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ОглавлениеCapítulo 1
Descubriendo una Teología Pastoral Paulina
Después de años de educar a futuros ministros, mis colegas y yo finalmente nos dimos al trabajo de escribir una visión que sirviera de fundamento para nuestro currículum y describir el ministerio para el cual estábamos preparando a nuestros estudiantes. Después yo tomé la responsabilidad de liderar el comité y convertir la visión en un escrito; comprendí que tenía una tarea muy difícil, de ofrecer una visión coherente que reflejara lo que la facultad comprendía acerca del ministerio. La importancia de este desafío radica especialmente en que los miembros de la facultad pudieran alcanzar un acuerdo en el escrito final sólo después de una extensa discusión a pesar de que nosotros habíamos acordado la misma tradición teológica y estábamos preparando estudiantes para el ministerio dentro de esta tradición. Descubrimos que habíamos trabajado con muchísimas presunciones acerca de la naturaleza del ministerio.
Cuando le hablo a los comités de búsqueda de predicadores, que son los empleadores potenciales de nuestros graduados, descubro que su visión del ministerio corresponde a duras penas a la visión que nosotros habíamos forjado como facultad. Estos comités de búsqueda presentan descripciones del trabajo con muchas expectativas específicas para los candidatos ministeriales. A pesar de que las descripciones del trabajo no articulan una teología del ministerio, ellas reflejan presunciones acerca de la naturaleza del ministerio. La presunción se deriva primeramente de las propias experiencias pasadas del comité y las observaciones de lo que parece ser un ministerio efectivo.
He aprendido de colegas en otros seminarios, que mi experiencia no es única. Cada uno tiene una idea preestablecida de la naturaleza del ministerio, que son evidentes en los diferentes modelos alternativos que incluso compiten entre sí. Jackson Carroll ha señalado que las tradiciones teológicas tienen diferentes conceptos acerca del ministerio. Algunas denominaciones en la tradición reformada, hacen énfasis en una presentación muy profunda de la fe mientras que los metodistas le dan un gran valor a las habilidades interpersonales. Los bautistas del sur hacen énfasis en dones evangelísticos, mientras que los cristianos ortodoxos esperan un liderazgo litúrgico.1 En el contexto norteamericano, sin embargo, las expectativas han cambiado en un período de tiempo, a menudo cruzando líneas denominacionales.
Mi observación sobre los adelantos dentro de mi propia tradición corresponde en gran medida a la delineación histórica descrita por John B. Cobb y Joseph Hough para el desarrollo de muchas denominaciones.2 Para las generaciones anteriores, el ministerio ideal era el evangelístico, medido por su éxito en persuadir a grandes multitudes de personas a volverse a Cristo. Algunos eran predicadores itinerantes, otros muchos trabajaban en congregaciones locales en donde se les daba el trabajo primeramente para propósitos evangelísticos. En una segunda era, las expectativas congregacionales para el ministro cambiaron de alcanzar multitudes a alimentar la congregación y responder a las necesidades de la gente. En esta era, los ministros aprendieron técnicas de terapia y le dieron un valor considerable al ministerio pastoral y a la consejería. Su trabajo era percibir las necesidades cada vez más crecientes en los miembros de la congregación. En la presente era, el ministerio es finalmente medido por la capacidad de organizar, construir y manejar una compleja organización. Las congregaciones continúan asumiendo que el ministro mantendrá los roles tradicionales de celebrar matrimonios y funerales, pero creen que la meta final del ministro es llevar a la congregación a un nuevo nivel de crecimiento. El ministro debe ser por lo tanto un buen comunicador y un buen administrador. En un campo religioso competitivo, la tarea del ministro es hacer que la congregación mantenga su lugar en el panorama religioso. A menudo los comités de búsqueda ya no van detrás de alguien que se acomode a uno de estos modelos, sino de alguien que sea una combinación de Jay Leno, Lee Iacocca y Dr. Phil.
Estas frecuentemente tácitas presunciones muestran que la dimensión faltante en la discusión acerca del ministerio es un concepto teológicamente coherente al propósito del mismo que incorpore sus numerosos roles. Según Tomás Oden, “no ha sido escrita una teología pastoral sistemática y basada en las Escrituras para una audiencia ecuménica angloparlante desde El Pastor Cristiano, de Washington Gladden (1898).”3 La literatura sobre los múltiples encargos del ministro es abundante, pero carecemos de un concepto teológico integral que provea los fundamentos de los mismos.
Estamos buscando una visión unificada y centrada del ministerio. Desafortunadamente, las disciplinas que complementan el trabajo pastoral de nuestro tiempo se han segmentado en vagas y a veces inútiles subespecializaciones. A pesar de haber producido una abundante literatura sobre consejería pastoral, la pregunta que permanece es qué es lo “pastoral” (distintivamente pastoral) en lo así llamado consejería pastoral. Los sermones abundan y las ayudas de los sermones más aún, pero muy pocos operan fuera de una concepción integral del trabajo pastoral que mezcla liturgia, catequesis, consejería y entrenamiento de ministros. Al haber adoptado tan fuertemente los pragmáticos procedimientos administrativos, olvidándose de su raigambre tradicional, la administración de la iglesia se ha convertido en una disciplina huérfana, preguntándose vagamente acerca de su verdadera procedencia. La pérdida de una identidad centrada en el ministerio se refleja en la excesiva carga hacia la especialización de las disciplinas tendientes a servir y unificar el ministerio.4
El currículum del seminario hace muy poco para producir un concepto coherente de la labor ministerial. La división del currículum en áreas separadas de especialización, desarrollado bajo la influencia del modelo alemán utilizado al final del siglo XIX, acrecienta el problema al separar el ministerio de las demás disciplinas teológicas.5 Edward Farley ha descrito la separación de las disciplinas teológicas bajo la influencia de los intelectuales alemanes, señalando que las escuelas teológicas contemporáneas han heredado el concepto del siglo XIX, ubicando la teología práctica dentro de un currículum teológico. Farley se remonta al período comprendido entre el tiempo en el que la “teología práctica” determinaba todo estudio teológico hasta la época en la que se volvió una disciplina separada. En el paso inicial hacia esta separación, la teología práctica incluía la teología moral, la política de la iglesia y otras actividades pastorales. Cuando la especialización aumentó, la teología práctica fue apartada de la teología moral como un área perteneciente a las actividades fundamentales de la iglesia.6 El enfoque se volvió a las habilidades necesarias para el mantenimiento de la iglesia y el cuidado de la gente en problemas. La teología práctica llegó a estar segmentada en una variedad de subdisciplinas. Con este enfoque sobre las habilidades necesarias para el mantenimiento de la congregación, los seminarios e iglesias ofrecían definiciones alternativas y aún competitivas acerca del ministerio pastoral. Aunque el grado del seminario requiere tanto de la teoría como de la práctica, las dos áreas están insuficientemente relacionadas la una con la otra para proveer una base teológica para el ministerio. Sin una base teológica, el ministro se convierte con demasiada facilidad en el que asegura la competitividad de la iglesia en el mercado de consumo religioso.
A pesar de las presiones que a menudo llegan de la iglesia y la sociedad para definir el rol del ministro en términos pragmáticos como el mantenimiento y el crecimiento de la institución, la respuesta a la pregunta sobre la identidad ministerial, como Ellen Charry ha argumentado, es un asunto teológico.7 En este libro, yo me dirijo a esta dimensión perdida en la discusión acerca del ministerio ofreciendo una teología pastoral que descansa en una conversación con modernos intérpretes de la teología paulina. Examinando las bases teológicas y las metas del trabajo pastoral de Pablo, puedo decir que la visión paulina contribuirá a la discusión que hoy ocupa a las iglesias y seminarios a través de Norteamérica. Qué es un ministro? Para qué roles preparamos a nuestros futuros ministros? Cuáles son las metas del ministerio? Como un erudito del Nuevo Testamento que a menudo trabaja en las fronteras entre los estudios bíblicos y el ministerio práctico, deseo iniciar una discusión entre las dos disciplinas, porque Pablo provee una visión pastoral coherente que puede ser la base para una teología pastoral contemporánea. Mi propósito es movernos mucho más allá del enfoque sobre los roles del ministro y de la literatura sobre el ministerio para determinar las actuales metas de nuestro trabajo. Otros nos han desafiado a renovar esta dimensión teológica volviendo a los textos clásicos sobre el ministerio.8 Aunque apoyarnos en los textos clásicos es un ejercicio valioso, propongo que consideremos ir más allá de estos antiguos textos hacia una reconsideración de la importancia de la teología paulina para definir las metas del ministerio.
Pablo no es la única guía para una teología pastoral, como algunos intérpretes han dicho. Eugene Peterson sugiere que el Megilloth – Cantar de los Cantares, Ruth, Lamentaciones y Eclesiastés – aportó un gran propósito pastoral en el antiguo Israel, que puede ser útil para darle forma a la imaginación de la iglesia contemporánea.9 Gustav Stählin afirma que “el Nuevo Testamento es de principio a fin un libro pastoral,” pero él hace un énfasis especial en la narración de Mateo como un ejemplo del ministerio pastoral.10 Mateo refleja la preocupación pastoral por la situación de sus lectores; la combinación de la historia y la instrucción dan gozo y dirección a una comunidad afligida. Paul Walaskay la base teológica para el ministerio pastoral en las tradiciones de sanación del Antiguo Testamento y los Evangelios.11 Otros miran los retratos de Jesús en los Evangelios para identificar una orientación básica para el ministerio pastoral.12 Aún así, las cartas de Pablo tienen un valor especial en la delineación y comprensión de la meta final del ministerio. Las cartas nos permiten escuchar la guía pastoral de Pablo para sus iglesias y observar su teología pastoral en la práctica. Ellas presentan un estudio longitudinal parcial del rol de Pablo como evangelista, plantador de iglesias y pastor; tal entendimiento de la finalidad del ministerio no tiene paralelo en otros escritores bíblicos. Por lo tanto, la teología paulina constituye una guía indispensable para determinar la meta final de nuestro ministerio.
Tratar juntos los estudios paulinos y pastorales en una discusión es enfrentar asuntos metodológicos que surgen de varios factores. Primero, carecemos de una simple definición del ministerio o ministerio pastoral como una base para compararla con Pablo. Segundo, ni Pablo ni sus compañeros de trabajo obraron en una forma similar al moderno concepto del ministro; el ministro en nuestro tiempo es muy diferente de cualquiera en la historia cristiana y judía o el Nuevo Testamento.13 Y tercero, enfrentamos el desafío hermenéutico de apropiar el ministerio de Pablo a la situación contemporánea, porque uno no puede simplemente leer una teología pastoral o sacarla de las páginas de m la Biblia sin mezclar los horizontes del mundo bíblico y el nuestro.14 Estos problemas indican las dificultades metodológicas de descubrir una teología paulina del ministerio pastoral.
Aún, yo estoy convencido de que encontraremos esa visión en Pablo, que provea una base para la iglesia contemporánea. Debido a que sería infructuoso empezar con nuestra propia definición del ministerio y luego examinar el cuerpo paulino para encontrar un corolario, sugiero que empecemos con una definición preliminar y general en la que veamos puntos de contacto entre nuestro propio concepto y el encontrado en las Cartas Paulinas. Uno de ellos es el reconocimiento de que Pablo es el evangelista que no sólo llama a otros a volverse a la fe sino que también tiene una “preocupación por todas las iglesias” (2ª Corintios 11:28). También podemos observar similitudes funcionales entre nuestro propio concepto del ministerio y las actividades de Pablo en su preocupación por los que él ha ganado.15 Aunque el énfasis ha variado a través de los siglos, ciertos elementos han permanecido constantes, incluyendo el ser compasivos, el edificar y animar a otros, especialmente a los miembros de la comunidad cristiana. El trabajo de Pablo es lo suficientemente análogo a nuestra propia concepción acerca del ministerio como para reconocer en él un modelo para el mismo, especialmente en las metas que él establece.
Un Estudio Previo de la Teología Pastoral Paulina
No soy el primero en sugerir que las Cartas de Pablo son la base para una teología pastoral. De hecho, los intérpretes acuden a ellas para apoyar las diferentes alternativas a las metas del ministerio anteriormente mencionadas. Para algunos, Pablo es la base para ver en primer lugar al ministro como un evangelista; para otros, Pablo es la base para concebir al ministro como terapista. Y según la reciente literatura sobre el crecimiento de la iglesia, Pablo proporciona la base teológica para el ministro como un plantador y edificador de iglesias. La declaración de Pablo, “Yo sembré, Apolos regó, pero Dios ha dado el crecimiento” (1 Corintios 3:6), es la base para un ministerio enfocado en el crecimiento. La misión de la iglesia según esta visión, es crecer y extender el reino de Dios mediante la plantación y el desarrollo de iglesias.16 La metáfora de Pablo de la construcción en 1 Corintios 3:10-17 proporciona una imagen adicional del ministro que construye la congregación mediante la eficiente planeación y organización.
Aunque Pablo emplea el lenguaje de crecimiento de la iglesia en 1 Corintios 3:6-9, no lo usa de una manera que apoye el llamado contemporáneo a este pasaje de Pablo. El contexto del pasaje indica que la mayor preocupación de Pablo no es el crecimiento numérico sino la madurez de la iglesia plantada por él. En 1ª Corintios 3:1-5, Pablo usa la imagen de la niñez y la madurez para describir el desarrollo de la Iglesia que él quiere. No obstante, los corintios no han dejado de ser niños, porque están enredados en los celos y contiendas que los caracterizaban antes de ser cristianos. Con sus partidismos políticos – “Yo sigo a Pablo, Yo sigo a Apolos” -, ellos demuestran que aún son inmaduros. El centro de la metáfora de Pablo de la plantación y el crecimiento es que a pesar del enfoque de los corintios sobre el liderazgo individual, “Dios es quien da el crecimiento.” En los ejemplos de plantación, crecimiento y madurez, el énfasis de Pablo está en la madurez de la congregación. Aunque podemos asumir que Pablo presupone el crecimiento numérico, su énfasis está en el camino a la madurez. Él usa la metáfora del edificio para asegurar que los líderes de la comunidad construyen una congregación que resistirá la última prueba.
Los primeros intérpretes apelaron al enfoque protestante basado en la doctrina paulina de la justificación por la fe, comúnmente entendida como el centro de su teología, para desarrollar una teología pastoral. La comprensión de la justificación por la fe ha aportado dos dimensiones a la concepción tradicional del ministerio. En primer lugar, la visión tradicional de la justificación por la fe como la salvación del individuo ha sido la base para concebir al ministro como el evangelista que proclama la gracia de Dios a la gente y los invita a responder en fe. Para quienes comprenden la justificación por la fe como una teología acerca de “entrar en” una relación con Dios, el ministerio se convierte en la práctica de traer gente a la gracia de Dios a través del evangelismo. Así, el papel del ministro como evangelista corresponde al concepto tradicional de la justificación por la fe.
En segundo lugar, la justificación por la fe también ha sido la base para ver el ministerio como el ofrecimiento de la gracia a quienes sufren continuos conflictos en sus intentos por vivir la vida cristiana. En la interpretación tradicional de Romanos 7, por ejemplo, la persona atormentada que dice, “no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco” (Romanos 7:15), es el cristiano que es recto y pecador al mismo tiempo. Lutero observó la importancia pastoral de su interpretación cuando dijo, “De hecho, es un gran consuelo saber que un gran apóstol sufrió las mismas luchas y aflicciones en las que nos encontramos nosotros mismos cuando deseamos ser obedientes a Dios!”17 Mientras esta persona permanezca constantemente necesitada de la gracia de Dios, el papel del ministro es comunicar la gracia de Dios.
Howard Clinebell cita este pasaje como la base de un moderno ministerio pastoral. Él habla del “conflicto interno” de Pablo como un ejemplo de la caída del hombre a lo que el ministro responde: “Todos conocemos el conflicto interno expresado por Pablo en su carta a la Iglesia primitiva en Roma: ‘Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa, nada bueno habita. Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero’ (Romanos 7:18-19)”18 Para Clinebell, este pasaje ilustra que “nuestra separación de nosotros mismos y de otros nació de alguna manera de nuestra separación de que proviene del amor de Dios.”19 Esta enajenación proporciona las bases para el ministerio pastoral, definiendo el papel del pastor como el que responde a quienes se encuentran en problemas, ayudándolos a superar esa situación.
Podemos ver el impacto de este concepto de la justificación en la obra de los teólogos pastorales que equiparan la doctrina de la justificación por la fe con la aceptación que se constituyó en el centro de la psicoterapia Rogeriana. Clinebell acude a Pablo cuando describe la relación de consejería como “un canal para la gracia de Dios, el amor transformador que es la fuente de toda salvación y toda plenitud (Gálatas 2:8; Romanos 3:23-41).”20 Según LeRoy Aden, “Pablo nunca nos deja olvidar que Dios nos acepta a pesar de nuestra naturaleza inaceptable, que Él ama y perdona aún cuando continuemos mostrando enemistad e incredulidad hacia Él. Aparte de esta incondicional e inmerecida aceptación, fluye un amor que busca servir como ha sido servido.”21 Podemos comparar este comentario de Rodney Hunter:
Desde la perspectiva de Pablo y los Reformadores Protestantes, el corazón del Evangelio, desde el que toda la fe, la vida y el ministerio cristiano fluyen, es que Dios ha perdonado nuestros pecados y que Él no ha actuado conforme nuestras trasgresiones lo merecían, pues por la libre entrega de su Hijo, ha proclamado y establecido nuestra reconciliación con Él por la fe, totalmente aparte de todas las consideraciones de mérito o merecimiento. En esta tradición, el corazón del Evangelio es el anuncio del perdón de pecados a través de Jesucristo…
Si este mensaje es tomado como el tema central de la fe cristiana – como lo ha sido tradicionalmente en la fe y la teología protestantes -, entonces también debe ser el tema central o enfoque para el ministerio, incluso el ministerio pastoral. En este contexto, desde un punto de vista puramente normativo y sistemático, el ministerio pastoral así como los más especializados ministerios de consejería deben ser entendidos fundamental y comprehensivamente, con referencia a este tema.22
La doctrina paulina de la gracia se vuelve la base para el concepto pastoral de aceptación.
Aunque algunas veces Pablo ha sido utilizado como una fuente de teología pastoral, esto se ha basado en un anticuado e inadecuado concepto de Pablo. En primer lugar, se basa en una presunción altamente debatible en los estudios bíblicos: que la justificación es el centro de la teología de Pablo y que consiste en el perdón del individuo. En ese enfoque individualizado, no se reconoce que la justificación incluye no sólo entrar en una relación con Dios a través del perdón, sino en la fidelidad del pacto de Dios, en el que no sólo se acepta al pecador sino que le exige una nueva existencia.23 Es más, no reconoce el polémico contexto en el que Pablo formuló la doctrina de la justificación en Gálatas y Romanos. Así, una teología pastoral basada en una concepción tradicional de la doctrina paulina de la justificación por la fe no aborda todas las ramificaciones de la justificación ni otros aspectos de la teología paulina. En segundo lugar, ignora la naturaleza colectiva de la existencia cristiana, ofreciendo una concepción individualizada de la justificación por la fe. Finalmente, ignora el consistente llamado de Pablo a la transformación y sus instrucciones parenéticas, de acuerdo a las cuales él insiste en que los cristianos caminan “dignamente en el evangelio.”
Si Pablo proporciona una base teológica para el trabajo pastoral, debemos ver un concepto más matizado de su teología. Por lo tanto, ya que toda teología tiene una dimensión pastoral paulina, nosotros no podemos asumir que la justificación por la fe, definida por lo pronto como la aceptación del individuo por Dios, proporciona la base para una teología pastoral, porque las preocupaciones de Pablo van más allá de simplemente entrar en una relación con Dios. Si estudiamos las cartas de Pablo, vemos que la justificación tiene un lugar principal sólo en Gálatas y Romanos. Pablo apela a este tema sólo en polémicas situaciones para declarar quién pertenece al pacto. Su enfoque no está en el individuo que batalla para encontrar a un Dios de gracia sino en la fidelidad de Dios al pacto con Israel, el cual ahora incluye a los gentiles. Este concepto tiene consecuencias para la visión tradicional del ministerio porque se enfoca más en la eclesiología que en la respuesta individual al evangelio. En consecuencia, aunque la justificación es un tema principal en la teología paulina, no es el centro de su pensamiento. Más aún, como se dice más adelante, aunque la teología de Pablo es una orden para el evangelismo, lo valioso de su obra se extiende más allá de traer pecadores a una relación con Dios, a la completa formación de sus comunidades.
Krister Stendahl desafió la común interpretación occidental de Romanos 7, argumentando que Pablo no da evidencia de su lucha con el pecado antes ni después de su conversión.24 Los intérpretes de la última generación han dicho que el pasaje no habla de la experiencia pre-cristiana de Pablo ni de su vida como cristiano, sino de la nueva perspectiva cristiana de Pablo acerca del individuo bajo la Ley. De esta manera, si Romanos 7 no describe la necesidad del cristiano de gracia y aceptación, no sirve como base para la teología de la aceptación que ha proporcionado la base para la teología pastoral.
Una debilidad adicional del concepto tradicional de la justificación es que disminuye la importancia de la ética, separando la teología pastoral de la transformación ética. Aunque los escritos de Pablo insisten en que la justificación no socavan la ética (cf. Romanos 6:1-11), los intérpretes han relegado la transformación ética a algo marginal en la teología paulina, convirtiendo la doctrina paulina de la gracia en una “gracia barata.” En consecuencia, la teología pastoral ha creado una profunda brecha entre la aceptación del individuo y la exigencia de obediencia en fe.25
Una Nueva Perspectiva Paulina de la Teología Pastoral.
Aunque numerosos estudios han explorado la práctica pastoral de Pablo, la dimensión ausente en el estudio de Pablo y el ministerio es el análisis del objetivo esencial de su trabajo pastoral. Ya que la justificación por la fe, concebida como una salvación individual, no es el principio central para una teología pastoral, expondré una alternativa. Mi tarea no es exponer un minucioso estudio de la teología paulina sino mostrar la correspondencia entre los temas teológicos centrales y su objetivo pastoral. En la ausencia de una teología pastoral basada en la comprensión tradicional de Pablo, sugiero que una nueva lectura de Pablo proporciona la adecuada base para una teología pastoral paulina y ofrece una visión coherente de la intención del ministerio. El centro del pensamiento de Pablo es una teología de transformación, la cual proporciona las bases para una teología pastoral paulina.
Una muy consistente comprensión del ministerio emerge en todas las cartas, permitiéndonos definirlo en términos precisos: el ministerio es la participación en la obra de Dios de transformar la comunidad de fe hasta presentarla “sin culpa” cuando Jesús venga. La comunidad es un asunto inconcluso, que permanece entre su comienzo en el bautismo y su plena realización al final. La ambición pastoral de Pablo tal como él la establece en sus cartas, es la formación de la comunidad. Sus comunidades no judías ahora participan de la historia de Israel, viviendo entre su adopción inicial (o “elección”) en esa historia y el día final, cuando sean transformados en la imagen de Jesucristo. La ambición pastoral de Pablo es participar con Dios en la efectiva transformación de sus comunidades.
J. Christiaan Beber ha argumentado persuasivamente que una comprensión de la teología paulina requiere nuestro reconocimiento tanto de la coherencia como de la contingencia de las cartas de Pablo.26 Esta coherencia la encontramos en los temas que Pablo anuncia bajo una variedad de circunstancias. Sugiero que una teología pastoral de la transformación surge del centro del pensamiento de Pablo cuando se considera lo siguiente:
1. Pablo expone una consistente declaración de su ambición pastoral en casi todas sus cartas.
2. Las declaraciones de Pablo acerca de su ambición pastoral son consistentes con la mayoría de los temas de su teología.
3. A pesar de la variedad de circunstancias en las que Pablo escribe, su argumento tiende hacia la exhortación ética en su esperanza de configurar la transformación de la iglesia.
La Ambición Pastoral de Pablo
Una consistente característica de las cartas de Pablo es la declaración de su visión pastoral, señalando la meta de su ministerio. Las ideas dominantes de esta visión ministerial en sus cartas reflejan su coherencia dentro de la teología paulina:
“Sin embargo, les he escrito con mucha franqueza sobre algunos asuntos, como para refrescarles la memoria. Me he atrevido a hacerlo por causa de la gracia que Dios me dio para ser ministro de Cristo Jesús a los gentiles. Yo tengo el deber sacerdotal de proclamar el evangelio de Dios, a fin de que los gentiles lleguen a ser una ofrenda aceptable a Dios, santificada por el Espíritu Santo. Por tanto, mi servicio a Dios es para mí motivo de orgullo en Cristo Jesús.” (Romanos 15:15-17).
“Según la gracia que Dios me ha dado, yo, como maestro constructor, eché los cimientos, y otro construye sobre ellos. Pero cada uno tenga cuidado de cómo construye, porque nadie puede poner un fundamento diferente del que ya está puesto, que es Jesucristo. Si alguien construye sobre este fundamento, ya sea con oro, plata y piedras preciosas, o con madera, heno y paja, su obra se mostrará tal cual es, pues el día del juicio la dejará al descubierto. El fuego la dará a conocer, y pondrá a prueba la calidad del trabajo de cada uno. Si lo que alguien ha construido permanece, recibirá su recompensa, pero si su obra es consumida por las llamas, él sufrirá pérdida. Será salvo, pero como quien pasa por el fuego.” (1 Corintios 3:10-15).
“Para nosotros, el motivo de satisfacción es el testimonio de nuestra conciencia: Nos hemos comportado en el mundo, y especialmente entre ustedes, con la santidad y sinceridad que vienen de Dios. Nuestra conducta no se ha ajustado a la sabiduría humana sino a la gracia de Dios. No estamos escribiéndoles nada que no puedan leer ni entender. Espero que comprenderán del todo, así como ya nos han comprendido en parte, que pueden sentirse orgullosos de nosotros como también nosotros nos sentiremos orgullosos de ustedes en el día del Señor Jesús.” (2 Corintios 1:12-14).
“¡Ojalá me aguanten unas cuantas tonterías! ¡Sí, aguántenmelas! El celo que siento por ustedes proviene de Dios, pues los tengo prometidos a un solo esposo, que es Cristo, para presentárselos como una virgen pura. Pero me temo que, así como la serpiente con su astucia engañó a Eva, los pensamientos de ustedes sean desviados de un compromiso puro y sincero con Cristo.” (2 Corintios 11:1-3).
“Fui en obediencia a una revelación, y me reuní en privado con los que eran reconocidos como dirigentes, y les expliqué el evangelio que predico entre los gentiles, para que todo mi esfuerzo no fuera en vano.” (Gálatas 2:2; cf. 4:11).
“En ella ustedes brillan como estrellas en el firmamento, manteniendo en alto la palabra de vida. Así en el día de Cristo me sentiré satisfecho de no haber corrido ni trabajado en vano. Y aunque mi vida fuera derramada sobre el sacrificio y servicio que proceden de su fe, me alegro y comparto con todos ustedes mi alegría. Así también ustedes, alégrense y compartan su alegría conmigo.” (Filipenses 2:16-18).
“En resumidas cuentas, ¿cuál es nuestra esperanza, alegría o motivo de orgullo delante de nuestro Señor Jesús para cuando él venga? ¿Quién más sino ustedes? Sí, ustedes son nuestro orgullo y alegría.” (1 Tesalonicenses 2:19-20).
En cada instancia en la que Pablo declara su ambición pastoral, él señala que el éxito o el fracaso de su trabajo será determinado sólo al final, cuando ya sea que se sienta orgulloso de su labor o comprenda que su trabajo ha sido en vano.27 El horizonte escatológico es una característica central de la ambición pastoral de Pablo. Usando el lenguaje tomado de la historia de Israel, él se refiere constantemente al “día” (1 Corintios 3:13; 2 Corintios 1:14; Filipenses 2:16) en que se revelará la calidad de su trabajo. Él se “enorgullecerá” de la labor cumplida (Romanos 15:17; 2 Corintios 1:14; Filipenses 2:16; 1 Tesalonicenses 2:19). Una iglesia “sin mancha” (Filipenses 2:15-16) cuando Jesús regrese será la meta de su labor. Mientras tanto, Pablo expresa en varias ocasiones que siempre está orgulloso de sus iglesias (cf. 2 Corintios 7:14; 8:24; 9:2) y del trabajo que él ha hecho en su nombre (1 Corintios 9:15), pero en otras ocasiones considera el prospecto de trabajar “en vano” (Gálatas 2:2; 4:11). Su ambición pastoral es por lo tanto colectiva y escatológica. Debido a que la prueba final de su ministerio es el resultado de su trabajo con las iglesias, la meta final define su ministerio en el presente.
Pablo no usa el término “pastor” para describir su trabajo; en su lugar, él emplea una variedad de imágenes para describir la meta colectiva y escatológica de su obra. Él es el sacerdote para que los gentiles lleguen a ser una ofrenda aceptable a Dios (Romanos 15:15-17), el constructor cuyo trabajo será probado al final (1 Corintios 3:10-17), el padre de la novia (2 Corintios 11:3) preparando la boda de su hija, la mujer a punto de dar a luz (Gálatas 4:19), el sacrificio ofrecido por la fe del pueblo (Filipenses 2:16), y el padre que es dedicado a sus hijos.
Como evangelista, Pablo ha traído a sus iglesias gentiles dentro de esta historia inconclusa. En sus cartas, Pablo regularmente recuerda los orígenes de la comunidad (Romanos 6:1-11; 1 Corintios 1:18-2:5; Gálatas 3:1-6; Filipenses 1:6, 11; 1 Tesalonicenses 1:5-10) y apunta hacia su destino en la gran obra de Dios. Mientras tanto, él escribe para asegurarse de que la historia llegue a una conclusión apropiada. Pablo asume en sus cartas que como resultado de su misión evangelística original, los conversos experimentaron un cambio radical gracias al poder de Dios. Este cambio fue sólo el principio de la historia (Filipenses 1:6), el cual llegará a su final en el día de Jesucristo (Filipenses 1:6, 11). El ministerio pastoral de Pablo consiste en su propia participación en lo que Dios está haciendo en la transformación de los conversos. De esa manera, las cartas no hablan sólo de la nueva existencia alcanzada sino de la transformación que está sucediendo. El lenguaje de formación (morfos), siempre en tiempo pasado (Romanos 12:2; 2 Corintios 3:18; Gálatas 4:19; Filipenses 3:10, 21), indica el papel principal de este concepto en la teología paulina. La teología pastoral de Pablo está determinada no sólo por la aceptación de los impíos por parte de Dios, sino por cómo Dios forma a la gente a imagen de Cristo. Pablo articula así claramente que el objetivo de su trabajo es participar en la formación de la comunidad.
La Configuración de las Cartas de Pablo
Las cartas de Pablo revelan su preocupación pastoral como él lo escribe, por alimentar a los conversos. Descubrimos esta teología pastoral implícitamente puesto que un elemento constante de sus cartas es el paso de la reflexión teológica al desafío de Pablo a sus iglesias a vivir “de una manera digna del evangelio de Cristo” (Filipenses 1:27; cf. 1 Tesalonicenses 2:12). La consistencia en las exhortaciones en las cartas reflejan la teología pastoral de Pablo, la cual está arraigada en su esperanza de progresos morales entre sus lectores. Su teología pastoral también está implícita en las oraciones al principio de las cartas (cf. 1 Corintios 1:4-9; Filipenses 1:3-11), ya que ellas frecuentemente describen la esperanza de Pablo por los resultados finales de su labor. Su trabajo evangelístico inicial es por lo tanto sólo el comienzo de un proceso que no será completado hasta el final de los tiempos. Su labor será exitosa sólo si sus congregaciones sobreviven las consecuencias del evangelio a través de vidas transformadas y están plenamente transformadas cuando Jesús regrese. De este modo, toda la teología es pastoral para Pablo. Él y sus comunidades comparten una historia que comienza con su conversión y terminará cuando Dios la perfeccione (Filipenses 1:6); por lo tanto, las cartas están escritas en la mitad de la historia.28 Su regular empleo del lenguaje de formación (morfos), para describir el progreso de sus comunidades (cf. Romanos 12:2; 2 Corintios 3:18; Gálatas 4:19; Filipenses 3:19-20) corresponde a la estructura misma de sus cartas, pues la ética paulina refleja su ambición pastoral de participar en la transformación ética de sus comunidades. En su profunda interacción con sus conversos, encontramos la obra pastoral de Pablo.
La Visión y la Teología Pastoral de Pablo
La descripción de Pablo de una historia común presupone una gran historia, según la cual el Dios del Antiguo Testamento ha demostrado fidelidad al pacto en Cristo Jesús a través de los tiempos y traerá finalmente esta historia a su final. Sea que Pablo haga referencia o mencione esta historia en todas sus cartas, ella forma la subestructura de su pensamiento.29 Esta historia, mencionada simplemente, habla de la obra de Dios en su comienzo, en el transcurso y al final. En el principio está la creación de Dios, seguida por la rebelión del hombre (cf. Romanos 5:12-21). En el transcurso de la historia, Dios llama a Abraham y pone a correr la historia de Israel, la cual incluye el exilio y la restauración. La venida de Cristo es el acto decisivo de Dios y el “hecho” dominante que constituye el punto de regreso de los tiempos. La historia llegará a su final en el día de Cristo. Mientras tanto, Pablo y sus comunidades viven entre el intermedio y el final de la historia. La comunidad de gentiles ha sido insertada en la historia de Israel y no necesita esperar el cumplimiento de las promesas de Dios en el día del Señor. Su conversión fue un acto de creación y elección. Ahora la comunidad espera el día final del Señor. Al final la comunidad será transformada a la imagen de Dios, recuperando la condición primordial.
La literatura reciente sobre Pablo ha demostrado que esta historia conforma la subestructura de la reflexión de Pablo. De esa manera la doctrina de la justificación por fe es un elemento esencial en esta historia: Pablo emplea este tema para declarar la vindicación final de Dios de quienes están dentro del pacto y anuncia que Dios ya ha “justificado” a quienes ahora viven dentro del pacto de fe. La doctrina paulina de la santificación también encaja dentro de esta estructura narrativa, porque describe el progreso moral que sus conversos experimentan no sólo como transformación sino también como santificación (cf. 1 Tesalonicenses 3:11-13) y visualiza que sus conversos serán plenamente santificados al final de la historia (1 Tesalonicenses 5:23).
Las reflexiones de Pablo comienzan con la transformación de Cristo, el punto decisivo de la historia. Morna Hooker ha descrito esta transformación como una “intercambio” en la cual Cristo “llegó a ser lo que somos para que podamos ser como Él es.”30 Aunque el lenguaje proviene de Ireneo (Adversus haereses 5, prefacio), describe con precisión el tema consistente de las cartas de Pablo. En el evento de Cristo, Cristo “llegó a ser lo que somos.” La meta final es que la humanidad sea transformada a su imagen, que es, llegar a ser “lo que Él es.” Pablo trata este tema del intercambio más claramente en los siguientes pasajes:
“Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios.” (2 Corintios 5:21).
“Ya conocen la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que aunque era rico, por causa de ustedes se hizo pobre, para que mediante su pobreza ustedes llegaran a ser ricos.” (2 Corintios 8:9).
“Cristo nos rescató de la maldición de la ley al hacerse maldición por nosotros, pues está escrito: «Maldito todo el que es colgado de un madero.» Así sucedió, para que, por medio de Cristo Jesús, la bendición prometida a Abraham llegara a las naciones, y para que por la fe recibiéramos el Espíritu según la promesa.” (Gálatas 3:13-14).
“Pero cuando se cumplió el plazo, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, a fin de que fuéramos adoptados como hijos.” (Gálatas 4:4-5).
“En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu.” (Romanos 8:3-4).
Estos pasajes tienen una estructura común. Pablo describe un suceso en el que Jesús llegó a ser algo menos que su posición original, participando en la debilidad de la existencia humana (ej., Él llegó a ser “pecado,” “pobre,” “maldición”). Esta declaración es seguida por una exigencia sobre lo que los creyentes deben llegar a ser (ej., “rectos,” “ricos”) o recibir (una nueva existencia).31 De esa manera, el resultado final de ello es que los creyentes participen en lo que Cristo es. Quienes son transformados por el sacrificio de Cristo abandonan sus propios apetitos para vivir una nueva existencia moral. Ellos finalmente serán transformados a la imagen de Cristo.
Aunque esta fórmula del intercambio no aparece en todas sus cartas, el tema sí está presente. Las cartas, escritas bajo una variedad de circunstancias, reflejan las dimensiones de la teología pastoral de Pablo acerca de la transformación. En Filipenses y 1 Tesalonicenses, Pablo articula su teología pastoral a través de sus oraciones y exhortaciones, hablando muy confiadamente de la transformación de las comunidades y de la obra de Dios al perfeccionarlas en el día de Cristo. Dios produce en la comunidad “el querer como el hacer” (Filipenses 2:13) lo bueno. El capítulo 2 de este estudio examina la teología paulina de la formación cristiana y su papel en este proceso.
El capítulo 3 estudia las complicadas facetas de la teología pastoral paulina. Según Gálatas 5:17, el progreso de la comunidad no es evidente en sí mismo; Pablo se refiere a la contienda entre el querer y el hacer. A pesar del buen comienzo de la comunidad, su éxito final está en duda. A diferencia de los Filipenses, en quienes Dios “empezó una buena obra” (Filipenses 1:6), los Gálatas empezaron en el Espíritu, sólo para recaer en la carne (Gálatas 3:3). El análisis de Pablo de las dificultades y tensiones humanas que evitan la terminación de la historia son expuestas mientras Pablo aguarda con esperanza que Cristo será formado entre los Gálatas (Gálatas 4:19).
En Romanos, Pablo extiende el tema de los Gálatas, describiendo una vez más la batalla entre el querer y el hacer (Romanos 7:14-25) y la promesa de la transformación final de la comunidad de fe (Romanos 8:29; 12:2). El relato común contempla la intervención de Dios en la gran historia desde el principio (Romanos 6:1-11) y el final de esa gran historia. Mientras tanto, Pablo desafía a la comunidad a “ser transformada” anticipándose a la transformación final. El capítulo 4 de este estudio demuestra la conexión entre la teología paulina de la transformación y los objetivos del ministerio pastoral.
En las epístolas a los Corintios, Pablo describe su labor como el fundador de la comunidad con las metáforas de “plantar” y “construir” (1 Corintios 3:6-17). Con una visión alternativa de un edificio que permanece en construcción hasta el final (1 Corintios 3:10-17), Pablo confronta a los lectores de ambas cartas que han aplicado los estándares culturales de Corinto a sus conceptos de liderazgo. La tarea del líder cristiano es trabajar con Dios en la construcción de un edificio que será terminado sólo hasta el final. El capítulo 5 de este estudio analiza la teología pastoral de las cartas a los Corintios, señalando que una comunidad transformada por la cruz es el objetivo final de Pablo.
Las cartas de Pablo presuponen una historia de la existencia de la comunidad y una visión de la plenitud. Una característica importante en las cartas de Pablo es el énfasis sobre la plenitud de sus comunidades. Su trabajo pastoral es asegurar que las comunidades son transformadas a la imagen de Cristo. De esa manera la transformación es un punto focal de la teología pastoral de Pablo. El capítulo 6 señala las características constantes de la teología paulina que proporcionan las bases teológicas para el trabajo pastoral y reflejan las implicaciones hermenéuticas de nuestro apego a Pablo.
Aunque mi argumento está enmarcado exclusivamente desde las indiscutibles cartas de Pablo, las otras epístolas también presuponen la misma historia colectiva como la base para el ministerio. Tanto en Colosas como en Éfeso, la iglesia vive en el intermedio entre la obra salvadora de Cristo y la culminación de la obra de Dios. Esta “se va renovando en conocimiento a imagen de su Creador” (Colosenses 3:10, cf. Efesios 4:24) y manifiesta el poder transformador de Dios como la superación de la autobúsqueda y el orgullo étnico para estar unidos en “el vínculo de la paz” (cf. Efesios 4:3). En Filemón, Pablo escribe a uno de sus conversos (Filemón) acerca de otro (Onésimo), llevando a Filemón a comprender las implicaciones comunales de la conversión y a recibir a su esclavo como a “un hermano querido” (16). Las epístolas pastorales presuponen una historia común en la que el éxito de la obra de Pablo está amenazado por la herejía. En estas cartas, como en las indiscutibles cartas de Pablo, la tarea del ministro es asegurar la fidelidad de la comunidad desde su fundación hasta el final. La teología paulina de la transformación es evidente en la instrucción ética que él le da a todos sus conversos.
La Teología Pastoral de Pablo y la Iglesia Contemporánea
La distancia histórica entre Pablo y la iglesia contemporánea, como se reconoció anteriormente, demanda que seamos cautos al emplear la teología pastoral paulina en nuestro propio tiempo. Como fundador de iglesias en un ambiente pagano, Pablo podía hablar acerca de una historia colectiva desconocida para muchas congregaciones contemporáneas. La tarea de Pablo fue formar la primera generación de conversos en una comunidad que había experimentado un nuevo comienzo; mientras que nosotros ministramos básicamente comunidades en una cultura cristiana que tiene un pequeño sentido de la brecha radical que crea una historia colectiva. No obstante, estoy convencido de que podemos unir los horizontes entre el ministerio de Pablo y el contemporáneo. La clara articulación de Pablo de su ambición pastoral proporciona el enfoque para el ministro contemporáneo que batalla con una variedad de expectativas. Su enfoque en la transformación de la comunidad es una alternativa bienvenida para nuestro propio enfoque en encontrar las necesidades individuales de los miembros de la congregación. Más aún, su llamado por una ética común y contracultural proporciona una dimensión inexistente en la concepción contemporánea del ministerio.
Para Pablo, todas las funciones y habilidades del ministro encajan dentro de una teología pastoral de la transformación.
El ministerio de Pablo tiene una ambición pastoral que es transparente en todas sus cartas. Como lo veremos en los capítulos que siguen, este ministerio no siempre es conforma a las expectativas de sus iglesias. En algunas de ellas, los objetivos pastorales están gravemente amenazados; la transformación de sus comunidades está en duda. Él nunca menciona el crecimiento numérico de sus iglesias. Sin embargo, él ofrece una coherente y firme visión de su propósito como ministro. Un cuidadoso análisis de sus cartas proporcionará la dimensión desconocida en el diálogo moderno acerca del propósito del ministerio.