. Y todo esto sin siquiera consultar a las Tejeverdes, tres sabias viejecillas que viven sentadas en los árboles tejiendo ramas. Ellas son las protectoras de todo lo que es verde, por eso el día que llegó saltando de otro país el verde sapo Bocazas, todo el pueblo supo por ellas que era un príncipe encantado y que recuperaría su estado natural el día en que una princesa del otro lado del océano lo besara.
El gran amigo de Vampi Vamp es el señor Zombi. Un zombi, como cualquier otro y muy buena persona, que se levanta en las noches de su tumba cuando le dan ganas de pasear entre las sombras. Se hizo amigo de ella un día en que Vampi Vamp leía las inscripciones de las tumbas del cementerio para resolver un enigma. El señor Zombi, que mira la noche sentado sobre una lápida, la comenzó a seguir intrigado por la concentración con que ella leía nombres y fechas.
–Tres ojos ven más que dos –le dijo–. ¿Puedo ayudarte?
Entonces, sacándose un ojo con su mano descarnada, lo acercó a la tumba que la joven detective examinaba, y con el otro le hizo un guiño.
Esa fue la primera vez que el señor Zombi y Vampi Vamp se aliaron para resolver un caso.
Y seguirían muchos más.