Читать книгу Nueve días para recuperar la paz - Jacques Philippe - Страница 6
ОглавлениеDía 1
La urgencia de la paz interior
MEDITACIÓN DEL DÍA
Señal de la cruz
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Invitación al recogimiento
Me sereno, me sitúo en el momento presente y respiro despacio. Con una actitud de fe, me pongo bajo la mirada de mi Padre del Cielo, que me ama con ternura. Estoy atento a la presencia de Dios dentro de mi corazón. Me recojo unos minutos.
Espíritu Santo, Tú que eres la luz, Tú que eres el consolador, ven a guiar mi oración de hoy. Hazme conocer la belleza y la hondura del amor divino. Ven e instaura en mi corazón la paz de Dios; y hazme capaz de transmitir esa paz a mi alrededor.
Meditación
La gracia que vamos a pedir a lo largo de este retiro consiste en recibir la paz de Dios dentro de nuestro corazón de un modo más profundo, más abundante; y en ser capaces de comunicar esa paz a nuestro alrededor.
Esta es la séptima bienaventuranza del evangelio de san Mateo: Bienaventurados los artesanos de la paz, porque serán llamados Hijos de Dios.
Y en la carta a los colosenses Pablo dice así: Que la paz de Cristo se adueñe de vuestros corazones: a ella habéis sido llamados en un solo cuerpo (Col 3, 15).
Según Pablo, Dios nos hace una auténtica llamada a recibir su paz. Estar en paz es un elemento esencial de la vocación cristiana.
Esta llamada es especialmente acuciante en el mundo de hoy, marcado por tantos miedos, tanta agitación, tantas inquietudes. Hay una auténtica urgencia espiritual de recibir y transmitir la paz de Dios.
El primer deber de un cristiano no consiste en ser perfecto, ni en resolver todos los problemas, ni en que todo le salga bien: consiste en estar en paz.
Coincido plenamente con Etty Hillesum, la joven judía que residió en Amsterdam durante la segunda guerra mundial y vivió un maravilloso encuentro con Dios. Esto es lo que escribía en su diario en 1942, cuando la persecución nazi hacía estragos en Amsterdam:
«Nuestra única obligación moral es desbrozar en nosotros mismos amplios claros de paz y extenderlos cada vez más, hasta que esta paz irradie a los demás. Y cuanta más paz haya en los seres, más habrá también en este mundo en ebullición»[1].
Cuanto mayor es la crisis mundial, más importante es que nuestro corazón esté en paz.
En el libro de Isaías, cuando Jerusalén se ve amenazada por sus enemigos, el pueblo se inquieta y se agita en busca de soluciones políticas; y estas son las palabras que les dirige el profeta:
Así ha hablado el Señor Dios, el Santo de Israel: «Seréis salvos si os convertís y estáis tranquilos; en la serenidad y en la confianza está vuestra fuerza». Pero no habéis querido (Is 30, 15).
Si en nuestro corazón habitan la paz y la confianza, nos apoyaremos en el Señor y podremos encontrar la respuesta oportuna a nuestras dificultades. Hallaremos respuestas constructivas y decisiones guiadas por el amor para las cuestiones que afrontemos.
Si, por el contrario, dejamos que la agitación y el miedo se apoderen de nuestro corazón, corremos un grave peligro de no reaccionar bien frente a los acontecimientos, y caer en el bloqueo, la huida, la agresividad, la violencia; o en decisiones precipitadas, que no resolverán nada e incluso pueden aumentar el mal en lugar de atenuarlo.
Oración
Confiémonos a la Virgen, Reina de la Paz:
Dios te salve, María; llena eres de gracia;
el Señor es contigo; bendita tú eres
entre todas las mujeres,
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros, pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios Todopoderoso y Misericordioso
nos bendiga y nos guarde,
Él que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
LA GRACIA QUE PEDIMOS
Me planteo esta pregunta: ¿qué difundo a mi alrededor: paz, confianza?; ¿o al contrario: agitación e inquietud? Pido a Dios la gracia de que su paz habite en mí y me convierta en un verdadero artesano de la paz.
LUCES DE UN GRAN TESTIGO
«Cuanto más recogido vive alguien en lo más íntimo de su alma, más fuerte es la irradiación que proviene de él y que atrae irresistiblemente a los demás tras de sí».
SANTA TERESA BENEDICTA DE LA CRUZ
TEXTO PARA LA MEDITACIÓN
Leo y medito el texto de Isaías citado anteriormente: Así ha hablado el Señor Dios, el Santo de Israel: «Seréis salvos si os convertís y estáis tranquilos; en la serenidad y en la confianza está vuestra fuerza». Pero no habéis querido.
Guardo estas palabras en mi corazón e intento repetirlas a menudo a lo largo del día: En la serenidad y en la confianza está vuestra fuerza.
[1] Etty HILLESUM. Diario: una vida conmocionada. Barcelona, Anthropos, 2007.