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El lado oscuro del Rock

José Luis Martín



© 2020, José Luis Martín

© 2020, Redbook Ediciones, s.l., Barcelona

Diseño de cubierta: Regina Richling

Diseño de interior: David Saavedra

Fotografías interiores: APG imágenes

Fotografía de cubierta: Shutterstock

ISBN: 978-84-9917-589-8

Todas las imágenes son © de sus respectivos propietarios y se han incluido a modo de complemento para ilustrar el contenido del texto y/o situarlo en su contexto histórico o artístico. Aunque se ha realizado un trabajo exhaustivo para obtener el permiso de cada autor antes de su publicación, el editor quiere pedir disculpas en el caso de que no se hubiera obtenido alguna fuente y se compromete a corregir cualquier omisión en futuras ediciones.

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Índice

Introducción

Mis satánicas amistades

Bienvenidos al lado oscuro

I. Brujería, ocultismo, superstición & blues

El origen del vudú de Nueva Orleans

Marie Laveau, la reina vudú

El hoodoo de Luisiana

Conjuros y amuletos

El cruce de caminos

II. Rock’n’roll. La música del Diablo

El blues tuvo un hijo bastardo al que llamaron rock’n’roll

Dios le tendió la mano al Diablo

The Four Horsemen Of The Apocalypse

Elvis Presley. El lado oscuro del rey

Jerry Lee Lewis. El asesino del rock’n’roll

Little Richard, la reencarnación de Satanás

Chuck Berry, el padre del rock and roll

Screamin’ Jay Hawkins. El voodoo del rock’n’roll

Acoso y derribo

III. Corrompiendo la flema inglesa

Semillas de maldad

Del skiffle al blues. La semilla del diablo

Aleister Crowley, The Beast 666

Graham Bond, el genio ocultista

Tipos extraños en un mundo decadente

Chris Curtis, el batería visionario

Joe Meek. El loco del rock espacial

Crazy World Of Arthur Brown. Quemándolo todo

Screaming Lord Sutch. El padrino del shock rock

IV. Simpatía por el Diablo

The Beatles, de chicos buenos nada

Más famosos que Jesucristo

La conexión Crowley

El misticismo hindú

La inspiración de Charles Manson

The Rolling Stones o Sus Satánicas Majestades

Bienvenidos al lado oscuro

El inicio de la etapa satánica

Sympathy for the Devil

1969, el año maldito

Led Zeppelin. El ocultismo de Jimmy Page

V. Buscando la nueva espiritualidad

Millbrook, la puerta de la consciencia

Bienvenidos al verano del amor

Jim Morrison, el chaman eléctrico

La era psicodélica

El final de un sueño lisérgico

VI. Bajo el signo de Satán

Anton LaVey, el Papa Negro

Coven, la primera banda satánica

Black Sabbath, jugando con el Diablo

La consolidación del ocultismo

VII. Bajando a los infiernos

Alice Cooper, el teatro del horror

Judas Priest, los predicadores del mal

Iron Maiden, el número de la bestia

Lemmy, el azote de la religión

En busca del demonio más rentable

AC/DC. Los cuernos de Satanás

Kiss. La máquina de hacer dinero

Otras bandas con universos oscuros

Venom. Satán es poder

Mercyful Fate. El Rey Diamante

VIII. Culto a la muerte y el Anticristo

Rock Gótico, el sonido de la muerte

Rock industrial. La maldición de las máquinas

Nine Inch Nails, los clavos de Cristo

Orgy. Del emo a la ciencia ficción

Ministry. Rescatando a Crowley

Laibach. En guerra con la Iglesia

Fuego infernal y zombies

Marilyn Manson. La llegada del Anticristo

Columbine o la venganza del puritanismo

Metal extremo. La filosofía del mal

Sepultura. La fuerza de la superstición

Cradle Of Filth. La calidad de lo extremo

Behemoth. Hacia el paganismo nórdico

Cannival Corpse. Ignorados, prohibidos y estigmatizados

Brujeria. Decapitando gringos

Inner Circle: quemando las iglesias

IX. Nuevo siglo, mismo horizonte

El templo satánico

Ghost. El Cardinal Copia y sus Nameless Ghouls

Las brujas al poder

Propuestas para cruzar al lado oscuro

Listados de música

Bibliografía

Introducción

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Mis satánicas amistades

Lo primero que debería dejar claro es que no creo en el Diablo, Satanás o Lucifer, porque esa creencia me llevaría a reconocer la existencia de alguna divinidad superior como contrapunto. Según esa apreciación, es bastante triste y deprimente que una fuerza superior, si es que existe, permita que el mundo haya rodado de la forma irracional que lo ha hecho a lo largo de su historia, para eso ya nos valemos nosotros sin necesidad de supervisión. Llamadme ateo si preferís.

Mis relaciones con Satanás vinieron a través de la música o como excusa de ella. Fueron mis amigos los que me embrujaron con discos e historias de Black Sabbath o Led Zeppelin primero, para al poco adentrarme en el universo oscuro de Iron Maiden, Judas Priest o Motörhead. Tommy ejercía de satánico, chamán o maestro de ceremonias; servía su elixir mágico, hoy conocido como cerveza de litro y evaporábamos aromas que invitaban a abrir la mente, en ocasiones cortados con tanta basura que lo único que daban era dolor de cabeza. Cuando la química acompañaba, era sencillo, dejar deslizar la aguja sobre el vinilo, bajar la intensidad de la luz y cerrar a cal y canto la habitación para que no se escapasen los efluvios mágicos.

Recuerdo que Tommy tenía un concepto diferente sobre la muerte, los espíritus y los demonios, que me sorprendía y embobaba. Hoy en día lo achaco a su procedencia gallega y la seguridad de que las brujas, hechiceros, demonios y fantasmas, haberlos haylos. Quizás por eso cuando se te acercaba a oscuras en Les Enfants Terribles y simplemente te llamaba y te enseñaba la mano cornuda, era digno de respeto.

Aunque no recuerdo su nombre, un año conocimos a su hermano, que daba más grima que él, posiblemente porque vivía en Galicia y conservaba todo su mojo intacto. En una sesión de brujería casera y mientras sonaba Black Sabbath, nos enseñaron fotografías de ellos durmiendo dentro de un nicho abierto en su tierra natal y ahí subió de categoría y todos lo vimos como nuestro Ozzy particular.

Nuestras sesiones diabólicas también se desarrollaron en lo alto del Montseny, refugiados en un monasterio abandonado que era el escenario ideal para una cinta de terror de serie B. Podíamos olvidarnos la comida, pero la música, la bebida, las substancias «alternativas» y las ganas de cruzar al lado oscuro no. Recuerdo que en la tercera visita al monasterio tuve una mala experiencia, aunque no creo que fuera con el submundo, ya que desde entonces no puedo ingerir alcohol blanco sin ver a la virgen y todas las estrellas.

El paganismo y la magia las encontré más adelante de la mano de amigas que no nombraré porque no les he pedido permiso, pero el tarot, el espiritismo y la ouija estuvieron muy presentes, con su propia banda sonora a base de Gwendal, Alan Stivell y otros grupos que ni recuerdo.

Menos intenso fue tropezar con acólitos del nuevo pensamiento universal a base de música progresiva. El LSD no me sienta del todo bien y estar en una reunión donde todos viajan sin maletas y tú no tienes combustible, no será el infierno pero se le parece mucho.

Con el tiempo y los años, el blues me llevó a reencontrar al Diablo, pero ya estaba curado de espanto y pocas cosas me sorprendían. Hace unas semanas me encontré con Tommy en un concierto y entre charla y cerveza me recordó que uno de mis peores demonios era conocido como «La Dolores», se manifestaba como docente y consiguió que aborreciera y abandonara estudiar.

Así que sí, que existen los demonios, pero libradme de los monstruos de carne y hueso del día a día, que de los malignos o divinos ya me libraré yo.

Bienvenidos al lado oscuro

Desde su aparición, en la década de los años cincuenta, el rock’n’roll está relacionado con el ocultismo, término que abarca rituales paganos, mitología egipcia y brujería, hasta la adoración del Diablo. Mientras que algunos artistas y bandas profundizaron en los estudios de lo oculto, otros se subieron al carro para crear polémica y vender más discos. Sin embargo desde el inicio de su andadura ha tenido una fuerte oposición del sector más moralista y radical del cristianismo, que lo ha señalado como foco de todos los males morales de nuestra sociedad.

La derecha cristiana ha sido y es un componente poderoso, política y socialmente, influyendo en la política cultural de los estados, siempre en nombre de los valores familiares, pero escondiendo un tremendo deseo de seguir manteniendo su supremacía ante cualquier tipo de libertad de culto. Por eso desde sus inicios el rock se ha visto vigilado, acosado y atacado por los fundamentalistas religiosos, acompañados en su cruzada por las fuerzas de la derecha política, conservadora e inmovilista.

Igual que las brujas fueron señaladas, perseguidas y se quemaron en hogueras de la Europa del siglo xv, la cristiandad ha perseguido durante el siglo pasado cualquier apertura no estipulada como episcopal, topando de lleno con la cultura, desde cuentos infantiles, relatos de adultos, juegos de mesa, cine, televisión, Internet y la música. Cualquier expresión que hiciera referencia a la astrología, la New Age, el paganismo y sus tradiciones ancestrales, el esoterismo, ocultismo o el propio Diablo, era estigmatizada inmediatamente y se mostraba al conjunto de la sociedad como eje del mal. Daba igual que fuera el tablero de ouija, los libros de Harry Potter, las películas de la saga El Señor de los Anillos o la música de Black Sabbath o Marilyn Manson. Inmediatamente se provocaba una sensación de miedo colectiva que demandaba una reacción en forma de ataque judicial, político y moral.

Como veremos en el libro, en cada ocasión que aparece un elemento distorsionador de la hegemonía eclesiástica, se produce una respuesta ataque que lo condena por satanista, hereje o inmoral. Utilizando la represión en los viejos campos de algodón, prohibiendo la libertad de culto entre los esclavos llegados de África o lanzando mentiras y distorsionando la verdad para suprimir la explosión de júbilo que el rock’n’roll trajo en los cincuenta.

Con la proliferación de creencias paganas de los sesenta, donde la magia y el ocultismo se abrió paso entre la experimentación sicotrópica, atacando y cuestionando la cosmovisión cristiana establecida, llegaron las prohibiciones y la persecución de los líderes del movimiento, muchos de ellos devorados por las drogas y la presión. No escaparon las grandes estrellas, desde The Beatles o The Rolling Stones a Led Zeppelin, pero en los setenta se les escapó el libre albedrío de las manos, y la creación de la primera religión netamente satánica les estalló en la cara.

El rechazo más rotundo a la ciencia vino acompañado de un acercamiento del cristianismo hacia postulados más fundamentalistas y conservadores, que se entrelazó en más ocasiones de lo que la prudencia aconsejaba, con movimientos de extrema derecha, castigando a los que levantaban la voz contra la política belicista o reivindicaban los derechos civiles.

Los ochenta destapan una nueva era del culto a Satán que nos acompañará hasta nuestros días, elevándose el nivel del combate entre la religión y el rock. Por un lado el cristianismo fundamentalista y la derecha política crecieron como respuesta al ataque del Diablo, y a la sombra de Ronald Reagan inician otra cacería indiscriminada, aunque el efecto llamada es imparable y el atractivo de Satanás acaba por embaucar a millones de fans que ven en el heavy metal su válvula de escape.

Este libro no es un tratado sobre satanismo, aunque hablaremos de la adoración a Satán, pero nos muestra perfectamente la lucha entre la música rock y la religión cristiana. No somos nosotros los encargados de abrazar postulados de uno u otro lado, tan sólo dar a conocer los hechos que desgraciadamente se siguen repitiendo una y otra vez.

El pasado 29 de noviembre se celebró en la Facultad de Filología de la Complutense de Madrid un seminario organizado por Satanistas de España y Jóvenes Investigadores en Ciencias de las Religiones, bajo el título de La Experiencia Satánica. Las asociaciones cristianas y de ultraderecha convocaron rezos delante de la entrada, se volcaron mentiras como las expuestas por el Sindicato Español Universitario: «Ante las jornadas satanistas convocadas hoy en la UCM donde se promueven violaciones y conductas pedófilas con complicidad del rectorado, el estudiantado sin complejos ha respondido, consiguiendo su paralización».

Parece que en el nuevo siglo la cosa no ha cambiado. ¡Bienvenidos al lado oscuro del rock!

I. Brujería, ocultismo, superstición & blues


El blues es, según todos los expertos, el principio de todo, la madre de todas las músicas modernas y mal vamos, si de entrada, es un género dominado por la brujería, el ocultismo, las creencias paganas y todo tipo de supersticiones. La sociedad occidental y decentemente católica apostólica ha dejado entrar al señor oscuro.

Es aquí donde comienza nuestro viaje al lado oscuro, arremangándonos y sumergiendo la cuchara en el gran caldero del gumbo, para remover todos los ingredientes y conseguir que la ocra se entremezcle perfectamente con el roux de Luisiana, mientras que nos centramos en otros menesteres.

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El origen del vudú de Nueva Orleans

Cuando en agosto de 1619 el barco corsario inglés White Lion desembarcó a los primeros veinte esclavos africanos en el puerto de Jamestown, en la colonia británica de Virginia, comenzó uno de los periodos más oscuros y trágicos de la historia de los actuales Estados Unidos. Una historia que aposenta su crecimiento económico con la esclavitud de millones de personas de color, tratadas como animales de carga, esquilmando todos sus derechos y libertades durante varios siglos. Con la pérdida de libertades fueron prohibidas sus creencias espirituales y mágicas, que si bien es cierto que fueron diezmadas, jamás consiguieron erradicarlas.

La expansión del vodun

Una de las principales creencias paganas que se importaron de África fue el vodun, originario de las Fon People del antiguo reino de Dahomey, actualmente Benin. Entre 1739 y 1931, la mayoría de esclavos fon fueron desembarcados en la colonia francesa de Luisiana, concretamente en el puerto de Nueva Orleans.

Vodu significa «espíritu» en el idioma fon y se trata de una deidad semejante a un dios o Gran Espíritu, representado por una gigantesca serpiente blanca llamada Dan que sostiene el Universo. La represión religiosa comenzó en las colonias francesas y españolas del Caribe, donde se les prohibió bajo pena de muerte la práctica de toda cultura pagana, por lo que los esclavos adaptaron sus creencias ancestrales con las nuevas impuestas por el catolicismo, pero sin perder su fe. De esta forma aparecen religiones híbridas que mutan según su destino final; la santería en Cuba y más tarde en México, la macumba y el cadomblé en Brasil y el vodou o vudú en Haití.

En agosto de 1791 los sacerdotes vodou promulgaron la rebelión entre los esclavos haitianos, que derivó en una cruenta revolución contra el gobierno de Napoleón Bonaparte, consiguiendo derrotarlo en 1804 y proclamar la primera república negra del planeta en Haití. Estados Unidos, temiendo un efecto dominó, promulgó un embargo comercial sobre Haití que sumió a una de las colonias más ricas en la miseria. A finales de siglo se produjo un éxodo masivo de negros libres, conocidos como gens de couleur libres o affranchis, que se establecieron mayoritariamente en Luisiana y en particular en Nueva Orleans.

Los esclavistas de Luisiana ejercieron una cruel represión religiosa con sus esclavos, por temor a que las creencias vudú provocaran una rebelión similar a la de Haití, evitando levantamientos revolucionarios en su territorio. La prohibición de la práctica religiosa produjo un efecto contrario al deseado y la religión vudú se extendió clandestinamente entre los esclavos, que la utilizaban con amuletos, encantamientos y ungüentos, principalmente para curarse, orientarse, protegerse y mantener una conexión espiritual con sus muertos, pero al mismo tiempo se desarrollaron maldiciones y amuletos para herir y buscar la desgracia en sus enemigos, generalmente los amos blancos, naciendo así una magia negra o superstición maligna.

En Nueva Orleans, antigua colonia francesa, se desarrolló una nueva clase social, formada por personas libres de color, que si bien no tenían todos los derechos adquiridos, gozaban de privilegios específicos como el derecho a la educación y el acceso a la propiedad privada. Las mujeres libres de color adquirieron rápidamente una enorme importancia, primero porque la escasez de mujeres de raza blanca dio lugar a la normalización de emparejamientos y numerosos matrimonios interraciales y en segundo lugar porque la mayoría de líderes espirituales eran féminas, ejerciendo un enorme poder religioso, social y cultural.

N

Marie Laveau, la reina vudú

A principios de 1800 llegó a Nueva Orleans Marguerite (también conocida como Marguerite D’Arcantel), sacerdotisa vudú que había desempeñado un papel relevante en la revolución haitiana y que rápidamente se aposentó como estamento destacado en el nuevo orden religioso de Nueva Orleans. Sin embargo fue su hija, Marie Laveau, nacida en libertad, quien consolidaría ese nuevo concordato pagano.

Los escasos documentos que se conservan de Marie reflejan que fue una mujer extraordinaria, de una inteligencia y percepción fuera de lo común, que además utilizaba lo que se asumía como poderes psíquicos y paranormales, como refleja un documento sobre religiones paganas de Ina Fandrich, profesora de la Universidad de Luisiana: «Marie era considerada clarividente y consiguió manifestarse en muchos lugares a la vez. Se le atribuían curaciones milagrosas o traer de vuelta a casa a los maridos infieles».

Marie gozó de un extraordinario poder entre negros y blancos, dominando y conociendo secretos de la alta sociedad de Nueva Orleans. Se decía que tenía una gran red de informadores en todos los estamentos que le ayudaban a realizar sus predicciones, pero de la misma forma utilizaba la magia del vudú, mezclándola con santos católicos y espíritus africanos, ayudada por una enorme serpiente pitón blanca, conocida como «Gran Zombi» en el vudú. Fuera como fuere, Marie adquirió una gran fortuna gracias a su don y la abundante información que manejaba.

A finales de 1820 las líderes de culto vudú se unieron para escoger a su máxima representante, nombrando a Marie Laveau como la Reina Vudú de Nueva Orleans. Marie llegó a ser una de las personas más poderosas de la ciudad, mostrando su fuerza la víspera de San Juan de 1874, con un rito religioso a orillas del lago Pontchartrain para más de 12.000 personas blancas y negras.


Una de sus habilidades fue convencer a las demás líderes de la necesidad de asistir a misas católicas y fusionar el culto cristiano con el vudú como única defensa ante una inminente prohibición de los estratos puritanos católicos y que ha preservado a Nueva Orleans como la ciudad americana con más libertad de creencias religiosas y cultos.

Marie falleció el 17 de junio de 1881 de causas naturales, pasando su hija Marie Laveau II a ocupar su puesto como Reina Vudú. Su tumba ha sido profanada en numerosas ocasiones, tanto por seguidores como detractores, mayoritariamente racistas y católicos radicales.

Actualmente, su cripta en el cementerio de Sant Louis de Nueva Orleans es la segunda más visitada en los Estados Unidos después de la de Elvis Presley. Los peregrinos siguen visitándola para pedir ayuda y consejo, dejando ofrendas y marcando la tumba con una X, tal y como manda la tradición. Si deseas que Marie Laveau te conceda un deseo, marca la tumba con una X, gira tres veces, grita el deseo y toca la X con reverencia y respeto, dejando una ofrenda y te será concedido.

The Misfits, pillados «in fraganti»

El grupo de New Jersey The Misfits fue detenido y arrestado en 1982 tras un concierto en Nueva Orleans, pillados «in fraganti» intentando exhumar el cadáver de Laveau de su tumba.


Pero el mundo de la música ha recogido la figura de Marie Laveau en numerosas ocasiones, y de forma menos escandalosa, por grupos de toda índole y de todas las procedencias. La banda danesa de death metal Volbeat le dedicó el tema «Marie Levaeu» en el disco Seal The Deal & Let’s Boogie de 2016, mientras que la banda de folk escocés Fairground Attraction lo hace con su tema «Clare» de 1988.

Estilos tan dispares como el del crooner psicodélico Tav Falco que grabó «About Marie Laveau» en su disco Command Performance de 2015 o la banda de country rock Grant Lee Buffalo que le dedicó el tema «Dixie Drug Store» de su álbum debut, Fuzzy de 1993.

Dentro del blues tenemos a los fabulosos Canned Heat en su disco de 1968 Boggie With Canned Heat, donde grabaron el instrumental «Marie Laveau»; título que volvió a utilizar el grupo de Las Vegas The Delta Bombers con su mezcla de rock’n’roll y dirty blues explosivo, o el guitarrista Jimmy Buffett que habla de ella en el tema «I Will Play for Gumbo». Dos clásicos del rock comercial americano se rindieron a los encantos ocultos de la Reina Vudú: Dr. Hook en su álbum debut con un tema que lleva su nombre en 1972 y Redbone con un más que bailable «The Witch Queen of Nueva Orleans» grabado un año antes. El dúo psicodélico The Du-Tels, grabó una gran historia entorno a Marie en el disco No Knowledge Of Music Required de 2007, bajo el título «Voodoo Queen Marie».

Una larga lista de temas que hablan sobre ella y la presentan como bruja, hechicera, sacerdotisa de magia negra o mujer extravagante y poderosa en un mundo de hombres, y que no han hecho más que engrandecer su leyenda.

Si tuviéramos que quedarnos con tres de los temas más interesantes, serían propuestas nativas de Nueva Orleans, separadas en el tiempo y el espacio, pero presentadas bajo el mismo título «Marie Laveau». La primera es la grabación de Ingrid Lucia & The Flying Neutrinos, formación de rock’n’roll vintage con toques de swing y jazz que trabaja desde mediados de los ochenta con gran prestigio. La segunda propuesta sería Dr. John, que dejó su sabiduría vudú plasmada en el tema grabado en 2004, aunque tiene más canciones de su extensa discografía que se relacionan con Marie.

Para finalizar dejamos el tema de Papa Celestin, saxofonista de jazz, que fue uno de los músicos más destacados del movimiento de brass bands de principios del siglo pasado. Descendiente de affranchis haitianos, pioneros de la cultura criolla en Nueva Orleans, grabó la primera versión de «Marie Laveau» en 1949 con Original Tuxedu Jazz Band, aunque lo ha hecho en numerosas ocasiones con diferentes formaciones.

Es posiblemente la versión más popular de todo el legado musical de Marie Laveau.

«Allí vivió una dama mágica, no hace mucho tiempo, en Nueva Orleans, Luisiana, llamada Marie Laveau. Hizo una fortuna vendiendo vudú e interpretando sueños. Ella era conocida en todo el país como la reina vudú. La gente llegó de millas y millas alrededor, ella les mostró cómo tener ese vudú. A la dama vudú irían: ricos, educados, ignorantes y pobres. Ella chasquearía los dedos y sacudiría la cabeza. Luego encontrará sus amantes, vivos o muertos.Pobre Marie Laveau, Marie Laveau,La reina vudú de Nueva Orleans.»

N

El hoodoo de Luisiana

Es un error muy común confundir hoodoo con vudú, pero en realidad son conceptos diferentes. Sin necesidad de entrar en un estudio muy profundo, la principal diferencia es que vudú es una religión, mientras que hoodoo es una práctica de magia popular.

El vudú es una institución organizada con ceremonias establecidas dirigidas por representantes religiosos, rigiéndose bajo una jerarquía de poder muy sólida. Actualmente es oficial en Benin y Haití, mientras que se practica mayoritariamente en República Dominicana, Puerto Rico, Cuba, Ghana, Togo y en ciudades de América del Norte y Nueva Orleans, donde se calcula que el 15% de la población profesan ese culto.

El hoodoo es una práctica espiritual y esotérica, que si bien proviene de África como el vudú, no pasó por las colonias del Caribe y llegó virgen a Luisiana, donde se mezcló con la religión católica, las tradiciones europeas más ancestrales y la cultura de los nativos americanos. Es por eso que en el hoodoo se puede invocar a santos católicos al mismo tiempo que se fusiona con ritos extraídos de grimorios de la baja Edad Media europea.

Hecha esta aclaración, cabe destacar que el hoodoo gira en torno al poder natural de la Tierra y sus espíritus, pero no busca una deidad omnipresente, utilizando intermediarios con el más allá en forma de antepasados o espíritus. No obstante, también cabe señalar que la mayoría de los practicantes del hoodoo practican la religión vudú, sin ser condición sine qua non.

El hoodoo puede ejercerlo toda la población, independientemente de su raza y origen social. Originariamente nació en el Delta del Misisipi, entre la población de esclavos de las plantaciones y desde allí, fue exportado a Cuba, Haití y Jamaica, en un proceso inverso al vudú.

Los primeros hechiceros del hoodoo

La base del hoodoo es una larga lista de hierbas, raíces, huesos, piedras y partes de animales que se transforman en amuletos, con los que confeccionas pociones, ungüentos y conjuros, bajo hechizos que suelen ser muy simples y poderosos.

Los pioneros Hoodoo Man o Doctor Hoodoo, eran hechiceros africanos que fueron capturados como esclavos y trajeron su sabiduría curandera al sur de Luisiana. Estos curanderos eran también llamados Médicos de Raíz debido a su destreza para crear caldos curativos con hierbas y raíces que aliviaron las penurias y heridas de los esclavos de las plantaciones, adquiriendo rápidamente un gran prestigio y poder entre la población negra y que con el tiempo se supo imponer entre los blancos.

El más popular de estos Médicos de Raíz fue Dr. John (no confundir con el músico), capturado en Senegal. Se trataba de un gran hechicero que practicó sus dotes de sanador y se ganó el beneplácito de la comunidad vudú que lo conocía como Bayou John o Príncipe John. Su leyenda creció por todo el estado hasta el punto que los terratenientes blancos le solicitaban ayuda para reprimir plagas, sanar a las bestias y esclavos e incluso a su familia. De él se decía que poseía la capacidad de reanimar a los muertos, dando pie al mito de los primeros zombis de Luisiana. Al mismo tiempo Dr. John era uno de los más famosos tamborileros de Nueva Orleans, pues en ciertos rituales hoodoo la música es muy importante aunque rudimentaria, normalmente ejecutada con fuertes pisadas, palmadas, golpes de bastón en el suelo y pequeños tambores, de ahí viene la creencia que los cánticos de los esclavos en los campos de algodón, los conocidos como work songs, incluían muchos cantos de hoodoo o vudú.

A vueltas (musicales) con el hoodoo

Jelly Jaw Short bluesman de Port Gibson, Misisipi, grabó en marzo de 1932 el tema «Snake Doctor Blues» en el que contaba las tribulaciones de un médico de raíz: “Soy el Doctor Snake y tengo mi medicina dentro de la bolsa. / Muchos os preguntáis que le hizo el Dr. Snake a los hombres, / con hierbas y raíces robó vuestras mujeres, por donde quiera que vaya».

Peter Joe Clayton nació en 1898 en Georgia, pero siempre dijo que había venido al mundo en África. Su nombre artístico era el de Doc Clayton y escribió algunos temas que han pasado a la historia del género como «Pearl Harbor Blues» o «Moonshine Woman Blues». Grabó varios temas con el hoodoo y el vudú como protagonistas, «Doctor Clayton Blues», «Watch out Mama» o «Yo Yo Jive» entre otros, pero en 1942 grabó «Root Doctor Blues» con esta letra: «Soy un médico de raíz, mejor que otro médico de esta tierra. / Mi remedio garantiza curarte, las pastillas y los dolores no están en mi plan. / Tengo una forma de operar que no te dejará cicatriz, / pongo el remedio justo en el lugar y juro que el poder te sanará».

Como toda práctica mágica, el hoodoo que en un principio se utilizaba para buscar el beneficio propio o ajeno, derivó en un lado oscuro o magia negra, donde el objetivo era hacer daño al enemigo o contrincante, buscándole la ruina económica, el desamor, la mala suerte e incluso la enfermedad y la muerte.

Uno de los hoodoo man que más populares se hicieron por esas prácticas fue Fred Staten, nacido en 1937 en Nueva Orleans. Se reconvirtió en Papa Midnight y más tarde en Chicken Man, alcanzando la figura de Rey Vudú y Doctor Hoodoo. A mediados de la década de los sesenta se popularizaron sus ritos a base de bailes desenfrenados donde la gente, bajo el efecto de ciertas sustancias, alcanzaba el éxtasis y a veces perdía el conocimiento, y en los que realizaba ceremonias de auténtica magia negra, durante las que se decapitaba pollos y se bebía su sangre. Falleció en 1998 en misteriosas circunstancias jamás esclarecidas.

N

Conjuros y amuletos

El médico de raíz trataba normalmente enfermedades con remedios naturales, que podrían tener ciertas propiedades medicinales, pero que en la mayoría de los casos eran simples paliativos o placebos que producían un efecto psicosomático en el receptor. Pero en muchas ocasiones se utilizaba la medicina del hechizo, para proteger o agredir a alguien, así como conseguir objetivos no del todo limpios. Echar una raíz o Echar polvo de goofer significaba ejercer un hechizo. Normalmente el polvo de goofer estaba formado por tierra del cementerio, piel de serpiente o lagarto, sobre el que se volcaba algo de magia y se transformaba en un potente conjuro.

De estos polvos... aquellos lodos

La cantante afroamericana Lil Johnson, famosa por practicar un blues obsceno, cargado de mensajes eróticos y otros tabús sociales a principios del siglo pasado, grabó en 1937 el tema «Goofer Dust Swing».

«Me robaste a mi hombre, no eres buena rata/ ¿No sabes que no puedes salirte con la tuya? / Esparciré polvo de goofer alrededor de tu puerta / Y ya sabes que no volverá más».

En 1947 el bluesman Willie Mabon grabó el tema «I Don’t Know» donde relataba su intención de usar polvo de goofer contra su mujer.

«Me estoy enfermando y cansando de la forma en que lo haces /Como un buen papa tengo que envenenarte / Espolvoreando polvo de goofer alrededor de tu cama / Despertarás una de estas mañanas, encontrarás tu propio yo muerto».

El mundo del blues está repleto de referencias al polvo de goofer, pero también en otros géneros como el heavy metal. King Diamond en su álbum de 2009 llamado Voodoo, narra una situación macabra en la canción «Sarah’s Night», usando el goofer para dominar el cerebro de una joven.


«Salem está de pie en la oscuridad / Observando el cuerpo dormido de Sarah... / Abro la mano, el polvo Goofer está cayendo... / Casi puedes ver a los muertos cuando entran en la cabeza de Sarah... /Violentamente ella está sentada / Gritos de dolor, sé que está doliendo / Sólo veo blanco en sus ojos».

Otro amuleto poderoso era el llamado Gris Gris, también reconocido como Grigri o Gerregery. Se trataba de una bolsa, normalmente de tela que se rellenaba de objetos personales y místicos especiales para cada encantamiento. En el Islam existe otro Gris Gris en bolsa de cuero sobre el que van grabados versos del Corán, siendo su uso más extendido el de ahuyentar los malos espíritus o la mala suerte, colgando el gris gris en las puertas de las casas o las habitaciones. Con el tiempo el vudú y el hoodoo se apoderaron de su utilización y significado, pasando de ser un amuleto de buena suerte a un fetiche de magia negra. Se dice que los esclavos lo utilizaban para hacer daño a sus amos y que todavía hoy en día hay tumbas de esclavistas que aparecen con gris gris colgando. No obstante jamás dejó de ser un amuleto benigno y sobre todo se utilizó para prevenir los embarazos, en una superstición que causó innumerables disgustos.

Dr. John, músico del que ya hemos hablado anteriormente, llamó a su primer disco en 1968 Gris Gris, en un trabajo cargado de referencias vudú y brujería. Dentro encontramos el tema «Gris Gris Gumbo Ya Ya» donde nos ofrece sus servicios, «Me llaman Dr. John, el vagabundo nocturno / deslizo mi gris gris de mi mano / Soy el último de los grandes / me llaman el hombre gris gris. / Tengo muchos clientes que vienen de muchas millas / Tengo mi medicina para curar todos tus males».

El álbum es todo un tratado de ocultismo y magia, que impactó en un joven músico de Oakland, California. Greg Ashley militaba en la banda de rock psicodélico The Cuts, cuando a principios del 2002 se comenzó a interesar por temas esotéricos, místicos y de magia blanca y negra. En 2003 formó una banda llamada The Gris Gris con la que editó tres discos para Bridman Records, todos ellos influidos por el vudú y el hoodoo de Nueva Orleans, aunque su música era experimental y sicodélica.

Tengo el mojo trabajando por ti

Una derivación del Gris Gris y posiblemente el fetiche más famoso es el mojo, pero con sus diferencias y particularidades. El mojo también se le conoce por distintos nombres dependiendo del uso que se haga de él, de esta forma puede llamarse Mojo Hand, Conjure Hand, Lucky Hand, Conjure Bag, Trick Bag, Root Bag, Toby o Jomo, entre otros apelativos.

Se trata de una bolsa, generalmente de franela, donde se introducen objetos y materiales que desempeñarán el encantamiento, que siempre será personal e intransferible. Cada mojo tiene su propia hand, que en esta ocasión se refiere a la combinación de ingredientes que puede ser con raíces, hierbas, objetos personales, huesos de animales o incluso huesos humanos, generalmente dedos de una mano. También es importante el color del mojo pues el verde será para fortuna y éxito en los negocios o el juego, el rojo es para el amor y el sexo, siendo el más común, mientras que el color blanco es para la salud y la familia, pero dejó de utilizarse por la superstición de que dejaba de funcionar cuando cambiaba de color por lo que contenía en el interior.

El mojo puede hacerlo uno mismo, pero es mucho más efectivo si lo crea un hechicero, médico de raíz o una gitana hoodoo. El mojo se construirá pensando en el objetivo deseado y en la persona a la que va dirigido, una vez terminado se ofrece un ritual donde se le añade el poder de un espíritu y es entonces cuando cobra vida. Siempre debe ir ceñido al cuerpo para su mejor funcionamiento y resulta muy positivo que esté oculto a la vista, hecho que demuestra la dificultad de crear un mojo para hacer daño a un contrincante o enemigo.


El mojo se debe mantener vivo o deja de funcionar, por lo que se debe regar con alcohol, aceites de raíces o fragancias aromáticas, siguiendo las indicaciones del hechicero que lo creó. Si un mojo no se cuida, se maltrata o se usa para un objetivo diferente al concebido, deja de funcionar o lo que es peor, se puede volver en contra de uno mismo y provocar incluso la muerte.

El mojo más famoso del blues es sin duda alguna el del tema «I´ve got my mojo working» popularizado por Muddy Waters en 1957, que siempre se ha identificado con una expresión libidinosa, donde el mojo incluso se ha querido reflejar como símbolo fálico que está preparado para entrar en acción, posiblemente por la interpretación que hizo del tema Jim Morrison, vocalista y líder de The Doors y que introdujo el concepto dentro de «L.A. Woman», al gritar en la coda de la canción «Mr. Mojo Risin» y realizar una mímica cercana a la masturbación.

Sin embargo ese tema lo compuso en 1956 Preston Foster y ese mismo año lo grabó por primera vez Ann Cole, vocalista de góspel y rhythm & blues que tira por tierra esa interpretación, aunque la letra pueda llevar a equívocos, se trata de un mojo de atracción de amor que no funciona muy bien.

«Tengo mi mojo funcionando, pero simplemente no funcionará en ti, / Bajando a Luisiana para conseguirme un Mojo Hand».

Uno de los mojos de amor más populares fue el The Nation Sack, del que nos habla Robert Johnson en el tema «Come On In My Kitchen», cuando nos cuenta que su mujer lo ha abandonado y su mojo no le funciona.

«Oh, ella se ha ido / sé que no regresará. / He sacado el último centavo del Nation Sack / Será mejor que vengas a mi cocina / va a estar lloviendo fuera».

Otro mojo muy popular entre las mujeres era el Lady Luck, cuyo encantamiento y poder podría hacer retornar al hombre fugado. A Bessie Smith no le acaba de funcionar en el tema «Lady Luck Blues» grabado en 1923, incluso mezclando varias magias hoodoo entre las que están los famosos polvos goofer. «Mi hombre se ha ido con una chica que creí mi amiga / Lady Luck, Lady Luck, necesito tu simpatía / tengo una herradura en la puerta y he tocado la madera hasta que me duelen las manos / Tengo su foto al revés y he rociado polvo goofer alrededor / desde que mi hombre se ha ido estoy confundida».

Huye del gato negro

Una muestra de la integración de la superstición europea en la magia hoodoo la encontramos en la identificación del gato negro como portador de mala suerte. Si en el viejo continente, cuando un felino oscuro se cruza en tu camino, te invita a dar media vuelta, en el hoodoo se adapta en un mojo llamado Black Cat Bones, que significa tener mala suerte, incluso produce tu invisibilidad y en algunos casos se puede renacer después de muerto como zombi. El Black Cat Bones era un potente contrahechizo que te protegía de maleficios y maldiciones.

La bolsita mojo contenía diferentes ingredientes, pero el más importante era un hueso de gato negro, que se podía obtener por varios procedimientos, algunos de ellos bastante macabros.

Una vez cazado el gato, a media noche se le introducía vivo en una olla de agua hirviendo hasta que se le desgarraba la carne y quedaban sólo los huesos, escogiendo para el mojo el último de ellos que quedara flotando. Este método sale reflejado en el Libro de San Cipriano, un gran hechicero pagano que se convirtió al cristianismo, y que contiene grimorios del siglo xvii.

La segunda opción también es un tanto diabólica ya que primero se dejaba morir de ayuno al animal, para después hervirlo a media noche y era entonces, cuando el animal estaba tierno, que el hechicero probaba la carne que seguía pegada a los huesos y escogía el que más poder retenía.

El nombre de Black Cat Bones ha sido utilizado por infinidad de grupos de todos los estilos, aunque predominan los de música afroamericana. Sin embargo es curioso el caso de la banda sudafricana del mismo nombre, nacidos en Pretoria en el año 2007, practican un dirty blues muy rockerizado, pero además juegan bastante con el temario vudú, en piezas como «I´ve got my mojo working», «The Hoodoo Dance» o el mismo «Black Cat Bones». Hay otra banda en Tucson, Arizona, y otra en Chicago que están en la frontera del rock blues, mientras que el Reino Unido está comenzando a destacar una formación de rock setentero que además de manejar el mismo nombre se definen como hoodoo rock. En Michigan aparece a principios de década otra banda bajo el nombre de Black Cat Bone 616, que mezclan el dirty blues, bluegrass y el country más añejo, con temas claramente hoodoo, cargados de referencias a pócimas, venenos y amuletos, con dos álbumes llamados Mid-West Coast Blues y Jealous Is Poison. Todo esto sin profundizar mucho en la cuestión, pues parece ser que es uno de los nombres más utilizados en el blues y géneros adyacentes, es por eso que bandas con poca trayectoria se pueden encontrar en Brasil, México, Portugal o España.

Posiblemente la banda más importante que ha utilizado el apelativo de este mojo ha sido la formación británica que contó en sus filas con Paul Kossoff y Simon Kirke, que más tarde se unieron a Free.

En 1960 el músico tejano Hop Wilson compuso y grabó con su banda, Poppa Hop and His Orchestra, el clásico «My Woman Has a Black Cat Bones», que ha sido grabado por infinidad de músicos entre los que destacan Muddy Waters, Johnny Winter, Albert Collins, Robert Cray, Johnny Copeland y James Cotton. En este tema hace una estupenda descripción de los efectos mágicos del mojo. «Creo que mi chica tiene un Black Cat Bones y parece que todo lo que hago lo hago mal / Me esforcé en llevarme bien con esa mujer, pero parece que cuanto más lo intentaba, peor iba, la engañaba y mentía».

Cuatro años antes, en 1954, Muddy Waters grababa en Chess Records otro clásico, «I’m Your Hoochie Coochie Man», uno de los temas compuestos por Willie Dixon y que más ha sido versionado en la historia de la música por gente tan dispar como Eric Clapton, Steppenwolf, The Allman Brothers Band, el propio Waters con The Rolling Stones, los chilenos La Rata Bluesera, los mejicanos Tras La Mula, Black Stone Cherry, Band Of Skulls o Motörhead.

En este tema introduce varios conceptos de brujería o magia hoodoo como el Black Cat Bones, «Tengo un Black Cat Bones, y también tengo un mojo / Tengo la raíz de John The Conqueror/ Voy a meterme contigo, voy a quitarte la chica / el mundo sabrá que soy el Hoochie Coochie Man».

El término hoochie coochie proviene de los bailes exóticos de danza del vientre egipcios, que se popularizaron en los Estados Unidos en la Exposición Universal de Chicago de 1893, donde una bailarina llamada Farina Mazar y conocida por Little Egypt, escandalizó y enamoró a la sociedad americana por igual, hasta el punto que Hollywood le dedicó una película bajo su mismo nombre. A partir de la exposición el hoochie coochie sustituyó al cancán en los espectáculos de burlesque, y otra bailarina, Millie DeLeon, lo popularizó en los garitos del sur del Misisipi con una canción llamada «She was a red hot hoochie coocher», donde terminaba quitándose y tirando los ligueros al público de primera fila que enloquecía mientras Millie se pavoneaba en el escenario en ropa interior. Ese pavoneo es el que quería describir Willie Dixon en el tema, compuesto para un atractivo Waters, que fue el primer galán del blues.


Otro concepto que introduce el tema es John The Conqueror, la raíz del tubérculo de la Ipomoea Jalapa, que al secarse tiene la forma de los testículos de un hombre de color. El nombre le viene de un héroe africano esclavizado en Luisiana que nunca se doblegó y siempre fue un espíritu libre. También se le conoce como High John, John o Jack The Conqueror, y se le atribuyen poderes de encantamiento de buena suerte y de atractivo sexual, particularidades que Muddy Waters volvió a tratar en el tema «My John The Conqueror Root»; «Fui acusado de asesinato en primer grado / La esposa del juez gritó: ¡Dejen a ese hombre en libertad! / Estaba frotando mi raíz de John The Conqueror / Sabes que no hay nada que ella no pueda hacer».

En 2011 se formó un trío de indie blues en Misisipi con el nombre de la raíz, que ha editado dos discos hasta la fecha, John The Conqueror en 2012 y The Good Life en 2014.

El poder maligno del siete

Por último, otro de los conceptos que introduce el tema «I’m Your Hoochie Coochie Man» es el del poder del siete: «A la séptima hora, del día siete, del mes siete, siete doctores dijeron que nació para la buena suerte. Tengo 700 dólares, así que no juegues conmigo».

Está hablando de otro mojo llamado Lucky 7, que se creaba con dados y cartas de juego, siempre pensando que el siete es el número perfecto, uniendo las tres caras de un triángulo y las cuatro de un cuadrado, las figuras perfectas. Es por eso que la semana tiene siete días, que un gato cuenta con siete vidas, que las artes y las ciencias son siete y que sólo hay siete pecados capitales.

Willie Dixon nos habló de este extraordinario mojo en el tema «The Seventh Son»: «Puedo predecir tu futuro, puedo hacer cosas que conseguirán que tu corazón sea feliz./ Mirar al cielo y predecir la lluvia o decir cuando una mujer conseguirá otro hombre./ Todos lloran por el séptimo hijo./ En todo el mundo sólo hay uno y soy el único./ Yo soy el que llaman el séptimo hijo».

Rory Gallagher en 1973, dentro del disco Blueprint, nos deja una explicación del poder de «Seventh Son Of A Seventh Son»: «Fue el séptimo hijo de un séptimo hijo,/ la gente decía que podía curar a cualquiera./ Él tenía el poder y de sus manos sanadoras brillaba la luz. No hay poción mágica ni palabras místicas... pronto toda la nación supo su nombre».

La banda británica de heavy metal Iron Maiden, editó en 1988 uno de sus mejores discos bajo el título de Seventh Son Of The Seventh Son, donde incluye un tema del mismo nombre que nos habla de los poderes del séptimo hijo: «Hoy nace el séptimo. Nacido de mujer, el séptimo hijo. / Y él a su vez de un séptimo hijo / Él tiene el poder de curar, tiene el don de la segunda vista / Él es el elegido».

Hay infinidad de fetiches mágicos, conjuros, hechizos y contrahechizos en el hoodoo, que marcaron un género musical como el blues, que nació en la misma tierra donde se germinó esa magia popular. La lista es interminable, Foot Track Magic, The Hot Foot, The Ejector, son algunos de ellos, tampoco hemos hablado de las Gypsy Woman, las Voodoo Woman o Hoodoo Woman, figuras que han marcado fuertemente en las raíces de la música, como iremos viendo a lo largo del libro. Curioso es el caso del Magical Poppets o muñeca Voodoo que comercialmente siempre se ha unido al vudú de Luisiana y como translación a discos recopilatorios de blues o música de Nueva Orleans, cuando es un fetiche que poco tiene que ver con el vudú o el hoodoo, siendo una práctica habitual de las brujas europeas que el marketing ha pervertido.

Tal como decía Muddy Waters en 1980, «cuando estás escribiendo esas canciones no puedes dejar de lado la magia del hoodoo. Era lo que realmente creían los negros de ese momento, aunque incluso cuando hoy en día tocas esos viejos blues no logran entenderlos».

El cruce de caminos

Los cruces, las encrucijadas, siempre han sido puntos misteriosos donde el camino se bifurca y debemos elegir qué sendero seguir, con la consiguiente incógnita del resultado. En muchas culturas son lugares de creencias religiosas y hay un rico folclore lleno de supersticiones, maldiciones, hechizos, mal farios y demás leyendas esotéricas, que con razón o sin ella les conceden un valor digno de mención, aunque seas un incrédulo.

El catolicismo más conservador ve las encrucijadas como momentos de crisis que nos ponen en alerta, y vienen acompañadas de cierto temor que no es nada extraño, pues su etimología, de cruz, pone de manifiesto su componente doloroso y traumático. Para un buen cristiano la encrucijada es sinónimo de peligro y prueba de fe, presentándose en cualquier momento de la vida.

El pueblo celta tenía la creencia que los cruces de camino eran parajes vinculados a la muerte y la oscuridad y eran descritos como puntos de intercambio entre los demonios y las almas que vagan sin rumbo. Por eso colocaban piedras en las encrucijadas que terminaban siendo mausoleos para las divinidades a las que rezaban y demandaban protección, en especial al dios Lug o Lugh.

Algunas de esas tradiciones se importaron al Imperio romano, que se decantaban porque los dioses usaban los cruces para transportar las almas de los muertos al más allá, siendo Mercurio la divinidad dedicada a tales menesteres.

Para los griegos los cruces estaban protegidos por el dios Hermes, quien velaba por el buen paso de los viajantes y era el encargado de indicar a los muertos el camino correcto al Hades. Colocaban piedras una encima de otra levantando un enorme altar vertical, que con el paso del tiempo se convirtieron en columnas con el busto de Hermes. Durante el siglo vi en el noreste de Península ibérica se arrojaban piedras o se encendían antorchas y farolillos contra los demonios en los cruces de camino. En la actualidad sigue habiendo pueblos que mantienen ese ritual como folclore.

El crossroad del infierno

En el Misisipi, entre la población esclava, se instauró la creencia que los cruces de camino eran terrenos sin dueño, donde se podía abrir puertas que comunicaran con el más allá, por lo que se convirtieron en un lugar predilecto para rituales mágicos, hechizos y conjuros. Muchos de los fetiches que hemos podido ver en capítulos anteriores eran conjurados en encrucijadas en el filo de la media noche, hora mágica que suponía un nuevo cruce temporal. Pero sin duda, el más popular y más musical, por lo tanto el que más nos interesa, era la utilización del cruce como forma mágica de conseguir una habilidad excelente, generalmente tocar un instrumento o conseguir una voz maravillosa.

Hay muchas formas de describirlo, pero una de las más extendidas implicaba acudir al mismo cruce varias noches alrededor del cambio de día, sentarse y tocar el instrumento deseado sin descanso. Pueden pasar varias noches, durante las que verás animales poco habituales que pueden espiarte, hasta que finalmente aparecerá un hombre negro como el carbón, gigantesco y vestido completamente de negro, a quien se le conoce como El Jinete, El Gran Negro o simplemente Papa Legba. Se trata del intermediario del Diablo, quien te cogerá el instrumento, tocará una melodía que se meterá en tu cabeza, algunas leyendas apuntan que con una afinación extraña y desafinando, pero cuando te devuelve el instrumento ya eres un experto en el mismo, aunque acabas de vender tu alma al Diablo, quien ten por seguro que se la cobrará tarde o temprano.

El pacto con el Diablo

La primera vez que se habló de un pacto con el Diablo en el blues fue en el tema «Done sold my soul to the devil», grabado por Clara Smith en 1924 y que hizo popular en 1937 Dave Edwards & His Alabama Boys con Decca Records. Sin embargo fue un pacto diabólico de otras características, Clara Smith, conocida como Queen of the Moaners (Reina de los lamentos), narraba que su chico la había abandonado y había realizado un pacto para recuperarlo, aunque el Diablo se lo tomó de otra manera: «He terminado de vender mi alma, se la he vendido al Diablo y mi corazón está hecho de piedra. / Tengo un montón de oro, lo tengo del Diablo pero no me dejará sola. / Él me sigue como un sabueso, está cantando como una serpiente / Él siempre está detrás de mí en cada giro que tomo. / Soy terca y odiosa y moriré antes de correr / Beberé ácido carbónico y llevaré una pistola Gatlin».

El primer bluesman que hizo un pacto con el Diablo fue Tommy Johnson, o al menos es lo que él mismo pregonaba a los cuatro vientos, aprovechando la repercusión que sus relatos ocultistas le rindieron de beneficios.

Tommy Johnson, pionero del Delta Blues, nació alrededor de 1896 en la plantación George Miller, cerca de Misisipi, a muy temprana edad decantó su afición a la música por encima de sus labores en el seno de la familia. Comenzó a tocar la guitarra ayudado por su hermano LeDell, quien tocaba varios instrumentos.

Con 16 años abandonó su familia y se fugó con una mujer que le doblaba la edad. En esa época conoce a músicos como Charlie Patton y Willie Brown, con los que toca y aprende su forma de desempeñar el blues. De muy joven desarrolla una alcoholemia que no abandonaría jamás. Tras dos años aprendiendo de Patton y Brown, regresó a casa convertido en un virtuoso de la guitarra, sorprendiendo incluso a su hermano LeDell.

La leyenda de Tommy Johnson fue construida por él mismo y alimentada por su exquisita imaginación, aderezada por los litros de alcohol que llevara en el cuerpo en cada ocasión. Fue uno de los primeros bluesman en grabar y a lo largo de 1928, realizó varias sesiones para el sello Victor, dejando siete canciones, la mayoría de ellas clásicos del blues, «Cool Drink of Water Blues», «Big Road Blues», «Maggie Campbell», «Canned Heat Blues» o «Bye Bye Blues».

Su temática preferida era el alcohol siendo «Canned Heat Blues» su mayor éxito, en el que hace referencia al Sterno, alcohol de quemar que consumía cuando no tenía otra cosa que llevarse al gaznate. Su leyenda creció con su muerte o la forma de producirse. La noche de Halloween de 1956 se despidió de su hermano para ir a tocar a una fiesta, pero lo hizo con una frase enigmática: «Esta vez voy a hacer un largo viaje y no regresaré».

Todas sus actuaciones terminaban con «Big Road Blues», pero esa noche cuentan que terminó con un salmo religioso, justo para caer fulminado por un ataque al corazón.

Pero quien verdaderamente se transformó en icono del pacto con el Diablo en la encrucijada fue Robert Leroy Johnson, adoptado como arquetipo de bluesman y posiblemente el más influyente de la historia del género.


Robert Johnson nació el 8 de mayo de 1911 en Hazlehurst, Misisipi, su padre Hoah Johnson tuvo que abandonar el seno familiar por amenazas de linchamiento de terratenientes locales y dejó a su madre, Julia Major con el pequeño Robert y sus diez hermanos. Con 18 años se casó con Virginia Travis, dos años menor que él, quien se quedó embarazada y falleció durante el parto junto al bebé. Con 19 años, alcoholizado y pendenciero, intentaba ganarse la vida tocando blues por las calles y garitos, pero según cuentan algunos músicos como Son House y Willie Brown, era tan malo que nadie le quería contratar. A la edad de 20 años desaparece de Robinsonville y dos años más tarde, reaparece transformado en un auténtico virtuoso de la guitarra, tocando como nadie lo había hecho hasta entonces, con unas dotes vocales que nadie conocía y un desparpajo y seguridad insultantes.

Aquí surge una de las leyendas urbanas del blues más extendidas y con diferentes versiones. Robert, traumatizado por la muerte de su esposa y su bebé, había decidido convocar al Diablo para llegar a un acuerdo. Todo apuntaba que Robert Johnson se presentó en el cruce de las actuales autopistas 61 y 49, intersección que se encuentra en Clarksdale, Misisipi, donde realizaría la ceremonia oportuna y recibiría la visita de Papa Legba.

La leyenda se hizo cada vez más grande y aunque Robert no la alimentó como Tommy Johnson, jamás la desmintió y se aprovechó de ella. Recorrió el sur de los Estados Unidos, sin fijar residencia en ningún local aunque se lo propusieren, se volvió un ser más malhumorado y violento, además de receloso de ser copiado por los demás, tocando de espaldas e incluso marchando de los conciertos precipitadamente si comprobaba que entre el público había músicos observándole detenidamente.

Johnson murió el 16 de agosto de 1938, a la edad de 27 años, cerca de Greenwood, Misisipi. No hay una causa real de su defunción, pero se barajan numerosas hipótesis, siendo la más popular que murió envenenado con estricnina en el whisky que le sirvió el dueño del local Three Corners, situado en un cruce de caminos señalado por la magia vudú como maldito, en la cruceta de las autovías 82 y 49-E. Al parecer Johnson había estado coqueteando con la mujer del tabernero y traspasó la línea roja. Su muerte no fue registrada oficialmente y hasta 30 años después del óbito no se encontró un certificado de defunción, hallado por la musicóloga Gayle Dean Wardlow, donde se indicaba nada más la fecha y lugar del deceso. No existe autopsia alguna y algunos historiadores apuntan que una muerte plausible hubiera sido por sífilis congénita.

Lo cierto es que Robert Johnson estuvo estudiando guitarra con Ike Zimmerman, bluesman de Alabama, famoso por tocar de noche en los cementerios, encima de las tumbas de otros músicos virtuosos, ya que pensaba que de esta forma adquiría sus conocimientos, leyenda que se atribuye al mismísimo Howlin’ Wolf, quien al parecer gustaba de aullar sus canciones durante la noche en los cementerios.

De una forma u otra, la desaparición de Robert Johnson durante dos años, su regreso como músico exquisito, la falta de documentación de su historia y la superstición popular levantaron una de las leyendas más poderosas del blues, la del pacto con el Diablo. Johnson además dejó grabadas 29 canciones que son una enciclopedia digna de estudio, sobre el poder del Diablo, las artes mágicas, el voodoo y el hoodoo, y que no hicieron otra cosa que engrandecer su sombra.

II. Rock’n’roll. La música del Diablo


Tal y como hemos podido ver en el apartado anterior, los esclavos africanos fueron aceptando la religión cristiana por motivos muy diferentes. Obligados por sus amos esclavistas, al mismo tiempo que se prohibía la práctica de cualquier otra creencia, o voluntariamente se adoctrinaban y mezclaban creencias y sentimientos religiosos, hecho que sucedió especialmente en el sur del país.

El nuevo pueblo afroamericano acercó su musicalidad a los templos de oración y dotaron a las vigilias de un ritmo trascendental que marcaría el futuro de la música. Sin embargo las prácticas religiosas siempre estaban supervisadas o vigiladas por el hombre blanco.

La necesidad de ejercer su espiritualidad de forma completamente libre, motivó a los afroamericanos que alcanzaban la libertad y sobre todo tras la abolición de la esclavitud, a gestar sus propias congregaciones e iglesias negras independientes, donde el culto se ejercía sin la supervisión blanca.

Por su idiosincrasia, la mayor parte del nuevo cristianismo se refugió en las iglesias baptistas y a principios del siglo xx en el movimiento pentecostal promovido por el predicador afroamericano William J. Seymour. Una de las características peculiares de los pentecostales es que creen en las posesiones demoníacas y en los exorcismos para librarse de ellas. Estas posesiones de ultratumba normalmente son la consecuencia de actos que suelen ser impropios de un buen cristiano, teniendo una afectación especial en la música o la forma de ejercerla.


Las liturgias se rodeaban de momentos de máxima excitación, que se solían expresar con himnos y otros cantos de alabanza de variados estilos, acompañados de música en vivo, aplausos, coros, exclamaciones de júbilo y danzas extravagantes, pero siempre con el objetivo de adorar a Dios por encima de todas las cosas.

N

El blues tuvo un hijo bastardo al que llamaron rock’n’roll

Fue precisamente en el seno de esas congregaciones donde se ejerció una brutal represión sobre el viejo blues, estigmatizándolo y prohibiendo su práctica a los feligreses bajo amenazas de condenación eterna y expulsión de la iglesia. La paradoja marcó que los mismos predicadores que intentaban escapar de la represión blanca, ejercieron una censura represiva brutal contra la música que había sido el medio genuino de expresión del pueblo negro, el blues.

Del seno de esas iglesias se extrapoló que el blues era la música del Demonio, maldijeron los supuestos pactos con seres infernales, la práctica de la magia y de lo que para ellos era brujería; fueron muchos los bluesman y blueswoman que se vieron señalados por los pastores afroamericanos, acusados de blasfemos, malditos y malos negros, de estar poseídos por el mal, sentencias acusatorias muy similares a las lanzadas por los esclavistas antaño.

Pero como si de un bucle se tratara, la paradoja continuaría y esas mismas iglesias represoras se transformarían en uno de los principales vehículos de la propagación de un nuevo género musical, que como un alien extraterrestre se gestó en su propio seno, explosionando como un auténtico hijo bastardo de Satán: el rock’n’roll.

N

Dios le tendió la mano al Diablo

Cuando termina la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se ha erigido como la gran potencia mundial, política, militar y económica. El no haber sufrido el desgaste de la gran guerra en sus carnes les hace vivir una época de expansión económica sin parangón, que cambia el sistema social americano, dando paso a un nuevo estilo de vida que se populariza como el American way of life.

La juventud americana está hambrienta de una nueva identidad, alejada de la herencia dejada por sus progenitores y buscan nuevas salidas culturales y de ocio, todas ellas marcadas por el creciente consumismo desmesurado. La televisión alcanza a más de la mitad de la población y la radio barre todo el territorio nacional convirtiéndose en el aparato más influyente de la juventud. La música pasa a ser uno de los principales entretenimientos, se instalan los populares jukebox en cualquier tipo de local y la aparición en el mercado del single de vinilo a 45 rpm, más asequibles que los discos de pizarra a 78 rpm, ayuda a consolidar su expansión.

La revista Billboard comprende los cambios que se están produciendo y crea una nueva lista de música racial denominada rhythm & blues, sustituyendo la categoría de race records (discos de raza), ofreciendo desde junio de 1949 una lista de éxitos de música netamente negra abierta al consumo de la población blanca. Fue la antesala del rock’n’roll, en una fusión de blues, góspel, rhythm & blues y country.

Pero el American way of life aportó una cara oculta que castigó en su mayor parte a la población negra, que una vez terminada la guerra comprendió que sus derechos se quedaron en los campos de batalla de Europa, más un porcentaje de población blanca denominada white trash (basura blanca), que perdió sus puestos de trabajo al paralizarse el boom de la industria bélica y realojar en el mercado laboral a los veteranos combatientes. Ese sector humano se mezcló en los barrios desfavorecidos, ajenos a la pudiente clase media americana y sus jóvenes se mezclaron en bares, cafeterías, heladerías, clubs, iglesias baptistas y pentecostales, en las cuales la música era un elemento prioritario y esencial. De esta forma el cristianismo, religión que más ha censurado a lo largo de la historia las músicas aparecidas en los dos últimos siglos, fue cuna y fuente de inspiración para una larga lista de músicos que terminaron contribuyendo de manera decisiva al nacimiento de uno de los movimientos culturales más importantes del siglo xx, el rock’n’roll.

Músicos forjados bajo la batuta de Dios

Músicos de color como Ellas McDaniel, más conocido como Bo Diddley, quien pertenecía a la Iglesia Bautista Ebenezer de Chicago, donde tocaba el trombón y el violín, pero a los 18 años se sintió atraído por la iglesia pentecostal del barrio, al tener instrumentos como la guitarra eléctrica y una mentalidad más abierta de interpretación.


Big Mama Thornton, de padre predicador, creció cantando en el coro, así como tocando la armónica y la batería, pero con la prohibición expresa de cantar blues. Grabó «Hound Dog», clásico de Jerry Leiber y Mike Stoller, cuatro años antes de que lo hiciera Elvis Presley.

Sister Rosetta Tharpe ya tenía influencias familiares, puesto que su madre era cantante del coro de la Iglesia Pentecostal de Charles Harrison Mason, obispo afroamericano que promulgaba la expresión artística como alabanza y permitía que las mujeres tocaran e incluso enseñaran en la congregación. Rosetta comenzó a tocar la guitarra con cuatro años, convirtiéndose en una excelente guitarrista a muy corta edad. Se casó con un predicador pentecostal a los 19 años en el primero de una larga lista de matrimonios fracasados. Era conocida veinte años antes que Elvis y pasó a las historia como la madre del rock’n’roll.

Carl Perkins no tocó en ninguna iglesia, pero creció escuchando góspel en su comunidad local Tiptonville, Tennessee, sin mayor interés espiritual que el meramente musical. Dicha atención se cultivó asimilando música country que su padre escuchaba en la radio y descubriendo las work song y el blues de los trabajadores afroamericanos de los campos de algodón. Con todo ello se convirtió en una de las figuras más importantes del rockabilly, a quien debemos temas como «Blue Suede Shoes», «Matchbox» y «Everybody’s Trying To Be My Baby».

Otros que recogieron las enseñanzas del seno del cristianismo y que veremos más adelante fueron: Elvis Presley, Little Richard, Jerry Lee Lewis y Johnny Cash.

Muddy Waters plasmó en el tema «The Blues Had A Baby And They Called It Rock and Roll» editado en 1977, un sentimiento que tenían todos los músicos de blues, el rock’n’roll era su música edulcorada por los blancos:

«Muddy Waters lo dijo, sabes que el blues tiene alma.James Brown lo dijo, sabes que el blues tiene alma.Bueno, el blues tuvo un hijo y lo llamaron rock’n’roll».

Tócala otra vez Sam

Little Richard dijo en una ocasión que «El rock’n’roll es blues acelerado» y Fats Domino sentenció «Esto que llaman rock & roll es rhythm & blues y llevo tocándolo quince años en Nueva Orleans». Fuera como fuese el rock’n’roll se impuso entre la juventud americana de forma imparable e irremediable. Cuando en abril de 1954 Bill Haley graba «Rock Around The Clock» enciende la mecha de un barril de pólvora que le estalla en la cara a la puritana sociedad norteamericana, enfrascada en la Guerra de Corea, dentro de la cruel estrategia de la Guerra Fría ejecutada por los bloques soviético-americano, ensimismada por los peligros de un incipiente comunismo que no paraba ni la creación de la OTAN y que les hacia ver fantasmas por doquier.

El rock’n’roll supuso una efervescente revolución consumista de la juventud americana, que se negaba a caer en los mismos errores que sus progenitores y configuró su propia cultura paralela al margen del sistema.

Tres meses después se edita el primer single de un jovenzuelo llamado Elvis Presley, «Hound Dog» y en menos de un año y medio los primeros discos de imberbes desconocidos que atienden a nombres como Jerry Lee Lewis, Little Richard, Carl Perkins, Gene Vincent o Brenda Lee, pasan del anonimato a ser ídolos juveniles, vendiendo miles de discos.


La comunidad católica al completo, las asociaciones de la defensa de la moral americana, la extrema derecha, agrupaciones de padres y madres, periodistas, emisoras de radio y televisión, políticos e incluso personajes del espectáculo como Frank Sinatra o Dean Martin, se levantaron en armas contra el nuevo sonido que, sin tener ninguna relación con el ocultismo, brujería o satanismo, fue acusado de salvaje y demoníaco, la música del Diablo.

Varios son los pecados del nuevo sonido que pasan irremediablemente por una cuestión racial. El auge y expansión del rock’n’roll coincide con el inicio del Movimiento por los Derechos Civiles, la juventud americana bailaba los éxitos de sus nuevos ídolos y se enteraban del asesinato de Emmett Till, un niño de 14 años que fue linchado por dos blancos supremacistas llamados Bryant Roy y JW Milam, por haber ofendido supuestamente a la mujer blanca del primero en un supermercado de Misisipi. Elvis y Richard tocan rock’n’roll al mismo tiempo que Rosa Parks no cede el asiento a un blanco en un autobús de Montgomery, Alabama y es encarcelada, lo que provoca el Boicot de Autobuses de Montgomery, que durante un año consiguió que toda la población afroamericana de Montgomery realizara sus desplazamientos caminando, ignorando a la compañía de transporte.

¿Qué hace ese negro tocando a mi chica?

El rock’n’roll no era reivindicativo, pero era netamente antirracista e incluso más peligroso, se trataba de un movimiento inclusivo desde su concepción, música de negros interpretada mayoritariamente por blancos y para un público que no hacía distinción de razas.

En los primeros conciertos de rock’n’roll las autoridades separaban las audiencias por el color y delimitaban sus zonas con cuerdas o vallas vigiladas por agentes de policía, algo a todas luces insuficiente ya que, con el fervor de la música las limitaciones eran inútiles; eso sin tener en cuenta que algunos músicos incitaban al público a saltarse las prohibiciones.

La inmersión racial fue uno de los pecados más imperdonables del rock’n’roll, en un país donde el Ku Klux Klan había llegado a tener más de cinco millones de simpatizantes o miembros activos. En la década de los cincuenta había sido diezmado considerablemente, pero sus ramificaciones se extendían a la política, el aparato judicial y sobretodo a la maquinaria policial.

El rock’n’roll también provocó el advenimiento de la primera revolución sexual, quizás no tan drástica como la asumida en la década de los sesenta, pero más cruda al chocar de frente como un tren de mercancías con el puritanismo americano que no estaba preparado para el gran demonio que se les venía encima, un ritmo que penetraba en la mente de su juventud con la tentación de la carne y el sexo, jóvenes salvajes que lanzaban himnos de pecado, incitando a bailes lascivos, pecaminosos, de contacto impropio, a todas luces obscenos, con gritos y expresiones libidinosas que invitaban a la lujuria colectiva. Pero mucho peor que eso era ver a jóvenes negros tocando y bailando con chicas blancas, levantándolas en volandas por la cintura, dejando que sus nuevas faldas volaran con total impunidad... esto sólo podía ser cosa del mismísimo Diablo.

Los máximos sacerdotes de la nueva doctrina era comunicadores, disc jockeys, pinchadiscos avispados que vieron en el nuevo sonido un movimiento cultural que los sobrepasaría a todos y por qué no, que les dejaría pingües beneficios a los responsables de su explotación.

Ed Sullivan, icono de la cultura pop

La caja catódica presidía el centro de reunión de las casas y desde ese aparato Ed Sullivan era uno de los comunicadores más importantes. Primero con el programa The Toast of the Town en 1948, que más tarde en 1953 mutó a The Ed Sullivan Show con el que estuvo en antena durante 23 años, pasando a la historia como un icono de la cultura pop americana. Sullivan había sido periodista deportivo y amante del boxeo, lo que le había proporcionado relacionarse con normalidad con afroamericanos a través de ese deporte. Fue de los primeros en abrir las puertas de la televisión a artistas de color, no sin problemas con sus patrocinadores, que supo solventar con inteligencia y no pocas dificultades. Uno de los casos más vergonzosos fue con la actriz y cantante Pearl Bailey, afroamericana que en su primera actuación en el programa sorprendió tanto al presentador que este la abrazó y le dio un beso en la mejilla. Se dice que los teléfonos del sur de Estados Unidos echaban humo; el programa perdió patrocinadores y uno de los más importantes, el Ford Lincoln, le presionó para que no admitiera artistas de color en el programa y ante la negativa de Sullivan, intentó prohibir que el presentador interactuara con ellos, saludándoles con un apretón de manos y mucho menos abrazando o besando como en el caso de Bailey. La respuesta fue que Pearl actuó en 23 ocasiones en el show. Nat King Cole, Sammy Davis Jr., Louis Armstrong y Ella Fitzgerald, fueron algunos de los pioneros afroamericanos en aparecer en su show.


Sullivan, era un defensor del Movimiento Derechos Civiles, sin embargo tuvo numerosos casos polémicos en su programa, relacionados con la censura, la moralidad y una actitud ególatra y dictatorial. Escándalos con The Rolling Stones, The Doors, el propio Elvis Presley o Bob Dylan, lo testifican. Uno de los más sonados fue con Bo Diddley, contratado el 20 de noviembre de 1955 en plena explosión del rock’n’roll. Ed Sullivan le pidió a Diddley que interpretara «Sixteen Tons» de Tennessee Ernie Ford, el músico aceptó la petición, pero en directo interpretó «Bo Diddley / Sixteen Tons», provocando la ira del periodista que le aseguró que jamás volvería a actuar en su show gritándole: «Tú eres el primer chico negro que me ha traicionado en mi show».

Sullivan contrató a Elvis Presley para actuar el 9 de septiembre de 1956, aunque había asegurado que jamás lo traería a su programa porque era un bad boy. Pero el éxito obtenido por el joven Elvis en el programa Stage Show de la cadena CBS, presentado por los hermanos Tommy y Jimmy Dorsey, quienes lo contrataron en seis ocasiones durante ese mismo año, le obligó a pagar una cifra astronómica de 50.000 dólares por tres actuaciones, en septiembre, octubre y enero. El 9 de septiembre Elvis actúa en The Ed Sullivan Show sin el presentador, quien supuestamente había tenido un accidente de coche y fue sustituido por Charles Laughton. Interpreta «Don’t Be Cruel», «Love Me Tender» y sus versiones de «Ready Teddy» y «Hound Dog», para una audiencia de 60 millones de espectadores que se quedaron boquiabiertos ante los movimientos lascivos y la voz de Elvis; el programa alcanzó el mayor share en la historia de la televisión, superado en 1964 por The Beatles en el mismo programa.

Otro personaje importante fue Dick Clark, conductor del programa televisivo American Bandstand, en el cual jóvenes bailaban y opinaban sobre los discos que pinchaba. Clark fue uno de los primeros en juntar audiencias multirraciales por lo que le arreciaron las críticas, más si cabe al cederles el micro para que los negros opinaran por televisión. También fue uno de los primeros en mostrar las actuaciones de Chuck Berry, James Brown o Solomon Burke.

La generación Radio Star

En la radio musical americana abundaban los programas de country como Louisiana Hayrider, Grand Ole Party o Big D. Jamboree, que comenzaron a introducir las nueva estrellas del rock’n’roll en sus programaciones, nombres como Elvis Presley, Carl Perkins, Gene Vincent.


Sobresaliendo por encima de todos los demás estaba Alan Freed, joven de descendencia judía que comenzó a programar rhythm & blues desde emisoras pequeñas para derribar barreras raciales, con un lenguaje osado y netamente intencionado para ofrecer música negra al gran público blanco. En 1951 desde la WJW Cleveland, lanzó su programa The Moondog House y se proclamó el Rey de los Moondoggers creando una comunidad con su audiencia, donde lo más importante era la devoción por la música negra, popularizando el término rock’n’roll para definir lo que hasta la fecha se denominaba rhythm & blues.

El 21 de marzo de 1952 organizó el concierto The Moondog Coronation Ball en el Cleveland Arena. Para el evento se contrató a Paul Williams & The Hucklebuckers y Tiny Grimes, acompañado por la banda de músicos afroamericanos Rocking Highlanders, en lo que se vendió como un concierto abiertamente multirracial desde el programa de radio.

Al local, con capacidad para unas 8.000 personas, acudieron más de 20.000 jóvenes, casi todos con entrada debido a un problema de falsificación. No hubo separación de audiencias y la mezcla racial y la cantidad de jóvenes alterados que se quedaron sin entrar asustó a la policía que suspendió la actuación al finalizar el primer tema de Paul Williams, finiquitando lo que pasó a la historia como el primer gran concierto de rock’n’roll.

Freed se convirtió en una estrella, en menos de un año estaba en la WNJR 1430 del área de New York, y más tarde dirigió el programa Rock’n’roll Dance Party en la CBS Radio. Con el éxito del programa Alan organizó numerosos conciertos con las más poderosas estrellas del firmamento del rock’n’roll, llenando salas y estadios deportivos donde los jóvenes lo vitoreaban como a un auténtico ídolo. Apareció en al menos cinco películas musicales y llegó a dirigir su propio programa de televisión, The Big Beat que se estrenó el 12 de julio de 1957 en la ABC.

Cuando estaba en lo más alto de su carrera saltó el escándalo Payola, por el que se descubrió que algunos disc jokeys recibían por parte de las compañías discográficas cantidades de dinero para apoyar ciertos discos en detrimento de otros; una práctica habitual en el mundo de la música, que no sólo afecta a Estados Unidos y al final de los cincuenta, pero que fue una excusa para levantar una cruzada contra algunos programadores de música negra. Alan Freed fue el más perjudicado de todos, perdiendo su programa de radio y televisión. Durante el juicio, la Payola se declaró ilegal como soborno comercial, Freed se declaró culpable recibiendo una multa y dejando la sentencia en suspenso, pero jamás se pudo recuperar del escándalo.

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The Four Horsemen Of The Apocalypse

Ya hemos podido comprobar que el cristianismo, a través de las iglesias baptistas y pentecostales, ayudó al rock’n’roll a pesar de ejercer una cruzada virulenta contra el género, un ataque desmesurado y sin razonamiento alguno, condenándolo a las calderas de Pedro Botero. La incongruencia creyente y conservadora, aderezada por una hipocresía desmesurada y que siempre ha ejercido en sus batallas iluminarias, etiquetó de diabólica y satánica una música que si de algo pecaba era de escupir libertad sobre la juventud, liberación sexual e independencia de una sociedad claramente racista.

Era imparable la gran cantidad de músicos que emergieron con el nuevo sonido, muchos de ellos reciclados del blues eléctrico y el rhythm & blues, otros acercándose desde el country, pero todos con ansias de triunfar en un nuevo género que se destapó como una auténtica gallina de los huevos de oro, vendiendo millones de discos y lanzando al estrellato a jóvenes que en cuestión de meses pasaban de ser miembros olvidados del white trash o segregados por su color al futuro más indigno, a ser ídolos de jovencitas, viajar en cochazos y creerse los amos del mundo.

Los ataques del conservadurismo rancio y el catolicismo más casposo fueron instantáneos desde el primer momento, y si tenemos que hablar de ciertos músicos que fueron los objetivos más enjuiciados, censurados y culpabilizados, por encima del resto del colectivo, nos debemos referir a Elvis Presley, Jerry Lee Lewis, Little Richard y Chuck Berry... Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis.

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Elvis Presley. El lado oscuro del rey

Musicalmente, Elvis Presley creció escuchando música en la Iglesia de la Primera Asamblea de Dios de Memphis, admirando a músicos afroamericanos como The Golden Gate Quartet. Sin embargo pronto descubrió el otro lado de la música en Beale Street, zona del centro de Memphis donde germinó una gran cantidad de blues de la mano de leyendas como Louis Armstrong, Muddy Waters, Albert King, Memphis Minnie y BB King.

Elvis, que apenas había estudiado música en la escuela, aprendió a cantar como los bluesman y ese fue el detonante del éxito que obtuvo, más la casualidad que Sam Phillips le escuchara cantar el clásico de Arthur Crudup «That’s All Right» de madrugada en Sun Records, cuando estaba a punto de descartarlo como vocalista. El single fue de un impacto fulminante, mientras que casi todos los oyentes pensaban que se trataba de un negro cantando.


Elvis fue la diana de toda la cruzada contra el rock’n’roll, a pesar de ser blanco interpretaba música de negros y parecía negro. Procedía de la clase más baja del estamento blanco, era un white trash que se movía como un auténtico demonio, con una danza que invitaba a la fornicación inmediata con un movimiento de pelvis que escandalizaba al estrato conservador. Era un peligro para sus hijas y como tal había que combatirlo.

El Rey del rock tenía un lado oscuro y escandaloso que mantuvo como una doble personalidad durante casi toda su carrera. De cara al público era un maravilloso muchacho, Dr. Jekyll, pero en realidad escondía una figura depravada y siniestra, Mister Hyde, obsesionado con las menores de edad y desarrollando una fobia que le impedía tener relaciones sexuales con mujeres que hubieran dado a luz.

Pero hay otro lado oscuro que nos muestra un Elvis obsesionado con los extraterrestres, el esoterismo, ocultismo, filosofías antiguas y en general en la búsqueda profunda del sentido de la vida.

En todas las mitologías de la humanidad el nacimiento de un ser especial está marcado por una aparición análoga en la naturaleza; la estrella de Belén en el cristianismo, un unicornio en el caso de Confucio o sueños proféticos como los de Alejandro Magno. En el caso de Elvis Presley, como una de las figuras más influyentes de la cultura popular del siglo pasado, fue un OVNI el 8 de enero de 1935, avistado por el padre de Elvis y el médico que asistió al parto.

Cuando contaba ocho años volvió a suceder, pero en esta ocasión fue un contacto telepático en el cual los alienígenas le mostraron su futuro como estrella musical, entre otras muchas cosas. Todo ello según su estilista, Larry Geller, quien le introdujo en el estudio de distintas doctrinas, haciendo a la vez de maestro de una investigación caótica que no trajo nada bueno a la ya de por sí débil mentalidad del Rey.

Esa búsqueda desordenada engullendo ideologías ontológicas desesperadamente, leyendo según sus biógrafos, más de un millar de libros sobre doctrinas diferentes; libros que estudiaba al milímetro y que rellenaba de apuntes, textos subrayados, reflexiones y confesiones. Se dice que viajaba con una biblioteca de 300 libros que consultaba y estudiaba diariamente. Uno de sus libros preferidos era La voz del Silencio de Helena Blavatsky, escritora ocultista rusa, creadora de la Sociedad Teosófica para difundir la Teosofía, movimiento ecléctico que busca la sabiduría eterna y la auténtica realidad y que funde religiones como el cristianismo, budismo e hinduismo, con creencias esotéricas del siglo xviii como gnósticos, rosacruces y masónicos.

Elvis sentía devoción por Madame Blavatsky, rumoreándose que en sus numerosos encuentros sexuales obligaba a sus acompañantes a leer fragmentos de Isis sin velo y La Doctrina Secreta, obras de la misma autora. De hecho la mayoría de los discursos que Elvis lanzaba en sus conciertos, eran textos extraídos de sus libros.

La falta de un guía que impidiera el caos que se formó en su cabeza, de un gurú que marcara ciertos límites, transformó la búsqueda de la espiritualidad en una catarsis de confusión, que fue deteriorando paulatinamente la mente de Elvis. Se adentró en el mundo de la numerología y la cábala, pero al mismo tiempo profundizó en el hinduismo y en el cristianismo esotérico, para volcarse en las enseñanzas psicodélicas de Timothy Leary y Aldous Huxley, lo que pudo minar su psiquis.

La creencia popular es que los trajes que Elvis lucía en la última etapa de su carrera era una expresión más de su egocentrismo y decadencia, pero en realidad se trata de mapas esotéricos en toda regla, recargados de soles, lunas, figuras geométricas, animales simbólicos como águilas o serpientes, así como anillos de protección que el mismo Elvis diseñaba; todo ello bajo un conocimiento mágico adquirido en su anárquica búsqueda del sentido de la vida.

Su adicción a todo tipo de fármacos, legales e ilegales, más su degeneración como artista en los últimos años de su carrera, podrían ser consecuencias directas de este proceso autodestructivo. La noche que murió, de un ataque cardiaco en su bañera, estaba leyendo Búsqueda científica del retrato de Jesús y justo al lado tenía abierto Sexo y energía psíquica.

Jerry Lee Lewis. El asesino del rock’n’roll

Jerry Lee Lewis nació el 29 de septiembre de 1935 en Ferriday, Luisiana, en el seno de una familia creyente de agricultores, sus padres Elmo y Marie Lewis, lo introdujeron en la Iglesia de la Asamblea de Dios, servicio del pentecostalismo que a través de sus creencias de sanación con la innovación musical, le permitió empezar a tocar el piano con dos de sus primos, Mickey Gilley y Jimmy Swaggart.

Lewis estaba muy unido a Jimmy, ya que más que primos se criaron como hermanos, unidos por el piano y la religión. Ada, tía de Jerry y abuela de Jimmy, fue la encargada de adoctrinarles en las sagradas enseñanzas del evangelio pentecostés, sin dejar pasar por alto detalles que pudieron marcar la precoz existencia de los imberbes mancebos, aunque con diferentes conclusiones.

Ada contaba que había recibido en varias ocasiones el Espíritu Santo en su interior, siempre envuelta en ceremonias musicales que le llevaron a estados de semi levitación; «cuando lo consigues sabes que lo tienes. Realmente no conoces al Señor como deberías hasta que lo recibes».

Para Jimmy, esas historias fueron una revelación que guiaron su camino, mientras que Jerry no encontraba diferencia entre las posesiones celestiales de Ada y los episodios de goce y satisfacción que conseguían los negros en el barrelhouse, a base de alcohol y música; dos formas diferentes de entrar en trance, dos caminos diferentes y contrapuestos.


Viendo que la situación se le escapa de las manos, Marie Lewis lo inscribe en el Southwest Bible Institute, en Waxahachie, Texas, de férrea disciplina cristiana. En la institución sólo estaban permitidos los cantos evangélicos y sentían un rechazo enfermizo para todo lo que ellos llamaban música mundana, y en donde hallaba un lugar privilegiado para el repudio la música de los negros.

Poco duró su estancia en Southwest Bible, puesto que en una ceremonia eclesiástica el joven Lewis interpretó «My God Is Real» en clave de boogie woogie como un poseso golpeando el piano, en una especie de exorcismo maléfico que terminó con su expulsión.

Al verse apartado de la vida religiosa que pretendían sus padres, Lewis se sintió liberado y comenzó a tocar en clubes de Ferriday, llevando su sonido poco a poco por otros antros de Misisipi, convirtiéndose en uno de los pioneros del nuevo rock’n’roll.

Su forma de tocar el piano era diabólica, se levantaba, lanzaba el taburete lejos de él y tocaba con los pies, o incluso se sentaba en las teclas; en ocasiones parecía un combate de boxeo entre el instrumento y el músico que terminaba con Lewis subido a lomos del piano como si quisiera domarlo, esa actitud le proporcionó el seudónimo de The Killer.

En febrero de 1957 grabó una versión de «Whole Lotta Shakin Goin’ On», escrita por Dave Curley Williams y James Fay Roy Hall, aunque muchos atribuyen a la vocalista Big Maybelle. El single alcanzó el #3 de las listas pop del Billboard y el #1 de la lista de rhythm & blues. El single fue portentoso ya que en su cara B incluía «Great Balls Of Fire», que llegó a ser su mayor éxito internacional. Esos dos temas vendieron más de un millón de copias en tan sólo diez días y un total de cinco millones de copias vendidas, siendo uno de los singles más vendidos de la historia.

Jerry Lee Lewis se transformó en un semidios del rock’n’roll, participó en películas como «High Scholl Confidential» y sus conciertos se cerraban con sold out de forma rutinaria. Sin embargo todo se truncó muy rápido. Durante la gira que realizaba en mayo de 1958 por el Reino Unido, el periodista Ray Berry destapó el escándalo y fulminó la carrera de The Killer.

Lewis se había casado en tres ocasiones hasta la fecha, teniendo en cuenta que tan sólo tenía 22 años despertó la curiosidad de Berry, único reportero que cubrió el inicio de gira de The Killer en Inglaterra. El escándalo no era que se había casado con su prima Myra Gale Brown, y que no estuviera bien visto en ciertos sectores de la sociedad americana que lo consideraban incesto y romper la regla de exogamia preestablecida. La barahúnda floreció al saberse que Myra sólo tenía 13 años, mientras que Lewis era un adulto de 22 primaveras. La pareja y el mánager de Lewis esgrimieron que Myra tenía 15 años, edad que en algunos estados es lícita para contraer matrimonio consentido, pero en el Reino Unido no se contemplaba tal posibilidad y se vistió el caso como una ejemplo claro del desenfreno y perversión de ese género importado de EE.UU. llamado rock’n’roll. Tan sólo hicieron falta tres conciertos y conflictos en las entradas de los recintos, organizados por asociaciones cristianas y de moral intachable de derechas, para que se suspendiera la totalidad de la gira y la carrera de Jerry Lee Lewis se hundiera de inmediato.


Al regresar a Estados Unidos se encontró con la estrepitosa reacción de su entorno más cercano, que viendo las orejas al lobo y la cruzada que se estaba manteniendo contra el rock’n’roll, prefirieron nadar y guardar la ropa a hundirse en el naufragio. Tan sólo Alan Freed siguió pinchando sus discos ante la censura encubierta que otras emisoras habían impuesto y le colocó en alguno de sus shows en directo, hasta que le estalló en la cara el caso Payola.

La carrera de Lewis continuó y llega hasta nuestros días, siendo una de las personas más respetadas y admiradas del rock’n’roll. Ha editado discos de country, soul, góspel y rock’n’roll, ha obtenido infinidad de premios y galardones.

El karma a veces es justo

Cuando Lewis alcanzó el éxito a finales de 1956, vio cómo sus relaciones con su primo Jimmy Swaggart se rompieron unilateralmente por parte de este. Convertido en telepredicador, consideró que Lewis había sucumbido a los placeres demoníacos del sexo, alcohol y el envanecimiento narcisista del éxito.

Jimmy levantó su propia cruzada contra su primo: «Jerry Lee puede ir a Sun Records en Memphis, estoy de camino al cielo con un Dios que suple todas mis necesidades de acuerdo con sus riquezas en gloria de Cristo Jesús». No se detuvo en Lewis, arremetió especialmente contra Elvis Presley, Johnny Cash y Sam Phillips, al haber sido miembros de la Iglesia pentecostés y según él, haber traicionado la fe.

Pero contradiciendo sus propios sermones, jamás perdonó a Lewis cuando volvió a abrazar la fe en el Evangelio, acusándole públicamente de haber llevado la vergüenza a su familia, a su misma casa. Swaggart levantó una enorme cruzada contra el rock and roll avivada por una euforia radical en la era Reagan y acusó desde su púlpito a homosexuales, pacifistas, comunistas, feministas y liberales de ser corruptos de la doctrina maligna, de ser siervos perniciosos de Satanás, convirtiéndose en uno de los televangelistas más populares de Estados Unidos: «Mi familia sucumbió al rock and roll. No lo digo con alegría, lo digo con vergüenza y tristeza porque he conocido la muerte y la destrucción, la miseria y el dolor, traída a mi familia por Jerry Lee Lewis y el rock and roll. Me dolía el corazón cuando lo tuve que admitir, la música del Diablo es el rock and roll».

Swaggart fue víctima de su propia radicalidad. A principios de 1988 admitió delante de ocho mil feligreses del Centro de Adoración Familiar de Baton Rouge, que había pecado contra ellos y contra Dios. Se supo que mantenía una relación con Debra Murphee, una prostituta de Nueva Orleans desde hacía bastante tiempo. El cazador cazado, el enviado de Dios visto como sirviente del Diablo, el karma, si es que existe, le colocó a la misma altura que a The Killer, en un pedestal que él mismo había ayudado a construir.

Es posible que Satanás se partiera de risa, y no le culpo por ello.

Little Richard, la reencarnación de Satanás

Si alguien representa sin contemplaciones la eterna lucha entre el bien y el mal, lo divino y lo infernal, ese personaje es Little Richard.

Richard Wayne Penniman nació el 5 de diciembre de 1932 en Macon, Georgia, siendo el tercero de doce hermanos en una familia ultracatólica. Su abuelo y sus tres hijos, incluyendo el padre de Richard eran predicadores, quienes al nacer el pequeño Richard con una malformación física -tenía una pierna notablemente más corta y era muy bajo en comparación a sus hermanos-, le introdujeron rápidamente en los cánticos pentecostales para buscar una reinserción del muchacho que la calle no le iba a dar. Precisamente de esas burlas nació el apelativo de Little que añadió al nombre años más tarde.

Con diez años era un experto pianista y cantante de góspel, presentándose como un sanador de fe, cantando para concurrencias enfermas, que en el fervor de la oración y la excitación producida por la música del pequeñajo afirmaban que se sentían mejor, sin duda debido a la producción de endorfinas en el hipotálamo y sin mediar la mano divina en la exaltación originada.

En 1947, con catorce años, ofreció su primera actuación remunerada en el Auditorio de Macon City y decidió dedicarse de lleno a ser profesional del piano. Con quince años se marchó de casa y trabajó en varios espectáculos ambulantes llamados Medicine Show; en uno de ellos conoció a un pintoresco personaje llamado Dr. Nubillo que esgrimía un bastón oscuro con lo que decía ser el cuerpo disecado de un bebé con garras. Nubillo, seguidor de la práctica del hoodoo le vaticinó que llegaría a ser grande, pero que para ello debería desprenderse de todo su lastre emocional y liberarse de prejuicios. Sin embargo hay otra versión que apunta que Richard conoció al músico Esquerita (Steven Quincy Reeder), que fue quien le enseñó todo lo que sabía, desde una nueva forma de tocar rhythm & blues a cómo vestirse y moverse en el escenario. Cierto o no, las similitudes entre Little Richard y Esquerita son más que evidentes y es muy complicado saber quién copió a quién.

En esos Medicine Show fue donde realmente Richard conoció el blues y el rhythm & blues de la mano de artistas como Roy Brown y Billy Wrigth. Grabó para RCA Victor su primer single, «Every Hour» que fue un éxito en la escena de Georgia. Esa metamorfosis le unió a su padre, otro personaje que jugaba con la dualidad moral de ser ministro de Dios, pero ganándose la vida como contrabandista de licor y propietario de un local nocturno, desde donde apoyó la incipiente carrera de su tercer hijo, hasta que en 1951 lo mató de un balazo uno de sus mejores amigos, tras una discusión.

En febrero de 1955 Little Richard comenzó a grabar con el productor Robert Bumps Blackwell en los J&M Studios de Nueva Orleans. Las sesiones no daban ningún resultado llamativo, hasta que apareció un grito incomprensible, «A wop bop-a-lu a whop bam boo», casi gutural que fue una revelación para Blackwell, que inmediatamente grabó una versión previa de «Tutti Frutti».

Un tema complicado con demasiadas connotaciones eróticas y en especial homosexuales, que reflejaban las andaduras de un Richard que se había introducido en el ambiente gay de la ciudad y explotado su condición de voyeur compulsivo. Contrataron a la compositora Dorothy LaBostrie para que suavizara un texto que a todas luces sería censurado y a la tercera toma estaba listo; como si hubiera sido el mismo Diablo quien se hubiera introducido en el cuerpo de Richard y hubiera grabado el single.

«Tutti Frutti» se lanzó al #2 de la lista de rhythm & blues del Billboard instantáneamente, el #21 del Billboard Top 100 y traspasó el planeta para aterrizar en el #29 de la lista de singles británicos, vendiendo a las pocas semanas de su edición casi un millón de copias.

Little Richard pasó a ser uno de los pioneros del nuevo sonido, el rock’n’roll, y se sumergió inmediatamente en un mundo de riqueza, excentricismo y despilfarro que no hizo otra cosa que granjearle enemigos. Sus actuaciones eran verdaderas catarsis espirituales donde se alcanzaban estados cercanos al orgasmo y la alucinación. El Consejo de Ciudadanos Blancos de Alabama, entidad de carácter supremacista lo declaró enemigo de la moral blanca americana y lo señaló como la reencarnación de Satanás en la Tierra, pero su principal pecado no era su música, ni siquiera el ser negro ni gay, él, como Chuck Berry y Fats Domino, fueron los primeros en promulgar que a sus conciertos fueran negros y blancos, si bien en un principio segregados y separados, los tres incitaron a sus audiencias a saltarse las prohibiciones y juntarse para bailar.


Si en un principio la homosexualidad de Richard podría ser un alivio para las familias blancas que no temían que el negro pianista fornicara con sus hijas, el libre albedrío promulgado por el músico fue mucho más peligroso. Algunas actuaciones no podían terminar porque jóvenes sin distinción de sexo o color saltaban al escenario para abrazar, besar o tocar al pianista. Richard se mudó a Los Angeles y lo hizo en una zona residencial rica, destinada a los blancos, que se lo tomaron como una ofensa más del malvado titiritero satánico.

Todo duró escasamente dos años, durante los cuales Little Richard llegó a lo más alto que un afroamericano podía llegar en Estados Unidos e Inglaterra, 17 sencillos en el Top 40 de rhythm & blues, varias películas, entró en el paquete de conciertos de Alan Freed como protagonista, Elvis Presley y Bill Haley interpretaron sus temas y el cantante Pat Boone, apoyado por la industria blanca para apropiarse de temas de músicos afroamericanos, grabando y lanzando al estrellato sus canciones de forma edulcorada, grabó una nueva y exitosa versión de «Tutti Frutti».

La profecía divina

El 4 de octubre de 1957 la Unión Soviética puso en órbita el primer satélite terrestre, el Sputnik 1, con el eslogan propagandístico: «Todo el que dude de su realidad puede salir a la calle al atardecer y verlo pasar», y durante tres semanas que duraron las baterías fue cierto y millones de personas vieron pasar por el firmamento una esfera brillante de 58 centímetros de diámetro. Little Richard, ajeno a la carrera espacial de las dos superpotencias, pudo contemplar su paso desde Australia, donde compartía gira con Gene Vincent y Eddie Cochran, tomándose el evento científico como una señal divina, que le incitaba a abandonar la música pagana y la vida de desenfreno que llevaba. Terminó la gira antes de lo previsto y regresó a Estados Unidos para recibir una nueva revelación, su vuelo original se estrelló en el Océano Pacífico, lo que interpretó como una segunda oportunidad que Dios le ofrecía.

Richard renegó del rock’n’roll en un concierto despedida en el teatro Apolo y tras una última sesión de grabación en los estudios de Speciality, abandonó la música para ingresar en el Oakwood College de Alabama a estudiar teología.

Regresó en los años sesenta para fascinar a una nueva generación de músicos como The Beatles, The Rolling Stones o Elton John entre otros. Cada regreso significaba sucumbir a los encantos del infierno, si en los cincuenta fue el sexo el catalizador de todos sus males, en los sesenta estuvo acompañado de alcohol y drogas. Little Richard, que había llegado a expulsar a músicos de su entorno por ir borrachos, y se vanagloriaba de ser un abstemio depravado en el sexo, cedió al influjo del alcohol y la marihuana en los sesenta, se volvió adicto a la cocaína en los setenta y finalmente se tornó heroinómano. Todas esas adicciones se evaporaron por la intervención divina o por el desapego diabólico, según se mire.

Little Richard repudió el rock’n’roll en numerosas ocasiones, llegando a decir: «Estaba dirigido por el poder de la oscuridad. Ese poder del que tanto habéis escuchado hablar y que muchos de vosotros pensáis que no existe. Es el poder del Diablo, es el poder de Satán», durante una época se dedicó a vender el libro llamado Black Heritage Bible, donde destacaba el poder de los personajes negros en el Evangelio. Predicó en los funerales de Wilson Pickett e Ike Turner, a quienes consideraba amigos pero pecadores que no supieron abandonar la música del Diablo: «El rock’n’roll no glorifica a Dios. No puedes estar con Dios y el Diablo al mismo tiempo. Fui uno de los pioneros de esa música y sé de qué están hechos los muros porque yo los construí».

Su lucha interna entre lo bendito y lo maldito ha continuado décadas después de «Tutti Frutti» y su «A wop bop-a-lu a whop bam boo», hasta incluso hay quien piensa que con el tiempo le han pasado factura sus excesos, ofreciendo un giro apocalíptico en 2012 cuando pronosticó: «Dios me habló una noche para avisarme de que el mundo está llegando a su fin. Él vendrá envuelto en fuego y sentado en su trono». Posiblemente ni la humanidad está preparada hoy en día para escuchar sus teorías apocalípticas, por muy divinas que sean, igual que no estaban capacitados para entender que en 1955 se nos presentará como la reencarnación de Satanás y gritando «A wop bop-a-lu a whop bam boo».

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Chuck Berry, el padre del rock and roll

Charles Edward Anderson Berry nació en St. Louis, Misuri, el 18 de octubre de 1926 como cuarto hijo de una familia afroamericana de clase media. Su padre, Henry William Berry era diácono de una iglesia baptista y tenía una buena posición como contratista; su madre Martha Bell era la directora de una escuela pública para afroamericanos y la encargada de la educación de sus hijos, que llegaron a ser seis. La música estaba presente en la casa de los Berry igual que la religión, pero al pequeño Edward sólo le atrajo lo primero y la espiritualidad brillaba por su ausencia, más bien abrazó desde muy pequeño el lado oscuro de la vida, siendo como era un chico muy inteligente se desvió rápidamente de los planes que tenían diseñados sus progenitores.

Su primera actuación la realizó con catorce años, siendo estudiante del Sumner High School, pero con diecisiete años le detuvieron y acusaron de robo de un vehículo y de haber atracado varias tiendas armado con una pistola de pega, por lo que fue condenado a tres años de internamiento en el Intermediate Reformatory for Young Men de Algoa en Jefferson City.

Allí se endureció dedicándose al boxeo al mismo tiempo que formó un cuarteto de canto que llegó a actuar fuera de la institución penitenciaria. Berry salió en libertad el mismo día que cumplía 21 años cambiado por completo, huraño, tacaño, desconfiado y controlador hasta la obsesión. Al poco de gozar de la libertad se casó con Themetta ‘Toddy’ Suggs, en un matrimonio que sobrevivió a su muerte y le aportó cuatro hijos.

Berry tuvo numerosos trabajos de baja calidad debido a sus antecedentes; trabajó durante dos años en una fábrica de automóviles, compaginando su jornada, haciendo de conserje del edificio donde vivía con su familia, que rápidamente creció a trío con la llegada de Darling Ingrid en 1950.

Paralelamente ya como Chuck Berry, comenzó a tocar con numerosas bandas de blues para sacarse un extra adicional, muy marcado por la influencia de T-Bone Walker y Ira Harris. Musicalmente se afianzó como guitarrista del trío de Johnnie Johnson, con el que mantuvo una larga y estrecha colaboración durante décadas, relación que terminó en los tribunales porque Berry le estuvo estafando derechos de autor de la mayoría de las composiciones de los primeros años.

Fue en un viaje a Chicago cuando conoció a Muddy Waters, músico del que interpretaba algunos temas, quien le presentó a Leonard Chess, afanado en encontrar un nuevo sonido que superara el estancamiento del mercado del blues.


El 21 de mayo de 1955 se grabó en los estudios de Chess Records el tema «Maybellene», inspirado en el tema «Ida Red» de Bob Wills, conocido como el Rey del Western Swing. Planchado y puesto en circulación con desesperante urgencia, «Maybellene» vendió más de un millón de copias y alcanzó el #1 de la recién creada lista de rhythm & blues del Billboard, salvando la economía del sello y lanzando a Chuck Berry a la cabeza de un sonido nuevo que Alan Freed bautizaría como rock and roll, aunque no se le concedió el trono que justamente merecía porque un chico blanco de Tupelo llamado Elvis Presley lo usurpó.

La carrera de Chuck Berry tenía un ascenso meteórico, tras el primer éxito, siguió «Roll Over Beethoven» que se posicionó en el #29 y le proporcionó una de las giras más excitantes de 1956 junto a Carl Perkins. Berry se convirtió en el músico fetiche de Alan Freed y el 1957 giró por todo el país con el espectáculo Biggest Show Of Stars for Alan Freed, junto a Everly Brothers y Buddy Holly.

El tipo más tacaño y desconfiado del rock’n’roll

Como en el caso de otras estrellas del rock and roll, llegaron los éxitos, el cine y el dinero, pero a diferencia del resto de músicos de su generación, no entró en un bucle de descontrol y despilfarro, al contrario, su afán de ahorrar, evitar impuestos y prosperar junto a su familia, le llevaron a comprar un club nocturno llamado Berry’s Club Bandstand, declarado abiertamente como un local racialmente integrado.

Berry era un negro tremendamente materialista que siempre pensaba que el hombre blanco le iba a engañar, mientras no se demostrara lo contrario. Durante décadas renunció a tener un mánager porque nadie debería enriquecerse con su dinero, además casi todos los representantes del negocio eran blancos, por lo tanto ladrones. Durante muchos años no contó con banda propia que lo acompañara y pedía que le pusieran músicos en cada escenario que debían aprenderse su repertorio, algo que es habitual ahora con los músicos de blues, pero que antes era impensable. Nunca tocó con guitarras buenas, y prefería instrumentos baratos que cambiaba a menudo desgravando impuestos, una de sus obsesiones. Evitaba por todos los medios volar y generalmente siempre viajaba solo y en su propio vehículo, rehusando la mayoría de las ocasiones el alojamiento por un incremento en el caché y pernoctando en el mismo automóvil.

A finales de 1959 el engranaje represor del estado cayó encima suyo con enorme virulencia y destrozó su carrera. Fue detenido bajo la Ley Mann, Ley de Tráfico de Esclavos Blancos, destinada a parar la prostitución interestatal y el tráfico de menores, pero que en la práctica fue un método más de represión del aparato judicial norteamericano. Chuck Berry fue arrestado y acusado de tráfico de menores para ejercer la prostitución. Berry conoció a Janice Escalante durante una actuación en El Paso y le ofreció trabajo en su club de St. Louis, desconociendo que era menor de edad. Cuando Berry estaba de nuevo en la carretera actuando, Escalante fue detenida por ejercer la prostitución y el músico se encontró la acusación al regresar a casa. Berry fue condenado a 5.000 dólares de multa y sentenciado a cinco años de prisión, pero la actitud racista del juez y el maltrato recibido durante el juicio, rebajaron la condena a tres años, de los cuales Chuck Berry sólo cumplió un año en prisión.

El lado oscuro del rock

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