Pasqual Maragall ha tenido una presencia activa en la vida política de Barcelona, de Cataluña y de España durante más de cuarenta años. Es una figura catalana contemporánea de relevancia internacional. Sin embargo, no contábamos aún con una valoración completa para comprender mejor su figura. Con la voluntad de dar a conocer la riqueza de su pensamiento, se aborda una revisión de la obra y las reflexiones de Maragall, que nos revela la vigencia de sus ideas y, sobre todo, la continuidad de sus preocupaciones principales, tanto en el escenario político más cercano como en una escala más global.
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Jaume Badia. Pasqual Maragall. Pensamiento y acción
PÓRTICO. BORJA DE RIQUER Y JOSEP MARIA VALLÈS
PRESENTACIÓN. JAUME CLARET
LA POLÍTICA ES LA GENTE. JOAN FUSTER-SOBREPERE
LA CIUDAD DE PASQUAL MARAGALL. ORIOL NEL·LO
POLÍTICAS PÚBLICAS Y CIUDADANÍA. QUIM BRUGUÉ
LA «ACCIÓN CATALANA» DE PASQUAL MARAGALL. JAUME BELLMUNT
CODA: LA TREGUA OLÍMPICA. JAUME BADIA
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Pórtico
Presentación
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En 1997, cuando Maragall dejó el Ayuntamiento en manos de Joan Clos, puede decirse que el programa de obras y equipamientos urbanos, públicos y privados estaba ya desplegado por completo y que, además, las finanzas municipales podían mirar el futuro con confianza, ya que la deuda estaba controlada y se estaba pagando a un ritmo mucho más rápido del que se había imaginado. Se había conjurado, pues, la depresión postolímpica. Eso sí, en Madrid, por vez primera, había un gobierno poco, o nada, amigo de la ciudad, que ni se planteaba idea alguna de capitalidad barcelonesa ni contemporizaba ante tal empeño, y que emprendía ya por aquel entonces el proyecto de recentralización económica y política más ambicioso desde 1978. Barcelona estaba lanzada, pero encorsetada. Quizá por ello, Maragall quiso dejar en herencia a Clos la posibilidad de crear un nuevo momento, una nueva oportunidad: el Fórum de las Culturas, que se habría de celebrar en 2004. Un acontecimiento nuevo, del estilo de la Exposición Universal de Londres de 1851, en la que se había exaltado y universalizado la civilización industrial. Ahora se trataría de exaltar la cultura del conocimiento y el valor de las ciudades en un mundo convertido ya en urbano. Ahora el protagonismo correspondía a un mundo plural de culturas reconciliadas. Pero esa no iba a ser ya la obra de Maragall.
