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La importancia de saber lo valiosos que somos

«Lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros».

Jean-Paul Sartre

¡Pasar desapercibido no es opción!

Eres importante para mucha gente, eres un motivo de alegría para tu familia y tus amigos, eres útil para la sociedad; de hecho, incluso aquellas personas que no son de tu agrado tienen virtudes y son tan importantes como tú. Pero estos conceptos en realidad ya los sabes… lo que pasa es que tal vez no los sientas, y es eso lo que necesitamos modificar, porque no es lo mismo solo saber que saber, sentir y actuar.

Considero que una base firme para empezar a sentir lo importante que somos es tomar conciencia del trabajo que requiere la evolución de la vida para que cada uno de nosotros esté aquí, con nuestras características únicas, específicas y especiales. Resulta asombroso todo lo que ha tenido que acontecer a lo largo de esta evolución, todas las «causalidades» que se han tenido que tropezar y, más aún, todas las vidas que han tenido que existir. Si lo piensas detenidamente, reconocerás que todo esto es de una magnitud inconmensurable…, entonces…

¡Pasar desapercibido no es una opción!

Honrar a mis antepasados es mi deber; incluso si no han sido lo que me hubiese gustado o necesitado que fueran, porque nada cambia el milagro de la vida y la evolución.

Para estar hoy aquí presentes, cada uno de nosotros ha necesitado: 2 padres, 4 abuelos, 8 bisabuelos, 16 tatarabuelos, 32 trastarabuelos, 64 pentabuelos, 128 hexabuelos, 256 heptabuelos, 512 octabuelos, 1024 eneabuelos2; este es un total de 2048 ancestros a lo largo de 10 generaciones. ¿Lo pueden imaginar?, cuántas pruebas, momentos de ansiedad, incertidumbres, dolores por superar y, simultáneamente, cuánta esperanza, voluntad, esfuerzo, alegría y, por supuesto, ¡cuánto amor! Todo esto es parte del registro existencial de cada una de estas vidas que son parte de mi legado vital, lo que además explica por qué no elegimos lo que somos, ¡pero sí elegimos lo que queremos llegar a ser!, afirmación clave que se irá desarrollando paso a paso a lo largo de esta biografía de vida.

Para delimitar todo este legado genealógico, nos remontaremos solo a mis tatarabuelos Giovanni Croda y Giovanni Morando y sus respectivos hijos, el bisabuelo Gioachino y el bisabuelo Pablo.

Gioachino nació en 1874 en Lentiai, una localidad de la provincia de Belluno, en la región del Véneto. Era un período político muy complejo durante el cual se privatizaron las tierras confiscadas a la Iglesia, lo cual llevó a la miseria de los sectores más débiles de la sociedad, en especial a los campesinos y pequeños proletarios agrícolas, que finalmente se alzaron en lo que serían las primeras huelgas agrícolas en Italia mientras que la presión fiscal aumentaba3. Para 1880, la situación de los pequeños propietarios y arrendatarios de la producción septentrional era insostenible debido a factores tanto nacionales como internacionales, y la mejor alternativa que encontraron muchos italianos fue emigrar.

Paralelamente, como una gran puerta de esperanza, entre 1880 y 1890, debido a diferentes situaciones que ocurrieron luego de las guerras de independencia en América, entre ellas la necesidad de repoblar o fortalecer la población de algunos de los nuevos países, surgen los proyectos de inmigración europea hacia América.

Uno de los países que aprobó un proyecto de colonización agrario fue México, dando prioridad a italianos, austriacos y helvéticos. Para asegurar el éxito de estas colonias, el Gobierno mexicano seleccionó cuidadosamente a los posibles inmigrantes, con quienes firmó contratos que contemplaban que recibieran donaciones de tierra por parte de Gobierno mexicano4, siempre y cuando cumplieran las rígidas condiciones establecidas con el propósito de evitar una emigración masiva. Es así que los nuevos colonos debían ser ciudadanos que tuvieran dominio del trabajo agrícola y ganadero, ser católicos y además fuertes y sanos5; y también se establecían algunos valores asignados por el gobierno de turno que estaban de acuerdo con los del nuevo proyecto político de la nación. Parte de estos valores se identificaban con los de la familia de Giovanni y Gioachino, valores que heredé.

El colono ideal era un padre de familia, robusto, casi congénitamente honrado, embebido de un amor sin descanso por el trabajo, privado de ambiciones políticas, respetuoso de la autoridad y muy hábil en el arte de extraer prosperidad de una tierra obstinada6.

Ante esta perspectiva. y la inminente necesidad de mejorar la calidad de vida de su familia, en 1881, Giovanni toma la decisión de aventurarse con su grupo familiar, un total de quince personas. Es así como, después de firmar el respectivo contrato, se embarcaron rumbo a Veracruz, en México, la tierra prometida.

Al llegar a Veracruz, mi tatarabuelo y su familia fueron defraudados por las autoridades locales, que no cumplieron con lo establecido en los contratos y no les otorgaron las tierras establecidas. El tatarabuelo no tuvo más opción que ofrecer su trabajo como jornalero a una de las familias beneficiadas, y así, él y su familia empezaron a formar parte de la comunidad del rancho El Refugio.

Las habilidades de liderazgo de Giovanni no tardaron en manifestarse, ya que no solo promovió la agricultura sostenible y de autosubsistencia, sino que además impulsó la construcción del templo, la casa de la comunidad (albergue para tres familias necesitadas) y un trapiche para la molienda de la caña de azúcar.

Mi tatarabuelo fue un visionario, ejemplo de valentía, entusiasmo, cooperación, fortaleza y generosidad, cuyas enseñanzas trascendieron a sus colaboradores, logrando una valiosa cohesión en la colonia Manuel González a la que pertenecía la congregación del rancho El Refugio. Todos estos resultados se logran gracias al apoyo de sus hijos, especialmente el de mi bisabuelo Gioachino, con quien trabajó hombro a hombro.

Gioachino, sin duda, heredó de su padre el amor al trabajo, al igual que sus valores, puesto que destacó, junto con sus hermanos, como un jornalero y comerciante responsable y justo, cuyo ingenio, generosidad y altruismo lo llevaron a buscar el bien de la comunidad y la familia. Al igual que Giovanni, tuvo como norte la agricultura sostenible para el máximo aprovechamiento de las tierras, destacando en cultivos como el café, la caña y el maíz.

En 1897, Gioachino contrajo nupcias con Regina Zanatta Manica, con quien tuvo siete hijos, entre ellos, mi abuelo Gabriel Croda Zanatta, nacido en Huatusco en 1899.

En 1910, se inicia la Revolución mexicana, un movimiento contra la desigualdad y el maltrato a los más desfavorecidos exigiendo el reparto de tierras a los más necesitados; sin embargo, no tardó en convertirse en un conflicto armado que se extendió por muchos años, en el cual murió mucha gente inocente y ajena a este problema7. En el año 1913, entre ataques y saqueos por parte de los caudillos de la Revolución, Giovanni y Gioachino perdieron trágicamente la vida defendiendo su familia y sus bienes.

Como resultado de esta pérdida, mi abuelo Gabriel y sus seis hermanos, quienes trabajaban la tierra, se convirtieron en el sostén del hogar y de su madre. Buscando alternativas, Gabriel comenzó una exitosa carrera como comerciante y se asoció con un primo suyo; incluso obtuvo un crédito por parte de la Casa Manica, lo que le permitió crecer cada vez más en el negocio de la comercialización. En este contexto aparece el señor Aguirre, un hombre de avanzada edad quien se hace cliente y amigo de Gabriel. El día que Gabriel cumplió veintitrés años, el señor Aguirre le ofrece en venta su rancho destinado a la agricultura y la ganadería donde, además, había iniciado cultivos de piña.

Con gran esfuerzo y trabajo, mi abuelo Gabriel logró pagar el rancho en tres años, no en los cinco inicialmente pactados, además pudo comprar más tierras y expandir el cultivo de piña y la crianza de ganado. Estas experiencias, sumadas a los valores heredados y construidos, salieron a relucir cuando conoció al señor Manuel Nieto, un español que le propuso crear una sociedad para la compra de terrenos, ganado vacuno y caballos pura sangre. A partir de esta sociedad, Gabriel logró tener su propia ganadería de registro y cuadras de finos caballos pura sangre aptos para carreras.

Parece increíble cómo mi abuelo Gabriel, sin saber leer y escribir, llegó a crear junto a este socio capitalista uno de los imperios más importantes en la región.

Una vez cumplida sus responsabilidades como hijo, y habiendo ayudado a sus hermanos, a la edad de treinta y tres años, Gabriel se casó con Rosa Manica Zucoloto, quien no era nada más ni nada menos que la hija del dueño de la Casa Manica, donde por azares de la vida, el abuelo se había iniciado como arriero. Rosa y Gabriel tuvieron siete hijos, uno de ellos Jorge, mi padre.

Habiendo alcanzado la opulencia, Rosa y Gabriel quisieron darles a sus hijos, sin ningún esfuerzo por parte de ellos, todo lo que ellos no tuvieron y además en exceso. Todos los hijos de Gabriel optaron por una vida en la ciudad, excepto Jorge, mi papá, quien continuó disfrutando del trabajo en el campo, aunque ya con un comportamiento y actitud diferentes a las de sus antepasados. El abuelo Gabriel, al ver este comportamiento errático en su hijo, tomó una sabia decisión y lo envió a un internado en Puebla, donde Jorge redescubrió su empatía y habilidad para interactuar con las personas, por lo que no tardó en convertirse en líder estudiantil y ayuda para los maestros.

Cuando Jorge regresó a Veracruz era un ser distinto de aquel que se había ido, puesto que evidenciaba un notable cambio de actitud con quienes trabajaban en el rancho; mi papá había empezado a mostrar su calidad humana.

Jorge se inscribió en la escuela de veterinaria; sin embargo, a los dos años su padre, mi abuelo Gabriel, enfermó, y tuvo que dejar la academia para hacerse cargo de los ranchos y seguir enviando dinero a sus tres hermanos para que continuaran estudiando en Monterrey; además, ellos no querían volver al campo y alargaron lo más que pudieron sus estudios. Jorge finalmente los persuadió a regresar ofreciéndoles la posibilidad de crearles negocios donde pudieran ejercer sus carreras como si estuvieran en la ciudad. Es así como a través de las concesiones alcanzadas por el abuelo para la distribución de cervezas, agencias de carros y tiendas de abarrotes, los tíos decidieron retornar a Veracruz.

Lamentablemente, en lugar de aprovechar las oportunidades, los hijos de Gabriel derrocharon lo que con tanto esfuerzo había construido su padre, quien para evitar fracturar la buena relación que siempre mantuvo con su socio, el señor Miguel Nieto, con mucho dolor, le pidió que disolvieran la sociedad. Era el año 1963.

1963 fue un año que marcó un antes y después en la familia Croda.

Se disolvió la empresa que con tanto esfuerzo habían hecho florecer el abuelo Gabriel y su socio, sus hijos perdieron sus negocios, murió la abuela Rosa, pero, al mismo tiempo, trajo algunos regalos, como el matrimonio de mis padres y mi nacimiento, lo que ayudó a mi abuelo Gabriel a superar un cuadro depresivo, recuperando la alegría y el propósito de seguir avanzando en la vida.

Me convertí en el nieto favorito; incluso cuando mis padres se mudaron lejos de la casa del abuelo, él continuó buscándome cada fin de semana para compartir conmigo sus pasiones: los caballos, el ganado, el cultivo de la piña y del bambú, aspectos que influyeron positivamente en mí y así, finalmente, me convertí en su aprendiz y pupilo.

Nunca se me olvidó una de las frases del abuelo: «Hay que saber hacer para mandar».

Pasados cinco años de la muerte de la abuela Rosa, el abuelo Gabriel rehízo su vida sentimental, hecho que fue abiertamente rechazado por la familia. Ante esta situación, en ese momento el abuelo Gabriel decidió otorgar algunos de sus ranchos en herencia a todos sus hijos menos a Jorge, mi papá, a quien, por su gran espíritu de trabajo y conocimiento de los ranchos y la dinámica económica de estos, le cede la administración de los demás ranchos, los cuales pasarían a su poder como herencia tras su muerte. Así quedó estipulada cómo sería la repartición.

En noviembre de 1978, cuando yo tenía quince años, falleció mi abuelo Gabriel. Él había expresado verbalmente su deseo de que yo administrara la caballeriza de Ylan Ylan; sin embargo, ni mi padre y ni mis tíos respetaron esta última voluntad de mi abuelo Gabriel. En ese momento, a pesar de mi juventud y del profundo dolor que estaba sintiendo, asumí esa injusta decisión de mi familia con una actitud paciente, prudente y de aprendizaje, así que tomé como la mayor herencia todas las enseñanzas recibidas de mi abuelo, pero en especial todo el amor recibido…; ¡tanto amor no tenía precio para mí y era la mayor riqueza que puede ser otorgada!

Mi padre había llevado hasta ese momento una vida de liderazgo, trabajo y relaciones sociales que lo llevaron a ser muy querido y respetado. Desafortunadamente, era un ser de luz en la calle y de oscuridad en su hogar. Las sombras creadas por decisiones erráticas lo llevaron a su deterioro físico, mental y espiritual, además, una depresión a raíz de la muerte de la abuela lo había conducido al alcoholismo.

Finalmente, en 1995, mi padre falleció víctima de un infarto fulminante.

De la historia matrimonial de mis padres comprendí lo que significan algunas sombras y cómo estas pueden afectar las relaciones, y como se expondrá más adelante, aprendí también a darles luz.

Mientras tanto, en otros bosques, en otras hojas y en otras flores...

Aunque son pocas las memorias que se tienen de mi familia materna, sabemos que son muchos los valores que coinciden en las dos ramas de mi árbol genealógico.

En 1861, el tatarabuelo Giovanni Morando Rochetti llegó desde el Piamonte (Italia) a Comoapan (Veracruz, México), con la intención de buscar proveedores de tabaco para exportar este producto a Europa. Al cabo de un tiempo, estableció sus propios cultivos de esta planta, demostrando habilidad, ingenio, astucia, capacidad de riesgo y valentía para incursionar en un medio desconocido y con limitantes como el idioma.

El tatarabuelo Giovanni se casó con Agustina Santos Camacho y tuvieron seis hijos. En 1869, nació en Comoapan el bisabuelo Pablo Morando Santos, el hijo mayor. Ambos, padre e hijo, trabajando juntos expandieron sus riquezas, y con esfuerzo, creatividad y deseos de innovación, incursionaron en el cultivo de la caña de azúcar y la ganadería.

Pablo se casó con Luz María Sinta y tuvieron seis hijos, siendo el menor de ellos mi abuelo, Roberto Morando Sinta.

Roberto también trabajó con su padre, pero era muy bonachón, así que ni él ni sus hermanos comprendieron el valor del esfuerzo, acabando con el patrimonio de su padre sin dejar herencia para la próxima generación.

Roberto se casó con Araminta Turrent Artigas, con quien tuvo nueve hijos, entre ellos a Luz María Morando, mi madre, en 1940. En 1942, Roberto y Araminta partieron a Veracruz en busca de nuevas oportunidades para la familia. Una vez establecidos en esa ciudad, se iniciaron con una tienda de abarrotes; posteriormente, el abuelo se dedicó a trabajar como agente de migración. Curiosamente, murió en 1963.

Luz María Morando, con el apoyo de su padre, había logrado terminar sus estudios como contadora privada y ejerció su profesión hasta que contrajo matrimonio con mi padre, y juntos tuvieron tres hijos.

Cuando las aguas convergen…

Es curioso descubrir la abundancia de coincidencias que existen entre mis familias paterna y materna, aunque la ascendencia italiana de mi madre no se descubrió sino hasta hace solo quince años, que es desde cuando conocemos los pocos datos de su historia.

Recapitulando lo narrado, solo queda resaltar que son muchos los valores positivos que se pueden destacar del árbol genealógico de mis antepasados: la valentía, la cooperación, el liderazgo, la perseverancia, la constancia, el optimismo, el entusiasmo, la humildad, la amistad, la generosidad, la incursión, la innovación, la curiosidad, la confiabilidad, la adaptabilidad, el respeto, la fortaleza y la paciencia, entre otros, pero los más importantes son el amor al trabajo y el agradecimiento.

Por eso, hoy reconozco y agradezco llevar dentro de mí ese legado, en especial los valores incorporados y practicados, e igualmente reconozco que lo que soy y el éxito que tengo son gracias a todo lo que cada uno de mis ancestros vivió y me dejó como herencia de vida, porque sin ellos no tendría la oportunidad de reconocer mis propios valores y las enseñanzas que aplico en y a mi vida.

È il mio cavallo di battaglia…

De los valores de mis ancestros siempre digo: È il mio cavallo di battaglia, frase popular italiana que significa que estos valores son mi fortaleza, porque me hicieron sentir que la mejor manera de honrarlos y recordar sus orígenes era haciéndome italiano, y lo conseguí gracias a un programa creado por el Gobierno italiano para que las familias que habían emigrado pudieran adquirir la ciudadanía.

Mis hijos y yo ya somos legalmente italianos, y hemos podido viajar y caminar los mismos caminos que mis ancestros recorrieron, cerrando así un círculo de enseñanza, aprendizaje, evolución, fe, esfuerzo y amor.

!Grazie Italia, ti porto nel sangue!

Históricamente, estos son los orígenes de GROW, porque heredé los valores y sentimientos de Gratitud, Respeto, Oportunidad y Bienestar. Es así que, con estos obsequios de mis antepasados, unidos posteriormente a mi experiencia de vida y de formación, que se consolida GROW.

22 Anexo: Nomenclatura de parentesco español Recuperado el 08/07/2021 https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Nomenclatura_de_parentesco_en_espa%C3%B1ol

33 Moyano E., Eduardo (1974). Sindicalismo y política Agraria en Europa. Serie Estudios. Madrid: Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, p.

44 Berninger, Dieter G. (1974).. La inmigración en México, México (1821-1857). México, D. F.: Secretaría de Educación Pública, SepSetentas, 144, pp.

55«Inmigración italiana en México». En: Italianos en América 21. http://italianosenamerica.blogspot.com/2015/05/inmigracion-italiana-en-mexico.html. Del 5 de mayo de 2015.

66 Berninger, Dieter G. (1974). La inmigración en México (1821-1857). México, D. F.: Secretaría de Educación Pública, SepSetentas, 144, pp.

77 20 de noviembre de 1910, el día que comenzó la Revolución Mexicana.

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