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1. Una historia personal
ОглавлениеNací en un precioso pueblo agrícola a orillas del río Ebro, con buen clima, buena gente, y muy buen arroz. Una infancia feliz en un entorno saludable, ya que los amigos de la escuela, del barrio, los vecinos y, por supuesto, mi familia marcaron mi infancia. Recuerda que nuestra niñez condiciona el resto de nuestra vida.
Tengo una familia maravillosa que me enseñó a respetar, a amar, a ayudar, a ser humilde. También a agradecer lo que tenía, a valorar las cosas, la vida… Hoy son cualidades que a nivel personal y profesional me han aportado grandes satisfacciones y éxito.
Somos como somos en parte por nuestra genética, pero sobre todo por nuestro entorno y gracias a los aprendizajes y vivencias realizadas desde pequeños.
Mi abuelo materno y mi tío eran médicos. Mi abuelo era médico de familia y había estado en diferentes pequeños pueblos (mi recuerdo más nítido fue su última etapa en una pequeña localidad de una conocida zona vinícola). Allí, la relación con sus pacientes era muy personal por el hecho de conocer a cada uno no solo desde su dolencia o enfermedad, sino también desde sus peculiaridades personales y familiares. Una relación muy cercana, y tengo que admitir, pues lo he podido constatar con la experiencia de los años, que la curación de cada individuo era más rápida y mucho mejor.
Ya sea por esta experiencia que tuve durante mi infancia, o por seguir la tradición familiar, siempre me había planteado estudiar medicina. Así que encaminé mis estudios de bachillerato hacia la rama de ciencias para poder llegar a ser médico, con el objetivo de especializarme en Psiquiatría.
En el verano previo a entrar en la facultad, leí un libro sobre psicología de las organizaciones en el que un directivo explicaba, desde su perfil más humanista, cómo había logrado administrar con éxito su compañía, gestionando diferentes ámbitos de la empresa, pero sobre todo cuidando a las personas, algo muy importante para mí.
Parecerá mentira, pero en poco tiempo, tras leer la experiencia de un desconocido, cambié el enfoque profesional de mi vida. Y me propuse estudiar Psicología, una ciencia joven, que es hoy la profesión que ejerzo con pasión. Allí hice grandes amigos y compañeros, que, como yo, tenían la vocación de ayudar a otras personas desde el ámbito de la atención de la salud psicológica y emocional, y algunos (todo hay que decirlo) para conocerse a sí mismos.
Y, cosas de la vida, durante mi estancia en aquella universidad sucedió un acontecimiento trascendental, ya que allí conocí a alguien muy especial en mi vida: mi esposa y la madre de mis hijos. Recuerdo perfectamente su sonrisa y su cara cuando nos cruzamos en el pasillo, una mañana en un descanso previo a la clase de psicobiología.
¿Por qué te cuento todo esto? Las emociones importantes siempre se recuerdan con todo detalle, aunque pasen los años, ya sean vivencias de la niñez (los amigos, el primer beso, la primera fiesta de verano…) o el nacimiento de un hijo, una defunción, una enfermedad propia o la de un familiar o amigo. ¡Qué curioso! ¿Verdad?
Veamos, pues, cómo funcionan nuestro cerebro y nuestras emociones, primero desde una vertiente ancestral, para poder comprender cómo funcionan en la actualidad y entender de esta manera qué herramientas necesitamos para llevar una vida de felicidad y bienestar.