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PRÓLOGO

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Según un proverbio chino, lo peor que nos puede desear alguien es que vivamos momentos emocionantes. Para bien o para mal, el momento que nos ha tocado vivir es emocionante, y lo que nos toca es vivirlo motivados y no como una fatalidad.

He tenido la suerte de conocer a hombres y mujeres excepcionales. Muchos de ellos son militantes veteranos, desconocidos para la mayoría, que han vivido su tiempo de manera heroica y contradictoria. Cuando me cuentan lo que hicieron me asombro al pensar de qué pasta están hechos. Es cierto que no todas las generaciones están hechas de la misma pasta ni son iguales, y también es cierto que lo mejor de cada persona aflora en los momentos complicados.

Ahora mismo vivimos en el ojo del huracán, en la crisis de todas las crisis. En este rincón de Europa y del mundo, nos repiten que se acabó lo que se daba, que ya no hay contrato social, que el capitalismo, la democracia y los derechos sociales no tienen por qué ser compatibles. Han existido muchas épocas anteriores —la mayoría— y muchos lugares del mundo —la mayoría— en los que esta incompatibilidad ya se ha puesto de manifiesto, pero a nosotros nos habían contado que sí era posible tener ambas cosas: nos vendieron, aunque no siempre se aplicase, que la democracia y los derechos sociales serían compatibles con un capitalismo de «rostro humano».

Vivimos la crisis y también los debates sobre la crisis económica, democrática, nacional, de representación y de los límites físicos del planeta. Podemos creer que somos una generación de transición, y encajar los hechos sin reaccionar o reaccionando de manera espasmódica. Pero también podemos decidir que por aquí no pasamos y construir miles de alternativas que, sumadas, con confluencias, definan un horizonte de transformación y esperanza.

En este libro trataré de exponer los argumentos por los que creo que hemos llegado a estar donde estamos, y hablaré de cuáles son las posibles alternativas.

¿Cuánta desigualdad puede soportar la democracia?

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