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I: Cosmogonía china

Todo nació de un simple huevo,

todo nació de una humilde semilla,

la nada puso el huevo y sembró la semilla

tras ser fecundada por el todo.

Dentro del estudio de las diferentes mitologías que en el mundo han sido, podemos encontrar símbolos que insinúan, en cierta manera, lo que más tarde terminamos llamando ciencia. Es por eso que muchas teorías de la física teórica parecen haber salido de propuestas imaginarias, de sueños, de observaciones empíricas limitadas en la percepción de los sentidos pero llenas de creatividad e inventiva.

La mitología china está llena de referentes simbólicos que bien pueden rescatarse como propuestas precientíficas, ya que al igual que la mitología griega, propone un caos previo al cosmos, es decir, un desorden que da lugar al orden o, en palabras de Lao Tse, una nada que da lugar a un todo.

La nada de Lao Tse bien puede equipararse a la energía oscura y a la materia oscura, las cuales no vemos ni podemos medir pero sabemos que están ahí por el comportamiento de los cuerpos celestes, que al final no están vagando por un espacio negro, frío y vacío, sino que se nutren y se sustentan sobre algo que es la nada y es el todo al mismo tiempo.

¿Dónde estamos?

En el mundo.

¿Y dónde está el mundo?

En el Sistema Planetario Solar.

¿Dónde está el Sistema Planetario Solar?

En la Vía Láctea, nuestra galaxia, que pertenece a su vez al cúmulo de Virgo.

¿Y dónde están la Vía Láctea y el cúmulo de Virgo?

En el universo.

¿Dónde está el universo?

En un espacio formado de materia oscura que se nutre de energía oscura.

¿Y dónde están la materia y la energía oscuras?

No se tiene la menor idea.

Nuestra ciencia sigue siendo mítica en muchos sentidos, hija de la imaginación, los sueños, las intuiciones, las creencias, las posibilidades, las ideas e incluso de las creencias.

No sabemos dónde estamos, no hay referentes que nos indiquen realmente nuestra posición en el espacio y se podría decir perfectamente que del universo visible apenas si sabemos nada, y del que no hemos visto todavía, sabemos aun mucho menos. Sabemos, por ejemplo, que nos movemos, que todo es movimiento, que no hay nada estático, aunque no podemos afirmarlo al cien por ciento, simple y llanamente porque solo percibimos lo que se mueve, mientras que los ceros absolutos de movimiento y temperatura solo son imaginaciones, propuestas teóricas que no se pueden confirmar.

La leyenda del huevo y la ciencia moderna

Para la mitología china la Tierra es un huevo de tortuga, y más específicamente de la Tortuga Milenaria inseminada por el Dragón Celestial, que al abrirse dio lugar a las aguas y a las montañas, a las plantas y a las flores, a los animales y, entre ellos, a los seres humanos.

Como en la mitología maya, la tortuga nada sobre las aguas oscuras del universo primordial y, en algunas versiones, sostiene a la Tierra sobre su caparazón. Las aguas primordiales serían la materia oscura, y el caparazón la energía oscura que tanto presume hoy en día nuestra ciencia moderna, aunque en ningunos de los dos casos, el mítico y el científico, se tengan pruebas de que esto sea así.

Una Tierra esférica achatada por los polos es un buen símil del huevo de tortuga, y la eclosión de la vida en nuestro planeta bien puede venir de los cometas o dragones celestiales, o haberse formado dentro de ella.

El lenguaje ha cambiado, pero la mítica sigue siendo la misma, con lo que los científicos divulgadores de nuestro tiempo son como los sacerdotes del pasado, que nos dicen las cosas de una manera simple para que la entendamos como pueblo, sin develarnos los verdaderos secretos, tanto porque no tenemos capacidad para comprenderlos como porque quizá tampoco los saben ellos.

A diferencia de Pitágoras, que no quería que el vulgo supiera que el número dos es irracional ni la composición pentagonal del dodecaedro, Lao Tse esperaba que todos y cada uno de los seres humanos supieran y conocieran la composición y los secretos del universo. Ambos fallaron, y sin embargo sentaron las bases del conocimiento en muchos planos y sentidos.

Los pensadores griegos, sobre todo los presocráticos, intentaron vivir y pensar sin dioses de por medio, sin lograr su propósito. Los pensadores chinos sí lo lograron durante siglos, aunque no pudieron erradicar los mitos, las leyendas y las supersticiones del pueblo chino.

¿Qué fue primero, el huevo o la gallina, el huevo o la tortuga?

Obviamente primero fue el ovocito en forma de célula que fue dando lugar a los organismos complejos cuya forma de reproducción es muy diversa, sexual, asexual, por bipartición, ovípara, vivípara, etcétera.

La Tortuga y el Dragón

En la inmensidad de la nada estaba aposentada la Tortuga Milenaria, los cielos eran oscuros y densos, como aceite negro sobre el mar, y sobre ellos reposaba la Tortuga pensando, meditando y reflexionando sobre los hitos de la existencia.

La Tortuga nunca había pensado ser madre, desovar y tener descendencia, pues existía plácidamente sin que nada ni nadie la molestara.

El Dragón de Aire la pretendía por su sabiduría.

El Dragón de Madera la pretendía por su firmeza.

El Dragón de Metal la pretendía por su valor.

El Dragón de Agua la pretendía por la pureza de su alma.

El Dragón de Tierra la pretendía por su experiencia.

El Dragón de Fuego la pretendía por su pasión.

Pero fue el Dragón Qi, el Dragón de la Luz y la Energía, el que está en el centro de todo y de todos, el que finalmente logró inseminarla.

“Soy demasiado vieja para tener descendencia”, dijo la Tortuga.

“Darás a luz al universo”, le contestó el Dragón.

Y la Tortuga puso un enorme y duro huevo, que se fue rodando por los cielos hasta que chocó con los límites del espacio y se rompió.

De la yema nació la Tierra y todo lo que se contiene en ella.

De la clara nacieron los cielos azules con sus nubes, sus vientos, sus lluvias y sus nieves.

De la cáscara nacieron las estrellas que rodean al mundo, los asteroides que todavía caen como fragmentos del huevo que fueron, y los cometas.

Unos dicen que la Tortuga carga el peso del universo entero, otros que nada más carga a la Tierra, y otros que no carga nada más que su propia conciencia.

Unos dicen que siete de los Nueve Dragones míticos la poseyeron, y que solo dos de ellos quedaron fuera del concierto de crear el universo, por lo que estos dos dragones, el Dragón de la Oscuridad y el Dragón del Infierno, odian a la creación y siempre están ideando la forma de destruirla.

Otros dicen que fue un solo dragón, pero que en realidad nadie sabe cuál, aunque el Dragón de Madera, por su color amarillo, es el verdadero padre del universo y abuelo de la humanidad.

Desde entonces el amuleto de la Tortuga con Cabeza de Dragón protege las casas y trae fama, longevidad, felicidad, fertilidad y fortuna a sus fieles seguidores, porque ellos son los verdaderos creadores de la Tierra y del universo tal y como los conocemos.


La Tortuga y el Dragón.

Esta leyenda enlaza con las prácticas del Feng Shui que se hicieron populares en China sobre el siglo IV antes de nuestra era y que, poco a poco, se fueron convirtiendo en toda una ciencia geodésica y astronómica.

La Grulla y el Quilín

Antes de nosotros y del mundo había un espacio celestial inmenso por el cual paseaban cuatro seres.

Cuatro eran los seres celestiales:

La Tortuga.

El Dragón.

La Grulla.

El Quilín.

Ellos campeaban por todos lados antes de que existiera nada, y mucho menos los humanos.

La Tortuga se unió al Dragón para crear el mundo.

La Grulla le dio inteligencia, belleza, orden y armonía.

El Quilín trajo la paciencia, la serenidad y la prosperidad.

Después vinieron los elementos a llenar el mundo:

La tierra con sus montañas y rocas.

La madera con sus árboles, plantas y flores.

El agua con sus mares, lagos y ríos.

El metal con sus minerales y sus piedras.

El fuego con la chispa que da vida a todos los seres.

La Grulla vio que faltaban los vientos y la lluvia, y fue por ella.

El Quilín vio que faltaban los astros de los cielos y fue por ellos.

La Grulla se quedó flotando entre la Tierra y el cielo.

El Quilín se quedó volando entre el sol, la luna y las estrellas.

La Grulla aviva el pensamiento, da ideas, investiga, estudia, cambia, mejora, evoluciona, y crea la escritura para que exista entre todos una forma sublime de entendimiento.

El Quilín inspira, impele a reflexionar y a meditar, a buscar más allá de lo visible, y crea las artes y las ciencias para embellecer y consolidar los conocimientos.

La marcha del mundo y el universo se debe a ellos, por eso el Quilín se encuentra a la puerta de los templos y centros de estudios y conocimientos, y la Grulla remata las entradas y los techos.


El mítico Quilín.

Cuando le insinué a mi estimado Insik que el Quilín era una bestia mítica poco agraciada y de semblante terrible y fiero, me contestó hieráticamente que la prudencia y la verdad que representa el Quilín son verdaderas fieras con las que la gente común no quiere enfrentarse, porque a muy pocos les gusta ver un poco más allá, estudiar, entender, comprender, esforzarse, y prefieren creer o guiarse por la limitación de sus sentidos.

La creación de Wang Pangu

Dice la leyenda que al principio solo existía el desorden, con el cielo y la tierra juntos y pegados, y el universo entero y todo lo que este contiene concentrado en un gigantesco y pesado huevo negro.

Dentro de este huevo dormía apaciblemente y sin darse cuenta de nada un único ser, Wang Pangu.

Cuando Wang Pangu despertó, se encontró que estaba atrapado en el huevo, y que apenas si podía moverse, así que se puso a romperlo.

Al romperse el huevo, la parte más ligera y clara salió despedida y dio forma al cielo y todo lo que este contiene, mientras que la parte inferior del huevo, la más dura y oscura, dio forma a la Tierra.

El gigantesco Wang Pangu tenía la cabeza en el cielo y los pies en la Tierra, y con el paso de los milenios, tanto la cabeza como los pies fueron creciendo y dando vida a nuevas cosas y a nuevos movimientos.

En este crecimiento nacieron además los cuatro seres esenciales: el Dragón, el Feng Huang (la Grulla), la Tortuga y el Quilín.

Uniendo sus fuerzas con las de Wang Pangu, formaron las estaciones y los cinco elementos: el fuego, la madera, el metal, el agua y la tierra.

Pero Wang Pangu no era inmortal, y tras varios milenios llegó el día de su muerte.

Su muerte daría luz a una gran cantidad de las cosas que componen al universo y al mundo:

-De su aliento surgió el viento y las nubes.

-Sus ojos se convirtieron en el Sol y la Luna.

-De su barba las estrellas y todo lo que hay en el firmamento.

-De su voz salieron los truenos y los relámpagos.

-Sus extremidades serían los grandes pilares que separarían al cielo de la Tierra para que ya no estuvieran juntos y pegados.

-De su sudor nacieron las aguas menores y el rocío, la lluvia y la brisa, la humedad que da vida a todos los seres y a todas las cosas.

-De su cuerpo emergieron las cinco grandes montañas.

-De sus músculos brotaron los campos.

-De sus huesos brotaron los minerales y los metales.

-De su piel y vellosidades del cuerpo nacieron las plantas, las flores y los árboles.

-De su médula crecieron el jade, las perlas y otras piedras preciosas.

-Y de su sangre brotaron los grandes ríos y los mares.

Wang Pangu (también llamado P’an-Ku) al morir estaba lleno de pulgas, piojos y liendres, y de ellos nacieron todos los seres vivos que conocemos, incluidos los seres humanos.

Wang Pangu murió, pero sigue vivo y presente en todas y cada una de las cosas que vemos, oímos, presentimos y tocamos.

Antes de morir, Wang Pangu crecía y crecía en periodos de trece mil o de dieciséis mil años, dependiendo de las versiones, y cada vez que crecía y se hacía más y más grande la Tierra sufría diversos cambios, dependiendo de su humor. Si estaba contento el periodo era fértil y alegre, pero si estaba enfadado el periodo era gris, frío y triste. Así fue cómo pudo romper el huevo, creciendo y creciendo, desde ser un enano hasta ser un gigante, y no dejó de crecer hasta el día de su muerte.

El mundo lloró su muerte, porque aunque lo hizo todo, algunas cosas las dejó a medias o inconclusas, en desorden o sin pensar en su futuro.

En realidad hay muy pocas leyendas y mitos cosmogónicos en la mitología china, y la mayoría de ellos no aparecen por escrito hasta el siglo V de nuestra era. Hay muchas versiones sobre Wang Pangu, pero muy pocos puntos de vista ajenos al huevo primordial del cual nace el mundo y luego el universo.

La diosa Nüwa (o Niu-Kua)

La diosa Nüwa miró al mundo desde su ventana celestial y vio que faltaban muchas cosas, pero sobre todo una manera de que los seres mortales pudieran garantizar su continuidad sobre la Tierra, ya que muchos morían sin dejar descendencia y toda su especie desaparecía para siempre, así que les dio el don de la reproducción para que pervivieran embelleciendo los paisajes y haciéndole compañía a los dioses.

Nüwa tenía sus favoritos de entre todos los seres vivos.

La mantis religiosa era su preferida entre los insectos.

La grulla era su preferida entre las aves.

La tortuga era su preferida entre los anfibios.

El dragón era su preferido entre los grandes seres voladores.

La serpiente era su favorita entre los reptiles.

El caballo era su preferido entre las monturas.

La cabra era su preferida en la granja.

El mono era su favorito entre los favoritos.

El perro era su favorito entre los animales de compañía.

El cerdo era su preferido en los bosques.

La rata era su favorita entre los roedores.

El buey era su preferido en la montaña.

El tigre era su favorito entre los felinos.

A todos ellos les dio dones especiales, aunque también amaba a todos los seres de la creación. Para Nüwa todos son valiosos.

Nüwa tiene especial predilección por este mundo y sus habitantes, pero de vez en cuando debe subir a donde está la corte celestial para cumplir sus funciones como diosa.

También se ocupó de ordenar el mundo, de limpiar lo sucio y de combinar los elementos para que todo estuviera en armonía.

Así vivió Nüwa contenta miles y miles de años, manteniendo al mundo limpio y ordenado, hasta que un día se sintió sola y decidió crear a un ser que pudiera hablar y estar a su lado, no como mascota sino como su par, como su hijo, como su aprendiz y seguidor, aunque mortal, para que nunca quisiera compararse con los dioses. Por eso muchas leyendas cuentan que, si bien Wang Pangu creó al mundo, Nüwa es la madre de la humanidad.


Nüwa, madre de la humanidad.

Cuando Nüwa no está el mundo entero corre peligro, pero no las estrellas, porque si se ausenta de nosotros es porque ha ido a poner orden en otra parte del universo volando en su nube celestial. Es por eso que los seres de este planeta deben aprender a vivir en armonía por sí solos, porque Nüwa nos ayudará pero no puede estar todo el tiempo con nosotros.

Nüwa se irá y volverá, se casará con su hermano Fu Xi, primer emperador mítico de China, y tendrá descendencia divina, mediará entre hombres y dioses y siempre, eternamente, estará al cuidado de que todo marche en armonía en el universo, y protegerá a este mundo salvándolo de la destrucción y restituyendo lo perdido cuando los dioses o los humanos cometan excesos que lo pongan en peligro.

La nada y el todo

Cuenta una leyenda taoísta que antes no había absolutamente nada, pero esa nada contenía absolutamente todo lo imaginable, y que nunca hubo caos porque el caos es imposible, todo tiene su orden, favorable para algunos y desfavorable para otros, pero en perfecto orden.

El orden de la nada parece que no favorece al todo, pero, al contenerlo, tarde o temprano le dará espacio y tiempo para que inunde el universo entero.

Así nació el mundo y el universo que lo rodea, como una emanación de la nada, abriéndose paso desde lo más pequeño hasta lo más grande, como una simple chispa en un principio rasgando la oscuridad de la nada y sacando de su negro manto todas y cada una de las cosas y seres que habitan y que habitarán el cosmos entero, a veces de una forma explosiva y violenta, y otras veces en paz y armonía creciente, unas veces con formas divinas o dioses que duran eternamente, y otras veces con formas sencillas que brotan y desaparecen en un instante.

Todo está formado de y a partir de la nada, incluso el todo, por lo que desaparecer no significa morir sino transformarse continuamente, porque en realidad no hay principio ni final, sino cambios y emanaciones de la nada.

El todo tiene tendencia a inundarlo todo, a coparlo todo, a que todo sea luz en el universo sin una mota de sombra o de oscuridad, pero tarde o temprano volverá a refugiarse en el regazo de la nada, apagando su luz hasta que la nada lo emane de nuevo y vuelva a recorrer el firmamento creando las estrellas y a los seres que habitan en ellas.

El mundo y las estrellas que lo rodean no son más que una pequeña manifestación de la vocación que tiene el todo de cubrir el espacio y el tiempo, con una presencia corta y limitada pero gigantesca en comparación con la de los seres que la habitan.

Todo cambia y todo se transforma, y donde antes había mares hoy hay montañas, donde antes había selvas hoy hay desiertos, porque todo crece y evoluciona hacia la plenitud del vacío, hacia la madre nada que es el padre de todas las cosas y todos los seres, de todo lo imaginable y de todo lo inimaginable.

Así se creó el mundo y todo lo que contiene, y así llegará el día en que todo en él sea luz de conciencia, cuerpo y alma sin dejar una sola sombra que lo opaque, para después explosionar y volver a la tibia y maternal oscuridad de la nada.


Yin-Yang.

La nada es el Yin, fuerza oscura que contiene al todo.

El todo es el Yang, fuerza luminosa que emana de la nada.

En el Yin brilla el Yang, y en el Yang da sombra el Yin.

Ambos son la plenitud y sin uno no existe el otro; por tanto no hay principio ni fin, caos ni cosmos, desorden ni orden, porque uno se enlaza con el otro para siempre en constante cambio y transformación.

Esta sería una visión acorde a los planteamientos del Tao y, más que una leyenda propiamente dicha, es una manifestación de intenciones filosóficas trascendentales que autores como Alan Watts recogen en El camino del Tao, unas ideas que por su profundidad bien merecen estar del lado de la mitología, aunque cualquiera que estudie física o física cuántica encontrará muchos puntos de enlace entre el pensamiento mítico taoísta y el pensamiento racional y científico.

Mitología china

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