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Introducción

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La consonancia “información = poder”, es una ecuación o regla que tenían perfectamente clara los escribanos. Eran conscientes del valor que tenían los documentos por ellos custodiados y generados, en el entorno de una sociedad con una gran mayoría de analfabetos y con unos niveles culturales raquíticos, muy lejanos a la realidad de nuestros tiempos, donde la información y el conocimiento llega a superar la capacidad de asimilación por parte del ser humano.

Sin embargo, nada más lejano en la sociedad del Antiguo Régimen, donde la información es poder, nadie mejor que los escribanos tenían ese privilegio, nadie como ellos tenían ese concepto global de la sociedad en la que convivían. Su constante e indispensable presencia en la vida cotidiana de villas, pueblos y ciudades lo hacían una figura indispensable. Estaban presentes en la administración. Su firma rubricaba actas del cabildo y expedían cuantos documentos el municipio o las Chancillerías o cualquier organismo burocrático tenían necesidad. Estaban presentes en las instituciones, cofradías, gremios y sociedades. Pero, además, sería imposible el funcionamiento diario de la sociedad sin su presencia. Por sus pupitres pasaban arrendamientos, compra ventas, testamentos, particiones, obligaciones y contratos de todo tipo. Se expedían poderes a procuradores o a terceros, en definitiva la figura del escribano era uno de los pilares fundamentales de la sociedad castellana, al que todo el mundo acudía para solventar sus negocios y sus necesidades.

El escribano no solo era el redactor de documentos entre partes. La justicia municipal le da un papel importantísimo. Además, era el responsable de la custodia del archivo del oficio en el caso de los escribanos de número, circunstancia vital que acentúa ese poder de esta institución, ya que expedirá copias de escrituras y documentos y será fundamental, por ejemplo, a la hora de realizar las particiones, ya que estas tenían que realizarse ante el escribano u oficio donde se había otorgado la última voluntad. No se podría llegar a entender la sociedad de la Edad Moderna sin la presencia del escribano.

Pero en una sociedad como esta, además, tenemos que tener en cuenta un factor fundamental, la tremenda diferencia de grupos sociales. A los escribanos no acudía cualquiera. Su principal clientela era la nobleza, la burguesía, comerciantes, labradores, ganaderos, e instituciones como la Iglesia. Es decir, en general la elite y sus afines. El conocimiento que sobre estos grupos sociales ejercerán los escribanos será la fuente de su poder. Nadie mejor que ellos llegaron a conocer los entresijos de los grupos privilegiados y conscientes de ello se aprovechaban de su conocimiento para pactar matrimonios, adquirir patrimonio e intentar en definitiva jugar su papel de control en una sociedad que muchas veces se dejaba hacer.

Fruto de su actividad es la generación de un volumen ingente de información plasmada en gruesos volúmenes, que recogen la vida cotidiana de nuestras ciudades. Material indispensable para el historiador actual a la hora de conocer la realidad de nuestro pasado. Ningún documento nos aporta una información más fidedigna ni exacta que los registros de protocolos. En definitiva, el escribano es pieza clave en las redes clientelares, y en el control y conservación de la memoria.

No obstante, el estudio de esta figura y su mundo no ha tenido su justa contraprestación. Secularmente estuvo en un segundo plano, siendo más estudiado y analizado en el ámbito jurídico que en el histórico. Esta situación está cambiando en las últimas dos décadas, pues están apareciendo números trabajos que están configurando el corpus historiográfico justo. Además, constatamos de la existencia de grupos de investigación dedicados al análisis de esta institución, en sus aspectos más generales e incluso particulares, como su influencia en el mundo cultural y literario de su época, o al análisis pormenorizado de determinados individuos.

Por señalar tan solo uno de los trabajos más meritorios en este sentido indicaremos los estudios realizados por Miguel Ángel Extremera Extremera sobre el mundo notarial en la Edad Moderna en Córdoba[1], probablemente una de las obras mejor estructuradas de las últimas décadas, y que de forma contundente desmitifica determinados aspectos relacionados con la teórica homogeneidad de los grupos profesionales y de la organización social del Antiguo Régimen. Este autor demuestra que no existe nada más heterogéneo que los escribanos, abriendo las bases de un interesante campo de investigación.

Aunque no es el único, tan solo a nivel de la provincia de Málaga, tenemos que reseñar los estudios del profesor Pedro J. Arroyal Espigares, especialmente su publicación El notariado en Málaga durante la Edad Moderna…[2], donde aborda por primera vez en conjunto la estructura del notariado malagueño, tratando de determinar los distintos oficios del número y su cadencia sucesoria. Junto a este estudio no deben olvidarse determinados capítulos de libros que la Dra. Esther Cruces Blanco publicó en su momento, de manera individual o en conjunto con la profesora Mª. Teresa Martín Palma y el doctor mencionado más arriba Pedro Arroyal Espigares[3].

Otros trabajos más concretos sobre el mismo tema nos lo encontramos con la profesora Alicia Marchant Rivera[4], entre los que destacamos su tesis Los escribanos públicos en Málaga, bajo el reinado de Carlos I, que fue publicada en 2002.

Más recientemente la aportación de la doctora Eva Mª. Mendoza García[5], más en la línea analítica de Miguel Extremera, nos detalla multitud de aspectos del notariado malacitano del siglo XVII, con sus trabajos Pluma, tintero y papel. Los escribanos de Málaga en el siglo XVII (1598-1700), o Los escribanos de Málaga en el reinado de Felipe IV (1621-1665).

Todos ellos tenían como referente muy lejano en el tiempo obras fundamentales recogidas en el Congreso organizado en Estrasburgo en 1978[6], y las Jornadas de Metodología Aplicada de las Ciencias Históricas (1973) y el II Coloquio de Metodología Aplicada… (1982), ambos en Santiago de Compostela[7].

Además, en el caso malagueño sigue siendo una referencia imprescindible, en los estudios que centran su interés en los protocolos notariales, la obra de la Dra. Marion Reder Gadow Morir en Málaga…[8]. Este libro abrió las puertas a análisis posteriores en la materia.

En otros espacios, siempre debemos de tener en cuenta las aportaciones que desde hace más de dos décadas realiza la profesora María Luisa Pardo Rodríguez, desde la Universidad de Sevilla, como “El notariado de Sevilla en el tránsito a la Modernidad”, o Señores y escribanos. El notariado andaluz entre los siglos XIV a XVI[9]. En el caso de Granada, trabajos recientes de la Dra. Amalia García Pedraza intentan clarificar determinadas cuestiones relativas a los notarias de la capital granadina, principalmente en la formalización de inventarios que sirvan para el investigador[10].

Por último, tampoco podemos dejar atrás el importante y más reciente trabajo de Leonor Zozaya Montes, De papeles, escribanías y archivos: escribanos del concejo de Madrid (1557-1610)[11].

Algunas veces tan solo hace falta raspar levemente una superficie para descubrir que debajo se esconde una realidad bien diferente, como ya apuntaba James Amelang en su obra La formación de una clase dirigente: Barcelona 1490-1714[12]. En ella opinaba sobre la dificultad de determinar el lugar que ocupa un individuo en la sociedad.

En nuestro caso, hemos tomado como referencia las obras mencionadas y otras muchas sobre la realidad del notariado.

Partiendo de estos trabajos analizamos el caso de estos escribanos en el ámbito de una ciudad concreta como es Antequera.

La elección de este espacio urbano para realizar nuestra investigación tiene una intencionalidad clara, al conjugarse en él una serie de características geográficas y urbanas muy concretas y que difícilmente se van a dar unidas en otros lugares. El marco referencial suma un territorio superior a la antigua demarcación política de la comarca, ampliando espacio a un entorno que se está comenzado a denominar “tierras de Antequera”

En primer lugar, en este entorno la ciudad de Antequera aparece como centro neurálgico y referencial, rodeada de una serie de localidades que establecen un sistema radial que va a estar funcionando administrativamente toda la Edad Moderna.

En segundo lugar, el archivo de protocolos de Antequera, presenta una serie de características singulares, que propician de una forma determinante su análisis y estudios Prácticamente no tiene lagunas, conserva los instrumentos de descripción originales y tiene perfectamente definidos sus oficios.

En tercer lugar el conjunto de protocolos continúa hoy día vinculado a la ciudad en su Archivo Histórico, circunstancia esta que hace posible relacionar en conjunto la masa documental de este entorno.

El Archivo antequerano además conserva un conjunto documental único en total 12 Fondos y más de 30 archivos, que cubren de forma inusual cualquier orientación investigadora, dando una amplia y completa visión de todos los aspectos de una sociedad tan compleja como la que se estructura en el corazón estratégico de Andalucía.

A este significativo conjunto de archivos debemos añadir las fuentes historiográficas locales[13], que en el caso antequerano suponen un destacado recurso como fuente esencial para el conocimiento de la historia local en todos sus aspectos. En nuestro caso ha sido de una gran utilidad la consulta e información que nos ha aportado sobre el ámbito de la fe pública, y base para contextualizar la vida cotidiana de esta singular ciudad que es Antequera, y que por su trascendencia le dedicamos un capítulo en este estudio.

Por otra parte debemos señalar que el objeto principal de este trabajo tiene dos claros propósitos. El estudio y análisis de este importante grupo social, como son los escribanos en la estructura de la Edad Moderna y en el contexto de Antequera, que era una asignaturas pendientes en la historiografía de esta ciudad, dado el importante papel que jugaban en la sociedad, el colectivo de los escribanos y la perfecta conservación del fondo documental en sí.

Por otro lado, y es la tarea más laboriosa emprendida, identificar los distintos oficios y la elaboración, de forma definitiva, de un inventario general del fondo, tanto a nivel cronológico como a nivel de oficio. Este punto ha centrado más de una década de nuestro trabajo, para redactar el catálogo e inventario conseguido, y en el cual se ha analizado la vinculación de los distintos escribanos a sus correspondientes números.

A este respecto y más como anécdota, señalar, que tras haber sido clasificados y agrupados en su correspondiente número, el humanista D. José A. Muñoz Rojas, me hizo entrega, poco antes de fallecer, de la fotocopia de un pequeño cuaderno manuscrito de tamaño un octavo y redactado a finales del siglo XVIII, que contenía la clasificación que tanto esfuerzo supuso. No obstante, este documento ha venido a valar y contrastar el trabajo realizado y en su caso corregir algunos datos.

Cronológicamente hemos encuadrado nuestro estudio entre 1475 y 1865. La elección de estas fechas no es aleatoria y se corresponden, como veremos, a dos circunstancias concretas.

A pesar de que Antequera se incorpora a la corona de Castilla en 1410, la documentación conservada de los distintos Fondos no tienen continuidad hasta bien entrado el siglo XV. El Archivo Municipal solo conserva documentos esta centuria indicada, en la sección denominada disposiciones y autoridades supramunicipales, donde encontramos reales cédulas, reales provisiones, cartas de merced, privilegios, pero todo con grandes lagunas temporales y que dan una información muy parcial y nula en el caso de la información sobre las escribanías. Paralelamente a esta tipología documental se conserva un importante libro copiador en la sección de secretaria general, se trata de un instrumento formado a partir de 1516, y que traslada en el mismo copias literales de esas disposiciones de la Corona, conservadas a la hora de iniciar el libro. Prácticamente, salvo con tres documentos, coincide la conservada en la sección de disposiciones y autoridades supramunicipales con lo trasladado a este copiador.

La otra sección que conserva documentos del siglo XV es la de gobierno en su serie de actas capitulares, que dan comienzo en 1491.

El fondo documental de protocolos notariales comienza con documentación a partir de 1495, aunque en el legajo 49 del oficio primero correspondiente a Fernando de Molina, se incluye un cuadernillo con las actas capitulares de 1491, antes aludidas.

Por último, se conserva un libro de repartimientos realizados por el bachiller Alonso Serrano, que en realidad se trata de una copia mandada hacer en el siglo XVI, la cual fue transcrita y analizada en su día por el profesor Alijo Hidalgo[14].

Hecha esta aclaración hay que indicar que tan solo tenemos noticias evidentes de la existencia de un escribano real, Alonso de Lupion, en 1438, que aparece repetidas veces mencionado en el indicado libro de repartimientos. Unas veces figura como beneficiario de adjudicación de tierras, otras como colindante y en dos ocasiones refrendando en su calidad de escribano real documentos referentes a los repartimientos, en 1443.

No se conservan actas del cabildo, ni otro tipo de documentación. El Registro General del Sello del Archivo General de Simancas, hasta 1475, no tiene continuidad en las series, y esa ha sido la causa determinante de establecer la primera cronología en ese año coincidente con el proceso de nombramiento del primer escribano que de forma fehaciente tenemos constado, Juan de Mercado. Aunque debemos esperar hasta la última década del siglo XV, para tener una secuencia seriada en los nombramientos y uso de los oficios de los escribanos, refrendados por la documentación conservada. Curiosamente esta cronología coincide con un periodo de estabilidad en las “Tierras de Antequera”, donde la frontera se aleja y los enfrentamientos bélicos dan paso a una etapa de paz, que precederá a la primera fase de la guerra contra el reino de Granada tan solo unos años después en 1482.

La segunda fecha de la cronología, viene determinada por la promulgación de la Ley Orgánica del Notariado de 28 de mayo de 1862. En Antequera, la aplicación plena de esta reforma de la fe pública no tendrá plena vigencia hasta unos años después, al acogerse las escribanías existentes en la ciudad a la disposición transitoria primera de la Ley, que establecía que: “no obstante la incompatibilidad establecida en el artículo 16 de esta ley, los Escribanos y Notarios que actualmente, además de sus Escribanías, intervienen en los actos judiciales, continuarán desempeñando uno y otro cargo mientras no vacaren natural o legalmente”. Dicho acto coincide con la entrada en vigor del Decreto de 8 de enero de 1869, que ordenó la formación de Archivos Generales en las cabeceras de los distritos notariales, con la misión de custodiar los protocolos con más de 30 años de antigüedad y recoger los que estuviesen en poder de los notarios, corporaciones o particulares, y que tuvo más eco que la propia ley.

A partir de 1869 desaparece plenamente la denominación de escribano en Antequera, que es sustituida por la de notario, habiendo convivido ambas durante esos años de tránsito, a la vez que las formas de estructurar el protocolo.

Respecto a la estructura de nuestro estudio, da comienzo con una aproximación a la Antequera de la Edad Moderna. Este apartado se hace complicado, por la importante historiografía que en las últimas décadas han tratado este periodo. No obstante, hemos querido dar nuestra particular visión del mismo, haciendo un mayor hincapié en la influencia que la Iglesia católica tuvo en la configuración de la ciudad antequerana a lo largo de todo este periodo, tanto por el asentamiento de un elevado número de órdenes religiosas, masculinas y femeninas, como la posterior implantación por influencia de las mismas de hermandades y cofradías, que vendrán a jugar un papel determinante de las mentalidades colectivas antequeranas. Esto no fue ajeno a otros espacios, pero en el caso de esta ciudad es determinante e influirá, como veremos, no solo en la religiosidad popular, sino también en aspectos tan destacados como el urbanismo al marcar una red de edificaciones entre las que surgirá la Antequera que ha llegado a nuestros días, sin dejar atrás el importante papel económico que jugarán, al ser fuente casi inagotable de necesidades de todo tipo.

Seguiremos con la parte fundamental del estudio, el oficio de escribano en la urbe antequerana. En este capítulo hemos querido dar una visión ajustada a la realidad local, apuntando los orígenes y describiendo el complejo entramado de los oficios, tanto de los de número, como los de millones y concejo. En este apartado tampoco hemos olvidado esa vinculación de los escribanos con el mundo simbólico, muy llamativo en nuestro caso. Nos ha llamado especialmente la atención lo que denominamos “las otras actividades de los escribanos”, donde hemos localizado desde poetas a guerrilleros.

Una familia de escribanos que mantienen su presencia profesional de manera interrumpida entre el siglo XVII al XX nos ha inspirado el capítulo denominado vínculos, lazos familiares y relaciones interprofesionales.


[1]. EXTREMERA EXTREMERA, M. Á., El notariado en la España Moderna. Los escribanos públicos en Córdoba (siglos XVI-XIX), Madrid, 2007.

[2]. ARROYAL ESPIGARES, P. J.; CRUCES BLANCO, E. y MARTÍN PALMA, Mª. T., El notariado en Málaga durante la Edad Moderna. Estructura organizativa, Málaga, 2007.

[3]. CRUCES BLANCO, E., “La sección de protocolos notariales en los archivos históricos provinciales: El Archivo Histórico Provincial de Málaga”, en MORENO TRUJILLO, Mª. A., DE LA OBRA SIERRA, J. Mª. y OSORIO PÉREZ, Mª. J. (eds.), El notariado andaluz: institución, práctica notarial y archivos: siglo XVI, Granada, 2011, pp. 297-316. ARROYAL ESPIGARES, P. J.; MARTÍN PALMA, Mª. T. y CRUCES BLANCO, E., Las escribanías públicas de Málaga (1487-1516), Málaga, 1991, y de los mismos autores “Sobre los orígenes de la institución notarial en Málaga”, en PARDO RODRÍGUEZ, Mª. L. y OSTOS-SALCEDO, P. (coords.), El notariado andaluz en el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna. I Jornadas sobre el notariado en Andalucía, Sevilla, 1995, pp. 47-74.

[4]. MARCHANT RIVERA, A., Los escribanos públicos en Málaga bajo el reinado de Carlos I, Málaga, 2002.

[5]. MENDOZA GARCÍA, E. Mª., Los escribanos de Málaga en el reinado de Felipe IV (1621-1665), Málaga, 2007; Pluma, tintero y papel. Los escribanos de Málaga en el siglo XVII (1598-1700), Málaga, 2007, y “Los escribanos reales de Málaga en la Edad Moderna”, en MORENO TRUJILLO, Mª. A., DE LA OBRA SIERRA, J. Mª. y OSORIO PÉREZ, Mª. J. (eds.), El notariado andaluz: institución, práctica notarial y archivos: siglo XVI, Granada, 2011, pp. 65-88.

[6]. Les actes notariés. Soource de l’historie sociale, XVIe-XIXe siècles. Actes du Colloque de Strasbourg (1978), Strasburg, 1979.

[7]. EIRAS ROEL, A. (ed.), Actas de las I Jornadas de Metodología Aplicada de las Ciencias Históricas, Santiago de Compostela, 1975, 4 vols.; Actas del II Coloquio de Metodología Aplicada, Santiago de Compostela, 1984, 2 vols.

[8]. REDER GADOW, M., Morir en Málaga. Testamentos malagueños del siglo XVIII, Málaga, 1986.

[9]. PARDO RODRÍGUEZ, Mª. L., “El Notariado de Sevilla en el tránsito a la Modernidad”, en PARDO RODRÍGUEZ, Mª. L. y OSTOS SALCEDO, P. (coords.), El notariado andaluz en el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna, Sevilla, 1996, pp. 257-292, y Señores y escribanos. El notariado andaluz entre los siglos XIV y XVI, Sevilla, 2002.

[10]. GARCÍA PEDRAZA, A., Inventario de protocolos notariales. Granada, siglo XVI, Granada, 2008. De la misma autora: “El archivo histórico de protocolos de Granada”, en MORENO TRUJILLO, Mª. A., DE LA OBRA SIERRA, J. Mª. y OSORIO PÉREZ, Mª. J. (eds.), El notariado andaluz: institución, práctica notarial y archivos: siglo XVI, Granada, 2011, pp. 317-333.

[11]. ZOZAYA MONTES, L., De papeles, escribanías y archivos: escribanos del concejo de Madrid (1557-1610), Madrid, 2011.

[12]. AMELANG, J. S., La formación de una clase dirigente: Barcelona, 1490-1714, Barcelona, 1986.

[13]. ESCALANTE JIMÉNEZ, J. y FERNÁNDEZ PARADAS, M., “Las Historias de Antequera: Una aproximación a los orígenes de la Historiografía Antequerana (siglos XVI-XVII)”, Baetica. Estudios de Arte, Geografía e Historia, 25, 2003, pp. 686-696. En este trabajo se analiza por primera vez la realidad historiográfica de Antequera.

[14]. ALIJO HIDALGO, F., Antequera y su tierra. 1410-1510. Libro de repartimiento, Málaga, 1983.

Los escribanos de Antequera

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