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Como una extensión humana de poderosas dimensiones, los medios de difusión fueron y muy probablemente seguirán siendo usados como antesala del abuso y el linchamiento. Tal como ocurre en las calles de las metrópolis, en las plazoletas de algunos pueblos y en las redes sociodigitales, previamente se interviene a la persona deformándola, arrebatando sus vestiduras para colocarle otras y despojándole de toda su complejidad con teclado y cámara en mano. Este trabajo pretende explorar algunos de estos fenómenos en que se ha instrumentado la comunicación para causar daño a personas, grupos de personas o incluso a poblaciones enteras, pero también asoma la posibilidad de volver a reconocer en la persona, algo más que un perfil o un usuario.