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Prefacio

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Este libro debió haber visto la luz hace varias décadas. Si recuerdo bien, en 1975 se publicaron mis primeros versos, en una humilde edición mimeografiada, y gracias a nuestros mentores Fresia Salinas y Audito Gavilán, maestros y guías, que en ese entonces estaban a cargo de la biblioteca del liceo de hombres N°1 Pablo Neruda de Temuko. Y digo nuestros, pues, en ese tiempo, fuimos José María Memet y Gustavo Becerra, las voces juveniles de la poesía que, en medio de tanta muerte, trajimos un destello de luz con el que pretendimos iluminar la noche oscura que nos cayó desde el infierno. Ellos siguieron la luz de sus versos y son, hoy día, voces máximas de la poesía chilena. Yo me hundí por completo en la oscuridad de la lucha clandestina contra la dictadura, sacrificando mis versos para elaborar y multiplicar las consignas de la resistencia.

Sin embargo, no dejé de escribir. Nadie supo de mis versos, salvo ellas. Y las circunstancias que, día tras día y noche tras noche, me tuvieron, siempre, al borde de la muerte.

Este libro es un tributo a esa muerte que no fue. Y a los dioses que me permitieron la vida para llegar hasta acá. Como dijese José María Memet, estos versos son un ajuste de cuentas con mi historia, con mi época, con mi lucha. No solo contra mis torturadores o perseguidores. Son también un ajuste de cuentas para con los caminos que anduve, las fronteras que crucé, las gentes de arcilla y viento que saludé en las alturas andinas. Es de lo que habla el primer poemario y que da nombre a esta obra: «De nostalgias y caminos».

En el poemario «De noches y lluvias», he plasmado mis días vividos en la ciudad de Villarrika, un lugar de tránsito en la lucha; momentos preparatorios de nuevas tareas que me trajeron una sinfonía interminable de nieve, frío, versos, amor y amigos. La noche, cómplice del insomnio, me apuntaba con su dedo oscuro y se reía de mí a la distancia. En Villarrika comenzó otro camino que recorrer, armado de lienzos y consignas.

«Compañeras: lunas y estrellas de esta revolución en marcha» está dedicado a ellas, compañeras que me amaron, protegieron y cuidaron. Que arriesgaron, también, sus vidas para ocultarme, alimentarme y protegerme en Temuko, Concepción, Santiago, Puente Alto, Rancagua, Villarrika, Mendoza, La Paz, Ciudad de México, Mérida, Cholul. Algunas nunca supieron siquiera mi nombre, fui solo pasajero de una noche en sus sábanas. Tampoco recuerdo sus nombres. Otras fueron maestras de amor, etiqueta y conspiración: mis mejores versos dibujados en sus frentes, sus párpados, sus pechos. No me premiaron como poeta, pero en sus labios y ojos, vi esa luz que no requiere premios. Ellas fueron los premios e inspiradoras de estos versos. Otras fueron hermanas y compañeras en la lucha. De todas ustedes habla este poemario.

En «Vida y muerte en el WallMapu: miseria del Estado de Chile», ensayo la más dura crítica a la injusticia, etnocidio y guerra permanente del Estado chileno contra los mapuche. El WallMapu es, literalmente, la miseria del Estado chileno. La miseria del lucro que justifica el etnocidio. Un Estado que miente, que asesina; que atropella permanentemente y sistemáticamente los derechos del Pueblo Mapuche. Cercados y acorralados por plantaciones de pinos, eucaliptus y por la codicia forestal de los empresarios, esa oligarquía que ha desplegado toda su prepotencia y sus fuerzas armadas contra la gente de la tierra que resiste y lucha por su vida. Miles de muertes a lo largo de la historia, en dictadura y «democracia».

En «Miscelánea oscura», el quinto poemario de esta antología, camino entre lo físico y lo metafísico, abriendo una puerta sutil a las claves de lo cotidiano, aspirando -desde una pequeña cabaña de pobre-, tocar las puertas de lo trascendente.

«El manifiesto kaótico naranja», es un canto de esperanza de quien derrotó la tortura, el exilio y la muerte. Un himno de luz y alegría, de quien tomó la responsabilidad de seguir viviendo y luchando en nombre de los miles que murieron; superando la derrota y rearmándose de moral, de razón, de verdad. Una invitación a seguir la lucha, a no transar, jamás, con el abuso, la corrupción, la inmoralidad; a ostentar, siempre, «en la frente honrada, ese cinto de luz», como dijese Martí.

Para todas y para todos.

Jorge Alejandro Neira Rozas

De nostalgias y caminos

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