Читать книгу Génesis, vida y destrucción de la Unión Soviética - Jaime Canales Garrido - Страница 7

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A MODO DE PRÓLOGO

Más de algún lector atento se preguntará por qué tan extenso epígrafe.

La respuesta es simple: porque en este encabezamiento están resumidas todas las fases de la breve vida de la Unión Soviética -desde su génesis hasta su sepultura- a la par de la cuestión teórica medular de lo que Marx llamó “la primera fase -o ‘fase inferior’- de la sociedad comunista”1.

Cuando la noticia de la disolución de la Unión Soviética llegó hasta mis oídos, me encontraba trabajando en un país africano que me había brindado acogida, como a tantas otras personas de las izquierdas que tuvieron que huir de la represión desencadenada por las fuerzas de la derecha fascista en sus propios países.

Yo fui uno de los tantos jóvenes que tuvo la fortuna de conocer la realidad íntima del gran país soviético al que, mientras fue socialista, sentí como mi verdadera Patria, a pesar de todas las falencias entonces ya existentes.

A la gran derrota, que habíamos sufrido a nivel nacional y continental en los años 70 -y que truncó nuestro futuro en sus albores- se sumó esta, la Gran Derrota de toda la Humanidad, que vendría a alterar la historia universal, tal como, hace casi cien años, la Gran Revolución Socialista de Octubre estremeciera y agrietara los cimientos del injusto orden mundial imperante.

Sin embargo, a pesar del colapso, la significación histórica de la Unión Soviética no ha muerto, continúa viva y vivirá por siempre en la vida cotidiana, en la memoria y el corazón de aquellos seres humanos que no han perdido ni perderán jamás su más importante condición: la de hombres conscientes que buscan la justicia y luchan contra la deshumanización de la sociedad.

Considerando el inmenso significado político y social que revistió la edificación del socialismo en la Unión Soviética para los destinos del mundo, bien como su destrucción, importa elucidar las causas que originaron el catastrófico desenlace.

Porque estamos convencidos de que la explicación de las motivaciones que estuvieron en el origen de la caída de los gobiernos de partido único o hegemónico en los países de Europa del Este, y muy especialmente en el caso de la Unión Soviética, que predomina en el mundo occidental -y se le ha impuesto a la opinión pública de nuestros países- por lo general, es reductora y simplista.

Creemos que muchos de los análisis que se han hecho sobre la destrucción de la URSS son, en su mayoría, estereotipados y -desde el punto de vista de la realidad histórica- prejuiciosos, febles y mentirosos. Se nos antoja que, muchas veces, lo que prima en ellos es la obsesión ideológica y política.

Los autores de libros, opúsculos y artículos que -con independencia de los fines que persigan- entregan al público una visión sesgada de lo que fue el proceso de construcción del socialismo en la Unión Soviética, sin recurrir al sustento de fuentes fidedignas de información, pareciera que no reparan en que las bases de su historia descansan en una visión estrecha y unívoca -con mucha frecuencia, falsa- de hechos reales. De ahí, la inevitable ausencia de rigurosidad científica inmanente a dichos análisis.

Está claro que, debido a la falta de rigor científico de las aludidas investigaciones, no tiene nada de extraño que los medios de comunicación de masas al servicio del anticomunismo -liderados, organizados y financiados, a la postre, por el principal enemigo de la Humanidad progresista- las difundan con el empeño propio de propagandistas profesionales a sueldo. Y, lamentablemente, es este el tipo de fuentes de información que forma la siempre maleable “opinión pública”.

Pero el fenómeno más adverso que esta suerte de estudios provoca es que, al reducir al carácter de absoluto interpretaciones y versiones arbitrarias de algunos hechos históricos, se les transmite a estas la calidad de verdades absolutas que, con al correr del tiempo, devienen para las gentes axiomas inconmovibles e irrefutables2. Por tanto, enquistados en sus conciencias, son muy difíciles de erradicar.

Así, si se pretende analizar, de manera cabal, las razones de la destrucción de la Unión Soviética, no se debe ignorar el papel determinante que ha jugado en ello uno de los instrumentos más importantes y efectivos: la ubicua guerra de desinformación, que -como la práctica lo ha hecho evidente- fue y es la causa principal del desconocimiento que se tenía -e interesadamente algunos insisten en tener- de la realidad de los países socialistas3.

Y esa guerra no se inició en el mismo momento del nacimiento de la Unión Soviética, sino varios años más tarde, porque las potencias imperialistas, a la sazón, optaron por el ya consabido recurso: desencadenaron una cruenta agresión militar contra la novel República de los Soviets, de la que participaron contingentes militares de 14 estados.

Entonces, al no poder vencer al nuevo Estado en los frentes de batalla de la mal llamada “Guerra Civil”, iniciaron las actividades de zapa, siendo parte notable de estas la guerra de desinformación, cuya primera campaña alcanzó su apogeo el año 1933, cuando los nazis incendiaron el Reichstag, culpando de ello a los comunistas4. Ese hito marcó, precisamente, un punto de inflexión en los métodos propagandísticos de la anticomunista Alemania nazi dirigidos contra su enemigo por antonomasia: la URSS.

A la campaña de difamación nazi se sumó el magnate norteamericano de la prensa Hearst, que en 1934 viajó a Alemania, donde fue recibido por Hitler como un visitante muy especial. Hearst puso a disposición de la GESTAPO la cadena de diarios, revistas y periódicos de su propiedad, para difundir en los Estados Unidos artículos firmados por el propio Göring sobre supuestas masacres, presidios, hambre y represiones en la Unión Soviética.

Los norteamericanos de aquella época -paradójicamente, menos manipulados que nuestros contemporáneos-, conociendo lo que representaba el nacional-socialismo, iniciaron una serie de manifestaciones de protesta contra tales publicaciones. Ello obligó a Hearst a desistir de la colaboración “periodística” del segundo hombre de la jerarquía nazi.

Continuó, eso sí, la colaboración entre la GESTAPO y el magnate, quien se limitó a reproducir los artículos que aquella le hacía llegar sobre la pretendida realidad de la Unión Soviética. Pero, dejemos por el momento a Hearst, la GESTAPO y sus infamias, pues, más adelante, volveremos a encontrarnos con más pormenores de esa fructífera cooperación entre los nazis y uno de los destacados representantes de los intereses del mundo empresarial norteamericano.

Podemos afirmar, sin ambigüedades, que el grueso de la información sobre la época de Stalin, divulgado a partir del año 1956, esto es, tres años después de su muerte -no casual ni natural- que dio inicio a un prolongado período de anticomunismo a nivel mundial, no se corresponde con la realidad.

Porque, a la luz de la información desclasificada de los archivos del Kremlin, ocurrida entre los años 1989 y 1996, y de la publicación del “Informe Secreto” de Jruschov al XX Congreso del PCUS, fue posible establecer que todo lo dicho entonces por Jruschov había sido forjado con recurso a interpretaciones arbitrarias y al deliberado escamoteo de hechos reales.

Claro está que los mismos órganos de información que, en 1956, difundieron extensamente el mentado “Informe Secreto”, cuando se supo parte de la verdad histórica, mantuvieron un sepulcral silencio.

Al conocer yo, a finales de los años 80, las revelaciones hechas por los medios de comunicación “todavía soviéticos” y de algunas publicaciones de los historiadores rusos auténticos -no de los propagandistas gorbachovianos- y de algunos comunistas de los países occidentales, entre las cuales sorprende y duele la ausencia de opinión crítica de comunistas y analistas latinoamericanos, mi asombro fue inenarrable.

Efectivamente, dichas revelaciones confirmaron ciertas suposiciones que yo había venido barruntando desde el año 1967, tras mi primera llegada a la Unión Soviética. Porque, entonces, al conversar en la calle con algunos soviéticos, nunca escuché una palabra amable sobre Jruschov.

Todo lo contrario acontecía en relación con Stalin, que, de acuerdo con mis interlocutores, había sido un gran estadista y el genial y máximo estratega en la “Gran Victoria” del pueblo soviético durante la “Gran Guerra Patria”.

Incluso en las anécdotas -¡qué mejor forma de conocer el pensamiento popular!- que circulaban a la sazón en Moscú, Stalin no era ni ridiculizado ni se podía revelar cualquier asomo de falta de respeto para con él. Diametralmente opuesto era el contenido de los chistes sobre Jruschov.

Esa realidad, un tanto insospechada, como es obvio, motivó fuertemente mi curiosidad, pues se contraponía notablemente a lo que los medios de comunicación de mi país habían propalado y continuaban pregonando. Y, acaso lo peor, era que en el seno de nuestra organización política nunca escuché a nadie pronunciarse sobre este asunto.

A partir de los 15 años, se había adueñado de mí el sueño de continuar mis estudios universitarios en la Unión Soviética. Pasó casi un lustro, y cuando llegó el momento de viajar -aliadas al irrefrenable deseo de materializar mi sueño- me asaltaron ciertas dudas -muy recónditas y ligeras, pero, al fin y al cabo, dudas- aunque sería más exacto decir aprensión. Porque, mientras el sueño fue sueño, o no había tenido acaso la suficiente madurez para comprender cabalmente el paso que iba a dar o, pura y simplemente, había olvidado las terroríficas noticias sobre la “maldad” de Stalin y de los comunistas.

El hecho concreto es que, al tener conciencia de que, en pocos días, al llegar a la Unión Soviética podría encarar la remota posibilidad de ir a parar a Siberia -como es de suponer, sin motivo alguno, tal como había sucedido con “los millones de inocentes” que el “malvado” Stalin había enviado a los campos de concentración de ese remoto lugar- me invadió un extraño cosquilleo. Pero, al pisar el suelo moscovita y ver los rostros sonrientes de los soviéticos de entonces, me di cuenta de que el vestigio de recelo se había disipado durante el viaje.

La posición de los dirigentes del PCUS en aquellos años, que daban muestras evidentes de que, para la Unión Soviética, Stalin no había existido (pues ni siquiera era objeto de críticas oficiales), para un observador atento, daban cuenta de que su persona era ignorada deliberadamente.

Por doquier, Stalin estaba presente en la Unión Soviética: en la economía, en el poderío militar del país, en la cultura, en la literatura, la arquitectura monumental -diría yo, eterna-, que le transmitía a la bella Moscú un carácter único, majestuoso y, sin duda, era evidencia de la impronta de una época gloriosa.

Por todo lo que había precedido al XX Congreso del PCUS, y, sobre todo por los asombrosos resultados de la gestión de Stalin, que, dirigiendo al Partido y al pueblo soviético, había transformado a la Unión Soviética de un país agrario industrial muy atrasado -el más atrasado de las potencias europeas- en una potencia industrial, altamente desarrollada -la segunda potencia económica y militar mundial, que había acabado con el más sanguinario enemigo de la Humanidad, el nazismo- en mi conciencia, de más en más, adquiría ribetes de veracidad la idea de que Jruschov -y los que callaron el año 1956- irremisiblemente, habían mentido por razones, para mí, desconocidas y, por consiguiente, inexplicables.

En suma -como suele decirse- atando cabos, llegué a la casi convicción de que el XX Congreso del PCUS había sido una gran mascarada.

Pensé, entonces, que un país gobernado por un tirano, con base en el terror, nunca podría haber triunfado en una guerra tan cruenta y desigual. Asimismo, una nación gobernada por un “sanguinario dictador” nunca podría haber llevado a cabo, en todas las esferas de la sociedad, lo que el pueblo soviético había alcanzado.

Supe por aquellos días que, cuando Stalin murió, millones de soviéticos se volcaron a las calles a despedir al que ellos consideraban el líder más egregio de su gran nación, y lloraron hombres, mujeres y niños, lloraron sentidamente. ¡Algo sin precedentes en la historia universal!

Un pueblo no recuerda y llora a un tirano como al más excelso líder de su historia, a pesar de las reiteradas campañas para denigrarlo, menospreciar su gestión y su época, que han tenido lugar, reiteradamente, a partir de 1956. Y continúan hoy.

Estamos convencidos de que es imprescindible analizar al hombre y sus actos sin abstraernos de su época, de las condiciones objetivas a la sazón imperantes y de la posición que ocupó en la sociedad, así como también los objetivos que persiguió y los que alcanzó.

Por todo lo señalado, quieran o no reconocerlo los neoliberales y los anticomunistas viscerales de ayer y de hoy -muchos de sus enemigos contemporáneos sí lo reconocieron-, la época vivida por la Unión Soviética entre los años 1924 y 1953, es la etapa más fructífera, brillante y heroica de toda la historia de Rusia. Esta verdad histórica -después de un oscuro interregno de casi medio siglo- por fin, es bien conocida en Rusia, en donde el respeto e incluso la admiración por Stalin es cada vez más creciente.

La historia, mejor todavía, la vida de los hombres, las sociedades que estos conforman, están llenas de paradojas, muchas de ellas simpáticas e hilarantes, algunas tristes, otras trágicas y terribles: lo que ocurrió el año 1956 es una de las más tristes y trágicas paradojas de la historia universal.

Porque nadie fue capaz de comprender -o, simplemente, lo ignoró- que lo que, aparentemente, era verdad, de hecho, era la más horripilante falacia. Horrible, porque marcaba un hito histórico acaso sin precedentes: de una plumada, se obligaba a todo un pueblo heroico y orgulloso de su pasado a renegar de él.

Y todo eso fue hecho, recurriendo a la suplantación, tergiversación y escamoteo de hechos históricos. Treinta años más tarde, Gorbachov repetiría la puesta en escena.

Otra incalificable paradoja derivada del “Informe Secreto” reside en el hecho de que la verdad jruschoviana consiguió, en Occidente, encontrar cabida incluso en el seno de la abrumadora mayoría de los partidos comunistas y de muchos partidos identificados con las izquierdas, que fueron incapaces de evaluar la veracidad de la información propalada y sus consecuencias para la salud e integridad del socialismo vivo, las huestes marxistas y, muy en particular, el movimiento comunista internacional5.

Huelga hacer comentarios acerca del impacto que el anodino discurso tuvo en la siempre dúctil opinión pública de aquellos países.

Entretanto, en la Unión Soviética, ninguno de los participantes del crimen se detuvo a pensar que, si Occidente, exultante, aplaudía a Jruschov y, treinta años más tarde, a Gorbachov, ello se debía a que algo andaba mal y que todos estos jerarcas habían ignorado una verdad axiomática: “Lo que es bueno para tu enemigo -la burguesía- no puede ser bueno para ti”, que, supuestamente, eres comunista.

Cabe señalar que la mayor parte de las opiniones sobre la situación real de los países socialistas, propaladas en el mundo por diversos estudiosos de los procesos sociales -historiadores, economistas y analistas políticos, bien como por dirigentes de partidos políticos de las izquierdas, de pseudo izquierdas y de derecha, personeros de gobiernos y otras personalidades ligadas al quehacer político y social- manifiesta un sensible desconocimiento de la realidad de esos países6.

En muchos casos ello se debe al hecho de que estas personas -sobre todo el ciudadano común un tanto ajeno a la ideología y a la política- sometidas al permanente bombardeo de la desinformación, no se dieron el trabajo de conocer la diversidad de opiniones y juicios acerca de la realidad de los países socialistas, lo cual, en fin de cuentas, entre otras motivaciones, determinó sus limitaciones al intentar interpretar la situación de dichos países.

Se suma a ello, además, la ignorancia de la lengua hablada y escrita de muchos de aquellos países, factor que suele ser elemental para tener una percepción correcta del proceso cognitivo de sus realidades.

Existen innumerables trabajos de análisis sobre la Unión Soviética, llevados a cabo por estudiosos -tanto de izquierda como de ultra izquierda- que afirman que lo que se estaba construyendo en la URSS no era socialismo, sino un modelo de sociedad que no tenía nada en común con lo postulado por Marx, Engels y Lenin, como si los fundadores del marxismo hubiesen elaborado cartabones o definido en pormenor cómo se debería edificar una sociedad socialista y las formas que debería revestir su contenido. ¡Nada más alejado de lo propugnado por Marx, Engels y Lenin sobre la primera fase de la sociedad comunista! Engels expresó esta idea con meridiana claridad: “Nuestra doctrina no es un dogma, sino una guía para la acción”7.

Por otro lado, hubo y hay consideraciones acerca de la vida en la Unión Soviética que adolecen de serias insuficiencias, debido, básicamente, a limitaciones de índole teórica e ideológica, que lleva a los autores a tener una antojadiza interpretación del socialismo, que, en su mayoría abrumadora, es de índole “mercantilista”.

Sin embargo de lo anteriormente referido, es menester señalar que, amén de los citados análisis, existen numerosos pronunciamientos sobre esta catástrofe de autoría de destacadas personalidades del movimiento comunista y obrero internacional8.

En la Rusia postsoviética, se ha escrito y hablado tanto acerca de la destrucción de la URSS -millares y millares de libros, artículos y opúsculos escritos; ponencias en televisión y en otros medios de comunicación; mesas redondas de connotados historiadores, filósofos, economistas, analistas y personalidades políticas- que todo lo que se escribe hoy y se pueda escribir mañana no será, prácticamente, más que una reiteración de opiniones, enfoques e ideas ya repetidos.

Lo señalado es una importante traba para que se formulen nuevos puntos de vista o se develen aristas poco investigadas de esta importante y compleja cuestión. No obstante, está claro que, en los trabajos publicados, existen diferencias de forma y contenido con dependencia directa, sobre todo, del posicionamiento ideológico y político de sus autores.

Con todo, como el contenido del masivo volumen de publicaciones es casi desconocido en el extranjero, y muy especialmente en los países de América Latina, lo que ha condicionado la aceptación o adopción -incluso en el seno de gentes preocupadas por el devenir político y social, con claras inclinaciones de izquierda- de los consabidos estereotipos fabricados por los enemigos del socialismo, se torna necesario llevar a cabo este intento de exponer algunas tesis y reflexiones sobre esta trascendental cuestión.

Para los efectos de nuestro trabajo, singular importancia revisten las obras de connotados autores, entre los cuales es necesario destacar al Académico y filósofo ruso Serguei Kara-Murzá y a Aleksandr Zinóviev, filósofo, escritor y académico ruso, emigrado a Occidente en 1978, que, en los mismos inicios de la perestroika -que él daría en llamar la katastroika (de las palabras rusas katastrófa y stróika, esta última con el significado de construcción, por tanto, “construcción de la catástrofe”)- redactó, a poco de la llegada de Gorbachov al poder, un breve opúsculo titulado Le gorbatchévisme ou la Puissance d’une illusion (El gorbatchovismo o el poder de una ilusión)9.

El citado supra escrito, de hecho, es una mordaz crítica a la forma cómo el nuevo grupúsculo en el poder estaba administrando la Unión Soviética. El filósofo ruso señaló que las consecuencias de esas reformas podrían llevar el país a la catástrofe.

Los hechos acaecidos más tarde mostraron la certeza del pronóstico, que, teniendo como telón de fondo el regocijo y las expectativas que el inconsistente palabreo de Gorbachov suscitaron en la ciudadanía soviética, así como en el seno de los partidos comunistas y del movimiento de fuerzas progresistas en todo el mundo, puso al desnudo hasta qué punto la propaganda jruschoviana había calado hondo en las huestes de estas organizaciones.

Efectivamente, en lugar de ensalzar -o aceptar de buen grado- al Judas redivivo, los partidos comunistas deberían haberse preocupado de llevar a cabo, con independencia y alturas de mira, un análisis más acucioso y fundamentado de lo que había ocurrido en la Unión Soviética, no a partir de 1985 sino desde el inicio de los años treinta del siglo pasado10.

Semejante análisis habría impedido que esos mismos partidos, movimientos y, en general, la opinión pública mundial cayesen en el error de aceptar, de buenas a primeras, la retahíla de falacias y calumnias difundidas en el XX Congreso del PCUS y no tuviese conocimiento de que, en los años 50 en la Unión Soviética, Jruschov había perpetrado dos golpes de Estado. Ello, a su vez, habría permitido entender el porqué de los infamantes ataques a Stalin y la grosera falsificación de la historia.

Dentro del vasto universo de estudios sobre la Unión Soviética, en general, y, en particular, acerca de su destrucción, hay un sinnúmero de análisis y reflexiones de historiadores, economistas, sociólogos, estudiosos de las ciencias sociales, especialistas en el ámbito de las ciencias militares, de la seguridad del Estado y politólogos rusos, honestos y reputados, que basan sus investigaciones en el conocimiento empírico que poseen de su país y en la información fidedigna de que disponen -en su gran mayoría documentos de los archivos históricos y obras especializadas relativas a su época- y que se abstraen de la propaganda oficial y oficiosa, de ayer y de hoy11.

Contribuyen también a entender mejor los hechos históricos en foco los estudios llevados a cabo por personalidades políticas y académicas extranjeras especializadas en la sociedad soviética, como es el caso del profesor norteamericano de la Universidad Estatal de Montclair, Nueva Jersey, Grover Furr12, del también prestigiado profesor norteamericano de la Universidad de California (River Side), Arch Getty13, del inglés Wilf Dixon14, del francés Henri Barbusse15, del belga Ludo Martens16, de los historiadores norteamericanos Michael Sayers y Albert E. Kahn17, del búlgaro Mijaíl Kílev18, del inglés Bill Bland19 y de muchos más.

Se puede aseverar -sin temor a caer en un error grosero- que la mayoría aplastante de la población de los otrora países socialistas -incluyendo a personas, por lo general, bien informadas- no tienen una visión clara de las causas que condicionaron el colapso del sistema socialista mundial. O, pura y simplemente, las reducen a la traición a secas del PCUS, sin apuntar su dedo acusador, por ejemplo, a Jruschov, Zhúkov o Kosyguin.

Es por lo dicho, que se torna imperioso proceder a un análisis pormenorizado -y, dentro de lo posible, imparcial, intentando encontrar la esquiva y veleidosa objetividad- de lo sucedido en las entrañas del sistema económico y social entonces existente en la URSS.

El presente trabajo -ensayo de síntesis de una investigación iniciada por el autor en 2007 sobre el marxismo-leninismo, el socialismo bolchevique o real y la destrucción del sistema socialista mundial- tiene como objetivo central revelar algunas de las causas capitales del fracaso del que denominaremos “Proyecto Rojo”, con arreglo al cual su razón de ser y su finalidad medular es el hombre y no la ganancia.

Y esa, su premisa fundamental, presupone la ausencia de la propiedad privada sobre los medios de producción y, por consecuencia, de la explotación del hombre por el hombre y de clases sociales, a diferencia de la sociedad capitalista.

Sin embargo, no constituye objeto del presente trabajo el análisis del socialismo per se, ni tampoco de si la edificación del socialismo en la URSS correspondió a los cánones enunciados por los fundadores del marxismo. Por eso -y cuando ello se muestre necesario- abordaremos dichas cuestiones solo tangencialmente.

Empero, se nos antoja pertinente apuntar una circunstancia que podrá contribuir a entender por qué el socialismo, a despecho de lo supuestamente propugnado por Marx y Engels, pudo triunfar en un solo país.

Para la mentalidad y aparato conceptual occidental, que descansa en modelos exclusivamente mecanicistas y deterministas, por contraposición a la matriz de la sociedad tradicional rusa, es difícil comprender este fenómeno. Pero, la subsistencia misma de la Unión Soviética, con todas las inmensas dificultades y peripecias históricas que fue obligada a enfrentar y resolver, es demostración palpable y perentoria no solo de la vitalidad del sistema socialista, sino, además, de la identificación de este sistema con la matriz netamente rusa, donde la obschina o comunidad, a través de los siglos, ocupó un lugar central en la sociedad tradicional.

En estas reflexiones, no nos detendremos en el análisis de las críticas formuladas por connotados antisoviéticos, que son, en esencia, parte constitutiva de la estereotipada propaganda anticomunista20, a menos que ello se muestre necesario para fundamentar nuestras tesis o conclusiones.

Para comprender correctamente lo que sucedió en la Unión Soviética, es necesario situarse en sus orígenes y percibir la compleja y dolorosa transición del modo de producción capitalista al modo socialista. Porque -como la práctica lo ha mostrado- dicha transición es llevada a cabo en países cuyas economías han sido destruidas, ya sea producto de guerras imperialistas, ya sea por el saqueo descontrolado de los recursos humanos, materiales y financieros por parte de las clases dominantes locales y foráneas.

Por otro lado, las transformaciones que la transición de un sistema a otro conlleva, condicionan el surgimiento de serias dificultades económicas y sociales y, concomitantemente, de fallas en la gestión gubernamental asumida por las nuevas fuerzas sociales y políticas.

Lo que ocurre, particularmente en los primeros tiempos del establecimiento del nuevo poder es, en rigor, una lucha sin cuartel entre las fuerzas del progreso y las, ahora moribundas, del regreso, en un terreno desolado por la destrucción que no puede no dejar su impronta en la realidad cotidiana de toda la sociedad.

Si nos anima aunque sea una cierta imparcialidad, se tendrá que reconocer que las supra referidas fallas son, por lo general, el resultado de causas objetivas, muchas de ellas provocadas, premeditadamente, por los que no desean perder sus privilegios, los cuales -como lo ha mostrado la historia de la humanidad- no dudan en recurrir a los crímenes más abominables para defender sus intereses egoístas y mezquinos, esto es, sus intereses de clase dominante desplazada.

Todo lo referido anteriormente -como sucedió en la Rusia revolucionaria- se ve exacerbado cuando el país en el que ha triunfado un movimiento revolucionario, que le ha doblado la mano tanto al capital interno como al internacional, es el único en el mundo. Peor, todavía, será su situación si, como en el caso de Rusia, el país viene saliendo de una guerra imperialista, con su tejido económico y social enteramente destruido y fuerzas armadas desmoralizadas, con oficiales que, por lo general, profesan una ideología reaccionaria y antipopular.

Más negra será la realidad, para el novel e inexperto poder revolucionario, si, como aconteció en Rusia, el país es arrastrado a una guerra, de la que las potencias imperialistas y las fuerzas reaccionarias de todo el mundo participan activamente, combatiendo al lado de los enemigos internos del nuevo poder Soviético.

Otro importante aspecto que no debe ser ignorado -también de índole objetiva- es el que guarda relación con el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas de la Rusia de inicios del siglo XX, en la cual, y no obstante el nivel de concentración y centralización del capital, el sector predominante era la agricultura, siendo, por tanto, agrícola la mayoría aplastante de la población del país, con todo lo que ello trae aparejado21.

La URSS surgió como resultado del colapso del imperio ruso en 1917, y, de cierta manera, como forma de restaurarlo, claro está, con un contenido y forma absolutamente distintos.

Dicho imperio se derrumbó, entre otras causas, debido al hecho de que el 1 por ciento de la población tenía en sus manos el 65 por ciento de la tierra, y el 83 por ciento, que vivía de la agricultura, apenas poseía tierra y su explotación ni siquiera rendía para el sustento de sus familias.

Un estudioso de la Rusia de los tiempos que precedieron a la Gran Revolución Socialista de Octubre, eminente psiquiatra y publicista, autor de numerosas obras, Pavel Ivánovich Kovalevski (1849-1923), describe la situación de los campesinos rusos: “Los campesinos a menudo no tienen aspecto de personas. Son sujetos bastante parecidos a los seres humanos: esmirriados, pequeños, pálidos, con cabellos y barba hirsutos. Se visten con trapos de tela o piel de oveja, y en los pies llevan chanclos de paja o trapos. Viven en refugios o en chozas miserables. Amén de su aldea, pocos conocen otro lugar…Estos campesinos trabajan la tierra, producen el pan, por lo que reciben una miserable retribución en dinero, que luego va a parar a los bolsillos de los terratenientes y sus administradores. Sin embargo, el pan que tienen que comprar es a menudo mezclado con paja... La personalidad de esta gente como personas no está de ninguna manera garantizada. Yo personalmente, en un pasado reciente, vi casos en los que al padre de la familia lo vendían, por separado, a un comprador, a la madre, a otro, y a los niños a un tercero. Los siervos rurales, sin cualquier asomo de aprehensión, eran cambiados por perros, caballos y otros productos. Los gestores y los terratenientes ejercían sus derechos no sólo al trabajo de las mujeres, sino también a la propia mujer”22. En suma, Rusia era un país semifeudal.

La antípoda de los campesinos era la clase dominante: la nobleza. Por la justeza de sus observaciones, no resistimos la tentación de citar nuevamente a Kovalesvski, para que el lector enriquezca su visión del ambiente que se vivía en Rusia en aquellos años: “A todo lo que se da el nombre de ruso, es considerado por la clase dominante como si sirviera sólo para la gente común, no siendo digno de atención por parte de la gente rica o educada… Al pueblo -que es su propio sostén, que la alimenta- la clase dominante lo considera una chusma inculta. Los representantes de la clase dominante en todo se esfuerzan por parecer europeos occidentales: en la ropa, modales, lenguaje. Se considera que el único signo de cultura es la educación europea… La mayoría de los intelectuales rusos no sólo es carente de un sentimiento nacional, sino que es antinacional. Están esclavizados por el cosmopolitismo social y el separatismo, y desde este punto de vista son claros y nítidos adversarios y enemigos de su nación y de su Patria”23.

Lo citado es a tal punto aplicable a la capa social dominante hoy en Rusia -la oligarquía, parida por la perestroika, amamantada, criada y crecida por el antinacional régimen de Yeltsin- que parecieran haber sido dichas ayer. La historia -maldecida por la inevitabilidad de sus ciclos- se vuelve a repetir.

Cabe referir que en las reflexiones que se sucederán hay una notable ausencia de “prehistoria” de los hechos que se pretende analizar, así como “falta de ortodoxia” en el relato. Para los efectos del presente análisis, entenderemos por “prehistoria” la época anterior al año 1917, e historia al periodo que se abre en ese momento y hasta inicios de los 90.

La “falta de ortodoxia”, entretanto, se refiere a la forma en cómo llevaremos hasta los lectores los acontecimientos, pues no nos ceñiremos a una cronología rígida de los hechos, sino que -por las razones que los mismos lectores percibirán- deambularemos por las diversas épocas en causa, cuyo contenido central está circunscrito a tres tesis:

1ª Tesis: “La construcción del socialismo en la URSS se prolongó hasta el año 1953”;

2ª Tesis: “Jruschov, creador y ejecutor de la primera perestroika de la Unión Soviética”; y

3ª Tesis: “Gorbachov y la élite partidaria acaban la tarea iniciada por Jruschov, transformándose en los sepultureros de la Unión Soviética”.

En el presente trabajo, algunas de las traducciones al español de textos originales en ruso, inglés, francés y portugués fueron hechas por el propio autor por carecer de las versiones españolas de determinadas obras. Por lo que los textos aquí traducidos podrán diferir ligeramente de los presentados en las obras publicadas por las casas editoras.

Puestas estas cuestiones previas, centremos, pues, nuestra atención en el análisis de algunas de las etapas históricas que revistieron singular significado para los destinos de la Unión Soviética en su calidad de Estado pionero en la construcción de una sociedad socialista.

1 Маркс К., Энгельс Ф. Сочинения. Т. 1-50. Изд. 2. М., 1955-1981. Т. 19, с. 18, 19.

2 La lista de autores de libelos y opúsculos de dicha índole es interminable, por ello, citamos solo a uno de los más respetados en Europa y Norteamérica: Moshe Lewin, El siglo soviético, Editorial Crítica, 2006.

3 De acuerdo con declaraciones del antiguo General del KGB, N. S. Leónov solamente en los Estados Unidos de América había cerca de 125 “centros de sovietología”, esto es, más de una centena de grupos de cerebros especializados en la guerra ideológica contra la Unión Soviética. Vide: Леонид Масловский: Перестройка. Часть 1-я, Газета Завтра, 19 Октября, 2016 г.

4 Del incendio fue acusado el representante de la Internacional Comunista, Georgui Dimitrov, y la GESTAPO desencadenó una campaña publicitaria sin precedentes, desatándose la persecución desembozada del Partido Comunista alemán, cuyo secretario general Ernest Thälmann fue encarcelado junto con otros miles de miembros de dicho partido. Esta fue la primera puesta en escena de los nuevos métodos de la propaganda anticomunista y antisoviética, que se basó en la estrecha colaboración de la policía política nazi y los medios de comunicación. Así fue creada la figura del periodista que responde a las encomiendas de los órganos de seguridad y policiales de un Estado, y no a la necesidad de informar.

5 Fueron publicados en Occidente trabajos de preclaros autores marxistas -en su gran mayoría, militantes de partidos comunistas-, que, infelizmente, fueron ignorados incluso por los mismos partidos a los que pertenecían y, con mayor razón, por las editoriales y medios de comunicación social occidentales, habiendo sido tildados, por moros y cristianos, de “ultra izquierdistas” o revisionistas. El caso más paradigmático es el del dirigente del Partido Comunista Alemán (de la entonces República Federal Alemana) Willi Dickhut, que fue expulsado del partido -del cual era miembro desde 1926-, por la publicación, a finales de los años 50, de su estudio Die Restauration des Kapitalismus in der Sowjetunion, en el cual, a la luz del marxismo-leninismo, analiza descarnadamente la traición de Jruschov. Algo semejante ocu-rrió con el dirigente del Partido Comunista de la India (PCI), Moni Guha, que fue expulsado por distribuir a los delegados al congreso del PCI, celebrado en 1958, un panfleto denunciando el revisionismo jruschoviano. En este mismo contexto, es menester destacar también la obra del marxista británico Bill Bland: Restoration of Capitalism in the Soviet Union, Wembley, 1980; Stalin: The Myth and the Reality, 1999. Asimismo, para diversificar los pareceres sobre el proceso de restauración del capitalismo en la URSS, nos parece oportuno referir que el Partido Comunista Italiano -ya desaparecido-, en el 8º número de la revista Rapporti Sociali, de noviembre de 1990, publicó un interesante artículo sobre los acontecimientos en la URSS, intitulado “La restauración del modo de producción capitalista en la Unión Soviética” y los numerosos artículos del comunista alemán, Doctor en Ciencias Históricas, Kurt Gossweiler. Entre otras obras, debido a que se hace un análisis sobre la política externa de la URSS a partir de 1956, reviste particular interés el siguiente trabajo de Kurt Gossweiler: Teses sobre o papel do revisionismo moderno na derrota do socialismo.

6 Al respecto, es interesante citar las palabras del histórico líder del Partido Comunista de Chile, Luis Corvalán: “¿A qué se debe su colapso?…El escritor José Miguel Varas dice en uno de sus libros que, aunque parezca increíble, no obstante vivir en la Unión Soviética 14 años, no la conocía y no se percató de la profundidad de los fenómenos que la llevarían al sepulcro. Con mayor razón puedo decir lo mismo yo que estuve allí 6 años”. Ver: De lo vivido y lo peleado, LOM Ediciones, Santiago, 1997, p. 362.

7 Véase la carta de F. Engels a F. Sorge del 29 de noviembre de 1886.

8 Entre otros, véase: Álvaro Cunhal, As seis características fundamentáis dum partido comunista; Luis Corvalán, El derrumbe del Poder Soviético, Editorial Andes, Santiago, 1993; De lo vivido y lo peleado; y Los comunistas y la democracia, LOM Ediciones, Santiago, 2008.

Son asaz aleccionadoras las opiniones de dos destacados miembros del Partido Comunista de los Estados Unidos, Roger Keeran y Thomas Kenny, que estudiaron en profundidad la historia de la URSS y del PCUS, que contrastan notablemente con pareceres apresurados y, por lo general, errados de algunos comunistas auténticos e históricos. La tónica de estos pareceres sobre la realidad soviética es manifestación flagrante no de un conocimiento cuidado de la historia de la Unión Soviética sino de un abordaje marcadamente prejuicioso, como, por ejemplo, entre otros, las del destacado dirigente e intelectual del Partido Comunista de Chile, Orlando Millas. Vide: Memorias 1957-1991, Ediciones Chile América, CESOC, Santiago de Chile, 1996. Las reveladoras conclusiones a que llegaron Keeran y Kenny están expuestas en su libro El Socialismo Traicionado.

9 Le gorbatchévisme ou la Puissance d’une illusion, Lausanne, Edition L’Age d’Homme, 1987 (“Le phénomène du gorbatchévisme en Union Soviétique et la réaction qu’il suscite en Occident sont un exemple caractéristique de cette simulation délibérée du cours profond de l’histoire et d’un auto-aveuglement volontaire.”, p.7). Más en pormenor sobre lo mismo ver: Горвачевизм, New York. Liberty Publishing House, 1988.

10 En relación con esta realidad, Luis Corvalán admite que los comunistas chilenos tuvieron una “conducta pasiva…, una posición acrítica. No conocimos la compleja realidad soviética en su extensión y profundidad. No la estudiamos”. Vide: Luis Corvalán Lépez: Los Comunistas y la Democracia, p. 93 (de aquí en adelante todos los subrayados de las citas son hechos por el autor, salvo indicación en contrario).

11 Vide: Entre otras obras del Académico y filósofo СЕРГЕЙ КАРА-МУРЗА: Наука и кризис цивилизации.//Вопросы философии, № 9, 1990 г.; Официальное советское обществоведение и незнание общества, в котором мы живем. М.; 1994; История советского государства и права, М.; 1999; Страница истории перевернута. // Наш современник. 2000, № 6; СОВЕТСКАЯ ЦИВИЛИЗАЦИЯ (томos I y II), Москва, Алгоритм, 2001; Совок вспоминает. М.; Алгоритм, серия Тропы практического разума, 2002; Антисоветский проект. М.; Алгоритм, 2003; Советская цивили- зация: от начала до наших дней, 2008; Маркс против русской революции. М.; Яуза, Эксмо, серия; “Манипуляция сознанием”, 2008; Манипуляция сознанием (томos I y II), Москва, “Aлгоритм”, 2009; Евреи и социализм, Москва, “Алгоритм”, 2009; СССР — цивилизация будущего. Инно- вации Сталина. М.; Эксмо, Яуза-пресс, 2010; Россия и Запад: Парадигмы цивилизаций, Москва Академический Проект , 2011; Крах СССР. М.; Алгоритм, 2013; Общество знания: история модернизации на Западе и в СССР. М.; Либроком, 2013; ¿Qué le ocurrió a la Unión Soviética?, Madrid, Gerónimo de Uztariz, n° 9/10, 1994; del filósofo y escritor АЛЕКСАНДР А. ЗИНОВЬЕВ (en español): Homo Sovieticus, 1982; La caída del imperio del mal, 1999; (en ruso): Кризис коммунизма, Мюнхен, 1990; Коммунизм как реальность, Мюнхен, 1993 (http://www.zinoviev.ru/ru/zinoviev/zinoviev-kommunism.pdf); Гибель Русского Коммунизма, M., 2001; О русской катастрофе, M., 2009; Катастройка: повесть о перестройке в Партграде, Мюнхен, 1989 г.; del Académico АНДРЕЙ ФУРСОВ: Восток, Запад, капитализм: проблемы философии, истории и социальной теории // Капитализм на Востоке во второй половине XX в.,М.: Вост. лит. РАН, 1995; “Колокола Истории. М.; ИНИОН РАН, 1996; “Saeculum vicesimum (Памяти XX века) // Русский исторический журнал, 2001; Т.3, № 1- 4; Сталин становится символом справедливой силы, М.; 2009; Как посредственный Сталин гениев мировой революции Ленина с Троцким обыграл, М.; 2012; Если России суждено сохраниться, то Сталин вернется, М.; 2013; Советская победа, всемирная история и будущее человечества - Часть Первая, М.; 2015; Сталин и ветер истории, M.; 2015; Десталинизация: тайные коды - Часть 1, 2, 3, M. 2011; Курс лекций по русской истории (Части 72 - 83), M.; 2016; del Doctor en Ciencias Históricas ЮРИЙ ЖУКОВ: ГОРДИТЬСЯ А, НЕ КАЯТЬСЯ. ПРАВДА О СТАЛИНСКОЙ ЭПОХЕ, М.: “Яуза”, 2011; “Народная Империя Сталина”, Москва, Издательство “ЭКСМО”, 2009; Иной Сталин; М.; Вагриус, 2005; del escritor especializado en asuntos militares y de seguridad del Estado АРСЕН МАРТИРОСЯН: СТАЛИН И РЕПРЕССИИ 1920-1930 -Х ГОДОВ, M.; Издательство Вече, 2009; Заговор маршалов. 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12 Grover Furr: Khrushchev Lied: The evidence that every “revelation” of Stalin’s (and Beria’s) “crimes” in Nikita Khrushchev’s infamous “Secret Speech” to the 20th Party Congress of the Communist Party of the Soviet Union on February 25, 1956, is provably false, Erythros Press and Media, LLC, Corrected Edition, July 20 11; Evidence of Leon Trotsky’s Collaboration with Germany and Japan, Cultural Logic, 2009; АНТИСТАЛИНСКАЯ ПОДЛОСТЬ, МОСКВА, АЛГОРИТМ, 2007.

13 Arch Getty: Origins of the Great Purges. The Soviet Communist Party Reconsidered 1933-1938, Cambridge University Press London, 1985; State and Society under Stalin. Constitution and Elecctions in the 1930s, Arch Getty & Roberta Manning: The Stalinist terror: new perspectives, 1993; Arch Getty y Oleg Naúmov: La lógica del terror, Crítica, Barcelona, 2001.

14 Wilf Dixon: La verdad sobre Stalin, Londres, 1994.

15 Анри Барбюс: Сталин: Художественная литература, М.; 1936.

16 Ludo Martens: Un autre regard sur Staline, EPO, Bruxelles, 1994.

17 Майкл Сейерс и Альберт Кан: Тайная война против Советской России; Гос. издательство иностранной литературы; М.; 1947.

18 Mijail Kílev: Jruschov y la disgregación de la URSS, Еstudio Сaos, Buenos Aires, 2010.

19 Bill Bland: Restoration of Capitalism in the Soviet Union, Wembley, 1980; Stalin: The Myth and the Reality, 1999.

20 Entre ellos - y por ser uno de los más destacados intelectuales liberales conocedores de la URRS y apologeta de la perestroika, digamos, un “anticomunista moderado” -, hay que mencionar al historiador y profesor de la Universidad de Nueva York Stephen Cohen, que escribió varias monografías sobre la URSS y Rusia: Soviet Fates and Lost Alternatives: From Stalinism to the New Cold War, Pub. 2011 by Columbia University Press; The Victims Return: Survivors of the Gulag after Stalin, Pub. 2010 by Publishing Works; Failed Crusade: America and the Tragedy of Post-Communist Russia, Updated edition Pub. 2000 by W. W. Norton & Company; Voices of Glasnost: Interviews with Gorbachev’s Reformers, Pub. 1989 by W W Norton & Co Inc.; Sovieticus: American Perceptions and Soviet Realities, Pub. 1986 by W W Norton & Co.; Rethinking the Soviet Experience: Politics and History since 1917, Pub.1985 by Oxford University Press; An End to Silence: Uncensored Opinion in the Soviet Union, from Roy Medvedev’s Underground Magazine “Political Diary”, Pub.1982 Norton& Co Inc.; Bukharin and the Bolshevik Revolution: A Political Biography, 1888-1938, Pub.1980 by Oxford University Press.

21 Marx y Engels, con su exactitud y agudeza características, escribieron: “Las clases medias, pequeños fabricantes, tenderos, artesanos, campesinos, combaten a la burguesía porque es una amenaza para su existencia como clases medias. No son, pues, revolucionarias, sino conservadoras; en todo caso son reaccionarias: piden que la Historia retroceda”. Vide: El Manifiesto Comunista, Editado por elaleph. com., 2000, p. 44.

22 Ковалевский П. И. Русский национализм, М., 2006. c. 45.

23 Ibídem.

Génesis, vida y destrucción de la Unión Soviética

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