Читать книгу Viajar en moto. Esa maravillosa sensación de libertad - Javier Scabuzzo - Страница 7
Introducción
ОглавлениеTe propongo que te relajes y recrees tu mente. Que te subas a las palabras y recorras estas páginas como yo lo hice sobre el camino, que aproveches cada detalle, que disfrutes a través del relato y las imágenes, que te transportes y dejes volar tu imaginación.
Quizás hayas recorrido parte o alguno de estos caminos y tal vez estas palabras te estimulen a recordar, o revivir tus propias experiencias y recuerdos.
La vivencia del relato es el resultado de íntimos pensamientos durante horas de viaje en solitario. Cuando decidas salir, si ya no lo hiciste, no te asustes si empiezas a desvariar como yo. La moto y los viajes crean una extraña adicción y alborotan la mente.
En la intimidad de mi casco he reído, cantado, gritado, hablado conmigo mismo y hasta me he estremecido al ver que el lugar al que había soñado llegar, se materializaba ante mis ojos. He sentido temor y también disfrutado ante las diversas condiciones que impone el camino.
A menudo leemos acerca de grandes viajes y viajeros, tierras lejanas, países extraños, culturas diferentes, enormes montañas, selvas impenetrables, desiertos insalvables; esto nos va condicionando de tal manera que creemos que si no hacemos algo de semejante magnitud la aventura no tendría sentido, puedo asegurarte que no es así. No hace falta necesariamente dar una vuelta al mundo para disfrutar, sentir el placer de viajar, descubrir y conocer paisajes, los pueblos y su gente. El mundo entero está disponible, pero en realidad comienza a tu alrededor, muy cerca de tu casa y con cientos de opciones que están ahí esperando ser descubiertas. Los lugares y situaciones están casi al alcance de tus manos esperando que vayas por ellos.
Solo hace falta decisión, romper la inercia que significa estar cómodos, arriesgarse un poquito, agregarle una pizca de audacia y salir. Arranca y el tiempo dirá.
No trates de ser el que llega más lejos, sino llegar lo más lejos que vos puedas.
Genera la aventura a la medida de tus posibilidades, todos somos de alguna manera diferentes, lo que es bueno para unos, puede no serlo para otros, reconoce tus límites, objetivos, intereses y expectativas. Mis experiencias son proporcionalmente mayores a los kilómetros que marca el odómetro de mi moto, las vivencias que arroja el solo hecho de andar me enriquecen y alegran enormemente.
Las vivencias están en el camino mismo y no necesariamente en el destino elegido.
¿Por qué en moto? es la pregunta que a veces me hacen.
En principio es una cuestión de gustos, pero es difícil de explicar esta pasión. Quienes comparten esta actividad comprenderán inmediatamente de que hablo. Creo que ciertas cosas hay que experimentarlas, sentirlas, resulta casi imposible intentar mediante el uso de palabras expresar un sentimiento y que sea exactamente comprendido por nuestro interlocutor, podrá entenderlo y aun así no sentirlo.
Si te dijera lo lindo que es saltar en paracaídas, probablemente podrías entender de qué se trata, pero la vivencia de caer a casi 200 km/h jugando con el viento solo se siente practicándolo.
Me cautiva viajar en moto. La percepción del entorno es diferente, los estímulos llegan directamente y excitan mis sentidos de una manera más franca, a veces cruel porque no todo resulta placentero. Pero es esa mezcla de sensaciones la que captura mi atención, me siento más comunicado con el ambiente que me rodea, con el paisaje que recorro, conmigo mismo. Puedo sentir:
El efecto del viento,
Los aromas que invaden el casco,
El frío que cala,
El sol que templa,
La lluvia que golpea con fuerza,
El polvo que conquista cada resquicio.
Me expongo a la naturaleza y me siento en conexión directa con algo a lo que pertenezco y no como un mero espectador.
Al cruzarme con otro motero, encuentro que esa persona sabe lo que siento y por eso ya es un amigo. La empatía que genera un simple saludo en la ruta nos une en hermandad. Es algo inexplicable.
Porque la moto, es versátil y cómoda para detenerme en cualquier recodo del camino, a intentar perpetuar a través de una foto ese instante mágico.
Porque un camino sinuoso se convierte en un vaivén de sensaciones que mecen mi alma.
Porque las escasas cosas que transporto son suficientes, y esa “liviandad” me hace más libre.
Porque es inevitable el poder hipnótico y adictivo de querer ver que hay más allá del horizonte.
Cuando se viaja en auto se ve el paisaje, cuando se viaja en moto se es parte de ese paisaje.
Mirar durante horas los mapas, descubrir los puntos de interés, comenzar a delinear y planificar un viaje, imaginar el recorrido, estudiar los tramos a transitar en un día, dónde cargar combustible, dónde dormir, que llevar, ahí es verdaderamente donde comienza el viaje y promueve la ansiedad por salir, descubrir, conocer.
Cuando viajes, detenete, mirá, olfateá, toca el agua de una laguna, arroyo o lago y sentí su temperatura. El entorno es diferente en cada lugar, no se trata de hacer solo kilómetros y llegar, el viaje por más corto que te parezca ofrece un sinfín de cosas para ver a cada paso.
Sentí la libertad de explorar qué hay más allá del horizonte.
El simple hecho de no saber o conocer adónde vamos, hace que tu pequeño viaje sea muy importante y cautivante. En el descubrir reside gran parte del estímulo que incita a viajar.
Cuanto más sabés y conocés, necesitarás de desafíos muchos mayores para obtener la misma satisfacción que sentiste al principio, cuando empezaste tu sencilla aventura.
Cada vez resultará más difícil sorprenderte, pero tu primer pequeño–gran viaje será inolvidable.
Estimulá tu curiosidad.
Existe una verdadera identidad, una belleza intrínseca, una razón de ser en este mundo para cada arbusto, árbol, flor, animal, persona, que vale la pena percibir y valorar. Estas, y muchas otras cosas conforman un paisaje que siempre merece ser explorado, aunque usualmente pasamos tan apresurados, que no percibimos sus detalles.
Como analogía, podríamos citar la situación habitual en una gran ciudad donde vemos una multitud de personas caminando por sus calles, cientos de personas, cientos de caras. Es abrumador para la mente querer procesar tantos datos, pero si focalizamos nuestra atención en solo una persona elegida al azar de entre la muchedumbre, esta nos ofrecerá un panorama distinto, veremos su rostro con detenimiento, su cabello, su forma de vestir, su actitud. Nos brindará una variedad de detalles y cantidad acotada de información que nuestra mente podrá evaluar con más facilidad. No estamos acostumbrados a este accionar, porque nuestra “velocidad de vida” nos impide hacer una pausa y aprender a observar con detenimiento.
Viajar despacio te va a ayudar a apreciar lo que te rodea, cada metro recorrido cambiará la perspectiva de lo que observamos.
Ver y mirar no es lo mismo.
Con la naturaleza y sus paisajes, ocurre algo similar, cada lugar te ofrecerá su mejor postal y estará ahí para que descubras sus detalles. Cada amanecer y cada atardecer son distintos.
Al mirar con detenimiento se puede observar mucho.
Al salir es probable que nuestra mente esté cargada de información a veces no muy bien fundada. Producto de comentarios negativos, miedos ajenos, malas experiencias, y cosas que uno escucha a través de los medios de comunicación. Todo ese cúmulo de información deriva en que nos surjan preocupaciones acerca del viaje, que la moto…, que si ese ruidito será normal…, que si traje todo…, que si me pasa algo…, que la seguridad..., que el tránsito…
Debemos aprender a evaluar todos los comentarios, pero tomar solo aquellos que nos son útiles y constructivos, desechando otros que solo nos infunden temor y preocupaciones innecesarias.
Relajate y dejá que el viaje fluya. Hasta algún punto podrás prever algunos eventos, los demás ocurrirán si tienen que pasar.
Obviamente que hay que cuidarse y minimizar los riesgos, sea de donde sean que estos provengan, pero hay muchas probabilidades que nada de eso suceda.
Afortunadamente, hay mucha más gente buena en este mundo haciendo cosas buenas, que gente mala haciendo cosas malas.
Vamos a salir de nuestra zona de confort habitual, donde estamos acostumbrados a tener todo bajo nuestro control, a la función casi automática del día a día, por lo que nuestros temores internos afloran intentando conspirar con nuestro deseo de romper esas estructuras. Con el transcurrir del viaje y los kilómetros esos temores se van diluyendo: lentamente, como llegaron se van y lo más probable es que comience a invadirte una sensación de calma y felicidad por lo que estás haciendo.
Estoy convencido que el gran viaje, en realidad, es hacia el interior de uno mismo. El hecho de pasar muchas horas solo, escuchando el sonido del motor y sintiendo como el entorno estimula los sentidos permitiéndome estar en comunión con el medio, conduce a que me sumerja en lo más profundo de mi mismo. Es un momento de paz interior muy íntima y fuerte. Mi mente se arremolina con los pensamientos que van y vienen. Me doy cuenta que esa actividad me embarga, me moviliza internamente, las preocupaciones se disipan, paulatinamente voy excediendo lo que creía eran mis límites y derribo mis barreras mentales, se rompen los lazos con la rutina habitual.
Soy yo mismo, soy feliz.
Transitar un camino donde el polvo se mete por todos lados, viajar bajo la lluvia refugiado en el traje de agua, cambiar de posición para que no se duerman las nalgas; para algunas personas puede resultar un sacrificio, algo casi demencial o sin sentido, pero para un motociclista estos condimentos forman parte de su esencia misma. Si lo estás disfrutando es simplemente porque eso te colma y es realmente lo que querés hacer, lo que te hace sentir vivo. Disfrutalo, es TU momento.
Te lo pueden contar, pero vivir tu propia experiencia es lo que realmente tiene valor.
La tierra es hermosa, está integrada de cuantiosos lugares maravillosos. En la medida que uno avanza, el punto de vista cambia constantemente y las formas ofrecen otra perspectiva, ver que cada atardecer es diferente y si a esto le sumamos que cada día estamos en un lugar distinto hace que las opciones sean interminables.
Cuando uno se mueve, viaja y observa otros lugares, se comienzan a ver los contrastes, los cambios de paisaje, las ciudades y pueblos, su entorno y forma de vida de los lugareños. En este deambular resulta a veces doloroso ver como se destroza, degrada, explota en “nombre del progreso”. Es obvio que de algún lado deben salir los recursos, sería necio y tonto no reconocer que la minería, la explotación petrolera, la tala de árboles, son todos necesarios, pero lo realmente cruel es ver cuando se hace de una manera agresiva y despiadada, que tiende al despilfarro. Masiva por el solo hecho de enriquecerse, y no en armonía, equilibrio y comunión con nuestro planeta.
Cultiva un respeto universal hacia las personas y sus cosas, la naturaleza toda y disfruta de la vida.
Generalmente me gusta viajar solo y no pretendo ser huraño o egoísta, pero me gusta disponer de mi tiempo y administrarlo a mi gusto e intereses, aprovechando todo lo que el camino brinda. Si bien al final hay una meta o un destino, lo interesante es el trayecto en sí mismo, las mil variantes que ofrece, es una de las razones por las que prefiero hacerlo de esta manera. No me gusta condicionar a otros, ni sentirme obligado a renunciar a mis ritmos de viaje e intereses.
Me he dado cuenta que el estar solo atrae e invita a las personas que curioseen sobre uno mismo, los estimula a hacer contacto con nuestra persona, a entablar una conversación, a preguntarte cosas, – ¿de dónde venís? – ¿adónde vas? – ¿de dónde sos? – ¿no te da miedo viajar solo? – – ¿querés un café? – ¿querés un mate?...
¡Y de pronto te das cuenta que realmente no estás solo!
Al final, al regresar, debe quedar una sonrisa en tu alma, una marca de satisfacción.
Solo cuando sientas la presión del viento en tu pecho, estarás en marcha -