Читать книгу Carlos V y el regreso a Italia de la reina Bona de Polonia - Júlia Benavent Benavent - Страница 7
ОглавлениеEstudio introductorio
Desde mediados del siglo XIX hasta la actualidad, se han dedicado a la reina Bona de Polonia publicaciones científicas de prestigio y autoridad, realizadas por historiadores polacos e italianos, así como obras de novelistas y divulgadores de fábulas que han mantenido el interés que esta reina ha despertado sin interrupción en los lectores y especialistas, como se ve en las publicaciones de los últimos cien años.1 Ciertamente no todas ellas son fieles y rigurosas, pero esta es la condición de los personajes del siglo XVI que pasaron por la fiebre de los románticos, porque, como afirmaba el mismo Leopardi en uno de sus Pensieri, es muy difícil deshacer un lugar común que ya ha echado raíces. Benedetto Croce,2 por ejemplo, describe la adolescencia de Bona Sforza con rasgos de exagerado escándalo y otros muchos lo han seguido. Animada por la figura de Bona, y gracias a la correspondencia de Antoine Perrenot de Granvelle, decidí reunir los documentos y cartas entre la reina y los monarcas y diplomáticos de la corte imperial para contribuir, con la edición de estos documentos, a arrojar más luz sobre los últimos hechos de su vida, que son también los más controvertidos.
Con el presente libro deseamos ayudar a documentar, con algunos testimonios inéditos, la preparación del regreso de la reina Bona de Polonia a Italia.3 En esta ocasión hemos decidido reunir también las cartas de Bona Sforza a Pompeo Lanza, unas 30, que fueron publicadas en una edición diplomática en 1998 por el profesor Krysztof Zaboklicki.4 En esta ocasión hemos realizado una edición filológica para que las cartas de Bona a Lanza estuvieran integradas en el contexto del resto de la correspondencia hasta ahora conocida. Así pues, 73 cartas son inéditas y van acompañadas de la edición de dos relaciones de su llegada a Venecia y Padua, antes de embarcarse hacia Bari, donde murió el 19 de noviembre de 1557. En esta edición se ofrecen 106 documentos, de los que 104 son cartas y dos son relaciones.
LA NEGOCIACIÓN SOBRE EL VIAJE DE LA REINA BONA A ITALIA
Después de una larga reflexión, decidí volver a editar las cartas de Bona a Pompeo Lanza con criterios distintos a los de Zaboklicki e insertarlas cronológicamente entre el resto de cartas que pude reunir sobre la negociación entre los monarcas españoles y la reina de Polonia, así como entre los secretarios y embajadores al servicio de ambas monarquías. Para la unificación de los criterios fue necesario contar con las fotografías de las cartas de Pompeo Lanza, conservadas en el archivo de la familia Lanza, que realizó Agnese Curione en la primera década del siglo XXI, con el fin de elaborar su tesis doctoral. Por motivos que no vienen al caso, la investigación se detuvo, pero la transcripción inicial de muchas de las cartas que se ofrecen al lector fue realizada por ella, y quiero dejar constancia de ello. El hecho de ir hallando más testimonios de cartas sobre la negociación, el viaje y la muerte de la reina Bona me animó a reunirlas en este volumen, que culmina muchos esfuerzos.
El periodo de las cartas se extiende entre el 9 de octubre de 1541, cuando Bona Sforza se pone en contacto con Nicolas Perrenot de Granvelle para requerir el reconocimiento de su privilegio sobre el Ducado de Bari, y marzo de 1559, cuando Ruggero de Tassis, maestro de postas de Venecia, escribe a Antoine Perrenot de Granvelle para comunicarle que Segismundo, rey de Polonia, estaba en contacto con el papa para reclamar sus derechos sobre la herencia de su madre, fallecida en 1557 en Bari.
Los personajes mencionados en las cartas editadas son muchos y de índole diversa: desde el maestro de postas de Venecia a embajadores, agentes, monarcas, notarios, tesoreros, correos, condottieri y matones. Los lugares son las sedes de las cortes: Viena, Ratisbona, Varsovia, Bruselas, Londres y las ciudades de Nápoles y Bari.
A pesar de que pueda parecer que el número de cartas es alto, no es así. Si tenemos en cuenta las cartas mencionadas en las que se han conservado y que ofrecemos en esta publicación, la actividad epistolar de la reina Bona era muy frecuente e intensa, lo cual obligaba a sus agentes y embajadores a corresponder con ella casi a diario si los acontecimientos lo requerían, pero de forma obligatoria cada semana, como se puede leer en una carta en la que se queja del silencio de Pappacoda: «Per molto tempo fa non haveva ricevuto nostre lettere, del che restiamo ammirata per causa che ogni settimana continoamente gli havemo scritto et le lettere indrizzate in man vostra».5 Desde Varsovia, la reina Bona deseaba estar informada de todo lo que acontecía en la corte de Carlos V, donde se hallara, y de María de Hungría, y, a partir de 1554, después del casamiento de María Tudor y Felipe II, de lo que ocurría en la corte de Londres, como muestran las cartas a Pompeo Lanza.
Del año 15416 solo hemos podido localizar una carta de la reina Bona a Nicolas Perrenot de Granvelle, al igual que del año 1542. Y a pesar del número exiguo, estas dos cartas son muy importantes porque adelantan en muchos años el interés de la reina Bona en el reconocimiento de sus privilegios en Milán, Cremona y Bari. Expresa claramente el deseo de no querer entrar en litigio con Carlos V por los derechos a estas tierras, sino exponer las razones: «Desideriamo che Sua Maestà resti servita vedere le nostre ragioni et, quelle cognosciute, faccia quello poi che parrà a Sua Maestà che o ’l tutto o parte che ne darà Sua Maestà lo reputeremo da Quella a mercè et particolare gratia di Sua Maestà».7 De las razones de la reina Bona, el emperador mandó escribir al virrey de Nápoles, de lo que ella se mostró muy contenta:
Appresso circa le cose et negotii del Ducato nostro di Bari havemo inteso la expeditione datane, et recevuto le lettere di Sua Maestà caesarea allo Illustrissimo Vicerè di Napoli, del che ne rendemo infinite gratie.8
La carta de 1542 es una credencial para el embajador de Ferrara, que llevaba un mensaje en desagravio por algún motivo que desconocemos. Entre regalos9 para Granvelle y peticiones de ayuda para casar a su hija Isabella Jagellon, viuda de Juan Szapolya,10 la reina incluía una petición de gran interés para sus intenciones. Pidió a Granvelle que, para remediar todos los contratiempos que le causaba la diferencia de competencias de los notarios apostólicos polacos ante el Reino de Nápoles, nombraran notario imperial a Vito Pascale, que estaba a su servicio:
In questo Regno di Polonia nostro vi sono altri notari che apostolici che fanno ogni natura di scritture publice, deli quali noi servendone et massimamente di un nostro servitore et cancelliere, don Vito Pascale, quando poi occorre mandare tali scritture pubbliche nel Regno di Napoli ci viene opposto non essere valide, per essere fatte per notario apostólico. Et attalché nel ||2r avvenire ciò non ci sia nocivo, desideramo che il sodetto Don Vito sia da Sua Maestà Cesarea creato notario imperiale, sicome dalla qui allegata supplica V. S. vederà.11
Aunque no volverá a aparecer ninguna referencia a él en las cartas, pero sí en la relación de su viaje a Venecia,12 Vito Pascale había acompañado a la reina y estaba con ella en Bari cuando murió. Esta petición es de junio de 1548 y solo un mes más tarde, un secretario de la reina se reunió con Lope Hurtado de Mendoza, embajador de Carlos V en Venecia, para negociar con él un asunto de gran importancia. El fragmento forma parte de una carta del embajador a Carlos V del 15 de julio de 1548 y en él dice que el secretario de la reina Bona, cuyo nombre omite, fue a decirle que el emperador tenía derecho al ducado de Bari y que él se ofrecía a trabajar para que el emperador lo consiguiera a condición de que fueran respetados sus territorios en el ducado. Aunque no se diga quién es, debía de tratarse de Francesco Pappacoda, castellano de Bari,13 o de su hijo Giovanni Lorenzo Pappacoda.14 El embajador Lope Hurtado de Mendoza aconsejó al emperador ordenar a Ferrante Gonzaga que indagara en el archivo de Carlo Atelani, miembro de la importante familia de Milán. Cuatro días más tarde, el 19 de julio, el embajador vuelve a escribir al emperador:
||79r El secretario de la reyna de Polonia acabó su deposición y yo de conçertarme con él. Quiere durante esta negoçiaçión que yo le dé con qué se entretenga y ande seguro aquí. Y si suçediere, como él espera, que el ducado de Vari y prinçipado de Rosano tornen a V. M. como le pertenesçen siendo heredero de Francesco Maria duque de Milán, que a él se le restituia la hazienda que la reina le tiene tomada, la qual está en los estados de Vari y Rosano y puede importar; en lo demás se fia de mí para que yo procure que V. M. le haga la merced que será servido. He sacado de su escritura un compendio. Lo uno y lo otro embío para que V. M. mande allá será ||79v y, visto, se provea luego lo que paresçiere que conviene porque la brevedad aprovechará a lo menos para que este negocio se dispute con la reina que, si ella muriesse, se havía de disputar con su hijo y aparte que en esto se podría perjudicar el derecho, la cosa en sí es más justificada por ser esta reina de las maneras e intençión que pretende mostrar este su criado por las scripturas que también contiene esto, en lo qual yo no he querido tocar por ser cosas de passión. V. M. lo mandará ver todo y avisar de lo que más fuere servido. Venecia, 19 de julio 1548.15
En la carta enviada a Nicolas Perrenot, Bona promete compensación por sus gestiones. Que la reina era generosa queda muy patente en las cartas. Solía recompensar con dinero y valiosos regalos, como pieles de martas, a quien la ayudaba en las gestiones que para ella eran importantes, pues sentía la limitación de estar lejos y tener que depender de otras personas.16 Esta circunstancia se ve en los reproches continuos a sus agentes por los retrasos del correo y también por las disculpas que seguían a estos. Se percibe asimismo esa actitud en la desmesura del regalo y, sobre todo, en el temor que expresan sus secretarios y los de los monarcas españoles de que ella no se sienta respetada. Su deseo de complacer no se limita a los monarcas, sino a todos los correspondientes, y siempre suele hacerlo con objetos de gran valor. Era apreciada por artistas y poetas como Pietro Aretino,17 Ortensio Lando18 y Cassandra Fedele.19 Juan de Ayala, en su viaje a Varsovia, constató, ante Segismundo y los miembros del Senado polaco, la liberalidad de la reina, dispuesta a dar en compensación grandes regalos por la ayuda que necesita. Juan de Ayala escribe a Carlos V sobre su generosidad a propósito de una conversación sobre los bienes que poseía en Polonia, que dejó a su hijo, y los que tenía en Nápoles. Lo testimonia con la cita literal de lo que la reina Bona le dijo: «Yo soy mujer para hazer grandes liberalidades aunque no lo creen de mí y vello an si me saben conocer y hazer amigo lo que es razón».20 La rotundidad de la frase impulsó a Ayala a sugerir al emperador su reconsideración sobre lo decidido.
Por eso no es de extrañar que se ofreciera a dar dinero a Carlos V a un interés inferior al habitual, ni que cediera algunos territorios suyos a los miembros de la familia Pappacoda que habían estado a su servicio en el ducado de Bari, ni que regalara pieles a Isabella d’Este Gonzaga21 o a Antoine Perrenot de Granvelle.
Con Nicolas Perrenot, Bona Sforza mantuvo correspondencia, aunque las cartas que ofrecemos en esta edición acaban en el año 1548. El día 9 de octubre de 1550 la reina Bona mandaba las condolencias a Antoine Perrenot de Granvelle por la muerte de Nicolas Perrenot, su padre, acaecida en agosto de 1550. La noticia tardó un mes en llegar a Varsovia.
Un año más tarde, en 1551, la reina Bona y su hija Isabella mandaron a Antoine Perrenot las credenciales para Francesco Pappacoda con el fin de que se presentara ante Antoine Perrenot para hablarle de sus «affari, non manco giusti che honesti».22 Francesco Pappacoda emprendió su viaje a finales de septiembre, pues la carta de Isabella que acompañaba a la de su madre es del 23 de septiembre. De esta embajada de Francesco Pappacoda ante la corte de Carlos V, Bona dice haber quedado satisfecha con la relación que le mandó, pero en la carta de agradecimiento a Antoine Perrenot menciona una carta de Giovan Battista Castaldo23 en la que le advierte de que Prospero Rinaldi había ido diciendo que la visita de Francesco Pappacoda tenía el propósito de iniciar un litigio de Bona contra el virrey de Nápoles, Pedro de Toledo, para reclamar los privilegios sobre los territorios del reino de Nápoles. La carta de Bona24 era un desmentido rotundo. El día 2225 de ese mismo mes, Bona vuelve a escribir a Granvelle para advertirle de que su hijo Segismundo, rey de Polonia, pretendía ser investido de los estados del reino de Nápoles y le suplicaba que el emperador no lo consintiera. Para su confirmación lo remitía a las cartas que le enviaría Giovan Battista Castaldo. El día 24 de abril de 1551, el virrey de Nápoles, Pedro de Toledo, escribió una carta al emperador en la que hacía constar un aviso sobre los nombramientos del castillo de Bari que había hecho la reina Bona y sobre la posible negociación con el Turco para que usara Bari como escala, empujada por su hija Isabella. La gravedad de estas informaciones impulsó al virrey de Nápoles, Pedro de Toledo, a escribir por correo para que con toda diligencia se tomaran medidas:
En la carta de los avisos que se escriven de Ragusa ay un capítulo, como V. M. mandará ver, que dize la reina de Polonia, a persuasion de la de Transilvania, tener intelligencia con el Turco para dar a Bari por scala a su armada y, aunque el aviso podría quiçá no ser verdadero, todavía siendo las cosas de ||1v estado tan zelosas y los tiempos tan sospechosos y, considerado lo que ha passado en la pretension que V. M. ha tenido en aquel estado y que se entiene haver llegado a noticia de la reina y ella embiado a V. M. persona y considerado después lo que yo embié a dezir a V. M. con don García de haver sacado del castillo al hijo mayor del baron de Maçafra, feudatario de V. M. que ha de subceder al padre y poner por castellano el hijo segundo de aquel mançebo no bien asentado y sin tener que perder y a su entrada haver hecho aquellas demostraciones que escreví y, mostrando gran recato y poca confiança de spañoles y de personas zelosas del servicio de V. M., y dado también la reina el govierno de aquella tierra a un mançebo napolitano no muy llano y muy amigo del castellano y he entendido también que secretamente han embiado a Nápoles a prevenir algunos soldados, que todas estas cosas de sospecha juntadas con el aviso y con la passada del hombre de la reina por Ragusa, no siendo solito como allí escrive passar sino por Fiume, acrescentan la sospecha y, aunque no fuesse verdadera la haze verisímil, y dar que pensar y paresçe necessaria la prevención en semejante caso y, porque la dissimulación y descuido no pueda dañar ni yo deseo tenerlo en cosa del servicio de V. M. como no lo he tenido ni terné jamás, hame parescido despachar este correo a toda diligencia y dar quenta a V. M. de lo que siento para que visto lo que passa con lo que V. M. por allá podrá tener entendido, assí en estos negocios de la reina como con lo que yo advert con don García, pueda V. M. disponer y embiar a mandar lo que más su servicio sea y, conforme a él, proveerlo para que aquí se exequute sin más dilación, pues temiendo esto, algún fundamento no convendría que la aya sino breve deliberación y remedio, siendo la cosa de la importancia que es ||2r assí por la fortaleza de aquel castillo, que es plaça importantíssima por la calidad de la tierra, que es de mucha población y reputación. Y hasta que V. M. me mande otra cosa yo no hare ninguna provision si ya la occasion no forçasse a haverla de hazer conosciendo que pudiesse dañar la dissimulaçión.26
Con esta información, Granvelle, después de haber recibido las cartas de Castaldo,27 respondió agradeciendo la confianza de depositar en él ese asunto. Esta situación a tres bandas, con la inclusión de Giovan Battista Castaldo, como confidente y garante de la correspondencia, se daría en más ocasiones. La reina Bona expandía sus consultas y sus comunicaciones implicando siempre a varios diplomáticos, unidos entre sí por las responsabilidades administrativas y las relaciones amistosas. De la correspondencia de Pedro de Toledo no tenemos más noticias, aunque habría que revisar mejor su correspondencia, pero las alusiones de la reina a su desconfianza y el hecho de que algunas gestiones se realizaran mediante su hijo, don García de Toledo, constatan que su participación hasta 1554, cuando murió, fue importante.
La siguiente carta de Bona Sforza a Antoine Perrenot de Granvelle que se conserva fue escrita desde Varsovia el 22 de septiembre del año 1552. En ella, muy ufana, narra la visita del embajador del rey de Francia a Polonia para entrevistarse con Segismundo y cómo quiso saludar a la reina Bona, lo que ella rechazó. Narra también la conversación que el embajador mantuvo con su hija Isabella y cómo, ante las acusaciones de desprecio que, según él, el emperador tenía con ellas, su hija las refutó. La carta busca reforzar la lealtad de Bona y de Isabella con el Imperio.28 De noviembre de 1552 se conservan dos cartas que desvelan la insistencia de Bona para hablar con el emperador sobre el asunto de la legitimación de los privilegios de su hijo. La reina Bona envió a su agente, el doctor Corsio,29 para que entregara a Granvelle un memorial en Austria, pero las circunstancias en que se hallaba la retirada de Carlos V, ante la ofensiva de Mauricio de Sajonia y la incertidumbre de los caminos, no aconsejaron que el doctor Corsio fuera recibido. Granvelle amablemente le escribió que el asunto no era tan urgente como para correr ese riesgo.30
En 1553, Bona Sforza e Isabella vuelven a mandar las credenciales para una visita de su embajador a la corte. Esta vez el embajador era Giovan Lorenzo Pappacoda, hijo del castellano de Bari, Francesco, y debía tratar los asuntos de la reina Bona y la viudedad de Isabella, que buscaba proteger a su hijo.31 A estas cartas respondió el emperador, como se puede ver en dos minutas de despacho que se han conservado en el Archivo General de Simancas.32 Pero antes de obtener esta respuesta, y paralelamente a las gestiones que el doctor Corsio realizaba ante Granvelle, la reina Bona se valió de nuevo de su amistad con Giovanni Battista Castaldo, general en la campaña de Transilvania, para que insistiera ante Granvelle sobre el asunto de la investidura de los estados del reino de Nápoles que pretendía su hijo. El mismo Castaldo habla del ansia de la reina Bona.33 Cuando por fin el emperador atendió las cartas, la reina Bona respiró.34 Las cartas35 del emperador fueron entregadas en mano a Giovan Lorenzo Pappacoda y por la carta de respuesta de la reina Bona sabemos que en la embajada con el emperador también se habló de un préstamo de 150.000 ducados que la reina le hacía. El agradecimiento por la gestión se manifestó en una piel que Bona mandó a Granvelle, por medio de Giovan Battista Castaldo,36 regalo habitual, como hemos dicho anteriormente. Toda la formalización del préstamo, cédulas, obligaciones y cartas de pago se conservan en el AGS.37 Todas estas gestiones se hacían de la manera más discreta, a escondidas de Segismundo, rey de Polonia, que probablemente sospechaba porque Giovan Lorenzo narra algunos incidentes inquietantes a Granvelle sobre el seguimiento que Giulio Cesare Brancaccio38 y algunos españoles hacían de sus movimientos con la intención de matarlo. Pappacoda pide a Granvelle que sean encarcelados. Esto ocurría en Amberes a principios de septiembre de 1553, antes de formalizar el préstamo en Venecia a finales de ese mismo mes.
El casamiento de Felipe II con María Tudor obligó a todos los estados europeos a mandar embajadores a Inglaterra por la importancia del acontecimiento, por la representación diplomática pero también porque Londres se convirtió en el centro de la actividad política. La reina Bona también mandó a su agente, Pompeo Lanza, y a su correo personal, llamado Bartoscio. La reina diseñó un plan para la comunicación con su agente Lanza: Bartoscio entregaba las cartas a Lanza, que las debía distribuir entre los destinatarios. En caso de no poder ser entregadas personalmente, las cartas debían reenviarse a la reina. Además, las respuestas a sus cartas no iban directamente a Varsovia, sino a la corte de Fernando, Rey de Romanos, en Viena, donde un agente de la reina, llamado Pitti, las enviaba adonde ella estuviera. Todo ello se hacía para evitar que el rey Segismundo conociera la actividad postal de la reina Bona.
Las cartas de Lanza son conocidas por la publicación que hemos mencionado al inicio de esta introducción, pero las hemos vuelto a incluir aquí con una nueva edición filológica para reconstruir todos los pasos de esta negociación. La función de Pompeo Lanza era tenerla informada constantemente de los movimientos de la corte y asistir a Giovan Lorenzo Pappacoda, que volvía a ser enviado de nuevo a la corte con otra embajada:
Commendiamo anche molto la vostra diligenza, nella quale vi ricordiamo a dover perseverar di bene in meglio, con darne aviso come già diligentemente facete d’ogni particular et giornale soccesso per farne gratissimo servitio. Al magnifico Gio Lorenzo Pappacoda darete ogni consiglio et aiuto che da lui sarete ricercato in servigio nostro.39 (Lanza ABL 9)
A finales de agosto de 1554 se menciona por primera vez el regreso de la reina Bona a Italia. Giovan Lorenzo Pappacoda había pasado de Londres a Betuna, donde se hallaban el emperador y Granvelle y donde abordó por primera vez, según estos documentos, la cuestión del viaje de la reina Bona. Granvelle no consideraba que fuera el momento adecuado, pero Pappacoda afirmó que volvía a Polonia a reunir unos memoriales y que luego ya se vería cómo se haría. Escribe Granvelle a Diego Vargas:
El Papacoda es vuelto de Inglaterra y ya V. M. sabe quan corto scriven de allá la respuesta del Rey en lo sobre a quel dicho Papacoda havía ido diciendo que le parece a Su Majestad real que es bien favorecer a la Reyna en sacarla de Polonia y que después se mirará lo que se podrá hazer en lo que más adelante pretende. Yo hazía cuenta de entretener aquí al embaxador hasta ver si acabado esto de la guerra parecería a propósito embiar al Gastaldo a Polonia para hazer este officio. Pero el dicho embaxador ha querido ir entretanto allá para solicitar el despacho de los memoriales que se le habían decretado y pues esto de aquí ya no podrá tardar de quinze días adelante que no se vea poco más o menos en qué ha de parar, será bien que sus despachos estén ay a punto y acá se verá lo que más se podrá hazer por la reina que haya de redundar en beneficio del dicho sereníssimo Rey de Inglaterra, príncipe N. S. Guarde Nuestro Señor la muy magnífica persona de V. M. como dessea. De Betuna, a 31 de agosto 1554.40
De nuevo vemos cómo la reina Bona actuó paralelamente por otras vías para asegurarse que su interés no fuera olvidado. Por una minuta de Granvelle al regente Figueroa sabemos que le habían llegado cartas en agosto sobre este mismo asunto y que el regente Figueroa hasta en tres cartas había recomendado el asunto a Granvelle.41
A mediados de septiembre, después de que Carlos V y Felipe II se pusieran de acuerdo, se empezó a considerar la posibilidad de enviar a Giovan Battista Castaldo a Polonia para tratar con el rey Segismundo el viaje de la reina Bona a Italia. Pappacoda quería adelantarse para preparar los memoriales y los documentos que se requerirían, pero Castaldo dudaba por las condiciones del viaje y el alto coste:
Del andar de Pollonia conosco che mi serveria per una scusa del partir de la corte, quasi simile a quelle de don Garsía de andar in compagnia del príncipe et si pare a V. S. porà servirse con Jo: Lorenzo de la mia indisposicione o dano che mi potesse causar la mia assensa in questa vista del patre et figlio, et con tutto ciò dirle che s’andò bene. Sua Maestà me lo comandarà però che in posta non è giusto ch’io vada et a giornate, sì per onor de Sua Maestà como mio che non potria andar senza molta dispesa, ||2v la qual V. S. non sa chi haverà da farla. In questo mese io penso haver aviso o da la regina o da Joan Alfonso, o vero il Pappacoda si declararà si la regina vol darmi il modo ch’io vada, o che mi disperda io cinco o sei mila scudi per gentileza et prometto a V. S. che, a la reputacion, che ho con quella gente in Pope et Sastrana, bisognaria spenderli overo seria minuit presentia famam, siché mio si se po’ haver questa resolutione io aiutaria, ma altramente, si ben volesse, non potria. Si altramente pare a V. S. che mi governi, La supplico anchor lei a dirme chiaro quel che li pare ch’io faccia perché io non ho nullo caso proprio in che possendo haver lo iudicio de V. S. ne cercasse altri o credessi al mio.42
En noviembre, el emperador comunica a la reina Bona que ha recibido a Giovan Lorenzo Pappacoda y que mandará a Polonia a Giovan Battista Castaldo, que le hablará de su parte.43 La reina, a primeros de diciembre, escribe a Pompeo Lanza para congratularse del buen éxito de la misión de Pappacoda44 por haberse concluido «conforme al disio nostro», y espera la llegada a Polonia de Pappacoda, que ocurrió el día 12 de diciembre. Solo una semana después de su llegada y de haber hecho la relación de la entrevista con el emperador, la reina Bona y Pappacoda mandan dos cartas a la corte. Pappacoda escribe a Granvelle45 para hablarle de su viaje y de que Giovan Battista Castaldo ya podía emprender el suyo a Polonia. La reina Bona escribió a Pompeo Lanza46 para agradecerle los esfuerzos que había hecho. La reina estaba muy contenta.
A principios de enero de 1555, el rey Segismundo decide enviar a Inglaterra un embajador para que reclame los privilegios de sus estados en el reino de Nápoles, y Pappacoda escribe urgentemente a Granvelle para decirle que el rey exige a su madre que en el reconocimiento de los privilegios de la reina Bona sobre los estados del reino de Nápoles constara también su nombre con el fin de asegurar sus derechos a la herencia. La reina le dijo que no lo haría porque no era necesario, como no lo había sido para asegurarlos entre su madre, Isabel de Aragón, y ella. No obstante, el rey Segismundo decidió mandar a un embajador suyo, llamado Critio, para que acompañara al embajador de la reina, Camillo Brancazzo. Como se tenía la sospecha de que las intenciones del rey Segismundo eran entorpecer lo que la reina Bona, mediante Pappacoda, ya había acordado con el emperador, suplicaba que se guardara el secreto de sus acuerdos y que no se cambiara la fórmula «si fazia conforme alle passati, gioè, che si dica alla serenissima Regina, suoi heredi et suzessori come non se dubita per cossì essere de ragione et desire».47 Camillo Brancazzo viajaba con las copias de los privilegios autentificados.
Antes del proyectado viaje de Giovan Battista Castaldo, que nunca llegó a realizar, se decidió mandar a su sobrino, Giovan Alfonso Castaldo, cuyo comportamiento, maledicencia y descompostura provocó que la reina Bona lo expulsara de la corte.48
En una carta al regente Figueroa de marzo de 1555, Granvelle expone lo antes mencionado:
... siendo V. S. tan informado como es del negocio tocante a la Sereníssima reyna de ||212v Polonia y de la pretensión que tenemos a Barry me ha parecido embiar a V. S. con esta la copia de la carta que la dicha Reyna de Polonia me scrive con demostración que sea con secreto y que alguna causa no lo ha querido confiar al Embaxador que aquí ha venido que muy en breve debe passar, con la qual como V. S. verá scrive que el rey de Polonia, su hijo, quería embiar embaxador para requerir que, pidiendo confirmación de sus pri(vilegios) y investiduras se hiziesse dél expressa mención como de sucesor en el feudo, dando a dicha Reina para remitir a esto su consejo que es como también su carta lo contiene que, en lugar de lo que su hijo pretende, se ponga la cláusula para sus herederos y successores que importaría poco menos. He querido prevenir dello a V. S. para que lo considere y lo platique con essos señores, pues tiene tan entera cognición del negocio y para que de todo haga después relación a Su Majestad real por que esté prevenido de lo que huvuere de hazer llegada la embaxada assí de la reyna como del rey, si viene.49
Para asegurar la máxima discreción, mandó la reina Bona a su correo Bartolommeo con dos cartas dirigidas a Granvelle y a la reina María de Hungría que tenían que ser entregadas en mano. Pompeo Lanza debía recibirlas y hablar con ellos.50
En el mes de marzo de 1555, seis meses después de la carta que Carlos V mandó a la reina Bona para comunicarle que había recibido a Pappacoda y que enviaría a Castaldo para que le hablara de su parte,51 el emperador escribe a su hijo para comunicarle que se han recibido las instrucciones sobre el viaje de Castaldo, bajo el secreto que la reina pide. El viaje podía durar unos seis meses, ya que tenía que entrevistarse con el rey Segismundo, que no se hallaba en la corte, sino en otras tierras de su reino. Además, el coste del viaje podía ascender a unos siete u ocho mil escudos. Pero el problema fundamental que impedía a Giovan Battista Castaldo ir a Polonia era que debía disuadir a la reina del gobierno de Nápoles, como Pappacoda y sus criados le habían hecho creer, por lo que sabía que la reina quedaría decepcionada al ver que solo se intercedía para ayudarla en el viaje. Sospechaban el emperador y su hijo que el rey no daría licencia para que la reina sacase todos sus dineros y joyas. Siendo así, Castaldo, buen conocedor del reino de Polonia, opinaba que «no saliéndose con el intento, sería infructuoso su trabajo y perder su resputaçión con quedar el dicho rey con alguna sombra». La reina esperaba dos despachos del emperador y de su hijo. Uno que le permitiera salir de Polonia y otro en el que se declarara con qué grado, autoridad y cargo iría y residiría en el reino de Nápoles:
... non havendosi dalla Maestà cesarea et dal serenissimo Re suo figlio gli due dispacci che giuntamente havere disideramo, et che ne sono stato promessi, uno cioè di poter uscire da questo Regno di Polonia con ogni nostro havere, et l’altro con che grado, autorità et carico havemo da andare et stare in quello di Napoli.52
Como se puede observar, a finales de marzo de 1555, los dos motivos que mueven las acciones de la reina Bona ya estaban indisolublemente unidos: el viaje y el gobierno del reino de Nápoles.
Camillo Brancazzo había llegado a la corte a mediados de marzo y se disponía a ir a Inglaterra con las copias cotejadas de los documentos de la reina Bona. Al cabo de todas las cartas e intermediarios usados para estos fines, la reina Bona se ponía en manos de los monarcas y se mostraba dispuesta a aceptar su decisión:
Succedendo tal prattica conforme alla fama fattasi, et promessione datane, saremo tanto più obbligata alla clemenza et gratia di dette Maestà se pur più ubligar ne gli potemo; ma succedendo altramente, n’haremo pacienza, conformandone in questo et in ogni altro sempre con la volontà di esse Maestà.53
A finales de abril de 1555, el embajador Vargas y el emperador se cruzan unas cartas sobre el acuerdo económico alcanzado con Artusio Pappacoda, hermano mayor de Giovan Lorenzo e hijo de Francesco Pappacoda y también, como ellos, al servicio de la reina Bona, sobre el ventajoso interés de los pagos fiscales de Nápoles, pues se rebajaban del diez y del doce por ciento que se pagaba a los mercaderes, al ocho que ofrecía la reina Bona. El emperador felicitó a Vargas por ese acuerdo tan venjatoso y le ordenó que lo comunicara al duque de Alba, que había sido nombrado virrey de Nápoles, después de que el cardenal de Jaén lo ocupara interinamente a la muerte de Pedro de Toledo. Al final de la conversación entre Artusio y Vargas emerge de nuevo la súplica de mantener en secreto la petición de la reina para salir de Polonia.
A principios de mayo de 1555, Bona ya conoce la decisión de los monarcas de dejar el gobierno de Nápoles al duque de Alba, pero en la carta a Pompeo Lanza dice manifiestamente que ese cargo se le había prometido a ella:
havendo inteso quanto particolarmente si scrivete delle difficoltà fatte circa il carico promessone del Regno di Napoli, vi dicemo brevemente in risposta che dipoi che alla Maestà Cesarea et al Serenissimo Re, suo figglio, ha piaciuto elegervi et destinarvi il Signor Duca d’Alba, come il signor Giovan Battista Castaldo et voi avisate, siamo rimasta et rimanemo molto contenta di quanto piace et viene in servitio di dette maestà.54
El día 10 de mayo, Granvelle escribe a la reina Bona una carta para aclarar todos los malentendidos que se habían originado sobre su regreso a Italia y el gobierno de Nápoles. En ella Granvelle declara que explicó a Lanza y a Camillo Brancazzo que todo lo que se hizo estaba encaminado a favorecer la salida de la reina Bona de Polonia para que pudiera ir a vivir a Bari. Admite Granvelle que Giovan Lorenzo Pappacoda propuso que el cargo de Nápoles fuera honorífico y que la reina estaba dispuesta a dar al emperador 200.000 ducados en mano y que a su muerte le dejaría al menos un millón en oro y todo lo que pudiera acumular antes de su muerte. Pappacoda insistió en que en los despachos que llevara Castaldo constara que el emperador quería emplear a la reina en ciertos asuntos (volerla adoperar in alcune cose) solo para reforzar su deseo de regresar a Italia ante su hijo y los senadores polacos. Y solo con ese fin se le concedió.55 Cuando se recibieron las cartas de Bona en las que decía que sin esas cartas no era necesario que Castaldo fuera a Polonia, Castaldo anuló el viaje y se fue a Italia.
El secretario Diego Vargas pidió a Granvelle, de parte de Felipe II, que le aclarara el asunto de la reina Bona, y Granvelle escribió el día 5 de junio de 1555 todo lo que había pasado hasta ese momento.56 Es quizá, de todas las cartas reunidas en este volumen, la que expone por sí sola todo el asunto de la reina Bona y su viaje a Italia. En resumen: que el emperador confirmó, después de haber juntado todas las escrituras que se pudieron hallar, que la propiedad de Bari era suya, que estaba bien fundamentada. Antes de mover el pleito, se pensó en asegurar el castillo de Bari. La reina, informada probablemente de estas gestiones, mandó a Pappacoda para ofrecer los 150.000 ducados en muestra de su buena voluntad con la cláusula de que se devolverían en cinco años. Tras este acuerdo, Pappacoda vino a decir que la reina apreciaba mucho la propiedad de Bari porque venía de sus antecesores y que no quería que cayera en otras manos. Para la seguridad de Su Majestad, haría en su favor libre renunciación, pero que a cambio quería poder vivir allí lo que le quedaba de vida. Solicitaba un despacho de este acuerdo.
Según Granvelle, a todos pareció que era una vía más breve para tener el estado que entablar un pleito y así se hicieron las minutas que llevó Pappacoda a Polonia. Al regreso de Pappacoda a la corte, manifestó que la reina quería salir de Polonia con sus haberes, joyas y dinero, y solicitaba ayuda al emperador para que su hijo la autorizara. La reina aseguró que haría la renuncia de Bari a su llegada para que su hijo no sospechara nada. Se pensó entonces que esta embajada se encargara a Giovan Battista Castaldo por las relaciones y amistad que tenía con la reina Bona y su hijo desde la campaña de Transilvania. Como el virrey de Nápoles había muerto, Pappacoda propuso que la reina diera 200.000 escudos y toda su hacienda si el emperador la honraba con el gobierno de Nápoles. No se aceptaron los 200.000 escudos ni se le dio esperanza hasta que sus majestades se hubieran visto y hablado sobre el asunto, pero a instancia de Pappacoda se aceptó que el emperador podría necesitarla para algunas cosas. Pappacoda convenció a la reina de que podía obtener el gobierno de Nápoles. Por la reacción de la reina se comprendió que el asunto podía acabar ofendiendo al rey de Polonia, yerno dos veces de Fernando, Rey de Romanos, y así se comunicó al embajador Brancazzo.
Desde la corte pensaron entonces que la renuncia tenía que hacerse antes de que saliera de Polonia y que la enviase a la corte, donde se le entregaría el compromiso del emperador. O se volvía a la situación inicial: asegurar el castillo de Bari e iniciar el pleito. Se pensó en quién iría a Polonia en lugar de Castaldo: los candidatos eran el obispo de Ternana, micer Jacobo de Res, deán de Lille, o un español, que sería Juan de Ayala, «que es hombre cuerdo y sabe alemán y latín». Juan de Ayala había sido secretario de Diego Hurtado de Mendoza en la embajada de Venecia y, además de hábil, estaba muy preparado.
El emperador y su hijo no querían que la reina se sintiera molesta y acordaron que la ayudarían a regresar a Italia y que convenía que la persona que fuera a Polonia le hablara en forma general de que sería honrada en Nápoles:
Antes converná que la dicha persona le ofrezca de vuestra parte que, llegando a Nápoles, ternéis especial cuidado de mandarla honrrar y tener con su persona la cuenta que es razón que es lo mismo que aquí se dixo al Papacoda con palabras generales.
Si el Rey su hijo la dexa salir, lo que dubdamos mucho, y que la persona que huviere de ir la ve determinada de hazer el viaje, Nos somos de paresçer que ||1v la hable ni persuada cumplir lo prometido haviéndose ella excusado hasta ser en Italia por el peligro de no ser descubierta del hijo.
Quando ella no estuviere en salir de Polonia ni en que se haga el officio con el rey su hijo o que, hecho, él no se lo permitiere, en tal caso nos parecerá bien y necesario que la persona la inste y persuada a que conforme a lo que tiene ofreçido otorgue la renunciación y la embie con hombre proprio a quien acá se pueda por consiguiente entregar la nueva investidura conforme a las minutas que allá están y que con la respuesta que la Reina le diere se buelba sin hazer más diligencia ni tocarle en lo del pleito que se le ha de mover pues colegida de su respuesta su intención se podrá después mirar con más fundamento lo que en este negocio se devrá y converná hazer estando siempre en vuestra mano.
Los que se nos ofrrescen para ir a esta comissión son el electo obispo de Ternana que ha estado allá otra vez, tiene la plática y es discreto y prudente y don Juan de Ayala que demás de ser cuerdo y de buen reposo entiende también las lenguas latina y alemana ||2r el qual por tener mejor disposición y edad para usar diligencia en el camino nos paresce más apto havemos querido daros tan particular cuenta deste negocio para que si juzgaredes que se deva hazer en la forma susodicha, nos despacheis luego este correo que va yente y viniente con lo que sobre todo os paresçe para que no se pierda más tiempo y con el mismo nos embiaréis también las cartas que la dicha reina ha pedido vuestras en creencia de la persona que huviere de ir que acá se le dará la instructión y sea serenissimo. De Brussellas a XVI de junio MDLV.57
El elegido para realizar este viaje a Polonia fue Juan de Ayala, que llegó el día 3 de octubre a Varsovia, y el día 6 se presentó ante la reina. Desde allí, después de haber hablado con la reina Bona, escribió el 11 de octubre de 1555 a Carlos V.58 La reina no le mencionó en ningún momento la actividad diplomática que, por su mandato, habían llevado a cabo los embajadores suyos en las cortes de Bruselas y Londres. Ayala, en su carta al emperador, decía que la reina, ante la tardanza del envío de los despachos que habían acordado y visto que el embajador imperial no iba a Polonia, había pedido a su hijo, y obtenido, la licencia para ir a Padua a tomar las aguas para curarse, con el compromiso de regresar después a Polonia. Se percibe la desolación y la resignación de la reina en la carta de Ayala. No obstante, tras haber leído las cartas que Ayala llevaba del emperador, una in generali y otra in particolari, la reina y Ayala decidieron que el embajador iría a Vilna a hablar con el rey Segismundo, ya que era conocido de todos su presencia en Polonia. Allí le entregaría al rey una carta de credenciales, es decir, in generali, en la que el emperador, y no Felipe, rey de Inglaterra, decía querer hablar al rey de rebus seriis, y no mostraría la carta in particolari, en la que se decía que la reina iría al reino de Nápoles, para no levantar las sospechas del rey Segismundo. Aprovechando que el nuncio del papa, el obispo de Verona, estaba en Polonia, la reina pensó que Ayala se presentaría ante el rey y le diría que el emperador lo exhortaba a tener mayor cuidado en las cosas de la religión, para más tarde abordar el viaje de la reina Bona a Italia para seguir un tratamiento de aguas termales en Padua. Y así lo escribió la reina a los reyes Carlos V y Felipe II el día 12 de octubre, y al día siguiente, el día 13, lo repitió a Antoine Perrenot de Granvelle; pero en esta añadió dos cosas: que mantuviera la promesa que hizo a Giovan Lorenzo Pappacoda de conceder la tratta de cien carros de trigo en el reino de Nápoles y que a ella le reconocieran los privilegios antiguos que su madre le concedió sobre sus estados. De hecho, Ayala narra cómo, en conversaciones con Giovan Lorenzo Pappacoda y Camillo Brancazzo, ellos le habían dicho que la reina cumpliría lo prometido a su llegada a Italia. Pappacoda se declaró «verdadero y fiel vassallo» del emperador.
El 18 de noviembre, Ayala se disponía a regresar a la corte del emperador y la reina Bona le entregó dos cartas para los reyes y una para Antoine Perrenot de Granvelle. En ellas agradecía el afecto que le tenían y que hubieran facilitado su regreso a Italia, mostrándose familiar y leal a los monarcas.
Las cartas que completan este epistolario son de naturaleza diversa, pues muestran que la reina Bona estaba también en contacto con Giovanni Battista Schizzo,59 cremonés regente de Milán, sobre sus asuntos, antes de emprender su viaje a Italia. Las cartas del embajador imperial en Venecia, Francisco de Vargas, y del embajador Figueroa en Génova, así como la del regente Albertino, muestran el interés que tenía el embajador en agasajar a la reina Bona, ya que todos acudieron a recibirla a Padua y la acompañaron a Venecia, ciudades en las que se le obsequió con un recibimiento propio de su dignidad, como veremos en las relaciones de sucesos que se imprimieron a su llegada.60
Llegada a Bari e instalada «nel castel nostro di Bari», la reina continuaba su correspondencia con Schizzo, que estaba en Bruselas. La familia Pappacoda mantenía las buenas relaciones con Antoine Perrenot de Granvelle, como sugieren dos cartas de Francesco Pappacoda, mayordomo mayor de la reina Bona, en las que solicita el obispado de Motula para su nieto, hijo de Artusio Pappacoda. Esta petición era de agosto de 1557. La reina Bona murió el 19 de noviembre de 1557.
A su muerte, los hechos se sucedieron de la siguiente manera: Pompeo Lanza tomó posesión de los estados en nombre de la regia corte de Nápoles y Giovan Lorenzo Pappacoda cogió el testamento de la reina Bona y lo llevó a Nápoles para entregárselo a Federico de Toledo.61 Sobre la validez del testamento, Federico remite a Alonso Sánchez el viejo, tesorero de Nápoles, que había estado toda la vida al servicio del emperador, miembro del Consejo Colateral, instruido de lo que había que hacer «para lo que toca al servicio del Rey como para descargo del ánima de la defunta». Había sido enviado el 28 de noviembre a Bari desde Nápoles por Federico de Toledo en calidad de «persona de gran confiança y que tuviese spiriençia a tomar la posessión deste estado y inventariar la hazienda que la dicha Reyna ha dexado».
La posesión de los estados fue llevada a cabo por Pompeo Lanza inmediatamente después de la muerte de la reina Bona y Alonso Sánchez se encargó como persona experta en confirmarla. Pompeo Lanza escribió a Antoine Perrenot de Granvelle el 20 de diciembre para narrarle cómo se encontró en aquella circunstancia. Estaba en su casa de Lecce desde octubre, enfermo, cuando supo de la muerte de la reina Bona, y por postas fue a Bari para tomar posesión del castillo y del condado de Noia. Tomó juramento de fidelidad a todos y selló y anotó en acta pública el lugar donde la reina tenía el tesoro y las escrituras y enseres, pero no hizo ningún inventario, dijo, «por razones conocidas», de lo que avisó a Federico de Toledo y al Consejo. Mandó también dos copias del testamento. Luego llegaron Alonso Sánchez con el doctor Castiglia, presidente de la Summaria, que se ocuparon del inventario y del testamento y de la última voluntad de la reina. Todo quedaba en manos de Su Majestad. Le quedaba la duda de si los ejecutores del testamento podían propria auctoritate esperar o no a tomar la herencia o si debían notificarlo antes al heredero. La elaboración del inventario era importante para lo que sucedió después, que implicaba el respeto que el emperador debía tener con el rey de Polonia.
Las cartas de agradecimiento de Antoine Perrenot de Granvelle a Alonso Sánchez y a Pompeo Lanza se mandaron a principios de 1558. Hay una carta a Pompeo Lanza, escrita un año después de la muerte de la reina Bona, en la que Antoine Perrenot le asegura que se ocupará de que se atienda lo que solicita, pero lo cierto es que todo había cambiado. El emperador había muerto en Yuste en septiembre de 1558 y Granvelle se hallaba inmerso en las negociaciones de paz con los franceses, aunque él no descuidaba nunca estas atenciones.
De la lectura de estas cartas se desprende con facilidad cómo fueron los preparativos y el viaje de la reina Bona a Italia. Desde antes de la muerte de Segismundo I Jagellón, ella se interesó por sus privilegios de los estados del reino de Nápoles y, con los años, probablemente disgustada por la fama que tenía en Polonia, de la que se queja en sus cartas, decidió abandonar el país y volver a Bari, donde tenía las posesiones heredadas de su madre y donde probablemente deseaba morir. La hábil y secreta actividad diplomática que desplegó con la ayuda de sus embajadores Pompeo Lanza, Camillo Brancazzo y los miembros de la familia Pappacoda (Francesco, Artusio y Giovan Lorenzo) le hizo acariciar la idea de unir a la confirmación de sus privilegios y a su viaje el gobierno del virreinato de Nápoles, vacante tras la muerte de Pedro de Toledo. Estaba dispuesta a prestar a buen interés altas cantidades de dinero al emperador e incluso dejar a su muerte cuanto tenía con tal de conseguirlo. La negociación no resultó bien, o no del todo. El reino de Nápoles fue cedido por el emperador a su hijo Felipe poco antes de su matrimonio con María Tudor para que tuviera la misma dignidad que su esposa y las decisiones políticas y los nombramientos de Felipe II diferían de los de su padre. No sabemos qué habría hecho el emperador, pero padre e hijo acordaron que el gobierno de Nápoles pasara al duque de Alba, que en aquel momento dirigía la respuesta contra el papa Pablo IV.
La reina Bona mantuvo desde 1551 en secreto las negociaciones porque sabía que su hijo aspiraba a ser investido de los privilegios de los estados de Nápoles y ella no quería que fuera así. También estaba segura de que su hijo no habría aprobado su viaje solo de ida a Italia. Como necesitaba de la ayuda del emperador para lograrlo, desplegó una actividad diplomática muy meditada, que nunca fue conocida en Polonia. Los mismos agentes y embajadores de la reina Bona estaban al servicio del emperador, no sabemos si desde el principio o durante el tiempo que duraron las negociaciones. Son muchos los datos nuevos que emergen en estas cartas y ninguno de ellos refuerza la idea del enamoramiento de Giovan Lorenzo Pappacoda. No hay motivo para pensar que lo hubo. Esa afirmación reúne todos los elementos de esa inclinación tan deleznable de dar una interpretación en términos de escándalo y de baja literatura para explicar lo que no tiene base para su fabulación. Además de usarse exclusivamente para denigrar a las mujeres. Tampoco el envenenamiento ni la afirmación de que hubiera un segundo testamento. Se habla de dos copias del testamento y de un inventario de bienes que no se hizo con garantías legales.
Las dos últimas cartas de este volumen demuestran que el pleito de Segismundo comenzó inmediatamente y que protestó ante el papa por lo que había ocurrido. Pero Segismundo debió de quedar muy sorprendido por la actitud de su madre, que no regresó como le había prometido, y solo supo lo que había hecho cuando murió.
LAS RELACIONES DE LA LLEGADA DE LA REINA BONA A PADUA Y VENECIA
Las relaciones de sucesos sobre Bona Sforza debieron de ser más abundantes de lo que permiten afirmar los testimonios que se han conservado. Una vida en el centro de las luces de la sociedad renacentista entre el reino de Nápoles, el ducado de Milán y su compromiso con el rey Segismundo de Polonia debió atraer todo el interés de la incipiente imprenta. Sabemos, por lo que se ha conservado, que su figura fue ensalzada por poetas y artistas, fue descrito su matrimonio y el suntuoso banquete que lo celebró, se narró su viaje a Polonia62 después de la boda, y también fue objeto de publicaciones su viaje de regreso a Italia, como veremos inmediatamente.
La reina Bona Sforza, viuda del rey Segismundo de Polonia, entró en Padua y Venecia en la primavera del año 1556. Esta entrada constituía una parada de un mes antes de llegar al destino final, que era la ciudad de Bari, donde tomó posesión del ducado y donde también murió un año y medio más tarde, en noviembre de 1557. El viaje fue largo en el tiempo y en el espacio, pues Bona salió de Varsovia el 1 de febrero de 1556 y llegó a Padua el 27 de marzo.63 Desde Padua, viajó el 26 de abril a Venecia, donde celebró la fiesta de la Ascensión, agasajada y homenajeada con un paseo en el Bucintoro, y desde allí el día 4 de mayo embarcó hacia Bari.
Las dos relaciones que recogen la narración de la entrada en Padua y en Venecia son coetáneas de los hechos y constituyen un buen ejemplo de análisis de la naturaleza de estos impresos, que hemos estudiado teniendo en cuenta a los autores, a los impresores, al público al que iba destinado, a la veracidad de los datos y a la utilidad de estos textos para la reconstrucción de la historia y también como testimonio de la lengua en el Véneto.
Ambos textos tienen características muy distintas. Uno de ellos es Dichiaratione dell’arco fatto in Padoua nella venuta della serenissima reina Bona di Polonia; el otro, LA DELLA SE/renissima Bona Sforza/ et d’Aragona reina di Polo/nia et duchessa di Bari/ nella magnifica città di Padoua, a uen/tisette di marzo:/ con l’entrata nella inclita città/ di Vinegia, il di 26 aprile 1556 et la sua partita per Bari.
El primer texto es de autor conocido, Alessandro Bassiani, y también lo es su impresor, Grazioso Percacino. En cambio, el segundo es anónimo, de impresor desconocido, pero en cambio está datado con precisión.
El primero fue impreso en Padua y el segundo, aunque no lo declara, en Venecia. Percacino, impresor del texto de Alessandro Bassiani, no era un autor de relaciones, hojas volantes o avvisi, no tenía entre los títulos de su tipografía este tipo de impresos, y ese mismo año destacó notablemente en la publicación de textos sobre la peste que había sufrido la ciudad en los años anteriores.64 Esta circunstancia es también recogida por Bassiani en su texto, como justificación del derroche de lujo y la necesidad de aliviar con la entrada de la reina Bona el sufrimiento de los habitantes de Padua a causa de la peste:
... tutta la cità ne fu maravigliosamente allegra, siché la gioia li fece scordare gran parte dei mali sofferti nel tempo della pestilentia passata. Perciò si sforzaro d’honorarLa facendo festa et allegrezza più che non era di lor costume.
Bassiani era un erudito humanista, experto en antigüedades y medallista, amigo de Pietro Bembo y de Giovanni Cavaccio. Con este último realizó la decoración de la Sala del Capitanato de Padua. Bassiani afirma en esta misma relación que escribió la Vida de los césares por encargo de Pietro Bembo:
Spero ben (se a Dio piacerà) di mostrar al mondo un dì in latino piano, et cosí fedelmente come dir se possa, et i riversi et le interpretationi de primi dodeci imperatori di Roma, che saranno più di ducento in numero, et a questo fine, al quale per essortatione del Reverendissimo et dottissimo Bembo già molt’anni mi disposi, con ogni mio sforzo studio di pervenire, né molto ha da passare che mi verrà forse fornito tutto quello che io disegno di fare, laonde et il mondo tutto et que spiriti generosi che si pigliano piacer d’intendere i segni et i misterii occulti de’ passati, ne potran trarre a lor modo e frutto e diletto.
A él le fue encargada la idea y la realización de un arco triunfal para la entrada de la reina Bona en Padua, que es el motivo de su relación. Este encargo consistía en ilustrar la grandeza de la monarquía polaca y fue llevado a cabo en solo cuatro días («et il poco spacio d’un tempo di quattro giorni, che tanti apunto mi furono assignati»). La obra del arco fue realizada por el arquitecto Michele di Sanmicheli, veronés.65
En su texto, manifiesta abiertamente que el tipo de publicación no era «di peso» ni el más digno para la persona a la que iba dedicado (Savorgnano) ni tampoco del autor (Alessandro Bassiani), pero confiesa que es el mejor medio para mostrar lo que sucedió durante la entrada de la reina Bona a alguien que no había estado presente. Esta identificación de la función de las hojas volantes y el poco aprecio entre los eruditos es muy interesante para comprender el impacto social que tuvieron:
Et benché io sappia alla grave professione di V. S. Reverendissima et al debito Vespasiano et di Tito si tratta, nondimeno io non credo sia male rappresentarle in carta quello che Ella (son certo) haveria havuto a caro se fusse stata qui di poter remirar con gli occhi.
Como humanista y erudito, tomó como modelo para el arco efímero de la entrada de la reina Bona, el arco romano de’ Gavi, en Castelvecchio, en Verona, y dispuso, según un orden detallado en su descripción, los motivos y los motes elegidos para honrarla. La particularidad de su texto es que los documenta con las citas de los autores clásicos romanos, Virgilio y Ovidio, Plinio, o la Biblia, o en su caso con la referencia de las monedas o medallas de los emperadores romanos, como Vespasiano y Tito, «midaglie di Nerone, di Galba, di Othone, di Vespasiano, di Tito e di Domitiano»; el texto incluye el dibujo de cara y reverso de una medalla de Vespasiano y Tito en la que destaca la palmera como símbolo de la victoria y que él eligió para el diseño de su arco.
Esta relación es anterior a la segunda, que también incluye la descripción del arco. Es más, fue precisamente la inexactitud y el orden caótico de la descripción de la relación anónima lo que empujó a Bassiani a escribir su texto y mandarlo a la tipografía de Grazioso Percacino.
Dice así:
Ma veggendo dopoi tutte le cose fatte et l’ordine esser stato da altri perversamente descritto et mandato in luce, ho giudicato esser ben fatto per tirar le persone fora d’errore di raccogliere il tutto et di ritrattare fidelmente et simplicemente tutto quello che feci io poner sopra l’arco, che fu fatto per commissione d’altri per honorare questa donna veramente reale.
La relación de Bassiani se ciñe exclusivamente a la relevancia de la ciudad de Padua, la nobleza de la Casa Vasa de Polonia y los miembros más destacados de la vida pública de la ciudad, pero sobre todo el texto está concebido para ofrecer la descripción del arco, de la obra de Bassiani, que ocupa un lugar central en el texto, y la ceremonia de entrada en la ciudad, con las calles y los palacios engalanados, la asistencia de mucha gente, la elegancia de los nobles que la recibieron y el cortejo que la acompañaba. Narra también la visita de la reina a los lugares más emblemáticos de la ciudad y destaca su piedad y religiosidad cuando acudió a los oficios religiosos de la Semana Santa en el monasterio de Santo Stefano, la basílica del San Antonio, en Padua. Es una relación erudita y sobria, bien escrita y documentada.
Como se acaba de comentar, Bassiani la escribió porque no aprobó la relación del evento que circulaba en el Véneto. Esta relación anónima está fechada en Venecia el 5 de mayo de 1556, que fue el día en que la reina Bona zarpó de Venecia para ir a Bari. Es una relación muy distinta a la anterior porque está destinada a un público más amplio, interesado en los nombres de quienes recibieron a la reina, en el lujo y la exhibición de joyas y tejidos preciosos, alegres y coloridos en los anfitriones y de negro en todo lo que atañía a la reina, su indumentaria, la disposición de las carretas y la decoración de las estancias de los palacios que la hospedaron en Padua y Venecia. Pero también describe los regalos que la Señoría mandó a la reina para obsequiarla:
Malvasia moscatella, barili quaranta; torze et candelle di cera bianca, di varie sorti, libre mille; zucchero fino; pani ducento in due casse; specierie, cioè garofani, canella, pepe, gengevo da Bul, macis, noci moscate, libre trecento; conditi di varie sorti in zucchero, come zenzero verde indiano, mirabolani embli ||4v ci, chebuli et d’altre sorti, noci moscate con li sui macis, dattili, mandole indiane, limoni, citroni, zucche, peri moscatelli, tutti conditi, diversi vasi. Confettioni di varie sorti, come pistacchi, canelline, seme, fenocchi, coriandoli, mandole, pignuoli confetti, tutti libre trecento; sturioni freschi, dodici; botarghe da Costantinopoli, dodici pesse grandi; formatio piaventino, dodici pezze grandi; salami, cioè pressuti, lengue, salcizzoni, soprassade al peso di libre mille.
Otra preocupación esencial para el relacionero anónimo era la descripción de las gentes en las calles, el ambiente de fiesta con los colgantes en las ventanas, los desplazamientos de las barcas que se congregaron en la laguna, la enumeración de palacios, monasterios e iglesias que visitó, muchos de ellos hoy desaparecidos. También hay una enumeración exhaustiva de los acompañantes locales que salieron a recibir a la reina, que proporcionan mucha información hasta hoy desconocida para los historiadores que intentan reconstruir la difícil negociación a tres bandas entre el emperador Carlos V, el rey Segismundo II y la reina viuda de Polonia previa al viaje.
El viaje de la reina Bona tenía unas características muy particulares. Estamos habituados a leer las relaciones de las entradas de nobles jóvenes que se desplazan para casarse con un monarca, pero no es frecuente que nos encontremos con la relación de la entrada de una reina viuda, que abandona su reino, con todas sus pertenencias, con el pretexto aparente de hacer una cura de las aguas de Abano en Padua y con la convicción no expresada y compartida de retirarse al ducado de Bari, donde su madre Isabel de Aragón, hija de Alfonso II, rey de Nápoles, esposa de Giovan Galeazzo Sforza, había concluido su vida. Este viaje era el regreso a Italia, la afirmación de su religión, ante una inclinación tendente a la heterodoxia de su hijo, la voluntad de vivir en libertad en el ducado heredado de su madre con su corte. Los intentos para ser nombrada virreina de Nápoles no fructificaron a lo largo de los largos años de negociaciones, entre 1548, cuando tenemos la primera noticia de su deseo de volver a Italia, y el año de su llegada, 1556. Los negociadores de su entorno, los miembros de la familia Pappacoda, agentes como Pompeo Lanza, notarios como Vito Pasquale, y otros muchos, se desplazaron durante esos ocho años a las cortes europeas de Carlos V y de Felipe II para que el emperador intercediera ante su hijo, Segismundo II, y los miembros del Senado polaco para que dieran su autorización. En esa negociación se acordó el testamento de la reina Bona, que contemplaba la cesión del ducado de Bari y otros territorios a Felipe II. Las circunstancias de la muerte de la reina, que se produjo poco después de su llegada, hicieron nacer un relato truculento sobre las circunstancias de esta, así como sobre la relación que tenía con su secretario, Giovan Lorenzo Pappacoda, de quien se afirma sin ninguna base documental que era su amante.
Todo ello creció en truculencia durante el siglo XIX, como exigía el gusto de la época, y espero ser útil en su esclarecimiento con la edición de las cartas de todos los personajes que participaron en las negociaciones para hacer possible su viaje.
En esta ocasión lo que interesa es cómo un mismo evento fue narrado de manera distinta, porque diferentes eran los lectores a quienes iban destinadas las relaciones. También cabe destacar el anonimato de la primera relación, pero con la datación precisa, que es un elemento fundamental para la difusión de las noticias, frente a la relación erudita de Bassiani, que ofrece un texto a unos lectores más formados, interesados en la cultura clásica, en las medallas, en la historia. Los lectores de la segunda relación están interesados en el detalle de la vida social, de los personajes conocidos, los regalos de la Señoría, productos locales y exquisitos, las visitas y el ambiente de fiesta que llenó la ciudad de Venecia durante los días en que la reina Bona fue su huésped.
Otro aspecto importante que se desprende de estas dos relaciones es que la información es local. La relación de Bassiani, paduano, no refleja la visita de la reina Bona a Venecia, aun siendo posterior a la primera relación veneciana, que confiesa conocer. De la relación veneciana le interesa el poco cuidado en la descripción del arco de bienvenida, que él mismo había concebido. En ella se narra por encima la visita de la reina a Padua, pero subraya los acontecimientos de la ciudad de Venecia, aunque este aspecto no presenta ninguna novedad. Conocemos, por los testimonios de las relaciones que se han conservado, los largos viajes de monarcas de un reino a otro, atravesando toda Europa. Estos viajes generaron publicaciones en cada ciudad en la que se detuvieron para resaltar los honores del recibimiento. En este sentido, las dos relaciones cumplen la función de registrar el evento excepcional en cada ciudad, y el interés que despertó en sus ciudadanos.
Si estas hojas no fueran tan frágiles, sería posible reconstruir parada a parada todas las etapas del viaje, y con la relación no solo tendríamos la descripción del hecho, sino también las referencias de las tradiciones, gastronomía, modos de celebrar las grandes fiestas, organizadas y protagonizadas por los más destacados personajes de cada lugar. Cada viaje es el registro de la fiesta y de quienes la organizan y trabajan para que sea posible, pero también es la memoria de la fiesta, que queda en crónicas o relaciones, sin olvidar a los autores y a los impresores.
Queda por último añadir que la relación anónima de Venecia aporta una serie de datos hasta hoy desconocidos por los investigadores, como los nombres de todos los servidores italianos que salieron de Varsovia para acompañar a la reina y que se establecieron con ella en Bari. Estos nombres abren una vía de investigación nueva que, sin duda, aportará datos para completar, en la medida de lo posible, el viaje y su establecimiento en Bari, hasta su muerte.
1. Esta investigación se ha realizado gracias al proyecto de investigación Las mujeres en la Casa de Austria 1526-1600, Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, FFI2017-83252-P.
2. Benedetto Croce: La Spagna nella vita italiana della Renascenza, Bari, Laterza, 1549.
3. En los numerosos volúmenes de Elementa ad fontium editiones, Institutum Historicum Polonicum Romae, vols. I-LXXVI (1960-1992), hay varias cartas publicadas sobre el tema que nos ocupa. En su lugar señalaremos las publicaciones, pues, aunque no hayamos visto ninguna directamente relacionada con su viaje, sí que hay algunas que conviene retomar para que, colocadas cronológicamente, alumbren la larga negociación de su viaje.
4. K. Zaboklicki: Lettere inedite (1554-1556) di Bona Sforza, regina di Polonia, al suo agente italiano Pompeo Lanza, Varsovia / Roma, 1998.
5. Carta de Bona Sforza a Pompeo Lanza de 23 de julio de 1554, que corresponde a la n.º 39 de la presente edición.
6. Unos meses antes, el 18 de marzo de 1541, la reina Bona escribió al comendador mayor, Francisco de los Cobos. Mandaba a Stanilao Maciejowski, nuncio del rey Segismundo. Véase Documenta Polinica ex Archivo Generali Hisaniae in Simancas, vol. VIII, 1.ª parte. En 1542, la reina Bona escribe a Juan Vázquez de Molina, secretario del emperador, en gratitud por sus atenciones, ibíd., p. 68.
7. Cf. carta n.º 1 de la presente edición.
8. Ibíd.
9. Cf. las cartas 3 y 4 de esta edición, que son un intercambio epistolar entre la reina Bona y Nicolas Perrenot de Granvelle a propósito de la petición «nani maschi et femine per il molto essito n’habbiamo fatto a preghi di molti principi che strettamente ci l’hanno domandati». Sobre este aspecto, véase Almudena Pérez de Tudela: «Enanos polacos en las cortes de Carlos V y Felipe II», en A. Martín Casares, R. Benítez Sánchez-Blanco y M. C. Delaigue (eds.): Criados y esclavos de nobles y reyes de España, siglos XVI-XVIII, Valencia, Tirant lo Blanch, 2020, pp. 17-49. En este libro hallará el lector tres cartas en las que se menciona el envío de los enanos polacos a Nicolas Perrenot de Granvelle. Las tres cartas son del año 1546 y se hallan en BNE, ms. 7917/146 (carta n.º 5 de la presente edición); BNE, ms. 20209-51 (carta n.º 4 de la presente edición); RB II 2266, f. 140r (carta n.º 3 de la presente edición).
10. En 1548, año de esta carta, Antoine Perrenot de Granvelle ya había empezado a sustituir a su padre en algunas funciones. En esta carta se menciona al cardenal de Augusta, Otto Truchsess von Waldburg, con quien Granvelle tenía una sólida amistad desde sus años universitarios.
11. Cf. la carta n.º 6 de la presente edición.
12. Cf. «LA VENVTA DELLA SE/renissima Bona Sforza...», f. 1v, de la presente edición.
13. Barón de Massafra, que murió en 1576. En la Biblioteca Nazionale Sagarriga Visconti Volpi de Bari (D’Addosio 071) se conserva un manuscrito en pergamino con fecha de 9 de enero de 1554, que es el nombramiento de Francesco Papacoda como procurador, castellano y tesorero del ducado de Bari. Cf. Manus OnLine [consultado el 12 de octubre de 2020].
14. Giovanni Lorenzo Pappacoda, patricio de Nápoles, era embajador de Bona Sforza, reina de Polonia, quien le dejó en herencia los feudos de Noia, Capurso y Triggiano. La investidura se celebró el 19 de mayo de 1556. Cuando el principado de Rossano y el ducado de Bari pasaron a Felipe II, este lo recompensó con el nombramiento de primer marqués de Capurso con un privilegio fechado en Bruselas el 23 de abril de 1558. Fue también nombrado castellano de Bari con un privilegio otorgado en Bruselas el día 6 del mismo mes. Giovanni Lorenzo Pappacoda murió el 8 de julio de 1576.
15. A pesar de la búsqueda, no hemos podido hallar ni las escrituras a las que se refiere el emperador, ni el compendio que dijo haber escrito para enviárselo a este. Este texto está sacado del registro de cartas del embajador Lope Hurtado de Mendoza, que se conserva en el Archivo General de Simancas (AGS) E, libro 79, ff. 77v-79r.
16. En el epistolario entre Isabella d’Este Gonzaga y Bona Sforza se mencionan también estos regalos de pieles. Cf. Bona Sforza a Isabella d’Este Gonzaga, Cracovia, 15 de marzo de 1530, Archivio di Stato di Mantova (ASMn), AG, b.557, c. 11 [II.98], e Isabella d’Este Gonzaga a Bona Sforza, Mantova, 28 de abril de 1530, ASMn, AG, l.49, cc. 90v-91r [II-99], citadas por Roberto Vetrugno en «La lingua cortigiana in Europa: Il carteggio di Isabella d’Este Gonzaga con Bona Sforza Regina di Polonia», en Il tempo e lo spazio nella lingua e nella letteratura italiana. Atti dell’VIII convegno internazionale di italianistica dell’Università di Craiova, 16-17, IX, 2016, a c. Di E. Pirvu. Quiero mostrar mi admiración por el proyecto y el grupo que dirige el profesor Gyorgy Domokos (<http://vestigia.hu/kutatas.php>).
17. Cf. Pietro Aretino: Lettere, ed. Paolo Procaccioli, Roma, Salerno, 1997. Libro I, tomo I, cartas 113 y 115. Sobre la relación entre Bona Sforza y Pietro Aretino, véase Giorgio Petrocchi: «Bona Sforza Regina di Polonia e Pietro Aretino», en Vittore Branca y Sante Graciotti (eds.): Italia Venezia e Polonia tra Medio Evo e età moderna, Florencia, Olschki, 1980, pp. 325-331.
18. Ortensio Lando: Lettere di molte valorose donne, Venecia, 1548.
19. Cassandra Fedele: Cassandra Fedele: Letters and Orations, ed. Diana Robin, Chicago, University Press, 2000, pp. 162-164.
20. La carta fue escrita por Ayala desde Varsovia el 11 de octubre de 1555, cuando la reina ya conocía la decisión de los monarcas sobre la no confirmación de sus privilegios. Se halla en AGS, Est., leg. 1473, doc. 177. En la Biblioteca Nazionale Sagarriga Visconti Volpi, Pergamene D’Addosio, D’Addosio 109, consta una donación de Bona Sforza a su sirviente Antonia de Valerio di Ceglie. La fecha, 5 de agosto de 1587, es muy posterior a la muerte de la reina, pero podría explicarse por los problemas que derivaron de la ejecución de la herencia.
21. Cf. R. Vetrugno, op. cit.
22. La carta de Bona a Antoine Perrenot de Granvelle se halla en la BNE 7905/88 y corresponde a la n.º 8 de la presente edición; la carta de Isabella, su hija, se halla en la RB II 2269, f. 64r, y corresponde a la carta n.º 10 de la presente edición.
23. No tenemos noticia de que la relación de Francesco Pappacoda se haya conservado, o no sabemos dónde puede estar. Asimismo, tampoco tenemos noticia de esta carta de Giovan Battista Castaldo a Bona Sforza.
24. Cf. RB II 2269, f. 154r, que corresponde a la n.º 11 de nuestra edición.
25. Carta de Bona Sforza a Antoine Perrenot de Granvelle desde Varsovia el 22 de abril de 1552. RB II 2269, f. 167r, carta n.º 12 de la presente edición.
26. Cf. la minuta de despacho en AGS, Est., leg. 1040, doc. 69 (ff. 1r-2r), Pedro de Toledo a Carlos V, Nápoles, 24 de abril de 1551.
27. Carta de Antoine Perrenot de Granvelle a Bona Sforza desde Villach, donde estaba con el emperador después de la fuga de Innsbruck, RB II 2269, f. 168r. Esta carta es la n.º 13 de la presente edición.
28. La carta se halla en RB II 2269, f. 239r, y corresponde a la n.º 14 de la presente edición.
29. No sabemos quién era exactamente el doctor Corsio, pero en 1546 él, o un homónimo, era un informador de avisos de la tipografía de Girolama Cartolari, que imprimía los avisos en Piazza di Parione en Roma. Cf. Raymund Wilhelm: Italienische Flugschriften des Cinquecento (1500-1550), Walter de Gruyter, 1996, pp. 258-259.
30. La carta de Corsio a Granvelle se halla en BNE, ms. 7907/152, y corresponde a la n.º 15 de la presente edición. La respuesta de Granvelle es la n.º 16 y se conserva en BNE, ms.7907/153.
31. Cf. las cartas n.º 17 y 18 de la presente edición.
32. Estas minutas de despacho están dirigidas a la reina Bona (AGS, Est,, leg. 509, doc. 119) y a la reina Isabella (AGS, Est., leg. 509, doc. 119 bis).
33. Las cartas de Giovan Battista Castaldo son la n.º 19 y la n.º 20 de la presente edición.
34. Cf. la carta de la reina Bona a Carlos V en la que agradece su respuesta.
35. Cf. AGS, Est., leg. 649, doc. 3. Corresponde a la n.º 23 de nuestra edición.
36. Cf. RB II 2270, f. 145r, que corresponde a la n.º 24 de la presente edición.
37. Cf. AGS, Est., leg. 1321, docs. 11, 20, 21, 44-45, 223, y en AGS, Est., leg. 1319, docs. 55 y 56.
38. En este momento Brancaccio se había pasado al ejército francés, probablemente con el paje de la reina María Tudor con quien había escapado. Sobre Brancaccio, Benedetto Croce: «Un capitano italiano del Cinquecento, Giulio Cesare Brancaccio», en Varietà di storia letteraria e civile, s. 1., Bari, 1949, pp. 57-78. De Giulio Cesare Brancaccio, véase también la documentada entrada de Umberto Coldagelli: Dizionario biográfico degli italiani, vol. 13 (1971). La noticia de la fuga con el paje de María Tudor la da la reina Bona en la carta n.º 41 de la presente edición.
39. Estas instrucciones a Lanza y a Pappacoda se extendían también a Castaldo, que a ruegos de Bona escribía a Granvelle para que no olvidara los asuntos de la reina. Cf. la carta de Giovan Antonio Castaldo a Antoine Perrenot de Granvelle desde Sepronio, 14 de mayo de 1554: «Posdata: Signor mio, le cose de la regina di Pollonia li ricomando et la supplico mi faccia risposta che possa mardarcela» (RB II 2270, f. 43r), carta n.º 35 de la presente edición.
40. Antoine Perrenot de Granvelle al secretario Vargas, Betuna, 31 de agosto de 1554, en RB II 2193, f. 50r. La carta corresponde a la n.º 44 de la presente edición.
41. Cf. Antoine Perrenot de Granvelle al regente Figueroa, Betuna, 1 de septiembre de 1554, en RB II 2193, f. 51r.
42. Cf. la carta de Castaldo a Granvelle en BNE, ms. 20210/19-6, que corresponde a la n.º 50 de la presente edición.
43. La minuta de esta carta latina se conserva en AGS, Est., leg. 649, doc. 6, y es de mano del secretario Vargas. Fue publicado en Elementa, vol. VIII, n.º 43.
44. Es la carta n.º 56 de la presente edición.
45. Véase la carta de 20 de diciembre de 1554, conservada en RB II 2270, f. 358r, que corresponde a la n.º 57 de la presente edición.
46. Carta n.º 57 (ABL 26).
47. La carta está conservada en la BNE, ms. 7911/205, y corresponde a la n.º 60 de la presente edición.
48. La carta pertenece al archivo del príncipe Lanza y reporta con todo detalle el episo dio que provocó su expulsión de Polonia. Fue escrita el 20 de febrero de 1555 y corresponde a la n.º 63 de la presente edición.
49. Se trata de RB II 2194, ff. 212r-213r, carta n.º 66 de la presente edición.
50. Cf. la carta n.º 65 de la presente edición (ABL 5).
51. Cf. la carta n.º 52 de la presente edición (ABL 22).
52. Cf. la carta n.º 68 de la presente edición (ABL 4).
53. Cf. la carta n.º 65 de la presente edición (ABL 5).
54. Cf. la carta n.º 74 de la presente edición (9 de mayo de 1555).
55. La minuta se halla en RB II 2194, f. 275r, y corresponde a la n.º 75 de la presente edición.
56. Véase la minuta de RB II 2194, ff. 287r-291r, que corresponde a la n.º 77 de la presente edición.
57. Cf. AGS, Est., leg. 509, docs. 166-167, carta n.º 78 de la presente edición.
58. AGS, Est., leg. 1473, doc. 177, carta n.º 77 de la presente edición.
59. A. Álvarez-Ossorio Alvariño: «Giovanni Battista Schizzo», en J. Martínez Millán (dir.): La Corte de Carlos V, t. III, Los consejos y consejeros de Carlos V, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2000, pp. 391-397.
60. Cf. las relaciones, en el apéndice.
61. Fadrique de Toledo era hijo de Fernando Álvarez de Toledo, duque de Alba. Fue virrey interino de Nápoles entre 1557 y 1558.
62. Sobre las relaciones de sucesos de Bona Sforza, véase: Patrik Pastrnak: «The Bridal Journey of Bona Sforza», Annual of Medieval Studies at CEU, vol. 24, 2018, pp. 145-156. íd.: «Adducimus gemmam et florem: Bona Sforza’s bridal journey (1518) in the light of rituals and ceremonies», Medieval Studies, vol. 22, 2018. Patrik Pastrnak es autor de una tesis de doctorado, A Bridal Jorney: The Case of Bona Sforza (Central European University, 2017). Cita otros impresos como Jodocus Ludovicus Decius: Diarii et earum quae memoratu digna in splendidissimis, potentissimi Sigismundi Poloniae regis, et serenissimae dominae Bonae, Mediolani, Barique ducis principis Rossani, nuptiis gesta descriptio, Cracovia, Hieronymus Victor, 1518, cit. por P. Pastrnak, como la obrita de Nicola Antonio Carmignano Colantonio Carmignano: Viaggio della Serenissima S. Bona in Polonia, ed. Andrea Colelli, Roma, Lithos, 2018, y Diomede Carafa, en «The Bridal Jorney of Bona Sforza», cit., p. 146n. La narración de las exequias de Segismundo, en Stanislaw Orzechowski: Stanislai Orichouii Rhuteni Ornata et copiosa oratio habita in funere Sigismundi Iagellonis Poloniae regis, Venecia, 1548, [30] c. 4.º.
63. La ruta del viaje era la habitual. Cf. el viaje de Ocieski en 1540 que también salió de Cracovia y atravesó Moravia y Austria, por Tarvisio, para llegar a Padua. Véase Bronislaw Bilinski: «La Puglia e Bari nel Diario di viaggio di Jan Ocieski ambasciatore polaco nel 1541», en La Regina Bona Sforza tra Puglia e Polonia, cit., y el libro de Antoni Maczak: Viaggi e viaggiatori nell’Europa Moderna, Bari, Laterza, 1992.
64. Véase a modo de ejemplo la obra de Cristoforo Baravalo: L’historia della peste di Padoa dell’anno MDLV ... Per Christoforo Baraualo piemontese scholar’ in medicina [Padua, Grazioso Percacino, non prima del 1555]. [12] c. 8.º.
65. Michele di Sanmicheli (1484-1559). Era arquitecto militar y trabajó en las fortalezas de Candia, Corfú, Creta y Dalmacia. Realizó el proyecto de la catedral de Montefiascone, así como la porta Nova y la porta Palio de Verona, la iglesia circular de Madonna di Campagna en Verona, y muchos palacios como el Grimani de San Luca en Venecia.