Читать книгу Qué sabes de... NIETZSCHE - José Rafael Hernández - Страница 4
Introducción
ОглавлениеNietzsche ha sido el filósofo del siglo XX y está en camino de convertirse en el filósofo del siglo XXI. No cabe duda de que su influencia es abrumadora. Sus ideas siguen interviniendo, ostensible o disimuladamente, en los debates intelectuales y en las corrientes de pensamiento que no se conforman con interpretar el presente y el pasado, sino que, además, aspiran a configurar el futuro.
En este sentido, Nietzsche hace honor al título de «filósofo del porvenir» que se otorgó él mismo. Se consideraba un «hombre póstumo» que cobraría vida después de su muerte; a él le pertenecía no el mañana, sino el «pasado mañana»: «Lo que yo cuento es la historia de los dos próximos siglos», afirmó en uno de sus escritos. Y estas declaraciones, que pueden parecer de una arrogancia insufrible, se han vuelto realidad. La filosofía de Nietzsche parece haber encontrado el secreto de la eterna juventud, y son precisamente los jóvenes de cada generación los que contribuyen a inyectar savia nueva en su pensamiento. Ni siquiera le ha perjudicado una identificación persistente con determinadas corrientes políticas, responsables de algunas de las mayores calamidades del pasado más o menos reciente, tales como el fascismo y el nazismo.
Nietzsche fue ignorado y vilipendiado a partes iguales durante toda su vida, y solo fue reconocido muy tarde, cuando la demencia ya le había arrebatado su singular lucidez. Llevó a cabo una crítica demoledora de la cultura y la filosofía occidental, cuyas ideas y valores esenciales atacó sin piedad. Su mirada afectó de manera poderosa a las generaciones posteriores de intelectuales e investigadores en disciplinas muy diversas como la teología, la antropología, la filosofía, la sociología o la psicología, además de impregnar con su intensidad el mundo del arte a través de la poesía, la literatura y el teatro.
Nietzsche nació en 1844 en Röcken, una localidad perteneciente al cada vez más poderoso reino de Prusia, en el seno de una piadosa familia de pastores luteranos. La desgracia no tardó en afectar al hogar a causa del fallecimiento de su padre y, poco después, de su hermano, unas muertes que lo convirtieron en el único hombre en una casa llena de mujeres. Su precocidad intelectual despuntó muy pronto, aunque tuvo que luchar contra la tradición familiar, que le empujaba hacia el estudio de la teología, para introducirse en el mundo académico de la mano de la filología clásica.
Favorecido por sus profesores de la Universidad de Leipzig, quienes reconocieron su brillantez de inmediato, consiguió una cátedra a la asombrosa edad de veinticuatro años. La escena intelectual alemana esperaba grandes cosas de aquel joven prometedor, pero su primera publicación, un supuesto estudio filológico, presentaba ya todos los elementos que lo enfrentaron al mundo: un torrente de ideas punzantes, una mezcla inconcebible de disciplinas del conocimiento, de estilos y de tonos, y la pretensión de ir mucho más allá, hasta donde nadie le había pedido que fuera. El escándalo académico fue la melodía de su vida.
Su primera obra, El nacimiento de la tragedia, era un análisis de la cultura griega desde un nuevo punto de vista que resaltaba el contraste entre dos fuerzas: el elemento apolíneo, relacionado con la claridad, el pensamiento y la contención clásicas griegas, frente al elemento dionisíaco, una fuerza instintiva, oscura y ciega, la energía vital pura. Según Nietzsche, la tragedia griega nacía de la fusión de estos dos elementos y fue finalmente destruida por el racionalismo apolíneo de Sócrates, el cual, al subyugar lo dionisíaco, había provocado la decadencia de Occidente.
Esta visión de la cultura griega desde su aspecto más sombrío, que ponía en duda hasta sus raíces socráticas, produjo grandes controversias. En el clasicista siglo XIX nadie quería oír que el mundo clásico había tomado el camino equivocado. Aún más polémico fue el uso insistente que Nietzsche hizo de la música de Wagner para ilustrar sus razonamientos. Para él, Wagner era el único artista que había sabido reintegrar ambos elementos al modo de la tragedia griega.
A pesar de ser implacablemente crítico con los valores tradicionales, la obra de Nietzsche no era puramente negativa; al contrario, el filósofo emprendió la tarea de elaborar una nueva filosofía, alzada sobre nuevos valores, para sustituir a la que criticaba. Antes que él, su influyente compatriota Arthur Schopenhauer se había enfrentado de un modo parecido a la cuestión de la angustia de la vida, aunque con una conclusión muy distinta. Schopenhauer había propuesto la negación «budista» de la voluntad como único camino para soportar la vida sin desesperar de ella. Su pesimismo había calado hondo en la intelectualidad occidental. Frente a ello, Nietzsche proponía la reacción diametralmente opuesta: escoger siempre la vida. De esta manera, Nietzsche ha entrado en la historia del pensamiento como el vitalista por antonomasia.
Asimismo, el filósofo oponía lo dionisíaco al cristianismo, que, según él, solo había servido para debilitar aún más la civilización. Nietzsche atacó la represión de los sentimientos auténticos y la sublimación del deseo en el cristianismo, y defendió una ética más fuerte y más próxima al origen de los sentimientos. Dios había muerto.
Para ser coherente con su pretensión de fundar una nueva filosofía, Nietzsche adoptó un estilo y unos términos nuevos. Optó por un lenguaje imaginativo basado en las metáforas, y decidió presentar su pensamiento de manera caótica a través de una mezcla de géneros literarios. No quería convencer al lector, sino obligarle a tomar posición frente a lo que leía. Pretendía educar al hombre para que pensara por sí mismo, sin moldes impuestos.
En 1879 se vio obligado a renunciar a su cátedra, porque su salud era cada vez más frágil y estaba enfermo continuamente. Se le otorgó una pequeña pensión vitalicia y pasó los diez años siguientes deambulando por Francia y Suiza en un interminable viaje por balnearios y lugares de descanso, buscando sin cesar un clima favorable a sus dolencias. Tenía problemas de vista, violentos dolores de cabeza y vómitos nocturnos que le postraban durante días. Se medicaba con miríadas de píldoras, jarabes y preparados, algunos de dudosa eficacia. Resulta asombroso el contraste entre su penoso estado físico y la altura que alcanzó su pensamiento en este período. Entre sus obras de esta época se encuentran sus mejores libros: Así habló Zaratustra, Más allá del bien y del mal y La genealogía de la moral. En estos trabajos acuñó conceptos que pasarían a formar parte de la historia de la filosofía: el nihilismo, el eterno retorno, la transvaloración de todos los valores, el superhombre…
El superhombre apareció en el extenso poema ditirámbico Así habló Zaratustra. Mientras que el hombre actual es un ser domesticado, decía Nietzsche, el superhombre, Zaratustra, es un ser libre, superior, autónomo. Se trata del nuevo tipo de hombre que debe surgir después de la muerte de Dios, cuya nueva moral nace de la subversión de todos los valores actuales. En un mundo sin Dios, cada individuo se convierte en el responsable absoluto de sus actos. Tiene que construir sus propios valores, porque vive en una libertad sin límites, sin sanciones divinas ni de ningún otro tipo.
Desde su posición vitalista, Nietzsche veía al superhombre como el medio para que la cultura occidental superara el nihilismo en que había caído. Para él, el nihilismo era la situación en que los valores supremos por los que el hombre había trabajado tradicionalmente habían perdido su crédito. Era el signo de la decadencia de la cultura occidental, que ya no reflexionaba por miedo a las consecuencias de su reflexión.
Nietzsche vivía en habitaciones sencillas y comía en restaurantes baratos, dedicado a trabajar sin descanso cuando sus achaques se lo permitían. Podía llegar a pasar tres o cuatro días seguidos en cama, incapacitado por completo, y aun así, año tras año, producía libros extraordinarios que ponían a prueba los valores fundamentales del hombre y de la civilización occidental y dejaban al descubierto sus carencias. No estaba elaborando un sistema filosófico integral, cuyos elementos encajaran perfectamente, sino que llevaba al máximo nivel la actividad de filosofar en el más puro sentido griego.
La radicalidad de sus opciones le convirtió en un solitario, cuya personalidad contrastaba enormemente con la época en que vivía. A lo largo del tiempo logró mantener el contacto con algunos de sus admiradores, pero su forma de pensar y su ego le impidieron disfrutar de auténticas relaciones de amistad. Trabajó durante toda su vida aislado, anónimo y sin lectores, convencido de que tenía que esforzarse todavía más para superar su falta de reconocimiento.
Cuando un profesor danés comenzó a dar clases sobre filosofía nietzscheana en la Universidad de Copenhague ya era demasiado tarde. Era el año 1888 y el filósofo acababa de terminar nada menos que cuatro libros, aunque fueron textos que, en lugar de presentar grandes pensamientos, revelaban las crecientes grietas de su mente. En Ecce homo, su autobiografía, la demencia asoma en capítulos titulados «Por qué soy tan sabio» o «Por qué escribo libros tan buenos». Su derrumbamiento llegó en enero de 1889, cuando caminaba por una calle de Turín. Al ver que un cochero fustigaba a un caballo, el filósofo se abrazó al animal llorando y luego se desmayó. De regreso a su dormitorio escribió varias cartas alucinadas a personajes importantes, entre los que se contaba el rey de Italia. Nietzsche fue considerado clínicamente loco y jamás se recuperó. La maledicencia atribuyó causas infames a su demencia, pero lo cierto es que el historial de enfermedades psíquicas de su familia era interminable, y afectaba tanto a su padre como a sus tías.
La historia de Nietzsche acabó de escribirse con renglones muy torcidos. Por suerte, se conoce a la perfección la identidad del redactor. A la muerte de su madre, la tutela del enfermo pasó a su hermana, Elisabeth Förster-Nietzsche. Esta se había casado con Bernhard Förster, un conocido antisemita despreciado por Nietzsche que había fracasado de manera estrepitosa en su intento de fundar una colonia aria en Paraguay y se había suicidado. A su vuelta a Europa, Elisabeth decidió convertir a su hermano enajenado en un gran personaje. Fundó el Archivo Nietzsche y se ocupó de corregir sus cuadernos no publicados, en los que insertó sus ideas. El resultado fue el libro La voluntad de poder. En la actualidad estos textos han sido expurgados de los añadidos realizados por Elisabeth y han revelado una obra de gran importancia que ayuda a entender los procesos mentales de Nietzsche y presenta muchos de sus conceptos de modo más claro.
La voluntad de poder se ha convertido en la clave de la filosofía nietzscheana. El filósofo concluye que la fuerza impulsora de la civilización ha sido siempre la búsqueda del poder, antes que la búsqueda de lo útil o lo beneficioso. La voluntad de poder es el impulso básico de nuestros actos particulares, aunque a veces solo tenga una expresión muy primaria, y también dirige la humanidad en su conjunto. ¿En qué consiste exactamente? Es querer ser lo que verdaderamente se es: el reconocimiento de lo que uno es en realidad y la fidelidad a uno mismo. Significa la acción a favor de todo lo que significa vida y el camino hacia el superhombre. Es la negación del equilibrio y del control de las fuerzas; es la pasión originaria de la que derivan el placer y la creación; es acumulación de energía, vida indomable.
Nietzsche llegó hasta ese siglo XX cuyo carácter prodigiosamente había presentido. Murió en agosto de 1900. En su último año su mente se había extinguido, pero su obra había cobrado vida, saltando desde la oscuridad al reconocimiento en todo el mundo. Su fama sobrepasó sus propias fantasías y se extendió mucho más allá de la filosofía. Su manera de filosofar era diferente y, gracias a su estilo aforístico, podía leerse y transmitirse con facilidad, volando como semillas arrastradas por el viento. Y ese fue su grave problema. Aquellas ideas se distribuyeron de forma fragmentaria y muchos escogieron los fragmentos que mejor les convenían.
La filosofía de Nietzsche quedó terriblemente desacreditada por culpa del abuso que hicieron de ella el fascismo y el nazismo, a quien la hermana del pensador entregó literalmente las llaves de la puerta. Sin duda, Nietzsche era arrogante, despreciativo y aristocrático, pero era un profesor de universidad opuesto a la tendencia dominante de su época, a la que intentó escandalizar. Cuando hablaba de superhombres, el pensador alemán estaba hablando de ética y no de teoría política. La voluntad de poder era una idea filosófica que debía entenderse como una exhortación a vivir la vida al máximo.
Muchas interpretaciones posteriores de las ideas de Nietzsche son contrarias a las opiniones que el filósofo expresó con claridad sobre antisemitismo, racismo y demás. Lamentablemente, hoy es casi imposible hablar de sus ideas en la manera que él quería que fueran entendidas. Su obra era asistemática porque su filosofía significaba el fin de todos los sistemas. Sin embargo, aunque sin seguir un método, los conceptos clave de su pensamiento vuelven una y otra vez y en ellos se pueden detectar los elementos de un sistema. Expresar el complejo pensamiento de Friedrich Nietzsche es una tarea inmensa. Su penetración intelectual le permitió desenmascarar la falsedad escondida bajo los valores tradicionales y desvelar su significado oculto, tarea que compartió con otros dos pensadores, Karl Marx y Sigmund Freud, con quienes integra al triunvirato de los «filósofos de la sospecha» que advirtieron la crisis de la filosofía moderna. Por ello, todos los esfuerzos son pocos para rescatar de la locura propia y ajena el pensamiento punzante y necesario de este «hombre póstumo» que fue el crítico más radical de la filosofía de Occidente.