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PREFACIO

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Este libro es el testimonio de cómo cada sujeto pudo introducir un margen de libertad en lo que constituía «la verdad» de su destino. Dicho margen es una conquista que resulta del riesgo, asumido por el analizante, de hacer algo con ese obstáculo que vuelve de modo insistente, ese sufrimiento que lo lleva una y otra vez a lo más insoportable de su vida.

Semejante riesgo tiene un tiempo y una forma. El tiempo es inherente a la idea que tenemos del sujeto en tanto efecto retroactivo de la cadena significante. En cuanto a la forma, está construida por las modulaciones de ese Otro que conformó la matriz de los lazos que el sujeto se ve compelido a repetir. El analizante recurre a un analista para saber acerca de esa «verdad» que lo determina, para descubrir lo que ignora de sí.

Demos entonces la palabra a quienes, tras arriesgarse, han decidido ejercer el derecho a oponerse a los ilegítimos medios por los cuales hoy se intenta cuestionar el psicoanálisis.

Cada uno de nosotros es llevado por lo que ignora y que sin embargo encuentra en la repetición: ese curioso objeto causa de nuestro deseo nada nos garantiza que nos guste. ¿Cambiarlo? Imposible. Pero entreverlo de otra manera que no sea a través de las catástrofes con las que él sacude nuestra vida, sí. Es eso lo que puede permitir una cura.*

En psicoanálisis, no se trata del tiempo que se cronometra, de la duración que es una tentativa de neutralización… Se trata del tiempo bruto que no se borra, el que separa un antes y un después. Es el tiempo límite no limitado en sí mismo por una medida instrumental. Para el tiempo abordado de este modo, el instante no se distingue de la eternidad, envuelve, insinúa, resulta imposible de domesticar...

Los mandatos ejercidos en las sociedades contemporáneas para que el sujeto «funcione» de acuerdo con los modelos de la eficacia y el éxito actualizan lo que dijo el poeta inglés W. H. Auden: «El behaviorismo funciona: la tortura también. Estoy seguro de que si me confiaran al profesor B. F. Skinner, y me facilitaran las drogas y las herramientas apropiadas, terminaría recitándoles, en una semanas, el Código Atanasiano en público. El problema con los behavioristas es que siempre se las ingenian para excluirse a ellos mismos de sus teorías. Si todos nuestros actos son condicionados, nuestras teorías también lo son».1

La radicalidad con que el poeta se expresa para denunciar la falsedad de los postulados pretendidamente científicos con que se protegían los practicantes e investigadores de la psicología experimental es enorme. Sin embargo, eso que hoy parece superado y lejano retorna intentando hacerse un lugar mediante la oferta de soluciones a los grandes problemas de la época, aunque tanto sus propuestas de política sanitaria como los ataques mediáticos o los despliegues de marketing editorial que lleva a cabo delaten el condicionamiento escondido pero insoslayable que define su práctica: el servicio al discurso del amo.

Como lo hizo el poeta, hoy se hace necesario denunciar los falsos semblantes, ya se trate de la retórica enmascarada en la lex artis o de la impregnación cognitivista que busca apropiarse del psicoanálisis. Si el psicoanálisis alcanzó el estatuto de gran descubrimiento del siglo XX es porque asumió el lugar del reverso del discurso del amo. Esto produce una gran ruptura: el síntoma no es una enfermedad que debe ser curada, sino un signo que viene del inconsciente personal y que abre una falla en la norma anterior con miras a la creación de un nuevo porvenir.

El psicoanálisis es hoy todavía una disciplina muy joven; apenas ha transcurrido un siglo desde su nacimiento, tanto en el campo de la epistemología como en el de la terapeútica. Queda por recorrer un largo camino que, como el del deseo, por estructura, es sinuoso y laberíntico. No figura en sus propuestas la conquista de la felicidad, no es una panacea, sólo pueden valerse de él quienes sufren.

Sin embargo, a pesar de su juventud, el psicoanálisis ha marcado con huellas imborrables la cultura occidental. Freud y Lacan abrieron el campo del saber a una episteme y una praxis que permitieron interrogar aspectos hasta entonces insondables de la religión, la autoridad patriarcal, el derecho, la ley, el arte y la literatura.

El psicoanálisis está dirigido a seres que reconocen en ellos un obstáculo: insomnes, bulímicos, depresivos, obsesivos, impotentes, narcisistas, angustiados, etcétera. El psicoanálisis reconoce la discordancia como esencial a la dimensión humana. Le hace un lugar para que se vuelva creadora y no destructora. La discordancia genera la invención. Se sabe que los grandes descubrimientos científicos se han hecho en la ruptura.

Este libro es el producto de la reunión de un conjunto de textos testimoniales escritos por psicoanalistas, escritores, periodistas, artistas y un amplio grupo de gente vinculada al mundo de la cultura, el arte y la ciencia sobre sus experiencias con el psicoanálisis.

Encontramos en la lectura de estos testimonios, vívidos, contrastados, singulares, un efecto de «bien decir», de lo que se transmite con la palabra justa, con la palabra orientada por la ley del deseo.

Jacques-Alain Miller y Bernard-Henri Lévy, director de la publicación La Règle du jeu, realizaron una amplia convocatoria para que cada uno, psicoanalizado o psicoanalista, desde su perspectiva, en nombre propio y a su manera, relatara su encuentro con la disciplina freudiana. Esta edición en español incluye además testimonios procedentes de España y Argentina.

Los resultados de un análisis no se pueden cuantificar ni evaluar, pero podemos conocer sus efectos a través de lo expresado por los mismos analizantes sobre lo que un tratamiento psicoanalítico les ha aportado. Lo que el lector encontrará en este libro es lo decantado en un largo recorrido, en un compromiso profundo, por quienes frente a los momentos de impasse de sus vidas se decidieron a realizar la experiencia del psicoanálisis.

Estos textos nos ofrecen, al modo de las epifanías joyceanas, lo que cada uno ha logrado apropiarse de tal experiencia: fragmentos de un real que expresa eso tan íntimo y tan personal que bordea lo indecible.

Si hoy, a través de estas páginas, tenemos acceso a estos testimonios, es porque hubo antes un lazo transferencial con un analista, quien desde su posición hizo lugar a que cada quien se apropiara de su vida para hacerla más vivible.

LIDIA LÓPEZ SCHAVELZON

La regla del juego

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