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Introducción

Como todos los científicos importantes, Cajal sufre en cada aniversario de su biografía una avalancha de publicaciones oportunistas y de pintorescos actos conmemorativos, que se limitan a reiterar los tópicos y errores de su mitificación falseada. Casi todos proceden de la «polémica de la ciencia española», cuyo residuo continúa siendo uno de los principales obstáculos para conocer seriamente su vida y su obra. Todavía son muy numerosos los que ignoran, o fingen ignorar, que dicha polémica fue una mera proyección de prejuicios procedentes de ideologías que mantenían posturas opuestas: los panegiristas ensalzaron las «glorias de la ciencia española» con la intención de justificar la estructura social, la organización política y el sistema de valores que los negativistas pretendían invalidar con su negra imagen de «látigo, hierro, sangre y rezos». Sin embargo, los excesos retóricos triunfalistas, revestidos en ocasiones de falsa erudición, y las lamentaciones masoquistas de sus contradictores coincidieron en rechazar por completo la investigación del tema. Resultaba impertinente cualquier acercamiento serio y los que lo hicieron fueron ignorados o duramente descalificados por los mandarines culturales de turno.1 Esta conducta culminó en una serie de afirmaciones prepotentes de José Ortega y Gasset. Por una parte, ensalzó el burdo acercamiento histórico limitado a las «grandes figuras» con una imagen de los científicos españoles como «seres de una pieza, que nacen sin precursores, por generación espontánea».2 Por otra, basó la peculiaridad de la cultura española en una interpretación etnocéntrica de la europea, que se manifiesta en su famosa frase:

Europa = ciencia: todo lo demás le es común con el resto del planeta.3

Apenas puede concebirse nada más opuesto al objetivo de nuestra especialidad: la investigación del cultivo de las ciencias como un aspecto integrado en la cultura de todas las sociedades.

También Severo Ochoa llegó a decir:

No es fácil explicar por qué España ha ido siempre muy por detrás de otras naciones en el cultivo de la ciencia y mucho menos fácil explicar cómo en ese terreno árido ha surgido la figura de un Cajal … Cajal fue un autodidacta … Cómo surgió Cajal en el páramo científico de la España de su tiempo es para mí un milagro.4

Esta afirmación refleja su absoluta falta de interés por la historia de la ciencia, que contrasta con la extraordinaria importancia que le concedieron, como es sabido, Rudolf Virchow, Ludwig Aschoff, Albert Einstein, Erwin Schrödinger, Charles S. Sherrington, John F. Fulton, Harvey W. Cushing, William Osler, etc. Para explicarla no puede aducirse su exilio en los Estados Unidos, cuyos numerosos profesionales de nuestra especialidad dedicaron entonces a la actividad científica en España investigaciones tan importantes como las de Lynn Thorndike, I. Bernard Cohen, Charles D. O’Malley, Ursula Lamb y Barbara G. Beddall. Las relativas a la histología en España no eran precisamente una novedad, ya que sobre Crisóstomo Martínez, por ejemplo, se habían realizado casi un centenar de trabajos en diferentes idiomas desde su Éloge publicado en París el año 1740.5

Un caso significativo es lo que ha sucedido con los estudios sobre el granadino Aureliano Maestre de San Juan, el primer maestro de Cajal. En 1935, Eduardo García del Real, catedrático de historia de la medicina de Madrid, le dedicó un importante trabajo,6 pero la guerra civil interrumpió la trayectoria de nuestra especialidad, como la de todas las demás. Durante la postguerra, además de publicar un libro que presentaba a Cajal poco menos que como un fascista,7 se insistió en que era una especie de «caudillo» autodidacta con la delirante fabulación de que había sido el primer español que hizo una autopsia y que utilizó el microscopio. La investigación histórica sobre la histología anterior a Cajal no se reanudó hasta las comunicaciones que María Luz Terrada presentó al I Congreso Español de Historia de la Medicina (1963), en colaboración con dos de sus discípulos.8

Las ideologías y los intereses económicos son las únicas razones para organizar continuamente conmemoraciones de determinados «seres de una pieza» y para excluir otros. Así se explica que el sesquicentenario del nacimiento de Luis Simarro (2001) haya sido totalmente ignorado incluso en Valencia, donde hasta 1941 tenía dedicada la calle que hoy se llama «de Micer Mascó». Por otra parte, la única conmemoración de los cien años transcurridos desde que ocupó la primera cátedra española de psicología ha consistido en una exposición con innumerables «lindezas»: llamar «eruditos del Renacimiento» a Luis Vives, Gómez Pereira y Juan Huarte de San Juan; hablar de «un joven Simarro educado en el ambiente romántico de la Valencia de mediados del siglo XIX», que en 1862 «ingresa en el Colegio de Nobles de San Pablo de Valencia», es decir, en una institución del siglo XVII; titular tres obras pictóricas de su padre con el rótulo «pueblo levantino», dos de ellas con el interrogante «¿Xátiva?», etc.9 La relación con Cajal quedaba todavía más empobrecida que en los tópicos de costumbre.

Durante la conmemoración politizada en Madrid del sesquicentenario de la muerte de Cajal, el generoso reconocimiento que hizo del magisterio de Simarro no ha sido tenido en cuenta. Se ha continuado diciendo que era «un aficionado a la histología» y que Maestre de San Juan carecía de información sobre la estructura microscópica del sistema nervioso. Así se manifiesta el rigor de un ambiente que ha hecho el ridículo internacional publicando, al mismo tiempo, un retrato de Cajal ya octogenario con el siguiente pie:

D. Santiago Ramón y Cajal, época de la Guerra de Cuba.10

Las mitificaciones falseadas excluyen, por supuesto, cualquier limitación o defecto, presentando a las «grandes figuras» como auténticos modelos de todas las virtudes. A este respecto, Hollywood ha llegado al colmo. Baste recordar la vieja película sobre Marie Sklodowska Curie, protagonizada por Greer Garson, en la que aparecía como cumbre de la fidelidad conyugal y de la castidad. Son muy escasos los libros sobre Vesalio, Newton, Claude Bernard o Einstein que no consisten en hagiografías laicas.11

La peor consecuencia de tan lamentables conductas es que Cajal continúa figurando entre los pocos científicos de primer rango sin edición rigurosa de sus obras completas y de su correspondencia. El 6 de abril de 1996, la Fundación Residencia de Estudiantes, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y la Fundación de las Ciencias de la Salud formalizaron un acuerdo en torno al Legado Cajal, que parecía apropiado para contribuir a la superación del vergonzoso atraso de la investigación sobre el gran neurohistólogo y su obra. Sin embargo, solamente trabajamos con entusiasmo durante cuatro años María Luz Terrada y yo, con la colaboración del joven y competente Alfredo Rodríguez Quiroga, a quien le han puesto todo tipo de barreras para que no se profesionalice como historiador de la ciencia. En la línea iniciada por Bibliographia Paracelsica (1894-1899) de Karl Sudhoff, comenzamos con una Bibliografía Cajaliana, que incluye 3.381 referencias pormenorizadas de ediciones de sus escritos, situándolas en repertorios y en bibliotecas de todo el mundo, así como 718 trabajos sobre su vida y su obra, con clara conciencia de que era incompleta. Rodríguez Quiroga y yo continuamos con la correspondencia, reuniendo 2.914 cartas, la más antigua fechada en Valencia el 1 de enero de 1885 y la última, en Madrid el 17 de octubre de 1934, pocas horas antes de su muerte, aparte de casi centenar y medio sin lugar ni fecha. Como teníamos noticia de otras muy importantes, sobre todo en Latinoamérica y en los institutos histórico-médicos centroeuropeos, entre ellos, el de la Universidad de Zurich, que había dirigido mi maestro Erwin H. Ackerknecht, planificamos una labor de muy larga duración. Para no retardar excesivamente la publicación, decidimos confeccionar una especie de antología, que titulamos Epistolario selecto de Santiago Ramón y Cajal. Ediciones Doce Calles se encargó de imprimir la Bibliografía y el Epistolario selecto, cuyas pruebas llegamos a corregir en febrero de 1999, cuando el proyecto en torno al Legado Cajal ya estaba totalmente frustrado. Nadie nos lo comunicó y si nos enteramos fue porque Francisco Javier Puerto Sarmiento tuvo la generosidad de hacer adrede un viaje para evitar que siguiéramos trabajando inútilmente. Él también había sufrido otra frustración: la de la serie Biblioteca de Clásicos de la Farmacia Española, que había culminado con la edición facsímil de la gran Flora peruviana, et chilensis de Hipólito Ruiz y José Pavón (1995), interrumpida tras el volumen tercero, a pesar de ser, con gran diferencia, la publicación más importante de la Fundación de Ciencias de la Salud.

Aunque dispongo de numerosa información acerca de las causas del completo fracaso del proyecto en torno al Legado Cajal, voy a limitarme a citar unos párrafos de lo que dijo su nieta María Ángeles Ramón y Cajal Junquera en el número de la Revista Española de Patología titulado Homenaje a Cajal en el sesquicentenario de su nacimiento:

Inexplicablemente, los sucesivos directores del Instituto Cajal, a partir del Dr. Sanz Ibáñez, desconocen unos hechos que están ahí, como es la testamentaría de Ramón y Cajal… Se empieza a considerar como bienes propios del Instituto, todas las propiedades de los herederos de D. Santiago… Es justo decir que, partiendo de este lamentable y fundamental error, se firma, en 1996, un convenio entre el CSIC, que presidía D. José María Mato, la Fundación Ciencias de la Salud Glaxo-Wellcome y Fundación Residencia de Estudiantes, referente a los fondos constitutivos del legado … La realidad convierte el convenio en nulo, porque vulnera la voluntad testamentaria de Ramón y Cajal.12

El triste destino que tienen los legados de los científicos españoles queda de manifiesto en lo que ha pasado con los de Simarro y Cajal. Tras la guerra civil, la biblioteca y los materiales científicos de Simarro fueron arrinconados en el último piso de un edificio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, donde bastantes materiales quedaron destrozados y algunos libros fueron robados para ser vendidos por anticuarios sin escrúpulos. Durante el centenario de la cátedra de psicología, en el archivo de la Fundación Simarro, lo que queda de sus preparaciones microscópicas continuaba sin inventariar con la siguiente denominación: «dibujos en plaquitas de cristal». La «Gran Subasta de Primavera» convocada en Madrid por Fernando Durán para el 25 y el 26 de mayo de 1999 ofrecía: diez fotografías de Cajal, dos de ellas dedicadas; las primeras ediciones de Fotografía de los colores (1912) y de Chácharas de café (1920) con dedicatorias autógrafas; ejemplares de la medalla y del programa de actos conmemorativos del primer centenario de su nacimiento; cinco cartas manuscritas de Cajal y otras cinco que le dirigieron nada menos que Albert von Kölliker y Gustaf Magnus Retzius; veintiuno de sus dibujos histológicos; seis placas fotográficas en color realizadas por el propio Cajal con su método, dos de las cuales contienen autorretratos. Los precios de salida llegaban a 400.000 pesetas.13 Como dijo Quevedo y me gusta tanto repetir: «Poderoso caballero es Don Dinero».

La Fundación de Ciencias de la Salud ni siquiera nos autorizó, tras su fracaso, la publicación a nuestra costa de la Bibliografía Cajaliana, aunque acabamos ignorando tan absurda prohibición (2000).14 Las referencias posteriores pueden obtenerse consultando, directamente o a través de Internet, Bibliografía histórica sobre la ciencia y la técnica en España.15 Por el contrario, Epistolario selecto sigue inédito.

Mis maestros me enseñaron que una de las funciones de nuestra especialidad es la divulgación médica. Por ello, he publicado síntesis de la biografía y la obra de Cajal, la dos primeras prologadas por Laín Entralgo (1985, 1988),16 para difundir la investigación sobre el tema, a la que he intentado contribuir con más de una treintena de libros y artículos. En la tercera (1995),17 aparte de rectificaciones de detalle, incorporé la información procedente de fuentes dadas a conocer poco antes, las más importante de las cuales eran el manuscrito autobiográfico de Pío del Río Hortega acerca de su relación con Cajal y la correspondencia entre ambos. La cuarta (2000)18 fue editada por una de las multinacionales hoy dominantes en el mundo cultural con varios nombres. Tras una intensa campaña de mercadeo, me comunicaron la desaparición de Debate, el nombre utilizado, aunque han seguido vendiendo ejemplares hasta agotarlos recientemente, lo que me ha producido el disgusto de no poder enviar ninguno a varios extranjeros interesados por Cajal. Con mucha mayor destreza, mi amigo Juli Peretó ha conseguido a través de Internet adquirir el que quizá sea el último, también para un extranjero. A él se debe la iniciativa de que esta nueva síntesis la edite la Universitat de València, acogida con gran generosidad por Antoni Furió, eficacísimo responsable de sus publicaciones. Les manifiesto mi gratitud con la sinceridad propia de un jubilado hace ya más de siete años.

Un propósito central de la presente síntesis continúa siendo integrar la biografía y la obra de Cajal en la trayectoria de la histología en España, dentro de la cual Valencia ocupa una posición tan destacada. En consecuencia, el capítulo inicial resume dicha trayectoria, ya que por primera vez no me lo impide el consumismo de las multinacionales. Apenas hace falta decir que aspira también a integrarlas en las circunstancias políticas, socioeconómicas y culturales que las condicionaron, contexto ineludible para situar adecuadamente a cualquier científico, pero especialmente necesario frente a una mitificación falseada.

Valencia, diciembre de 2005

1 Cf. J. M. López Piñero, «Obstáculos para la investigación histórica de la ciencia». En: La historiografía de la ciencia y los estudios sobre la sociedad española durante la Edad Moderna, Valencia, Gráficas Antolín, 2005, pp. 1-36.

2 J. Ortega y Gasset, «La ciencia romántica», El Imparcial, 4 de junio de 1906.

3 J. Ortega y Gasset, «Asamblea para el Progreso de las Ciencias», El Imparcial, 27 de julio de 1908.

4 S. Ochoa, Prólogo. En: S. Ramón y Cajal, Reglas y consejos sobre investigación científica. Los tónicos de la voluntad, Madrid, Espasa-Calpe, 1995 [13ª ed. en Colección Austral], pp. 9-10.

5 Cf. las referencias bibliográficas en: J. M. López Piñero, El Atlas anatómico de Crisóstomo Martínez, grabador y microscopista del siglo XVII, 3ª edición, nuevamente revisada y ampliada, Valencia, Ajuntament de València, 2001, pp. 69-80.

6 E. García del Real, «Dos precursores de Ramón y Cajal: Maestre de San Juan y López García», Trabajos de la Cátedra de Historia Crítica de la Medicina, 4, 479-494 (1935).

7 G. Durán Muñoz, Del sentimiento e idea política en Don Santiago Ramón y Cajal. Prólogo de Julián Sánchez Duarte, Madrid, Editora Nacional, 1949.

8 M. L. Terrada Ferrandis, J. A. Campos Ortega, R. Marco Cuéllar, «El interés hacia lo histológico en la medicina española del siglo XVIII». En: Actas del I Congreso Español de Historia de la Medicina, Madrid, Sociedad Española de Historia de la Medicina, 1963, pp. 177-180. M. L. Terrada Ferrandis, J. A. Campos Ortega, R. Marco Cuéllar, «Nota previa acerca de la histología española del siglo XIX anterior a Cajal». En: Actas del I Congreso Español de Historia de la Medicina, Madrid, Sociedad Española de Historia de la Medicina, 1963, pp. 495-502.

9 H. Carpintero, J. Javier Campos, J. Javier Bandrés, dirs., Luis Simarro y la psicología científica en España. Cien años de la Cátedra de Psicología experimental en la Universidad de Madrid, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 2002, pp. 13-14, 51, 55, 93.

10 Real Academia Nacional de Medicina, D. Santiago Ramón y Cajal en la Real Academia Nacional de Medicina, Madrid, Programa de colaboración de la Real Academia Nacional de Medicina con las Fundaciones «Banco Bilbao Vizcaya», «Ramón Areces» y «Caja Madrid», 2003, p. 11.

11 Como ejemplos de los libros que no ocultan o ignoran las limitaciones y defectos, pueden citarse los siguientes: J. J. Barcia Goyanes, El mito de Vesalio, Valencia, Real Academia de Medicina de la Comunidad Valenciana-Universitat de València, 1994. R. S. Westfall, The life of Isaac Newton, Cambridge, Cambridge University Press, 1996 (trad. cast. con Bibliografía en lengua castellana por J. M. López Piñero: Isaac Newton. Una vida, Cambridge, Cambridge University Press, 1996). M. D. Grmek, Raisonnement expérimental et recherches toxicologiques chez Claude Bernard, Genève-Paris, Librairie Droz, 1973. L. Pyenson, The Young Einstein. The Advent of relativity, Bristol, Adam Hilger, 1985 (trad. cast.: El joven Einstein. El advenimiento de la relatividad, Madrid, Alianza Editorial, 1990).

12 M. A. Ramón y Cajal Junquera, «Orígenes del Museo Ramón y Cajal, del Legado y sus vicisitudes», Revista Española de Patología, 35, 497-498 (2002).

13 Gran Subasta de Primavera. Maestros Antiguos de los Siglos XIX y XX. Escultura, Muebles, Plata y Colección de Objetos de Vitrinas. Fernando Durán. Madrid, 25 y 26 de Mayo de 1999 a las 6,00 p. m., números 290-326.

14 J. M. López Piñero, M. L. Terrada Ferrandis, A. Rodríguez Quiroga, Bibliografía Cajaliana. Ediciones de los escritos de Santiago Ramón y Cajal y estudios sobre su vida y obra, Valencia, Albatros, 2000 [a partir de ahora, cit. Bibl. Cajaliana].

15 M. L. López Terrada, V. Salavert Fabiani, et al. «Bibliografía histórica sobre la ciencia y la técnica en España». Publicada anualmente en Cronos. Cuadernos Valencianos de Historia de la Medicina y de la Ciencia. Accesible en la web del Instituto de Historia de la Ciencia y Documentación López Piñero (http://www.uv.es/-Fresquet/ TEXTOS).

16 J. M. López Piñero, Ramón y Cajal. Prólogo: Pedro Laín Entralgo, Barcelona, Biblioteca Salvat de Grandes Biografías, 1985. 2ª ed., ibid., 1988.

17 J. M. López Piñero, Ramón y Cajal, Barcelona, Biblioteca Científica Salvat, 1995.

18 J. M. López Piñero, Cajal, Madrid, Debate, 2000.

Santiago Ramón y Cajal

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