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INTRODUCCIÓN

La tercera ola de la pandemia ha golpeado a nuestro país, España, con la fuerza de un tsunami, disparando las tasas de contagios, causando miles de muertes y poniendo otra vez al límite la presión en toda la red hospitalaria.

En este escenario, en lo personal, todas las medidas de precaución y prevención que desde el primer momento adoptamos como familia y que nos permitieron eludir los contagios durante las dos primeras olas, resultaron estériles en esta tercera ola y el virus entró con fuerza de un día para el otro en nuestro hogar, donde convivimos con mi esposa Miriam y tres de nuestros hijos adultos. Y también en el hogar de nuestro hijo mayor, con su esposa e hijos. Los análisis arrojaron los primeros positivos y pronto empezaron a manifestarse en todos los miembros de la familia algunos síntomas comunes, como pérdidas de olfato y sabor, cansancio, fiebre, etc.

Gracias a Dios, toda la familia superó la enfermedad con síntomas leves y, tras cumplir los preceptivos días de aislamiento y cuarentena, pudieron volver gradualmente a la normalidad y sin ninguna secuela.

Todos, excepto yo. El 28 de enero de 2021, tras dar positivo, con una tos seca persistente y con fiebre por encima de los 38ºC, se me diagnosticó “neumonía bilateral con predominio del hemitórax derecho e hipoxemia” (baja saturación del oxígeno en la sangre).

Ingresado originalmente en el hospital más cercano a mi municipio, conocí y padecí en carne propia la realidad del colapso hospitalario, la falta de camas, y de los recursos más elementales para atender a pacientes Covid-19. En esas condiciones de insalubridad recibí los primeros cuidados médicos hasta que fui trasladado, 48 hs. después, al nuevo hospital para pandemias, Enfermera Isabel Zendal, en Madrid, donde permanecí 14 días, seis de ellos en terapia intermedia, la antesala de la UCI[1] adonde, gracias a Dios, no necesité ser trasladado.

Tras mi llegada a este hospital, desde el día siguiente, el 31 de enero, empecé a escribir un breve informe diario por Whatsaap dirigido a mi familia, hermanos de la congregación de la que soy pastor, compañeros de trabajo en la Federación evangélica, y a amigos que preguntaban por mí y que me sostenían con sus oraciones. En ellos les contaba detalles sobre los avances y/o retrocesos en mi evolución clínica, observaciones sobre los cuidados médicos y asistenciales que recibía, etc. También les contaba cómo me sentía y cómo estaba viviendo el proceso a nivel emocional y espiritual. Tanto el estilo de estos informes, como sus contenidos, estaban pensados para ese pequeño grupo de destinatarios íntimos a los que abría mi corazón con la mayor honestidad y libertad.

El caso es que la lista de amigos destinatarios de esos informes fue creciendo lentamente a medida que crecían los que preguntaban por mi estado, ya que me resultaba práctico, y a ellos más completo, enviarles esa información detallada sin tener que escribir a cada uno.

Entonces, algunos de ellos empezaron a pedirme permiso para compartir esos informes con amigos o familiares que estaban hospitalizados, pasando por la misma situación que yo, pensando que mi experiencia podría serles de provecho y de ánimo. Otros, para compartirlos con redes de oración que estaban pidiendo a Dios por mi salud, a fin de saber cómo orar. Desde ese momento perdí el control del alcance de esos mensajes de Whatsapp, pero supe que al menos estaba llegando a otros países fuera de España.

Las reacciones de muchos amigos, familiares y pastores colegas me sorprendieron y me emocionaron hasta las lágrimas. Creyentes y no creyentes me enviaban mensajes en los que me agradecían las reflexiones y me expresaban el ánimo y el bien espiritual que estaban recibiendo a través de ellas.

Los creyentes, entre ellos varios pastores amigos, me decían que mis reflexiones les estaban llegando al corazón y que las esperaban cada mañana para leerlas en sus tiempos devocionales, de oración y meditación bíblica. Uno de ellos, el primero, me sugirió que debía publicarlas en un blog público. Otros, que tenía que darles forma de libro. Me pareció un poco excesivo en ese momento y no lo tomé en serio. Pero en los días siguientes, varios amigos que no se conocen entre sí me insistieron en lo del libro de forma seria y con argumentos que, finalmente, terminaron por convencerme.

El resultado es este pequeño libro, cuyo contenido principal es el texto íntegro y sin adaptaciones de los 15 informes que componen ese diario íntimo y personal. Lo publico venciendo mi pudor, con la esperanza de que pueda ser de bendición para los lectores que puedan sentirse de alguna manera identificados conmigo, especialmente a aquellos que al recibirlo puedan estar convaleciendo en la sala de un hospital.

Madrid, 15 de febrero de 2021

[1] UCI: Unidad de cuidados intensivos

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