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Prólogo

Al término de nuestra vida, una de las mayores riquezas que nos podemos llevar con nosotros es el amor que hemos sembrado a lo largo de nuestra existencia a través de los actos que mostramos hacia los demás y a la naturaleza, que es nuestro verdadero hogar. Todo esto es el verdadero vínculo con dios y con los demás seres. Los títulos, premios, elogios y riquezas son adornos al ego, pero en el término de la vida, lo realmente valioso es la tranquilidad, vivir sin expectativas; lo que perdurará por siempre son las buenas acciones que llevemos a cabo con nuestros semejantes y la naturaleza.

El perdón, que es la acción que nos libera de todo peso en nuestro corazón es la base para llevar una vida plena que nos hace descansar y no cargar con remordimientos innecesarios durante el lapso de nuestra vida. La muerte es lo más seguro en todos nosotros y solo las buenas acciones hacia nuestros semejantes llenan de amor y de luz y se oponen a la oscuridad e inminente cercanía de la muerte. El aprecio, el verdadero amor a nosotros mismos y el de nuestros seres queridos, será el mejor de los descansos ante la muerte. Las cosas materiales y los títulos son una herramienta para solventar una base de seguridad económica. Pero una vez que hayamos acumulado bienes para nuestra vejez, debemos tener metas u objetivos que no estén relacionados con la riqueza, algo aún más importante: esparcir alegría, amor, optimismo, sueños de la niñez. El pensar solo en la riqueza, en lo material, suele convertir al hombre en un ser retorcido que no valora las cosas que le han costado, como el amor de los nuestros, nuestro hogar, la naturaleza, nuestro cuerpo, nuestra salud, etcétera.

Dios nos ha creado un camino en el cual podemos sentir el amor en el corazón en cada uno de nosotros hacia nuestros hermanos y el mundo donde vivimos; no la ilusión construida por la fama, el ego, el dinero, que son cosas que uno no se puede llevar en la muerte, y que en cambio se dejan en manos de gente que a veces no las valora, y al no haber trabajado para tenerlas, no las merece. Esos bienes a veces enferman a quien las recibe si no se está preparado. Al morir, lo único que se lleva son los recuerdos que fueron fortalecidos por el amor y las buenas acciones hacia nuestro semejante y hacia la naturaleza, que es nuestra casa. Esa es la riqueza verdadera y el vínculo con dios que te seguirá, te acompañara, te dará fuerza y luz para seguir adelante. El amor de dios no tiene límites, y quien lo predique a cada momento y en cada lugar, tendrá siempre su compañía, muévete con esa fuerza tan poderosa y todos tus objetivos se verán alcanzados desde tu corazón y en tus manos. Atesora el amor por tu familia, por tus hijos, tus nietos, por tus amigos, trátalos bien, con cariño, y cultiva el amor con todo ser viviente que te encuentres a tu paso.

Para encontrar a dios en nuestra vida no es necesario ir a una iglesia, lo encontraremos al hacer un gesto noble hacia los demás, en el amanecer, en la mirada tierna de tus hijos, al mirar un atardecer en el mar o con el cantar de las aves, detrás de cada buena acción estará él con nosotros; la oración y la intención son el primer paso, después viene la acción de amor y, por último, el agradecimiento, siempre agradecer por todo los dones recibidos hacia nuestro creador y a todo aquel que nos haya tendido la mano en la época que los necesitamos.

En nuestras relaciones cotidianas buscamos momentos felices, pero estos a veces no llegan, y ­cuando lo hacen, observamos que los sucesos de la vida, la gente, no son como queremos. Nos rodeamos de bienes materiales, nos relacionamos con gente, y muchas veces nos seguimos sintiendo vacíos. Es un círculo vicioso que la mayor parte del tiempo pasa toda una vida vegetando impidiéndonos sentirnos satisfechos de nuestra vida. Olvidamos o no conocemos el potencial de nuestro poder mental interior, es ahí donde se fabrica nuestra vida, en la cual nos la pasamos buscando la felicidad plena, la satisfacción de nuestra existencia y muchas personas mueren frustradas porque nunca encontraron su felicidad, es como un jinete que busca su caballo y está sentado en el.

El problema es que desvaloramos el poder de nuestra propia mente, no sabemos utilizarla en nuestro beneficio, no nos conocemos a nosotros mismos; vivimos como la sociedad nos dicta, a base de explotación comercial en la que nos enseñan que la felicidad se basa en tener, comprar, y satisfacer deseos materiales y carnales.

Son pocas las veces en que prestamos atención a nuestro ser interior, muchas veces sentimos miedo en conocerlo, nos dejamos guiar por lo que fingimos ser, tratamos de buscar la felicidad en las cosas superfluas, en satisfacer nuestro ego. Pasamos la vida buscando nuestro bienestar en bienes materiales, y al final, nos damos cuenta que estuvimos equivocados. ¿Por qué no analizar esto cuando estamos en la plenitud de la vida, hacer un análisis de nuestra vida hasta ahora y lograr el cambio? Lamentablemente eso es muy difícil, para muchos de nosotros el cambio significa haber caído a los más hondo, mucha gente no cambia a menos que sienta la necesidad, y para sentir esa necesidad tienen que sufrir la perdida de algo importante, valores que no se pueden reponer, como el tiempo, la salud e inclusive nuestros seres queridos.

El cambio en la mentalidad se puede lograr modificando nuestra forma de pensar, así de sencillo. Lo difícil es convertirlo en un hábito. La mente es como un potro sin domar que cada uno de nosotros llevamos dentro; necesitamos conocerla y aprender a manejarla para que trabaje a nuestro favor y podamos disfrutar los beneficios de una mentalidad sana y positiva.

Muchas de las veces la vida la vivimos sin control, actuamos por impulsos, por costumbre, sin una idea clara de lo que deseamos. Vamos enfrentando la vida conforme se nos presenta y la mayoría del tiempo actuamos por intuición propia, sin metas determinadas, sin saber utilizar como es debida esa poderosa arma que es nuestra mente.

El poder de la mente se manifiesta ­actualmente con la modernidad de la tecnología, a través de las imágenes de un teléfono celular o una computadora, en veces desestima la presencia física de las personas o el hablar de manera directa. Los mensajes, correos, ­WhatsApp, Facebook, etcétera. Hacen que las relaciones directas físicas se sustituyan por este tipo de adelantos tecnológicos y costumbres anteriores, como los festejos y las charlas personales, cambiado por mensajes de videos o fotografías. De ahí es como entendemos el valor de los pensamientos que también son imágenes, pero en lugar de reproducirse en pantallas se forman en la propia mente, este tipo de imágenes nos sugestionan y, a veces, nos hacen actuar de una manera que no entendemos, pero a eso se le llama autosugestión. Cambia tus pensamientos y cambiará tu vida. La vida misma, con la tecnología y el internet, se relaciona con la información, la que queramos para nosotros la encontraremos según nuestra elección. Existen buenas, malas o regulares, solo basta tener en claro qué es lo que queremos y estará a nuestro alcance con solo desearlo, de nosotros depende, así como de nuestras metas, de nuestro corazón, de nuestros principios, de nuestro autocontrol, y del amor a nosotros mismos y a hacia los demás. El poder del amor es la fuerza más grande y poderosa, y en cada acción de amor hacia el prójimo, hacia la naturaleza y hacia nosotros mismos se manifiesta el poder universal de dios, no necesitamos ir a algún templo a rezar, ni leer una infinidad de libros. No necesitamos una creencia religiosa. Necesitamos realizar o plasmar algo positivo para los demás, realizar y finalizar tareas que causen algún beneficio a quien más lo necesita, en pro del bienestar de nosotros y del hogar en el que vivimos, con amor, sembrando esa semilla en futuras generaciones, eso es lo que necesita el mundo. Ahora que si nos apegamos a una religión que predique amor por nuestros semejantes, y la ejercemos libremente, nos hará bien la creencia de un dios como una fuerza de amor universal y aplicar dicho amor en cada acción de nuestra propia vida, promulgando un ejemplo hacia nuestras futuras generaciones.


«No llores por lo que perdiste, lucha por lo que te queda… no llores por lo que ha muerto, lucha por lo que ha nacido en ti… no llores».


«Por quien se ha marchado, lucha por quien está contigo… no llores por quien te odia, lucha por quien te quiere. No llores por tu pasado, lucha por tu presente. No llores por tu sufrimiento, lucha por tu felicidad. Con las cosas que a uno le suceden vamos aprendiendo que nada es imposible de solucionar, solo sigue adelante…»

PAPA FRANCISCO


«No existimos para nosotros mismos y solo cuando estamos plenamente convencidos de esta realidad. Empezamos a amarnos adecuadamente y por lo tanto, a amar a los demás ¿Qué quiero decir, en primer lugar, desear vivir, aceptar la vida como un don grandioso y un bien inmenso, no por lo que nos da, sino por lo que nos permite a nosotros dar a los demás».

TOMAS MERTON


Mi legado

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