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Imaginismo íntimo de la poesía de Kim Jong-gil

Hablar de la poesía de Kim Jong-gil es hablar del espíritu de la poesía oriental y, especialmente, de la coreana. No es que nuestro poeta haya intentado expresar el alma prototípica del pueblo coreano, sino que él mismo es un arquetipo del alma noble tradicional del Reino de la Calma Matinal. En efecto, el poeta nació en 1926 en la ciudad más ancestral e hidalga de Corea del Sur. Me refiero a Andong, cuna de tantos sabios y eruditos de la dinastía Chosun. Su vida es también ejemplar: poeta durante sesenta años, catedrático emérito de la Universidad de Corea y miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes.

Dije que la poesía de nuestro poeta era la más coreana. Esto quiere decir que es la más cósmica-universal, según la norma que dicta Goethe: lo más universal es lo más alemán. En una gota de rocío se refleja todo el cielo y el cosmos. Para comprenderlo no tenemos que acudir al panteísmo hindú u oriental, porque todos vivimos en la naturaleza o en las leyes que rigen el gran Universo. Así, la poesía de Kim Jong-gil está llena de sensaciones y sentimientos cofraternales con la naturaleza, porque ésta envejece igual que el poeta.

En el monte Chung-ryang

Adelgaza también la montaña en el otoño:

precipicio friolento del monte Chung-ryang,

levantado alto en el cielo azul marino.

Entre los pinos verdes, muy verdes,

árboles de hojas anchas se visten

de un color amarillento.

Hay también plantas parecidas a los arces:

enredaderas que van subiendo por los precipicios

o las hojas del árbol de la laca.

Oh, Monte Chung-ryang,

gran hidalgo en la primera etapa de la vejez,

que empieza a ponerse

precipitadamente flaco con el frío

debido a tanto pulirse.

Es decir, enflaquece el monte igual que yo antaño. Todos íbamos a ser reyes, sabios o taoístas endiosados. Todos nos pulimos y perfeccionamos para llegar al último grado de consumación. Si eres confusionista o budista practicarás la meditación profunda para alcanzar la gran Ley que rige el Cosmos. Y, como es natural, te hará falta mucha disciplina, mucha soledad y frío. Eso es lo que ve el poeta en el monte Chung-ryang, imagen de un estudioso confuciano que se aplica constantemente en sus ejercicios espirituales de sabiduría ancestral.

Ahora la montaña no sólo adelgaza sino que envejece. Sin embargo, la vejez no es del todo oscura: al llegar a la vejez se ven las cosas más nítidas. Nadie puede parar el curso del tiempo y el fluir de los fenómenos de la naturaleza.

Otoño

Se acerca un paso más la montaña lejana.

Se hacen más nítidos

la silueta y el claroscuro.

Ya estamos en otoño.

¡Ah, mi vida da otra vez la bienvenida

al nuevo otoño!

Sin embargo, ya son escasos mis cabellos

más delgada mi sombra:

ya queda poca luz del día.

Veamos el tono sentimental con que observa el paisaje otoñal: no se percibe mucha melancolía en el rostro del viejo poeta. Trata de comprender los desengaños del mundo y de la vida, y recobra una visión más optimista. Nuestro hombre mayor observa que le faltan muchos cabellos, que le falta la vida. Reprime sus sentimientos de melancolía, alza la vista al cielo y dice, como si hablara un labrador al declinar el día de trabajo: Ya queda poca luz del día.

Kim Jong-gil es un sabio. Sabe sobreponerse a la vejez que se avecina. No pierde la esperanza y aguarda una primavera nueva, como Antonio Machado en “A un olmo viejo”.

Primavera

Abre los ojos

una flor blanca de magnolia en un callejón,

como en un bastidor para bordar.

Al mediodía, en el aire nublado, gris,

se da la vuelta la montaña Bukak,

como si se acostara después del parto.

Como una oruga recién salida de algún capullo,

me revuelvo yo también.

Abro los ojos.

Aquí la primavera es una sala de parto; el tiempo es la cuna para nacer y renacer, y la estación es el ejemplo más señero para percibir el verdadero sentido del eterno retorno. Es verdad: todo nace y renace en la primavera de la tierra, lugar santo donde se puede esperar la reencarnación, porque se ve renacer todas las hierbas y flores.

La descripción del poeta es muy visual y objetiva. Florece una magnolia mientras la montaña parece moverse entre la neblina primaveral. El poeta mira la montaña como si hubiera sufrido un parto difícil y se recostara para descansar. El gran acierto es que él siente cómo se convierte de pronto en la nueva criatura afortunada que nace, ya en el regazo de la montaña o en otras posibilidades; recobra vigor y fuerza al ver el paisaje primaveral. No queda ahí la esperanza, desea renacer o rejuvenecer, quitándose la cárcel del cuerpo viejo que lo aprisiona.

Volvamos al punto de partida y hablemos del poeta propiamente coreano que es Kim Jong-gil. Antes que nada, se siente y reconoce oriental y así dice:

La orquídea

La orquídea occidental es esplendorosa,

pero poco fragante,

mientras que la orquídea oriental

es poco vistosa,

pero muy olorosa.

Por consiguiente, las orquídeas orientales

tienen que oler bien

aun dibujadas solamente

con el claroscuro de la tinta china,

como aquellas flores dibujadas

por el ilustrísimo Dae Won Gun,

que hace unos días vi en la sala Hoam Art Hall:

las flores florecían por encima de la mesa altísima.

El poeta Kim sabe bien que ningún pintor puede dibujar la fragancia de una flor. Sin embargo, la pintura oriental parece intentarlo, porque los pintores-poetas prefieren la orquídea como tema, dibujándola solamente con el claroscuro de la tinta china. A la pintura oriental le importa mucho el Chi (energía vital o aura) que es, al fin y al cabo, un complejo físico-psíquico de elementos vitales, que incluye olor y sabor.

El poeta no explica el modo oriental de pintar, habla de sus impresiones, de las magníficas imágenes que representan las orquídeas dibujadas por el ilustre potentado de la dinastía Chosun. Dice que “las flores florecían por encima de la mesa altísima”, lo que significa que la pintura inspira una imagen más elegante y noble que se imagina más allá de nuestra experiencia cotidiana.

Otra faceta de Kim fue la de profesor de literatura inglesa durante treinta y tantos años en la Universidad de Corea. Kim Jong-gil es un buen conocedor de la poesía inglesa y estadunidense y tiene publicados, además de una veintena de libros, un excelente artículo sobre la traducción de Cathay, de Ezra Pound. He aquí un poema que habla de la Universidad de Cambridge:

Siempre que vengo, veo

que no ha cambiado nada:

igual que antaño se encuentra la calle de King’s Parade.

Saint John’s, Trinity, Clare, King’s ...

edificios de los colegios mayores

con sus ladrillos y piedras ya roídos y decolorados.

La sabiduría y las ciencias

se convierten también en torres tan fuertes como aquellas

que se cubren con musgo, presumiendo su elegancia tan clásica.

Solamente las enredaderas marchitas y las hierbas verdes

revelan los fenómenos de la vida y la muerte

mientras en esta calle el tiempo se hace espacio

y el espacio, tiempo.

No se distingue entre mañana y tarde,

ni se notan los cambios de las estaciones:

todos están callados en el silencio de los tiempos inmemoriales.

El poeta es un enamorado de la eterna sabiduría clásica de la Universidad de Cambridge. En la vieja universidad las piedras y los ladrillos son el tiempo en el silencio de los tiempos inmemoriales, mientras las enredaderas y los musgos nos revelan la temporalidad de los seres terrestres.

Así es y ha sido la poesía de Kim Jong-gil, poeta coreano y universal al mismo tiempo. En su poesía se unen y respiran juntos Occidente y Oriente. Si la península coreana ha sido puente y punto de conjunción entre la cultura china y la japonesa, la poesía de Kim lo concreta al hacer una síntesis armoniosa de ellas en su poética.

No sólo estudia la poesía universal, también percibe el sabor universal en carne y hueso, por decirlo en términos unamunianos. El poeta Kim es intimista de estirpe romántica, porque su imaginismo no es más que un modo de asumir la gracia y los dones de la naturaleza y del universo al sentirlos íntimamente. Sabe que su cuerpo no es sino una serie de piezas orgánicas y les ruega a los “huesos de la nuca” que continúen sosteniendo su cabeza mientras dure su vida:

Huesos de la nuca

Y después de todo

¿cuántos huesos tendré en la nuca?

y ¿por qué me crujen o suenan ¡crac, crac!

los huesos de la nuca

cuando muevo la cabeza para abajo y para atrás,

en los ejercicios que hago en el patio todas las mañanas?

He vivido una vida azarosa,

tratando de no rendirme,

con el cuello bien erguido.

Y cómo habrán sufrido, mis queridos huesos de la nuca.

Ahora casi se han convertido en piezas de una máquina oxidada

a las que se les han secado los lubricantes

y crujen con un ruido lastimero cada vez que se mueven.

Bueno, tengan paciencia, aguanten un poco,

ya que todavía tienen una cosita que sostener.

Por último, debo advertir que abundan los nombres propios en la poesía de nuestro poeta. Los nombres personales y geográficos parecerán al oído occidental un poco extraños o exóticos. Sin embargo, no hay que preocuparse demasiado por no conocerlos, ya que todo se hace pájaro en el aire y porque los nombres propios se vuelven comunes, universales en la poesía, al convertirse en los símbolos de nuestra amistad y experiencia en la vida y en el mundo circundante.

Yong-Tae Min

Ya queda poca luz del día

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