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INTRODUCCIÓN Una Camaradería de Confianza enla Majestuosa Bondad de Dios

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Exiliados que transformaban a los indígenas

n cierto sentido, Charles Spurgeon, «el más grande predicador» del siglo XIX,4 George Müller, quien se hizo cargo de miles de huérfanos, y Hudson Taylor, quien fundó la Misión al Interior de China, fueron hombres muy destacados en su asombrosa época. Pero en otro sentido, ellos fueron como hombres exiliados sobre la tierra — una camaradería de confianza en algo que iba más allá de este mundo. Esa no es una declaración excepcional, ya que se podría decir lo mismo de casi cada cristiano que cree en el evangelio y quiere servir a favor de las necesidades temporales y eternas de su prójimo.

Las raíces de esta observación simple se encuentran en la Biblia. Por una parte, se nos dice que los cristianos son «extranjeros y peregrinos» (1 Pedro 2:11) cuya «ciudadanía está en los cielos» (Filipenses 3:20). Por otra parte, el apóstol Pablo dijo: «A todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos» (1 Corintios 9:22). No es sorprendente que los cristianos fructíferos sean personas relevantes para su época, y sin embargo, también sean personas fuera de sintonía con la época.

El distintivo divino del cristianismo es que la encarnación y la transformación están edificadas en la mera naturaleza de la venida de Cristo. Él fue uno de nosotros. Y era infinitamente diferente a nosotros. Él encajaba. Pero también cambió todo. Por lo tanto, el cristianismo se esparce de la misma forma —de generación en generación y de cultura a cultura. Se adapta a la cultura y altera la cultura. Se viste con la ropa de la cultura y transforma el corazón de la cultura. Y después ese cambió de corazón afecta a la ropa y a todo lo demás.

Andrew Walls, un ex profesor de misiones en la Universidad de Edimburgo, les llama a estas dos verdades el «principio de indigenización» y el «principio de peregrinaje». Ambos están enraizados en el corazón de la fe cristiana —las doctrinas de la justificación y la santificación. «Por una parte, esa es la esencia del evangelio, que Dios nos acepta como estamos, únicamente sobre la base de la obra de Cristo, no sobre la base de aquello en lo que nos hemos convertido ni en lo que tratamos de convertirnos».5 Eso significa que nosotros traemos nuestras formas de vida condicionadas por la cultura ante Cristo.

Pero como Walls lo señala:

[Existe] otra fuerza en tensión contra el principio de indigenización, y eso también surge del evangelio. No sólo Dios, en Cristo, toma a las personas tal como están: «Las toma para transformarlas en lo que Él quiere que sean (…) El cristiano hereda el principio de peregrinaje, el cual le susurra que no tiene una ciudad permanente y le advierte que ser fiel a Cristo lo pondrá fuera de sintonía con su sociedad; porque ni en el Este ni en el Oeste, ni en tiempos antiguos ni en tiempos modernos, ha existido una sociedad que sea capaz de absorber en su sistema la Palabra de Cristo sin padecer alguna clase de dificultad o sufrimiento.6

Hombres relevantes en su época

Spurgeon, Müller, y Taylor fueron evidentemente hombres destacados del siglo XIX. La vida de Müller abarcó casi todo el siglo (1805–1898). Por su parte, Spurgeon fue consumido antes por causa de la gota y la enfermedad de Bright a la edad de 57 años (1834–1892). Taylor murió dentro de los primeros cinco años del siglo XX (1832–1905). Pero lo que los hacía hombres de la época no era meramente su fecha de nacimiento. Eran parte de una gran oleada política, industrial, y religiosa. Uno no podía haber vivido en el siglo XIX sin haber sido afectado por algunos de los cambios más grandes de la historia del mundo.

Ciudadanos de un gran imperio

Estos tres hombres fueron parte de la cultura británica, aunque Müller nació en Prusia, pero inmigró a la edad de 24 años. Eso significa que ellos fueron parte de un imperio cuando se encontraba en el punto máximo de su influencia. Sólo hubo una monarca desde 1837 hasta el final del siglo, la Reina Victoria —esa era la época victoriana. Esa estabilidad estuvo armonizada con medio siglo de paz desde 1850 en adelante. A nivel mundial, «La Gran Bretaña estaba a la altura de su prestigio internacional».7

El hombre de estado más prominente de mediados del siglo, Lord Palmerston, expresó la importancia del Imperio Británico en el sentido de que «así como cualquiera en el mundo antiguo podía anunciar que era un ciudadano romano y el poder del Imperio de Roma lo protegía, así la autoridad Británica, es un escudo para todos aquellos que pueden afirmar que son súbditos de la corona sin importar el lugar en el que se encuentren».8

Primeros miembros del mundo moderno

La Revolución Industrial y la era de las invenciones estaban arrastrando a la Gran Bretaña hacia el mundo moderno. En 1851, la ciudad de Londres fue anfitriona de la Gran Exposición, en la que se exhibieron muchos productos nuevos. «Pero el principal objetivo era celebrar la pericia técnica de la Gran Bretaña, el primer país que se industrializó».9 Entre los años 1852 y 1892, en la Gran Bretaña la producción de algodón se triplicó. La producción de carbón aumentó de 60 millones de toneladas en 1851 a 219 millones de toneladas 50 años después. Y lo mismo pasó en los Estados Unidos. La producción de carbón en ese periodo saltó de 7 millones a 268 millones de toneladas.

Las vías férreas se expandieron drásticamente. Los barcos de vapor reemplazaron ampliamente a los veleros. Esta era la época de Thomas Edison y Alexander Graham Bell, ambos nacidos en 1847. Las luces eléctricas, la radio, el teléfono, y otros inventos estaban transformando la vida a lo largo del mundo. Los patrones de la vida común que se habían seguido por milenios empezaron a cederle el paso a un nuevo mundo.

Los descubrimientos médicos fueron abundantes. «En la Gran Bretaña se fundaron más de 70 hospitales especiales, entre los años 1800 y 1860 (…) Entre los fármacos que fueron aislados, inventados, o descubiertos de 1800 a 1840, se encuentran la morfina, la quinina, la atropina, la digitalina, la codeína y el yodo».10 Y junto con la industria, las invenciones, y los descubrimientos vino la prosperidad. «Por primera vez, muchas familias tenían dinero para gastar más allá de lo que necesitaban para subsistir».11

Herederos de los grandes despertares

El primero y el segundo Gran Despertar le habían dado un ímpetu duradero al mundo cristiano. Al mismo tiempo que la población se iba extendiendo, las iglesias se expandieron de manera significativa. Por ejemplo, entre 1800 y 1850, el número de Metodistas en Inglaterra creció de 96 000 a 518 000. Lo mismo ocurrió con las iglesias en Gales y Escocia. En los Estados Unidos también hubo un aumento drástico. «Los metodistas aumentaron de 1 250 000 a casi 5 500 000 miembros durante la segunda mitad del siglo XIX. Los bautistas crecieron de alrededor de 750 000 a casi 4 500 000».12

De manera más específica, el Avivamiento de 1859 tuvo un impacto directo especialmente sobre el esfuerzo de Taylor por alcanzar a China, al fundar la Misión al Interior de China. Alvyn Austin describe eso:

En 1859, mientras Hudson Taylor todavía estaba en China [en su primer periodo antes de fundar la MIC], se desencadenó un avivamiento al Norte de Irlanda, el cual dio lugar a un movimiento religioso tan crucial en la historia religiosa británica, que fue llamado el Avivamiento, o «el Despertar del 59» (…) Aunque Taylor se perdió la primera fase del avivamiento, él llegó a la Gran Bretaña a tiempo para cosechar los beneficios. Como lo señala J. Edwin Orr: «Hay razones para creer que todo el grupo [de la Misión al Interior de China de 1866] fue formado por convertidos y obreros del Despertar de 1959» (…) La gente concuerda de manera general que «algo pasó» durante 1859 – 60, y que las ondas sonoras de ese avivamiento continuaron resonando durante el resto del siglo.13

Algo que es digno de ser mencionado es el hecho de que este Despertar ocurrió a la par de eventos hostiles en contra de la fe cristiana. «En el ámbito secular, el año de 1859 fue igualmente crucial, pues ocurrió la publicación de la obra de Darwin: El origen de las especies y el ensayo de Stuart Mill: Sobre la libertad».14 Menciono esto para mostrar que nosotros deberíamos ser lentos para dar por hecho que algún desarrollo cultural (como en el caso del desmoronamiento del tejido cultural que ocurre en nuestros días) debe ser visto como determinante sobre la trayectoria del futuro; Dios siempre está haciendo más de lo que nosotros comprendemos. Justo cuando las formas seculares se estaban intensificando, la fuerza evangélica también estaba incrementando.

Al final del siglo, se estima que el evangelicalismo «representaba las creencias de “no menos, y probablemente mucho más de 60 millones de cristianos declarados, en todas partes del mundo”». David Bebbington respalda ese estimado: «Incluyendo los convertidos del movimiento misionero, es muy probable que [ese] estimado no esté tan lejos de la realidad».15 El Evangelicalismo era la forma dominante de cristianismo y la Gran Bretaña era el imperio dominante.

Ellos eran evangélicos

Bebbington ha dado una de las definiciones más convincentes de «evangelicalismo» como un movimiento distinto que surgió del Gran Despertar del siglo XVIII y que continúa hasta nuestros días. Spurgeon, Müller, y Taylor fueron ejemplares supremos de este movimiento durante su época.

Bebbington argumenta que el evangelicalismo es un movimiento dentro del cristianismo que está marcado por «el crucicentrismo, el conversionismo, el biblicismo, y el activismo».16 O de manera más simple, por «la cruz, la conversión, la Biblia, y el activismo».17 Los evangélicos «eran estimulados por las enseñanzas de las Escrituras; tenían una gran disposición para proclamar el mensaje de Cristo crucificado; y trabajaban de manera incansable por la búsqueda de conversiones. Por lo tanto, eran activistas dedicados a esparcir el evangelio».18

La marca del evangelicalismo que durante esa época unió de manera más evidente a Spurgeon, Müller, y Taylor era su activismo. Ya que, por causa de la profundidad de su teología y espiritualidad, estos tres gigantes eran hacedores consumados. Bebbington observa: «La marca final de los evangélicos era su ímpetu por estar de pie haciendo algo».19

El activismo estaba en el ambiente

El activismo para el mejoramiento social era parte del ambiente. Ese era el aire que respiraban los evangélicos, Por ejemplo, uno de los legados de John Wesley (1703–1791) fue una regla de sus sociedades, la cual establecía que los cristianos debían evitar la «autocomplacencia suave e innecesaria». En 1883, un periódico metodista de Nueva York preguntó qué significaban esas palabras, y el periódico The Christian Advocate presentó una respuesta oficial. Las palabras que utilizaron incluían cosas como: «comer de más, dormir de más, comprar ropa de más, ociosidad, consentir al cuerpo, vivir una vida fácil e improductiva, considerar al trabajo como algo malo, y la gratificación de apetitos y pasiones.20 Así que, eso nos da las siguientes ideas: La «vida improductiva» es incorrecta. El trabajo no es malo. La autocomplacencia es pecado.

De manera que, el involucramiento en actividades para mejorar la vida de los oprimidos era una expresión penetrante de este activismo. Es algo que sorprendería a algunas personas de nuestros días, pero los evangélicos estaban a la vanguardia del activismo social a favor de los pobres. Bebbington ofrece bastantes ilustraciones de la realidad de que «una gran cantidad de iglesias y organizaciones patrocinadas por iglesias a lo largo del mundo angloparlante atendieron problemas de la miseria social».21

La desconfianza que nosotros hemos heredado, con respecto a la disolución del evangelicalismo, la cual está permeada entre algunos círculos de apoyo social, no ocurría de manera general en el evangelicalismo del siglo XIX. «El menosprecio típico de los fundamentalistas en contra de la preocupación por el bienestar físico comenzó a ocurrir a principios del siglo XX. Hasta 1900, lo que luego sería conocido como misión holística era parte del programa acordado dentro del evangelicalismo».22 De manera que, había «una gran cantidad de evangélicos de todas las denominaciones que intentaron reparar las condiciones sociales de la Gran Bretaña victoriana».23

Una de las cargas más prominentes que sentía la sociedad y la iglesia era la difícil condición de los huérfanos. Esta problemática era un tema común en las novelas del escritor del siglo XIX, Charles Dickens (1812– 1870). Uno puede sentir esta problemática en la descripción de Oliver Twist: «Fue marcado y etiquetado, y calló en su lugar de inmediato —un niño de parroquia— el huérfano del asilo para pobres —el humilde, casi muerto de hambre— para ser esclavizado y abofeteado por todo el mundo —menospreciado por todos, apreciado por nadie».24

Cuidado de los huérfanos por fe

Los ministros a lo largo de la Gran Bretaña fundaron instituciones para aliviar las condiciones difíciles de los huérfanos. Y esa obra social trajo como consecuencia una presión para la reforma de las condiciones laborales y el trato público hacia los pobres.25 Müller fue el fundador de orfanatos más famoso, no porque era el único que lo hacía, sino por la manera en la que lo hacía —es decir, sin pedir dinero y sin endeudarse con nadie. Spurgeon, en Londres, a setenta millas de Bristol, el lugar en el que estaban los orfanatos de Müller, fundó sus propios orfanatos en Stockwell en 1867.

Taylor no fundó ningún ministerio que se enfocara directamente en los huérfanos, pero la conexión que tuvo con el ministerio de Müller fue muy importante. El compromiso de Taylor para ir a China como misionero incluía su fervor por ser una bendición para el ser completo, la parte física y la espiritual. Así que, en su cumpleaños número 19, Taylor se fue a vivir con el Dr. Robert Hardey en la ciudad de Hull, como aprendiz de medicina.26 Y mientras estaba ahí, se volvió parte de la comunidad conocida como Hermanos de Plymouth27, en la que Müller era grandemente apreciado.

Aquí vemos cómo el hijo de Taylor, Frederick, relata la importancia de esta conexión entre los Hermanos y Müller, quien a su vez era parte de esa hermandad:

[Hudson] estaba hambriento de la Palabra de Dios, y la predicación de ellos era en su mayoría una exposición reflexiva de las verdades de la Palabra. Él necesitaba una visión fresca de las cosas eternas, y frecuentemente la presencia de Cristo era tan real en esas ocasiones que se sentía como el cielo en la tierra entre ellos. Él estaba enfrentando un futuro difícil, y ellos pusieron frente a él un ejemplo de fe tanto en las cosas temporales como en las espirituales, el cual sobrepasó sus pensamientos más elevados. Esa hermandad estaba en contacto cercano con George Müller de Bristol, cuya obra estaba alcanzando proporciones extraordinarias. Él ya tenía cientos de niños huérfanos a su cuidado, y estaba buscando que el Señor le concediera los medios para sustentar a un millar de niños. Pero eso no agotaba sus esfuerzos. Con la profunda convicción de que estos son días en los que el evangelio debe ser predicado «como testimonio a todas las naciones», él también apoyaba por completo, o en parte, el trabajo de muchos misioneros, y estaba comprometido con hacer circular las Escrituras a lo largo y a lo ancho del mundo, tanto en tierras católico–romanas como en lugares paganos. Todo ese trabajo exhaustivo, era realizado únicamente a través de la fe en Dios por un hombre que no tenía ni un centavo, que no acudía a las personas en busca de ayuda ni tenía garantizado un ingreso económico fijo; ese era un asombroso testimonio del poder de la «oración eficaz». Y eso causó un impacto profundo en Hudson Taylor, y lo animó, más que cualquier otra cosa, en el camino en el que estaba a punto de entrar.28

Así que, aunque Taylor nunca fundó un orfanato de la manera en la que Müller y Spurgeon lo hicieron, él fue inspirado por esa obra y eso lo llevó a convertirse en nada menos que un activista, a su propia manera, movilizando a miles de misioneros hacia China —lo cual hasta este día sigue transformando la manera en la que los chinos piensan acerca de los niños.

La generalidad de la practicidad

Por supuesto, el orfanato de Spurgeon sólo era la punta del iceberg en lo que respecta a su activismo. Para el tiempo en el que tenía 55 años, él había fundado, o estaba supervisando, 66 organizaciones. Lord Shaftesbury comentó que esa era una «noble carrera de bien (…) para el beneficio de la humanidad».29

Sería un error describir el activismo de Spurgeon como si él no fuera un hombre con una fe personal intensa y una profunda confianza en el Señor, y con una poderosa capacidad de disfrutar las bellezas de Cristo y de su mundo. Cuando hablamos de Spurgeon, Müller, y Taylor debemos sacar por completo esa idea de nuestras cabezas, no debemos pensar que el activismo de ellos era como el activismo pragmático de algunas personas de nuestros días, el cual reemplaza la piedad, la oración, la meditación, y la oración con trabajos interminables. A lo largo de los capítulos siguientes, nos quedará claro que, todos estos hombres eran místicos a su manera. Es decir, cada uno de ellos tenía una relación profunda, sincera, y personal con el Cristo vivo.

Sin embargo, uno no puede ignorar el tono pragmático que le daba color incluso a las acciones más espirituales de Spurgeon. Eso era muy evidente en sus propias palabras acerca de la oración:

Cuando oro, me gusta ir a Dios de la misma forma en la que voy con un empleado del banco cada vez que necesito cambiar un cheque. Entro al banco, pongo el cheque en el mostrador, y el empleado del banco me da mi dinero, yo recojo el dinero y me voy a utilizarlo en mis negocios. No recuerdo ninguna ocasión en la que me haya detenido en un banco cinco minutos para hablar con los empleados; cuando recibo el efectivo me retiro para atender otros asuntos. Así es como me gusta orar; pero también hay otra manera de orar en la que pareciera que uno se queda a descansar cerca del trono de misericordia, aunque no exista una razón aparente para quedarse ahí.30

Sin embargo, no debemos caricaturizar a Spurgeon tomando esas palabras para afirmar que él no creía en la dulzura de disfrutar la presencia de Cristo en la meditación y la oración. Aunque es muy difícil imaginar a alguien de hace 300 años hablando de esa manera. Todos somos profundamente moldeados por la manera en la que el Espíritu Santo nos encuentra en nuestra época.

Disidentes modernos

Parte del espíritu de activismo que se había entretejido en la tela del evangelicalismo y en el extenso ethos del siglo XIX era una medida de individualismo pragmático. Spurgeon, Müller, y Taylor explotaron esa libertad al máximo. Y no me refiero a un pragmatismo burdo que compromete los principios bíblicos con tal de alcanzar resultados medibles. Sino que me refiero a casi todo lo contrario. Es decir, a una disposición para ajustar las formas y tradiciones heredadas para poner en práctica las convicciones bíblicas personales (si a eso le quieren llamar disidentes, está bien). En eso consistía su individualismo.

Bebbington señala cuán predominante era este espíritu pragmático individualista durante la época de Spurgeon, Müller, y Taylor, tanto en la Gran Bretaña como en Estados Unidos:

La fuerza de un gran número de organizaciones paraeclesiásticas — que en su momento se llamaban asociaciones benevolentes, en Estados Unidos— es una muestra del mismo espíritu de adaptación de la vida de la iglesia a los requerimientos contemporáneos. La gama de grupos diversos pero vigorosos era inmensa —incluyendo en Inglaterra a la Army Scripture Readers” Society, la Christian Vernacular Society for India, la Working Men”s Lord”s Day Rest Association y la Society for the Relief of Persecuted Jews. El evangelicalismo se caracterizaba por generar organizaciones que estaban más allá del control de cuerpos estrictamente eclesiásticos.31

Tanto Müller como Taylor estaban desilusionados con las organizaciones existentes de sus días. En otra época, simplemente se hubieran ajustado y hubieran hecho su mejor esfuerzo a través de una reforma lenta. Pero en el siglo XIX, uno ya podía soñar con hacerse cargo, con crear una nueva institución, y con administrarla y financiarla como uno creyera más conveniente.

El espíritu emprendedor amplio y generoso de Müller

En el caso de Müller, la obra con los huérfanos era sólo una rama de una organización más grande que había fundado en 1834 (el año en el que nació Spurgeon) llamada Scripture Knowledge Institution for Home and Abroad. A través de esta Institución, él derrochaba su generosidad (y su notable habilidad para recaudar fondos) en otras causas del evangelio. Por ejemplo, Müller se convirtió en el donador más sobresaliente para la Misión al Interior de China (MIC) de Taylor:

En sus primeros años, él mantuvo a flote la misión. A partir de los registros financieros fragmentados, Moira McKay ha comprobado que Müller contribuyó con un tercio de los ingresos de la MIC entre 1866 y 1871, un total de £ 780 al fondo general y £ 560 a los misioneros individuales; sin contar el dinero que le dio personalmente a Hudson Taylor para su propio uso, ni el dinero que remitió directamente a China.32

Müller no sólo estaba comprometido con sus propios ministerios. Su extenso corazón emprendedor tenía un enfoque más amplio en las cosas del reino. Pero es importante mencionar que, a pesar de la magnitud de su generosidad, él nunca perdió su orientación doctrinal. Por ejemplo, llegó un punto en el que interrumpió sus contribuciones a la MIC de Taylor, hasta que ocurrió la renuncia de uno de los líderes principales que había abrazado la doctrina del aniquilacionismo, rechazando la doctrina bíblica del infierno como tormento eterno y consciente.33

A. T. Pierson, biógrafo autorizado de Müller, dijo que la Institución del Conocimiento de las Escrituras de Müller «le debe su existencia al hecho de que su fundador ideó cosas grandes y generosas para la causa del Señor».34 De hecho, ese estandarte podría ser ondeado en las vidas de estos tres hombres: «ellos idearon cosas grandes y generosas para la causa del Señor».

Pero el ímpetu para la creación de nuevos ministerios no era meramente empresarial. Cuando le preguntaron a Müller por qué no había recurrido a instituciones existentes, respondió que consideraba que estaban fuera de sintonía con lo que él veía en las Escrituras. «Cuando comparamos a las sociedades religiosas que existían en ese entonces con la Palabra de Dios, encontramos que éstas se habían apartado tanto de ella que, no podíamos hacer nada para unirnos a ellas y al mismo tiempo mantener una buena conciencia».35 De manera específica, él dijo que esas sociedades (1) tienden a ser postmilenialistas, (2) tienen muchas personas no regeneradas involucradas en su funcionamiento, (3) solicitan dinero de las personas inconversas, (4) tienen personas ricas y no regeneradas sirviendo incluso en sus mesas directivas, (5) tienden a buscar personas de altos rangos para que sean sus líderes, y (6) están dispuestos a contraer deudas para financiar sus ministerios.36

Así que Müller comenzó su propia agencia y la dirigió de la manera en la que él entendía que lo enseña la Escritura. A partir de esa visión y ese compromiso individual comenzó a fluir una gran energía y unos frutos enormes. Además de hacerse cargo de más de diez mil huérfanos a lo largo de toda su vida, la Institución del Conocimiento de las Escrituras fundó escuelas diurnas por toda Europa continental, y con el tiempo llegó a servirle a más de 123 000 estudiantes.37 Y además esta Institución estuvo entre las primeras que respaldó a la Misión al Interior de China de Taylor, cuando fue fundada en 1865.

Taylor sigue el modelo de Müller

La decisión de Taylor de iniciar su propia agencia para enviar misioneros al extranjero comenzó de una manera similar por su desilusión con respecto a la manera en la que se conducían otras sociedades. Él ya había ido a China en 1853 con la Sociedad China de Evangelización. Pero después de cuatro años, renunció porque no estaba de acuerdo con su política de pedir dinero prestado para pagar las cuentas. «La Sociedad en sí misma estaba endeudada. Las cuentas trimestrales que yo entregaba junto con otros eran pagadas con dinero prestado, y entonces inicié un proceso en el que enviaba y recibía cartas, el cual terminó un año después con mi renuncia por motivos de conciencia».38 Ocho años después, él fundó la Misión al Interior de China bajo principios semejantes a los de la Institución de Müller. Pero veremos más de esa historia en el capítulo 3.

Estos disidentes modernos no eran tan modernos —¡vivían sin deudas!

Este asunto de las deudas, junto con la buena disposición para confiar en que Dios supliera las necesidades prácticas, es un ejemplo de cómo su individualismo y su adaptabilidad pragmática no sólo pusieron a Spurgeon, Müller, y Taylor en sintonía con el espíritu de la época, sino también era algo que los ponía radicalmente fuera de sintonía. Los tres rechazaron las deudas como un medio para dirigir cualquier ministerio cristiano. Y en lugar de eso, Müller y Taylor aplicaron el «principio de fe»,39 el cual consistía en que ellos buscarían a Dios y nunca irían directamente hacia ninguna persona para solicitar dinero.

La conciencia de Müller estaba atada a Romanos 13:8: «No debáis a nadie nada». Él dijo: «No existe ninguna promesa de que Él pagará nuestras deudas, —más bien, la Palabra dice: “No debáis a nadie nada”».40 Él creía profundamente que esa forma de vida era la obligación de cada cristiano y llamaba a los cristianos a arrepentirse si alguno de ellos estaba endeudado. «Si el Señor nos está ayudando, nosotros deberíamos preferir sufrir privaciones antes que contraer deudas (…) Quisiera suplicarle al lector creyente que considere este asunto en oración; porque estoy muy consciente de que vendrán muchas aflicciones sobre aquellos hijos de Dios que no actúan conforme a Romanos 13:8».41

Müller llegó al extremo de negarse a pagarle semanalmente al lechero, y acordó que sólo le pagaría diariamente.42 Él sí les pagaba a sus trabajadores un salario, pero sólo bajo el entendido de que: «si el Señor no se complace en enviar los medios necesarios en la fecha establecida para entregar los salarios, yo no seré considerado deudor para con ellos».43

Taylor nació en el año en el que Müller fundó su Institución del Conocimiento de las Escrituras. A su debido tiempo, la reputación de la fe de Müller tuvo un gran impacto en Taylor. El obituario que Thomas Champness escribió para Taylor en 1905 muestra el alcance de la influencia de Müller:

¡HUDSON TAYLOR se ha ido! Un Príncipe de Israel ha sido llevado a su hogar. Él murió en China, la tierra que amó más que a la vida. Ahora que ya no está, nosotros vamos a escuchar más acerca de él. A su manera, él fue un gran hombre, como George Müller. Al igual que él, Taylor tenía más fe en Dios que en los hombres. La Misión al Interior de China, la cual fue fundada por él, era dirigida con principios similares a los del orfanato de Bristol. Todo lo que el escritor de estas líneas le debe a Hudson Taylor nunca se sabrá.44

Bajo el liderazgo de Taylor, la Misión al Interior de China nunca contrajo deudas ni pidió dinero directamente.

La influencia de Müller sobre Taylor fue directa desde el momento en el que se conocieron:

Aunque Müller le había dado contribuciones económicas a Taylor desde 1857, parece que ellos no se conocieron sino hasta 1863, cuando Taylor llevó a Wang Laijun a Bristol para que se sentara a los pies de Müller (…) El gran anciano —que se acercaba a los 60 años, con un aspecto casi demacrado, barba blanca y cabello rebelde— le entregó dos regalos al joven. Sus lemas de vida, los cuales se convirtieron en los lemas de la MIC, fueron el primer regalo: «Eben–ezer» («Hasta aquí nos ha ayudado el Señor») y «Jehová Jireh» («El Señor proveerá»). Taylor los transcribió en chino, y los imprimió en la portada de cada número de su revista titulada China’s Millions: Yi–ben–yi–shi–er (Eben–ezer) y Ye–he–hua–yi–la (Jehová Jireh). El segundo regalo de Müller fue su sistema de contabilidad divina: cada donación que recibía tenía asignado un recibo numerado, y Müller los publicaba en orden consecutivo, de manera anónima, en ocasiones regulares.45

Por su parte, así como Müller y Taylor, Spurgeon decía que el aborrecía las deudas de la misma forma en la que Martín Lutero aborrecía al Papa. Todas las construcciones que edificó fueron hechas libres de deudas.46 Pero parece que él no adoptó el principio de no pedir fondos a los hombres de la manera en la que lo hacían Müller y Taylor. La explicación parece bastante clara. Él era un pastor con la carga de predicar y aplicar las Escrituras a su rebaño, no se trataba meramente de organizaciones paraeclesiásticas, sino específicamente de sus relaciones con las personas. Una de esas relaciones era la que tenía con la iglesia local a la que pertenecía —el Tabernáculo Metropolitano. Si algún texto que el pastor aborda involucra la enseñanza de que los miembros de una iglesia deben sostener financieramente a la iglesia, entonces el pastor no sólo puede exhortar a las personas para dar, sino que dejaría de ser fiel al texto si no los exhortara.

Spurgeon amaba a Müller como un camarada cercano a su ministerio, y como uno de sus héroes. Él tenía conversaciones constantes con Müller47 y lo llamaba su «querido amigo». Müller predicó en algunas ocasiones en el Tabernáculo Metropolitano de Spurgeon.48 Los elogios de Spurgeon hacia Müller no tenían paralelos hacia ningún otro hombre de la época. «Nunca he escuchado a un hombre que le hable a mi alma con más profundidad que el querido Sr. Müller».49 «A veces pienso que me gustaría cambiar de lugar con George Müller en el tiempo y en la eternidad, pero no conozco a nadie más de quien pueda decir eso».50

Probablemente, Taylor fue la persona a la que Spurgeon admiraba casi a la par de Müller. Pero por la naturaleza de las condiciones, la relación entre ellos no podía ser tan cercana, porque Müller estaba a sólo unas horas de distancia en Bristol, y Taylor estaba en China la mayor parte del tiempo. Sin embargo, Spurgeon llegó a cantar elogios para Taylor y la Misión al Interior de China:

Ninguna misión existente en nuestros días tiene nuestra plena confianza y nuestros buenos deseos tanto como la obra del Sr. Hudson Taylor en China. Esa obra se conduce bajo aquellos principios de fe en Dios, los cuales se encomiendan de manera muy afectuosa a lo más profundo de nuestra alma. El hombre que está a cargo es «instrumento para honra, santificado, útil al Señor». Sus métodos de procedimiento exigen nuestra veneración —y con lo cual nos referimos a algo más que nuestro juicio o nuestra admiración; y el éxito que acompaña a esa obra es tal, que anima nuestro corazón y revela el sello divino que está sobre todo ese proyecto.51

En otras palabras, el hecho de que Spurgeon no estuviera dispuesto a utilizar exactamente la misma estrategia de recaudación de Müller y Taylor no disminuyó el afecto, la admiración, y el apoyo que tenía hacia ellos. De hecho, él admiraba la fe de ellos y la estrategia que usaban.

La raíz unificadora de las finanzas renegadas

¿Por qué razón Taylor y Müller adoptaron el patrón de no pedir fondos directamente a las personas?52

Müller dio la respuesta más clara —Y esa respuesta demuestra cómo es que él junto con Spurgeon y Taylor estaban totalmente fuera de sintonía con su época. Müller dio tres razones por las cuales iba a establecer los orfanatos, y las escribió en orden de importancia:

Las tres razones principales para el establecimiento del orfanato son: 1) Que Dios pueda ser glorificado —si es que Él se complace en proporcionarme los medios— a través de hacer visible el hecho de que no es cosa vana confiar en Él; y que, como resultado, la fe de Sus hijos pueda ser fortalecida. 2) El bienestar espiritual de los niños huérfanos. 3) El bienestar temporal de ellos.53

Eso es verdaderamente impactante, y es una evidencia segura de que Müller era un extranjero y peregrino en la tierra, y de que su verdadera ciudadanía y su tesoro estaban en el cielo. La gloria de Dios era preeminente para él, antes que el bienestar temporal de los niños. El cuidado de los niños sólo era un fruto de su intención de glorificar a Dios a través de demostrar que Él es digno de confianza. Ese es el don más alto y perfecto que Müller tenía para los niños y para el mundo. Sin ese don, todo lo demás es vano.

Esa es la razón por la cual Müller administraba los orfanatos de la manera en la que lo hizo —y en ese objetivo, él era uno con Spurgeon y Taylor. Él quería dar una prueba viviente del poder y la confiabilidad de Dios, y del valor que tenía el vivir por fe y oración —sin deudas. Cuando explicó la razón por la cual nunca compraba a crédito ninguna cosa para los orfanatos, él dijo:

El objetivo supremo y principal de la obra no es el bienestar temporal de los niños, ni siquiera su bienestar espiritual (sin importar cuan bendito y glorioso sea, aunque a través de la gracia, lo procuramos y lo pedimos en oración); sino que el principal propósito es: Mostrar ante todo el mundo y ante toda la iglesia de Cristo que, aún ahora en estos días de tanta maldad, el Dios vivo está dispuesto a manifestarse como el Dios vivo, a través de su disposición constante para ayudar, socorrer, consolar, y responder las oraciones de aquellos que confían en Él: de manera que no necesitamos alejarnos de Él en busca de la ayuda de nuestros semejantes, ni de los métodos del mundo, ya que podemos ver que Él tiene el poder y la disposición para proveernos todo lo que podemos necesitar para Su servicio.54

A pesar de que pudieron existir diferencias menores entre las estrategias y las formas de aplicación, esa pasión por demostrar la fidelidad de Dios ante el mundo fue algo que unió a estos tres amigos en sus respectivos enfoques de la iglesia (Spurgeon), del cuidado de los huérfanos (Müller), y de las misiones internacionales (Taylor).

Peregrinos indígenas

Como cada ser humano que vive en el espacio y el tiempo —es decir, en una cultura y en una época en particular— Charles Spurgeon, George Müller, y Hudson Taylor fueron moldeados significativamente por el explosivo nuevo mundo en el que habitaban. Su activismo, individualismo, pragmatismo, y resistencia a los privilegios de la élite, junto con sus identidades de hombres comunes (ya que ninguno tenía un título teológico) fueron los elementos que los convirtieron en los hombres del momento. Sin embargo, ellos eran radicalmente diferentes de las multitudes incrédulas de la época.

Lo que quedará claro en los siguientes capítulos es que, a pesar de todas sus diferencias, entre ellos había una profunda camaradería de confianza en Dios. Ellos eran evangélicos en su énfasis de las Escrituras, la obra expiatoria de Cristo en la cruz, la necesidad del nuevo nacimiento y la conversión, y la energía resultante de activismo y misiones. Pero en la vida de esos hombres, el sufrimiento que cada uno soportó dio como fruto una extraordinaria confianza en la majestuosa bondad de Dios. Detrás de sus palabras de fe y de la simplicidad para confiar en que Dios cumple sus promesas hacia nosotros cada día de la vida, había una enorme visión del derecho y el poder de Dios para gobernar cada detalle de la vida, sobre el bien y el mal —sin que exista nada que pueda detenerlo.

Taylor, quien, de entre los tres, era el menos entregado a la sistematización teológica y la categorización,55 escribió una de las declaraciones más fuertes de esta convicción común. Cuando su esposa María murió después de 12 años de matrimonio, Taylor tenía la edad de 38 años. Él le escribió a su madre: «Desde lo más profundo de mi alma me deleito al saber que Dios hace o permite todas las cosas, y causa que todas las cosas obren en conjunto para el bien de los que lo aman».56 Catorce años después, a la edad de 52 años, escribió: «Así que fija esto en tu mente, que Dios es un Soberano infinito, y tiene el derecho para hacer lo que Le place con lo que es Suyo, y también tiene derecho de no explicarte las miles de cosas concernientes a Sus tratos contigo, las cuales confundirían tu razón».57

Spurgeon y Müller dijeron lo mismo en contextos similares —Müller en la muerte de su esposa, Spurgeon al momento de enfrentar los sufrimientos físicos que lo debilitaban. Ese era el fundamento unificador de su camaradería de confianza en la bondad, la gloria, y el poder de Dios. Esa sería la clave de la poderosa predicación de Spurgeon en medio de la implacable adversidad, de la satisfacción inquebrantable que Müller tenía para con Dios, y del deleite que Taylor tenía en la eterna unión con Jesucristo.

Una camaradería de confianza

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