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I: Nuevo Orden Mundial y

breve Historia de la Humanidad

¿De verdad algún día seremos dioses?

No son pocas las sectas, religiones, esoteristas, santones e iluminados que aseguran que el Plan Divino Universal es que los elegidos de este planeta algún día serán dioses de otros mundos hoy en gestación.

Fermi asegura que los distintos estados de evolución de los pobladores del Universo impiden que se conozcan entre sí y que, por consecuencia, no puedan comunicarse, porque incluso si entraran en contacto no se entenderían para nada.

Una raza evolucionada no podría sentir más que asco o indiferencia de la salvaje especie humana, tan joven, malvada y asesina, dormida e inconsciente, poco menos que las hormigas o las polillas, ya que si bien mantienen cierto orden y construyen cosas, carecen del más elemental amor por sí mismos, por sus hermanos y por el medio que les rodea.

La mente humana va más allá de su propia tecnología, y algún día alcanzará a otras especies siderales, pero de momento todo queda en la imaginación y en la mala o la buena voluntad.

A estas alturas de su evolución, la humanidad necesita reinventarse para seguir adelante sin autodestruirse, salir del Medievo mental y cultural, para ser congruentes con sus avances en ciencia y tecnología.

Lo ha necesitado antes, como en la Edad Media y en el Renacimiento, pero entonces no tenía la capacidad armamentística y tecnológica que hoy tiene para arrasar con todo.

El Nuevo Orden Mundial

Desde hace unos siglos a esta parte llamada posmodernidad, se han alzado voces y se han creado gremios, grupos y sectas que claman por un Nuevo Orden Mundial, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, proponiendo una serie de puntos:

—Eugenesia, o selección de los mejores, tanto racial como mental y espiritualmente, lo que iría en contra de los menos favorecidos por la naturaleza desde su nacimiento, pues habría que eliminar a los enfermos, los feos, los disminuidos, los débiles y los deformes, los torpes y los que no aprenden, los diferentes y los raros, como en Esparta o como en el Antiguo Testamento, donde los elegidos por Jehová para ser su pueblo amado no podían tener taras.

—Un solo Gobierno Mundial, con un mundo sin banderas ni fronteras, sin patriotismos locales y sin identidades excluyentes, lo que no suena tan mal, pero que encuentra muchas resistencias entre aquellos que no quieren abandonar su identidad nacionalista. La localidad contra el centralismo en lucha sempiterna, donde por mucho que el centralismo sea más poderoso, no ha logrado someter a todos los pueblos, ni para bien ni para mal, y tampoco ha podido superar del todo el antagonismo entre el campo y la ciudad, la fisiocracia y el industrialismo.

—Una sola moneda, e incluso la desaparición de los billetes, papeles de colores con valor simbólico de intercambio, y de las monedas de metal, cuya materia prima a menudo es más cara que su valor simbólico de intercambio. En lugar de ello, se pretende instaurar un crédito virtual, e incluso un crédito ciudadano, como ya se hace en algunos lugares de la China Milenaria, donde una sola tarjeta sirve para compras, viajes, impuestos, gastos varios, cuyo crédito depende tanto de lo productivo que sea el individuo, como su comportamiento social; de esta manera, si la persona trabaja bien pero no hace caso de las imposiciones o “recomendaciones” del gobierno, no tendrá suficiente crédito para adquirir ciertos bienes, mientras que si trabaja mal, pero se porta bien, recibirá ciertas ayudas para mejorar su rendimiento laboral, como becas y cursos de formación. Si se porta mal y trabaja peor, o no trabaja, no tendrá crédito alguno, y, si acaso, solo derecho básico a techo, vestido y sustento, como dádiva del Estado, pero nunca como mérito propio. La economía mundial, con una moneda finita y unas operaciones infinitas, ha de regularse cíclicamente, unas veces por falta de dinero, y otras veces, aunque usted no lo crea, por exceso del mismo, que se regala a las poblaciones en forma de becas y ayudas (total, en breve regresará a las manos de las grandes firmas), se presta a los países en créditos impagables, y se utiliza para toda clase de corrupciones porque no se sabe qué hacer con el exceso. Una moneda única ayudaría al control casi total de la economía mundial, como lo fue el dólar en su día, y como pretende serlo el yuan chino.

—Un solo pensamiento académico y científico, con campos de estudio, creación e investigación predeterminados y exclusivos, sin poder estudiar o investigar ninguna otra cosa, bajo pena de perder todo crédito personal, laboral y de acceso a centros de investigación científica. Esta idea no es nada nueva y se ha querido implementar desde hace tres o cuatro mil años, primero en Grecia, luego a partir y en el seno de la Iglesia Católica Apostólica y Romana, más tarde en Europa y en las tierras conquistadas y usurpadas, luego en el Occidente Capitalista en contra del Oriente Comunista, y finalmente en el estilo de vida norteamericano (american way of life), que ha colonizado incluso el pensamiento de sus competidores a través de las artes, el ocio, las ciencias y la tecnología, poniendo e imponiendo a la vetusta Universidad de Harvard, como el paradigma epistemológico (de conocimiento) a seguir en todo el mundo. China y Rusia no tardarán en dar su respuesta, pero la idea es la misma: Un Pensamiento Único.

—Una sola religión, creencia o ideología, como proponía Madame Blavatsky a finales del siglo XIX con su Teosofía, que se encargue del control social, la moral, la ética y, en fin, del “buen comportamiento” de los seres humanos, con un pensamiento programado desde la más tierna infancia, insertado en su cultura y tradiciones más queridas, con la promesa de recompensas sociales y “espirituales” sujetas a fidelidad y cumplimiento, sumisión y lealtad, proselitismo y defensa a ultranza, por el bien de los demás o de algo más grande que uno mismo, con el sacrificio propio, el asesinato de los infieles o el suicidio del creyente si falla en su celo correligionario, tal y como han venido funcionando en los últimos tres mil años las grandes religiones con cierto éxito entre las poblaciones humanas, pero sin haberse puesto de acuerdo por intereses económicos y de poder partidario.

—Un mundo cada vez más virtual y menos social, donde todos son policías controladores de todos, las reuniones son pocas y alejadas, las opiniones no se pueden contrastar con una realidad palpable, las marchas y las manifestaciones populares, siempre tan molestas, vayan desapareciendo poco a poco de las calles para recluirse en las redes sociales, el contacto humano sea desagradable o peligroso, y las relaciones afectivas se encierren en sí mismas, siempre fruto de la desconfianza, y con muy poca o nula productividad, tanto de ideas como de hijos, a pesar de saber que la represión subliminal suele provocar socialmente efectos contrarios a los deseados.

—Reducción drástica de la población mundial, o aumento bestial de la misma para que sucumba por sí misma. En este punto siempre ha habido desacuerdo, pues los maltusianos abogan por desprenderse de un 99% de la población, mientras que los antimalthusianos prefieren mantener una alta cota de esclavos, soldados, policías, sirvientes, funcionarios y amplias clases medias sin futuro ni posibilidades de movilidad ascendente socioeconómica, pero buenas repetidoras, cobardes, sumisas y de buena conciencia, siempre dispuestas a cualquier indignidad; y una amplia base de pobreza, algo rebelde y esquiva, pero a la vez barata, fanática y dispuesta a cargar con los desechos de los demás. Malthus creía en el siglo XVIII, con mil millones de habitantes en la Tierra, que el alimento no alcanzaría para todos al doblar la población, y que África sería el primer continente en morirse de hambre, cosa que no ha sucedido en absoluto: somos siete mil millones de habitantes en la actualidad y se tira la comida al mar, o se destruye, mientras miles de niños mueren de hambre cada día. Cada tanto hay campañas para reducir la población mundial, pero también hay países que creen que su fuerza radica en el número de sus habitantes, con lo que las campañas de reducción se convierten en campañas de aumento por simple efecto rebote. Ahora mismo, han implementado una torpe campaña de pandemia (el coronavirus) que las clases medias han asumido con brutal entusiasmo de patológico de pánico y escasa salud mental, la cual, en lugar de reducir la población por la muerte y los contagios, provocará un aumento de la misma gracias al encierro parcial, favoreciendo a las comunidades europeas que no han tenido una explosión demográfica desde los años sesenta del siglo XX.

—Una sola Policía de orden y organización militar, con el monopolio de la represión y la violencia, como le gustaba a Max Weber, con un fuerte gasto en armamento, cada vez más letal y tecnológicamente avanzado para luchar contra posibles amenazas venidas de lejos. Sí, ha leído usted bien, para luchar contra extraterrestres en el mismo rango de evolución que los seres humanos, es decir, capaces de viajar por el espacio y con hambre de guerra y de conquista. Aunque usted no lo crea, hasta físicos tan famosos como Stephen Hawking, que muy en paz descanse, tomaron esta posibilidad como muy probable, o esta probabilidad como muy posible, tanto es así que desde los años ochenta del siglo pasado el presidente norteamericano, Ronald Reagan, inició su programa de “Guerra de las Galaxias”, con armas increíbles que apuntan tanto hacia la Tierra como hacia el espacio, y más recientemente el gobierno japonés está haciendo lo mismo. La ONU tiene un programa de relaciones diplomáticas espaciales, por si el armamento ajeno es más poderoso que el terrícola, o simplemente por aparentar que el tema les preocupa, que es una forma de mantener a la población con un miedo subliminal con respecto a todo lo que venga del espacio, meteoritos incluidos.

—Una sola Medicina, o un solo y único protocolo médico, farmacéutico y alopático, que desde 1947 no se esconde e impone lo que deben ser las enfermedades y el modo de enfrentarlas. La OMS (Organización Mundial de la Salud), que hace poco propagó el terror asegurando que un SARS-CoV-2 de toda la vida, estacional y de mortalidad y contagio normales, era un virus nuevo, que saltó de los animales (murciélagos) al ser humano, o que había sido creado en un laboratorio pagado por USA y Bill Gates, entre otros, ubicado en la ciudad de Wuhan, en la provincia china de Hubei, modificando genéticamente su cadena de ácido ribonucleico, aprovechando la laxa ignorancia de la población mundial sobre el tema, que cree que las mutaciones de los seres microscópicos son como las mutaciones de superhéroes de comic, cine y televisión, adquiriendo poderes fantásticos, cuando en realidad las mutaciones de virus y de bacterias no son más que un acomodo al medio en donde se desarrollan. El temor irracional al contagio y a la muerte hicieron el resto, sin tomar en cuenta que hay muchas formas y muchas medicinas para contrarrestar los efectos negativos de un virus, “nuevo” o viejo, más allá de los medicamentos industriales y los métodos alopáticos. Nada de homeopatía, nada de herboristería, nada de naturismo, nada de acupuntura, nada de medicina ayurvédica, nada, incluso, de inmunidad propia de los seres humanos, solo miedo, recomendaciones pueriles, represiones gubernamentales y la medicina única y universal que propone la OMS. En este plano se impone la idea de una sociedad eternamente enferma dependiente de medicamentos y médicos, más que la de una sociedad genéticamente modificada y sin enfermos; sin embargo, hay quienes apuestan por eliminar a los casos extremos de incapacidad física y/o mental, para contar con una sociedad enferma, pero capaz de valerse por sí misma. La idea espartana de que sobrevivan solo los más fuertes, resistentes, válidos y mejores, persiste en las posibles normas de un Nuevo Orden Mundial.

—Una sola información, una sola perspectiva de la realidad, nada relativo, nada opinable, nada de verdades únicas y certeras, solo lo que el Nuevo Orden produce y difunde, desde la más incomprensible y contradictoria mentira, hasta discursos consistentes con visos o apariencia de verdad, como ya lo vienen haciendo los medios de comunicación masiva desde el siglo XVIII, y como lo hacen las redes sociales hoy en día. La telepatía ha sido un buen medio durante largo tiempo para el control mental de las poblaciones, difundiendo las ideas y las creencias que interesan al Poder para que el pueblo las crea como propias, intuitivas, compartidas y, por tanto, certeras, pero la tecnología actual parece ser más eficiente.

—Un solo Arte, el que el Nuevo Orden decida, que desde hace mucho tiempo le dicta a la humanidad qué es lo bello y lo que no, lo emocional y lo elevado, lo valioso y lo desechable, tanto en el cine como en la televisión, en la radio como en la música, en la literatura y en la poseía, en la pintura y en la escultura, con famosos únicos y exclusivos para que sean aplaudidos, seguidos y admirados por casi todo el mundo, apoyados siempre por la Información Única de los medios de comunicación y las redes sociales. El eurocentrismo es una clara muestra de Nuevo Orden Mundial, que viene funcionando desde el Renacimiento, rescatando valores atenienses, poniendo en lo más alto a filósofos como Platón, muy ad hoc a sus pretensiones, ensalzando las obras pagadas por las religiones judeocristiana, algunas de ellas verdaderamente impresionantes, pero sesgadas en su contenido hacia las premisas religiosas, vistiendo con ropas renacentistas a semitas de mil quinientos años de antigüedad que no usaban sedas ni tocados; con cristos rubios, hermosos, amanerados y de ojos azules, como los de Miguel Ángel y Leonardo da Vinci, nada parecido a los arameos, moros, egipcios y otras especies humanas del Medio Oriente ni siquiera de su propia época. El canon de la belleza es uno en el eurocentrismo, todo lo demás es sucio, feo, desagradable y nada merecedor de fama y fortuna.

—Una nueva y única Sexualidad, en donde unos apuntan a una vida sin pareja y sin familia, donde cada persona elige su género, y la sexualidad se practica más allá de lo biológico y lo animal, ya que la pedofilia a cualquier edad estará permitida, algo que no sucede ni siquiera entre las más promiscuas especies de la naturaleza; otros sugieren una asexualidad generalizada, con una reproducción en laboratorios como en Un mundo feliz de Huxley, donde se escoge genéticamente a los mejores, los alfa, y se deja como servidores y gregarios al resto; por eso hay quien acusa a los promotores del Nuevo Orden Mundial de generadores de ideologías como el feminismo más radical, los grupos LGTB, las “nuevas” sexualidades, los pedófilos, los abortistas, y cualquier ideología que esté o parezca estar en contra de la sexualidad básica y biológica de hembra y macho, con el androginismo como una malformación o enfermedad; quedan los que abogan por erradicar las diferencias de género con la frase de “ni hombres ni mujeres, personas”, donde el haber nacido hombre o mujer no debe ser causa de desigualdades a pesar de la obvia diferencia morfológica entre uno y otro sexo, superando al patriarcado y al matriarcado, al proveedor y a la dependiente hogareña, como ya sucede en algunas sociedades del norte de Europa, respetando las especificidades de cada grupo, pero sin que estas sirvan para marcar negativamente a ninguna persona: diferentes, sí, pero sin que la diferencia prive a nadie de las oportunidades que ofrece la vida. El sexo es una pulsión psicológica y una función fisiológica que las grandes religiones y los Estados han venido regulando y controlando desde hace milenios, y que el Nuevo Orden Mundial, sea como sea, deberá tener en cuenta, porque de él dependen tanto la reproducción como las relaciones sociales más básicas de aceptación y rechazo, o estrategias afectivas de supervivencia que muchos llaman “amor”.

En otras palabras, el Nuevo Orden Mundial, Iluminnati o no, conspiración o no, aún está en incubación, es torpe y contradictorio, hecho por humanos al fin y al cabo, y con muchas aristas por limar y agujeros por donde se le escapan muchas personas y muchos pensamientos.

En el tiempo que Plin estuvo en este planeta (mucho para nosotros, escaso para él), contó con suficientes milenios para amar y odiar a la humanidad, para enfadarse y para rectificar, para viajar hasta los orígenes de la misma, y para ver los posibles futuros de la raza humana.

En su ir y venir, Plin (Plinio le llamaron algunos) conoció amos y esclavos, seres horribles y seres preciosos, potentados y hambrientos, sabios ignorantes e ignorantes lúcidos, y vio a la humanidad correr y tropezar, caer y volverse a levantar, anhelar y aspirar, así como rendirse a la pereza y decadencia más absolutas.

En una ocasión Plin escribió:

Lo bueno y lo malo

Lo malo es que siento un total asco y desprecio por esa cosa llamada humanidad; lo bueno, que tampoco es para tanto, ya que haciendo cuentas solo repudio a un tercio del total de personas del planeta, más o menos: esas que habitan en el mundo occidental donde se complementa la voracidad de los cerdos que mandan con la sumisión de los borregos que temen y obedecen.

Lo bueno, que hay capas sociales y países enteros que no hacen caso de autoritarismos, pues saben que los cerdos no se preocupan por su salud ni por su bienestar, sino por su dinero.

Lo malo, que he descubierto, siempre se aprende algo nuevo, que mucha de la gente que creía pensante en realidad nunca pensaron, porque nunca tuvieron cerebro, solo miedo.

Y con esta me despido de ese tercio de seres borregos y marranos, digo, pequeño burgueses de clase media adocenados y sus dueños, agradecido de haberlos conocido porque así siempre podré distinguirlos de los verdaderos seres humanos (ni yo mismo creo lo que escribo).

La buena: sigan durmiendo, prometo no hacer más ruido; la mala: ya les dirá lo que tienen que hacer la voz de sus amos.

Se arrepintió casi de inmediato de lo escrito, por ofensivo e innecesario, e intentó borrarlo, pero no pudo, quedó en su memoria inscrito para siempre, para que así pudiera reflexionar antes de expresarse por escrito.

También quedó inscrita en su memoria la Historia de la Humanidad, una historia quizá un poco diferente a la que publica la academia occidental, y tal vez un poco diferente a lo que narraría cualquier otro ser, porque cada quien tiene su perspectiva sobre lo que ve, siente, oye y percibe:

La Historia de la Humanidad según Plin

Al principio no había de todo, pero había mucho.

El planeta estaba al rojo vivo, con volcanes, humo, rayos, ácido y tormentas de aire que cambiaban su fisonomía a cada momento.

Dentro de ese impresionante y hermoso caos, algunas moléculas empezaron a organizarse. Hubieran preferido seguir su viaje por el espacio, pero la fuerza de la gravedad se lo impedía.

Entonces formaron cadenas de aminoácidos con adenina, timina, guanina y citosina, sin una gota de agua y en condiciones extremas, y sin tener ni idea que de esas cadenas nacería lo que los humanos conocen como vida.

Así nació el primer Nuevo Orden Mundial en el planeta de ácido, fuego y relámpagos que más tarde sería llamado Tierra, a pesar de su superficie mayoritaria es agua.

La Tierra, un planeta curioso que tardó tres mil millones de años en que apareciera la primera célula.

Con todo no es el planeta más curioso que haya visitado. Willmac, en lo que aquí llaman Alfa Centauro, es un planeta donde sus habitantes son de gas, pero como no son conscientes de su naturaleza gaseosa, “compran” gas a una montaña gaseosa, y a cambio de ese gas le dan su propio gas, que no ven como gas, sino como una emanación del alma. No necesitan el gas de la montaña gaseosa, porque con el suyo tienen más que suficiente para llevar una vida decorosa, pero no lo saben ni lo quieren saber. Cuando intenté explicárselo a un grupo de Willmacnitas, me ignoraron y me arrojaron gases perniciosos… quizá la Tierra y Willmac sí tienen algo en común: la inconsciencia.

Volvamos a la Tierra a donde llegó el agua, una formada por la misma Tierra, y otra y congelada, venida a bordo de un cometa gigante junto con ciertos elementos que ayudaron a que se formaran las primeras células con ADN, comportamiento y reproducción asexual, que son las madres de toda la vida biótica en la Tierra, como de las plantas, los árboles, los trilobites, las bacterias, los hongos y los exosomas, que más tarde se convirtieron en virus y en priones; hasta de los dinosaurios y de los seres humanos.

Estos seres llevan miles de millones de años habitando la Tierra, pero los humanos, tan sofisticados e inteligentes, no los descubrieron hasta hace unos pocos años, y en lugar de mejorar la relación y la simbiosis, porque dentro de los seres humanos viven miles de millones de estos seres, prefirieron considerarlos como enemigos, males y enfermedades a superar o a destruir, en lugar de dialogar con ellos y tenerlos como hermanos.

El Segundo Orden Mundial vino con la aparición de seres cada vez más grandes y complejos, algas, musgo, arbustos, larvas, gusanos y otros más, cuya reproducción ya era sexual, incluso sin pareja, como algunos nematelmintos que tenían sexo consigo mismos para reproducirse. Las medusas y las anémonas siguieron otro camino, se hicieron inmortales y alguna de ellas se reprodujeron a la antigua usanza, por partición.

Hasta hace ciento veinticinco millones de años sobre la faz de la Tierra solo había árboles, algunos animales y peces, pequeños lagartos y anfibios en las aguas y los océanos, pero ningún ave, ninguna flor y ningún insecto.

De pronto todo empezó a crecer, aparecieron las flores y los insectos, las aves y los pequeños saurios, y con ellos vino el Tercer Orden Mundial, que duró unos cuantos millones de años.

Algunos de los animales que habían salido del agua volvieron a ella, la mayoría nacía por huevos, pero los pequeños mamíferos empezaron con la moda del sexo, el nacimiento del vientre y el uso de bolsas, marsupios, para terminar de criar a sus retoños.

No se lo vayan a decir a nadie, porque nadie les va a creer, pero hace unos sesenta millones de años hubo un camada de humanos que fueron evacuados, junto a muchas otras especies, cuando hubo la Gran Extinción, los cuales regresaron hace unos doscientos cincuenta mil años, cuando en el planeta pululaban los neandertales, y a los que hoy en día llaman cromañones.

El cuarto Orden Mundial llenó la Tierra de mamíferos, pero los grandes saurios no desaparecieron del todo, sobre todo los que volaban, dragones creo que les llaman, si bien se escondían en altas montañas de lo que hoy es China, porque entre los mamíferos había depredadores listos y sanguinarios, que cazaban todo lo que se movía y respiraba, por grande o pequeño que fuera, y la carne de dinosaurio, muy parecida en sabor a la de gallinas y pollos, era muy solicitada.

Después vino, no se sabe de dónde, otra Gran Extinción, con cambio climático, deshielo, nuevo helamiento terrible, inundaciones, volcanes, terremotos y toda clase de catástrofes, nada nuevas para el planeta que ya las había padecido antes, pero sí del todo nuevas y terribles para las especies que ahora poblaban la Tierra.

El quinto Orden Mundial empezó a emerger hace dos o tres millones de años, con nuevas especies, sobre todo de primates, que fueron evolucionando por todo el planeta, no solo en África, como dicen los libros oficiales, hasta formar a los primeros seres humanos, afarensis, pekinensis, australianos, y muchos otros de los que ya no se tiene memoria, y los neandertales europeos, por supuesto, que al desaparecer o mezclarse con los cromañones, marcaron el final de toda una Era.

El sexto Orden Mundial tiene solo doscientos cincuenta mil años de antigüedad, cuando “aparecen” los cromañones, el ser humano moderno moreno de diversas especies, algunas de ellas con recuerdos de dinosaurios, pues fueron evacuados de la Tierra por aquellas épocas, algunos fueron colocados fuera del tiempo y el espacio en planetas como Marte, otros fueron guardados o hibernados, y otros se convirtieron en mascotas de seres más avanzados, hasta que fueron reimplantados en la Tierra, donde se mezclaron unos con otros, neandertales incluidos, y dieron lugar a un extenso mestizaje que se coartó en cuanto los grupos errantes y trashumantes, nómadas y seminómadas se hicieron sedentarios, cultivaron, crearon granjas, construyeron poblados muy rudimentarios y empezaron con envidias, recelos, acumulaciones, conflictos, pleitos y escaramuzas con sus vecinos y con otros pueblos, para volver al nomadismo una y otra vez.

El nomadismo dura hasta nuestros días, y el sedentarismo multitudinario que se conoce hoy en día apenas se fundó hace doce mil años, aunque hubo muchos otros dentro de esos doscientos cincuenta mil años de andanzas humanas, de los que hoy en día solo se habla en textos esotéricos, como si únicamente fueran mitos y leyendas de la imaginación humana.

Mu, Lemuria, la Atlántida, Shangri-La, Itzá fueron tan reales como el mundo actual, y acabaron sus días como puede acabar el mundo presente, porque la inconsciencia y la vanidad humana es la misma.

En el Sexto Orden Mundial los “dioses” y otras especies visitaban la Tierra, sobre todo después de la Gran Guerra Estelar, hasta que cada quien se fue para su hogar cuando se firmó la paz en la galaxia, y cada quien siguió su propio camino evolutivo.

En la Tierra, por desgracia, los caminos evolutivos de los diferentes seres humanos eran muy dispares, ya que algunos contaban con una muy avanzada tecnología por su contacto con los “dioses”, mientras que otros apenas si dominaban el fuego y la agricultura.


Vimanas, las casas voladoras de los dioses

Hace doce mil años hubo una Gran Guerra en la Tierra, con vimanas y armas nucleares (astras), que casi extinguió a la humanidad, que alejó para siempre a todos los “dioses”, y que convirtió en desiertos a los edenes y vergeles del Sahara, el Gobi y Atacama, dejando con vida, curiosamente, a los pueblos más primitivos y menos ilustrados, como en la novela El eterno Adán, de Julio Verne, que tuvieron que arrancar prácticamente de cero para rehacer al mundo.

El Sexto Orden Mundial fue tan terrible como maravilloso, sin dejar muchas pruebas de su paso por la Tierra porque la inmensa mayoría fueron desintegradas, otras fueron evacuadas, junto con algunos humanos, y otras más solo quedaron en la imaginación y en la memoria genética de los sobrevivientes.

Permanecen ciudades, ruinas y pirámides alrededor del mundo, unas claras y visibles, y otras aún escondidas en las selvas o con apariencia de montañas: construcciones maravillosas sin la menor ayuda de seres de otros planetas, aunque con cierta inspiración y relación con el cosmos y las estrellas, pero humanas del todo, como lo son ahora los rascacielos de Oriente y Occidente, y como lo fueron las de la Atlántida y los de la India y África.

Séptimo Orden Mundial, el de la aparición de los caucásicos, los híbridos, los blancos, los últimos evacuados, que al principio se alojaron en las montañas sin interferir en la vida de los otros seres humanos, hasta que hace seis o siete mil años irrumpieron en Siria, Ur, Caldea, Harappa y Norte de Europa.

Eran pocos y sabios, pero hambrientos ambiciosos, codiciosos y terribles. Ellos trajeron la escritura y las grandes civilizaciones, las normas y las leyes, la ciencia y las grandes religiones. Egocéntricos y con aires de superioridad, se llamaron a sí mismos hijos de los dioses, aunque mortales, elegidos, verdaderos seres humanos y no hijos de los cerdos, las ratas y los simios, con cuerpo mamífero, sí, pero con espíritu divino, seres eternos en esencia, y no simples mortales sin trascendencia.

Desde hace seis mil años hasta el día de hoy, son los que mandan en el mundo, los que tienen el poder y las riquezas, y los que deciden sobre el rumbo de la humanidad, los que crean las guerras, los que esparcen las enfermedades, los que controlan los pensamientos, las emociones y los sentimientos, creyendo que ellos sí llegaran a ser dioses, mientras que el resto de la humanidad no son más que carne y huesos sin trascendencia, animales sin verdadero espíritu, ignorantes sin cerebro, esclavos y servidores sin la menor importancia, desechables, sucios y promiscuos, dependientes y adictos, fácilmente manipulables con falsas promesas, represión y temor. Útiles inútiles que les deben sumisión y obediencia, animales dormidos sin un gramo de consciencia.

No es verdad, pero ellos, en su infinita megalomanía, así lo sienten, así lo piensan, y tienen varios planes, y no solo un Nuevo Orden Mundial, para evacuar el planeta cuando sea necesario, porque desde hace mucho tiempo tienen relación con otras especies lo suficientemente avanzadas como para dominar los viajes espaciales en tiempo y espacio, pero no tan avanzadas como para respetar la existencia de otras especies, grises en espíritu y grises de alma.


Lorenzo Hervás y Panduro describió seres

de otros mundos en el siglo XIX

Cuando hablé con Lorenzo Hervás y Panduro, o con Giordano Bruno, y les conté de la diversidad de especies y formas de vida en el multiverso, creí abrir una puerta para la evolución positiva de la consciencia de la humanidad, pero me equivoqué, y al final solo les traje incomprensión y problemas. Por eso ya no hablo con nadie sobre ciertos temas, y solo dejo por escrito mi visión de la historia de la humanidad sobre este planeta, que nadie debe creer, porque la Verdadera Historia de la Humanidad se hace día a día y todavía no está realmente escrita.


Giordano Bruno, en pleno Renacimiento: “Hay otros

seres y otros planetas más allá de las estrellas”.

El Octavo Orden Mundial, o Nuevo Orden Mundial, se ha venido creando desde hace quinientos años, pero todavía no logra su establecimiento total. Ha avanzado mucho y ha tenido el soporte de las grandes religiones, de sectas, gremios y grupos de presión, como la Fama Fraternitatis, la Milicia Crucífera Evangélica, los masones, los francmasones, los iluminati, los canteros, los caballeros templarios, los cátaros, los luciferinos, los cienciólogos, los cristianos científicos, y hasta los jesuitas y los jacobinos, pero no ha terminado de calar en el mundo, entre otras cosas porque la avaricia y el vicio del poder impide que esas sectas que apuestan por un mundo único no se ponen de acuerdo entre ellas.

Por sus rasgos y su color de piel, azul, Plin se parece mucho a los devas hindúes, tanto, que a menudo se le ha confundido con ellos, e incluso con el famoso Guardián Azul que cuida el acceso a las Habitaciones Celestiales, y que se puede ver tras largas horas de meditación, en viajes astrales o en estados alterados de la consciencia, pero no, Plin no es una divinidad ni siquiera ahora que se llama Slam, más maduro y evolucionado.

¿Cómo escribió Plin estos curiosos textos?

Antes se escribía en tablillas de madera o de metal, sobre la piedra, y más tarde sobre papiros y amate, hasta llegar al papel.

Durante siglos se escribió a mano, luego en imprenta, ahora en procesadores de texto cada vez más avanzados, con los dedos o con la voz.

Plin escribió, por decirlo de alguna forma, con el pensamiento, con la mente, y ahí está grabado independientemente de si su perspectiva está ajustada a otras perspectivas, o no, de la misma manera que durante mucho tiempo todo escrito y pensamiento quedaba grabado en el Registro Akásico, y que ahora queda grabado en la Nube Informática.

La Nueva Era de la Humanidad

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