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PRÓLOGO

Después de acompañar el proceso de transformación de numerosas personas durante muchos años, realizando capacitaciones en el campo del crecimiento individual y de las organizaciones, comparto estas reflexiones para promover una apertura de conciencias respecto al fenómeno humano y su vida en este plano terrenal.

Vivimos en un mundo convulsionado socialmente, con abundante oferta de información sensacionalista, repleta de noticias que publicitan las miserias humanas y fomentan los placeres que ofrece el materialismo con sus nefastas consecuencias.

Procesamos esa información sin los filtros de una educación emocional y espiritual que nos permitan separar los hechos de nuestro mundo interior (donde podemos marcar una diferencia en favor de nuestro bienestar) desencadenando una realidad virtual que nos entretiene, nos abruma e impide enfocarnos en nuestro aprendizaje y alcanzar la plenitud espiritual.

En la actualidad pensar con una visión materialista es ignorar las investigaciones científicas que muestran que todo lo que percibimos y consideramos tangible o concreto es solo una ilusión y está sometido a una constante mutación o transformación (postulados de la física cuántica).

La hipótesis espiritualista, con la reencarnación incluida, es una propuesta que permite explicar racionalmente las diferencias sociales, culturales y personales que existen en las distintas comunidades para respaldar la idea de una Justicia Superior que trasciende este mundo tierra y abarca todo el universo.

Solo el conocimiento y aceptación de la vida espiritual como la primitiva nos permite interpretar este momento de vida como una posibilidad de superación a la medida de nuestras necesidades evolutivas.

Las desigualdades de todo tipo (culturales, sociales, intelectuales, éticas, etc.) entre las personas son circunstanciales y están relacionadas con el nivel moral que hemos alcanzado como principios inteligentes de la creación. No somos conscientes ni tenemos patrones claros para evaluar nuestro grado de evolución y mucho menos para enjuiciar el proceso de nuestros semejantes.

En el dominio de la vida espiritual solo sirve el progreso o categoría moral alcanzados sobre la base de nuestras conductas dirigidas al bien común y los esfuerzos que hacemos para sofocar nuestras malas inclinaciones.

Todos nosotros (principios inteligentes de la creación) somos creados sencillos e ignorantes y aprendemos mediante múltiples experiencias de vida en distintos mundos, siempre avanzando hacia un estadio superior de la escala evolutiva.

La vida física es un momento fugaz en la vida del espíritu, por lo que todas nuestras vivencias aquí, en este mundo, son una oportunidad de aprendizaje en el derrotero evolutivo del espíritu inmortal. Después de la muerte física conservamos el patrimonio de las tendencias egoístas, orgullosas, como también las virtudes y los valores morales que hemos podido aquilatar en el tránsito terrenal.

Con esta mirada, toda situación probatoria o de expiación se transforma en una gran posibilidad de aprendizaje y superación y no es una punición o castigo como se interpreta desde algunas ideologías.

Estamos comprometidos moralmente a compartir y aprovechar las rutas del aprendizaje con respeto y amorosamente, para dulcificar el tránsito evolutivo. Quien desperdicia estas oportunidades sufre las consecuencias de su propia elección.

La creencia en alguien superior, llamado Dios o Providencia Divina, les da sentido a nuestras vidas y nos abarca a todos como parte de un universo armonioso y evolutivo. Nada escapa a esas leyes naturales e inmutables.

Nuestra inteligencia racional o cognitiva está limitada para comprender muchas situaciones que vivimos, lo cual es un desafío permanente para el ser humano. La fe es la convicción o certeza que tenemos sobre lo que nos sucede y culturalmente la asociamos al dominio religioso, con una mirada dogmática o ciega al razonamiento.

La Doctrina Espírita propone una fe racional, dinámica, evolutiva, que pueda mirar frente a frente a la razón en todas las épocas de la humanidad. Esta actitud la transforma en una búsqueda permanente de la verdad según Allan Kardec.

El progreso intelectual es permanente y hay una limitación de tiempo para conocer todas las actualizaciones que presenta el mundo científico en sus distintas disciplinas. Estas están limitadas al paradigma o modelo mental de los investigadores, en su gran mayoría materialistas, y sus métodos, que están diseñados para la exploración de la materia en sus distintas expresiones o estados.

El desafío del mundo científico es investigar el principio espiritual y para ello deberá crear métodos nuevos que poco tienen que ver con los actuales, que sirven para estudiar la materia.

La fe es un valor del espíritu y constituye el conjunto de creencias que motivan al ser humano a la acción. Cuando tenemos una incapacidad manifiesta para explicarnos racionalmente, lo que nos sucede, apelamos a la fe apoyándonos en aquellas hipótesis que más nos conforman y de alguna manera esa fe que hemos conquistado (cualquiera sea) nos impulsa a sostenernos y superarnos en los momentos de crisis o probación.

Todos los temas de este libro pueden ser abordados desde el coaching con la perspectiva de la espiritualidad, buscando tener una visión más amplia y desde esa mirada darnos el permiso de elegir la interpretación que más nos conviene.

Coaching y espiritualidad

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