Читать книгу En Medellín tocábamos el cielo - Jairo Osorio Gómez - Страница 7

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AL NACER, A UN HOMBRE NO LE ES DABLE ELEGIR NI FAMILIA NI CIUDAD. La opción llega demasiado tarde, cuando entonces tiene que vivir con las dos para el resto de su vida... “La ciudad te seguirá. Vagarás por las mismas calles. Y en los mismos barrios te harás viejo”, sentenció Cavafis.

Las líneas siguientes reúnen una mirada testimonial de la ciudad fragmentada que viví. Hubiera querido ser más benévolo con ella y no es, necesariamente, la ciudad de los demás. Incluso puede ser muy distinta. Sin embargo, para nada la mía desdice de las otras.

Cierta vez me contaron que un empresario chino escuchaba una descripción que sobre Medellín hacía una delegación de rectores locales en un viaje oficial de burócratas a ese imperio. Enfático, para reafirmarse en la imagen que se estaba haciendo a partir de las poquedades de la visita, preguntó: “Entonces, ¿es como un pueblito con hoteles?”.

Así es. El mismo al que llegaron mis padres, conmigo de brazos, cuando la violencia de los años cincuenta los obligó a huir de su montaña. No tuvieron elección, tampoco. A pesar de su acogida venturosa, con bastante frecuencia reniego de ella. Espero que me sea permitido disfrutar el crepúsculo en aquella otra que creen merecer los extraviados. Glorioso Borges que pudo escoger una ciudad para morir.


[...] Sus prendas raídas se secan al sol. Alguien observa, alguien comparte su soledad. Él y el otro se encuentran en silencio. El observador y el anciano se unen por un instante... “Lo que la fotografía reproduce al infinito únicamente ha tenido lugar una sola vez. La fotografía repite mecánicamente lo que nunca más podrá repetirse existencialmente”. Anciano. Quebrada Zúñiga, 2006

En Medellín tocábamos el cielo

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