Читать книгу Un verano con Clío - José Luis de Montsegur - Страница 7
ОглавлениеEl comienzo de la vida
La alarma del teléfono móvil despertó a Julio a las siete y media de la mañana. Dio un respingo en la cama y se estiró perezoso entrando en un agradable duermevela. A los diez minutos la alarma volvió a sonar. Julio saltó de la cama, tocó la pantalla de su smartphone para detener la música y entró en el cuarto de baño. Abrió la ducha y se metió bajo el agua resoplando, pues aunque estaban a final de junio, no le gustaba demasiado el agua fría sobre su cuerpo. Movió el grifo de la caliente hasta que consiguió una placentera temperatura.
Después de la ducha se miró en el espejo que estaba encima del lavabo. Vio algún vestigio de acné, pero nada grave, y una leve pelusilla sobre la cara. Pensó que su padre no tenía la barba cerrada. De hecho estaba dos días sin afeitarse y apenas se le notaba.
Por suerte él parecía seguir sus pasos, así tendría que afeitarse menos veces y podría comenzar a hacerlo más tarde que su mejor amigo, Guillermo, compañero de clase que ya se estaba afeitando desde al año anterior todos los días.
Una vez vestido bajó a la cocina, que era amplia y rectangular con un entramado de vigas de madera soportando el techo y múltiples cacharros de brillante cobre colgando de la campana de la chimenea que creaban un ambiente rústico y acogedor. Una gran mesa de madera maciza de castaño ocupaba el centro. Sus tíos ya estaban sentados untando mantequilla en las tostadas. El olor agradable de café recién hecho llenaba la estancia.
–Buenos días, huele bien ese café –dijo Julio al entrar.
–Buenos días –respondió la pareja casi al mismo tiempo, como a coro.
–¿Qué planes tengo para hoy? –preguntó Julio vertiendo el negro y aromático café en su taza.
Cintia empujó levemente una cesta con rebanadas de pan tostado. Sobre la mesa, cubierta con un inmaculado mantel a cuadros, se ordenaban los frascos de la mermelada, cereales, paquetitos de mantequilla, una aceitera de cristal con aceite de oliva, una jarra con leche y una bandeja de cerámica con fiambres variados. Más al centro había otra jarra llena de zumo de naranja y tres copas de cristal.
–Supongo que desayunarás bien en tu casa; el desayuno es la comida más importante del día –sentenció Cintia sonriendo y mostrando una limpia y cuidada dentadura.
–Claro tía, no somos de cafetito ligero y magdalena. Me gusta empezar el día con un buen desayuno.
–Hoy tengo trabajo en la facultad –intervino Manuel–; tengo que revisar exámenes, pero estaré aquí a la hora de comer. Creo que debes repasar el primer tema. Después de la siesta me comentarás lo que te ha parecido.
–Vale, pero si tengo tiempo me gustaría darme una vuelta por los alrededores para respirar aire puro.
–Muy bien Julio. El estudio no debe ser una obligación agobiante. No se tiene que hacer más de dos o tres horas seguidas. Un paseíto o cualquier otra actividad ayuda a despejar la mente, a recuperarse físicamente y a fijar las nociones en nuestro cerebro. Una vez refrescado, se puede seguir con la labor de descifrar esos malditos textos que los profesores nos empeñamos en haceros aprender ¿verdad?
–Sí, es verdad. Lo siento tío, pero es que no veo la utilidad de esta asignatura; aparte de para presentarse a algún concurso de la tele, todo son cosas pasadas, viejas. A mí me interesa más lo que ocurre hoy.
–Te comprendo sobrino, y no creas que me enfado por tu actitud. Es normal que los jóvenes solo os preocupéis por el presente y algo por el futuro, pero ya entenderás que la Historia es mucho más que una asignatura pesada e inútil. En realidad, conociendo nuestro pasado es como podemos entender el presente, lo que nos está pasando ahora y lo que puede ocurrir en el futuro. Podemos decir que es la llave que nos abre la puerta del conocimiento de quiénes somos en realidad y de lo que podemos esperar de nuestro comportamiento como especie.
–Pues espero que me lo aclares tío, porque yo no veo nada de eso –contestó Julio con gesto de ignorancia.
–Ten paciencia, Zamora no se tomó en una hora. –Manuel se levantó limpiándose la boca con una servilleta de papel.
–Que aproveches la mañana. Nos veremos para comer.
Cintia se levantó también y besó a su marido cariñosamente.
–Ten cuidado con el coche.
–Ya sabes que siempre lo tengo; además voy con tiempo de sobra, no necesito correr demasiado.
Julio terminó su desayuno y ayudó a su tía a quitar la mesa.
–Mañana por la mañana llega Clío; espero que hagáis buenas migas –comentó Cintia mientras metía los platos y las tazas en el lavavajillas.
–¿Cuántos años tiene? –preguntó Julio.
–Pues creo que unos veintisiete o veintiocho, si no me equivoco.
«Vaya –pensó Julio algo decepcionado–, ya es bastante madurita, me lleva diez años por lo menos. Mejor, así me ahorro salir con esa empollona a entretenerla; para ella seré un crío con acné».
–Pues claro, así cuando no esté el tío le podré preguntar cosas que no entienda.
–Seguro que te ayudará. Se licenció con premio especial de carrera. Es una apasionada de la Historia.
«Lo que me imaginaba –reflexionó Julio–, una empollona insoportable. En fin, trataré de encontrarme con ella lo menos posible».
En su imaginación, Julio se estaba haciendo una representación mental de Clío: una chica gorda, con papada, fea de narices, de pelo grasiento, gafitas negras redondas de miope, ojitos de ratón y la sombra de un recio bigote sobre el labio superior.
«Las guapas no estudian tanto –siguió pensando–; no tienen necesidad de destacar en los estudios; ya lo hacen con su belleza, y se ligan al que quieren, un tío con pasta o un famoso. ¿Para qué van a estudiar como locas? Solo las feas lo hacen».
Terminó de ayudar a Cintia y salió al jardín. Un paseo entre los árboles y los parterres de flores le iría bien antes de empezar a estudiar. Luego subió a su dormitorio y cogió el texto de Historia con aprensión; era un tomo bastante grueso.
Abrió el libro con desgana y empezó a leer…
La voz de su tía llamándolo desde la escalera le hizo cerrar el pesado texto, dejando el bolígrafo con el que había tomado apuntes sobre el bloc de notas. La hora de la comida había llegado.
–¿Cómo ha ido la mañana? –le preguntó su tío.
–Mal… estudiando y tomando apuntes.
–Eso no está tan mal como piensas. Todo esfuerzo tiene su recompensa tarde o temprano. Venga, vamos a comer y luego nos echamos una pequeña siesta. Cuando refresque nos vemos, ¿de acuerdo?
Julio asintió mientras entraban en el salón-comedor.
Después de comer hacía un calor tremendo. Los días finales de junio estaban siendo muy pesados y todo el mundo comentaba lo que pasaría en julio con esa temperatura agobiante, que ya estaba causando problemas de salud a las personas mayores.
La siesta era obligada. La habitación permanecía fresca gracias a las gruesas paredes de la casa y al buen aislamiento que colocaron al construirla. Julio se echó sobre la cama un poco somnoliento aunque no acostumbraba a dormir por la tarde, pero el poco vino que su tío le había servido en la comida le estaba pasando factura, pues no tenía la costumbre de beberlo.
Medio adormilado pasó el tiempo y el Sol fue amortiguando su brillo. Jugó un poco con su consola consiguiendo pasar de nivel; ya estaba en los últimos pantallazos, a punto de alcanzar la meta.
El móvil emitió un sonido de campanitas. Era un «whatsApp» de su amigo Guillermo. Le enviaba una foto de la playa de Gandía, donde estaba ya con sus padres y hermanos, gracias a que había aprobado todo el curso. Aparte le mandaba un mensaje: «Ya estamos en la playa. Siento que no puedas estar aquí. Me acordaré de ti cuando salga con chicas guapas. Un abrazo».
«Menudo cabrón –pensó Julio sonriendo–. Qué suerte tiene; él en la playa ligando y yo aquí aguantando a una foca empollona. En fin, el que ría el último reirá mejor».
Tecleó una respuesta: «Que te lo pases bien colega, aquí estoy sacrificado estudiando con una piba que está como un tren. Menudo verano me espera. Ya te contaré».
«Se morirá de envidia cuando lo reciba –casi habló entre dientes–; el problema lo tendré cuando me pida una foto. Bueno ya lo resolveré como sea bajando la de alguna tía buena de Internet». Dejó el móvil sobre la mesa. No quería que una llamada inoportuna interrumpiera su conversación con Manuel. Iba a ser la primera «clase» con su tío y deseaba causar una buena impresión.
Bajó al salón. Manuel ya estaba sentado en el sofá ojeando un libro enorme.
–¿Has descansado bien? En verano hay que evitar el trabajo en las horas de más calor cuando ya tienes cierta edad; pero los jóvenes apenas os dais cuenta, os sobra la energía y vuestro organismo funciona perfectamente. Dime…
–He repasado el primer tema.
–¿Y bien…?
–Pues que me hago un lío con las eras geológicas del planeta y las especies vivientes que van apareciendo en cada una.
–No me extraña. He ojeado tu libro de texto por Internet. Es correcto pero frío. Lleno de erudición pero poco didáctico. Parece que su autor quiere demostrar que sabe de lo que habla, pero no se ha preocupado de que sea ameno y fácil de asimilar. Es triste que esto sea algo muy corriente en la enseñanza.
–¿Podrías explicármelo tú de otra manera?
–Lo voy a intentar.
»La aparición de la vida en este planeta es motivo de controversia. Existen diversas teorías que voy a exponerte a continuación de manera breve y escueta para no cansarte.
»Primero nos preguntaremos qué es vida, qué es un ser vivo.
–Parece algo que salta a la vista; un ser vivo es algo que tiene vida.
–No es tan fácil. Eso es como decir que un edificio es alto porque tiene mucha altura; en realidad no define nada. Te diré que la vida se identifica con algo capaz de nacer, crecer, realizar procesos metabólicos, alimentarse, multiplicarse y morir. Un cristal mineral es capaz de nacer y crecer, pero no de reproducirse ni de alimentarse; ni muere y por lo tanto no se considera un ser vivo.
–¿Y cómo llegó a surgir la vida?
–La primera teoría sobre cuál fue la razón de la existencia de vida en este planeta es la llamada «Teoría Creacionista», creída a pies juntillas durante siglos por los fieles de distintas religiones. Incluso en pleno siglo XIX, algunos historiadores occidentales serios todavía aceptaban que los primeros habitantes del mundo fueron Adán y Eva y que nuestra historia comenzó debido a la voluntad de un personaje sobrenatural, Dios, que lo hizo todo en seis días.
–Eso es lo que me enseñaron en clase de religión: «Lo dice la Biblia» –comentó Julio levantando la mano como si fuera el testigo en una película americana de juicios.
–Esa teoría postula que todo es obra de un «dios», en este caso del dios de la Biblia como tú has dicho. ¿Y qué es un dios? Aunque todo ser humano ha oído hablar de los dioses desde el principio de los siglos, existen unas características definitorias que los diferencian de los humanos.
–Dios es mucho más que una persona; es inmortal y puede hacer todo lo que quiera solo con pensarlo –lo interrumpió Julio.
–Podemos decir que, de la manera en como lo concebimos los humanos, es una especie de superhombre, pues tiene todos los atributos que el ser humano no tiene pero que nos gustaría poseer por encima de todo. Lo primero el poder y la inmortalidad; la omnisciencia y la omnipresencia ya no son tan apetecibles para nosotros. También depende de la deidad a la que nos refiramos, pues en la Historia aparecen miles de dioses que tienen atributos sobrehumanos pero con ciertas limitaciones. También entre ellos hay categorías, rencillas, odios y luchas. En general, podemos decir que, de existir, un dios sería un ser sobrenatural, invisible y todopoderoso que moraría en otra dimensión inaccesible al hombre, llamada «espiritual» o «los cielos», y que habría creado algo o todo lo que existe mediante su voluntad. En este caso concreto, la «Teoría Creacionista» se refiere concretamente al dios que aparece en un libro llamado «la Biblia».
–El libro inspirado por Dios, según la Iglesia –afirmó Julio.
–¿Tú lo has leído, sobrino?
–No… es demasiado largo y espeso; me aburro en cuanto empiezo a leerlo. En realidad de religión solo sé lo que me enseñaron en catequesis, que he olvidado bastante, antes de hacer la primera comunión, y lo que aprendimos en un curso sobre las religiones, especialmente la católica.
Manuel hizo una pausa mirando al techo y pensando mientras buscaba con su mano derecha la pipa que mantenía agarrada pero sin encender, como si fuera una especie de talismán que le ayudaba a pensar. Se cuidaba mucho de fumar dentro de la casa.
–La Biblia se presenta como un libro escrito por los hombres e inspirado por el Dios verdadero y único que existe para los creyentes de las religiones que tienen esta obra como referencia de su fe. Es el libro más difundido del mundo y guía de más de mil quinientos millones de seres humanos que siguen las religiones cristiana y judía. Estos últimos son devotos al menos de la primera parte del libro al que llaman «La Toráh» y los cristianos el «Antiguo Testamento». Dentro del grupo de los creyentes en este Dios podemos incluir también a los musulmanes, los cuales llaman a Dios «Alláh» (Alá en español), que en realidad quiere decir «Dios» en árabe.
–Eso no lo sabía. Estaba convencido de que Alá era otro Dios distinto al de la Biblia –comentó Julio sorprendido.
–Pues se trata del mismo Dios único ancestral de los semitas, tribus nómadas que aparecieron en Oriente Próximo hace más de cinco mil años. Los musulmanes, aunque aceptan la Biblia como inspirada por Alá, consideran falsificados y abrogados por su libro sagrado, el Corán, muchos de los versículos de la Toráh. Afirman que el contenido del Corán fue dictado a Mahoma, Muhammad en árabe, por el mismo Dios a través de un arcángel. Sin embargo, aceptan como válidos todos aquellos versículos de la Biblia que no estén en contradicción o expresamente anulados por El Corán.
–Entonces ¿los musulmanes tienen creencias religiosas parecidas a las nuestras?
–Claro Julio, solo que aceptan a Jesucristo, no como hijo del Padre y consustancial a Dios mismo formando una Trinidad con el Espíritu Santo, sino como un gran profeta, el segundo en importancia por detrás de Muhammad, que para ellos es el más grande.
–Pues yo creía que su religión era totalmente distinta del cristianismo y que no tenían ningún punto en común.
–No Julio. Eso es lo que creen los ignorantes y los que fomentan la enemistad entre los musulmanes y los cristianos, pero hay más cosas que nos unen que aquellas que nos separan. Ya verás más adelante la importancia que ha tenido en la Historia esta mutua ignorancia de las afinidades entre las dos creencias y cuanta sangre se ha derramado y se sigue vertiendo por ello.
–Sigue tío, esto se va poniendo bien.
–En la Biblia, en el capítulo primero del Génesis, Dios, llamado Yahvé o Elohim en hebreo, o Jehová en español o «Alláh» en árabe, crea el Universo y el mundo, los animales y al ser humano en seis días y, cansado de tan gigantesca obra, descansa el séptimo. Esta simplista historia es creída o aceptada por millones de personas, y hasta hace muy poco era casi dogma de fe de las iglesias cristianas y de los «científicos» e historiadores hasta el siglo XVIII. Incluso un obispo irlandés de la iglesia anglicana, llamado James Ussher, calculó en el siglo XVII, basándose en las fechas propuestas por la Biblia, que la creación del mundo se realizó exactamente al atardecer del sábado 22 de octubre del año 4004 antes del comienzo de nuestra era común, es decir antes de la fecha atribuida al nacimiento de Cristo. Si los sumamos a los años transcurridos después del cristianismo sería hace 6020 años.
–¡Qué barbaridad! Se equivocó en unos cuantos millones de años el señor obispo –dijo Julio divertido.
–Naturalmente ocurrió que las evidencias arqueológicas y paleontológicas que fueron surgiendo a partir del «Siglo de las Luces», del que ya hablaremos, demostraron el gran error de cálculo de tan voluntarioso y creyente obispo, aunque este cómputo temporal de la Creación fue aceptado hasta bien entrado el siglo XIX.
–¿Cómo es posible que se diera credibilidad a tal cosa?
–Pues eso es lo que ocurre cuando se toma al pie de la letra un libro que se dice inspirado por Dios, y por lo tanto infalible. La realidad es que fue escrito por hombres de diferentes épocas que obviamente escribieron aquello que beneficiaba a sus creencias y ambiciones, aunque algunos lo hicieran de auténtica buena fe. Hoy día, prácticamente ninguna iglesia cristiana seria sostiene el relato bíblico de Adán y Eva, argumentando que en realidad esta historia es una metáfora simplista, pergeñada para que los hombres de aquel tiempo, hace unos 3800 años, lo entendieran. Pero los más religiosos siguen defendiendo que, efectivamente, al menos Dios intervino para guiar el proceso y dotar a los seres humanos de mente autorreflexiva, de «alma».
–Pero entonces la Biblia puede contener otros errores.
–Y de bulto, aunque también tiene muchos aciertos. Pero esa es otra cuestión que ya analizaremos en su momento.
–Pues sigue tío.
–Ante la imposibilidad de que la Creación fuera realizada tal y como creían hasta hace apenas dos siglos los estamentos religiosos, los creyentes a ultranza en la intervención divina han propuesto que la teoría creacionista se modifique, siendo sustituida por la «Teoría del Diseño inteligente» según la cual Dios impulsó la aparición del Universo, el mundo, la vida y los seres humanos, programando el proceso que se inició con el Big Bang.
–¡Qué manía con el Big Bang! Ya sé que significa gran explosión, pero no lo entiendo bien.
–Te lo explicaré más adelante. Ahora concluyo con la «Teoría del Diseño Inteligente».
»Con ella, los creyentes, aceptando esa gran explosión primigenia resultado de un programa supuestamente establecido por Dios, se armonizan cronológicamente con el tiempo de millones de años, entre 15000 y 18000, que median entre el origen del Universo hasta la aparición del ser humano en la Tierra. Obviamente «seis días» no era un período suficiente para tan magna obra, ni siquiera para un dios, o al menos este no consideró necesario efectuarla tan rápidamente.
–¿Cuáles son las siguientes teorías sobre el comienzo de la Humanidad?
–Otra teoría que te va a gustar mucho es la «extraterrestre», la cual va teniendo cada vez más partidarios entre los heterodoxos que no están conformes con la hipótesis de la evolución darwiniana. Postula que nuestro planeta era una selva donde moraban algunos animales mamíferos parecidos y antecesores de los antropoides vulgarmente llamados monos o simios cuando, oportunamente, llegaron unas naves extraterrestres procedentes de un planeta al que algunos llaman «Niburu» y otros «Hercóbulus», según los nombres caldeo y griego que se le aplican.
–Vaya tío, eso sí que no lo esperaba de ti. Esta teoría no está en los libros de texto. Si te oyeran en la universidad se echarían las manos a la cabeza.
–¡Me lo imagino! Pero es una teoría que van proponiendo atrevidamente incluso algunos científicos, aunque, claro está, sin especificar en absoluto de dónde procedían esos extraterrestres.
–Háblame de ese hipotético planeta, si es que sabes algo –dijo Julio entusiasmado.
–No te extrañe que te hable de todo esto. Un buen historiador debe saber escuchar todas las posibilidades e indagar en ellas por sí mismo aunque la corriente principal de la Historia no las considere ortodoxas.
»Ese planeta «fantasma» se supone que tiene una órbita tan elíptica que pasa cerca de la Tierra cada 30000 años. En uno de esos acercamientos, hace unos 400000 años, se dice que los extraterrestres llegaron a nuestro mundo buscando materias primas agotadas en el suyo, principalmente oro.
–¿También los extraterrestres querían oro? –preguntó Julio sorprendido.
–Todo lo que te estoy diciendo es solo una suposición sin base científica alguna, pero te lo cuento para que conozcas todas las teorías.
»Se dice que los extraterrestres trabajaron duramente para conseguir las materias primas que buscaban, hasta que un buen día hubo una rebelión debido a las extenuantes condiciones laborales. Visto lo cual, los dirigentes de los alienígenas decidieron «fabricar» un ser que trabajara para ellos y liberar así de la agobiante tarea a sus propios compañeros.
–¿Y cómo se supone que lo hicieron?
–Capturaron simios y, manipulando su ADN, consiguieron una nueva especie con mayor encéfalo. Pero no fue suficiente. Luego mezclaron su propio código genético con el de un antropoide y lo implantaron en una hembra de la misma especie, aunque tampoco dio el resultado esperado. Por fin, implantaron el óvulo manipulado de un primate en unas cuantas mujeres de su misma raza que dieron a luz nuevos seres, la especie humana, nuestros primeros antepasados. A partir de ahí se cuidaron de que estos se reprodujeran; incluso pudieron usar la clonación; el caso es que los dedicaron a trabajar en las ocupaciones más duras. Según los sumerios, estos nuevos seres ancestros de los hombres y las mujeres de hoy se llamaban «lulu», que significa «mezclado».
–¿Y se sabe cómo podrían ser esos extraterrestres?
–Estos extraterrestres reciben el nombre de «Annunakis», porque así los llamaron los sumerios que relataron esta historia en sus tablillas escritas hace más de 5000 años. Esta palabreja significa «los que del cielo bajaron». Como espero que ya sepas, los sumerios se consideran los primeros seres humanos civilizados de la Historia. Naturalmente ellos no se refirieron a los Annunakis como extraterrestres, sino como dioses. Es decir, los sumerios creían que los dioses venidos del cielo habían creado al hombre mezclando su sangre con la de simios. El aspecto de estos «dioses» –y contesto a tu pregunta– no debería ser muy diferente al nuestro, pues los sumerios los representaron en sus sellos como personas iguales a los seres humanos.
–¡Gracias! Eres el único profesor que me ha hablado de esta posibilidad: que seamos descendientes de una raza alienígena.
–No te entusiasmes demasiado; esto es solo una teoría sin confirmar. Pero la siguiente no deja de ser impactante.
–No creo que sea tan extraordinaria.
–La siguiente teoría es la llamada «Panspermia». Según ella, la vida es sembrada por todo el Universo por los cometas y los meteoritos y asteroides que viajan por el espacio y chocan contra los planetas.
–Pues tienes razón, es guay.
–Al parecer, cuando la Tierra estaba en sus albores, algunas bacterias cayeron al océano viajando dentro de meteoritos o cometas, salvándose así de morir abrasadas al entrar en la atmósfera. Al chocar con el agua o las rocas, el cuerpo celeste se rompió, liberando a sus «huéspedes» en nuestras aguas. Una vez allí, las bacterias comenzaron su desarrollo a partir de la programación implícita de su ADN, el cual recientemente se ha descubierto que utiliza las señales del medioambiente para modificar su proceso de fabricar proteínas activando unos genes y anulando otros, adaptándose de este modo al entorno mediante pequeñas mutaciones inducidas.
–Vaya, tío, me dejas sorprendido. Al final vamos a proceder del espacio.
–De una forma o de otra procedemos del espacio. La molécula de ADN es la responsable de que estemos aquí. Está viva, es capaz de reproducirse, se alimenta, se mueve, se expresa, se modifica a sí misma y se auto-repara. Todo ser vivo tiene su origen en esta maravillosa molécula que está formada por cuatro ácidos llamados nucleicos: la adenina, la citosina, la guanina y la timina. Las múltiples combinaciones de secuencias a lo largo de esta molécula, que parece una doble escalera de caracol, y su cantidad, hacen que cada especie sea diferente, y, dentro de cada especie, cada individuo.
–¿Y el ADN se formó por casualidad?
–Si no llegó del espacio... Eso afirman algunos científicos, algo prácticamente imposible pues las leyes matemáticas de la probabilidad dicen que la formación de la vida representa un suceso posible entre billones de que ocurra. De todas maneras, aunque llegara en un asteroide, solo conseguimos trasladar la pregunta más atrás: ¿cómo se formó en su origen?
–Entonces, ¿nunca lo sabremos?
–Tal vez, pero un tal Jeremy England, científico del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), postula que en un entorno con una fuente de energía (podría ser el Sol) y un medio cálido (por ejemplo el agua), los átomos pueden modificar su estructura y asociarse para disipar esa energía de más que reciben, es decir, que formarían una molécula orgánica. Tal vez la respuesta es que el Universo está hecho para que aparezca esa molécula bajo determinadas circunstancias de energía, medioambiente y calor, o al menos así lo creen ya algunos científicos.
–¿Quieres decir que todo este inmenso Universo existe para que se desarrolle el ADN?
–Podría ser… y que el ADN tenga como objetivo su desarrollo y evolución, la inteligencia reflexiva, es decir… nosotros.
–¿Tan importantes somos?
–Puede ser que la evolución no se detenga en el ser humano tal y como lo conocemos hoy, sino que solo seamos una prueba, un anticipo del ser que vendrá a continuación.
–¿A continuación de qué? –Julio abrió mucho los ojos y escuchó con atención.
–A continuación de nosotros, los «Homo sapiens». Luego veremos que la evolución ha seguido una línea ascendente en cuanto a complejidad, desde las bacterias hasta los humanos pasando por las plantas, los peces, los anfibios, los reptiles, las aves, los mamíferos, y, finalmente, nuestra especie. Pero puede que no seamos la última en surgir en este planeta ya que tenemos muchos defectos de diseño y podríamos destruir este e incluso otros mundos, por ejemplo con una guerra nuclear. En ese caso tal vez el ADN tenga una codificación oculta que nos extinguirá y aparecerá un nuevo ser humano menos egoísta, menos codicioso, menos ambicioso, menos despiadado. Es posible que ya lo esté haciendo y no lo sepamos.
–¿Cómo?
–Pues posibilitando que nazcan niños con un cerebro diferente, una forma de pensar y sentir distinta a la nuestra. Al principio no nos daríamos cuenta, pero cuando fueran adultos y empezaran a influir en el mundo, lo harían de forma distinta a como lo han hecho hasta ahora nuestros dirigentes.
–Caramba tío, ¿y eso podría estar pasando ya?
–No tenemos manera de saber si los cerebros de los niños que están naciendo ahora son distintos al nuestro en su forma de conceptuar la vida, pero sí, podría estar ocurriendo. Los niños que están llegando hacen preguntas demasiado inteligentes, tienen una creatividad y un sentido común nada común, y suelen ser muy listos. Pero, no, no nos desviemos de lo que estábamos diciendo.
»Estábamos en los comienzos de la vida. Todas las células de los seres vivos, incluso de los virus, tienen ADN. En los seres pluricelulares, por ejemplo el ser humano, compuesto por unos 50 a 100 billones de células, cada una de ellas tiene en su núcleo una doble hélice de ADN de manera que con solo una célula se podría reconstruir a la persona, pues toda la información de como es un individuo se encuentra codificada en esa maravillosa molécula. Por eso se pueden clonar animales, e incluso se podrían clonar personas; aunque eso está prohibido.
–Ya he visto alguna peli donde se clonaban seres humanos, pero eso daba lugar a muchos problemas.
–Es que en la clonación humana no solamente estaría en juego el ADN, sino también la conciencia, el espíritu humano, la memoria. Podríamos clonar a una persona, pero… ¿se clonaría también su forma de ser, su personalidad, sus recuerdos? No lo creo.
–Sería emocionante ¿verdad tío? Ver qué pasa al clonar a una persona. –Julio entornó los ojos mirando al vacío.
–Pero no podemos jugar a ser Dios, Julio. Eso está bien para la ciencia-ficción. No tenemos derecho a jugar con la vida de una persona. No sabemos lo que pasaría con ese clon, lo que sentiría o las deficiencias que tendría. Tal vez crearíamos un ser doliente que sufriría lo indecible. Es mejor dejar esta cuestión a la naturaleza, que lo ha hecho bien durante milenios.
–Vale tío Manuel, sigue con el origen de la vida. Es que hace poco leí una novela de ciencia-ficción en la que se fabricaban cientos de miles de clones perfectos para constituir un gran Ejército invencible, soldados agresivos, crueles, sin miedo, sin familia.
–Podría ser la tentación de un dictador loco. Esperemos que eso nunca se pueda llevar a cabo. Sigamos con el comienzo de la vida.
»La panspermia postula que la molécula de ADN contiene una programación cuya consecuencia final aún no conocemos, pero que se desarrolla originando toda clase de especies compatibles con el medioambiente con el que interactúa, desde los virus al ser humano, al cual se le considera la cúspide de la pirámide viviente por tener conciencia autorreflexiva, una cultura escrita transmisible, y manos para manipular y construir herramientas.
–O sea, que nosotros mismos nos decimos que somos los mejores del mundo mundial –dijo Julio golpeándose levemente el pecho.
–Eso piensan la comunidad científica y la religión. El problema de esta teoría es lo siguiente: ¿quién o qué ha programado el ADN? Podríamos volver otra vez a Dios o a los extraterrestres, pues parece muy improbable que esta complicada molécula se haya construido por «casualidad». Si nos vamos a los extraterrestres podríamos seguir preguntando: ¿quién los ha creado a ellos o de dónde han salido? Y si apelamos a Dios, podríamos preguntar: ¿quién es Dios? y ¿por qué? Una pregunta que las religiones intentan contestar, aunque no dan respuestas satisfactorias a la ciencia.
–Resulta interesante tío; por todas partes aparecen extraterrestres en nuestra genealogía.
–Dios también es un «extraterrestre» si pensamos que este concepto puede atribuirse a cualquier ser que no sea oriundo de este planeta, y Dios, de existir, no lo sería.
–Pues no lo había pensado así, claro. Dios no es «terrestre», vive en el «cielo» y nunca ha nacido ¿no?
–El «cielo» es solo un concepto que define una dimensión espiritual diferente a la material. Los primeros humanos definían el cielo como algo azul, con sus nubes o estrellas, como la morada de los dioses, ya que era algo inalcanzable. Ahora que hemos llegado al cielo y más allá, nos damos cuenta de que ese «cielo» divino es una región distinta, impalpable, una nueva dimensión diferente a las nuestras conocidas, alto, ancho, largo y el tiempo. Pero eso es otra historia; no divaguemos, vayamos a la última teoría de la vida.
–Adelante tío, soy todo oídos –exclamó Julio con el bolígrafo en ristre dispuesto a tomar notas.
–La última teoría y más aceptada por los científicos es la «Teoría Sintética de la Evolución», basada en la propuesta de Charles Darwin que preconizaba una «evolución de las especies por selección natural», combinada con las leyes de la herencia de Mendel y con el reciente descubrimiento del ADN. Aunque el compatriota y contemporáneo de Darwin, Alfred Russel Wallace, llegó a las mismas conclusiones prácticamente al mismo tiempo e incluso envió a Darwin una carta adjuntando su teoría cuando este aún no había publicado la suya, el nombre de Darwin ha quedado asociado a la evolución por selección natural de forma indisoluble. Ya casi nadie recuerda al señor Wallace, aunque el propio Darwin reconoció que era coautor de la teoría, algo que calificó de «extraordinaria coincidencia investigadora».
–Pues no sabía que otro científico postulara la misma propuesta de Darwin y al mismo tiempo.
–Es que Wallace estaba en Asia en plena selva y Darwin en Londres donde gozaba ya de cierto prestigio y de buenas relaciones, algo que le faltaba a Alfred.
–Siempre he pensado que si descubres algo sensacional lo menos importante es quien seas.
–Pues no del todo. El descubrimiento hecho por alguien ya reconocido es mucho más valorado y en menos tiempo y con menos oposición que si lo hace alguien desconocido. Son cosas de la sociedad humana.
–¿Y no pudo Darwin copiar a Wallace?
–Hay quien ha formulado sospechas, pero los expertos han descartado esa posibilidad, aunque siempre queda la duda. «La Teoría Sintética de la Evolución» propone que la vida ha surgido «por casualidad» en este planeta, debido a los múltiples cambios originados en su proceso de formación a través de unos cuatro o cinco mil millones de años. Según sus postulados, primero se combinaron ciertos elementos químicos de la atmósfera terrestre de manera que se formaron aminoácidos levógiros que fabricaron las primeras moléculas de ADN dando lugar a las bacterias procariotas en el mar. Estas bacterias unicelulares no tienen núcleo sino que el ADN está «flotando» dentro de su citoplasma, el líquido interno celular. Puede decirse que la vida comenzó cuando la primera célula se rodeó de una membrana que la separó del resto del mundo.
–¿Los procariotas fueron los primeros seres vivos?
–Sí, son los más sencillos de estructura y aún existen. A continuación, pasados unos cuantos miles de años, tal vez millones, estas células primigenias se dotaron de un núcleo donde guardar plegado el ADN y así especializarse más, absorbiendo y realizando una simbiosis con una bacteria e integrándola en el funcionamiento celular, la mitocondria, la cual produce energía metabolizando el oxígeno. Estas células con núcleo, que denominamos eucariotas, son las que conforman nuestro cuerpo.
–¿La mitocondria celular es una bacteria? –preguntó extrañado Julio.
–Esa es la última propuesta a la que han llegado eminentes biólogos. Para que se desarrollase totalmente la vida compleja multicelular hacía falta un sistema que usara la energía de forma eficiente y el oxígeno lo proporcionaba, pero había un problema.
–¿Cuál?
–Que el oxígeno era venenoso para la vida; de hecho sigue siendo venenoso para muchas bacterias, las anaerobias, que mueren en su presencia. También oxida todo lo que toca, incluidos nosotros. Envejecemos porque nos oxidamos.
–¡Pero si respiramos oxígeno! Sin él nos moriríamos en pocos minutos. No lo entiendo.
–No todo lo que respiramos es oxígeno, apenas un veintiún por ciento del aire. El resto es nitrógeno en su mayor parte, el setenta y ocho por ciento, y otros gases en muy pequeña proporción, el uno por ciento. Respirar oxígeno puro es nocivo, aunque se emplee temporalmente con los enfermos que tienen déficit de este gas en la sangre. Pero una persona sana no necesita más de esa pequeña proporción que hay en la atmósfera.
–¿Y cómo consiguió la vida aprovechar el oxígeno, si era venenoso para su desarrollo?
–Pues asociándose con la mitocondria. Esta bacteria consiguió, mediante varias mutaciones y adaptaciones epigenéticas, metabolizar oxígeno y transformarlo en energía. Cuando las células eucariotas se unieron con las mitocondrias dieron un paso de gigante, pues pudieron obtener el combustible que necesitaban para crecer y multiplicarse hasta formar organismos complejos.
–Pues yo no sabía que el oxígeno fuese un obstáculo para el desarrollo de la vida.
–Sí, fue un impedimento en principio, pero ya ves que la vida supo resolver el problema. Más adelante en el tiempo, algunas células individuales se unieron formando un ser pluricelular, un proyecto de animal parecido a una planta, pero que ya podía moverse algo, crecer, absorber nutrientes del suelo y del medio marino y reproducirse.
–Me dejas asombrado tío… ¿Cuándo empezó la vida?
–Primero tenemos que saber que los últimos estudios basados en algún tipo de rocas nos dicen que este bendito planeta sobre el que vivimos tiene una edad aproximada de 4500 a 4600 millones de años. Según los científicos, por las huellas fósiles encontradas, la vida empezó hace unos 3000 millones de años. Primero fueron las bacterias, vida unicelular, es decir, seres vivientes que solo constaban de una célula y por lo tanto eran elementos microscópicos. Posteriormente se agruparon para formar un ser pluricelular, una planta marina, pues todos están de acuerdo en que la vida surgió en el mar, en los océanos terrestres. Más tarde (y luego veremos cuánto tiempo significa esto) algunas plantas decidieron desprenderse del sustrato donde estaban ancladas y empezaron a moverse de un sitio a otro; se convirtieron en animales. Así podían encontrar más comida.
–¿Qué tipo de animales fueron los primeros?
–De estos primigenios animales parecidos a plantas, surgieron las medusas, los gusanos, los moluscos, los crustáceos y después los peces. Al principio sin mandíbulas, con un simple agujero por el que succionaban el alimento. El siguiente paso fue dotarse de este elemento indispensable para comer cosas más grandes, las mandíbulas. Los primeros peces tenían placas calcáreas protegiendo su cuerpo; estaban acorazados, por eso sus movimientos eran torpes y lentos. Más tarde aparecieron los peces cartilaginosos como el tiburón, una de las especies más antiguas de la actualidad. No ha cambiado casi nada desde hace 400 millones de años.
–¿Tan antiguos son los tiburones? Si parecen muy modernos.
–Efectivamente, por su diseño parecen peces muy avanzados, pero precisamente por tener ese diseño tan moderno y eficiente han sobrevivido hasta hoy mientras otras especies han desaparecido. Pero no tienen esqueleto óseo, sino cartilaginoso.
»A continuación aparecieron los peces con huesos y escamas, los peces «modernos» que podemos ver en las pescaderías, la merluza, el lenguado, etc. Pasó el tiempo y un buen día un pez se atrevió a salir del agua un poco en alguna zona de marismas. Se adaptó a respirar el oxígeno del aire en cierta medida y surgieron los anfibios. Luego aparecieron los animales totalmente terrestres, puesto que ya existían plantas sobre la tierra e incluso insectos.
–Entonces es verdad que todos procedemos del mar.
–Parece que sí. En realidad las aguas marinas son un entorno más apropiado para la vida que la superficie terrestre. Las temperaturas varían menos, la gravedad prácticamente no afecta, las corrientes permiten trasladarse sin apenas esfuerzo y el plancton que arrastran permite comer casi sin moverse. Es ideal para ahorrar energía.
–¿Y si es así por qué salimos de ese entorno tan bueno?
–Por los depredadores y la expansión de la propia vida, que busca ocupar todos los posibles nichos ecológicos donde pueda sustentarse. Los primero animales que salieron del mar no tenían depredadores a los que temer y prosperaron rápidamente. Primero se convirtieron en anfibios. Los reptiles evolucionaron a partir de los anfibios, expandiéndose hasta llegar a ser los famosos dinosaurios. Durante esta era de dominio de los grandes reptiles aparecieron unos pequeños animales cubiertos de pelo y con sangre caliente, los mamíferos, que se ocultaban de los dinosaurios carnívoros excavando túneles bajo tierra. No ponían huevos como los reptiles y las aves, sino que portaban las crías que se desarrollaban en su vientre hasta el momento de parir y luego las alimentaban con leche que producían las madres hasta que podían comer por sí mismas.
–¿Y qué ventaja tenían sobre los reptiles?
–Que eran mucho más inteligentes y podían vivir en climas más fríos. Los reptiles dependen de la temperatura ambiente para vivir. Cuando hace frío tienen que hibernar, es decir, ralentizar su metabolismo. Por eso no pueden sobrevivir en las tierras cercanas a los polos donde los inviernos son largos y gélidos.
–Pero pueden pasar mucho tiempo sin comer ¿no?
–Así es, aunque no demasiado. Por su lento metabolismo pueden permanecer sin alimentarse durante meses dependiendo de sus depósitos de grasa almacenada. Es posible que aguanten varios meses, pero no mucho más tiempo; agotarían sus reservas y morirían. Los mamíferos pueden moverse y vivir con independencia del clima, aunque tienen que alimentarse más a menudo. Pero volvamos a los dinosaurios.
–Los vi en la serie de pelis Jurassic Park. ¡Impresionantes! ¡Eran enormes!
–Sin embargo, hoy vive el animal más grande que jamás ha vivido en la Tierra.
–¿Sí, cuál? –Julio abrió los ojos sorprendido.
–La ballena azul, más propiamente el rorcual azul. Es mucho más grande y pesada que cualquier dinosaurio de aquel tiempo, pero como vive sumergida en el océano y solo sale a respirar, apenas nos damos cuenta de su existencia.
–Claro, es verdad, la ballena... ¡Volvamos a los dinosaurios! –reclamó Julio con los ojos brillantes.
–Hoy día, los científicos están de acuerdo en que la caída de un gran asteroide cerca de la península del Yucatán produjo un cataclismo tal en la Tierra que hizo desaparecer a los dinosaurios. Unos murieron debido a la onda expansiva ardiente de la explosión, otros murieron asfixiados debido a las cenizas y el polvo en suspensión, y los más murieron debido al cambio climático, al larguísimo e inusual invierno inducido por los restos de rocas pulverizadas atrapadas en las capas altas de la atmósfera que provocaron una menor radiación solar, una drástica bajada de las temperaturas y la consecuente muerte de las plantas que les servían de alimento.
–¿Murieron todos de repente? –Julio se removió en su asiento entristecido.
–No, claro. Su extinción no fue inmediata, pues se han encontrado restos de algunas especies en estratos posteriores a la extinción masiva, pero las circunstancias ambientales habían cambiado cuando el planeta volvió a recibir los rayos solares con normalidad. Incluso puede que aquel impacto variara el eje de la Tierra y la velocidad de su rotación con las consecuentes alteraciones en el ciclo día-noche y las estaciones, y si cambia el medioambiente las especies se adaptan o desaparecen.
–Y los dinosaurios no se adaptaron, ¿verdad?
–No la mayoría. Con su práctica desaparición, los mamíferos, mucho más pequeños, capaces de soportar el frío refugiados en madrigueras subterráneas, prosperaron poco a poco, y cuando la Tierra se recuperó del impacto, se extendieron por todo el planeta apareciendo nuevas y más grandes especies que ocuparon todos los nichos ecológicos: el mar (con ballenas, delfines, focas, etc.), el aire (con especies como murciélagos) y la tierra.
–¿Cómo han llegado a saber que fue la caída de un asteroide la causante de tamaño desastre?
–Porque han encontrado una fina capa de polvo conteniendo grandes cantidades de iridio en todas las partes del mundo donde se ha buscado. Y da la casualidad de que el iridio es muy escaso en este planeta pero abundante en los asteroides y meteoritos. Si a eso le sumamos que cerca de la península del Yucatán se ha descubierto lo que parece un gran cráter sumergido, pues es fácil deducirlo si además la fecha del estrato iridiado coincide con la era geológica de la extinción.
–Pobres dinosaurios, eran grandiosos.
–No todos. Solo los grandes nos llaman la atención, pero también existían algunos muy pequeños del tamaño de un pavo o de una gallina.
–Me gustaría poder viajar en el tiempo para verlos.
–No hace falta Julio, ahora mismo los puedes ver a diario.
–Sí claro, en los museos, en reportajes de la tele y en los libros, pero no es igual.
–Me refiero a que puedes verlos «vivos».
–¿Estás de broma?
–No. Mira, las aves; los paleontólogos actuales las consideran descendientes directas de los dinosaurios, más bien son pequeños dinosaurios con plumas. Es decir, que para ellos los dinosaurios como especie siguen existiendo en las aves. Como te he dicho, algunos dinosaurios evolucionaron para adaptarse a las nuevas condiciones ambientales. Aceleraron su metabolismo calentando su sangre y se revistieron de plumas para aislarse del frío. Luego solo quedaba echar a volar.
–Es pasmoso tío, realmente apasionante. Continúa con los mamíferos.
–Antes debo decirte que los dinosaurios, esos animales que tanto fascinan a los jóvenes, dominaron el planeta más de 135 millones de años. Comparado con esta cifra, nuestra existencia apenas es digna de mención.
–¡Qué barbaridad! Parece increíble, ¿duraremos tanto nosotros?
–Al paso que vamos es poco probable si no cambiamos la forma de tratar el planeta. Y ahora sigamos con nuestros parientes.
»Los mamíferos tienen una característica especial: sus descendientes se desarrollan dentro de la madre en un órgano llamado útero gracias a la placenta, y cuando nacen se alimentan de una secreción también producida por las madres llamada leche que sus progenitoras exudan de sus glándulas mamarias. Además, las madres y los padres protegen a la prole hasta que esté en condiciones de alimentarse y huir de los depredadores. En un principio los mamíferos eran muy pequeños, como las musarañas y los ratoncitos. Para alimentarse comían insectos, raíces, carroña, y vivían en madrigueras excavadas bajo tierra. Es posible que contribuyeran a la extinción de los dinosaurios al comerse sus huevos. Eran nocturnos y aprovechaban las más bajas temperaturas para salir a comer, cuando los reptiles estaban más torpes.
–¡Qué listos!
–Sí Julio, más que los reptiles. También eran muy fértiles; tenían muchas crías en poco tiempo y se podían permitir algunas bajas sin poner en peligro la subsistencia de la especie. Sin embargo, los reptiles los mantenían a raya; no podían prosperar demasiado ni crecer en tamaño pues todos los nichos ecológicos estaban ya ocupados por los dinosaurios. Y así ocurrió hasta que el asteroide acabó con estos. Y podría haber acabado también con los mamíferos, pero estaban escondidos bajo tierra y resistieron las bajas temperaturas gracias a su sangre caliente y a su pelo. Como eran muy pequeños necesitaban pocas calorías para alimentarse y así sobrevivieron hasta que las condiciones climáticas mejoraron y el planeta se recuperó. Entonces salieron de sus madrigueras y empezaron a crecer y comer a pleno día por el ancho mundo; tenían mucho territorio libre y abundancia de alimentos y emprendieron la aventura de evolucionar ocupando los nichos ecológicos que antes eran exclusivos de los reptiles. Su ADN detectó las señales del ambiente: menos depredadores, más alimentos, más territorios, más oportunidades, y mutó para adaptarse. Entre otras cosas, crecieron de tamaño.
–Fantástico, lo explicas de manera que parece una película.
–De este «filum» de los mamíferos proceden los antropoides, animales que tienen manos y pies prensiles y vista binocular frontal. Generalmente, los simios viven en los árboles o trepan a ellos rápidamente para escapar o para dormir. Deben tener buena visión estereoscópica para saltar entre ramas, calcular las distancias, ver en color (no todos los animales ven en color) para distinguir las frutas maduras, y manos para agarrarse a las ramas y coger el alimento.
–¿No todos los animales ven en color?
–No todos. Por ejemplo, los caballos ven en blanco y negro, aunque tienen un campo de visión mucho más amplio que nosotros.
–Sigue tío.
–Las manos son un logro extraordinario; con ellas se pueden hacer muchísimas cosas que no se consiguen con pezuñas o garras. Obviamente las manos no son buenas para correr. Los animales especialmente corredores tienen una sola pezuña como los caballos, o zarpas terminadas en fuertes uñas como los guepardos, amén de cuatro patas.
–Es verdad. Los monos no corren demasiado bien pero en los árboles son únicos. –Julio imitó con los brazos el movimiento de subir por una cuerda.
–Efectivamente los simios no son buenos corredores, pero son inmejorables subiendo a los árboles y colgándose de las ramas. Según la teoría de la evolución, de este «filum» de animales procede el ser humano. Con el tiempo aparecieron monos que podían caminar erguidos, ya que en lugar de manos al final de las extremidades inferiores, estas se transformaron en pies y las caderas se modificaron para poder andar y correr erguidos. De esta manera se perdían facultades para subir a los árboles pero se oteaban los alrededores mejor, ya que al estar levantados podían vigilar a los depredadores ocultos en la hierba y tener las manos libres para empuñar armas.
–Yo sigo creyendo que en los árboles hubieran estado más seguros.
–Si no hubiéramos bajado de los árboles, incluso a riesgo de perder la vida, no estaríamos aquí tú y yo y seguiríamos siendo monos. Los homínidos aparecieron en la sabana africana, un lugar despejado con alta hierba, rocas y escasos árboles. Si nuestros antepasados hubieran vivido en una jungla como los gorilas, los chimpancés y los orangutanes, nunca se hubieran hecho bípedos. Los «simios» erguidos y con pies se denominan «homínidos», pues son ya de otra especie distinta a los cuadrumanos antropoides.
–Vaya tío, pero en la jungla, subidos a los árboles, estaban más seguros que en la sabana. ¿Por qué bajaron al suelo?
–Es una buena pregunta Julio. No bajaron por su propia voluntad, sino que el clima los obligó a ello.
–¿Cómo?
–Pues al parecer hubo un cambio climático muy drástico en una zona al Este de África, en el gran valle del Rift, y la jungla se transformó en sabana, ya sabes, una llanura enorme con altas hierbas. Las lluvias se hicieron menos frecuentes y la mayoría de los árboles y matorrales fueron desapareciendo. Con ellos se acabaron también la fruta y las hojas tiernas. No quedaba más remedio que adaptarse a un nuevo ambiente natural, la sabana, y en esta es mejor ser alto para otear a larga distancia si hay depredadores, y permanecer unidos los miembros del clan con el fin de protegerse unos a otros y coordinar estrategias.
–¿También fue un asteroide lo que hizo cambiar el clima?
–No se sabe con certeza, pudo ser, pero lo más aceptado es pensar que la causa del cambio fue la deriva de los continentes y los movimientos sísmicos asociados a la tectónica de placas. Un gran terremoto pudo haber cambiado el curso de ríos y alterado la altura de las montañas. Como consecuencia, una región del planeta, el valle del Rift en África, pudo haber dejado de recibir abundante lluvia para convertirse en una sabana.
–Ahora lo entiendo mejor, sigue, es apasionante como un cambio de clima pudo ser el origen de la Humanidad.
–El desarrollo de la vida que preconiza la teoría de la evolución por selección natural, postula que las especies aparecen tras oportunas mutaciones aleatorias en el ADN, algunas de ellas beneficiosas, que permiten a sus portadores adaptarse mejor a los nichos ecológicos de su medioambiente y escapar más a menudo de sus depredadores, al mismo tiempo que los ayuda –si son carnívoros u omnívoros– a cazar más presas para comer.
–Pero, ¿por qué se dice que hay una selección natural?
–A este proceso se le llama «selección natural» porque la propia naturaleza es la que selecciona a las especies más adaptadas eliminando a las que ya se van quedando desfasadas en cuanto a su capacidad de adaptación a los cambios del medio ambiente. Las especies que experimentan mutaciones «erróneas», es decir, aquellas que se producen pero no sirven para que sus portadores «mejoren», simplemente son cazadas fácilmente por sus depredadores o no pueden competir por la comida con los mutantes mejor adaptados, y por lo tanto se extinguen.
–¿Quieres decir que las mutaciones del ADN se producen al azar y que muchas no sirven para nada? –inquirió Julio.
–Así se propone en esta teoría evolucionaria, aunque se postula también una ley de «complejidad creciente» por la cual las nuevas especies son cada vez más complejas en cuanto a estructura orgánica y adaptación. Sin embargo, últimamente están saliendo a la luz científicos que preconizan otra teoría que permite la conciliación y el surgimiento de nuevas especies recordando la teoría de Lamarck que decía que «la función crea el órgano», de tal manera que si un animal encontraba comida, cada vez más alta en los árboles, estiraba el cuello generación tras generación, hasta surgir una nueva especie como, por ejemplo, la jirafa.
–Parece más lógico.
–De la misma manera, el órgano que no se usaba quedaba atrofiado. El problema de Lamarck era saber cómo se realizaba esta adaptación, pues por mucho que se les cortara la cola a los ratones durante cientos de años, seguirán naciendo ratones con cola. Una nueva teoría revolucionaria, la «epigenética», postula que el ADN, al igual que emite mensajes codificadores de proteínas, recibe información a través del mimo canal de todo lo que afecta al organismo: alimentos, estrés, emociones, clima, y produce mutaciones inducidas no aleatorias tendentes a la mejor adaptación a los cambios. Estas mutaciones «guiadas» ya se han comprobado en bacterias sometidas a fuerte estrés, cultivándolas en un medio adverso y dándoles como alimento un producto tóxico. Muchas morían, pero con el tiempo algunas empezaron a asimilar el tóxico como si fuera un nutriente más, fabricando nuevas proteínas que no estaban antes codificadas en su ADN; es decir, se acomodaron a las circunstancias modificando la «expresión» de su código genético. Estas bacterias pasaron la nueva información a sus descendientes. Esto explicaría por qué las bacterias patógenas están haciéndose resistentes a los antibióticos que antes las mataban; ahora se los comen y «engordan».
–Pues en los libros de texto se dice que el ADN es determinante y que no recibe información sino que sufre mutaciones debido a su complejidad estructural, errores al duplicarse o bajo la influencia de tóxicos o de radiaciones, y que muchas son dañinas, aunque algunas pueden ser eficaces.
–Sí Julio, pero eso está cambiando. El Dr. Lipton, profesor universitario, médico y biólogo, postula esta teoría de cambios en el ADN producidos por la información recibida, algo que es verdaderamente revolucionario por las implicaciones de todo tipo que origina, y es una teoría que ya se ha confirmado plenamente en los laboratorios.
–¿Y cómo es que los libros de texto no dicen nada de esto?
–Porque hacen falta años para que los viejos dogmas científicos se modifiquen. También en la ciencia hay fundamentalistas y resistencia a los nuevos paradigmas.
–¿Entonces no hay una certeza total acerca de cómo surgió la vida?
–Lo cierto es que el registro fósil permite trazar una historia de nuestros ancestros que, aunque discutida por los propios especialistas, que no están todos de acuerdo en la clasificación de los homínidos, se acerca bastante a la realidad.
–Pues ya estoy impaciente por oírla.
–Pero ya se está haciendo tarde. Lo mejor es que lo dejemos para mañana después de la siesta. No sé si tu tía te ha dicho que mañana viene Clío.
–Sí, mañana por la mañana –contestó Julio con cierta desgana.
–Tiene que ir a esperarla a la parada del autobús a las once. Es una gran entendida en Historia; su tesis doctoral ya está muy avanzada. Cuando yo esté fuera puedes preguntarle a ella cualquier duda que tengas.
–Gracias tío Manuel, pero prefiero que me lo expliques tú. Lo dices de una manera que aprendo sin darme cuenta. Me encanta como lo cuentas.
–Eres muy amable Julio. Me gustaría que mis alumnos de la facultad opinaran como tú.
–Seguro que sí.
Manuel se levantó y revolvió cariñosamente con su mano los cabellos de Julio.
–Lamentablemente el decano no piensa lo mismo. Está chapado a la antigua y le gusta una educación rígida y severa, seriedad y memoria, atenerse estrictamente al contenido de los textos, ¡disciplina! –Al decir esta palabra se cuadró militarmente y saludó llevándose la mano a la frente y frunciendo el ceño.
–¡Ja, ja, ja! Tío, pareces un soldado. No sabía que fueras tan divertido –Julio se reía con ganas en el sofá.
–Pues no digas de esto ni una palabra a nadie –Manuel señaló con el dedo a su sobrino mirando teatralmente a su alrededor–. Mi reputación de «catedráticus diplodocus» se resentiría.
–Yo siempre he creído que un catedrático de universidad es un señor muy serio y aburrido que se pasa el día entre torres de libracos y poniendo exámenes muy difíciles para cargarse a cuantos más alumnos mejor.
–Ya ves que las cosas pueden ser diferentes a como pensamos que son. Vamos a buscar a tu tía. Nos daremos un baño en la piscina antes de cenar. ¿Qué te parece la idea?
–Estupenda; voy corriendo a ponerme el bañador.
Al poco, los tres se zambullían ruidosamente en las cristalinas y frescas aguas de la piscina. El calor a última hora de la tarde apretaba de firme y el chapuzón se agradecía.
–¡A ver quién llega primero al otro lado! –gritó Julio lanzándose a nadar con fuerza.
–¡Eh! ¡Eso es jugar con ventaja! –dijo Manuel siguiendo la estela de su sobrino.
–¡Vaya par de tramposos! –grito Cintia entre risas, salpicando el agua en su intento de seguirlos.
Julio aminoró el ritmo de su brazada dejando que su tío le ganara. Se estaba divirtiendo. No esperaba que Manuel fuera lo que se llama «un tío enrollao», y le habían sorprendido su talante amable, su manera de contar las cosas, su buen humor. Pensó que en realidad apenas le conocía pese a ser el hermano de su padre.
Después del baño, que les dejó frescos y relajados, se cambiaron para la cena. A Cintia le gustaba que todos fueran bien vestidos. Para ella era un momento especial donde se aprovechaba para hablar sobre lo acontecido en la jornada, y sobre los proyectos del día siguiente.
Como la noche anterior, la cena estaba deliciosa, bien cocinada y con una mesa puesta con todo detalle incluidas dos grandes velas rojas sobre sendos candelabros de plata. Una dulce música de piano sonaba al fondo surgiendo de un equipo musical de alta fidelidad.
–Tía Cintia –comentó Julio–, no deberías molestarte en poner tantos detalles. No estoy acostumbrado. En casa cenamos cualquier cosa, más bien poco sobre un mantel de hule antes de acostarnos.
–No te preocupes muchacho –respondió Manuel–, tu tía es así. Le gusta cenar con una mesa elegante y bien puesta, ¿verdad cariño?
–Totalmente, pienso que la cena es un momento muy importante. Por cierto, los dos estáis guapísimos con esos suéteres blancos y los pantalones azules –comentó Cintia divertida.
Julio se dio cuenta entonces de que había bajado de su habitación vestido con los mismos colores que su tío, incluso con los mismos mocasines. Todos se rieron a carcajadas.
Una vez en el porche, mientras Manuel fumaba su última pipa del día contemplando las estrellas, Julio sintió un bienestar especial sentado en el sillón de mimbre mientras admiraba la serena belleza de su tía Cintia con su vestido beige claro de algodón, que saboreaba una copa de licor de avellana con hielo.
«Todavía es guapa –pensó–. ¿Cuántos años tendrá? por lo menos cincuenta. Pues que bien se conserva».
–Tío Manuel ¿cómo éramos al principio, cuando salimos de la jungla?
Manuel aspiró la pipa largamente y exhaló una gran bocanada de aromático humo hacia el cielo mirando las estrellas y entornando los ojos, como si viera lo que iba a relatar en las volutas que se elevaban lentamente.
–Nuestros antepasados homínidos en principio eran más bien pequeños, de aproximadamente un metro o menos de estatura, pero las sucesivas especies que fueron apareciendo crecieron y su capacidad craneal fue desarrollando un cerebro cada vez más grande. Al principio empezaron a crear herramientas rudimentarias utilizando piedras, palos y huesos. Probablemente eran carroñeros, es decir, se comían los restos de los animales que encontraban muertos por otros depredadores, aunque también se alimentaban de bayas, raíces, frutos, insectos y algunas verduras.
–Pues no era una dieta muy apetecible –comentó Julio recordando la apetitosa cena que acababan de saborear.
–Pronto empezaron a cazar pequeños animales. Según los antropólogos, las proteínas de la carne que comían hicieron que sus cuerpos se desarrollaran mejor y se ampliara su cerebro. Tal vez tengan razón, pero se ha descubierto que los chimpancés también comen carne cuando pueden y su cerebro no ha evolucionado desde hace millones de años. Yo creo, –y la Psicología también–, que es el propio manejo de herramientas el que hace que el cerebro se desarrolle mejor pues existe una correlación entre las herramientas y la inteligencia en ambas direcciones, una retroalimentación positiva.
»Poco a poco los homínidos fueron adquiriendo mayor cerebro y estatura y mayor habilidad en la caza, ya que planeaban como derribar a las presas con estrategias de acoso. La necesidad aguza el ingenio. Unidos en clanes familiares primero y en tribus después, armados con hachas de piedra y lanzas de madera terminadas en afiladas puntas o huesos pulidos atados con fibras vegetales, podían repeler a los depredadores y atacar a los animales más grandes. Según la teoría de la evolución que vimos esta mañana, todo ser viviente que pretenda prosperar debe cambiar adaptándose al medioambiente variable, de manera que sepa huir de sus depredadores, alimentarse con lo que hay disponible en su territorio, guarecerse del clima, no enfermar, reproducirse y cuidar de su prole para la continuidad de la especie. Para Darwin solo los más fuertes y adaptados a sus circunstancias podían sobrevivir, o de lo contrario la especie se extinguiría.
–Para decir eso tampoco hace falta ser un lince, ¿no tío?
–Ahora nos parece fácil, pero hay que situarse en la época de Darwin. Decir estas cosas tan de sentido común desató fuertes escándalos en la sociedad y Darwin padeció furibundos ataques intelectuales e insultos, sobre todo desde el lado religioso, pues la comunidad científica de entonces postulaba que era Dios, en última instancia, el que movía los hilos de todo.
–Estoy observando que la religión siempre se opone a cualquier revolución científica, ¿no tío?
–Es el problema de tener unos dogmas inflexibles. Cuando la ciencia descubre algo nuevo que aparentemente va en contra de una creencia religiosa acendrada y tradicional, la religión primero se opone con todas sus fuerzas usando el descrédito y, cuando tenía poder, la coerción; luego, ante la evidencia irrebatible, maniobra para adecuarse en lo posible a los nuevos postulados. Pero esta cuestión ya la veremos en su momento cuando tratemos el fenómeno religioso a fondo.Ahora sigamos.
»A a lo largo de la Historia del mundo muchas especies han desaparecido y han surgido otras. Este es el lado débil de la teoría darwiniana pues, según sus postulados, las especies deberían ir modificándose poco a poco, transformándose en otras nuevas conforme cambia el ambiente. Pero al parecer no ocurre así. En los diferentes estratos los paleontólogos encuentran animales que aparecen en uno y desaparecen en el siguiente, y a continuación en otro estrato más reciente aparecen de improviso multitud de nuevas especies totalmente formadas y distintas sin que existan seres intermedios entre unas y otras. Parece como si a una extinción masiva le siguiera la aparición simultánea de nuevas criaturas totalmente distintas a las anteriores. Naturalmente estas nuevas especies no surgen de inmediato al mismo tiempo, sino que nacen a lo largo de miles de años.
–Pues entonces algo no concuerda.
–Al principio, cuando se descubrió el ADN se asumió que todos éramos esclavos de esta molécula prodigiosa, ya que no podíamos ser otra cosa que lo determinado en los genes, pero ahora se sabe que podemos modificar la expresión de esos genes dependiendo de nuestra forma de vida, nuestras vivencias, sentimientos, emociones y deseos, incluyendo la alimentación y el aire que respiramos, aunque no toda la comunidad científica esté de acuerdo con ello. Esta nueva ciencia de la que ya te he hablado y a la cual llaman «epigenética» va a revolucionar la Biología, la Medicina y es posible que hasta la manera de vivir. Pronto te darás cuenta, Julio, de que no solo cuesta mucho cambiar los dogmas religiosos, sino también los «dogmas» científicos.
–Ya lo veo tío, es tremendo.
–En realidad el ADN se limita a producir proteínas según las plantillas que tiene codificadas en su doble escalera de ácidos nucleicos, dependiendo de las demandas de las células que, según los últimos descubrimientos de la Biología, se comunican con el resto de organismo mediante frecuencias electromagnéticas. Las proteínas se van produciendo a través de una transcripción del ADN al ARN mensajero. Antes se creía que esta transcripción iba en una sola dirección, es decir, desde el ADN al ARN y a la formación de la proteína (ADN>ARN>proteína), pero ahora sabemos que también puede ser al contrario: medioambiente>homeostasis>información>ARN>ADN>modificación de las plantillas (mutación dirigida del ADN)>producción de nuevas proteínas. Desde esta perspectiva, es fácil deducir que los seres vivos son moldeados por las necesidades del medio en el que viven, se alimentan, se reproducen y mueren, y por todo aquello por lo que sienten, temor, placer, dolor, hambre, etc.
–Pues a mí me parece que esta última teoría es la más acertada, aunque mi opinión no valga mucho.
–La ciencia más avanzada postula que los períodos de crisis ambientales producen cambios inesperados y rápidos que el ADN debe gestionar. Las crisis en realidad son oportunidades para que se manifiesten nuevas especies y se extingan otras. Lo mismo ocurre en el mundo de la economía y en la sociedad, ya lo iremos viendo.
–¿Y cuáles han sido las especies de humanos más próximas a nosotros? –preguntó Julio impaciente.
–Todas las opiniones cuentan, Julio. Hoy tu opinión no es importante pero tal vez mañana sí. En fin, como quiera que haya sido, estamos aquí sobre la rugosa superficie terrestre.
»Las dos especies humanas más recientes en nuestro árbol genealógico son el hombre de Neanderthal y el Homo sapiens.
»Los hombres de Neanderthal tenían un cerebro más grande que el nuestro...
–¿Más grande? Entonces… ¿eran más inteligentes? –se extrañó Julio incrédulo.
–No debía ser así porque se extinguieron. Parece que el tamaño no es lo más importante, sino su rendimiento, la transmisión de la cultura y los conocimientos adquiridos por algunos individuos al resto de la especie. Recientes investigaciones postulan que este hombre era una especie diferente a la nuestra, pero se han encontrado restos de ADN neandertal en europeos modernos.
»El Homo sapiens, a cuya especie pertenecemos, tuvo tal vez una mejor adaptabilidad al ambiente y parece que acabó con los neandertales. Éramos más ágiles, hábiles e inteligentes, y tal vez más agresivos y resistentes a las enfermedades. Los neandertales estaban mejor adaptados al frío, eran más macizos, más fuertes, con la nariz más ancha, pero no pudieron competir con nuestros antepasados –Manuel se levantó del sillón dando pequeños pasos mientras hablaba–. Antes de seguir, hagamos un parón momentáneo para ver la división en «eras geológicas» que hace la ciencia del tiempo transcurrido en nuestro planeta, desde su formación hasta hoy.
–Eso es un rollo tremendo –protestó Julio–; son un montón de cifras y nombres imposibles de recordar.
–Ya lo sé; parecen muy aburridas y difíciles de memorizar, pero lo más importante es que te quedes con lo esencial. Y para lograrlo lo mejor es asociar cada era con lo más relevante ocurrido en ella, las especies animales aparecidas o las extinciones. No es tan difícil si pones un poco de interés y tomas apuntes.
–Está bien tío, adelante –se resignó Julio empuñando un bolígrafo y abriendo un bloc que había llevado «por si acaso».
–Primero voy a hablarte de las eras geológicas.
»Se llaman así porque son las divisiones que se han hecho en el desarrollo del planeta. En estas eras, la geología y la zoología van unidas de la mano en la paleontología, pues dependiendo de los ambientes y ecosistemas que iban apareciendo, así también se modificaban las especies animales. ¿Te das cuenta Julio? Toda la vida del planeta depende de los cambios geológicos y climáticos, incluso nosotros.
–Entonces, ¿si cambia la Tierra, si cambia el clima, nosotros cambiaremos?
–No lo dudes. A pesar de que el ser humano puede vivir en cierta manera independientemente del clima gracias a su inteligencia y, ahora, gracias a la tecnología, si desaparecen los animales y las plantas ¿de qué íbamos a vivir hasta que aparecieran nuevos animales y nuevas plantas? No quiero pensar que la solución sea la de la película Soylent Green, traducida en España con el título Cuando el destino nos alcance.
–No la conozco.
–Claro Julio, ya tiene casi medio siglo, pero te recomiendo que si puedes localizarla en Internet la veas, es escalofriante.
–¿Es de miedo? No me gustan mucho, luego sueño cosas raras.
–No es de esas, pero debería darnos miedo. Trata de un futuro donde el cambio climático ha agotado las plantas y los animales.
–¿Y de qué viven las personas?
–Pues esto es lo más horrendo, del «Soylent Green» un compuesto en pastillas que se vende diciendo que proviene del plancton marino.
–¿Y no es verdad?
–No Julio. El protagonista, Charlton Heston, muy famoso en aquella época, descubre que este producto se fabrica principalmente con cadáveres humanos.
–¡Qué horror! ¡Qué asco! –Julio se agitó en su sillón.
–Era una especie de canibalismo simulado. En fin, esperemos no llegar a eso.
»Como te iba diciendo, si aparecieran nuevas plantas adaptadas a las cambiantes condiciones, ¿serán comestibles o venenosas para nuestro organismo? Tal vez nos extinguiríamos.
–Confiemos en que eso no ocurra, aunque al paso que vamos contaminándolo todo…
–Bien Julio, espero que vuestra generación, cuando gobierne, sea más inteligente que la nuestra. Prosigamos, las eras se dividen en:
»Era Arcaica o Precámbrica: Desde unos 4500, hasta 570 millones de años atrás, esta era que duró casi 4000 millones de años desde la formación rocosa de la Tierra hasta el que podríamos llamar el «estallido» de la vida en los mares. A finales de este período, hace unos 700 millones de años, aparecieron los primeros seres pluricelulares (las plantas), luego los primeros animales, gusanos, medusas, almejas, en el seno de las aguas. A lo largo de esos miles de millones de años la ciencia asegura que se dieron las facilidades necesarias para la formación de la primera célula viva. Recuerda que «arcaica» significa muy antigua, y «precámbrica» que está antes que la cámbrica.
–Sí, eso es fácil de recordar. Resumiendo, la era Arcaica o Precámbrica abarca desde la formación del planeta hasta los primeros animales marinos.
–Exacto, eso es lo más importante. Ahora vamos a por la segunda era:
»Era Paleozóica: Ten en cuenta que «paleo» viene del griego y significa «antiguo», y «zoica» significa «de animales», por lo tanto la era Paleozoica es la «era de los animales antiguos». Se subdivide en seis períodos, dependiendo de los fósiles encontrados en sus diferentes estratos:
»Cámbrico: Desde 570 a 505 millones de años. En ella aparecieron multitud de nuevas especies marinas, peces sin mandíbulas, crustáceos, etc.
»Ordovícico: Desde hace 504 hasta 437 millones de años.
–¿Y qué significa este nombre tan raro?
–Es un capricho de quien podríamos llamar el «descubridor» de este período geológico. Se trata del inglés Charles Lapworth, que a finales del siglo XIX estudió estos estratos al Norte de Gales en Gran Bretaña, donde en la antigüedad vivía una tribu celta llamada «ordovices» y tuvo la ocurrencia de ponerle este nombre en recuerdo de aquellos pobladores de la región.
–Entonces ¿no tiene nada que ver con lo que pasaba en ese período?
–En absoluto. Solo es una especie de homenaje a una tribu británica desaparecida.
»Continuemos, ahora le toca al… Silúrico; de hace entre 436 y 408 millones de años. En ese período aparecieron las plantas terrestres, los insectos y los anfibios.
»Devónico: De hace entre 409 y 362 millones de años. Aquí aparecieron los peces con mandíbulas, los celacantos y el tiburón, especies que aún viven.
–Pues sí que son viejos –dijo Julio con una sonrisa.
–Prosigamos Julio.
»Carbonífero: De hace entre 361 y 290 millones de años; en este período se formaron los grandes bosques que luego dieron lugar a los depósitos de carbón.
»Pérmico: de hace entre 289 y 246 millones de años. Aquí aparecieron los reptiles.
–¿Ves tío? Ya empezamos a liarnos con las cifras.
–Sí, lo sé, pero no es importante que te las aprendas de memoria. Luego, al final, haremos un resumen más sencillo de recordar. Sigamos:
»Era Mesozoica: Significa más o menos «animales de antigüedad mediana», que a su vez se subdivide en tres períodos:
»Triásico: De hace entre 247 y 213 millones de años; aquí empezaron a aparecer los precursores de los dinosaurios.
»Jurásico: De hace entre 212 y 144 millones de años. Esta era famosa por las películas que pusieron a los dinosaurios de moda. Efectivamente, es en este período cuando estos seres alcanzaron su mayor desarrollo, ocupando todos los nichos ecológicos de la tierra, el mar y el aire. Eran los auténticos dueños del planeta. Aquí aparecieron también las primeras aves primitivas.
»Cretácico: De hace entre 143 y 65 millones de años. En este período fundamental para nosotros, aparecieron los primeros mamíferos y se fueron extinguiendo los dinosaurios. Las aves se modernizan hasta ser como las de hoy.
–La que mejor me sé es la del Jurásico, gracias al cine –apuntó Julio recordando las estupendas películas de Spielberg.
–Sí, aunque a veces deforme la Historia, el cine sirve para recordar ciertas cosas. Prosigamos:
»Era Cenozoica o Terciaria: Significa «nuevas formas de vida» más o menos. Se subdivide en cinco subperíodos:
»Paleoceno: Hace entre 64 y 56 millones de años. En esta época se extendió el dominio de los mamíferos al haber desaparecido los dinosaurios, surgiendo multitud de nuevas especies cada vez más grandes.
»Eoceno: De entre 55 a 38 millones de años. Significa «nuevo amanecer».
»Oligoceno: De hace entre 37 y 24 millones de años; aparición de los équidos (antecesores de los caballos) y de los primeros primates, animales con visión binocular en color y cuatro manos. Según la ciencia, nuestros ancestros.
»Mioceno: De 23 a 6 millones de años atrás (ya nos vamos acercando a la actualidad); aparición de los grandes mamíferos como los mastodontes, y de los grandes simios, antecesores del gorila y el chimpancé.
»Plioceno: De 5 a 1,7 millones de años atrás. Por fin, aparecen los homínidos que caminaban erguidos. Son nuestros lejanos antepasados, el Australopitecus y el Homo habilis.
–¡Vaya! Pues han pasado millones de años en este planeta hasta que empezamos a evolucionar –exclamó Julio cansado de apuntar con el boli y aprovechando para hacer una pausa.
–Claro Julio, en realidad somos casi unos recién llegados. Ya vamos a terminar:
»Era Cuaternaria: Se subdivide en dos períodos:
»Pleistoceno: De hace 1,6 millones de años hasta el 10000 a. C.. Se caracteriza por la aparición de varias especies de homínidos cada vez más evolucionadas, hasta el hombre actual. En este período se produjeron varias glaciaciones, períodos de frío intenso, cuando los hielos cubrían gran parte del hemisferio norte.
»Holoceno: Desde hace 10000 años a. C. hasta hoy. Lo más significativo de esta etapa fue el deshielo general, la subida del nivel de los mares y la aparición de las primeras civilizaciones.
–Vale tío Manuel. Ahora dime cómo hago el resumen para memorizarlo mejor.
–Esta cronología puede suponer algo de dificultad para recordar todos los períodos, pero lo más importante es memorizar las cinco eras geológicas y sus principales acontecimientos, a saber: (1) Precámbrica o Arcaica: aparición de la vida en el mar, primeras bacterias, primeras plantas y primeros animales; (2) Paleozóica: estallido de la vida diversificada: insectos, plantas terrestres, tiburones, anfibios y reptiles; (3) Mesozoica: expansión y, finalmente, extinción de los dinosaurios, aparición de los primeros mamíferos y de las primeras aves, parece que derivadas de los dinosaurios pequeños. (4) Cenozoica o Terciaria: expansión de los mamíferos, aparición de los primates y, al final del período, de los homínidos Australopitecus y del Homo habilis. Afianzamiento de las aves. (5) Cuaternario: enfriamiento planetario y glaciaciones, bajada del nivel del mar y, al final de la era, deshielo y subida de las aguas oceánicas unos 150 metros. Aparición del hombre moderno.
–Bueno, así es mucho más fácil –apuntó Julio esgrimiendo el bolígrafo–. Me haré un cuadro sinóptico con las eras, los períodos, los acontecimientos y las especies animales más características de cada uno.
–Estupendo. Lo mejor es asociar cada era con lo ocurrido en ella que más te llame la atención. Visualiza una película de los acontecimientos, como si fuera Jurassic Park. Verás que no es tan difícil.
Cintia se levantó de su sillón mirando a Manuel.
–Cariño, ha sido muy interesante pero tengo sueño. Lo siento, mañana debo madrugar para ir a Madrid. Tengo que ver al editor de la revista y luego recoger a Clío en la estación.
Cintia escribía para una revista de Economía, con la que colaboraba con un reportaje semanal.
–También tengo que hablar con el fotógrafo. Las últimas fotos que me mandó por correo electrónico no eran muy buenas –comentó retocándose la falda.
–Buenas noches tía, que duermas bien. Yo también me voy a mi habitación; ya empiezo a tener sueño –dijo Julio ahogando un amago de estirar los brazos y bostezar–. Esta última clase ha sido muy pesada.
–Pues demos por terminada la clase por hoy. Buenas noches Julio, hasta mañana.
–Buenas noches tío y perdona, no lo digo por ti que me lo has explicado estupendamente; es que el tema es denso. Buenas noches.
Julio subió a su habitación y se puso el pijama. Se acercó a la ventana y a través de la mosquitera contempló las estrellas. Aquellas noches de verano sin luna lucían esplendorosas sin las luces de la ciudad. Subió la mosquitera y apagó la luz de la habitación para contemplarlas mejor.
Algunas brillaban a intermitentes destellos como si pulsaran. Cerró los ojos. Bajó la mosquitera y se tendió en la cama. En su mente, una inmensa bola de fuego se enfriaba hasta convertirse en una roca con mares de los que surgían reptiles gigantescos haciendo temblar el suelo y emitiendo fuertes bramidos. Luego una luz en el cielo se iba haciendo más y más grande hasta que llegó al mar y en él se alzó una enorme columna de fuego y humo.
Los dinosaurios corrían despavoridos inútilmente; una ola de calor intenso los abrasaba sin remedio. Las palmeras eran arrancadas por un fuerte viento candente y ardían cual antorchas. El cielo se volvió rojo y luego gris oscuro. El Sol dejó de lucir, el frío llenó la Tierra. Allá abajo, escondidos en su madriguera, una pareja de ratones temblaban acurrucados sobre sus crías. Entre sueños Julio pensó: «fueron los herederos de la Tierra y pueden volver a serlo».
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